... Algunas
reflexiones teóricas sobre por qué y cómo
insurreccionarlo
y comunizarlo todo
«Pan
y circo»: este año otra vez es de circo electoral en la
hacienda Ecuador, pero sin pan, porque el desempleo y la pobreza han aumentado
brutalmente. Y esta realidad estructural o de fondo no cambia con elecciones y nuevos
gobernantes. Porque en las elecciones, los electores en realidad no eligen nada,
así como los que deciden los shows con sus respectivos payasos son los dueños
del circo y no sus utileros ni sus artistas. El show político de tener que elegir
mediante el voto a tal o cual candidato para presidente de la república no es
decidir sobre la propia vida, ni mucho menos cambiarla. Esta es una ilusión
social de participación y de decisión política por parte de la borreguil
“ciudadanía”, criatura del Estado, único ganador de este circo, junto con el
Mercado. Porque gane el candidato que gane −no importa si es de derecha o de izquierda−,
el “gobierno permanente” (como dicen el Pentágono y el FMI), el Estado, la
democracia, el sistema capitalista siempre ganan; mientras los explotados y
oprimidos seguimos siendo explotados y oprimidos, pero con nuevos amos y
administradores políticos de turno. Gane quien gane, en elecciones siempre
gana el Estado Capitalista, mientras nosotros los proletarios seguimos siendo
los “eternos perdedores” que le seguimos dando más poder y riqueza a esa
«excrecencia parasitaria de la sociedad» que es el Estado burgués.
Los
electores no deciden nada porque el Estado es el monopolio de la decisión y la
violencia en toda la sociedad, es decir sobre la vida de todos. Y el Estado no
es neutral y tiene dueño: los representantes del Capital, los burgueses, los
ricos, sus administradores, sus políticos y sus perros
guardianes de uniforme. Por eso algunos hablamos de Estado-Capital o
Capital-Estado. El Estado es un capitalista colectivo y «la junta
administrativa de los negocios comunes de la burguesía»: el Estado es
el Patrón de los Patrones: cámaras empresariales más políticos, jueces, aparatos
represivos y aparatos ideológicos, para explotar y dominar de múltiples formas a la clase trabajadora. El
Estado es el botín económico y el aparato político-legal-represivo de los
grupos capitalistas de poder y sus sicarios, es decir de las mafias: el
Estado es la Mafia de las Mafias, en especial el Estado democrático-burgués, la
máxima organización criminal de la historia que aparenta ser la organización
más “racional” y “libre” de la historia.
Así
pues, la democracia en realidad es la dictadura de los ricos sobre los
pobres, y más aún es la dictadura de la mercancía −como relación social y como
cosa− sobre todos y sobre todo. Decir “democracia burguesa” es, por tanto, redundante:
la democracia sólo es y puede ser burguesa o capitalista, ya que es la
“forma de gobierno” y de vida social propia y exclusiva de los mercaderes:
libertad e igualdad para venderlo y comprarlo todo en tanto que propietarios y ciudadanos;
mejor dicho, es la “forma de gobierno” y de vida social propia y exclusiva de esta sociedad gobernada por las mercancías y sus fieles representantes,
donde la esclavitud asalariada y ciudadanizada posee «hilos invisibles»
bajo la apariencia de la libertad democrática y de consumo, pero es la base
real oculta de todo el actual sistema de dominación. Sí, las vitrinas de la
libertad democrática son sostenidas por, y refuerzan a, las cadenas de la
esclavitud asalariada, de la misma manera en que la propiedad privada sostiene
a, y es reforzada por, el Estado y el Mercado.
Por
eso la democracia funciona como un mercado político y electoral (de allí
también el auge y la importancia del “marketing electoral” hoy en día). Por eso, elecciones
mediante, derecha e izquierda compiten y se alternan mercantil y
políticamente en la administración del Estado capitalista, es decir en la administración
del conjunto de instituciones y medios para ejercer su dominación y explotación
de clase sobre nosotros como esclavos asalariados y mercancías-personas: como
proletarios ciudadanizados; esto es, anulados en tanto que sujeto colectivo
autónomo o capaz de decidir sobre su propia vida de manera común y libre y, por
tanto, en tanto que sujeto colectivo antagonista a todo el orden social del
Capital; atomizados y reducidos a dóciles criaturas del Estado y del Mercado.
Además,
las elecciones desmovilizan, más aún en estos tiempos de pandemia y dictadura
sanitaria, para que los ricos y poderosos −dentro y fuera del gobierno de
turno− sigan haciendo de las suyas (ej. hacer negocios y lucrar a costa de
la enfermedad y la salud de toda la población, y mandar a matar a quienes los
denuncien públicamente), a diestra y siniestra (ej. los morenistas y los correístas son
igual de mafiosos que los bucaramistas), sin que los oprimidos y explotados
siquiera salgamos a las calles a protestar (como, de hecho y a pesar de
todo, salimos a protestar el año anterior que no fue año electoral)… Elecciones
Ecuador 2021 (también aplica para el resto del mundo): «pan y circo»,
pero sin pan y sin protesta. Sólo circo: de asco, terror, miseria, pandemia, violencia y
muerte.
Por
lo tanto, votar no cambia nada de lo fundamental: la
dictadura social de la mercancía, el valor, el dinero, la ganancia, el capital
o la dictadura de la economía sobre nuestras vidas y nuestras muertes.
Porque en esta sociedad literalmente nos matamos y nos matan a diario por el dios dinero y
el dios trabajo, independientemente de si hay elecciones o de cuál sea el
gobierno de turno. Y “los dueños del dinero son los dueños del poder”. Por lo
tanto, votar sólo cambia a nuestros amos-mercaderes y verdugos de turno.
Es como lamer y renovar sus látigos y sus billeteras. Es limpiar con la lengua el
piso de su sociedad-shopping-campo de concentración-cárcel-cementerio. Es sacarles
brillo a nuestras cadenas invisibles o, en su defecto, normalizadas e
invisibilizadas. Es la reproducción de la ideología y la política dominantes por parte de
las mismas masas −que no son ningunas “pobrecitas víctimas” que hay que
“salvar”, sino que también precisan autocriticarse para autoliberarse− ciudadanizadas
o domesticadas después de varias décadas
de dominación total del Capital sobre el trabajo, el poder y la vida. Masas que no sólo «no saben que lo hacen, pero lo hacen», sino que «saben que lo
hacen y, aun así, lo siguen haciendo» (de hecho, las masas que siguen creyendo
en algún candidato en particular y en la democracia en general, son las mismas
masas que alguna vez desearon y apoyaron regímenes fascistas en Europa así como
regímenes populistas y represivos en América Latina). Lamer los barrotes
estatales sobre nuestras propias vidas. La democracia es el reino de la
autoenajenación y la autoflagelación colectivas. Depositar el voto en la urna
es poner una cadena más a nuestra jaula (la sociedad burguesa y democrática también es la sociedad carcelaria). Votar no cambia nada de lo fundamental:
la esclavitud asalariada, la sacrosanta propiedad privada y la tiranía estatal bajo la apariencia socialmente
aceptada de libertad democrática, ciudadana y mercantil.
Entonces
¿Voto Nulo? No se trata sólo de votar nulo, robarse la papeleta o no
votar y ya. Hacer esto es más que entendible y legítimo frente a
tanta porquería electorera y politiquera. Incluso si esto se llegase a hacer masivamente,
con quema de urnas incluida, lo cual sin duda alguna apoyaríamos activamente.
Además, sabemos que los porcentajes de voto nulo y en blanco actualmente son
altos entre la población de este país. Pero este dato no es garantía de que gane
el voto nulo ni de que eso mejore las condiciones de vida de la gente ni mucho menos que las transforme realmente, si es que ésta no se autoorganiza para luchar por su vida y, en última instancia, por recuperar el poder sobre la misma; este dato, pues, no es garantía de nada. Por lo
tanto, hay que ir Más Allá del Voto Nulo si realmente queremos
criticar y superar en la práctica toda esta mierda de sistema capitalista que
nos toca soportar a diario, y no sólo cada cuatro años. Se trata de luchar y
organizarnos con cabeza y mano propias para Recuperar el Poder sobre Nuestra Vida
en Común y que ésta merezca llamarse así: una vida sin propiedad privada, sin
mercancía, sin explotación asalariada, sin dinero, sin clases, sin patrones ni
jefes, sin gobernantes, sin Estados y sin fronteras ni violencias nacionales,
de “raza” ni de género… Una vida sin rutina ni tiempos muertos, por ser una
vida sin tortura laboral y sin muertes violentas; una vida libre, sana y plena,
rica en recursos, actividades y relaciones humanas, que sean decididas,
creadas, controladas y disfrutadas por nosotros mismos en comunidad sin estado
ni mercado, sin amos, dioses ni fetiches de ningún tipo.
Sí,
porque todas esas categorías abstractas pero reales son las causas profundas de
todos los problemas que hoy sufre la humanidad proletarizada (y dentro de ésta,
más aún las mujeres proletarias y los llamados “pueblos originarios”). Problemas,
causas y categorías de las cuales precisamos liberarnos para vivir a plenitud.
No se trata, entonces, de cambiar de amo, sino de no tenerlo. Tampoco es
libre quien tiene esclavos (humanos y no humanos). No se trata de votar por un
político para cambiar la vida de todos y todas. Y tampoco se trata se hacer lo
mismo que los amos (relaciones mercantiles y jerárquicas) pero sin ellos. Se
trata de Insurreccionarlo y Comunizarlo Todo para para empezar a decidir
sobre nuestras propias vidas de manera auténticamente libre y comunal, sin
clases ni mercado ni Estado, en equilibrio con la naturaleza, la tecnología y
el cosmos. (Los comunistas estamos «sintonizados con el futuro».)
Esto
no es una utopía (utópico −y reaccionario− es creer que un presidente o un
gobierno puede cambiar la vida de todos). Insurreccionarlo
y Comunizarlo Todo es necesario, posible y urgente, porque la Catástrofe Capitalista
−de la cual la crisis ecológica y el coronavirus forman parte− nos está
destruyendo y amenaza con extinguirnos. Así de crudo y simple pero, al
mismo tiempo, así de titánico y aparentemente “imposible”. Al menos parece “imposible”
a corto plazo (nada de lo dicho aquí es a corto plazo, nosotros vamos más allá),
porque a largo plazo será inexorable como una cuestión de vida o muerte. Pues «todo
lo sólido se desvanece en el aire», al calor de la lucha de clases, en
especial cuando los hambrientos, los “desesperados” y los oprimidos salen a
luchar, no por unas mejoras, sino porque ya están hartos de serlo y sólo
quieren la vida. Además, la naturaleza hoy en día también pide revolución a
gritos. En este contexto de alto grado de progreso, catástrofe y
descomposición de la sociedad de la mercancía y el espectáculo, es que sigue
sobreviviendo el circo electoral, cada vez más bizarro y repugnante, en “Absurdistán
Ecuatorial” y en todas partes.
Sí,
dijimos Revolución. Y también decimos Comunismo y Anarquía. ¿Esta
es “nuestra propuesta”? Sí: desde y hacia ahí es que hablamos los
proletarios hartos de serlo, los nadies que lo queremos todo (porque el
proletariado lo ha producido todo y por lo tanto todo debería pertenecerle),
sin jefes ni partido, «sin dios ni amo», y sobre todo sin Mercado ni Estado.
No por ideología política, sino por necesidad concreta y cotidiana: la
necesidad de revolución es la necesidad de vivir, y, en última instancia,
viceversa. El Capital/Trabajo aliena, embrutece, explota, enferma y mata a
diario. El Estado es el guardián de todo este círculo infernal y mortal en que
el Dios Dinero a diario depreda personas y bosques. La Vida Es Otra Cosa. Y Todo
Es De Todos. Para las proletarias y los proletarios que ya no pueden esperar la
revolución −porque el proletariado se muere más cuando no lucha que cuando
lucha−, La Revolución es Necesaria para Vivir. En pocas palabras: Revolución
de la Vida Cotidiana o seguir muriendo de violenta rutina capitalista.
La
revolución no precisa de cambios de líderes, de ideologías ni de discursos para
ser tal, mientras las condiciones y el control de nuestras vidas nos sean
ajenas. La revolución real precisa que recuperemos y transformemos
radicalmente los medios de producción material y “espiritual” de la vida toda,
o sea, las condiciones materiales y de consciencia que hacen posible la vida de
todos. Este es el único poder que nos interesa: el Poder Social para Reapropiarnos
de Nuestras Vidas y Transformarlas, mediante la Acción Directa Insurreccional y
Comunizadora de las Masas. Esto es lo fundamental, no elegir al nuevo amo o
al nuevo administrador de nuestra ciudadana y democrática muerte en vida…
Por
eso:
*
Cualquier
debate sobre el voto (si un candidato u otro candidato, si derecha o izquierda,
si nulo o no nulo, si votar o no votar, etc.) es un falso debate que no pone en
cuestión lo fundamental, pues aún se halla encerrado en la lógica de la
democracia y la ciudadanía, es decir la lógica de la esclavitud capitalista de
hilos invisibles con apariencia de libertad individual y colectiva, la cual no
funcionaría bien sin el terror de Estado: libertad
para vender tu fuerza de trabajo a cambio de dinero −el dios dinero− o morir de
hambre, libertad para votar por tu candidato pero seguir siendo o un esclavo
asalariado o un muerto de hambre, libertad para protestar y luego ser
encarcelado, “desaparecido” o asesinado por eso; en fin, toda libertad
democrática, como la “libertad de elegir” a “nuestros gobernantes”, en realidad
es la «libertad de andar concedida a un paralítico»: el esclavo
asalariado-ciudadano seguirá siendo esclavo asalariado-ciudadano, mientras el burgués
lo mirará por debajo del hombro burlándose de él, una vez más.
*
Lo mismo
aplica para esas migajas políticas y sociales que, a través de su brazo
izquierdo, el Capital y el Estado nos concede a los esclavos asalariados y
ciudadanizados: los derechos democráticos. Y para recuperar el poder sobre
nuestras vidas y, en consecuencia, la libertad real, no se trata de pedir
migajas o “luchar por nuestros derechos”, sino de conquistar todo el pan y la
panadería, porque el proletariado ha producido todo y, por lo tanto, todo
debería pertenecerle. No mendigando nada al enemigo de clase, sino
arrancándolo violentamente de sus manos e imponiendo la «dictadura de las
necesidades» humanas de las masas insurrectas para aplastar la dictadura de la
economía junto con sus administradores y sus sicarios uniformados. En pocas
palabras: para el proletariado revolucionario, no se trata de luchar por “libertades
y derechos democráticos” o migajas, sino de luchar por reapropiarse y subvertir
todo lo existente. No menos que esto.
*
El problema no es
tal o cual presidente. El problema ni siquiera es tal o cual gobierno. Ni mucho
menos lo es “la corrupción”. El problema es el gobierno, que exista
gobierno, que nos gobiernen y seamos gobernados. El problema es la
dominación, la representación, la delegación, la enajenación de nuestro poder
creador, el no tener control real sobre nuestras vidas y las condiciones reales
que las hacen posibles. Entonces no necesitamos nuevos gobernantes. Necesitamos
aprender a autogobernarnos en comunidad y libertad reales. Porque si
todos gobiernan, nadie gobierna. Esto no es caos, sino un nuevo orden
social armónico sin autoridad: la anarquía o acracia en lugar de la
democracia. Pero esto aplica no sólo para nuestra relación con los
gobernantes, sino para nuestra relación con las mercancías, verdaderas
gobernantes de esta sociedad que personifica a las cosas y cosifica a las
personas, explotándolas, oprimiéndolas y alienándolas.
*
El
fetichismo del Estado (último piso y atalaya del edificio capitalista), y del
poder en general, está determinado por el fetichismo de la mercancía (los
cimientos del edificio capitalista). El primero es incuestionable e insuperable sin
el segundo, su base real oculta. La crítica radical la devela para golpear ahí
donde realmente le hiere de muerte al sistema capitalista. Desde este punto
de mira en la guerra de clases, la revolución no consiste en “tomar el
poder” del Estado capitalista (ya que esto sólo termina en Capitalismo de
Estado y se lo confunde con “socialismo” y peor aún con “comunismo”), sino en
atacar y abolir su base material social: la mercancía (las relaciones sociales mercantiles y cosificadas, que también son relaciones de explotación y dominación) y, junto con ésta, la
democracia, el trabajo asalariado, la propiedad privada, las clases sociales,
el Estado (que también es una relación social y no una cosa) y las fronteras nacionales. Sí, la revolución comunista radica en la destrucción de la ley del valor y el intercambio.
*
Sin duda, este
problema del poder y su fetichismo también es un problema de clase: poder de
clase. A la burguesía y a los reformistas les interesa conservarlo,
gestionándolo de diversas formas (incluida la democracia directa y la
autogestión); al proletariado revolucionario, destruirlo. Para ser más precisos:
al proletariado revolucionario el único poder que le interesa es el poder
para destruir el poder que lo destruye como humanidad y como vida, al mismo
tiempo que para abolirse como clase trabajadora y como poder revolucionario:
destruir la mercancía (las relaciones sociales mercantiles), las clases, el
Estado y, junto con este, suprimir/sustituir la democracia y las
elecciones por el poder emergente y transitorio de las comunas, soviets,
consejos o asambleas de los proletarios en revuelta por la vida. Todo esto,
sobre la base material de la propiedad común de todos los medios de vida y la
producción/distribución directamente social, no privada y no mercantil de los
mismos. Este tipo de medidas comunistas inmediatas, concretas e
integrales son las que forman parte de “nuestra propuesta” en contra y más allá
de las elecciones y los gobiernos.
*
Desde tal
perspectiva, el dilema fundamental no es votar o no votar. El dilema
fundamental es preparar las elecciones o preparar la revolución. No
hay medias tintas entre ambos caminos. Caminos que son no sólo paralelos, sino
opuestos. Y como decían unos compañeros históricos: «Las tiranías no caen de
su pedestal con boletas electorales. La fuerza bruta las sostiene, y sólo la
fuerza bruta las podrá derrocar.» Porque la revolución no es una
cuestión de formas, sino de fuerzas. Sabiendo que la mejor arma del
proletariado para su autoemancipación no es la militar (la necesaria violencia
revolucionaria) sino la social: su Solidaridad de Clase, sus prácticas
de apoyo mutuo, sus lazos comunitarios, su «contrasociedad» en movimiento.
Este tejido social solidario, autónomo y antagonista −surgido espontáneamente
al calor de las luchas de clase− es el que debe defenderse y potenciarse
en todas las formas de cara a la violencia estatal y “fascista”, así como
también de cara a la cooptación oportunista y reformista por parte de los
partidos políticos de izquierda. Solidaridad, comunidad, autoorganización,
autodefensa: todo este «repertorio de acción colectiva» de los oprimidos y explotados
del campo y la ciudad (desde los territorios Mapuche hasta las okupas de
Exarchia) no es “ideal” ni puro, pero sí existe afuera, en contra y más allá
de las elecciones, la democracia, el Estado, los partidos, los sindicatos, los
ongs, las iglesias, las universidades, los medios de comunicación, etc. En
realidad, así se prepara en silencio el «viejo topo» de la revolución. Y
también mediante silenciosas y sorpresivas erupciones insurreccionales.
*
Todo esto,
lo hace el proletariado solo −sin representantes ni vanguardias− o no lo hace
nadie. «La emancipación de los trabajadores será obra
de los mismos trabajadores» o no será obra de nadie. (Acción directa entre
iguales vs. “trabajo de base”.) Y la clave de esta emancipación no es alabar
y seguir reproduciendo al proletariado, sino abolirlo como clase. Sí, porque
una vez abolido el proletariado, base social material y subjetiva de toda esta sociedad,
quedaría también abolido el Capital y el Estado, en razón de que ya no tendría
a quien explotar y dominar (esta es la base material de aquella idea anarquista
que dice «si ellos mandan es porque nosotros obedecemos»).
*
Todo esto,
el proletariado lo hace antidemocráticamente o no lo hace: sin debatir ni
negociar con el enemigo de clase, sino imponiéndole sus necesidades humanas y
sus nuevas relaciones sociales. «La imposición anárquica» del poder del comunismo
sobre el poder del Estado Capitalista para destruirlo y superarlo. Lo cual
comporta, a su vez, que el proletariado se transforme a sí mismo en masa y
en sentido comunista y anárquico, al calor de las luchas de clases contra
el Capital y el Estado. Proceso duro y contradictorio que dura varias
generaciones (tiempos de paz social) e implica varias tensiones y rupturas al
interior de la misma clase, pero que se puede condensar en pocos días (tiempos
de revuelta). Sin esta transformación comunista en masa de los proletarios −producto
espontáneo del antagonismo de clases y del comunismo en tanto movimiento real
de negación y superación del capitalismo− es imposible la revolución comunista,
y viceversa.
*
Recuperar el
poder de nuestra vida en común, sobre la base de nuevas condiciones de
existencia materiales y de consciencia, poseídas y disfrutadas en común: esta
es la clave de todo esto. Condiciones y relaciones
comunistas que emergen al calor de la lucha de clases, sobre todo en las luchas
contra el capital/trabajo y en defensa de la vida, que paradójicamente parecen «luchas
suicidas» (ej. rechazar el trabajo mediante huelga y defender la vida, o
poner en riesgo la vida misma por la defensa de la lucha, en esta sociedad
donde el trabajo es la principal fuente de “vida”… y de muerte). Gérmenes de
transformación masiva de los individuos, sus relaciones, su consciencia y
su lenguaje en un sentido comunista y anárquico, que existen actualmente y por
eso mismo hay que defenderlos y potenciarlos; y que, al mismo tiempo, sólo se
pueden producir y desarrollar plenamente, en última instancia, mediante una
revolución comunista en la práctica. Revolución comunista entendida como
comunización de toda la sociedad, es decir como transformación de las
relaciones sociales capitalistas en relaciones sociales comunistas. En este
sentido, la única “transición” al comunismo es el mismo comunismo (y no
el “Estado socialista”: Capitalismo de Estado mal llamado “comunismo”) en tanto
que movimiento social real de destrucción y superación del actual orden de
cosas; es decir que lo que realmente importa y decide no es tanto luchar por el
comunismo, sino el comunismo que se vive y propaga en las luchas del
proletariado contra el Capital. Emergencia y producción del comunismo a
partir de la crisis y descomposición del capitalismo, posible en y sólo en las
luchas de clases que ponen en cuestión la reproducción de la relación de clase
misma. El proletariado puede abolirse a sí mismo y producir el comunismo,
cuando al capitalismo le sea materialmente imposible seguir manteniendo
y garantizando su reproducción como clase productora de valor y
plusvalor, como clase explotada o capital variable y “buenos ciudadanos”; y,
por lo tanto, cuando, espoleado por la necesidad consciente, éste comience
a producir relaciones sociales y formas de vida de carácter comunista y
anárquico, ya no en tanto que proletarios, sino en tanto que «poder de
los individuos asociados» y «directamente sociales». El poder del
comunismo aboliendo y superando así el poder del Estado capitalista y, por
lo tanto, de sus gobiernos, sus aparatos, sus instituciones, sus
intermediaciones, sus partidos, sus elecciones, su democracia. (Reiteramos que
nada de lo dicho aquí es a corto plazo e inevitable, pero sí es necesario y
posible en el actual ciclo histórico del capitalismo y la relación de clase. Al
menos teóricamente.)
*
Contra las Elecciones
y la Democracia, y Más Allá del Voto Nulo, Acción Directa y Autoorganización Asamblearia
para decidir y resolver, sin intermediación mercantil ni estatal, los problemas
concretos de la vida cotidiana de las masas. Buscando
además el Control Territorial allí donde emergiese, tanto en la ciudad
como en el campo. El proletariado, inmensa mayoría de la sociedad, tiene la
potencialidad de hacerlo… y de «comerse a los ricos». Todo el poder a las
asambleas territoriales, los soviets de hoy. Pero sin caer en el fetichismo
de la asamblea y del poder autónomo de las bases. Porque la revolución
no es un asunto de formas de organización ni de “gestión de lo público” (horizontales
o verticales, desde abajo y sin representantes, etc.), sino de contenidos sociales
reales: transformar las relaciones sociales (económicas y políticas)
capitalistas en relaciones sociales comunistas y anárquicas; en este caso,
relaciones no mercantiles y no jerárquicas en, entre y desde las
asambleas territoriales y demás formas −conocidas y desconocidas− de
autoorganización y poder autónomo de las masas proletarias cuando éstas luchan
por su autoemancipación.
*
Naturalmente, todo
esto no ocurre siempre ni en todas partes, ni tampoco de manera pura y total, sino
que ocurre de manera impura y contradictoria pero real sólo en situaciones
históricas excepcionales y decisivas, entendidas como desembocaduras de acumulados
y flujos históricos de luchas de clases, tales como las situaciones producidas por las
revueltas y las insurrecciones proletarias (ej. desde la oleada
revolucionaria internacional 1910-1937 con sus expresiones más altas en México,
Rusia, Alemania y España, hasta la revuelta proletaria internacional del
2008-2013 con sus expresiones más altas en Grecia, Egipto, España, EE.UU. y la
revuelta proletaria internacional del 2018-2020 con sus expresiones más altas en
Chile, Francia, Irak y EE.UU., pasando por la oleada revolucionaria
internacional 1968-1977 con sus expresiones más altas en Italia, Francia, Argentina
y Chile). Insurrección, Comunización y Autogobierno Social son inseparables,
y son los pilares de la Revolución.
*
Contra el Estado
y la Mercancía, Comunismo y Anarquía. No como consigna vacía y lejana utopía, sino
como práctica y tensión en el presente con proyectualidad al futuro.
Como germen y tendencia en el ciclo de luchas proletarias reales. Como movimiento
real. Sabiendo que todo movimiento real es contradictorio e impuro.
Y que lo que lo hace un movimiento revolucionario es, precisamente, asumir
sus propias contradicciones para superarlas. Al calor de la lucha contra el
capitalismo para poder destruirlo y superarlo, el comunismo se produce y se
supera a sí mismo… o es derrotado en el intento, mas no sepultado. Todo
movimiento real, como lo es el comunismo, es un movimiento vivo, con sus
limitaciones y contradicciones, pero vivo, en las luchas y en la vida cotidiana...
hasta abolirlo y transformarlo todo; hasta conquistar todas las condiciones y
los medios que hacen posible la vida, para así poder dejar de reproducirnos
como proletariado y avanzar a reinventarnos como humanidad comunista o
comunidad humana… o perecer.
Sólo la lucha de clases por la vida en estos
tiempos distópicos lo decidirá, no las elecciones ni los gobiernos.
Proletarios Cabreados
Quito, febrero de 2021
P.D. Estamos conscientes de que las reflexiones del presente texto son de carácter teórico y, por tanto, un
tanto abstracto y general; leíble y entendible, además, no para una “audiencia
o público más amplio”, sino talvez sólo para algunas minorías radicales. Para
compensar esta limitación en términos de comunicación social de la teoría
comunista, la crítica específica o concreta de la coyuntura concreta en este
país (situación actual −económica, política, social, sanitaria−, pugna
interburguesa, espectáculo electoral y sus payasos-candidatos, luchas
proletarias actuales, voto nulo masivo, necesidad de la lucha autónoma y revolucionaria
por parte de los oprimidos y explotados más allá del voto nulo, etc.), la
estamos discutiendo internamente para poder publicarla en una próxima entrega,
como segunda parte de este aporte; expresada, además, en palabras más sencillas
y entendibles por una “audiencia o público más amplio”, e independientemente
del payaso-candidato que gane este 7 de febrero o de si hay “segunda vuelta” en
las elecciones presidenciales de la hacienda Ecuador.
Leer Segunda Parte: Contra la dictadura democrática de la burguesía, el oportunismo electoralista-reformista y más allá del voto nulo