Proletarios Internacionalistas ― Marzo 2025
Sumario
- Presentación... p. 1
- Precisiones sobre el derrotismo revolucionario... p. 3
- Oriente Medio. La lógica de los Estados y el proletariado... p. 13
- [Volante de la comunidad de lucha... p. 25]
- Palestina. Una historia de miseria, masacres y sublevaciones... p. 26
- El colonialismo y sus críticos... p. 38
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Presentación
El desarrollo de la guerra imperialista sigue desarrollándose y generalizándose avistando nuevas escaladas a nivel mundial. A la persistencia de las decenas de guerras, con Ucrania como centro de atención internacional, se ha sumado durante el último año una nueva masacre en Palestina, la más brutal desde que el Estado de Israel asume la función de gendarme en esa zona del planeta. A su vez, los discursos altisonantes de dirigentes burgueses y las tensiones diplomáticas que se acumulan entre gobiernos no son una mera sobreactuación para nutrir el espectáculo de la esfera política, sino que manifiestan un clima de beligerancia real, determinado por las necesidades actuales de acumulación capitalista que exigen de forma cada vez más acuciante, una destrucción masiva de fuerzas productivas para seguir reproduciendo las relaciones sociales existentes.
Las causas de las guerras se encuentran en el mismo capital, en su propia composición orgánica contradictoria, constituida por átomos de valor que sobreviven a costa competir y valorizarse constantemente en un ciclo infinito, el cual incorpora una limitación en su propia capacidad de valorización como consecuencia del desarrollo de las fuerzas productivas. La apropiación de la riqueza social a través de la guerra, la destrucción violenta de las fuerzas productivas de sus competidores, etc., se le presenta a la burguesía como una forma ineludible de atacar los límites de valorización del capital que personifica. Esa es la forma fenoménica bajo la cual se materializa la necesidad del capital global de reproducir nuevos ciclos de valorización.
Quien dice destrucción de fuerzas productivas no sólo dice destrucción de cosas, sino también de seres humanos, en concreto de proletarios. La proletarización del mundo corre pareja a una mayor composición orgánica del capital creando serias perturbaciones, pues no sólo se amontonan masas de seres humanos cada vez más amplias que dejan de ser útiles para la acumulación capitalista como consecuencia del desarrollo tecnológico, sino que son una fuente de desvalorización y una amenaza de subversión. Los niveles actuales de exterminio de seres humanos por innumerables guerras localizadas, revelan esa necesidad destructiva del capital.
Para colmo, esa realidad catastrófica no es suficiente para saciar la voracidad de la tasa de ganancia, pues sólo otorga pequeñas reactivaciones económicas al interior de un ciclo de valorización agotado. La dictadura de la tasa de ganancia exige más, pide un salto cualitativo en esa dirección para reiniciar un nuevo ciclo de acumulación “saneado”. Si la situación es catastrófica a todos los niveles, la perspectiva lo es aún más. La contraposición entre las necesidades de la economía y las necesidades humanas adquiere un nuevo peldaño cada día. Los esfuerzos de guerra se suceden por todas partes, lo que precisa enrolar a los proletarios en los diferentes frentes de la guerra imperialista. La escalada bélica ocupa directamente el nivel de la vida cotidiana.
Sin embargo, esta realidad desoladora tiene otra cara. El aumento e intensificación de la guerra y de la explotación del proletariado no acontece sin convulsiones. El enrolamiento masivo de proletarios como carne de cañón, el sacrificio por la economía nacional, aunque refleja el sometimiento del proletariado a las necesidades reproductivas del capital, exacerba al mismo tiempo las contradicciones sociales. El matadero imperialista, los esfuerzos de guerra con los planes anticrisis y los paquetes de austeridad hacen cada vez más insostenible la existencia del proletariado y lo espolean a luchar para defender sus necesidades materiales de vida. La carnicería imperialista genera diferentes momentos y materializaciones de rechazo que erigen una práctica social que los comunistas denominamos derrotismo revolucionario. Esa práctica, esa respuesta elemental, primaria, de los que son condenados a reventar como carne de cañón por los intereses de sus amos, contiene en su interior la única perspectiva para el género humano. En su despliegue no sólo se contrapone a la guerra, sino también a la paz de los cementerios de esta sociedad, lo que supone la negación del capital. La perspectiva en última instancia siempre ha sido guerra o revolución. La transformación social no es un sueño utópico, es una realidad social sustentada en la lucha del proletariado contra su condición de paria.
Ante ese peligro para el orden dominante, constatado históricamente en innumerables insurrecciones y levantamientos, algunos de los cuales hicieron tambalearse la relación social capitalista, la burguesía se desdobla. Los mismos que nos hacen la guerra nos hablan de paz, los mismos que nos explotan nos llaman a mejorar nuestras condiciones de vida, los mismos que aplican medidas de austeridad exigen su retirada. Se presentan con otro ropaje y bajo un discurso de oposición que encubre precisamente que su práctica social parte de las necesidades de reproducción del capital, son alternativas al interior de la gestión de la explotación.
El mantenimiento del orden social y la organización misma de la clase burguesa están determinados por la capacidad de dividir y dominar al proletariado para su explotación y llevarlo, si es necesario, al matadero, lo que implica ese desdoblamiento de la burguesía. Izquierda y derecha, proteccionistas y liberales, fascistas y antifascistas, imperialistas y “antiimperialistas”, etc. Si es necesario, la burguesía recubre su política criminal bajo la bandera de la revolución. Pero ninguna fracción burguesa ni ninguna política económica puede evitar el desarrollo de la explotación, el antagonismo entre clases e inevitablemente la confrontación.
Guerra o revolución, esa es la perspectiva que cada clase social contiene como consecuencia de sus propias condiciones de reproducción en esta sociedad. Pero no se trata de perspectivas separadas en el tiempo o en el espacio, sino de polos contrapuestos de una misma realidad. Esas perspectivas existen, se desarrollan y se enfrentan. Es interés de los revolucionarios poner ese antagonismo en evidencia. Como lo es organizar, estructurar e impulsar la contraposición al orden social existente para alcanzar sus últimas consecuencias, es decir la resolución a través del comunismo, de la revolución social.
Por eso no es casualidad que la cuestión del derrotismo revolucionario vuelva a retumbar hoy entre minorías militantes del proletariado. Nada más natural que grupos y militantes revolucionarios de diversas latitudes sientan hoy de nuevo la necesidad de organizar, estructurar y centralizar la práctica derrotista. Grupos que a contracorriente asumen la difusión de informaciones de las luchas y resistencias a la guerra, ponen a la orden del día la organización de las deserciones y otras acciones contra la maquinaria bélica, constituyen redes de apoyo a desertores y refugiados, discuten los diversos aspectos programáticos inherente a esa práctica social, así como de las tácticas a llevar a cabo. Todos ellos son parte de una misma comunidad de lucha internacional e internacionalista que surge del seno del proletariado, de su lucha, que busca romper la dispersión localista que nos debilita.
A todos ellos, y, en general, a todos esos proletarios que resisten como pueden el avance de la trituradora de carne capitalista, dirigimos el actual número de Revolución y el siguiente. El presente número, además de abordar el contenido material y programático del derrotismo revolucionario, se centra en lo que viene sucediendo en Oriente Medio. No sólo en cuanto a los últimos años, sino desde la instauración del Estado israelí. Al respecto, lejos de clamar como víctimas indefensas ante la brutal masacre que sufrimos, y confrontados a la lógica de los Estados que se reproduce por todas partes, nos colocamos en el terreno del combate de clases, en la lucha del proletariado en Oriente Medio, especialmente en Palestina, verdadero vector de lo que sucede en la región.
La próxima revista la dedicaremos íntegramente a la guerra en Ucrania. Aunque nos hubiera gustado unificar todos estos materiales en una misma revista, la densidad de los mismos, así como el retraso que tenemos con los materiales sobre Ucrania por un cúmulo de motivos, nos han convencido de que era la mejor opción.
Nuestro objetivo con estos materiales es contribuir a las tareas derrotistas. Profundizar, fortalecer y estructurar esa práctica, esa perspectiva que nuestra clase trata de imponer contra todas las fracciones burguesas, luchando allí donde está contra “su propia” burguesía, transformando la guerra imperialista en guerra revolucionaria del proletariado mundial contra la burguesía mundial.
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