21 de noviembre de 2018

"¡Despierta, Proletario!" y "Vamos hacia la Vida" de Ricardo Flores Magón (in memoriam)


Dos artículos de Ricardo Flores Magón, anarquista revolucionario mexicano y universal que fue asesinado por la policía en una cárcel de Kansas-EE.UU. el 21 de noviembre de 1922, al calor de masivas protestas callejeras a favor de su liberación. In Memoriam: 

***

¡DESPIERTA, PROLETARIO!

¡Arriba, proletario consciente; arriba, hermano! En estos momentos muchos proletarios están sobre las armas; pero no saben lo que hacen, o, mejor dicho, no saben para quién trabajan, como dice el vulgar adagio. Tú, que conoces los intereses de tu clase; tú, que sabes lo que necesitan los pobres, corre a decirles: Compañeros, para conquistar la libertad y la felicidad se necesita algo más que un corazón bravo y un arma en la mano: se necesita una idea en el cerebro.

Un barco sin brújula en la inmensidad del océano, eso es el revolucionario que no cuenta más que con su arma y su valor. El barco puede luchar contra las olas, puede sostenerse contra los vientos; pero ¿cómo orientarse para llegar al puerto si falta la brújula? Así, el revolucionario puede sostenerse en rebeldía, puede sernbrar la muerte; pero si le falta la idea directora de su acción, no será otra cosa que un barco sin brújula. El revolucionario, entonces, no sabe para que mata, como el hacha no sabe para qué derriba el árbol.

¡Arriba, proletario consciente: arriba, hermano! Es preciso que vueles al lado de tus inconscientes hermanos para decirles: Compañeros, habéis sido, hasta hoy, brazo y cincel; ahora es preciso que seáis cerebro, brazo y cincel.

Proletario: no permitas por más tiempo que otro piense para que tú ejecutes. El cincel, a costa de su filo, arranca pedazos al mármol sin saber qué resultará de su acción. El revolucionario, a costa de su sangre, ataca los baluartes del despotismo sin saber cuál será la forma del edificio que se levantará sobre los humeantes escombros.

Si otro piensa por tí, no te asombre ver seguir, como si retoñase el negro edificio que aplastaste, otro más negro aún, más pesado, de donde asomen defensores más siniestros, y entre esos flamantes defensores del futuro despotismo reconocerás a los que hoy te aconsejan que tomes un fusil y te rebeles; pero omiten hacerte comprender tus intereses como pobre para que por ellos, y no por tus intereses, des la vida.

Abre los ojos, eterno paria; sángrate, carne de cañón, inquilino del cuartel y del presidio. Comprende cuál es tu interés; lleva en tu cerebro una idea, y, así, irás derecho a tu objeto, y del caos de la Revolución sabrás sacar la fórmula bendita de tu redención, con el mismo acierto con que el escultor despierta en el trozo de cantera la figura, la actitud, el gesto de la obra de arte que, sin él, habría dormido por millones de años más en el seno de la Tierra; y entonces, si caes herido de muerte en el combate, podrás decir con orgullo lo que aquél poeta que, al ir a morir decapitado, se llevó la mano a la frente y exclamó ante el verdugo y ante el pueblo: ¡Aquí hay algo!

No entres a la lucha como rebaño, sino como unidad combatiente que se suma con otras unidades iguales, conscientes y rebeldes, para abrir su sepulcro a la tiranía política y a la explotación capitalista.

Derriba, pero cuida de remover los escombros y de arrancar los cimientos. Quebranta con la acción el llamado derecho de propiedad; pero no para que te apoderes individualmente de lo que detentan tus amos, pues entonces te convertirías en amo, oprimirías a tus hermanos y serías tan ladrón y tan malvado como los que te explotan ahora. Tu liberación debe estar comprendida en la liberación de todos los humanos. La tierra que hay que quitar a los burgueses no debe ser para ti solo, ni para unos cuantos, sino para todos, sin distinción de sexo.

Levanta la testa sudorosa; ve de frente a tus amos, que tiemblan presintiendo tu cólera; domínala y pon en su lugar a la razón. La cólera ciega; la razón alumbra. Así verás mejor tu camino en medio de las sombras de la lucha tremenda; así podrás darte cuenta de que, entre los que quieren dirigirte, hay muchos lobos con piel de oveja; hay muchos que, por un momento, mitigan tu hambre dándote unas monedas para que les des a tu familia antes de lanzarte a la lucha. ¡Unas monedas por ir a dar tu sangre para que él se suba sobre tus hombros! ¿Es digno eso? ¿Eres un soldado de la libertad, o el mercenario alquilado por un ambicioso?

No, compañero: rechaza el dinero. No es digno de un hombre pedir dinero para ir a conquistar la libertad y el bienestar. Si hicieras eso, ¿en qué te distinmguirías del esbirro que dispara el arma sobre sus hermanos por la paga que ha recibido?

El fusil del mercenario forja cadenas porque está sostenido por un corazón egoísta; el fusil del libertario forja la libertad porque está sostenido por un corazón abnegado. El que se levanta en armas por paga, lleva la idea del provecho personal con exclusión del ajeno; el que se levanta en armas por amor a la libertad, lleva la idea del bienestar de todos. ¿Pidieron dinero, para ser héroes, Hidalgo, el Pípila, el hombre cuña? ¿Se concibe siquiera un héroe por paga? Suponeos al héroe de Nacozari regateando sobre el precio de sus heroísmos; suponeos a Juárez pidiendo paga por decretar la expropiación de los bienes del clero; suponeos a Cristo demandando oro para ser sacrificado.

¡Despierta, proletario! Vé a la lucha con el propósito de luchar para tu clase. Al que dé dinero para que empuñes un fusil, desprécialo, míralo con desconfianza, porque te da unas cuantas monedas para que des tu vida por él; quiere tu sacrificio para hacer su felicidad; quiere tu ruina y la desgracia de tu familia para su provecho personal. Vé a la lucha, proletario; pero no para encumbrar a nadie, sino para elevar a tu clase, para dignificarla; ya que la ocasión se presenta de que tengas un arma en tus manos, toma la tierra, pero no para tí solo; para ti y para todos los demás, pues que de todos es por derecho natural.

Proletario consciente: vuela donde luchan tus hermanos para decirles que se necesita algo más que un corazón valiente y una arma en las manos; diles que se necesita una idea en el cerebro. Y esa idea, óyelo bien, debe ser la emancipación económica. Si no obtienes esa libertad, habrás dado, una vez más, tu sangre para que te oprima otro tirano.

(De "Regeneración", 24 de diciembre de 1910.)

_____________________________________________________________________________________________________


VAMOS HACIA LA VIDA 

No vamos los revolucionarios en pos de una quimera: vamos en pos de la realidad. Los pueblos ya no toman las armas para imponer un dios o una religión, los dioses se pudren en los libros sagrados; las religiones se deslíen en las sombras de la indiferencia. El Corán, los Vedas, la Biblia, ya no esplenden: en sus hojas amarillentas agonizan los dioses tristes como el sol en un crepúsculo de invierno.

Vamos hacia la vida. Ayer fue el cielo el objetivo de los pueblos: ahora es la tierra. Ya no hay manos que empuñen las lanzas de los caballeros. La cimitarra de Alí yace en las vitrinas de los museos. Las hordas del dios de Israel se hacen ateas. El polvo de los dogmas va desapareciendo al soplo de los años.

Los pueblos ya no se rebelan, porque prefieren adorar un dios en vez de otro. Las grandes conmociones sociales que tuvieron su génesis en las religiones, han quedado petrificadas en la historia. La Revolución francesa conquistó el derecho de pensar; pero no conquistó el derecho de vivir, y a tomar este derecho se disponen los hombres conscientes de todos los países y de todas las razas.

Todos tenemos derecho de vivir, dicen los pensadores, y esta doctrina humana ha llegado al corazón de la gleba como un rocío bienhechor. Vivir, para el hombre, no significa vegetar. Vivir significa ser libre y ser feliz. Tenemos, pues, todos derecho a la libertad y a la felicidad.

La desigualdad social murió en teoría al morir la metafísica por la rebeldía del pensamiento. Es necesario que muera en la práctica. A este fin encaminan sus esfuerzos todos los hombres libres de la tierra.

He aquí por qué los revolucionarios no vamos en pos de una quimera. No luchamos por abstracciones, sino por materlalidades. Queremos tierra para todos, para todos pan. Ya que forzosamente ha de correr sangre, que las conquistas que se obtengan beneficien a todos y no a determinada casta social.

Por eso nos escuchan las multitudes; por eso nuestra voz llega hasta las masas y las sacude y las despierta, y, pobres como somos, podemos levantar un pueblo.

Somos la plebe; pero no la plebe de los Faraones, mustia y doliente; ni la plebe de los Césares, abyecta y servil; ni la plebe que bate palmas al paso de Porfirio Díaz. Somos la plebe rebelde al yugo; somos la plebe de Espartaco, la plebe que con Munzer proclama la igualdad, la plebe que con Camilo Desmoulins aplasta la Bastilla, la plebe que con Hidalgo incendia Granaditas, somos la plebe que con Juárez sostiene la Reforma.

Somos la plebe que despierta en medio de la francachela de los hartos y arroja a los cuatro vientos como un trueno esta frase formidable: ¡Todos tenemos derecho a ser libres y felices! Y el pueblo, que ya no espera que descienda a algún Sinaí la palabra de Dios grabada en unas tablas, nos escucha. Debajo de las burdas telas se inflaman los corazones de los leales. En las negras pocilgas, donde se amontonan y pudren los que fabrican la felicidad de los de arriba, entra un rayo de esperanza. En los surcos medita el peón. En el vientre de la Tierra el minero repite la frase a sus compañeros de cadenas. Por todas partes se escucha la respiración anhelosa de los que van a rebelarse. En la obscuridad, mil manos nerviosas acarician el arma y mil pechos impacientes consideran siglos los días que faltan para que se escuche este grito de hombres: ¡rebeldía!

El miedo huye de los pechos: sólo los viles lo guardan. El miedo es un fardo pesado, del que se despojan los valientes que se avergüenzan de ser bestias de carga. Los fardos obligan a encorvarse, y los valientes quieren andar erguidos. Si hay que soportar algún peso, que sea un peso digno de titanes; que sea el peso del mundo o de un universo de responsabilidades.

¡Sumisión! es el grito de los viles; ¡rebeldía! es el grito de los hombres. Luzbel, rebelde, es más digno que el esbirro Gabriel, sumiso.

Bienaventurados los corazones donde enraiza la protesta. ¡Indisciplina y rebeldía!, bellas flores que no han sido debidamente cultivadas.

Los timoratos palidecen de miedo y los hombres serios se escandalizan al oír nuestras palabras; los timoratos y los hombres serios de mañana las aplaudirán. Los timoratos y los serios de hoy, que adoran a Cristo, fueron los mismos que ayer lo condenaron y lo crucificaron por rebelde. Los que hoy levantan estatuas a los hombres de genio, fueron los que ayer los persiguieron, los cargaron de cadenas o los echaron a la hoguera. Los que torturaron a Galileo y le exigieron su retractación, hoy lo glorifican; los que quemaron vivo a Giordano Bruno, hoy lo admiran; las manos que tiraron de la cuerda que ahorcó a John Brown, el generoso defensor de los negros, fueron las mismas que más tarde rompieron las cadenas de la esclavitud por la guerra de secesión; los que ayer condenaron, excomulgaron y degradaron a Hidalgo, hoy lo veneran; las manos temblorosas que llevaron la cicuta a los labios de Sócrates, escriben hoy llorosas apologías de ese titán del pensamiento.

Todo hombre -dice Carlos Malato- es a la vez el reaccionario de otro hombre y el revolucionario de otro también.

Para los reaccionarios -hombres serios de hoy- somos revolucionarios; para los revolucionarios de mañana nuestros actos habrán sido de hombres serios. Las ideas de la humanidad varian siempre en el sentido del progreso, y es absurdo pretender que sean inmutables como las figuras de las plantas y los animales impresas en las capas geológicas.

Pero si los timoratos y los hombres serios palidecen de miedo y se escandalizan con nuestra doctrina, la gleba se alienta. Los rostros que la miseria y el dolor han hecho feos, se transfiguran; por las mejillas tostadas ya no corren lágrimas; se humanizan las caras, todavía mejor, se divinizan, animadas por el fuego sagrado de la rebelión. ¿Qué escultor ha esculpido jamás un héroe feo? ¿Qué pintor ha dejado en el lienzo la figura deforme de algún héroe? Hay una luz misteriosa que envuelve a los héroes y los hace deslumbradores. Hidalgo, Juárez, Morelos, Zaragoza, deslumbran como soles. Los griegos colocaban a sus héroes entre los semidioses.

Vamos hacia la vida; por eso se alienta la gleba, por eso ha despertado el gigante y por eso no retroceden los bravos. Desde su Olimpo, fabricado sobre las piedras de Chapultepec, un Júpiter de zarzuela pone precio a las cabezas de los que luchan; sus manos viejas firman sentencias de caníbales; sus canas deshonradas se rizan como los pelos de un lobo atacado de rabia. Deshonra de la ancianidad, este viejo perverso se aferra a la vida con la desesperación de un náufrago. Ha quitado la vida a miles de hombres y lucha a brazo partido con la muerte para no perder la suya.

No importa; los revolucionarios vamos adelante. El abismo no nos detiene: el agua es más bella despeñándose.

Si morimos, moriremos como soles: despidiendo luz.

(De "Regeneración", 1° de octubre de 1910.)

-------------------------------------