25 de abril de 2020

Antiforma # 1. Revista de teoría crítica revolucionaria

Santiago de Chile. Otoño de 2020


Antiforma es un término acuñado por el grupo comunista radical italiano N+1, para designar el movimiento real que busca abolir las condiciones sociales dadas, sin reivindicar nada, sin pretender re-formar ni trans-formar las estructuras existentes, sino tan sólo negando cualquier forma social dada a priori, con lo cual se abre la posibilidad del comunismo como advenimiento de lo inédito. Un movimiento de protesta es, así, antiformista mientras despliega ese impulso destituyente de las formas sociales e institucionales dadas; pero pierde ese carácter en cuanto se propone realizar logros positivos adecuando las formas dadas a propósitos alcanzables dentro del orden capitalista.
 
Contenido:

G. Cesarano & G. Collu: «Apocalipsis y revolución. Primer capítulo: Salto mortal»
N+1: «Ingenierización social»
Tristan Leoni & Céline Alkamar: «Cueste lo que cueste»
Carbure: «Desconfinamiento selectivo y experimentos sanitarios: ira y asco»
Il Lato Cattivo: «Covid-19 y más allá»

24 de abril de 2020

[Nueva página] Fever: Lucha de clases en tiempos de pandemia



Presentación


La pandemia del Covid-19 está poniendo a los trabajadores de todo el mundo frente a un problema común y simultáneo. La situación actual termina sirviendo, en la práctica, de laboratorio para que el capital y los gobiernos reestructuren las fuerzas productivas y mejoren sus tecnologías de explotación y control. Las medidas severas que se están llevando a cabo en la actualidad probablemente han llegado para quedarse. Esta suspensión de la normalidad intensifica los conflictos en torno al trabajo y la reproducción. Las noticias sobre las luchas proletarias aparecen en todo el mundo: protestando contra las condiciones sanitarias en su lugar de trabajo, negándose a trabajar a través de huelgas salvajes, motines en las prisiones, organizando una huelga de alquiler, etc.
Nuestro papel no es proponer soluciones para ayudar al capitalismo a resolver esta crisis. Toda solución capitalista significa mantener la explotación.
Nuestros esfuerzos deben centrarse en los conflictos relacionados con la explotación: ¿bajo qué condiciones seguimos siendo obligados a trabajar? ¿Qué pasa con nuestros salarios durante el encierro? ¿Tendremos que trabajar las horas debidas más tarde? ¿Habrá despidos? ¿Y qué pasa con los trabajadores autónomos, precarios o por aplicaciones? ¿Cómo vamos a pagar el alquiler al fin de mes? ¿Y los presos? ¿Y qué pasa con los migrantes, atrapados entre fronteras cada vez más militarizadas, centros de detención o campos de migrantes superpoblados?
Como es un tema global, parece urgente establecer una plataforma internacional de investigación e intercambio en torno a estas luchas. Una plataforma que nos permita mapear, investigar, difundir, discutir, poner en contacto y estimular las experiencias de confrontación proletaria durante la pandemia.
Nuestro objetivo es construir una formulación colectiva de intercambio entre grupos autónomos de trabajadores de diferentes países. Los principios de publicación de Fever se basan en este criterio mínimo común:
1) Fever se centrará en la lucha de clases. Nos posicionamos del lado de la clase obrera, comprometida en la lucha contra las divisiones que nos separan en los trabajadores cualificados y los manuales, en los empleados del sector privado y del público. Contra el Estado, que nos construye a unos como ilegales y a otros con papeles, pero desempleados y sin beneficios. Luchamos contra las divisiones que nos ven como nacionalidades u otra identidad. Por otro lado, no queremos seguir siendo trabajadores y creemos que sólo a través de nuestra participación en comunidades de lucha podemos abolir el mundo de las mercancías y el trabajo asalariado. Al mismo tiempo, es importante analizar los movimientos de nuestros enemigos – los capitalistas y el Estado – una vez que las pandemias los obliguen a reestructurar el proceso de producción. En esta crisis, como en general, el Estado está organizando la defensa del capital y la propiedad privada en detrimento de los intereses de la clase obrera. La victoria de nuestras luchas requiere la destrucción del Estado, que debemos pensar en términos prácticos. Estamos frente a mecanismos de contrainsurgencia preventiva y este sitio también será un espacio para pensar en esta cuestión estratégica para el movimiento.
2) A Fever no le interesan los programas abstractos o las listas de reivindicaciones desvinculadas de los procesos de lucha concretos.
3) Fever evita las tendencias conspirativas o negacionistas. Estamos realmente enfrentando una pandemia: miles de personas están muriendo en todo el mundo. Negar esta realidad es una locura. Por otro lado, celebrar el impacto “ecológico” o “revolucionario” de la masacre de Covid-19 no sólo es estúpido desde el punto de vista proletario, sino que también es el signo de un elitismo morboso.
Los textos se publican principalmente en inglés y luego se traducen al mayor número de idiomas posible. Aunque nos centramos en los informes de lucha, también nos interesan los artículos de análisis.
No esperamos un sitio web con una posición única. Los desacuerdos y controversias son importantes para la reflexión: dentro de estos principios básicos y generales, queremos estimular los debates públicos.

Crear nuevos lazos entre los camaradas proletarios de todo el mundo es también parte de nuestros objetivos. Si quieres enviar un texto o unir esfuerzos con Fever, ¡contáctanos!

22 de abril de 2020

22 de Abril de 2020: Paro Internacional de Repartidores


Ver más información en:

Paro Internacional de repartidores: “las empresas nos tildan de superhéroes, pero somos superexplotados” - ANRed
«Repartidores y repartidoras de apps como Rappi, Glovo, Pedidos Ya, Uber Eats y Deliveroo, entre otras, anunciaron la conformación de “un frente único internacional de lucha” y llaman a un paro internacional de 24 horas de repartidores y repartidoras en Argentina, Perú, Ecuador, Guatemala, Costa Rica y España, en reclamo de aumento de salarios y elementos de higiene y seguridad, en este contexto de pandemia mundial por la expansión del coronavirus (Covid-19). Sus reivindicaciones son “aumentos de pagos por envíos a cargo de la empresa acorde a la crisis económica mundial, es decir, un 100% de aumento del pago por pedido, y elementos de seguridad e higiene que sean de calidad y cantidad acorde a las jornadas laborales y la crisis sanitaria en curso”. En Argentina, a las 12 realizarán una concentración en la Plaza Moreno de La Plata, mientras que a las 16 harán lo mismo frente al Obelisco porteño. La medida de lucha se replicará en las redes sociales con los hashtags #22A, #ParoNacionaldeRepartidores, #ParoInternacionaldeRepartidores y #YoNoReparto.»

Paro internacional de repartidores - Indymedia Argentina [Video] 

Trabajadorxs de Glovo en Quito se suman a Paro Internacional en reclamo de tarifas más justas - Indymedia Ecuador (22 de abril de 2020)

Trabajadores de Glovo realizaron Plantón - Red de Prensa Popular Ecuador (17 de abril de 2020)

15 de abril de 2020

Breve análisis crítico de las últimas medidas económicas del gobierno de Moreno “para enfrentar la emergencia sanitaria” y de su “Programa Ecuador Solidario”


El gobierno empresarial, mafioso, represivo y mentiroso de Moreno-Sonnenholzner-Romo nos está imponiendo a los proletarios de Ecuador un “paquetazo” económico peor que el de octubre del año pasado, en el cual lo fundamental es la reforma laboral y la combinación estatal de “el palo” y “la zanahoria”.

El palo:

1.       Reducción de la jornada laboral y del salario. Esto significa aumentar la tasa de explotación de la clase trabajadora, específicamente la tasa de plusvalía relativa (producir lo mismo o más en menos tiempo). No es una medida nueva ni coyuntural, es una medida histórica y estructural o una contratendencia del Capital en situación de crisis para compensar la caída de su tasa de ganancia. Pero, según el ministro de economía Richard Martínez, es una medida “para evitar despidos” o para “preservar el empleo y el tejido productivo”.*
2.       Reducción del 4% del salario de los trabajadores públicos y privados que ganen de 500 dólares en adelante durante 9 meses. Dinero que irá a parar a la “cuenta nacional solidaria”, misma que debe llegar a los 1300 millones de dólares “para enfrentar esta emergencia”, de los cuales, a su vez, dicho porcentaje incautado al salario de los trabajadores debe sumar 800 millones. Es decir, hacer pagar la crisis a los trabajadores asalariados.
3.       Trabajadores públicos impagos. Ej.: docentes (porque a los policías y los militares se les paga primerito). Esta es otra forma de hacer pagar la crisis a los trabajadores asalariados. Además, esta masa salarial impaga suma más de 310 millones de dólares, casi la misma suma que el gobierno pagó el mes pasado por concepto de deuda externa (320 millones de dólares). Doble robo estatal de los burgueses a los trabajadores.
4.       Más de 1300 denuncias de despidos intempestivos registradas hasta el momento en el Ministerio de Trabajo. Esto significa aumento del desempleo, el subempleo y la pobreza.
5.       Regulación estatal de despidos de trabajadores “por caso fortuito o fuerza mayor”, según último acuerdo ministerial. Esto también significa aumento del desempleo, el subempleo y la pobreza.
6.       “Focalización de los subsidios a los combustibles”, es decir un nuevo “gasolinazo” en los próximos meses, en este país en el cual, como se dice coloquialmente, “si sube (el precio de) la gasolina, sube (el precio de) todo”.

La zanahoria:

1.       Reducción del 50% del súper sueldo de ministros y asambleístas nacionales. Una medida supuestamente “ejemplar” y “solidaria”, pero que en realidad es una medida compensatoria y populista con respecto a las medidas de austeridad arriba enumeradas. Además, algunos de estos altos funcionarios del Estado (incluido el primer ministro) tienen 2 súper sueldos, son empresarios y/o tienen otras fuentes de altos ingresos.
2.       Contribución de un 5% de las utilidades de las empresas que ganen más 1 millón de dólares al año durante 9 meses para la mencionada “cuenta nacional solidaria”. Dinero que sumaría poco más de 500 millones de dólares “para enfrentar esta emergencia”, es decir ni la mitad de lo que el gobierno les va a hacer pagar a los trabajadores asalariados (800 millones de dólares).
3.       “Fondo de liquidaciones” en caso de cierre de empresas y de despidos, “dando prioridad a los más débiles”, es decir a los trabajadores que van a dejar sin trabajo ni ingreso para sobrevivir en esta crisis.
4.       “Bono solidario de emergencia” de 60 dólares mensuales (una miseria: la canasta básica familiar cuesta 716 dólares) que no reciben todos los pobres, desempleados ni subempleados de este país, pese a que el gobierno diga que ya lo han recibido cientos de miles.
5.       “Donación solidaria” de 10 millones de dólares por parte del Banco Pichincha y de 5 millones por parte del Banco de Guayaquil, los bancos más grandes y poderosos de este país. Cantidades irrisorias si se las compara con los cientos de millones de dólares que ganan al año y con las decenas de millones de dólares que le deben al Estado por evasión de impuestos. Por si fuera poco, en una reciente ley ad hoc (más bien, hecha a dedo), estas donaciones son consideradas como “créditos tributarios”, es decir como pago por anticipo de impuestos por parte de tales bancos. Negocio redondo pero “solidario”. Esto aplica también para otras empresas que también han hecho “donaciones para los más pobres”.

En síntesis: la burguesía ecuatoriana está aprovechando “la crisis del coronavirus”, el estado de excepción sanitaria y la cuarentena o el aislamiento social obligatorio, para hacer lo que no pudo hacer en la batalla de octubre del año pasado contra la clase trabajadora ecuatoriana. Está aprovechando la situación actual para atacar, robar, explotar, precarizar, empobrecer, enfermar y matar mucho pero mucho más al proletariado (urbano y rural) de este país, con el pretexto de “la emergencia económica y sanitaria” y “la solidaridad”. Con respecto a estas últimas medidas anunciadas este 10 de abril, el gobierno habla de “economía de acuerdos”, pero en realidad es una imposición económica (el palo) de la clase capitalista sobre la clase trabajadora para gestionar su crisis, más allá de si esto es legal (constitucional) o no. Habla de “solidaridad”, pero en realidad es caridad burguesa (la zanahoria), pura migaja, más allá de si esto es moral o no. En pocas palabras, es terrorismo patronal y estatal, pero democrática y mediáticamente encubierto y legitimado.

Sin duda, esto produce mucha rabia. Pero más rabia produce que los explotados no reaccionen frente a tal masacre económica, laboral y sanitaria (más de 7800 contagiados y más de 380 muertos por coronavirus hasta la fecha, según cifras oficiales) como reaccionaron con la revuelta de octubre del año pasado. Ojalá que al menos estén acumulando mucho odio de clase y lo hagan explotar en las calles en la cara de la burguesía y el Estado cuando se acabe esta cuarentena. Aunque también hay que decir que, por obvias razones, ya hay unas pocas protestas de algunos/as trabajadores/as despedidos/as por algunas industrias así como también de algunos/as trabajadores/as de la salud (considerando que el 45% de los contagiados de coronavirus en este país son trabajadores de la salud y que no cuentan con todos los insumos de bioseguridad para trabajar).

Con estas medidas, la burguesía puede estar resolviendo a su codiciosa y violenta manera un problema a corto plazo, pero en cambio está generando problemas económicos, laborales, sociales y políticos más graves a mediano y largo plazos. Como decía Marx, la burguesía produce sus propios sepultureros… a la corta o a la larga. Claro que esto está por verse o no en la práctica social e histórica.

Con esto último quiero decir que sólo la lucha de clases real es la que, como siempre, tiene y tendrá la última palabra. Esta es “mi” “propuesta” o “solución” a los problemas arriba planteados, ya que la mayoría de veces la mayoría de lectores siempre termina exigiendo tal cosa: “ya ok, muy bien toda tu crítica, pero entonces ¿qué propones que hagamos?”, suelen decir. Primero, porque el objetivo de este artículo es analizar críticamente las últimas medidas económicas del gobierno ecuatoriano, las cuales en realidad sólo son un ejemplo particular y local más de las medidas que está tomando el Capital-Estado mundial en estos momentos. Y segundo, porque considero seriamente que es más objetivo o materialista plantear que la “solución” o la “propuesta” frente a este problema sólo puede venir de la lucha de clases real, antes que plantear un programa o conjunto de medidas comunistas inmediatas que van desde “trabajar menos, trabajar todos, producir lo necesario” y los saqueos a supermercados hasta la huelga de alquileres y exigir exámenes, mascarillas y medicamentos contra el coronavirus gratis para todos, etc. (lo cual está bien y ya lo han hecho otros compañeros en otros lugares: ver p. ej. los textos sobre las pandemias del capital y el antagonismo de clases del grupo Barbaria, o la guía anarquista para sobrevivir al virus del grupo Crimethinc); y que criticar sin tapujos ni piedad el reformismo estatista, redistribucionista y legalista típico de las izquierdas del Capital (lo cual también ya lo han hecho con razón otros compañeros en otros lugares).

Sin embargo, aquí dejo anotadas algunas “banalidades de base” para la crítica radical con respecto a la situación que estamos malviviendo los proletarios aquí y en todas partes. Las crisis son momentos de verdad, es decir momentos en los cuales los fundamentos y las contradicciones del sistema capitalista quedan al descubierto. Y la verdad es que el coronavirus no es la crisis sino que agrava la crisis y la catástrofe cotidiana que es el capitalismo. Que el capitalismo es un sistema de explotación y de muerte. Que el Estado no es neutral sino que es el Estado del Capital, el Estado burgués, el Estado de y para los ricos. Que la democracia en realidad es la dictadura de los ricos sobre los explotados y oprimidos. Que los proletarios no debemos esperar nada del Estado (como exige la izquierda) ni mucho menos de las empresas (como plantea la derecha), sino que debemos tomar las riendas de nuestras propias vidas en todos los aspectos (trabajo, alimentación, vivienda, salud, educación, comunicación, tiempo libre, relaciones humanas, etc.), partiendo de la base material de reapropiarnos de las condiciones materiales de existencia como son los medios de producción y de consumo de todo tipo, y de practicar la solidaridad, el apoyo/cuidado mutuo, la autoorganización y la acción directa para el efecto. Que todo esto no es un problema local sino un problema mundial, porque el capitalismo es un sistema mundial (en otros países, p. ej. Italia, España, EE.UU., Chile, etc. la situación económica y sanitaria, las medidas de austeridad y la represión estatal son peores). Y que, hoy más que nunca, no sólo es necesaria una revuelta o una rebelión para ponerle fin a esta catástrofe, sino una revolución. Y la revolución es radical o no es. Radical significa abolir y superar las raíces del sistema capitalista: la propiedad privada, el trabajo asalariado, el valor, la mercancía, el dinero, el mercado, el Estado, la sociedad de clases. De nada o poco sirve sólo atacar sus frutos podridos, sus hojas, sus ramas y hasta su tronco. A problemas radicales, soluciones o medidas radicales. De lo contrario, a los proletarios sólo nos queda más miseria y más muerte. Pero esto no es una cuestión que se resolverá teóricamente: la lucha de clases real es la que, como siempre, tiene y tendrá la última palabra.

Un proletario cabreado de la región ecuatoriana
Mediados de abril de 2020


* Noticia en desarrollo:
Estos son los puntos específicos que plantean el Gobierno y las Cámaras Empresariales al respecto: 
«1. TRES MESES SIN SUELDO: La reforma que propone el Gobierno capitalista plantea que los empresarios pueden suspender 3 meses a los trabajadores sin salario.**
2. REDUCIR SALARIO Y JORNADA: Los empresarios podrán durante 12 meses reducir el salario si así lo desean, y modificar las jornadas de trabajo de 40 a 30 horas semanales.
3. PASAR AL TRABAJO POR HORAS: El trabajador pierde toda estabilidad laboral, no hay relación de dependencia con la empresa. Se paga por hora trabajada.
4. RECUPERAR SALARIO ACTUAL: Si al cabo de dos años la empresa se recupera a costa de la explotación y el irrespeto a los derechos laborales, los trabajadores podrán recuperar el salario actual. Es decir, en 2022 los trabajadores podrían ganar el sueldo que ganaban en febrero 2020.» (Fuente: Red de Prensa Popular Ecuador. Actualización: 15 de abril de 2020, 9 PM)
** «Ante las noticias que están circulando sobre el análisis de suspensión laboral de tres meses sin sueldo, en medio de la emergencia por #Covid_19, esta cartera de Estado emite el siguiente comunicado:
Esta cartera de Estado informa a la ciudadanía que, a fin de precautelar el empleo, la producción y economía del país durante la emergencia sanitaria que atravesamos, ha convocado al diálogo social a distintos sectores para de manera conjunta trabajar en propuestas que reactiven la economía y velen por los derechos laborales.
Una de las alternativas recibidas, plantea la posibilidad de suspender la jornada laboral por tres meses sin remuneración y sin pago de la seguridad social, medida que después de ser analizada no fue acogida por el Ministerio de Trabajo por lo tanto no consta dentro del proyecto de Ley que será enviado a la Asamblea Nacional.
Cabe recalcar que nuestro deber primordial es y siempre será velar y proteger los derechos de los trabajadores, especialmente garantizando sus plazas de trabajo, sus fuentes de ingresos y una relación laboral justa.» (Fuente: Ministerio del Trabajo del Ecuador. Cuenta oficial de Twitter. Actualización: 15 de abril de 2020, 11 PM)
Sea como fuere, hay que tener claro que, más allá de este demagógico comunicado y de ese tal proyecto de ley que mencionan (al cual hay que estar atentos, sin duda), y detalles más detalles menos, los empresarios y el gobierno igual van a reducir la jornada laboral y el salario, aumentando así la explotación, el desempleo, el subempleo y la pobreza de los trabajadores, para mantener sus ganancias y su poder de clase. Por lo que, de ahora en adelante, el hecho principal al que habrá que “tomar el pulso” será cuándo, cómo y hasta dónde responde el proletariado de este país mediante su lucha de clase a tremendo golpe por parte del Capital y el Estado.  

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11 de abril de 2020

Covid-19 y más allá

Il Lato Cattivo
Marzo 2020
Traducido por: Antiforma

«La Tempestad» de Shakespeare
«Mientras tanto, el objeto de la teoría comunista sigue siendo el mismo de siempre: la relación social capitalista como portadora de su propia superación o de su reproducción a un nivel superior. Relación de explotación entre clases antagónicas que, de todas las que han existido a lo largo de la historia, es la más contradictoria y por lo tanto la más dinámica. En medio de la algarabía de hechos y discursos sobre los hechos, de lo que se trata es de comprender la recaída que los acontecimientos actuales introducen en esta relación, tanto a corto como a largo plazo. Lo que, dicho sea de paso, es exactamente lo opuesto a la ligereza con la que algunas personas celebran el "colapso del capitalismo" -truco que lo vuelve todo muy fácil porque hace desaparecer la realidad, que en cambio está hecha de declives socioeconómicos e institucionales desiguales, de tasas divergentes de incidencia y temporalidad de la propagación viral, de diversas estrategias desplegadas frente a la emergencia sanitaria. Sin olvidar la desigual distribución de las pérdidas entre todos los capitales individuales, en lo concerniente a la crisis económica. Ahora y siempre, el desarrollo desigual es la regla en el proceso histórico. Las siguientes notas -apenas algo más que un borrador- son sólo un modesto intento de poner todo esto en perspectiva, para nuestro uso y para uso de quienes que nos leen. [...]

Desde un punto de vista teórico y práctico, la aparición del Covid-19 plantea un problema mucho más profundo que el de la moralidad individual o la solidaridad entre generaciones, y que, si se lo mira bien, los subyace a ambos: ¿qué es la sociedad? Esta pregunta no es del todo peregrina, y exige que vayamos a la raíz de las cosas. En este sentido, el buen Karl nos dejó algunos párrafos esclarecedores. Aquí un par de ellos:
«El hecho de que la vinculación social, que surge de la colisión de los individuos autónomos, aparece a la vez como una necesidad objetiva y como un vínculo que les es exterior, representa precisamente su independencia, para la cual la existencia social es ciertamente una necesidad, pero sólo un medio, de modo que a los individuos mismos se les presenta como algo extrínseco, y, en el dinero incluso como una cosa tangible. Producen en y para la sociedad como seres sociales, pero esto a la vez se presenta como mero medio de objetivar su individualidad. Como no están subsumidos en una entidad comunitaria de origen natural, ni, por otra parte, subsumen a ellos, como seres conscientemente colectivos, la entidad comunitaria, ésta debe existir frente a ellos -los sujetos independientes- como un ente que para esos sujetos es como una cosa, igualmente independiente, extrínseco, fortuito.» (Karl Marx, "Fragmento de la versión primitiva de la Contribución", en Contribución a la crítica de la economía política, Siglo XXI Ed., 1980. Págs. 234-235)
«Cuanto más lejos nos remontamos en la historia, tanto más aparece el individuo -y por consiguiente también el individuo productor- como dependiente y formando parte de un todo mayor: en primer lugar y de una manera todavía muy enteramente natural, de la familia y de esa familia ampliada que es la tribu; más tarde, de las comunidades en sus distintas formas, resultado del antagonismo y de la fusión de las tribus. Solamente al llegar el siglo XVIII, con la “ sociedad civil” , las diferentes formas de conexión social aparecen ante el individuo como un simple medio para lograr sus fines privados como una necesidad exterior. Pero la época que genera este punto de vista, esta idea del individuo aislado, es precisamente aquella en la cual las relaciones sociales (generales según este punto de vista) han llegado al más alto grado de desarrollo alcanzado hasta el presente. El hombre es, en el sentido más literal, un ζῷον πολῑτῐκόν (animal político), no solamente un animal social, sino un animal que sólo puede individualizarse en la sociedad.» (Karl Marx "Introducción" de 1857 a la Contribución a la crítica de la economía política, Siglo XXI Ed., 1980. Pág. 283)
Lo que llamamos "sociedad" no es otra cosa que la conexión mutua entre individuos en tanto autónomos unos de otros, la comunidad que producen y reproducen fuera de ellos mismos, y que se impone sobre cada cual como una fuerza coercitiva externa. Esta comunidad independiente de los individuos se prolonga en el Estado, pero no se agota en él. Este último no se articula con la sociedad como un cuerpo externo, como un parásito: simplemente materializa la alienación, entendida aquí sin ningún matiz humanista, esencialista o psicológico, sino como la brecha entre la actividad individual y la actividad social en general. Una brecha que los grandes pensadores de la burguesía moderna, desde Mandeville a Max Weber pasando por Hobbes, Vico, Smith y Hegel, nunca han dejado de problematizar, ya sea concibiéndola optimistamente como vicios privados capaces de transmutarse en virtudes públicas, o bien de forma pesimista como buenas intenciones que pavimentan el camino al infierno.
A diferencia de la relación entre el proletariado y el capital, la oposición entre el individuo y la sociedad no constituye una contradicción, no es el motor de nada, y no socava los cimientos de su propia reproducción; pero eso no significa que no tenga efectos concretos. De esta conexión entre los individuos que trasciende a los individuos, hay que subrayar en primer lugar la irresistible presión que puede ejercer sobre ellos mismos. La mejor representación que hasta hoy se ha hecho de esta fuerza restrictiva de la sociedad es la famosa imagen del Leviatán, cuyo cuerpo está compuesto por una multiplicidad de individuos. Para Hobbes, el Leviatán es el poder más grande porque "viene de todos" y nadie puede escapar de él porque todos, lo quieran o no, participan en él. Contrariamente a las brumosas concesiones contractualistas posteriores, en Hobbes el pacto social (completamente ficticio) no es un pacto entre el Estado y los individuos, sino un pacto que los individuos suscriben entre ellos, que precede lógicamente al Estado y funda su existencia. ¿Qué es este pacto imaginario si no la traducción ideológica -el pacto como resultado de una "libre elección"- de una conexión objetiva que el individuo encuentra siempre ya hecha? Por más que este último pueda utilizarlo -a decir de Marx- como un simple medio para materializar su existencia individual, más allá de cierto límite este uso instrumental se vuelve contraproducente. Tal es el núcleo de verdad contenido en el reproche que nuestros padres solían dirigirnos cuando éramos niños: «...¿y si todo el mundo hiciera lo mismo que tú?» Ciertamente nos encogíamos de hombros, desistiendo -so pena de un par de bofetadas- de la única respuesta que se nos venía a la cabeza («¡a quién le importa!»). Pero si quisiéramos tomar en serio la pregunta, tendríamos que responder que la sociedad ha de defenderse. Allí donde la presión social sobre el individuo (a través de prohibiciones, costumbres, normas, etc.) se afloja, lo que en principio se había ganado en autonomía individual, en cuanto empieza a generalizarse tiende a transmutar en su opuesto, porque la convivencia se degrada hasta el punto de impedir los fines privados de cada uno. Y es en este punto que se activa un mecanismo de defensa destinado a restaurar un ambiente en el que la autonomización del individuo vuelva a ser posible. Estos, por supuesto, son los límites dentro de los que discurre la producción -siempre parcial- del individuo social dentro de las formaciones sociales clasistas, en particular dentro del capitalismo en tiempos de relativa paz civil. Este discurso no cuestiona ni la división de la sociedad en clases ni el carácter de clase del Estado, pero explica por qué los individuos, y por cierto los individuos proletarios, pueden bajo ciertas condiciones verse empujados a reforzar la presión social, es decir, a reducir los márgenes de autonomía individual (admitidos socialmente y/o permitidos legalmente) con tal de reafirmar la eficacia de su conexión recíproca. ¿Existe acaso otra manera, para los más débiles, de contrarrestar el neo-malthusianismo, cuando la libertad individual es la libertad para liberar... un virus en el gallinero?
De la conexión que estamos examinando, debemos finalmente subrayar su extraordinaria resiliencia. Los adeptos al "derrumbe del capitalismo" y otros colapsólogos no sólo tienen mala memoria, sino que demuestran tener una visión totalmente reificada de las relaciones sociales. En China, en 1961, se hundió casi el 40% de la producción industrial; en 1992, en Rusia, el colapso alcanzó el 25%. En los Estados Unidos, entre julio de 1929 y marzo de 1933 dicha cifra llegó al 52%. ¿Por qué esas catástrofes, que con frecuencia provocaron grandes hambrunas y mortandades, no bastaron para desintegrar las relaciones de producción existentes? Simplemente, porque la sociedad no es una mera agregación de individuos y/o cosas (ni siquiera fábricas). Esto debería ser suficiente para que nos convenzamos de dos cuestiones obvias:
Primero, que las relaciones sociales son tan invisibles e indescifrables como pueden serlo, y la reproducción de las relaciones capitalistas a veces exige enormes sacrificios de sus soportes materiales (cosas y gente);
Segundo, que por la misma razón, dichas relaciones no pueden modificarse ni deshacerse a voluntad, ni se desintegran por la acción de un automatismo de la historia (un "colapso", por ejemplo). Esto no significa que el modo de producción capitalista sea eterno, sino que el problema de cómo se le puede superar es una cuestión teórica en sentido fuerte, que debe ser tomada en serio y tratada de forma sistemática. Quien se limita a difundir consignas no sólo hace el ridículo, sino que evade la pregunta en vez de responderla. [...]
El ingreso en una etapa histórica particularmente convulsa y decisiva, cuyo resultado está abierto y dependerá en última instancia de la lucha de clases (a ambos lados del Pacífico, sobre todo). Cuanto más nos adentremos en la tempestad, más se verá reducida nuestra "visibilidad". Y en la medida en que las certezas "revolucionarias" acumuladas o transmitidas tendrán que ceder el puesto a la exploración cotidiana, reflexiones como ésta, y la existencia misma de "polos" teóricos como el nuestro, irán perdiendo su razón de ser. Se trata más bien de un cambio general de "atmósfera", que de un asunto de elección: los tiempos de tranquilidad han terminado.»

10 de abril de 2020

Coronavirus y Cuestión Social - Boletín La Oveja Negra N° 69

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Nos encontramos en un estado de excepción, aunque dentro de la normalidad capitalista. La razón estatal no sabe de excepciones sino de reglas. No es el fin del mundo. Y no es necesario entrar en una suspensión de la reflexión o de la acción por causas de fuerza mayor.

El capitalismo es una catástrofe cotidiana. Sin embargo, presenta como un grave problema únicamente aquello a lo cual pretende dar solución de manera inmediata. Lo que ya ha naturalizado como inevitable pasa a formar parte de su normalidad. Por eso, todas las propuestas que no se propongan luchar contra el capitalismo no aspiran más que a gestionar su catástrofe.

Entre los hechos asumidos de esta sociedad está el “dato” que 8.500 niños mueren en el mundo cada día de desnutrición según las estimaciones de Unicef, el Banco Mundial y la Organización Mundial de la Salud. Se escribe rápido, cuatro dígitos… pero es un espanto indescriptible. ¿No es suficiente para desesperarse? ¿Para pensar que esta sociedad no va más? ¿No significa eso que hay que cambiarlo todo? ¿No deja finalmente en evidencia el mundo en que vivimos? ¿O acaso tiene que llegar una pandemia a las ciudades donde habitamos quienes tenemos la voz para quejarnos y los medios para asombrarnos y reclamar?

Evidente y lamentablemente, desde hace ya mucho tiempo, esas muertes por hambre ya no son una excepción. Esas cifras parecen aún más abstractas por la distancia geográfica, y de todo tipo, que tenemos con el continente africano, sede indiscutible del hambre mundial. Allí el capitalismo explota no solo mediante el salario como suele ser acá, sino particularmente con trabajo semiesclavo, a la vez que despojando y destruyendo de manera brutal.

La pandemia comenzó afectando principalmente países que son importantes centros de la producción capitalista: China, Italia, España, Estados Unidos, amenazando con paralizar la producción y circulación de mercancías al extenderse mundialmente, y provocar además el colapso del sistema sanitario.

Es precisamente por haber alcanzado tales regiones, con población productiva que accede a sistemas médicos y hospitalarios, por lo que se volvió tan alarmante. Sin embargo, la mayoría de las personas nos hallamos fuera de ese circuito, y ligadas escasamente a trabajos formales.

Cabe recordar que la sociedad capitalista es la sociedad del trabajo asalariado y el trabajo doméstico no directamente remunerado, así como el trabajo esclavo en la República Democrática del Congo o en el norte de Argentina. No hay un lado bueno y un lado malo, son aspectos necesarios para el funcionamiento de la normalidad capitalista.

Por otra parte, cabe preguntarnos cómo es posible que con semejante parate de la actividad económica productiva los bancos se siguen enriqueciendo. A falta de vacuna para el COVID-19 la Reserva Federal de los Estados Unidos, por ejemplo, inyectó miles de millones de dólares para calmar los mercados y evitar que la pandemia amenace el crecimiento. Estados Unidos ha bajado sus tipos de interés hasta el 0% anual.

Hoy el capitalismo se sostiene en base a la producción incesante de capital ficticio, de deudas y todo tipo de inyecciones financieras que le permiten continuar. La burguesía comienza a ser consciente de la ficción y por tanto este miedo generalizado dominante no es más que el miedo de la clase dominante.

Volviendo a nuestra más palpable y macabra realidad global aclaramos, de ser necesario, que no estamos menospreciando esta pandemia que nos azota. Una situación no quita ni opaca la otra, para peor, se potencian. No existe el “privilegio” de tener coronavirus en Italia frente a la posibilidad de morir de hambre en Burundi. Pero sí vemos que algunos muertos valen más que otros, lo que no debe perderse de vista al analizar un problema que se supone global.

Mientras escribimos esto, la pandemia comienza a acechar a la India. Allí el confinamiento obligatorio tendrá sus propias características por tratarse del segundo país más poblado del mundo, y porque según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) al menos el 90% de la fuerza laboral en India trabaja en el sector informal.

La pandemia del coronavirus, el pánico que se ha apoderado de la población y su tocante cuarentena son una experiencia viva compartida por millones de personas. El colectivo Chuang, en su artículo Contagio social. Guerra de clases microbiológica en China, señala que «la cuarentena es como una huelga vaciada de sus características comunales pero que es, sin embargo, capaz de provocar un profundo choque tanto en la psique como en la economía. Este hecho por sí solo la hace digna de reflexión». Con este número especial de La Oveja Negra queremos contribuir a la necesaria reflexión sobre la situación que estamos atravesando.

Rosario. 6 de abril de 2020

CORONAVIRUS Y CUESTIÓN SOCIAL (número especial de 16 páginas)
Contenido:

9 de abril de 2020

Contra la Pandemia del Capital ¡Revolución Social!

Barricada 29M 2020 Chile

El capitalismo está instalando el terror y la represión en todo el mundo en una operación sin parangón en la historia de la humanidad. Confinamiento de regiones, ciudades y países enteros, confinamiento masivo de seres humanos que son obligados a permanecer encarcelados en sus propias viviendas, suspensión de los miserables derechos ciudadanos, vigilancia, seguimiento y procesamiento de los movimientos de la población a través de todo tipo de tecnologías (smartphones, big data, inteligencia artificial…), despidos masivos, aplicación de Estados de emergencia, de alarma, de sitio, etc. Por todo el globo vemos extenderse una militarización de las calles para controlar y reprimir todo movimiento no autorizado. También vemos multiplicarse los ojos del Estado por medio de ciudadanos sumisos y atemorizados que vigilan cualquier pequeño incumplimiento o cuestionamiento de los decretos del mismo.1
Para apuntalar este escenario, los voceros del Estado nos ahogan con datos sobre la expansión de lo que la OMS ha denominado como “Pandemia del COVID–19”. La retransmisión de las cifras de infectados, hospitalizados y muertos, así como de las tasas de mortalidad y de las previsiones de contagio, acompañadas de imágenes de hospitales saturados y caravanas de coches fúnebres haciendo cola en la morgue, se suceden frenéticamente ante nuestros ojos con todo lujo de detalles mientras un constante desfile de políticos, científicos, milicos y periodistas nos introducen en una guerra contra un enemigo externo llamado coronavirus, presentado como el gran mal de la humanidad, como una pandemia que pone en peligro la vida de los seres humanos.
Queremos dejar claro que con esto no tratamos de decir que lo que se denomina COVID–19 no exista o sea una pura creación ideológica del Estado. Lo que tratamos de explicar a lo largo del texto es que la pandemia está siendo utilizada como herramienta contrainsurreccional y de reestructuración del capitalismo, que lo que nos venden por solución es mucho peor que el problema. En este sentido, si bien es evidente la incidencia social de esta pandemia como resultado del despliegue terrorista desarrollado por los Estados, no tenemos elementos sobre los que valorar aún la incidencia directa del COVID–19 a nivel biológico sobre nuestra salud. Los datos que manejamos son los que ofrecen los diversos aparatos del capitalismo mundial (OMS, Estados, organismos científicos…), que evidentemente para nosotros no tienen ninguna fiabilidad pues tal o cual Estado puede inflar o tapar sus estadísticas. Claro que también los proletarios de residencias de ancianos, cárceles, psiquiátricos… denuncian que esos centros se están convirtiendo, más que nunca, en centros de exterminio. Ahora bien, la cuestión fundamental a tener en cuenta es que el capitalismo mundial nunca tomó semejantes medidas pese a la catástrofe generalizada que materializa y se expresa en miles de terrenos (pandemias, enfermedades, hambrunas, catástrofe ecológica…).2
Para nosotros no hay nada de humanitario en las medidas contra el coronavirus. El Estado siembra el miedo y la impotencia entre una población atomizada para presentarse a sí mismo como el protector omnipotente de la humanidad. Llama a la unidad de todos para asumir juntos la lucha contra ese enemigo, a realizar los sacrificios necesarios, a colaborar con todo lo que las autoridades dicten, a someterse a las directrices y órdenes de los distintos aparatos del Estado.
Todo este despliegue espectacular crea una cobertura imprescindible. No cuela el cuento de la defensa de la salud. Sabemos que la muerte y catástrofe generalizadas son la esencia de este modo de producción y reproducción, donde la vida humana y el planeta son meros medios para la valorización, y al capital le importa un carajo su bienestar. Aunque las diferentes formas de gestión burguesas diseñan límites para no destruir totalmente el sostén material de la valorización, la depredación de esos medios, su deterioro y destrucción acaban franqueando todo límite, pues esa es la forma natural bajo la que se desarrolla la vida en el capitalismo. La destrucción del planeta y sus habitantes, la muerte imparable, y en crecimiento, de millones de humanos por hambre, por guerras, por pandemias, por la toxicidad, por el trabajo, por inanición, por suicidios y un largo etcétera, nunca han sido un problema a solucionar para el capitalismo, sino daños colaterales o, mejor dicho, su modo específico de desarrollarse.
Las campañas de “solidaridad”, la investigación y el desarrollo científico–médico o alguna que otra medida legislativa, son las formas como el capital aplica las “soluciones” a todas las preocupaciones que generan esos grandes problemas que sufre la humanidad bajo la tiranía del valor. Incluso si utilizamos el mismo criterio restringido y tramposo que utiliza la ciencia para justificar las medidas tomadas hoy de forma generalizada,3 es decir, la existencia de un virus que amenaza la salud de la sociedad, sabemos que en todos y cada uno de los países donde se despliegan esas “medidas de contención del coronavirus” la existencia, según los propios datos oficiales, de otros virus con una gran incidencia para la salud nunca ha sido motivo de gran preocupación. Eso no quiere decir que el Estado no se vea obligado a intervenir con motivo de alguna catástrofe concreta, como ha hecho en diversas ocasiones, lo que aprovecha siempre para introducir medidas que en otro momento supondrían resistencias y revueltas.
Por consiguiente, para nosotros es claro que todas las medidas que el capital está desplegando para “luchar contra la pandemia del coronavirus” no tienen como objeto nuestra salud, nuestro cuidado y bienestar. Cabe preguntarse por qué el capitalismo ha creado este estado de guerra en este caso concreto y, más importante aún, qué hacemos como proletarios y revolucionarios en esta situación.
No tenemos dudas. La guerra contra el coronavirus es una guerra contra el proletariado mundial. Las medidas estatales justificadas por la pandemia del coronavirus son un salto cualitativo decisivo y homogéneo en la contrainsurrección mundial y en las tentativas burguesas por tratar de iniciar un nuevo ciclo de acumulación de capital. Y frente a esa guerra el proletariado sólo tiene dos caminos: o sacrificar su vida en ella o contraponerse a la misma para defender sus necesidades humanas.
Es cierto que vivimos en un sistema social acostumbrado a confinar. A confinar los alimentos, las necesidades básicas, a confinarnos en pisos, en coches, en centros comerciales, en centros de domesticación para los niños, en centros de trabajo, en centros de mayores (geriátricos), en centros de salud, en centros carcelarios, en centros de ocio o vacacionales… y estas medidas dan una vuelta de tuerca más a este sistema de aislamiento y privatización, transformando el mundo en un gran campo de concentración.4 Pero no se puede obviar que todo esto sucede precisamente cuando la catástrofe capitalista alcanza nuevas cumbres, cuando el antagonismo entre la vida y el capital llega a niveles todavía más insostenibles que en el pasado. La destrucción de la Tierra, la depredación de sus recursos, el envenenamiento de todo lo que existe, la agudización de todos los mecanismos de explotación y expoliación del ser humano y todo el medio natural, que son aspectos inherentes a este modo de producción de la especie determinado por la economía, están alcanzado niveles insoportables para la mera existencia de seres vivos. La propia dinámica de valorización del capital, en la que éste tiene cada vez más dificultades para renovar sus ciclos reproductivos por la creciente desvalorización que le es congénita, está llevando las contradicciones de este sistema social a sus límites. Caminamos hacia una desvalorización sin precedentes. El desplome del capital ficticio, que sostenía con alfileres los ciclos de reproducción capitalistas, se prefigura en el horizonte. La crisis financiera de los últimos años, cuya primera gran explosión se desarrolló en el año 2008, expresa el agotamiento del mecanismo de respiración artificial que mantenía con vida la economía mundial. Hoy, cuando todo el capital se sostiene en base a la reproducción incesante de capital ficticio, de toneladas de deudas y toda clase de inyecciones financieras que permiten que el capital siga succionando la sangre del proletariado mundial, la burguesía comienza a ser consciente que la ficción no puede escapar a la propia lógica sobre la que se ha edificado, no puede desembarazarse de la ley del valor y toda esa gigantesca acumulación de capital se precipita hacia su desmoronamiento.
Claro que, ante todo, no podemos obviar otra cuestión todavía más decisiva. Toda esta “guerra contra el coronavirus” sucede precisamente cuando la catástrofe que la burguesía hacía cargar sobre las espaldas del proletariado proyectaba grandes sacudidas auguradas ya por las oleadas de luchas que confluyeron en el año 2019 y principios de 2020 en decenas de países.5 El desencadenamiento de un incendio que arrase con todo el orden capitalista es un problema que vuelve a estar al orden del día en los círculos de la burguesía y una esperanza que vuelve a los corazones de los proletarios.
De ahí que desde hace años las operaciones contrainsurreccionales se multipliquen por el mundo. Si bien, todo manual contra la insurrección tiene como fundamento destruir la autonomía del proletariado, las formas como se ha materializado a lo largo de la historia han sido múltiples. La guerra imperialista, que no ha dejado de desarrollarse, siempre ha sido el recurso por excelencia para transformar el antagonismo de clases en una pelea entre fracciones burguesas, restableciendo la unidad nacional frente a un enemigo exterior, destruyendo a los irreductibles, dando una vuelta de tuerca más a las condiciones miserables del proletariado —imponiendo sacrificios bélicos y posbélicos— y generando una destrucción, material y humana, lo suficientemente amplia para dinamizar el proceso de reproducción capitalista abriendo una nueva fase de expansión.
La pandemia del coronavirus presenta todas las características propias de la guerra imperialista: el enemigo exterior, la unidad nacional, la economía de guerra, los sacrificios por la patria o el “bien común”, los colaboradores, las muertes, la reestructuración económica, etc.6
Como toda guerra imperialista supone pérdidas generales a corto plazo (aunque ciertos sectores disparen sus beneficios), pero contiene las bases materiales para generar una nueva fase de acumulación. El proceso de reanimación del moribundo capital, que está aplicándose bajo la cobertura de la guerra al coronavirus y que implica el ataque a las condiciones de vida del proletariado, conlleva el impulso de una nueva fase de acumulación que sólo puede desarrollarse sobre una destrucción de capital de dimensiones y consecuencias inéditas y desconocidas. Claro que en una dinámica donde el capital ficticio representa el eje donde se sustenta la acumulación, la destrucción partirá de ese terreno. La actual paralización parcial y temporal de la producción y circulación de mercancías requiere cantidades insólitas de capital ficticio para mantener el tejido social, además de centralizar gran parte del capital en los sectores militar y sanitario. Sin embargo, esa inundación de ficción para aliviar la parálisis del mercado, que ya contenía una sobreacumulación insostenible de capital ficticio pero que circulaba en gran parte exclusivamente por los mercados financieros, implica volcar masas enormes de ficción desde esos mercados financieros al intercambio mercantil efectivo, lo que expone todo ese capital a su destrucción por la corrección coercitiva que, más pronto que tarde, realizará el mercado respecto al signo de valor. Es decir, la devaluación de la moneda, la imposición despótica de una ley que la burguesía creía haber burlado, creará una desvalorización sin precedentes que implicará la quiebra generalizada de empresas, de Estados, la cancelación masiva de deudas y, por supuesto, la tentativa burguesa de reestructuración global de todo el capital (centralizándose en nuevas esferas, purgándose otras, consolidando nuevos mecanismos de circulación…), tratando de reemprender un nuevo ciclo de acumulación.
Claro que, sobre todo y ante todo, este contexto sólo puede desarrollarse haciendo tragar al proletariado un sacrificio que le invitará a reventar masivamente, que generalizará en todas partes unas condiciones cada vez más imposibles para la supervivencia. Por otro lado, también le empujará a rebelarse, a defender sus necesidades frente a la catástrofe del capital. Ese es el futuro que nos reserva a la humanidad el capitalismo mundial: agudización de la catástrofe o revolución.7
En ese contexto se comprenden mejor el accionar de todos los Estados, se comprende el confinamiento, la salida del ejército a las calles, el control, la vigilancia de la población, el ajuste de cinturones de todos los proletarios y el anuncio de los Estados de peores sacrificios a venir. El Estado evalúa cómo reacciona el proletariado ante estados de emergencia y consigue replegar momentáneamente protestas y revueltas en desarrollo como en Francia, Irán, Irak, Líbano, Argelia, Hong–Kong, Chile, etc. En Chile, antes de que los números oficiales del Estado aporten si quiera una sola muerte, y antes de que se implemente alguna medida sanitaria, el Estado ha declarado el estado de emergencia. De esa forma los Estados utilizan la pandemia para recuperar la paz social en zonas con protestas y revueltas estos últimos años, a la par que despliegan en otras partes un entorno propicio para la represión de las protestas a las medidas de empeoramiento que se preparan, comprobando la capacidad de control social que posee sobre su territorio, dónde se concentran los focos rebeldes, qué aspectos mejorar para asegurar la vigilancia y el dominio del territorio, etc.
A lo largo de la historia del capitalismo, a medida que éste iba imponiendo nuevos ajustes y vueltas de tuercas a la explotación, se fueron sucediendo resistencias más o menos colectivas, revueltas e insurrecciones. Por eso fue sorprendente, en un primer momento, la masiva aceptación del proletariado a las medidas aplicadas por los Estados, facilitada, sin duda, por la situación novedosa en que se encontraba y la fuerza mediática de los aparatos del Estado. Sin embargo, algunos proletarios anuncian por medio de sus primeras contestaciones a todas estas medidas, su rechazo a seguir el sonido de las trompetas del Estado, a someterse al régimen de terror y a aceptar el empeoramiento de sus condiciones de vida. Poco a poco vemos como los gestos, gritos, movilizaciones y protestas comienzan a reproducirse.
Pese a las difíciles condiciones que impone el Estado a través del confinamiento y el aislamiento, nuestra clase trata de organizar su respuesta al ataque lanzado por el Estado. No sólo se reproducen pequeños actos de desobediencia, que el Estado reprime con multas, detenciones y acusaciones de insolidarios (como los ancianos que se pasean con la barra de pan, los padres que juntan a niños en casa de los que tienen el jardín más grande, los jóvenes que pasean por los bosques con la excusa de buscar leña, los que cuestionan la versión oficial en cuanto a temas de salud, los que avisan dónde hay controles y señalan a los soplones, los que inventan todo tipo de tretas y artimañas… actos todos que expresan nuestra necesidad más humana de romper el encarcelamiento e invitan a romper el aislamiento), sino que también se suceden protestas y enfrentamientos en las calles.
La provincia de Hubei, primer lugar a ser sometido al estado de emergencia, está viviendo protestas y enfrentamientos en diversas ciudades. En Filipinas se desafía el confinamiento realizando manifestaciones que reclaman alimentos y otros productos básicos. En Argelia, los proletarios se niegan a suspender manifestaciones que se encadenan una tras otra desde antes del confinamiento. En la India, los trabajadores inmigrantes se enfrentan a la policía. En Italia se organizan acciones al grito de “¡Noi! A recuperar lo que nos quitan”. Los motines en las cárceles y en los centros de detención de inmigrantes ilegales viajan de país en país. Los saqueos y el llamado a no pagar alquileres, junto a las huelgas de los que siguen trabajando comienza también a instalarse en algunos lugares. Como las redes de apoyo mutuo y cajas de resistencia.
Los diversos Estados nacionales tratan de zanjar o contener estas protestas utilizando las ventajas que les permite el estado de emergencia. El presidente de Filipinas fue claro al respecto al afirmar que se ejecutará a todo el que se salte el confinamiento. Por otro lado, anuncian pequeñas concesiones como la liberación temporal de 100.000 presos en Irán, o la creación de bonos sociales para la alimentación en Italia. Otros Estados, intentando anticiparse a las protestas, lanzan miserables zanahorias que estamos convencidos que no servirán para aplacar ni el hambre ni las amplias necesidades reprimidas durante siglos por un capitalismo a las que hoy se les da una nueva vuelta de tuerca.
Estas primeras escaramuzas que se organizan contra el estado de emergencia mundial avanzan que el proletariado no se quedará encerrado en su casa viendo cómo le llevan al matadero ni aceptará sacrificarse por la economía. Pero necesitamos organizar internacionalmente toda esa contestación y profundizarla hasta atravesar el corazón de la bestia capitalista. Cambiar el miedo de lado, que el pánico se traslade para el lado de la burguesía. Que el miedo por la pandemia del coronavirus se transforme en miedo por la pandemia de la revolución.
¡La guerra contra el coronavirus es una
guerra contra el proletariado mundial!
¡Impongamos nuestras necesidades humanas
a las necesidades del capitalismo mundial!
2 de abril de 2020
Proletarios Internacionalistas
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Notas
1 Aclaremos que a pesar del estado de emergencia y el confinamiento, declarado en decenas de países en el mundo, el capital sigue manteniendo en funcionamiento los sectores productivos que considera necesarios, obligando a los proletarios de esos sectores a ir a trabajar y recluyéndolos en su vivienda en cuanto termina. Incluso en los países de mayor parálisis de producción y circulación, el decreto de “sólo trabajos imprescindibles”, creando la apariencia de que son para nuestras necesidades humanas, es tan ambiguo y flexible justamente para no obstaculizar las necesidades del capital.
2 No creemos relevante profundizar en este texto en cuestiones relacionadas con el origen concreto del COVID–19. En primer lugar, porque no podemos afirmar nada con claridad al no tener los elementos suficientes para hacerlo, y en segundo, porque lo más importante es comprender que la producción y difusión de las pandemias actuales son un resultado del modo de producción y circulación capitalista. Ver al respecto: Contagio social, del grupo Chuang (https://lazoediciones.blogspot.com/2020/03/chuang-contagio-social-guerra-de-clases.html) y Las pandemias del Capital (http://barbaria.net/2020/03/20/las-pandemias-del-capital/) del Grupo Barbaria.
3 Queremos aclarar, aunque no podamos profundizar en este pequeño texto, que no sólo negamos que la curación de una enfermedad sea un acto médico, como el sistema de salud del capital y la medicina “oficial” nos quieren hacer creer, sino que nuestra concepción de lo que es una enfermedad, un virus y, más en general, nuestra concepción de lo que es el cuidado de la salud, están en las antípodas de la ciencia. Desde luego, la ciencia, si está para algo, es para desarrollar las condiciones necesarias para que el capitalismo siga funcionando, siga aniquilando y aplastando todo, saltando obstáculos, sobrepasando límites, etc. Sus distintas articulaciones permiten al capital la adaptación y la fagocitosis.
Esto no quiere decir que avalemos o propongamos un sistema o enfoque “alternativo”. El sistema tecnocientífico condena rápidamente a sus críticos bajo el rótulo de “seudociencia”, pero nuestra crítica del sistema dominante y totalitario de conocimiento bajo la sociedad capitalista también apunta a los fenómenos catalogados de esa forma. Además, estas “terapias alternativas” cada vez actúan más como válvulas de escape y técnicas que complementan a la “medicina oficial”.
4 Claro que ese gran campo de concentración no es igual para todos. No sólo se refleja en aspectos como decíamos en una nota anterior en relación con el trabajo, sino que también el propio confinamiento se vive totalmente diferente. Recordemos la campaña “yo me quedo en casa”, impulsada por medio de vídeos en los que algunos famosos arengaban desde sus “pequeños jardines” o el interior de sus “modestos palacetes” a quedarse en casa, y que fue mimetizada por miles de ciudadanos desde las cajas de cerillas en las que viven.
5 Ver nuestro texto Revuelta internacional contra el capitalismo mundial en www.proletariosinternacionalistas.org.
6 No sólo nos referimos a las muertes asociadas por los Estados al COVID–19, sino que incluimos las generadas por el Estado con sus medidas. Entre algunos compañeros se discute si caracterizarla también como una guerra química directa contra el proletariado (lo que no implica hablar de premeditación aunque sepamos que nuestro enemigo ya la usó en el pasado y no ha dejado de desarrollar la investigación en ese campo sino de su efecto objetivo), en concreto contra los sectores que el capital considera improductivos y que suponen fuertes cargas a las arcas de los Estados y que es precisamente donde está golpeando el coronavirus: ancianos, presos, inmunodeficientes…
7 No estamos afirmando que este proceso se desarrolle inmediatamente, pero sí afirmamos que bajo “la pandemia del coronavirus” ese proceso ha iniciado un salto cualitativo hacia su desenvolvimiento.