7 de mayo de 2023

Junto a Marx, contra el trabajo

Anselm Jappe (2012)
 
Lejos y en contra del culto a su personalidad, compartimos este artículo a propósito del 205 natalicio de Marx, conmemorado hace par días, por su contenido: la «crítica categorial» o radical del trabajo; más específicamente, la crítica del «trabajo abstracto», verdadera sustancia de la sociedad capitalista, pues en ésta «los hombres están dominados por abstracciones» (tiempo, valor, dinero…). En otras palabras, porque estamos de acuerdo con su proposición fundamental:
 
«Para Marx, el trabajo no constituye el punto de vista desde el cual criticar el capitalismo: el trabajo es en sí mismo el objeto de la crítica. […]
La idea de que el trabajo constituye la sociedad y que es la fuente de toda riqueza no se refiere a la sociedad en general, sino únicamente a la sociedad capitalista (o moderna). […]
En una sociedad poscapitalista, el trabajo ya no será la medida de la riqueza social, y por lo tanto ya no estructurará las relaciones sociales. Según Postone, semejante revolución se ha hecho posible hoy en día debido a la sustitución del trabajo humano por el de máquinas, de manera que ahora el tiempo de trabajo directo sólo produce una pequeña parte de la riqueza material. Esta separación cada vez más grande entre producción de riqueza material y producción de valor es la causa profunda de la crisis del capitalismo. Cuando su base, el trabajo creador de valor, pierde su importancia, el capitalismo simplemente se vuelve anacrónico.»
 
Este es en realidad el núcleo de la crítica radical o la teoría revolucionaria elaborada y legada por Marx. Núcleo reivindicado, desarrollado y «actualizado» por Postone, Kurz y Jappe o por la llamada corriente de la «Crítica del Valor», en contra y más allá del marxismo tradicional, con el cual se ha justificado ideológicamente esa variante histórica y brutal del capitalismo llamada «socialismo» (del siglo XX y del siglo XXI), y que ha resurgido sin reelaboración durante las últimas décadas en la escena mediática y electoral:
 
«Marx resurge entonces como aquel que lo había avisado desde siempre: la sociedad moderna no es en absoluto armoniosa, antes bien, su fundamento es el antagonismo de clases, el trabajo sigue estando explotado por el capital, y aquellos que no poseen más que su fuerza de trabajo sólo pueden resistir asociándose [en sindicatos y partidos de izquierda] con vistas a obtener una regulación política [estatal] del mercado. Una crítica tal del capitalismo sólo puede desembocar en el anhelo de un nuevo modelo de regulación de tipo socialdemócrata y keynesiano (y cuya realización sigue siendo bastante improbable). La crítica del capitalismo se hace con frecuencia en nombre del trabajo: ante todo, lo imprescindible es que quienes trabajan reciban a cambio una suma justa de dinero. […]
Según Postone, Marx había concebido su análisis del trabajo abstracto, de la mercancía, del valor y del dinero como una vigorosa crítica de estas categorías que constituyen la base del capitalismo —y sólo de él—. Sin embargo, los marxistas tradicionales creyeron ver en esto la descripción de un hecho ontológico y transhistórico, válido universalmente, y desde entonces sólo se han interesado por la distribución de sus categorías y, en consecuencia, por el reparto del excedente de valor [del plusvalor]. El mercado y la propiedad jurídica de los medios de producción, junto con la estructura desigual de clases que conlleva, representan para el marxismo tradicional el nivel más profundo del sistema capitalista, un nivel que se ocultaría tras la igualdad aparente que reina en el intercambio de mercancías.
Según Postone, la crítica de Marx es mucho más radical: para Marx, el mercado y la propiedad jurídica de los medios de producción son fenómenos que dependen del sector de la distribución. Ahora bien, su verdadera crítica concierne a la producción. La característica principal de la producción en el régimen capitalista es que está estructurada en función de la doble naturaleza del trabajo [trabajo concreto y trabajo abstracto]. La crítica marxiana tiene, pues, como objetivo superar el propio papel del trabajo en la sociedad moderna.»
 
Sí, en contra y más allá del marxismo tradicional y reformista/contrarrevolucionario, Marx no es un defensor del trabajo, sino su enemigo. El corazón del comunismo no es el «trabajo digno» o un «salario justo», sino la abolición del trabajo y del salariado.
 
Sin embargo, es necesario dejar claro que no estamos de acuerdo con la posición de abandono de la lucha de clases y de la revolución proletaria por parte de la corriente de la «Crítica del Valor», ya que para nosotros, proletarios revolucionarios, la crítica práctica y la abolición/superación del trabajo y del proletariado no la llevará a cabo «la humanidad» en abstracto, ni mucho menos el capital ni la tecnología, sino la misma clase trabajadora al calor de la lucha de clases y de la crisis del capitalismo en curso. Tanto las revoluciones/contrarrevoluciones del siglo XX como las múltiples crisis y revueltas de este siglo demuestran empíricamente la potencia revolucionaria del proletariado.  
 
No estamos de acuerdo con esa posición porque el trabajo y el capital, y por tanto la clase trabajadora y la clase capitalista, están implicadas recíprocamente. En consecuencia, según sea la intensidad histórico-mundial de la lucha de clases, el proletariado es el reproductor ó el negador de la sociedad capitalista: el proletariado es una contradicción viviente que sólo se resolverá o superará como tal mediante la revolución comunista.
 
Además, es un error garrafal identificar al proletariado con la clase obrera y sus sindicatos y partidos de izquierda, es decir con la socialdemocracia, peor aún hoy en día en que la relación trabajo-capital se ha reestructurado a lo largo y ancho de toda la economía y la sociedad. Por poner sólo un ejemplo concreto actual: los repartidores de plataformas digitales son proletarios y participan en la lucha de clases mundial. Lo mismo los trabajadores de las cadenas logísticas. 
 
No estamos de acuerdo con esa posición porque, al sostener y reproducir a toda la sociedad capitalista con su trabajo en tanto única fuente viva de producción de valor, el proletariado sólo es revolucionario cuando lucha por dejar de serlo, esto es, cuando lucha por dejar de ser el esclavo moderno o la gallina de los huevos de oro del capital; y, en cambio, producir el comunismo, entendido como nuevo modo de vida material de la especie o como nuevas relaciones sociales libres de mercado y de Estado, no como «nueva economía» ni mucho menos como «Estado de nuevo tipo», según la ideología marxista-leninista, que en realidad es la fracción radical de la socialdemocracia.
 
La razón de ser de la lucha revolucionaria del proletariado no es una ideología o una utopía de izquierda, sino el apremio material de ya no poder seguir reproduciendo su vida como tal, sobre la base material, a su vez, de la crisis del capitalismo, entendida como crisis del «valor que se valoriza succionando trabajo vivo» (Marx, El Capital, Capítulo VI Inédito).
 
Dicho de otra forma, no estamos de acuerdo con esa posición porque la clave de la revolución comunista –o de la revolución entendida como comunización es la autoabolición del proletariado junto con la abolición del trabajo abstracto y, por tanto, del valor.
 
Finalmente, decir que en sustitución del capitalismo o –lo que es lo mismo– de la sociedad de clases, mercancías y fetiches basada en el trabajo, lo que caracterizará a la nueva sociedad será la actividad creadora organizada ya no como trabajo para producir mercancía y ganancia que es acumulada y usufructuada por la burguesía, sino para satisfacer las necesidades colectivas y desarrollar todas las potencialidades de la comunidad de individuos libremente asociados como tales a fin de producir, reproducir y vivir sus vidas de manera plena. Comunidad humana real en la cual la mayor riqueza será el tiempo libre, pues, como lo sintetiza Jehu siguiendo a Marx en los Grundrisse, «comunismo es tiempo libre y nada más».
 
 
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