30 de abril de 2024

[Boletín] RUPTURA REVOLUCIONARIA N° 1

RUPTURA REVOLUCIONARIA N° 1
 
Boletín comunista | Órgano de difusión de Proletarios Hartos de Serlo
Región ecuatoriana | 1° de Mayo de 2024 | Sale cuando puede | Aporte voluntario



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CONTENIDO

 
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EDITORIAL. ¿POR QUÉ RUPTURA REVOLUCIONARIA? 
 
La revolución es la ruptura radical y total del orden capitalista: desde sus condiciones materiales y sus instituciones más reaccionarias hasta sus ideas dominantes y sus falsas críticas y alternativas. No es la realización de un ideal. Es la producción de una nueva realidad o una nueva vida; mejor dicho, de nuevas relaciones sociales entre nuevos sujetos. Porque la historia es producción, no realización. Y la historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases. La revolución comunista es la interrupción abrupta de esta historia: es la abolición de la sociedad de clases, empezando por el propio proletariado como clase explotada y dominada por la burguesía. Abolido el esclavo, abolido el amo. Por lo tanto, lo que nos interesa a los proletarios revolucionarios es la producción de la ruptura revolucionaria para dejar de ser proletarios y devenir comunidad real de individuos libremente asociados que desarrollan y viven todas sus potencialidades; esto es, la producción del comunismo. Sólo en este sentido materialista histórico, la ruptura revolucionaria es el principio y el método de la revolución que reivindicamos y promovemos en este boletín que hoy, 1° de Mayo, sale a las calles. 

¿Por qué boletín comunista? Por un lado, porque el comunismo no es una utopía, una ideología ni mucho menos ese capitalismo de Estado mal llamado «comunismo» que fue la URSS (y todos los países que le siguieron). El comunismo es el movimiento real de los explotados que subvierte las condiciones capitalistas, y que produce nuevas relaciones sociales entre los individuos. En otras palabras, es el movimiento histórico y mundial que posee la potencia de destruir el capitalismo y de crear una sociedad sin clases ni Estado, mercado, trabajo asalariado, fronteras nacionales y ninguna otra forma de explotación y dominación (género, «raza», nacionalidad, etc.). Las condiciones materiales de este movimiento ya han sido producidas por el propio capitalismo y el antagonismo de clases. En cada lucha revolucionaria del proletariado, ahí ha estado, está y estará presente el comunismo.
 
Por otro lado, porque en la lucha revolucionaria se combinan la práctica y la teoría, la acción y la palabra: desde las huelgas salvajes, las okupaciones y las bombas molotov hasta los libros, los boletines y los panfletos subversivos, etc. Todas estas son formas de acción directa o sin intermediarios del proletariado revolucionario. Por lo tanto, este boletín en papel circulando por las calles de mano en mano, agitando mentes y cuerpos, provocando cuestionamientos y rupturas, creando nuevos lazos, también es una forma de acción directa de proletarios en lucha para proletarios en lucha. De hecho, la prensa proletaria siempre ha sido un organizador colectivo de nuestra clase y una herramienta para la producción de la ruptura revolucionaria. Hoy no es la excepción, a pesar del actual contexto contrarrevolucionario. Lo lanzamos, pues, con el objetivo de crear una red de acción, reflexión, comunicación, agitación, autoorganización y solidaridad de clase contra clase, alrededor de este órgano de difusión de la perspectiva comunista —que, para nosotros, comprende específicamente desde Marx y la Izquierda Comunista hasta la Teoría de la Comunización— y de las luchas concretas actuales en la región ecuatoriana. 

¿Por qué sale cuando puede? Básica y honestamente, porque los editores no tenemos los recursos suficientes para publicarlo de manera periódica. Unos no tenemos dinero porque no tenemos trabajo, y otros no tenemos tiempo porque nos la pasamos trabajando. A pesar de esta precariedad propia de la condición proletaria, hacemos el esfuerzo apasionado por sacarlo «contra viento y marea», no como un sacrificio militantista o religioso, sino más bien como un placer subversivo: el placer de robarle tiempo a la esclavitud asalariada y no asalariada para esta acción creativa y de combate por nuestra emancipación total. Lo hacemos porque, para nosotros, la rebeldía es la vida.
 
Sin embargo, esperamos que con el tiempo sí se pueda convertir en una publicación regular o periódica. Para lo cual, invitamos a los lectores a que asuman un papel activo: contactándonos; suscribiéndose; apoyando económicamente; enviando informaciones de situaciones y conflictos laborales, análisis de coyuntura, textos teóricos, o comentarios, críticas compañeras y sugerencias; difundiendo el boletín por todos los medios posibles. 
 
Esperamos también que las secciones y los artículos de este primer número sean lo suficientemente elocuentes como para que puedan hablar por sí mismos y, sobre todo, hacer-pensar y hacer-actuar desde y hacia la ruptura revolucionaria. 

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[ABC Comunista]
 

CONTRADICCIÓN TRABAJO–CAPITAL

«Capital–trabajo es la contradicción fundamental del capitalismo. […] El Capital hace del trabajo una parte de su ser en tanto capital variable, al mismo tiempo que como contraposición lo lanza constantemente al mercado como fuerza de trabajo […] con toda una serie de implicaciones brutales sobre el proletariado.

[…] El marxismo se constituyó bajo la premisa de que la defensa del polo del trabajo constituía el camino hacia el comunismo y, por tanto, otorgaba un carácter revolucionario a la contradicción capital–trabajo. La socialdemocracia en general asumió y asume esa perspectiva sacralizando al trabajo, haciendo de él su premisa fundamental. Nos llaman a defender el trabajo, incluso en nombre de la “revolución”.

Por el contrario, en la contradicción proletariado–Capital [la lucha de clases], o más aún entre el Capital y la vida, podemos hablar de un polo antagónico que contiene una salida revolucionaria.

«La práctica totalidad de los seres humanos alzándose contra la totalidad de la sociedad capitalista, la lucha simultánea contra el capital y el trabajo, dos aspectos de una misma realidad: es decir, el proletariado debe luchar contra su propia dominación para ser capaz de destruirse a sí mismo como clase y destruir el capital y las clases. Una vez que la victoria esté asegurada a escala mundial, la clase universal, que en realidad se constituye (formación del partido, según Marx) a largo de un proceso inmenso que precede a la revolución en la lucha contra el capital, que ha sido psicológicamente transformada y que ha transformado la sociedad, desaparecerá, ya que se convierte en la humanidad. No hay grupos fuera de ella. El comunismo se desarrolla entonces libremente. La fase inferior del comunismo [planteada por Marx y luego por Bordiga] ya no existe, y la fase de la dictadura del proletariado se reduce a la lucha por destruir la sociedad capitalista, el poder del Capital.» —Jacques Camatte (1976). Capital y Gemeinwesen

La perspectiva revolucionaria puede parecer un purismo imposible de asumir cuando hay que sobrevivir y luchar al interior del capitalismo en un contexto como el actual. Sindicalistas y reformistas en general dirán que a las contradicciones hay que asumirlas, que hay que meter los pies en el barro, que el proletariado solo puede luchar por lo inmediato, que no es momento de hablar de la revolución.

Se nos dice a quienes defendemos una perspectiva radical de separarnos del resto de la clase, de pretenciosos iluminados separados de la realidad social, que no entendemos lo contradictorio de la misma. Pero ese es justamente nuestro punto de partida por el cual luchamos por la revolución: superar nuestra realidad contradictoria como clase.» Cuadernos de Negación N° 11: Contra la valorización de la vida (mayo de 2018)

 
COMUNISMO 

«Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que ha de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual. Las condiciones de este movimiento se desprenden de la premisa actualmente existente. Por lo demás, la masa de los simples obreros –de la fuerza de trabajo excluida en masa del capital o de cualquier satisfacción, por limitada que ella sea– y, por tanto, la pérdida no puramente temporal de este mismo trabajo como fuente segura de vida, presupone, a través de la competencia, el mercado mundial. Por tanto, el proletariado sólo puede existir en el plano histórico-mundial, lo mismo que el comunismo, su acción, sólo puede llegar a cobrar realidad como existencia histórico-universal. Existencia histórico-universal de los individuos, es decir, existencia de los individuos históricamente vinculada a la historia universal. […] 

Mientras que los siervos fugitivos sólo querían desarrollar libremente y hacer valer sus condiciones de vida ya existentes, razón por la cual sólo llegaron, en fin de cuentas, al trabajo libre, los proletarios, para hacerse valer personalmente, necesitan acabar con su propia condición de existencia anterior, que es al mismo tiempo la de toda la anterior sociedad: con el trabajo. Se hallan también, por tanto, en contraposición directa con la forma que los individuos han venido considerando, hasta ahora, como sinónimo de la sociedad en su conjunto, con el Estado, y necesitan derrocar al Estado, para imponer su personalidad.» Karl Marx y Friedrich Engels (1845-46). La ideología alemana

«El trabajo ya no será una mercancía. […] En la economía socialista ya no habrá mercado; mejor aún: la economía es socialista cuando ya no existe el mercado. […] ¡Para liberar el trabajo del hombre de la cualidad de mercancía, es necesario destruir todo el sistema del mercado! ¿No era ésta la primera palabra de Marx a Proudhon? […]

Se ha querido hacer pasar otra tesis peregrina muy difundida […]. Es necesario, dice, que todavía aumenten mucho las fuerzas productivas para poder abolir el mercado. Esto es falso: para el marxismo las fuerzas productivas ya están demasiado desarrolladas […]

Ya es más que tiempo de postrar las monstruosas fuerzas productivas capitalistas bajo la dictadura de la producción y del consumo. Y es sólo cuestión de fuerza revolucionaria para la clase que, aun si el bienestar aumenta (y Marx –lo hemos probado más arriba– nunca previó lo contrario), está bajo el peso continuo de la incertidumbre de la existencia que, por otra parte, domina la sociedad entera, y que dentro de algunos decenios tomará la forma de alternativa entre crisis mundial y guerra o revolución comunista internacional.» Amadeo Bordiga (1957). Los fundamentos del comunismo revolucionario marxista

«El comunismo no es un ideal a ser realizado: existe ahora, no como modos de vida alternativos, zonas autónomas o comunidades anti-sistema que serían gestadas en esta sociedad para finalmente convertirla en otra, sino como un esfuerzo, como una tarea que preparar(se). Es el movimiento que tiende a abolir las condiciones de existencia determinadas por el trabajo asalariado, y que las abolirá solamente a través de la revolución. […]

El comunismo no es un conjunto de medidas que se aplicarán después de la toma del poder. Es un movimiento que existe desde ahora, no como un modo de producción (no puede haber un islote comunista en la sociedad capitalista), sino como una tendencia a la comunidad y la solidaridad irrealizables en esta sociedad […]

La revolución comunista es la continuación a la vez que la superación de los movimientos sociales actuales. El comunismo surgirá de las luchas, de intereses y deseos reales que al día de hoy tratan de afirmarse, pero no pueden ser satisfechos porque la situación actual lo impide. Hoy en día, numerosos gestos y actitudes comunistas expresan algo más que el rechazo al mundo actual: expresan la tentativa de crear un mundo nuevo. Cuando logran algún éxito, lo hacen dentro del margen social, siendo tolerados siempre y cuando no se opongan al trabajo asalariado y al Estado: cuando no, son “recuperados”, sofocados o reprimidos. La opinión pública solo ve los límites de estas luchas, solo su tendencia y jamás su posible desarrollo, mientras que el “extremismo” o el “alternativismo” presentan estos límites como los verdaderos objetivos del movimiento. En el rechazo al trabajo en la cadena de montaje, en las luchas de las ocupaciones ilegales, la perspectiva comunista está presente como la energía social usada para crear “otra cosa”, no para huir del mundo moderno, sino para transformarlo. En dichos conflictos, las personas intentan recuperar bienes de forma espontánea, o incluso fabricar e inventar nuevos, en contra de la lógica del intercambio mercantil, y este proceso contribuye a sus participantes a transformarse ellos mismos.» Gilles Dauvé (1972, ed. 2015), Capitalismo y Comunismo

«En el curso de la lucha revolucionaria, la abolición del Estado, del intercambio, de la división del trabajo, de todas las formas de propiedad, la extensión de la gratuidad como unificación de la actividad humana —es decir, la abolición de las clases, de las esferas privadas y públicas, y de las categorías de hombres y mujeres— son «medidas» de abolición del capital impuestas por las necesidades mismas de la lucha contra la clase capitalista en un ciclo de luchas específicamente definido [el ciclo histórico actual]. La revolución es comunización, no tiene por proyecto y resultado el comunismo. El capital no será abolido para instaurar el comunismo, sino que será abolido mediante el comunismo o, mejor dicho, mediante su producción.» Théorie Communiste (2015). De la ultraizquierda a la teoría de la comunización. Más allá del programatismo

 
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20 de abril de 2024

[Ecuador] La Consulta Popular es una nueva trampa electoral de la clase capitalista, de la cual hay que salir y no volver a caer más. Hoy igual que ayer, la democracia es la dictadura de la burguesía

¿Por qué? Porque es un mecanismo democrático-electoral de contrarrevolución preventiva ya recurrente en el Ecuador después de las revueltas de octubre de 2019 y junio de 2022, por parte de los gobiernos burgueses de turno. La Consulta Popular de abril de 2024 no es la excepción. Sólo sirve para desviar la energía social de los explotados y oprimidos en las elecciones de los patrones y sus políticos, en lugar de usarla para la acción colectiva sin intermediarios por las propias necesidades reales. En este país, “todo el mundo” está hablando de la Consulta Popular, y no del malestar cotidiano que implica ser desposeídos, explotados, precarizados, empobrecidos, oprimidos, aterrorizados, controlados, fragmentados, y cómo podemos librarnos de esta condición. Es un síntoma del actual contexto contrarrevolucionario.

Malos tiempos en los que toca explicar lo obvio. El Estado no es “neutral”: es el Estado de los capitalistas, es su órgano central mediante el cual administran su explotación, dominación y represión sobre la clase trabajadora. El Estado es un patrón o capitalista colectivo sobre el trabajador colectivo. Y las elecciones no cambian nada fundamental —las relaciones de producción y de reproducción social—: sólo legitiman y refuerzan esta dictadura de la burguesía llamada democracia. La clase dominante es la que se inventa e impone las elecciones, en general, y las preguntas de la Consulta Popular, en particular, para que el resto de la población crea que es “consultada” y que “decide” en las urnas, cuando en realidad no decide nada. El Estado es el monopolio de la decisión —y de la violencia—; y las elecciones, su espectáculo o show. Las elecciones siempre han sido, son y serán terreno de la burguesía, nunca del proletariado.

¿Por qué? Porque, en términos coyunturales, con o sin Consulta Popular, el gobierno de la burguesía agroexportadora de Daniel Noboa igual va a imponer su agenda de explotación, dominación y represión sobre la clase trabajadora (tal como lo hizo su antecesor, el banquero Lasso, con los resultados de su Consulta Popular el año pasado); en este caso, con más trabajo por horas —principalmente—, más “arbitraje internacional”, más poder para las Fuerzas Armadas, y más criminalización de la pobreza y de la protesta bajo la etiqueta de “terrorismo” (cuando en realidad el mayor terrorista es el Estado capitalista). Y porque, en términos estructurales, con o sin Consulta Popular, con o sin elecciones, la burguesía seguirá siendo la clase explotadora y dominante, aumentará la tasa de explotación y el terror de Estado contra el proletariado, mientras que éste tendrá que seguir trabajando para pagar y pagando para vivir día tras día, formal e informalmente, legal e ilegalmente. Seguirá siendo una masa de esclavos asalariados y no asalariados.

Gane el "No" o gane el "Sí" en la Consulta Popular, la clase trabajadora va a perder. Y la realidad cotidiana de tener que “ganarse la vida” será cada vez peor, porque la catástrofe capitalista es un hecho histórico y estructural que está en marcha a lo largo y ancho de todo el planeta, más allá de gobiernos, elecciones y consultas populares de turno, aquí o en donde sea. No es una cuestión de instituciones y leyes burguesas, sino de condiciones materiales de existencia y de correlación de fuerzas entre las clases a escala mundial.

Así pues, la coyuntura política actual en la región ecuatoriana está dominada por la típica estrategia de “la zanahoria” (elecciones, consultas populares, etc.) y “el garrote” (terrorismo patronal y estatal); así como también, por la típica y falsa oposición entre la derecha (votar por el “Sí”) y la izquierda del Capital (votar por el “No”). No es “lucha de clases”, es pugna interburguesa donde “el pueblo” es carne de cañón electoral. Hacer campaña por el “No” también es participar de esta pugna electoral interburguesa.

Lo real y determinante es que, dado que el capital es el valor que se valoriza explotando trabajo vivo, el núcleo de la catástrofe capitalista en la actualidad es la crisis de la relación trabajo/capital, que en este país se manifiesta en altos índices de precariedad laboral (desempleo, subempleo e informalidad), delincuencia, inseguridad y emigración. Pero, la precariedad laboral, de la cual el trabajo por horas es “una raya más al tigre”, no es un fenómeno nuevo ni propio del “neoliberalismo”, como repite la socialdemocracia de todo color.

La precariedad laboral es connatural o inherente al trabajo asalariado: todo empleado es desempleado en potencia y viceversa. Más aún en esta época de crisis de la relación trabajo/capital. Y no se frena con leyes nacionales, porque es un problema de fuerzas económicas, sociales y políticas a escala global. Por lo tanto, para terminar con la precariedad laboral, no hay que votar “No” en una Consulta Popular de un Estado-nación burgués y luego por un “gobierno popular” y “plurinacional”. Hay que abolir el sistema de trabajo asalariado y el Estado que lo protege con leyes y balas, aquí y en todas partes, mediante una revolución social mundial. Todo lo demás es contrarrevolución capitalista, incluso si cree y dice ser lo contrario.

En este marco, el trabajo por horas y sin derechos laborales —como decíamos— es “una raya más al tigre” porque ya existe hace mucho tiempo en todos los sectores de la economía: desde los trabajadores eventuales de las bananeras y los repartidores de apps hasta los docentes temporales y los profesionales de las ciencias sociales que hacen consultorías; mientras, las empresas nacionales e internacionales (legales e ilegales) lucran y evaden impuestos a vista y paciencia de todos, y castigan a los explotados que “osan” desobedecer, protestar e incluso denunciar. Nada nuevo bajo el negro sol del Capital, gane el “Sí” o gane el “No” en esta enésima Consulta Popular en Absurdistán Ecuatorial.

Por lo tanto, votar por el "No" o por el "Sí" es un falso enfrentamiento entre la derecha y la izquierda del Capital. No existe tal cosa como un "voto proletario" o "votar como clase trabajadora", como absurdamente dicen algunas organizaciones de izquierda de este país. Las elecciones siempre son terreno de la burguesía, nunca del proletariado.

¿"Proteger nuestros derechos"? En este caso, proteger los derechos democráticos es proteger el derecho a ser explotados, de seguir siendo esclavos asalariados y no asalariados, más aún en este país donde sólo 3 de cada 10 personas tienen un “empleo adecuado” y hay tanta “población sobrante”. Y proteger la "libertad" democrática es proteger la "libertad” de ser explotados o morir de hambre, de "elegir" a nuestros amos y verdugos capitalistas cada 4 años, y de "elegir" "sí” o “no" en las consultas populares que estos amos y verdugos capitalistas se inventan y nos imponen cada tantos años y hasta cada tantos meses. Eso es lo que realmente significa “proteger nuestros derechos”.

En suma, quienes están por el “No” en la Consulta Popular, desde correístas hasta “anarquistas” pasando por marxistas-leninistas, son diferentes expresiones de la socialdemocracia, el reformismo o la izquierda del Capital en este país. Sus campañas y protestas no están en contra ni van más allá del marco democrático-burgués y ciudadano. No son revolucionarios, sino lo contrario: son otro síntoma del actual contexto contrarrevolucionario que, independientemente de personalidades, es preciso reconocer y criticar como tal para poder superarlo al calor de la lucha autónoma y anónima de los propios explotados y oprimidos. Decimos independientemente de personalidades porque, sobre la base de nuestros intereses materiales de clase contra clase, los proletarios revolucionarios seguimos principios y no personalidades.

Así pues, nos posicionamos en contra del realismo capitalista, que afirma que “es imposible abolir el capitalismo y el Estado”; y de su subproducto, el realismo reformista, que afirma que hay que luchar por “lo posible”, “contextualmente, lejos de las máximas ideologizantes”, para “combatir al fascismo neoliberal” y “por la justicia social”, etc., ya sea mediante el electoralismo ya sea mediante el activismo. Esto es, que hay que “cambiar todo” en apariencia para que nada fundamental o de fondo cambie. En fin, el posibilismo siempre ha sido reformismo.

Muy por el contrario, el realismo revolucionario afirma que hay que luchar por lo “lo imposible” sin mediaciones de ningún tipo; esto es, cambiar real y radicalmente todo lo existente con cabeza y mano propias. Y “lo imposible” sólo se hace posible en contextos o situaciones revolucionarias, que son producto de la profundización y la extensión del antagonismo de clases. Entonces, los proletarios revolucionarios estamos por el antagonismo de clases y la ruptura del orden existente incluidas sus falsas críticas y alternativas. Criticando sin piedad y denunciando en el camino tanto los ataques y las trampas del Estado-Capital como las falsas oposiciones entre su derecha y su izquierda por igual. Reivindicando las posiciones revolucionarias del proletariado.

Evidentemente, faltan muchas luchas para llegar a ese punto de ruptura. Pero, un análisis concreto de las luchas concretas en la actualidad demuestra que la mayoría de ellas terminan siendo luchas sin demandas o “imposibles” que, por tanto, sólo se pueden solucionar mediante la revolución social, no mediante reformas. Y que los posibilistas, en cambio, terminan siendo bomberos de la revuelta; es decir, posicionándose en el terreno de la reacción o la contrarrevolución. En el antagonismo de clase no hay medias tintas.

En esta perspectiva, nuestra clase proletaria tendrá que deshacerse de todas las ilusiones electorales y democráticas. Tendrá que salir de esta trampa de la clase capitalista y luchar en su propio terreno: el terreno de la acción directa, la autoorganización y la solidaridad de clase, afuera, en contra y más allá de sus representantes sindicales y partidarios. Creando y desarrollando nuestras propias estructuras de lucha y redes de apoyo mutuo para la insurrección y la comunización de todo lo existente.

Por lo tanto, aquí y ahora, la mejor forma de protestar como proletarios contra el aumento del IVA al 15% y de "el costo de la vida", el trabajo por horas, los apagones de luz eléctrica, la represión en Palo Quemado, el “narcoEstado”, etc., no es mediante el voto, sino mediante la acción directa, la autoorganización y la solidaridad de y entre los proletarios dentro y fuera de los centros de trabajo. Huelgas, sabotajes y okupaciones para golpear al Capital donde realmente le duele: en la producción de valor, mercancías y ganancias. Sin urnas, papeletas, permisos ni mesas de negociación de los patrones, sus políticos, sus sindicalistas y sus policías.

Las consultas populares, las elecciones, las instituciones y las leyes burguesas no cambian nada fundamental; las fuerzas de clase reales, sí. En esta sociedad, el verdadero poder radica en las relaciones sociales de producción y de propiedad, no en la política y en las urnas. Por lo tanto, en última instancia, para realmente mejorar y cambiar la vida de la mayoría de la población que trabaja y sostiene a toda esta sociedad, hay que apropiarse de la producción y transformarla radicalmente. Construyendo y desarrollando así un poder social revolucionario: no un poder de opresión y explotación que reproduzca el Estado, el mercado, el trabajo asalariado y las clases sociales, sino un poder comunal, asambleario y territorial de los individuos asociados para apropiarse y transformar las propias vidas, sobre la base de la posesión común de las condiciones materiales de existencia y la satisfacción directa de las necesidades colectivas, sin intermediación del mercado ni del dinero. Esto no es una “utopía”: las revueltas e insurrecciones de los últimos años en todo el mundo, a pesar de sus limitaciones, demostraron que sí es posible.

El problema es que, aquí y ahora, reina la pasividad y la desorganización entre el proletariado, la lucha por la sobrevivencia diaria o el “sálvese quien pueda” debido a la falta de trabajo y de dinero, y el miedo debido al terrorismo estatal y paraestatal. Todo lo cual, hace más factible que, con o sin elecciones, con o sin Consulta Popular, este gobierno burgués de turno imponga su “paquetazo” económico, laboral, legal y militar. Porque, en pocos meses de gestión, este gobierno ya ha demostrado con sus acciones que impone su voluntad en todos los asuntos nacionales tal como lo hace en sus haciendas bananeras. Demostrando así, por enésima vez, que la democracia es la dictadura de la burguesía.

El escenario local es adverso y hasta desalentador, sí. Pero, el realismo revolucionario que, a contracorriente y de forma minoritaria, hemos manifestado en este análisis y posicionamiento con respecto a la coyuntura actual en Ecuador es necesario para salir de la trampa electoral y reivindicar las posiciones revolucionarias del proletariado frente a los defensores y los falsos críticos del capitalismo y del Estado. Posiciones que sirvan como herramientas prácticas para próximas luchas que, tarde o temprano, las mismas explotación capitalista y tiranía estatal obligarán a librar. Sorprendiendo y desbordando a propios y ajenos. ¿Será por esta razón que el gobierno de Daniel Noboa acaba de decretar otra vez “estado de excepción”? ¿La burguesía tiene miedo, no de perder en esta Consulta Popular ni en las elecciones presidenciales del próximo año, sino de una nueva revuelta? Sólo la lucha de clases real responderá estas preguntas —insistimos— sorprendiendo y desbordando a propios y ajenos.