19 de diciembre de 2017

Breve balance crítico de las jornadas de noviembre de 1922 en Ecuador


Breve balance crítico de las jornadas de noviembre de 1922 en Ecuador[1]

1.      El presente balance es sólo el “esqueleto” de un futuro balance más amplio y profundo de nuestra parte. De ahí su brevedad. Queda pendiente, entonces, dicha profundización de los hechos e ideas-fuerza que aquí se plantean, lo cual tomará su tiempo porque da hasta para un libro. Sin embargo, es crítico porque –como bien dijo Lukács– “el proletariado no puede ahorrarse ninguna autocrítica, pues sólo la verdad puede aportarle la victoria”, ya que de esa manera extrae y fija las lecciones de sus avances y sus retrocesos, de sus aciertos y sus errores, de sus fortalezas y sus debilidades, de sus victorias y sus derrotas históricas en la larga lucha contra el sistema capitalista, a fin de saber y poder hacer la revolución social mundial. En este sentido, todo balance proletario y revolucionario, por más breve e inacabado que sea, es (auto)crítico o no es.

2.      Hacer esto resulta necesario por varias razones. Porque, en vista de su contexto internacional y su relevancia histórica, consideramos que las jornadas de noviembre de 1922 en Ecuador deben ser recuperadas del olvido e incluso de la ignorancia para, en cambio, ser reivindicadas como un momento de la memoria del proletariado local e internacional. Porque en este país, hasta la fecha, no se ha realizado ningún balance de dichas jornadas desde una perspectiva proletaria, comunista-anárquica e internacionalista propiamente dicha; éste sería el primero y el único de tal naturaleza. Porque, hoy en día, la explotación/dominación capitalista y la lucha proletaria en su contra continúan existiendo; la vivimos en carne propia. Porque, como proletarios, nuestro enemigo mortal sigue siendo el mismo: la Sociedad del Capital y su Estado. Porque la lucha por la reivindicación y la imposición de las necesidades humanas reales sobre tal enemigo, esto es la necesidad de revolución social, también sigue siendo la misma. En fin, porque la contrarrevolución y la revolución son invariantes, aquí y en todo el mundo… y seguimos en guerra de clases, aunque no parezca.   

3.      El contexto internacional de esta lucha histórica fue de: crisis capitalista, guerra imperialista y revolución proletaria. Dos grandes acontecimientos marcaron la época: la primera guerra mundial (1914-1919) y la revolución rusa (1917). En el Ecuador, toda aquella oleada de grandes procesos y acontecimientos decantó de manera particular en: crisis del cacao (principal producto de exportación nacional en ese entonces), encarecimiento del costo de la vida de la clase trabajadora y auge del movimiento obrero (con mayor fuerza en Guayaquil, “el puerto principal”). Al igual que en el resto de América Latina y el mundo entero. De modo que, al igual que las jornadas de marzo de 1921 en Alemania analizadas por Herman Gorter (comunista de consejos), las jornadas de noviembre de 1922 en Ecuador en realidad formaron parte del “primer asalto histórico del proletariado internacional contra la sociedad de clases” de 1917 a 1923 (como dicen los compañeros de Anarquía & Comunismo) y, por lo tanto, sólo se las puede comprender dentro de tal contexto histórico-mundial.

4.      Hablamos de las jornadas de noviembre de 1922 y no sólo de la masacre obrera del 15 de noviembre de 1922, porque ésta última en realidad sólo fue un momento y un punto de quiebre de un ciclo de luchas más grande a nivel local, que se venía acumulando desde los anteriores años, meses, semanas y, particularmente, días antes del mismo 15: de hecho, la huelga o “paro general” fue del 13 al 16 de noviembre, precedida a su vez por varias huelgas y conquistas sectoriales (ferrocarriles, transporte urbano, electricidad, cacao, astilleros, oficios varios…) desde fines de octubre e inicios de noviembre.[2] Por aquello que decía Marx de que en la historia existen veinte días en los cuales se condensa y pasa todo lo que no ha pasado en veinte años. Días excepcionales, estremecedores y decisivos.

5.      Tanto por contexto como por perspectiva, así como porque se ha hablado poco y/o de manera limitada de ellos, para nosotros los hechos más relevantes y reivindicables de estas jornadas y, por lo tanto, los dos ejes centrales de nuestro balance son: 1) el Soviet o Consejo Obrero de Guayaquil y 2) las minorías activas de anarquistas revolucionarios –como Alejo Capelo y el periódico “El Proletario”– en su seno.

6.      El Soviet o Consejo Obrero de Guayaquil (Comité de Huelga instaurado el 13 de noviembre de 1922 y dirigido por la GAT, dirigida a su vez por la FTRE –predominantemente anarcosindicalista–[3]) constituye en sí una importante conquista histórica de nuestra clase en estas tierras, en tanto que forma organizativa concreta de su lucha “económica” autónoma y su poder social alcanzado durante años. De hecho, nunca antes y nunca después existió algo así en este país. Hasta un viejo historiador burgués y liberal como Óscar Efrén Reyes habla sobre la existencia de “el Soviet en Guayaquil, ejercido por los obreros” y de que “parecía que todo Guayaquil no se compusiera más que de masas proletarias”[4], en vista de que ese día la GAT efectivamente asume el control de la ciudad, a tal punto que las mismas autoridades burguesas deben solicitar autorización al comité de los huelguistas para transitar con sus lujosos vehículos. Por su parte, el tipógrafo, escritor y agitador anarcosindicalista Alejo Capelo, protagonista de estas jornadas, recuerda: “Para el día 13, el proletariado guayaquileño habría de volver el sueño realidad. El pueblo, enardecido por la represión y el cinismo de los tiranos, toma la ciudad y Guayaquil mágicamente se adelanta catorce años antes a lo que pasó en Barcelona un 19 de Julio de 1936. Los obreros controlaban la ciudad.”[5] Ahora, si bien fue un órgano proletario de “doble poder” (precario y fugaz) que desafió el poder de la burguesía al tomar el control sobre “el puerto principal”, en rigor y lamentablemente no fue un poder revolucionario, debido principalmente a su falta de claridad e intransigencia programática de clase (programa de clase) y a su democratismo o asambleísmo interno (una limitación propia del anarcosindicalismo, así como también del consejismo o sovietismo). En este caso concreto, en la asamblea general de la GAT del 14 de noviembre se permitió la presencia de sectores reformistas e incluso de elementos reaccionarios (principalmente de la COG: Confederación Obrera del Guayas, apéndice de la clase patronal) que lograron imponer su programa antiproletario o burgués en su interior (exigir al gobierno “la defensa del sucre”, el tipo de cambio de la moneda, y no luchar por las reivindicaciones proletarias mínimas: aumento del salario y reducción de la jornada de trabajo); esto es, aparte de ignorancia e ingenuidad políticas de los obreros y artesanos en huelga, una garrafal falta de ruptura con el programa o la ideología capitalista por parte de esta organización, que la desvió de la lucha proletaria contra el Capital y el Estado. De modo que, si bien su sola existencia ya es positiva y destacable durante este periodo histórico-mundial de la lucha de clases[6], la posición y actuación concreta del Soviet Anarco-Sindicalista de Guayaquil en las jornadas de noviembre de 1922 demuestra, a manera de contraejemplo, la razón y vigencia de una de las principales lecciones legadas por la llamada “izquierda comunista” italiana (Bordiga) y que hoy en día recuperan y mantienen compañeros como el Grupo Comunista Internacionalista-GCI y Guillamón: que la lucha por la revolución social no es un asunto de formas organizativas (tales como los consejos obreros o soviets) sino de contenido social real, de necesidades reales de clase y relaciones de fuerza reales, expresadas en forma de programa vivo y, por tanto, de medidas o acciones comunizadoras y anarquizantes concretas. Porque el comunismo (o, lo que es lo mismo, la anarquía, entendida como sociedad sin clases ni Estado) es el movimiento real y la dictadura social de las necesidades humanas sobre la dictadura social del valor valorizándose (la dictadura del Capital llamada democracia) o no es. Pero en este caso, ocurrió precisamente lo contrario: que en los momentos más tensos y decisivos de la “jornada noviembrina”, se logró imponer un programa ni siquiera obrero-socialdemócrata (ya que todavía no existían partidos y sindicatos leninistas en el Ecuador), sino un programa burgués al interior de esta organización proletaria sovietista local que llegó a controlar durante casi tres días la ciudad más grande de este país.

7.      Otra debilidad de este movimiento fue el economicismo y el apoliticismo de su dirigencia anarcosindicalista, lo que se tradujo en no superar las demandas salariales y luego –peor aún– las demandas cambiarias y tributarias; en dejarse infiltrar y manipular políticamente por sectores reformistas y contrarrevolucionarios como la COG; en perder toda perspectiva y voluntad de poder proletario (ya “teniéndolo” en parte en las calles), de dictadura revolucionaria del proletariado para abolir el valor, el trabajo asalariado, el mercado y el Estado, tanto al interior de la GAT como en la sociedad en general; y, en creer que la asamblea obrera y la huelga general pacífica (en esto los anarcosindicalistas ecuatorianos obviamente no eran sorelianos) constituían por sí solas las palancas para derrocar al capitalismo y sustituirlo por el “control obrero” de la economía y “las funciones sociales y administrativas… de los comunes intereses” mediante los sindicatos “federados libremente” (evidente auto-gestionismo y democratismo del Capital o de la sociedad mercantil generalizada, propio de la ideología anarcosindicalista). Sí: faltó programa revolucionario y dirección revolucionaria: faltó partido revolucionario; pero, entendido no como una organización formal con una plataforma principista y estatutaria que “concientiza” y dirige desde afuera a la clase (es decir, no en la típica acepción marxista-leninista del partido, la cual rechazamos), sino entendido como la clase misma actuando como partido autónomo y antagonista con respecto a todos los partidos, como un cúmulo de fuerzas y directrices prácticas y orgánicas del propio movimiento proletario real, el cual puede ser encarnado por tales y cuales organizaciones y militantes proletarios en situaciones históricas revolucionarias, independientemente de que se denominen anarquistas o marxistas (ésto último, una vez que se ha comprendido, criticado y superado la falsa dicotomía marxismo/anarquismo o comunismo/anarquía en favor del “partido histórico”: “el partido de la anarquía, del comunismo, del socialismo”). También faltó unidad con el proletariado urbano y rural de las demás provincias del territorio dominado por el Estado ecuatoriano (que no significa lo mismo que “alianza con el campesinado” ni “unidad nacional”), internacionalismo práctico, pasar a la ofensiva insurreccional… y armamento.

8.      En suma, el Soviet de Guayaquil de noviembre de 1922 fue derrotado porque no supo usar hasta las últimas consecuencias su poder social real, debido principalmente a su desarme programático como clase y a su falta de voluntad de poder (de toma del poder, NO del Estado burgués al cual hay que destruirlo de raíz, sino de la propia vida colectiva e individual); lo que fue su primera y quizá principal derrota, ya que en asamblea obrera del 14 de noviembre primero triunfó un programa burgués (derrota política –jaque–), y al día siguiente fue derrotado nueva y finalmente en las calles mediante la brutal represión estatal (derrota militar –jaque mate–). De hecho, el día 14 el comité de huelga le exige al gobierno el cumplimiento de un pliego de demandas ya ajenas a las reivindicaciones proletarias, en el plazo de 24 horas… y en 24 horas, es decir el día 15, el Estado burgués-oligárquico le responde con “plomo, metralla y cárcel”, a pesar de la huelga, los mítines, los saqueos a almacenes y a que sólo unos cuantos proletarios –“incontrolados” y “suicidas”– expropiaron y empuñaron armas de fuego para su autodefensa (lo que debieron hacer masivamente antes, durante y después del 15 de noviembre).

9.      La burguesía local de ese entonces (encabezada por los banqueros, los agroexportadores y los importadores, y secundados por sus abogados-políticos como el mismo presidente de la república de entonces, José Luis Tamayo), demostrando su conciencia de clase y haciendo uso de todo su poder, el 15 de noviembre de 1922 masacró, pues, a este movimiento proletario con el aparato represivo de su Estado, porque realmente temía “la insurrección”, “la revolución”, “la dictadura del proletariado”, “la instauración de la república de los soviets”, "el comunismo", “la anarquía” (en las propias palabras de sus principales órganos de prensa de la época –“El Comercio”, “El Telégrafo” y “El Día”–, invocando además el asqueroso patriotismo o nacionalismo en contra de “los conspiradores bolcheviques internacionales” y “los peruanos”). El punto es que aquí, a pesar de su inmadurez y sus debilidades, el proletariado estaba luchando por todo aquello, pero no sabía que lo estaba haciendo. La burguesía, en cambio, sí lo supo y por eso lo aplastó sin piedad alguna. Trágica ironía de la historia.

10.  La causa en última instancia de esta derrota local fue en realidad de naturaleza histórica e internacional, a saber: la debilidad del movimiento obrero revolucionario internacional (o, si se prefiere, del “partido histórico” y comunista-anárquico mundial) en cuanto tal frente al Capital-Estado mundial; es decir, la misma causa principal de la derrota de la revolución rusa, ucraniana, alemana, en el cono sur… en todo el planeta. Además, dentro del periodo 1917-1923, el de Guayaquil fue uno de los últimos consejos obreros a nivel mundial: un sobresaliente pero aislado punto dentro de la línea curva descendente de aquella histórica oleada de grandes luchas y revoluciones proletarias. Y fue tardío o “atrasado” porque el desarrollo del capitalismo industrial y del proletariado urbano en el Ecuador también fue “atrasado” e incipiente con respecto al resto de la región y del mundo, ya que en la década de 1920 todavía se hallaba en una fase de subsunción o “dominación formal” del Capital (según Camatte); lo cual aquí se encarnaba en el alto porcentaje de artesanos proletarizados (carpinteros, panaderos, peluqueros, tipógrafos, etc.) que componía el movimiento obrero local de la época o, como escribe Páez en “El anarquismo en el Ecuador”: “una amalgama artesanal-asalariada que apenas se encuentra transitando, organizativamente, del gremio al sindicato.” (p. 69). Su inmadurez histórico-material explica, pues, su inmadurez programática y política; es decir, que no haya luchado por abolir el trabajo asalariado y la democracia mediante la violencia revolucionaria, sino que haya luchado por gestionarlos “desde abajo” de manera pacífica y “libertaria”.   

11.  El sector más avanzado de este movimiento real, contradictorio e inmaduro sin duda fueron los grupos anarquistas, en especial los “comunistas libertarios” o anarquistas-comunistas (también habían espartaquistas). De hecho, los anarquistas fueron las minorías más claras y radicales de ese entonces, puesto que, junto con agitar reivindicaciones por mejoras concretas en las condiciones de trabajo y de vida de “la clase productora”, ya planteaban explícita y abiertamente la abolición de la propiedad privada y la supresión del Capital, la abolición del dominio y la explotación del hombre por el hombre, la comunidad de los medios de producción y de bienes, la sociedad sin clases ni Estado, el internacionalismo proletario, la solidaridad o el apoyo mutuo, el antagonismo de clases y la acción directa como principios y métodos de lucha. La cantidad y el contenido de su prensa (“El Proletario”, “El Cacahuero”, “Redención”, “Alba Roja”, “La Revuelta”, “La Protesta”, “La Bandera Roja” y, después de 1922, “Tribuna Obrera”, “El Hambriento” y “Luz y Acción”) así lo testimonian, en clara sintonía con el movimiento revolucionario internacional de aquella época, a pesar de su falta de vinculación orgánica con el mismo. En la práctica, durante más de una década los núcleos anarquistas contribuyeron con su agitación y propaganda, tanto en reuniones y asambleas como en mítines y huelgas, a la formación y elevación de la conciencia, la organización y la independencia de clase del emergente proletariado urbano en estas tierras; es más, contribuyeron a la constitución misma del proletariado “ecuatoriano” en clase, en sujeto, en fuerza real y autónoma, a tal punto de llegar a estructurar la “primera central obrera de orientación revolucionaria” –la FTRE– y luego el Soviet o Consejo Obrero de Guayaquil –bajo el nombre de “Gran Asamblea de Trabajadores” (GAT)–, durante los meses de octubre y noviembre de 1922, respectivamente. Sin embargo, y por desgracia, durante esas mismas jornadas de lucha no tuvieron la suficiente experiencia, fuerza y claridad para imponerse como dirección revolucionaria real dentro de tal movimiento obrero real y conducirlo hasta las últimas consecuencias de la guerra de clases real. Porque, como bien sostiene el GCI, las minorías revolucionarias deben luchar por imponer el contenido o el programa revolucionario de manera antidemocrática (dictadura de las necesidades humanas sobre la dictadura inhumana del Capital) al interior de las formas organizativas proletarias aparentemente revolucionarias, al mismo tiempo que imponerlo a la socialdemocracia y a la burguesía. En este caso, no lo hicieron… o no lo hicieron con la claridad y la fuerza necesarias. De hecho, se dejaron ganar por la COG, órgano sindical del Estado democrático-burgués. Fueron derrotados y hasta eliminados, es cierto; pero en cambio, existieron y lucharon no sólo por las reivindicaciones inmediatas de nuestra clase sino por la revolución social proletaria, por el comunismo y la anarquía; y, después de la masacre estatal del 15 de noviembre y la cárcel, unos cuantos sobrevivieron para contarlo y se mantuvieron activos hasta la década de 1930 e incluso de 1940, pero prácticamente desorganizados, dispersos y divididos, cuando no confinados y exiliados… en fin, derrotados. Para nosotros, la existencia de estos núcleos militantes anarquistas en aquella época es inseparable de, e igual de importante y reivindicable que, el Soviet de Guayaquil, porque desde entonces hasta la fecha en este país no han existido minorías realmente revolucionarias o radicales (a excepción de Proletarios Revolucionarios en Quito del 2009 al 2016, más otros grupos anónimos y efímeros). Y sabemos que sigue siendo una necesidad y una tarea revolucionaria construir y fortalecer este tipo de minorías; así como también, un nuevo Soviet, Comuna o poder autónomo y asambleario de las masas, donde las minorías revolucionarias participen activa y decisivamente.   


12.  Las investigaciones y publicaciones realizadas hasta hoy día sobre esta histórica lucha proletaria en el Ecuador (Pedro Saad, Oswaldo Albornoz, Manuel Agustín Aguirre, Patricio Ycaza, Alexei Páez, Carlos Pazmiño), son necesarias y respetables, contienen algunos elementos valiosos y rescatables, pero también son insuficientes, además de sesgadas y limitadas. La mejor de éstas hasta la fecha es, a nuestro criterio, la de Patricio Ycaza[7] (quien a su vez recoge y profundiza elementos importantes del balance hecho por el “socialista revolucionario” Aguirre[8]). Le sigue después la de Pazmiño[9] (quien era anarquista ideológico o doctrinario y ahora es “ycaziano”). Y finalmente, la de Páez[10] (pese a su sesgo ideológico antimarxista y anarcosindicalista, y a que sólo menciona de pasada el Soviet de Guayaquil). El mérito de Ycaza y de Pazmiño (y también de Páez) es que hicieron investigación de archivo de los documentos de la época, aportando información de interés sobre los hechos históricos. Sus limitaciones son más bien sus interpretaciones ideológicas de tales hechos: el primero por ser mirista (marxistaleninista-trotskoguevarista, aunque luego se pasó al PSE), y el segundo por ser “anarco-comunista plataformista” (pero que ahora es dizque “marxista-bolivariano” académico y en algunos artículos periodísticos ha manifestado su “apoyo crítico” y ambiguo al gobierno de la “revolución ciudadana” de Correa… sin comentarios). Así pues, con respecto al Soviet de Guayaquil y, en especial, a su vanguardia anarcosindicalista, ambos la mencionan: el primero critica sus “incuestionables limitaciones” ideológicas y políticas, mientras que el segundo hace su apología con “honor y gloria”. Tanto lo uno como lo otro es comprensible, pero asimismo es criticable, insuficiente y hasta prescindible, sobre todo lo segundo. Porque, dejando aparte el reformismo y oportunismo históricos de las tradicionales izquierdas del Capital (PSE y PCE), no se trata de hacer un balance ideológico (cuasi religioso), identitario y nostálgico de esta histórica lucha proletaria, donde se sobrevalore el papel de tales o cuales actores y sus ideologías (en este caso, el anarquismo), convirtiéndolos incluso en “héroes y mártires”; sino que se trata –como ya lo dijimos al inicio– de hacer un balance histórico materialista y crítico desde una perspectiva revolucionaria e internacionalista de clase, del cual se extraigan las lecciones prácticas y teóricas para las luchas proletarias del presente y el futuro, para saber qué hacer, qué no hacer y por qué, a fin de derrotar a la dictadura democrática del Capital e instaurar el comunismo anárquico: la sociedad sin clases, Estado, mercado, naciones, razas, géneros ni ninguna otra forma de opresión.

13.  En ese sentido, el mejor balance de las jornadas de noviembre de 1922 sigue siendo el que hicieron los propios anarquistas revolucionarios que protagonizaron y sobrevivieron la masacre, como el del compañero histórico Alejo Capelo: “el 15 de noviembre de 1922 fue el bautizo de sangre del proletariado ecuatoriano […] apartó a las clases entre sí […] le enseñó al proletariado cuáles son sus enemigos mortales para siempre [y, por tanto,] el odio a la burguesía, la lucha contra el capitalismo y por la revolución social [, y] la necesidad de la violencia proletaria”.[11] Sin embargo, hubiese sido un aporte significativo y trascendente que también hagan un balance autocrítico tal como el que hicieron Los Amigos de Durruti durante la llamada revolución española (1936-1937): anarcosindicalistas combatientes de primera línea que, en carne propia y dejando a un lado sus escrúpulos ideológicos ácratas, llegaron a comprender y plantear con toda la razón que “la revolución es totalitaria o es derrotada”, y que por ello lo que se necesita es “programa, fusiles y junta revolucionaria”; es decir, teoría, violencia y poder revolucionarios para derrotar real y definitivamente al Estado capitalista, en particular, y a la dictadura social de la mercancía y el valor, en general. Pero, lamentablemente, los anarcosindicalistas de aquí no lo hicieron: les faltaba experiencia y formación para hacerlo. Décadas después, los historiadores izquierdistas del movimiento obrero ecuatoriano, tampoco lo hicieron; mejor dicho, aportaron datos y análisis interesantes (sobre todo Albornoz e Ycaza), pero no hicieron un balance verdaderamente revolucionario (aunque talvez Aguirre –desde el marxismo– y Páez –desde el anarquismo– fueron los que más se acercaron a ello). En los últimos años, allá por el 2009, los supuestos nuevos “comunistas libertarios” o “anarco-comunistas” de este país (“Hijos del Pueblo”, el grupo de Pazmiño), tampoco lo hicieron: investigaron y reprodujeron interesantísimos fragmentos de la prensa ácrata de la época, pero no hablaron sobre el Soviet de Guayaquil como tal (seguramente porque para ellos eso hubiese sido un pecado ideológico “consejista”), sino sólo sobre “el papel de los héroes y mártires anarquistas” y nada más. Desde otro lado, Carlos Lasso Cueva en un artículo suyo del 2013 al respecto[12], si bien menciona la existencia de un “doble poder”, no hace referencia ni al soviet ni a los proletarios anarquistas guayaquileños, sino que se enfoca sólo en la matanza del 15 y se estanca en una interpretación izquierdista que recoge elementos válidos del balance de Aguirre pero los mezcla con otros elementos de interpretación trotskista, luxemburguista y de la Corriente “Comunista” Internacional (CCI): una bazofia ecléctica pseudohistoriográfica y pseudoanticapitalista. Por su parte y finalmente, Proletarios Revolucionarios tampoco hicieron un balance de esta lucha al estilo de la “izquierda comunista” histórica, a excepción de un escueto pero certero balance en una volante de hace tres años alusiva a la fecha[13]; y de que al menos la mencionaban en volantes anteriores y posteriores, porque siempre supieron y expresaron que es y debe ser una parte de la memoria histórica del proletariado local y mundial. Luego a lo interno lo plantearon como proyecto de investigación y publicación militante, pero se quedó sólo en idea debido a su autodisolución en el 2016. Que el presente y breve balance sirva, entonces, como un pequeño aporte para llenar ese vacío y también como un “esqueleto” para un futuro balance más completo, riguroso y profundo de nuestra parte. ¡Salud, Comunismo y Anarquía!

Unos Proletarios
Quito, Diciembre de 2017
[Editado levemente en Noviembre de 2019]




[1] Esta es la versión corregida y aumentada del borrador escrito, y compartido con algunos compañeros vía e-mail, el 15 de noviembre de 2017.
[2] Más información o datos al respecto, ver Huelga general de noviembre de 1922https://es.wikipedia.org/wiki/Huelga_general_de_noviembre_de_1922
[3] FTRE: Federación de Trabajadores Regional Ecuatoriana, creada el 15 de octubre de 1922. GAT: Gran Asamblea de Trabajadores, creada el 7 de noviembre de 1922.                   
[4] Óscar Efrén Reyes (1949). Breve Historia General del Ecuador cit. en Patricio Ycaza (1984). Historia del Movimiento Obrero Ecuatoriano. Primera Parte (de su génesis al Frente Popular). Quito: Centro de Documentación e Información de los Movimientos Sociales del Ecuador-CEDIME, p. 147. Ver también Ricardo Barrera (1923). Para la Historia. El 15 de Noviembre cit. en Alexei Páez (1986). El Anarquismo en el Ecuador. Quito: Corporación Editora Nacional. Colección Popular 15 de Noviembre, p. 66.                     
[5] Alejo Capelo cit. en Carlos Pazmiño (2008). Alejo Capelo y el 15 de Noviembre de 1922. Disponible en:  https://www.anarkismo.net/article/10956
[6] Nos resulta muy interesante y loable anotar que el soviet de Guayaquil consta en el Mapa interactivo de consejos obreros (1917-1927), publicado en marzo de este año por la página inglesa libcom (“libertarian communism”): https://libcom.org/history/interactive-map-workers-councils-1917-1927, cuya traducción al español se encuentra disponible en: https://autogestioa.wordpress.com/tag/consejos-obreros/. Así como también, en el mapa mundial de “La oleada revolucionaria de 1917/1923” en Anarquía & Comunismo nro. 10: Especial a 100 años de la revolución rusa, Santiago de Chile, octubre de 2017, p. 4: https://anarquiaycomunismo.noblogs.org/post/2017/11/10/anarquia-comunismo-n10-especial-a-100-anos-de-la-revolucion-rusa/
[7] En su ya citada Historia del movimiento obrero ecuatoriano (1984, sobre todo el Capítulo 2: "Los Primeros Congresos Obreros. Crisis cacaotera, anarcosindicalismo, la jornada noviembrina y sus consecuencias"), así como también en otros folletos y artículos de su autoría, por ejemplo: La lucha de clases en el Ecuador: las jornadas de noviembre de 1922 (1981). Quito: Cuadernos del Obrero Revolucionario nro. 6.
[8] Ver Manuel Agustín Aguirre (1979). La Masacre del 15 de Noviembre y sus Enseñanzas. Quito: Editorial Universitaria.
[9] Carlos Pazmiño (2009). El 15 de Noviembre de 1922 y el papel de los anarquistas en el seno de la clase obrera ecuatoriana. Disponible en: https://www.anarkismo.net/article/14992
[10] Ver Alexei Páez (1986). El Anarquismo en el Ecuador. Quito: Corporación Editora Nacional. Colección Popular 15 de Noviembre.
[11] Alejo Capelo (1973). El 15 de noviembre de 1922, una jornada sangrienta. Guayaquil: Departamento de Publicaciones de la Universidad de Guayaquil.
[12] Carlos Lasso Cueva (2013, enero 7). Masacre del 15 XI de 1922. Disponible en: https://clavedelpoeta.wordpress.com/2013/01/07/masacre-del-15-xi-de-1922/
[13] Ver Proletarios Revolucionarios (2014). 15 de Noviembre: ¡Guerra de Clases, Guerra de Memorias! Disponible en: http://proletariosrevolucionarios.blogspot.com/2014/11/ecuador-15-de-noviembre-guerra-de_14.html Volante que, semanas más tarde, fue traducida al inglés (y al francés) y publicada por parte del grupo Tridni Valka (Rep. Checa): “November 15: Class War, Memory War!”: https://www.autistici.org/tridnivalka/ecuador-november-15-class-war-memory-war/; traducción que, a su vez, también fue publicada por libcomhttps://libcom.org/news/ecuador-november-15-class-war-memory-war-%C3%A9quateur-15-novembre-guerre-de-classe-guerre-de-m%C3%A9  

1 de diciembre de 2017

Solidaridad Internacional con la Lucha Mapuche


Las recuperaciones territoriales por parte del pueblo mapuche en lucha a ambos lados de la cordillera continúan creciendo y extendiéndose, a la vez que la represión se agudiza. El día sábado 25 de noviembre fue asesinado por Prefectura el compañero Rafael Nahuel, joven mapuche de 22 años que se encontraba resistiendo en la lof Lafken Winkul Mapu a 35 Km de Bariloche. Rafael junto a otros compañeros se encontraban defendiendo la reciente recuperación territorial frente a un mega operativo represivo iniciado el día jueves 23. La región está saturada de fuerzas represivas y los compañeros continúan resistiendo pese a la brutal represión y la muerte.

Facundo Jones Huala, lonko de la comunidad en resistencia de Cushamen, continúa preso desde junio en Esquel a la espera de un inminente juicio con el que buscan extraditarlo a Chile.

Nuestro compañero Santiago está muerto, asesinado por las fuerzas represivas y lo único que ha hecho la justicia es manosearlo, con infinitas autopsias que solo buscaron frenar la bronca para seguir mintiendo y protegiéndose.

No podemos esperar nada del Estado, que solo reprime, asesina y nos trata de estúpidos. Luchemos por Rafael y por Santiago. Continuemos movilizados por la libertad de Facundo Jones Huala y contra la represión hacia las comunidades mapuche. 

SOLIDARIDAD CON EL PUEBLO MAPUCHE EN LUCHA
LIBERTAD A FACUNDO JONES HUALA
SANTIAGO MALDONADO Y RAFAEL NAHUEL PRESENTES
¡VIVA LA LUCHA REVOLUCIONARIA!

Rosario-Argentina, diciembre de 2017

23 de noviembre de 2017

Contra el Estado y la Mercancía. Compilación de Cuadernos de Negación nros. 2 al 5


Los Cuadernos de Negación son un esfuerzo colectivo por comprender de forma integral la sociedad presente para superarla. En tal sentido, han sido un aporte compartido y difundido en diferentes regiones del mundo, no tanto por la orginalidad de sus planteos como por poner en común y en forma accesible discuciones, reflexiones y críticas ausentes, especialmente en este idioma.

Contra el Estado y la mercancía es una compilación de los primeros números de la revista Cuadernos de Negación publicados entre 2009 y 2011: Clases sociales, o la maldita costumbre de llamar las cosas por su nombre (nro. 2), Contra la sociedad mercantil generalizada (nro. 3), Sobre la necesidad de destrucción del Estado (nro. 4), Contra la democracia, sus derechos y deberes (nro. 5). Se han incluido también otros textos breves publicados por el colectivo.

La comprensión de esta sociedad se encuentra en su más profunda y despiadada crítica. Crítica que se expresa en los momentos de reflexión como en las acciones y revueltas, de manera colectiva y generalizada. En lucha por el comunismo y la anarquía.

11 de noviembre de 2017

Anarquía & Comunismo 10: Especial a 100 años de la revolución rusa

Presentación general

El desarrollo del modo de producción capitalista, que comienza a manifestarse a fines del siglo XV, debió enfrentar la resistencia de diversos grupos humanos a proletarizarse (por ejemplo, sectores del campesinado en Europa, distintas etnias en el “nuevo mundo”, etc.). Fueron siglos de enfrentamientos por someter a las poblaciones humanas a las lógicas de la acumulación de capital, aceleradas con la revolución industrial. A inicios del siglo XIX, en el corazón de la sociedad capitalista más avanzada de su tiempo, Inglaterra, el movimiento luddita, con sus ataques a la maquinaria industrial, fue una de las últimas contestaciones radicales en este proceso de violenta acumulación originaria. Como sabemos, el capital y su estado ahogaron en sangre estos levantamientos, creando con ello la base social necesaria para el proceso de producción de mercancías; el proletariado. Pero esta clase social no dejó de rebelarse contra el trabajo asalariado y las condiciones de vida que se le imponían, e irrumpe con fuerza en la historia para reivindicar sus propios intereses como humanidad explotada. Un primer hito lo marca la revolución de 1848, que en Francia alcanzó sus momentos más álgidos, y que es considerado el primer proceso revolucionario moderno que tiene como protagonista al proletariado. Derrotado, este movimiento se vuelve a manifestar con fuerza en 1871, dando vida a la Comuna de París, experiencia subversiva que señala el camino (con sus potencialidades y limitaciones) de posteriores procesos de auto emancipación. Así, una nueva oleada revolucionaria hace temblar a la clase capitalista a principios del siglo XX, una de cuyas primeras manifestaciones lo constituye la revolución rusa de 1905, que ve el surgimiento de los soviets como organismos de lucha autónomos del proletariado. Pero no sólo allí, sino en todas partes del globo, la lucha obrera se muestra tenaz y en auge, mientras la represión estatal intenta reaccionar con su acostumbrado arsenal del terror. La competencia entre capitalistas deriva necesariamente en cruentos enfrentamientos bélicos, conduciendo a la humanidad a la carnicería de la Primera Guerra Mundial, ocasión que señala definitivamente el papel de las burocracias obreras aliadas con la burguesía progresista, encarnadas en el gigantesco partido-estado socialdemócrata -muy fuerte sobre todo en Alemania-, que apoya a sus propias naciones imperialistas en este conflicto, conduciendo a la ruptura con estos aparatos por parte importante del movimiento revolucionario. El clímax de este vendaval se concentra entre los años 1917-1923, con la revolución rusa de octubre como experiencia central, pero que ve también brotes de lucha radical en Alemania, Holanda, Hungría, China, Latinoamérica (destacando la revolución mexicana), etc. A este movimiento internacional nos referimos cuando hablamos del "primer asalto proletario a la sociedad de clases", cuyo último estallido, aislado ya, pero quizás el que más lejos llegó en vislumbrar una sociedad comunista, lo constituye la revolución española (julio 1936 - mayo 1937). 

Tal movimiento histórico, en el que varias revueltas e insurrecciones se entrelazan espacial y temporalmente, evidencian una multitud de factores a considerar que no permiten reducirlo a simples gestas heroicas gatilladas por individuos iluminados o sectas ideológicas particulares, por más que se esfuercen en afirmar lo contrario, asumiéndolo o no, sus tristes epígonos actuales, nostálgicos de líderes y banderas de disfraz socialista. La derrota sufrida por el proletariado en este ciclo de luchas no fue, claro está, sólo militar; no superar la conducción de las experiencias subversivas por parte de partidos de ideología y programa fundamentalmente capitalistas, como lo fueron todas las derivaciones superficialmente escindidas del tronco socialdemócrata, entre las que destacan con notoriedad los bolcheviques, significó sucumbir ante el monstruoso ciclo de autovalorización del valor, que dejó intactas -o contribuyó activamente a fortalecer- las categorías esenciales del capital: trabajo asalariado, producción de mercancías, plusvalor en manos de la burguesía tradicional o de la burocracia roja (clase capitalista a fin de cuentas), aparataje estatal (y su inmanente poder represivo) y alienación. Hay todavía quienes ven en el ascenso de los bolcheviques al poder y el posterior desarrollo de la URSS, un triunfo del socialismo. "Hay derrotas que deben considerarse como victorias y victorias que deben considerarse como derrotas: la Comuna de París de 1871 pertenece a las primeras, la revolución rusa de 1917 a las segundas", nos dice el MIL en su ya clásico texto "Revolución hasta el Fin". El interés que posee el estudio de esta oleada revolucionaria, a cien años de la revolución rusa y contra-revolución bolchevique, es nada menos que descubrir los factores que hagan efectivamente posible una ruptura revolucionaria, comunista anárquica, con la civilización del capital. Debatir los elementos teórico-prácticos que permitan de una vez por todas librarnos de nuestra condición de clase explotada, abolir todas las separaciones que nos mutilan: Construir la comunidad humana.

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En este número:

- A 100 años de la Revolución Rusa: Una introducción histórica
- La oleada revolucionaria de 1917/1923
- Dossier: extractos de Grandizo Munis y Victor Serge sobre la cuestión rusa
- Arbeit Macht Frei, o la concepción socialdemócrata de la transición al socialismo
- Leninismo y contrarrevolución: correspondencia revolucionaria sobre la revolución rusa
- Epílogo: Revolución a título humano

10 de noviembre de 2017

Guerra de Clases en EE. UU. con forma racial


Video-panfleto a propósito de los acontecimientos en Estados Unidos que giran en torno a los disturbios raciales; que más que raciales son parte de un contexto más amplio que es la lucha de clases. - Materiales X la Emancipación

19 de septiembre de 2017

Apocalipsis y Supervivencia*

Consideraciones sobre el libro «Critica dell’utopia capitale» de Giorgio Cesarano y la experiencia de la corriente comunista radical en Italia

Francesco Santini (1994)

Este es uno de aquellos textos -geniales y brutales, brillantes y cortopunzantes- con los cuales uno se siente conmovido y hasta identificado, porque te resulta significativo, como si mucho antes de tí otro te hubiese tomado una fotografía del "alma" en determinado momento de esta (muerte en) vida, la hubiese "traducido" a palabra y luego regresado desde el pasado hasta el presente tan sólo para leértela en voz alta. Sí, voces. Voces que unas veces nublan, y otras encandilan. Causa ésta no poco frecuente de derrotas (incluidas disoluciones, deserciones y decepciones entre compañeros de lucha) y hasta de muertes, pero, al mismo tiempo, poco asumida y combatida dentro del propio movimiento revolucionario de la humanidad proletarizada y sufriente; en este caso, no sólo debido al sufrimiento de no tener trabajo ni dinero para comer, sino también al sufrimiento psíquico que puede terminar en el aislamiento, la "locura" y el suicidio. De hecho, hoy en día se registra a nivel mundial más de 800 000 personas muertas por suicidio cada año (1 suicidio cada 40 segundos). Un "anatema", "peste" y "apocalipsis" que, silencioso e inmisericorde, nos azota y decapita generación tras generación, en todas partes. Tragedia proletaria, a veces lúcida y épica (locura proletaria que se hace un harakiri o que se lanza al río anclada a su propia roca), de la cual Guy Debord ya hubo de dejarnos testimonio en "In girum imus nocte et consumimur igni" (1978) y años más tarde (1994) con su propio suicidio: "Y un día aciago incluso el jugador más bello que había entre nosotros se perdió en los bosques de la locura. No hay mayor locura que la organización actual de la vida. [...] «¿Dónde están los galanes / a los que antaño seguí?» Unos están muertos; otro vivió más de prisa todavía, hasta que se cerraron tras de él las rejas de la demencia." Entonces, como proletarios -y como "locos"- que se saben tales y quieren dejar de serlo, contra todo ello también hay que luchar no sólo para sobrevivir -que es lo mismo que no morir-, sino para vivir humana, sana y plenamente. (Nota de Ex-PR, septiembre 2017)

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... «Apocalipsis y sobrevivencia», al profundizar en la relación entre teoría y práctica durante ese período, pone de manifiesto una dimensión casi siempre pasada por alto por la crítica radical: el hecho de que en períodos de intensa actividad revolucionaria la experiencia exaltante de romper con el viejo mundo se combina en la vida de la gente con el temor de lanzarse a lo desconocido, con el sufrimiento de ver destrozada la seguridad de sus propios hábitos y relaciones, con la necesidad de hacer sacrificios y de entrar en compromisos, con el sinsabor de las intrigas políticas y los choques ideológicos… todas esas cosas que hacen de las revoluciones algo más que una “gran fiesta”. En vez de reiterar la típica letanía simplificadora que pone al proletariado de un lado y a la reacción del otro, el autor mete el dedo en las tensiones explosivas que sacudieron las vidas de los revolucionarios en ese tiempo; así como en las conflictivas relaciones mutuas sostenidas por diversas corrientes al interior del movimiento proletario. (Introducción del traductor, Comunización, 2010)

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... 2. La "corriente radical" y el suicidio de Giorgio Cesarano 

Al lector de «Critica dell’utopia capitale» no puede dejar de impresionarle el suicidio de Giorgio Cesarano, a los cuarenta y siete años, precisamente cuando luchaba para producir su obra más importante. Al momento del suicidio su trabajo teórico estaba en pleno apogeo. Su muerte interrumpió una investigación que estaba abierta, en un momento en que se desarrollaban duras controversias y cuando aún eran posibles colaboraciones fructíferas y nuevos encuentros. El 77 estaba a la vuelta de la esquina y Cesarano ya entreveía la posibilidad de un compromiso "práctico" personal que le abriese las puertas a la acción, que a él le resultaba más apremiante que la comunicación teórica. Ya en esa época participaba en «Puzz» (revista publicada por el núcleo informal Situazione Creativa de Quarto Oggiaro) y quería continuar y profundizar esa colaboración. 

En la primavera del 75 los jóvenes de Quarto Oggiaro ya estaban comprometidos en la lucha callejera (junto a una naciente "Autonomia Operaia" [Autonomía Obrera]): aunque sólo fuese por unos pocos días, en Milán reaparecieron las barricadas. Durante todo el 75 y el 76 se manifestaron, en diversas ocasiones, agrupamientos espontáneos de "radicales" que ya constituían un punto de referencia para varias publicaciones aparecidas en ese período en varias ciudades de Italia. A los veteranos del largo ciclo de lucha de los sesenta se sumó finalmente un buen número de jóvenes. La "corriente radical" empezaba a hacerse sentir, atrayendo también a muchos descontentos de la Autonomia Operaia, de la universidad, de las asambleas y de la calle; y en vísperas del 77 empezaba a ser nuevamente una presencia crítica central que contaba con una difusa red de contactos.

En ese ambiente, en general muy favorable, se hizo sentir la falta de Cesarano: al incremento numérico no correspondía un incremento teórico-crítico. [...]

Más allá de su historia personal, ese acto desesperado se basa en las limitaciones de una corriente que poco tiempo después iba a poner de manifiesto su propia crisis.

Uno de los contenidos característicos desarrollados por el autor del «Manuale di sopravvivenza» es la necesidad de pasar la "prueba" que, en períodos de escasa tensión social, se impone a todo revolucionario: resistir, mientras dure el “entreacto” de la revolución, el asalto homicida de los fantasmas de la culpa, la soledad que lleva a la confusión, las alucinaciones y extravíos que llevan a la locura, el retorno a los roles habituales, económicos y familiares, que se creían ya superados. Giorgio Cesarano, profundamente conmocionado por el suicidio de su querido amigo y compañero Eddie Ginosa, puso de relieve los peligros que corre el revolucionario cuando no puede reconocerse en un proceso de lucha social y se pierde en la realidad alucinatoria y omnipresente del proceso de valorización capitalista, respecto del cual se percibe como un irreductible otro. En ese momento puede sentir la realidad como algo ajeno y experimentar su propia rabia, su propia revuelta, como algo completo, exclusivo y único, es decir, de una manera patológica. Es por ello que el aislamiento puede constituir un riesgo mortal, frente al cual el revolucionario debe tener la lucidez y la distancia necesaria para encontrar sus propias razones, y para entender que sus razones son las de todos:

«[…] la función biológica de la revuelta nacida de cada experimentación individual es que cada cual reconozca su práctica como genérica y ajena a la teoría dada. Los hombres no carecen ni de la fuerza ni de la lucidez de la crítica práctica. No existe “persona” que no conozca por sí misma los contornos de la pesadilla que, pese a todo, llamamos vida. Lo aparente, en tanto que apariencia, no puede retener ni el menor rastro de una mirada que sepa traspasar el falso muro de la individualidad sufriente, que sepa aferrar, entre este yo y el yo que designa al tú, los terribles signos de la destrucción de la vida, las grietas a través de las cuales se puede finalmente reconocer lo que es siempre patente, visible: la identidad de la mutilación paradojalmente aceptada por todos en nombre de la identidad de cada cual como diferente y específico. La verdad trivial de estar todos absolutamente despojados de identidad real –identidad con la necesidad de ser, con el deseo de amar– a cambio de una identidad absolutamente carcelaria, nouménica en la forma y numérica en la sustancia. La necesidad de ser es la necesidad elemental, banal; el sufrimiento de no ser es asimismo elemental y banal. El problema es “los demás”, el “reino” laberíntico que no es vida de nada ni de nadie, y que afirma ser la vida del todo, y el todo de todos…»

…con tal de extraer de ellos infelicidad y desesperación, arrebatándoles la fuerza inconmensurable de una iniciación revolucionaria a la pasión y a la vida.

Al haberse ocupado de la totalidad y centrado su interés en la crítica de la vida cotidiana y en la experimentación que condujera al éxtasis, la corriente radical tuvo que pagar un precio muy alto a la contrarrevolución, sufriendo inexorablemente la autodestrucción de los individuos más apasionados, los que más genuinamente disfrutaban de la vida y los que más incapaces eran de adaptarse a la penumbra sin esperanza de la cotidianidad del capital. A diferencia de otras tendencias contemporáneas -que ahora son nuestros "enemigos"- la tendencia comunista radical no fue masacrada por la represión, ni se cuentan en sus filas elementos infames y disociados: en conjunto, no ha renegado de sí misma. Aparte de los muy pocos que han "traicionado" al cooperar formalmente con las ideologías y organizaciones políticas del capital, la mayoría de nosotros hemos abandonado la perspectiva revolucionaria a la inercia y al conformismo, o al resentimiento acumulado (hacia el proletariado que no quiere devenir revolucionario, o hacia los compañeros más brillantes y admirados en los que reposaba nuestra confianza y que demasiado a menudo no supieron ser fieles a su crítica sin concesiones, a veces despiadada, de lo existente, ni tuvieron la eficacia suficiente para armar su ira). Pero aquellos que consideraban la pasión revolucionaria como una fuerza "biológica", una energía profundamente arraigada en su ser, han seguido tejiendo la tela de Penélope de la teoría y experimentando soluciones que les permitan sobrevivir y escapar de cualquier forma a la invasión de un presente opaco y engañoso. Algunos se arrojaron a aventuras "románticas" en países exóticos, aunque sin ampararse en la ideología de la "aventura” turística. Otros han aliviado su nostalgia recurriendo a la delincuencia. Muchos han muerto, algunos están en la cárcel. La mayoría en todo caso han "terminado mal", como tenía que ocurrirle a unos individuos desprovistos de riquezas o de un "savoir vivre" [saber vivir] acumulado, y que, en cualquier caso, nunca tuvieron el menor interés en ser exitosos en este mundo...

(Francesco Santini, 1994.) 

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* NOTA: A falta de otro blog, las publicaciones posteriores a mayo de 2016 en este blog ya NO son de PR, grupo autodisuelto o que ya no existe, sino solamente de uno de sus ex-integrantes. (Ex-PR, septiembre 2017)