Lejos y en contra del culto
a su personalidad, compartimos este artículo
a propósito del 205 natalicio de Marx, conmemorado hace par días, por su
contenido: la «crítica categorial» o radical del trabajo; más específicamente, la
crítica del «trabajo abstracto», verdadera sustancia de la sociedad capitalista,
pues en ésta «los hombres están dominados por abstracciones» (tiempo, valor,
dinero…). En otras palabras, porque estamos de acuerdo con su proposición
fundamental:
«Para Marx, el trabajo no constituye el
punto de vista desde el cual criticar el capitalismo: el trabajo es en sí mismo
el objeto de la crítica. […]
La idea de que el trabajo constituye la
sociedad y que es la fuente de toda riqueza no se refiere a la sociedad en
general, sino únicamente a la sociedad capitalista (o moderna). […]
En una sociedad poscapitalista, el trabajo ya no será
la medida de la riqueza social, y por lo tanto ya no estructurará las
relaciones sociales. Según Postone, semejante revolución se ha hecho posible hoy
en día debido a la sustitución del trabajo humano por el de máquinas, de manera
que ahora el tiempo de trabajo directo sólo produce una pequeña parte de la
riqueza material. Esta separación cada vez más grande entre producción de
riqueza material y producción de valor es la causa profunda de la crisis del
capitalismo. Cuando su base, el trabajo creador de valor, pierde su importancia,
el capitalismo simplemente se vuelve anacrónico.»
Este es en realidad el
núcleo de la crítica radical o la teoría revolucionaria elaborada y legada por
Marx. Núcleo reivindicado, desarrollado y «actualizado» por Postone, Kurz y Jappe o por la llamada
corriente de la «Crítica del Valor», en contra y más allá del marxismo
tradicional, con el cual se ha justificado ideológicamente esa variante
histórica y brutal del capitalismo llamada «socialismo» (del siglo XX y del
siglo XXI), y que ha resurgido sin reelaboración durante las últimas décadas en
la escena mediática y electoral:
«Marx resurge entonces como aquel que lo
había avisado desde siempre: la sociedad moderna no es en absoluto armoniosa,
antes bien, su fundamento es el antagonismo de clases, el trabajo sigue estando
explotado por el capital, y aquellos que no poseen más que su fuerza de trabajo
sólo pueden resistir asociándose [en sindicatos y partidos de izquierda] con
vistas a obtener una regulación política [estatal] del mercado. Una crítica tal
del capitalismo sólo puede desembocar en el anhelo de un nuevo modelo de
regulación de tipo socialdemócrata y keynesiano (y cuya realización sigue siendo
bastante improbable). La crítica del capitalismo se hace con frecuencia en
nombre del trabajo: ante todo, lo imprescindible es que quienes trabajan
reciban a cambio una suma justa de dinero. […]
Según Postone, Marx había concebido su
análisis del trabajo abstracto, de la mercancía, del valor y del dinero como
una vigorosa crítica de estas categorías que constituyen la base del
capitalismo —y sólo de él—. Sin embargo, los marxistas tradicionales creyeron
ver en esto la descripción de un hecho ontológico y transhistórico, válido
universalmente, y desde entonces sólo se han interesado por la distribución de
sus categorías y, en consecuencia, por el reparto del excedente de valor [del plusvalor]. El mercado
y la propiedad jurídica de los medios de producción, junto con la estructura
desigual de clases que conlleva, representan para el marxismo tradicional el
nivel más profundo del sistema capitalista, un nivel que se ocultaría tras la
igualdad aparente que reina en el intercambio de mercancías.
Según Postone, la crítica de Marx es
mucho más radical: para Marx, el mercado y la propiedad jurídica de los medios
de producción son fenómenos que dependen del sector de la distribución. Ahora
bien, su verdadera crítica concierne a la producción. La característica
principal de la producción en el régimen capitalista es que está estructurada
en función de la doble naturaleza del trabajo [trabajo concreto y trabajo
abstracto]. La crítica marxiana tiene, pues, como objetivo superar el propio
papel del trabajo en la sociedad moderna.»
Sí, en contra y más allá del
marxismo tradicional y reformista/contrarrevolucionario, Marx no es un defensor del trabajo, sino su enemigo. El corazón
del comunismo no es el «trabajo digno» o un «salario justo», sino la abolición
del trabajo y del salariado.
Sin embargo, es necesario
dejar claro que no estamos de acuerdo con la posición de abandono de la lucha
de clases y de la revolución proletaria por parte de la corriente
de la «Crítica del Valor», ya que para nosotros, proletarios
revolucionarios, la crítica práctica y la abolición/superación del trabajo y
del proletariado no la llevará a cabo «la humanidad» en abstracto, ni mucho
menos el capital ni la tecnología, sino la misma clase trabajadora al calor de
la lucha de clases y de la crisis del capitalismo en curso. Tanto las
revoluciones/contrarrevoluciones del siglo XX como las múltiples crisis y
revueltas de este siglo demuestran empíricamente la potencia revolucionaria del
proletariado.
No estamos de acuerdo con
esa posición porque el trabajo y el capital, y por tanto la clase trabajadora y
la clase capitalista, están implicadas recíprocamente. En consecuencia, según
sea la intensidad histórico-mundial de la lucha de clases, el proletariado es
el reproductor ó el negador de la sociedad capitalista: el proletariado es una
contradicción viviente que sólo se resolverá o superará como tal mediante la
revolución comunista.
Además, es un error garrafal
identificar al proletariado con la clase obrera y sus sindicatos y partidos de
izquierda, es decir con la socialdemocracia, peor aún hoy en día en que la
relación trabajo-capital se ha reestructurado a lo largo y ancho de toda la
economía y la sociedad. Por poner sólo un ejemplo concreto actual: los
repartidores de plataformas digitales son proletarios y participan en la lucha
de clases mundial. Lo mismo los trabajadores de las cadenas logísticas.
No estamos de acuerdo con
esa posición porque, al sostener y reproducir a toda la sociedad capitalista
con su trabajo en tanto única fuente viva de producción de valor, el
proletariado sólo es revolucionario cuando lucha por dejar de serlo, esto es,
cuando lucha por dejar de ser el esclavo moderno o la gallina de los huevos de
oro del capital; y, en cambio, producir el comunismo, entendido como nuevo modo
de vida material de la especie o como nuevas relaciones sociales
libres de mercado y de Estado, no como «nueva economía» ni mucho menos como
«Estado de nuevo tipo», según la ideología marxista-leninista, que en realidad
es la fracción radical de la socialdemocracia.
La razón de ser de la lucha
revolucionaria del proletariado no es una ideología o una utopía de izquierda,
sino el apremio material de ya no poder seguir reproduciendo su vida como tal, sobre la base material, a su vez, de la crisis del capitalismo, entendida
como crisis del «valor que se valoriza succionando trabajo vivo» (Marx, El
Capital, Capítulo VI Inédito).
Dicho de otra forma, no
estamos de acuerdo con esa posición porque la clave de la revolución comunista –o de la revolución entendida como comunización–
es la autoabolición del proletariado junto con la abolición del trabajo
abstracto y, por tanto, del valor.
Finalmente, decir que en
sustitución del capitalismo o –lo que es lo mismo– de la sociedad de clases,
mercancías y fetiches basada en el trabajo, lo que caracterizará a la nueva
sociedad será la actividad creadora organizada ya no como trabajo para producir
mercancía y ganancia que es acumulada y usufructuada por la burguesía, sino
para satisfacer las necesidades colectivas y desarrollar todas las
potencialidades de la comunidad de individuos libremente asociados como tales a
fin de producir, reproducir y vivir sus vidas de manera plena. Comunidad humana real en la cual
la mayor riqueza será el tiempo libre, pues, como lo sintetiza Jehu siguiendo a Marx en los Grundrisse, «comunismo es tiempo
libre y nada más».
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Relacionado: El doble Marx – Robert Kurz (1998)