30 de abril de 2023

1° de Mayo: sobre la Abolición del Proletariado y del Trabajo

 
¿EL PUNTO NO ES ALABAR AL PROLETARIADO SINO ABOLIRLO?
 
Sí, porque el proletariado —de todos los sexos, «razas», nacionalidades, ocupaciones, edades, identidades, ideologías, etc.— sostiene a toda la sociedad capitalista con su trabajo —formal e informal, manual e intelectual, dependiente o «autónomo», etc.—; mejor dicho, con la explotación de su fuerza de trabajo a cambio de dinero para sobrevivir; en fin, con su esclavitud asalariada que, encima más, es socialmente invisibilizada y normalizada. De esta forma, no sólo se reproduce a sí mismo como clase explotada y dominada, sino que también reproduce a su clase explotadora y dominante, la burguesía. Por lo tanto, para abolir a la burguesía y su Estado hay que abolir al proletariado. Abolido el esclavo, abolido el amo, porque el amo no es nada sin el esclavo. Ahí radica realmente nuestro poder para «virar la tortilla», hermanos proletarios. Siendo además que el esclavo asalariado es el único que puede liberarse a sí mismo, sin mesías ni representantes sindicales y políticos, ya que éstos sólo pugnan por sus intereses creados: migajas de los patrones y puestos en los gobiernos de turno. «La emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos.» (Marx)

Si los proletarios producimos con nuestras manos y nuestros cerebros todo lo que existe en esta sociedad, entonces todo debería pertenecernos. Empezando por nuestras vidas. Para ser dueños de nuestras vidas y mejorarlas realmente, pues, hay que apropiarnos de los medios de producción y, sobre esa base material, producir colectivamente a fin de satisfacer las necesidades colectivas sin intermediación del mercado ni del Estado. Producir ya no como proletarios o esclavos asalariados, sino como individuos libremente asociados en una red de asambleas y/o consejos en todas partes: la Comuna Mundial. Esto es «producir el comunismo» (Théorie Communiste) o comunizar la sociedad y la vida, cuya base material —subrayamos— es la abolición de la propiedad privada, el trabajo asalariado, las clases sociales, el dinero, el mercado, el Estado, las fronteras nacionales, y la opresión sexual, racial y del hombre sobre la naturaleza.

Ser proletarios no es una identidad ni mucho menos un orgullo, sino una condena histórica y social que precisamos romper y dejar atrás para vivir una vida que merezca tal nombre, al calor de la lucha de clases por la Revolución Social; es decir, por la abolición de la sociedad de clases. El proletariado sólo es revolucionario cuando lucha por dejar de serlo, mediante la autoorganización, la acción directa y la solidaridad como sus principales armas. Para lo cual, primero debe pasar por muchas batallas y derrotas que lo formen y lo curtan.

«El proletariado es revolucionario o no es nada (Marx)... nada más que la clase del Trabajo/Capital y una criatura del mercado y del Estado: una gran masa de hombres y mujeres que se la pasa trabajando de lo que sea para sobrevivir como sea, compitiendo y hasta matándose entre sí, cuya sangre alimenta sólo al Capital… pero que también puede darle muerte autoaboliéndose y deviniendo comunidad real de individuos libremente asociados para producir y reproducir sus vidas, desde y para sí mismos, en un modo radical y totalmente diferente y mejor que el modo capitalista. El proletariado es esta contradicción viviente, y sólo la revolución comunista puede abolirla y superarla como tal.» 
 

¿LOS COMUNISTAS NO QUEREMOS MÁS TRABAJO ASALARIADO SINO SU ABOLICIÓN? 
¿ENTONCES DE QUÉ VAMOS A VIVIR?

«Abolición del trabajo (asalariado) no quiere decir abolición de la actividad humana social productiva, o sea que no hagamos nada, la holgazanería absoluta, etc. No. Esto sería imposible y absurdo, suicida inclusive, porque simplemente nos moriríamos tanto de hambre como de inactividad. Abolir el trabajo significa abolir la relación social e histórica de separación, alienación, explotación y dominio bajo la que se halla enjaulada actualmente la actividad humana productiva, a fin de liberarla, transformarla y reivindicarla como tal; es decir, como actividad o praxis humana total, unitaria, integral y común: que la actividad productiva ya no esté separada de —ni aliene ni domine a— la actividad de decidir, alimentarse, crear, conocer, jugar, divertirse, cuidarse, quererse, etc. (Gilles Dauvé) Para lo cual, por supuesto, hay que abolir de modo revolucionario o comunista las condiciones materiales que hacen posible el trabajo asalariado o la explotación: la propiedad privada, la división social del trabajo, la mercancía, el valor, el dinero, el capital.

Sobre esta base —la «propiedad colectiva de los medios de producción» y la «comunidad de bienes», al decir de los comunistas de antaño—, los individuos libremente asociados en Comunas tendríamos el control colectivo y consciente sobre nuestras condiciones materiales de existencia. Por lo tanto, decidiríamos qué y cómo producir según nuestras necesidades humanas para vivir. Y vivir bien: no en escasez, sino en abundancia. Y no sólo unos pocos —como es ahora—, sino todos: o todos o ninguno. Ya no existiría desempleo, pobreza ni delincuencia. «De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades.» (Marx)

El trabajo ya no sería trabajo, al menos no como hoy lo conocemos, su jornada se reduciría al mínimo necesario —3 horas al día, más aún ahora gracias a la tecnología que existe— y, sobre todo, no sería alienado ni explotado ni estaría separado o disociado de las demás formas de actividad y expresión humanas. La actividad creadora, el tiempo libre y las nuevas relaciones humanas serían nuestra mayor riqueza. Así sería una nueva sociedad donde «nuestra actividad real humana —tanto comer, habitar, como crear, disfrutar, sufrir, en definitiva, vivir— jamás vuelva a organizarse como trabajo, como subordinación de la existencia a la ganancia.» (La Oveja Negra)

Todo esto es lo que realmente impulsó la lucha por la reducción de la jornada de trabajo a 8 horas diarias hace más de un siglo atrás. Esta es la verdadera causa del 1° de Mayo por la que lucharon «los mártires de Chicago» y muchos otros compañeros revolucionarios de todos lados. Hoy, la mejor manera de conmemorar esta fecha histórica del proletariado mundial es continuar luchando por ello hasta lograrlo.

¿Utópico? Al contrario: «El comunismo no se trata ni del paraíso en la tierra ni de la construcción de un nuevo ser humano, sino de la superación de las exigencias capitalistas hechas al ser humano, del fin de las catástrofes sociales producidas por el capitalismo. Ni más ni menos. [...] Incluso después del capitalismo, seguirá habiendo enfermedad y muerte, envidia e individuos despreciables. Sólo que no ya no existirá una paradójica pobreza masiva, producida por la producción abstracta de riqueza; ya no existirá un sistema autonomizado de relaciones fetichistas ni formas sociales dogmáticas. El objetivo es grande, justamente porque, medido por la exaltación utópica, se muestra relativamente modesto, y no promete nada más que liberar de sufrimientos completamente innecesarios.» (Robert Kurz) Siendo el trabajo el primero y principal de tales sufrimientos.»
 

PROLETARIOS: 
¡PARA MEJORAR REALMENTE NUESTRAS CONDICIONES DE VIDA, HAY QUE
TOMAR LOS MEDIOS DE PRODUCCIÓN A MANO PROPIA Y DEJAR DE SER ESCLAVOS ASALARIADOS!
¡BASTA DE LUCHAR POR MIGAJAS! ¡VAMOS POR TODO, HASTA QUE TODO SEA DE TODOS!
¡BASTA DE MESÍAS Y REPRESENTANTES! ¡LA AUTOORGANIZACIÓN ES EL PRIMER ACTO DE LA REVOLUCIÓN!

Proletarios Hartos De Serlo
Quito, 1° de Mayo de 2023
 
Se agradece difusión
 

16 de abril de 2023

[Ecuador] ¡Contra el libre porte de armas y la guerra de todos contra todos, formemos comunidades de lucha al calor de una nueva revuelta!

           ¿Para qué el gobierno del banquero sociópata Lasso decretó el libre “porte de armas de uso civil para defensa personal” justo después del juicio político en su contra a fin de destituirlo, en medio de la actual escalada de la violencia asociada al narcotráfico, el desempleo y la pobreza, así como también de la criminalización y represión de la protesta social?

En el corto plazo y visto por encima, para seguir en la presidencia a la fuerza, generando un mayor ambiente de violencia, inseguridad y miedo en las calles que justifique y mantenga su poder actual y la represión estatal en manos de policías y militares. Además, para beneficiar a las empresas que producen y comercializan armas no artesanales, junto a las empresas de seguridad privada que ahora también van a participar en la represión. Y, lo peor de todo, para que los burgueses y pequeñoburgueses violentos de extrema derecha y los lumpenproletarios de las bandas del narcotráfico maten a los proletarios rebeldes y a los proletarios sobrantes, de manera impune y como si fuese una "limpieza social".

Todo esto, es dar más poder a las fuerzas paraestatales que el Estado dice combatir, pero que en realidad son dos tentáculos del mismo pulpo: el terrorismo capitalista. Es una patada de ahogado burgués que afecta gravemente a toda la población de este país, sobre todo a la clase desposeída, explotada y empobrecida.

En el largo plazo y visto a profundidad, el decreto de libre porte de armas en esta región sólo es la gota que está derramando el vaso de una realidad histórica y estructural ya existente: no sólo que la sociedad actual está en descomposición porque el llamado narcoterrorismo la gangrena, y que, en ese sentido, Ecuador ya está a la par de Colombia, El Salvador y México; sino que el capitalismo es la guerra de todos contra todos y que el Estado es la mafia de las mafias; que el capitalismo y su Estado son el mayor crimen organizado contra la humanidad (y la naturaleza); que el sistema capitalista es un sistema de violencia, terror y muerte, aquí y en todo el mundo; y, que o matamos al capitalismo haciendo la revolución social mundial o el capitalismo nos mata como especie humana. El futuro distópico es aquí y ahora.  

En realidad, el capitalismo siempre ha sido mafioso, sólo que ahora su naturaleza se ha desnudado y es más brutal, evidente y escandalosa que antes, debido al creciente poderío del narcotráfico y las redes sociales. Esto no es una anomalía ni una excepción a la regla. No es "narcocapitalismo" ni "narcoestado": eso mismo es el capitalismo y el Estado, así como la democracia en realidad es la dictadura de la burguesía.

Y no es casualidad que esto acontezca bajo el gobierno de un banquero. Los bancos asimismo han existido desde principios del capitalismo y desde entonces han sido mafias de cuello blanco y corbata; pero mafias, al fin y al cabo: el robo y el asesinato para acumular más capital y poder son su “marca registrada”. Antes de y durante su gobierno actual, la mafia de Lasso o del Banco de Guayaquil lo ha demostrado empíricamente una vez más en esta pequeña región del planeta: “Pandora Papers”; “narcogenerales”; masacres carcelarias; redes de corrupción en empresas públicas y privadas; impunidad y hasta indemnizaciones para mafiosos “de alto nivel” (banqueros, políticos, narcos, etc.); “El Gran Padrino”; asesinatos de luchadores sociales, periodistas y testigos clave; este último decreto, etc.

Las diferentes mafias capitalistas siempre han estado en guerra entre sí por dinero, poder y territorio. Dicho de otra forma, no hay capitalismo sin guerra interburguesa. Hoy día en Ecuador, la guerra interburguesa está protagonizada por el gobierno mafioso de la burguesía financiera que vive a costa de la usura de la mayoría de la población vs. las mafias o carteles de drogas de la lumpenburguesía y sus bandas delincuenciales que están compuestas por miles de proletarios sin trabajo ni educación ni futuro de los suburbios. El poder (económico, social, político, militar, etc.) de ambas fracciones de la clase capitalista radica en la explotación y la dominación de todos los sectores de la heterogénea y fraccionada clase trabajadora, la cual también se encuentra en violenta competencia interna por sobrevivir a como dé lugar.

En ese marco, el reciente decreto para el libre “porte de armas de uso civil para defensa personal” en Ecuador (decreto ejecutivo 707) es parte de un mecanismo violento de acumulación de capital frente a la actual crisis de valorización capitalista que, por cierto, está haciendo quebrar a varios bancos y empresas en todo el mundo. Y también es parte de un mecanismo violento de disciplinamiento y reproducción de la fuerza de trabajo colectiva (formal e informal) en aras de esa acumulación de capital en manos de la clase dominante. ¿Por qué?

Porque cuando la economía está en crisis y para prevenir que los explotados, oprimidos y marginados protestemos o nos rebelemos contras nuestras miserables condiciones de existencia, las mafias burguesas dentro y fuera del Estado que están en guerra entre ellas hacen treguas y alianzas temporales bajo la mesa a fin de imponernos su poder de clase mediante el terror, como ya dijimos al inicio, de manera impune y como si fuese una "limpieza social". El Capital, mafioso por naturaleza, destruye todo aquello que no produce valor o que no le produce ganancia. Ya ha pasado en Colombia, Brasil, El Salvador, México, EE. UU., Rusia, Ucrania y todo el mundo. Ahora es el turno de Ecuador y, como también ya lo dijimos, tiene un solo nombre: terrorismo capitalista.

La consecuencia más grave y terrorífica de esta medida estatal es que, precisamente por lo fraccionada y descompuesta que está la clase trabajadora por y para el Capital, la guerra interburguesa abierta que se viene con el libre porte de armas tendrá como protagonistas y carne de cañón a los proletarios sobrantes y los lumpenproletarios que habitan los barrios, los suburbios y las cárceles. A lo que se sumaría la formación de bandas paramilitares de burgueses y pequeñoburgueses psicópatas y violentos de extrema derecha (ya que ellos poseen el dinero para comprar y tener armas), operando junto al ejército y la policía supuestamente "contra la delincuencia" o "por la seguridad ciudadana". Más claro: chapas, milicos, paracos, narcos y delincuentes comunes dándose bala entre ellos, pero también reprimiendo juntos la protesta social. En suma, una guerra civil antirrevolucionaria en las calles de este país. Una guerra de todos contra todos para imponer la paz social capitalista de los cementerios con miles de muertos. Una contrarrevolución preventiva y sangrienta.

¿Qué podemos hacer frente a esta catástrofe acelerada y mortal? ¿Guardar un silencio cómplice? ¿Rezar de rodillas para que las mafias estatales y paraestatales no nos maten en medio de su guerra? ¿Pedirle a la mafia mayor que es el Estado capitalista que nos dé “empleo, educación, salud y seguridad”; es decir, pedirle peras al almo? ¿Armarnos y ser violentos? ¿O más bien practicar la solidaridad de clase, de manera organizada y autónoma, y protestar de esa manera contra la situación actual hasta que la protesta se transforme en revuelta y la revuelta en revolución?

      Nosotros los comunistas radicales afirmamos que nuestra mejor arma es la solidaridad de clase, junto con la autoorganización y la acción directa de masas, en forma de asambleas, consejos y/o comités de proletarios/as en todos los espacios y territorios para defender y transformar nuestras vidas en todos los aspectos: desde la forma de “ganarse la vida”, la alimentación y la vivienda hasta el uso del tiempo libre, las relaciones interpersonales y la salud mental. Unificarnos como clase y formar comunidades de lucha por la vida, al calor de una nueva revuelta.

Asociarnos, cuidarnos e intentar vivir de otra manera mientras luchamos contra el capitalismo, el Estado y todas las formas de opresión (sexual, racial, etc.) es la clave, porque como individuos aislados somos presa fácil de la violencia y la muerte en esta guerra interburguesa. En cambio, durante el Paro Nacional de Junio de 2022 el índice de criminalidad y narcotráfico se redujo debido: 1) a que los narcotraficantes y criminales mayores, los policías y los militares, se vieron obligados a dejar de traficar para reprimir la revuelta; y, sobre todo, 2) a la masividad y la solidaridad propias de la revuelta, pese a sus límites y contradicciones. Porque cuando en las barricadas se combate por la vida y todos “los nadies” comemos gracias a las Ollas Comunes, no hay necesidad de delinquir para los proletarios sin trabajo ni futuro que hoy lo hacen.

Por lo tanto, lo único que puede frenar la matanza civil que se viene con el libre porte de armas es una revuelta masiva y contundente que vaya en contra y más allá de este gobierno burgués mafioso y de las mafias lumpenburguesas de narcotraficantes. Decir “no al libre porte de armas y a la violencia” no es suficiente ni efectivo. A corto plazo, para salvar el pellejo de la gente de aquí es vital hacer un Nuevo Paro Nacional que tumbe este decreto de muerte y este gobierno del banquero sociópata Lasso. Mientras tanto, la violencia y los muertos seguirán en ascenso; sus cifras se dispararán.

A largo plazo, dado que el problema es de fondo y que los látigos de la contrarrevolución a veces ponen a andar a los caballos de la revolución, la solución de fondo, para este y para todos los males actuales, sólo puede ser la Revolución Social Mundial que suprima las causas de toda esta violencia capitalista: la propiedad privada, el trabajo asalariado, el dinero, las clases sociales, el mercado, el Estado, las fronteras nacionales y las opresiones de género y "raza".

Más concretamente, la solución en última instancia es apropiarnos colectivamente de los medios de producción para producir colectivamente y satisfacer las necesidades colectivas, junto con la creación y desarrollo de nuevas relaciones humanas entre los individuos en todos los aspectos. La autoorganización, la acción directa y la solidaridad son y serán nuestras mejores armas para llevar a cabo ese proceso histórico.

Pedirle a la mafia o banda delincuencial mayor que es el Estado capitalista que nos dé "empleo, educación, salud y seguridad", que “garantice derechos” o que “no nos abandone y nos proteja” es pedirle peras al olmo, porque no lo ha hecho ni lo va a hacer, sino todo lo contrario. Así pues, la socialdemocracia o el reformismo de todos los colores es desmentido y superado una vez más por el mismo progreso catastrófico del capitalismo. Muy por el contrario, la solución sólo puede venir desde abajo y sólo puede ser radical: la revolución proletaria para abolir y superar la sociedad de clases.

Sabemos bien que las mafias burguesas dentro y fuera del Estado reaccionarán con suma violencia frente a una revuelta y más aún frente a una revolución, a fin de no perder sus propiedades, sus negocios y su poder, que sólo son tales a costa de la desposesión, explotación y dominación de las nueve décimas partes de la sociedad. Usarán todo su terrorismo. Lo cual, a su vez, obligará a las comunidades en lucha por la vida a tomar medidas de legítima autodefensa (como las comunidades mapuches en la región chilena y los anticapitalistas de Exarchia en la región griega). El pacifismo es cómplice del terror de Estado y lo refuerza. No tiene cabida en una revuelta y mucho menos en una revolución.

Teniendo claro que nuestra mejor arma no es la violencia por la violencia, sino la solidaridad en tanto que germen de un mundo nuevo sin explotadores ni explotados, sin opresores ni oprimidos. De nada o poco sirve una insurrección si no es para producir la comunización de todo lo existente. Dicho de otra forma, la revolución es la combinación de insurrección y comunización, aquí y en todas partes, hasta que todo sea de todos y nadie sea enemigo ni verdugo de nadie. No sería el paraíso en la tierra, pero sí sería una Comunidad humana real, una comunidad de comunidades.

            Esto no es una cuestión de ideología política. Es una cuestión de vida o muerte de millones de seres humanos. La catástrofe capitalista en curso que hoy amenaza con matarnos como especie en el fondo pide a gritos revolución comunista mundial para salvar y transformar nuestras vidas. De lo contrario, la catástrofe actual será cada vez peor o cada vez más insufrible. De lo contrario, nosotros y nuestros seres queridos moriremos violentamente peor que perros de la calle.

El capitalismo es muerte, la revolución es vida. Tomemos partido y actuemos en consecuencia. La protesta y la revuelta con cabeza y mano propias, sin caudillos ni representantes, son los primeros pasos de la revolución. Demos esos primeros pasos aquí y ahora, desde la presente hasta las futuras generaciones.

La rebeldía es la vida, la sumisión es la muerte. ¡Vamos hacia la vida!

¡Formemos comunidades de lucha por la vida al calor de una nueva revuelta!

 Proletarios Hartos De Serlo

Quito, abril de 2023

Versión Volante (PDF)

Se agradece difusión

 

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Traducciones: portugués e inglés

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📻𝗧𝗲𝗺𝗽𝗲𝗿𝗮𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼 𝗥𝗮𝗱𝗶𝗼 𝗻𝗿𝗼. 64: 𝗧𝗲𝗿𝗿𝗼𝗿 𝗱𝗲 𝗘𝘀𝘁𝗮𝗱𝗼 𝘆 𝗡𝗮𝗿𝗰𝗼𝘁𝗿á𝗳𝗶𝗰𝗼 𝗲𝗻 𝗔𝗺é𝗿𝗶𝗰𝗮 𝗟𝗮𝘁𝗶𝗻𝗮 (mayo 2023)

Agradecemos a los compañeros de la Biblioteca Alberto Ghiraldo (@bibliotecaghiraldo), de la región argentina, por brindarnos un espacio en el último programa de Temperamento, su excelente y recomendable podcast, para hablar sobre los últimos decretos del gobierno del banquero Lasso (707 o libre porte de armas, y 730 o militarización del Estado), el narcotráfico y la escalada de violencia en la región ecuatoriana. Así como también, sobre nuestro texto al respecto: ¡𝗖𝗼𝗻𝘁𝗿𝗮 𝗲𝗹 𝗹𝗶𝗯𝗿𝗲 𝗽𝗼𝗿𝘁𝗲 𝗱𝗲 𝗮𝗿𝗺𝗮𝘀 𝘆 𝗹𝗮 𝗴𝘂𝗲𝗿𝗿𝗮 𝗱𝗲 𝘁𝗼𝗱𝗼𝘀 𝗰𝗼𝗻𝘁𝗿𝗮 𝘁𝗼𝗱𝗼𝘀, 𝗳𝗼𝗿𝗺𝗲𝗺𝗼𝘀 𝗰𝗼𝗺𝘂𝗻𝗶𝗱𝗮𝗱𝗲𝘀 𝗱𝗲 𝗹𝘂𝗰𝗵𝗮 𝗽𝗼𝗿 𝗹𝗮 𝘃𝗶𝗱𝗮 𝗮𝗹 𝗰𝗮𝗹𝗼𝗿 𝗱𝗲 𝘂𝗻𝗮 𝗻𝘂𝗲𝘃𝗮 𝗿𝗲𝘃𝘂𝗲𝗹𝘁𝗮! [https://bit.ly/3Igl15E]. Concretamente, hablamos sobre el contexto y el contenido de estas leyes, nuestro análisis crítico y nuestra propuesta, desde el minuto 1:12:13 hasta el minuto 1:26:46. Todo esto, con una perspectiva de clase, anticapitalista, antiestatal e internacionalista.

𝗘𝘀𝗰𝘂𝗰𝗵𝗮𝗿▶️: https://bit.ly/3OlxWqu