23 de diciembre de 2020

Teoría comunista telegráfica

Humanaesfera. Brasil, marzo de 2018: http://humanaesfera.blogspot.com/2018/03/propriedade-privada-capital.html

 

1
Tenemos capacidades y necesidades.

2
Sin una separación entre nuestras capacidades y nuestras necesidades, es imposible comprar y vender.

3
Comprar y vender presupone la privación de los medios por los que nuestras capacidades satisfacen nuestras necesidades. Esta privación es propiedad privada, lo que nos convierte en proletarios.

4
La propiedad privada asegura (gracias a la fuerza represiva del Estado) una situación de escasez continua, de tal manera que la compra y venta se da de forma continua y sin fin.

5
La separación entre nuestras capacidades y nuestras necesidades se convierte en una relación en la que solo podemos vender lo único que nos queda -nuestra capacidad de pensar y actuar, la fuerza de trabajo- a los dueños de propiedad privada si queremos recibir dinero para pagar cosas que necesitamos para sobrevivir (salario). Pero no todo es tan desolador, ya que la propiedad privada también ofrece la libertad de elegir otra opción: convertirse en mendigo, vivir en la calle, morir de hambre, ir a la cárcel...

6
Cuando vendemos nuestras capacidades (es decir, cuando nos vendemos en el mercado laboral), el trabajo y todo lo que producimos con nuestro trabajo pertenece a la propiedad privada. Cuanto más trabajamos, más aumentamos la propiedad privada, es decir, cuanto mayor es la brecha entre nuestras capacidades y nuestras necesidades, más se nos priva de los medios de vida y más estamos sujetos al poder de los propietarios.

7
A medida que trabajamos, transformamos cada vez más todos los aspectos del mundo en propiedad privada. Cada vez más privados del mundo mismo en el que vivimos, cuanto más somos expulsados ​​de este mundo, utilizados y arrojados a la calle, a la cuneta, solo para ser consumidos de nuevo, descartados de nuevo, etc., somos el proletariado, la abrumadora mayoría de la población de mundo. La propiedad privada que gracias a nuestro propio trabajo se acumula cada vez más como un poder hostil cada vez más poderoso e inhumano contra nosotros, se llama capital.

8
Consumidos, usados, agotados, estresados, irritados, mutilados, ansiosos, deprimidos, viviendo siempre de un hilo, estamos continuamente en oposición existencial y material al capital, sin importar nuestra voluntad, opinión o conciencia. Estar privado de propiedad, ser proletario, no es una condición que elijamos, es una condición que impone la existencia de la propiedad privada, de las mercancías, del capital, del Estado. Esta continua oposición existencial al capital es el conflicto que está en el corazón de la sociedad capitalista en todo el mundo: la lucha de clases.

9
La clase dominante (empresa privada o estatal, burócratas, directivos ...) lucha por desviar y canalizar las insatisfacciones de los proletarios dirigiéndolos contra otros proletarios (ya sean compañeros de trabajo, desempleados, vecinos, proletarios de otra empresa, de otro país), otro barrio, otro color de piel, opinión, forma de nariz, sexo, costumbres, género, lengua, gusto, equipo de fútbol...), por lo que estos, como chivos expiatorios, son la causa de sus sufrimientos (estrés, agotamiento, irritación, miedo a ser descartado en la competencia, hambre, depresión, violencia, esclavitud, desamparo), sufrimientos que en realidad son provocados por la existencia de la propiedad privada, el trabajo, el capital. En la competencia entre proletarios por someterse a la propiedad privada (es decir, la clase dominante y el Estado) a cambio de supervivencia, encuentran a los otros proletarios como enemigos de facto, competidores reales que obstaculizan su difícil esfuerzo por sobrevivir en el perro mundo de la propiedad privada.

10
Como la clase dominante ha salido victoriosa en la lucha de clases hasta el día de hoy (de lo contrario, la sociedad capitalista, el trabajo, la propiedad privada y el Estado ya se habrían superado), la situación antes descrita es la situación "normal" que necesariamente predomina con escándalo mientras la sociedad capitalista se perpetúa, una situación en la que no hay clases, sino sólo "ciudadanos" en una competencia infernal por la supervivencia, por las propiedades y por el capital. Sin embargo, esta es solo la apariencia más superficial: en realidad, los proletarios, independientemente de su voluntad, conciencia u opinión, luchan sin cesar para trabajar lo menos posible y para que todo lo que necesitan sea lo más libre [gratis] posible, en oposición directa a los dueños de la propiedad privada, que luchan (también independientemente de su voluntad u opinión) para que los proletarios trabajen al máximo (aumentando la propiedad privada, es decir, la privación de la propiedad, del capital y de su poder de clase dominante) y para que todo sea lo más caro posible pagándoles el salario mínimo que puedan. Este conflicto, la lucha de clases, constituye el núcleo esencial de la sociedad capitalista en todo el mundo, un conflicto que el capital se esfuerza por poner fin en todos los sentidos (desde el "Estado de Bienestar" hasta la masacre) pero no puede.
 

11
Esta lucha que los proletarios ya están librando continuamente contra el capital en todas partes de la sociedad capitalista sólo puede triunfar si ellos, en su praxis concreta, logran destruir lo que separa sus capacidades de sus necesidades, es decir, si abolen la propiedad privada de los medios de vida y de producción, suprimiendo el trabajo, las mercancías, el Estado y el capital. Para eso, es necesario que se comuniquen y actúen asociativamente a escala mundial, confraternizando entre sí contra "sus" clases dominantes en todas partes, suprimiendo rápida y simultáneamente todas las fronteras, propiedades privadas, empresas, empleos, desempleos, Estados, naciones, identidades (que no son más que estereotipos), en fin, que destruyan todas las condiciones que los coaccionan, contra sí mismos, a unirse con propiedades privadas y Estados, los cuales siempre están en competencia y guerra entre sí para que los explotados puedan sacrificarse y sacrificarse unos a otros para defender a sus propios explotadores.

12
Tal confraternización y asociación sin fronteras de los explotados que destruye simultáneamente la sociedad de clases en todo el mundo es imposible y sin sentido si no es al mismo tiempo la apasionada creación universal (es decir, cosmopolita) de las condiciones materiales en las que la afirmación práctica de las necesidades y capacidades de cada uno, es decir, la libertad de cada uno, ya no se coacciona para limitar o privar la libertad de los demás (y de uno mismo) como ocurre bajo la propiedad privada (por eso siempre es sinónimo de Estado, policía ...), sino, por el contrario, donde la libertad de cada uno se multiplica cuanto mayor es la afirmación práctica de las capacidades y necesidades de todos los demás, mayor es la libertad de todos los demás, la inmensa riqueza que es la existencia de toda la humanidad, es decir, de la comunidad humana mundial. El movimiento mundial en el que el proletariado afirma libremente las necesidades y capacidades humanas, imponiéndolas dictatorialmente contra la dictadura del capital, el dinero, la propiedad privada y el Estado, es el comunismo.

Autoenajenación y autosupresión del proletariado

«La propiedad privada, ciertamente, en su movimiento económico se ve arrastrada hacia su propia disolución, pero sólo a través de un desarrollo independiente de ella, inconsciente, que ocurre contra su voluntad, condicionado por la naturaleza de la cosa, sólo en tanto ella genera al proletariado como proletariado, a la miseria consciente de su miseria, a la deshumanización que es consciente de su deshumanización y que por tanto se suprime a sí misma. El proletariado ejecuta la sentencia que la propiedad privada, por su creación del proletariado, pronuncia contra sí misma, así como ejecuta la sentencia que el trabajo asalariado, al generar la riqueza ajena y la miseria propia, pronuncia contra sí mismo. Si bien el proletariado alcanza la victoria, de ningún modo se convierte por ello en aspecto absoluto de la sociedad, pues sólo vence en la medida en que se suprime a sí mismo y a su contraparte. Desaparecen entonces tanto el proletariado como el término antitético que lo condiciona, la propiedad privada.»

Marx y Engels. La Sagrada Familia. 1845. PDF: https://proletarios.org/books/Marx-La_sagrada_familia.pdf

22 de octubre de 2020

[Ecuador] Movilización Proletaria Vs. Represión Estatal y Paraestatal

Para el día de hoy están convocadas protestas en todo el país por parte de trabajadores, docentes y estudiantes contra las medidas de austeridad del gobierno de Moreno y Romo, principalmente contra la última ola de despidos, el desempleo, la pobreza, el recorte presupuestario a la educación y a la salud. Mas en el fondo, la protesta proletaria siempre es contra la miseria y la violencia capitalistas del día a día.

Frente a lo cual, el gobierno, las cámaras empresariales, la policía, los grupos fascistas y los emergentes grupos paramilitares de ultraderecha (exmilitares, católicos y socialcristianos) están alerta y generando una guerra psicológica y mediática para intimidar y amenazar a los manifestantes, sobre todo a las “organizaciones antagónicas y violentas”, “infiltrados” y hasta “terroristas de izquierda”.

Rechazamos estas hipócritas calumnias y amenazas por parte de los burgueses y sus secuaces. Rechazamos el terrorismo del Estado capitalista y su violenta normalidad o cotidianeidad. Sabemos que hacen esto porque tienen miedo de que acontezca una nueva revuelta proletaria como la que hubo aquí en Octubre de 2019 o como las violentas protestas de los últimos días en Chile por parte de nuestros anónimos hermanos de clase en esa región. Temen que “las hordas comunistas y anarquistas” ataquen su sacrosanta propiedad privada, mercancía, democracia, paz social, ciudadanía, policía, iglesia y nación. 

Rechazamos también el papel de mendigos y bomberos por parte de los sindicatos, ya que éstos siempre le piden migajas al Estado capitalista (“no más despidos”, “no privatización de la seguridad social”, “inconstitucionalidad de tal o cual ley”, “renuncia de tal o cual ministro”, etc.). Cuidando sus intereses particulares y sus puestos vitalicios. Haciendo cálculos electorales y económicos que les beneficien a ellos. Comportándose como buenos ciudadanos que marchan pacíficamente para que los amos, patrones y sus perros guardianes no se molesten. Denunciando también a los “extremistas”, “vándalos” e “infiltrados”. Sindicatos: rancia izquierda del Capital y del Estado. Cómplices de su explotación y dominación sobre el proletariado. Sarta de reformistas, oportunistas y falsos revolucionarios.

Muy por el contrario, como unos proletarios cabreados más les decimos al resto de proletarios y proletarias que no nos dejemos intimidar y que salgamos a las calles a protestar, claro está, cuidándonos y tomando las medidas de seguridad del caso. Que cuanto más masivas y contundentes sean las protestas, tanto mejor. Que hay que dejar de pedirle migajas al Estado y luchar por recuperar todo lo que hemos producido pero que no todos disfrutamos. Que hay que dejar de creer en representantes y líderes, para luchar con autoorganización, solidaridad y antagonismo de clase. Y que hay que desbordar las marchas borreguiles y ciudadanas, con la acción directa cargada de rabia lúcida. Transformar las protestas en revuelta, para empezar a sacudirnos y retomar el control sobre nuestras vidas. Dejando de actuar como víctimas que necesitan defensores y salvadores, para dejar de ser oprimidos y explotados.

También les decimos que esto no es una lucha entre “correístas” y “morenistas” (según el analfabeto imaginario político ecuatoriano), ni tampoco una lucha entre “fascistas” y “antifascistas” (como creen y afirman algunos sectores tanto de derecha como de izquierda). Esta es una lucha de clases o, en palabras más sencillas, una lucha entre ricos y pobres. Y los ricos lo saben, así como también sus sicarios de uniforme y sus medios de desinformación masiva. Por eso hacen lo que hacen y dicen lo que dicen. Entonces veamos qué pasa el día de hoy en las calles, y veamos qué pasa de ahora en adelante. Es posible −tan sólo posible− que se reactive la protesta social hasta convertirse en revuelta, latigueada por la austeridad, la miseria y la represión. La lucha de clases real es la que tiene la última palabra.

Proletarios Cabreados 

Quito, 22 de Octubre de 2020

16 de octubre de 2020

El teletrabajo enajenado

Vamos Hacia La Vida. Santiago de Chile, junio de 2020

«En las últimas décadas, como consecuencia del desarrollo de la automatización y de la microelectrónica, el teletrabajo venía anunciándose cada vez más como la forma de trabajo por excelencia de un futuro que parecía lejano, pero que hoy aparece bajo la forma de un presente cada vez más catastrófico. En efecto, la pandemia mundial de coronavirus –una manifestación particular de la debacle ecológica mundial actualmente en curso- ha puesto a teletrabajar a millones de seres human@s. Este proceso de artificialización sin precedentes en la historia del trabajo alienado, no debe ser tomado como una medida excepcional que prontamente será abandonada una vez que se retorne a la “normalidad”. En primer lugar, porque esa normalidad jamás volverá -ya se perfila en todos los Estados del mundo occidental el neologismo “nueva normalidad” como la referencia por excelencia a la militarización de la sociedad y al trabajo a distancia-, y, en segundo lugar, porque la generalización del teletrabajo era un proceso que venía desarrollándose progresivamente hace al menos una década, y que hoy ha recibido un empujón debido al contexto de crisis mundial. El teletrabajo no tiene nada de anormal, sino que es parte de una tendencia histórica inmanente a la producción capitalista: el reemplazo del trabajo vivo por maquinaria, una tendencia histórica del capital que convierte al trabajo humano en un elemento cada vez menos determinante en la producción material al lado del desarrollo de la ciencia y de la tecnología que domestican las fuerzas naturales.

En el teletrabajo vemos una agudización de todas las características propias de la producción mercantil[1]: 1) la degradación de la totalidad del mundo humano objetivo e histórico a la abstracción, la reducción de todos los productos de la actividad humana, y la actividad humana misma, a valor. 2) Lo físico, lo material y sensible, como envoltorio de lo suprasensible y, por consiguiente, la inversión de lo real: la especie humana esclava de sus propias creaciones. 3) El trabajo privado, desvinculado de la comunidad y realizado, por tanto, sin tener como objetivo la satisfacción de necesidades humanas sino la producción de valor, aparece y se presenta a sí mismo como trabajo directamente social. En resumen: la mercancía como organizador universal de la sociedad bajo la forma consumada del dinero y del capital, es decir, del valor que se valoriza a sí mismo. En nuestra época, se ha realizado empíricamente la comunidad material del capital a escala planetaria, y ya preparándose para traspasar en las próximas décadas la frontera que separa al planeta tierra de los planetas, satélites y asteroides más cercanos. El principio del fetichismo de la mercancía, que convierte a los seres humanos en simples cosas, y que termina por humanizar a las mercancías, encuentra su realización plena en una sociedad en que un número creciente de actividades pueden realizarse “a distancia”. 

[...]

¿Quiénes son l@s capitalistas, sino estas personas que hacen imposible nuestra vida? Millones de personas día a día se levantan de sus camas a freír sus ojos frente a las computadoras, o a arriesgar la salud y la vida en vagones de transporte atochados. No nos conocemos, aún, pero tod@s compartimos el mismo cansancio, la misma ansiedad, la misma desdicha de vivir en un cuerpo y en un mundo que no nos pertenece, pero que creamos cotidianamente sin descanso como una potencia extraña que se vuelve cada vez más amenazante para nuestra supervivencia. En otras palabras, en nuestras casas o en la calle, en el teletrabajo o repartiendo comida en motos, tenemos en común el que nuestra vida se mueve por los hilos invisibles del dinero, el poder inhumano del capital. Y es por ello que l@s capitalistas ven en nosotr@s nada más que números, gráficos, estadísticas impersonales con las cuales se puede hacer lo que se quiere, seres inesenciales a la espera de morir por esta pandemia o la siguiente para descongestionar la asistencia pública y liberar capitales para l@s grandes empresari@s. Ell@s no nos conocen, no saben nuestros nombres, pero administran empresarialmente nuestra vida y, por tanto, son los artífices concretos de nuestra miseria. En este sentido, podemos afirmar que su dominio sobre nuestra existencia siempre ha sido “teletrabajo”, en la medida en que toda la vida cotidiana y nuestros movimientos están condicionados a distancia por la necesidad material de trabajarles para sobrevivir. El trabajo asalariado ha sido siempre, por esencia, no sólo la creación de su riqueza, sino también la creación activa de nuestra propia miseria.

Ahora bien, como puede desprenderse del análisis realizado más arriba, aunque los capitalistas no suelen distinguirse por su amor a la humanidad y al bienestar de la naturaleza, ello se debe no a una “maldad natural” en ell@s, sino a su condición de ser personificaciones de una lógica abstracta que hace aparecer al capitalista como sometido exactamente a la misma servidumbre respecto a la relación del capital, de la lógica de la valorización, aunque de otra manera, que l@s proletari@s. De todas formas, la crítica radical permite entrever que efectivamente los rasgos narcisistas necesarios para triunfar en la competencia mercantil -hoy generalizados a l@s miembr@s de todas las clases-, se acentúan en l@s capitalistas y sus servidor@s armad@s hasta el punto de llegar a lo que la “psicología”[6] actual denomina como psicopatía. No obstante, tal como Marx en su tiempo, debemos evitar el recurso al psicologismo y, por tanto, a la moral, para explicar la realidad social e histórica. El capitalismo no es una conspiración de un grupo de poderosos, sino un sistema social e histórico que aliena el metabolismo social de la especie, y que convierte al valor y su acrecentamiento constante en el principio motor de toda la sociedad, de lo que se derivan las terribles consecuencias que su desarrollo conlleva para la humanidad y la tierra.

No obstante, cada vez que Piñera, Trump, López-Obrador, Sánchez o Bolsonaro transmiten las cifras de l@s muert@s que acumula la gestión capitalista de la crisis, es seguro que en millones de proletari@s corre por las venas una furia vengativa, una rabia sin nombre, especialmente cuando la muerte toca el propio hogar. Sin embargo, una cosa es clara: si bien l@s capitalistas y sus sicari@s merecen estar colgad@s en una plaza pública para ser objetos de escarnio popular, nuestra emancipación no se trata simplemente de exterminar físicamente a nuestr@s enemig@s de clase -la autoemancipación de la especie humana no es una venganza-, sino en emanciparnos de las relaciones sociales que permiten la aparición y el dominio de l@s capitalistas. En otras palabras, abolirnos como proletari@s, abolir la actividad creativa como creadora del capital y de la propiedad privada. Mientras [tele]trabajemos para comprar nuestra vida, mientras que debamos [tele]trabajar para vivir, y vivir para pagar la vida jamás será realmente nuestra vida.

[...]

Todo lo dicho hasta aquí tiene consecuencias prácticas para el movimiento de negación radical dentro de esta sociedad, puesto que nos estamos adentrando en una época de reestructuración capitalista mundial donde la cuarta revolución industrial -cuyos adelantos tecnológicos van a acelerar la expansión del teletrabajo-, la atomización, el aislamiento y la hipervigilancia irán de la mano con la destrucción de proletari@s y máquinas. Desde el 2008, se ha hecho cada vez más difícil para el capital mundial recuperarse de las crisis, y solamente lo ha logrado mediante el recurso al desarrollo del capital ficticio. Dado que es imposible establecer mecanismos de mercado que compensen la producción declinante de valor, la crisis del capitalismo ficticio nos aboca a un período histórico caracterizado por dos grandes posibilidades: el colapso del capitalismo producto de la autoemancipación de la humanidad proletarizada, o el despliegue efectivo de la contrarrevolución y la superación del capital de la “frontera espacial”. Estamos viviendo transformaciones profundas en el metabolismo socialmente alienado de la especie, y en este nuevo escenario histórico la generalización del teletrabajo y la degradación hasta lo aberrante del trabajo asalariado presencial serán una tendencia histórica dentro del contexto de las necesidades actuales del capital, las cuales se realizarán, evidentemente, a costa del sacrificio de millones de personas. Es una tarea necesaria del proletariado dilucidar nítidamente el carácter real de la contrarrevolución de nuestro tiempo, y prever las tendencias del futuro inmediato. El punto de partida de esa crítica radical será el esclarecimiento del momento histórico que actualmente nos contiene -una tarea a la que este escrito pretende contribuir-, y la crítica implacable de las debilidades y límites de la revuelta proletaria comenzada en octubre de 2019 en la región chilena y, por consiguiente, del ciclo de revueltas mundiales en el que se insertó.» 

Leer artículo completo