¿Para qué el
gobierno del banquero sociópata Lasso decretó el libre “porte de armas de uso
civil para defensa personal” justo después del juicio político en su contra a
fin de destituirlo, en medio de la actual escalada de la violencia asociada al narcotráfico,
el desempleo y la pobreza, así como también de la criminalización y represión
de la protesta social?
En el corto plazo y visto por encima, para seguir en la presidencia a la
fuerza, generando un mayor ambiente de violencia, inseguridad y miedo en las
calles que justifique y mantenga su poder actual y la represión estatal en
manos de policías y militares. Además, para beneficiar a las empresas que
producen y comercializan armas no artesanales, junto a las empresas de
seguridad privada que ahora también van a participar en la represión. Y, lo
peor de todo, para que los burgueses y pequeñoburgueses violentos de extrema
derecha y los lumpenproletarios de las bandas del narcotráfico maten a los
proletarios rebeldes y a los proletarios sobrantes, de manera impune y como si
fuese una "limpieza social".
Todo esto, es dar más poder a las fuerzas paraestatales que el Estado
dice combatir, pero que en realidad son dos tentáculos del mismo pulpo: el
terrorismo capitalista. Es una patada de ahogado burgués que afecta gravemente
a toda la población de este país, sobre todo a la clase desposeída, explotada y
empobrecida.
En el largo plazo y visto a profundidad, el decreto de libre porte de
armas en esta región sólo es la gota que está derramando el vaso de una
realidad histórica y estructural ya existente: no sólo que la sociedad actual
está en descomposición porque el llamado narcoterrorismo la gangrena, y que, en
ese sentido, Ecuador ya está a la par de Colombia, El Salvador y México; sino
que el capitalismo es la guerra de todos contra todos y que el Estado es la
mafia de las mafias; que el capitalismo y su Estado son el mayor crimen
organizado contra la humanidad (y la naturaleza); que el sistema capitalista es
un sistema de violencia, terror y muerte, aquí y en todo el mundo; y, que o
matamos al capitalismo haciendo la revolución social mundial o el capitalismo
nos mata como especie humana. El futuro distópico es aquí y ahora.
En realidad, el capitalismo siempre ha sido mafioso, sólo que ahora su
naturaleza se ha desnudado y es más brutal, evidente y escandalosa que antes,
debido al creciente poderío del narcotráfico y las redes sociales. Esto no es
una anomalía ni una excepción a la regla. No es "narcocapitalismo" ni
"narcoestado": eso mismo es el capitalismo y el Estado, así como la
democracia en realidad es la dictadura de la burguesía.
Y no es casualidad que esto acontezca bajo el gobierno de un banquero. Los
bancos asimismo han existido desde principios del capitalismo y desde entonces han
sido mafias de cuello blanco y corbata; pero mafias, al fin y al cabo: el robo
y el asesinato para acumular más capital y poder son su “marca registrada”. Antes
de y durante su gobierno actual, la mafia de Lasso o del Banco de Guayaquil lo
ha demostrado empíricamente una vez más en esta pequeña región del planeta:
“Pandora Papers”; “narcogenerales”; masacres carcelarias; redes de corrupción
en empresas públicas y privadas; impunidad y hasta indemnizaciones para
mafiosos “de alto nivel” (banqueros, políticos, narcos, etc.); “El Gran
Padrino”; asesinatos de luchadores sociales, periodistas y testigos clave; este
último decreto, etc.
Las diferentes mafias capitalistas siempre han estado en guerra entre sí
por dinero, poder y territorio. Dicho de otra forma, no hay capitalismo sin
guerra interburguesa. Hoy día en Ecuador, la guerra interburguesa está
protagonizada por el gobierno mafioso de la burguesía financiera que vive a
costa de la usura de la mayoría de la población vs. las mafias o carteles de
drogas de la lumpenburguesía y sus bandas delincuenciales que están compuestas
por miles de proletarios sin trabajo ni educación ni futuro de los suburbios.
El poder (económico, social, político, militar, etc.) de ambas fracciones de la
clase capitalista radica en la explotación y la dominación de todos los
sectores de la heterogénea y fraccionada clase trabajadora, la cual también se
encuentra en violenta competencia interna por sobrevivir a como dé lugar.
En ese marco, el reciente decreto para el libre “porte
de armas de uso civil para defensa personal” en Ecuador (decreto ejecutivo 707)
es parte de un mecanismo violento de acumulación de capital frente a la actual
crisis de valorización capitalista que, por cierto, está haciendo quebrar a
varios bancos y empresas en todo el mundo. Y también es parte de un mecanismo
violento de disciplinamiento y reproducción de la fuerza de trabajo colectiva
(formal e informal) en aras de esa acumulación de capital en manos de la clase
dominante. ¿Por qué?
Porque cuando la economía
está en crisis y para prevenir que los explotados, oprimidos y marginados
protestemos o nos rebelemos contras nuestras miserables condiciones de
existencia, las mafias burguesas dentro y fuera del Estado que están en guerra entre
ellas hacen treguas y alianzas temporales bajo la mesa a fin de imponernos su
poder de clase mediante el terror, como ya dijimos al inicio, de manera impune
y como si fuese una "limpieza social". El Capital, mafioso por
naturaleza, destruye todo aquello que no produce valor o que no le produce
ganancia. Ya ha pasado en Colombia, Brasil, El Salvador, México, EE. UU., Rusia,
Ucrania y todo el mundo. Ahora es el turno de Ecuador y, como también ya lo
dijimos, tiene un solo nombre: terrorismo capitalista.
La consecuencia más grave y
terrorífica de esta medida estatal es que, precisamente por lo fraccionada y
descompuesta que está la clase trabajadora por y para el Capital, la guerra
interburguesa abierta que se viene con el libre porte de armas tendrá como
protagonistas y carne de cañón a los proletarios sobrantes y los
lumpenproletarios que habitan los barrios, los suburbios y las cárceles. A lo
que se sumaría la formación de bandas paramilitares de burgueses y
pequeñoburgueses psicópatas y violentos de extrema derecha (ya que ellos poseen
el dinero para comprar y tener armas), operando junto al ejército y la policía
supuestamente "contra la delincuencia" o "por la seguridad
ciudadana". Más claro: chapas, milicos, paracos, narcos y delincuentes
comunes dándose bala entre ellos, pero también reprimiendo juntos la protesta
social. En suma, una guerra civil
antirrevolucionaria en las calles de este país. Una guerra de todos contra
todos para imponer la paz social capitalista de los cementerios con miles de
muertos. Una contrarrevolución preventiva y sangrienta.
¿Qué podemos hacer frente a
esta catástrofe acelerada y mortal? ¿Guardar un silencio cómplice? ¿Rezar de
rodillas para que las mafias estatales y paraestatales no nos maten en medio de
su guerra? ¿Pedirle a la mafia mayor que es el Estado capitalista que nos dé
“empleo, educación, salud y seguridad”; es decir, pedirle peras al almo? ¿Armarnos
y ser violentos? ¿O más bien practicar la solidaridad de clase, de manera
organizada y autónoma, y protestar de esa manera contra la situación actual
hasta que la protesta se transforme en revuelta y la revuelta en revolución?
Nosotros los comunistas radicales
afirmamos que nuestra mejor arma es la solidaridad de clase, junto con la
autoorganización y la acción directa de masas, en forma de asambleas, consejos
y/o comités de proletarios/as en todos los espacios y territorios para defender
y transformar nuestras vidas en todos los aspectos: desde la forma de “ganarse
la vida”, la alimentación y la vivienda hasta el uso del tiempo libre, las
relaciones interpersonales y la salud mental. Unificarnos como clase y formar
comunidades de lucha por la vida, al calor de una nueva revuelta.
Asociarnos, cuidarnos e
intentar vivir de otra manera mientras luchamos contra el capitalismo, el Estado
y todas las formas de opresión (sexual, racial, etc.) es la clave, porque como
individuos aislados somos presa fácil de la violencia y la muerte en esta
guerra interburguesa. En cambio, durante el Paro Nacional de Junio de 2022 el
índice de criminalidad y narcotráfico se redujo debido: 1) a que los
narcotraficantes y criminales mayores, los policías y los militares, se vieron
obligados a dejar de traficar para reprimir la revuelta; y, sobre todo, 2) a la
masividad y la solidaridad propias de la revuelta, pese a sus límites y
contradicciones. Porque cuando en las barricadas se combate por la vida y todos
“los nadies” comemos gracias a las Ollas Comunes, no hay necesidad de delinquir
para los proletarios sin trabajo ni futuro que hoy lo hacen.
Por lo tanto, lo único que
puede frenar la matanza civil que se viene con el libre porte de armas es una
revuelta masiva y contundente que vaya en contra y más allá de este gobierno
burgués mafioso y de las mafias lumpenburguesas de narcotraficantes. Decir “no al
libre porte de armas y a la violencia” no es suficiente ni efectivo. A corto
plazo, para salvar el pellejo de la gente de aquí es vital hacer un Nuevo Paro Nacional
que tumbe este decreto de muerte y este gobierno del banquero sociópata Lasso. Mientras
tanto, la violencia y los muertos seguirán en ascenso; sus cifras se dispararán.
A largo plazo, dado que el problema es de fondo y que los látigos de la
contrarrevolución a veces ponen a andar a los caballos de la revolución, la
solución de fondo, para este y para todos los males actuales, sólo puede ser la
Revolución Social Mundial que suprima las causas de toda esta violencia
capitalista: la propiedad privada, el trabajo asalariado, el dinero, las clases
sociales, el mercado, el Estado, las fronteras nacionales y las opresiones de
género y "raza".
Más concretamente, la solución en última instancia es apropiarnos
colectivamente de los medios de producción para producir colectivamente y
satisfacer las necesidades colectivas, junto con la creación y desarrollo de
nuevas relaciones humanas entre los individuos en todos los aspectos. La
autoorganización, la acción directa y la solidaridad son y serán nuestras
mejores armas para llevar a cabo ese proceso histórico.
Pedirle a la mafia o banda delincuencial mayor que es el Estado capitalista
que nos dé "empleo, educación, salud y seguridad", que “garantice
derechos” o que “no nos abandone y nos proteja” es pedirle peras al olmo,
porque no lo ha hecho ni lo va a hacer, sino todo lo contrario. Así pues, la
socialdemocracia o el reformismo de todos los colores es desmentido y superado una
vez más por el mismo progreso catastrófico del capitalismo. Muy por el
contrario, la solución sólo puede venir desde abajo y sólo puede ser radical:
la revolución proletaria para abolir y superar la sociedad de clases.
Sabemos bien que las mafias burguesas dentro y fuera del Estado
reaccionarán con suma violencia frente a una revuelta y más aún frente a una
revolución, a fin de no perder sus propiedades, sus negocios y su poder, que
sólo son tales a costa de la desposesión, explotación y dominación de las nueve
décimas partes de la sociedad. Usarán todo su terrorismo. Lo cual, a su vez,
obligará a las comunidades en lucha por la vida a tomar medidas de legítima
autodefensa (como las comunidades mapuches en la región chilena y los
anticapitalistas de Exarchia en la región griega). El pacifismo es cómplice del
terror de Estado y lo refuerza. No tiene cabida en una revuelta y mucho menos
en una revolución.
Teniendo claro que nuestra mejor arma no es la violencia por la
violencia, sino la solidaridad en tanto que germen de un mundo nuevo sin
explotadores ni explotados, sin opresores ni oprimidos. De nada o poco sirve
una insurrección si no es para producir la comunización de todo lo existente. Dicho
de otra forma, la revolución es la combinación de insurrección y comunización,
aquí y en todas partes, hasta que todo sea de todos y nadie sea enemigo ni
verdugo de nadie. No sería el paraíso en la tierra, pero sí sería una Comunidad
humana real, una comunidad de comunidades.
Esto no es una cuestión de ideología
política. Es una cuestión de vida o muerte de millones de seres humanos. La
catástrofe capitalista en curso que hoy amenaza con matarnos como especie en el
fondo pide a gritos revolución comunista mundial para salvar y transformar
nuestras vidas. De lo contrario, la catástrofe actual será cada vez peor o cada
vez más insufrible. De lo contrario, nosotros y nuestros seres queridos
moriremos violentamente peor que perros de la calle.
El capitalismo es muerte, la revolución es vida. Tomemos partido y
actuemos en consecuencia. La protesta y la revuelta con cabeza y mano propias,
sin caudillos ni representantes, son los primeros pasos de la revolución. Demos
esos primeros pasos aquí y ahora, desde la presente hasta las futuras
generaciones.
La rebeldía es la
vida, la sumisión es la muerte. ¡Vamos hacia la vida!
¡Formemos comunidades de
lucha por la vida al calor de una nueva revuelta!
Proletarios Hartos De Serlo
Quito, abril de 2023
Versión Volante (PDF)
Se agradece difusión
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📻𝗧𝗲𝗺𝗽𝗲𝗿𝗮𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼 𝗥𝗮𝗱𝗶𝗼 𝗻𝗿𝗼. 64: 𝗧𝗲𝗿𝗿𝗼𝗿 𝗱𝗲 𝗘𝘀𝘁𝗮𝗱𝗼 𝘆 𝗡𝗮𝗿𝗰𝗼𝘁𝗿á𝗳𝗶𝗰𝗼 𝗲𝗻 𝗔𝗺é𝗿𝗶𝗰𝗮 𝗟𝗮𝘁𝗶𝗻𝗮 (mayo 2023)
Agradecemos a los compañeros de la Biblioteca Alberto Ghiraldo (@bibliotecaghiraldo), de la región argentina, por brindarnos un espacio en el último programa de Temperamento, su excelente y recomendable podcast, para hablar sobre los últimos decretos del gobierno del banquero Lasso (707 o libre porte de armas, y 730 o militarización del Estado), el narcotráfico y la escalada de violencia en la región ecuatoriana. Así como también, sobre nuestro texto al respecto: ¡𝗖𝗼𝗻𝘁𝗿𝗮 𝗲𝗹 𝗹𝗶𝗯𝗿𝗲 𝗽𝗼𝗿𝘁𝗲 𝗱𝗲 𝗮𝗿𝗺𝗮𝘀 𝘆 𝗹𝗮 𝗴𝘂𝗲𝗿𝗿𝗮 𝗱𝗲 𝘁𝗼𝗱𝗼𝘀 𝗰𝗼𝗻𝘁𝗿𝗮 𝘁𝗼𝗱𝗼𝘀, 𝗳𝗼𝗿𝗺𝗲𝗺𝗼𝘀 𝗰𝗼𝗺𝘂𝗻𝗶𝗱𝗮𝗱𝗲𝘀 𝗱𝗲 𝗹𝘂𝗰𝗵𝗮 𝗽𝗼𝗿 𝗹𝗮 𝘃𝗶𝗱𝗮 𝗮𝗹 𝗰𝗮𝗹𝗼𝗿 𝗱𝗲 𝘂𝗻𝗮 𝗻𝘂𝗲𝘃𝗮 𝗿𝗲𝘃𝘂𝗲𝗹𝘁𝗮! [https://bit.ly/3Igl15E]. Concretamente, hablamos sobre el contexto y el contenido de estas leyes, nuestro análisis crítico y nuestra propuesta, desde el minuto 1:12:13 hasta el minuto 1:26:46. Todo esto, con una perspectiva de clase, anticapitalista, antiestatal e internacionalista.