20 de noviembre de 2018

20 de Noviembre: Buenaventura Durruti y "Los Amigos de Durruti" en la memoria del proletariado revolucionario internacional

Durruti y el proletariado revolucionario, España 1936

Nota de Un Proletario (Quito, noviembre 2018): Sobre esta fecha y este compañero histórico, diré que no se trata de recordarlo como un "héroe" ni un "mártir" anarquista: ¡abajo el culto a la personalidad en las filas libertarias!, sino como la encarnación o condensación personal y circunstancial de todo un movimiento social e histórico de clase; como un "hijo", un brazo y una cabeza más del proletariado revolucionario internacional de esa época... y de siempre (así como antes de él lo fue un Blanqui y un Di Giovanni, y después de él acaso un Munis y un Puig Antich... y tantos otros militantes anónimos). Ni más ni menos. 
Hablando más concretamente, hay que partir del hecho que la revolución "española" fue más radical que la revolución "rusa", puesto en que en la primera los proletarios lucharon de manera consciente y expresa por la abolición del trabajo y del Estado, mientras que en la segunda lucharon por "pan, tierra, paz y libertad". En este contexto, la lucha de Durruti y sus compañeros como revolucionarios "de acción" e internacionalistas durante toda su vida (recordemos, por ejemplo, sus "aventuras" expropiadoras en América Latina en la década de 1920 y su "gimnasia revolucionaria" desde principios de la década de 1930 en España), fue y sigue siendo, sin duda alguna, plausible y ejemplar. Pero no por ello hay que justificar ni mucho menos repetir sus debilidades, inconsistencias y errores teórico-prácticos, que en realidad fueron las debilidades, inconsistencias y errores de la mayor parte del movimiento anarquista español e internacional de ese entonces -y, en algunos casos, hasta la fecha-, sino que hay que realizar su respectiva crítica compañera y superación revolucionaria, a saber: 
A) el enemigo principal del proletariado NO fue ni es el fascismo sino el capitalismo, porque el fascismo, al igual que la democracia, sólo fue y es un rostro -sin duda, el más brutal- del capitalismo, cuya democracia en realidad fue y es su dictadura social, por lo tanto el proletariado debió y debe luchar a muerte tanto contra el fascismo como contra la democracia "antifascista"; 
B) el antifascismo NO fue ni es revolucionario sino contrarrevolucionario, porque sólo luchó y lucha contra el fascismo pero no contra la democracia, sino a favor de ésta en unidad o "frente popular" con la burguesía antifascista, lo cual lo convierte de facto en un partido democrático-burgués o social-demócrata, un tentáculo más del enemigo de clase, por lo tanto debe ser criticado, combatido y destruido como tal, sin medias tintas ni piedad alguna, en la misma medida que el fascismo, porque para destruir al fascismo hay que destruir al capitalismo y su democracia; 
C) el dilema "guerra o revolución", en una situación histórica de guerra civil, crisis revolucionaria y "poder dual" como la vivida en España 1936-1937, fue y es falso y contraproducente para el movimiento revolucionario del proletariado, debido a que tiende a "antifascistizarlo" y militarizarlo (militarización burguesa de las milicias proletarias "incontroladas" a la que sí se opuso Durruti, razón por la cual lo mataron), postergando y extraviando así su contenido social, toda vez que la revolución proletaria NO es una revolución política ni mucho menos militar, sino que es una revolución social, es decir que consiste fundamentalmente en la transformación revolucionaria de todas las relaciones y formas de vida capitalistas en relaciones y formas de vida comunistas y anárquicas, para lo cual la violencia proletaria no es un fin en sí mismo sino sólo un medio necesario para autodefenderse de y contraatacar a la violencia del Estado-Capital, de modo que la única guerra que valía y vale la pena para el proletariado es la guerra de clases para la abolición de la sociedad de clases o, dicho de otra forma, la transformación de la guerra interburguesa e interimperialista en guerra civil revolucionaria internacional;
D) la llamada "guerra civil española" o "revolución española" en realidad no fue española ni mucho menos de "unidad y liberación nacional, anti-fascista y anti-imperialista" (como rebuznaban y rebuznan los estalinistas y los antifascistas), porque el capitalismo es mundial y por tanto la lucha de clase y la revolución social para destruirlo también lo es, porque los proletarios no tenemos patria, y más concretamente porque fue un hito clave de la larga oleada histórica de revolución proletaria mundial -y, al mismo tiempo, de contrarrevolución capitalista mundial- que se abrió en 1910 (México) y se cerró en 1937 (España), pasando por el determinante periodo 1917-1923 (Rusia, Ucrania, Alemania, Hungría, Argentina, Brasil, Chile, Ecuador...). De allí que no haya sido una casualidad que la llamada "Segunda Guerra Mundial" de 1939 (año en que triunfa la fracción burguesa fascista del General Franco dentro de España, después de que la socialdemocracia estalinista y antifascista le pavimentó el camino para ello) a 1945 (año en que triunfa la fracción burguesa antifascista internacional de Stalin, Wilson y Churchill sobre la fracción burguesa fascista internacional de Hitler y Mussolini) le haya seguido casi inmediatamente después a esta Gran Oleada de Revolución Proletaria Mundial de 1910 a 1937 -periodo dentro del cual también tuvo lugar la "Primera Guerra Mundial" (1914-1919) que, en cambio, fue derrotada por la lucha por la revolución proletaria internacional de 1917 a 1923-, pues constituyó su sangrienta venganza y derrota histórica, dado que toda guerra bajo el capitalismo en realidad es una guerra contra el proletariado;
E) la destrucción del Estado burgués es una condición fundamental de la revolución proletaria, pero ello no acontece en lo abstracto de la noche a la mañana (como creen y rezan los anarquistas ideológicos o dogmáticos), sino que se trata de un proceso de transformación histórico-social que es posible si y sólo si se destruye su base material (lo cual "olvidan" ese mismo tipo de anarquistas, al igual que los marxistas-leninistas): las relaciones sociales capitalistas y sus categorías económicas, lo que quiere decir que sin destrucción del Capital no hay destrucción del Estado;
F) los anarco-sindicatos y las "colectividades" autogestionadas de producción-comercialización-distribución-consumo en realidad NO fueron ni son una alternativa revolucionaria real a la dictadura social de la mercancía y el valor valorizándose, es decir a la dictadura social del Capital, porque lo único que hicieron y que pueden hacer es "autogestionarlo" de "abajo arriba" y por tanto seguirlo manteniendo y desarrollando bajo la ilusión o autoengaño ideológico-discursivo de que eso es "revolución social" y "comunismo libertario", cuando muy por el contrario de lo que en realidad se trata una revolución comunista y anárquica es de suprimir no sólo la propiedad privada sobre los medios de producción y los bienes de consumo, sino fundamentalmente de suprimir el intercambio mercantil, el trabajo asalariado, el valor, el dinero, las clases sociales y el Estado, imponiendo la dictadura social de las necesidades de la comunidad humana o, si se prefiere, aplicando el principio "de cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades" y reemplazando "el gobierno de los hombres por la administración de las cosas"; y,
G) la dicotomía entre "comunismo libertario" y "comunismo estatista" o entre anarquía y comunismo a secas también fue y es ideológica o falsa y contraproducente para el movimiento histórico del proletariado revolucionario internacional, que en realidad es uno solo, porque en estricto rigor comunismo significa sociedad sin clases y sin Estado, es decir que prácticamente significa lo mismo que anarquía, considerando a su vez que lo que realmente existió en la URSS y sus países satélites NO fue comunismo sino capitalismo de Estado, por lo tanto la dicotomía anarquía/comunismo o anarquismo/marxismo también debe ser criticada y superada en la praxis (teoría-práctica) proletaria revolucionaria contra el Capital-Estado y por el comunismo anárquico, a nivel mundial.
Finalmente, decir que tanto la crítica al culto de la personalidad como la crítica al (anarco)sindicalismo y al (auto)gestionismo aplican también para una de las pocas minorías realmente revolucionarias que participaron en las Jornadas de Mayo 1937 y que, meses después de la muerte de Durruti (sobre la cual, por cierto, hasta ahora no se sabe a ciencia cierta si fue cometida por fascistas, republicanos, estalinistas o incluso por otros "anarquistas" de la CNT), tomaron el nombre de este compañero histórico "in memoriam" y diciendo "imitarlo": la Agrupación "Los Amigos de Durruti". 
Y digo realmente revolucionarias porque, junto con una pequeña fracción del POUM, el grupo trotskista de Grandizo Munis y otras minorías de las Juventudes Libertarias de Cataluña, y no obstante sus debilidades y errores señalados (nunca rompieron con la CNT-FAI ni con la ideología sindicalista y gestionista), esta minoría de anarquistas revolucionarios supo mantener la lucha y la autonomía de clase en las barricadas y los comités de trabajadores a contracorriente del colaboracionismo de clases que propugnaban y practicaban los antifascistas y los republicanos desde su gobierno burgués del Frente Popular (tanto marxistas-leninistas del PC y del PS como anarquistas de la CNT); denunciar y oponerse vivamente al reformismo y la traición de la CNT, principalmente de los "ministros anarquistas" (García Oliver, Abad de Santillán, Montseny, otros) dentro del gobierno republicano de "La Generalidad", dentro del Estado Capitalista (¡!); practicar el "derrotismo revolucionario", es decir rechazar la militarización estalinista-republicana de las milicias libertarias y abandonar el frente de "guerra contra el fascismo" en Aragón para en cambio marchar hacia Barcelona a luchar por la insurrección y la revolución proletaria; y, proponer con claridad, firmeza y sin purismos ideológicos anarquistas/socialdemócratas la necesidad concreta de "programa, fusiles y Junta Revolucionaria", es decir -respectivamente- la necesidad concreta de teoría, violencia y poder revolucionarios por parte del proletariado para la destrucción de la contrarrevolución capitalista-fascista-republicana-estalinista-antifascista, y para su autoemancipación total.  
En este y sólo en este sentido de balance histórico, objetivo y crítico de todo el contexto y el proceso social de la llamada "revolución española", es que las acciones y las ideas de Durruti y de Los Amigos de Durruti han estado, están y estarán presentes en la memoria y la lucha del proletariado revolucionario internacional. 

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Buenaventura Durruti (España, 14 de julio de 1896 – 20 de noviembre de 1936)

Video "José Buenaventura Durruti, revolucionario"

«Siempre hemos vivido en barracas y tugurios. Tendremos que adaptarnos a ellos por algún tiempo todavía. Pero no olviden que los obreros también sabemos construir. Somos nosotros los que hemos construido los palacios y las ciudades de España, América y todo el mundo. Nosotros, los obreros, podemos construir nuevos palacios y ciudades para reemplazar a los destruidos. Nuevos y mejores. No tememos a las ruinas. Estamos destinados a heredar la tierra, de ello no cabe la más mínima duda. La burguesía podrá hacer saltar en pedazos su mundo antes de abandonar el escenario de la historia. Pero nosotros llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones. Ese mundo está creciendo en este instante, mientras hablo con vosotros.» (Buenaventura Durruti, entrevistado por el diario "Toronto Star" de Canadá, julio de 1936)
«En tanto que revolucionarios conscientes nuestra misión consiste en hacer de detonadores, una vez, dos, veinte veces si es necesario hasta llegar a la explosión colectiva, que es la única que puede llevar a la revolución hasta su verdadero objetivo final: el cambio total en la forma de vivir de los hombres.» (Durruti, 1925) 
«¿Habéis organizado ya vuestra colectividad? No esperéis más. ¡Ocupad las tierras! Organizaos de manera que no haya jefes ni parásitos entre vosotros. Si no realizáis eso, es inútil que continuemos hacia adelante. Tenemos que crear un mundo nuevo, diferente al que estamos destruyendo.» (Durruti, 1936)
«Durruti fue uno de los que más contribuyeron al levantamiento del espíritu proletario, contra las injusticias y la explotación capitalista y contra el abuso del poder absolutista... No siendo un tribuno profundo, Durruti llegó a ser el hombre más escuchado y deseado por el auditorio. Los trabajadores querían a Durruti, anhelaban oírle hablar, porque hablaba su propio lenguaje. Lo comprendían bien y al oírle se emocionaban frenéticos. Durruti llevaba clavada en sus entrañas el alma del pueblo español. Por eso era querido de los desheredados y temido por los afortunados... Durruti era un hombre sencillo. No se sentía orgulloso con nadie, ni aún con sus enemigos. A pesar de la propaganda de sus adversarios, que han presentado a Durruti como un terrorista desalmado, violento e irreflexivo. Los hechos han demostrado que todo eso era falso... Jamás la venganza ni el odio, hallaron abrigo en su ancho pecho, sólo en los momentos de pasión, en los hechos de flagrante maldad, intervenía Durruti conscientemente, como lo hace el cirujano ante la gangrena. Luego era el hombre más pacífico y más tolerante de la creación humana.» (Fragmento de "Buenaventura Durruti. Tribuno del Pueblo", Ricardo Sanz, Ed. El Frente, Toulouse, 1945)
«A principios de 1936 Durruti vivía justo al lado de mi casa, en un pequeño piso en el barrio de Sans. Los empresarios lo habían puesto en la lista negra. No encontraba trabajo en ninguna parte. Su compañera Émilienne trabajaba como acomodadora en un cine para mantener a la familia.
Una tarde fuimos a visitarle y lo encontramos en la cocina. Llevaba un delantal, fregaba los platos y preparaba la cena para su hijita Colette y su mujer. El amigo con quien había ido trató de bromear: “Pero oye, Durruti, ésos son trabajos femeninos.” Durruti le contestó rudamente: “Toma este ejemplo: cuando mi mujer va a trabajar yo limpio la casa, hago las camas y preparo la comida. Además baño a la niña y la visto. Si crees que un anarquista tiene que estar metido en un bar o un café mientras su mujer trabaja, quiere decir que no has comprendido nada.”
Para mí, su heroísmo no estaba tanto en lo que dicen los diarios sino, sobre todo, en su vida cotidiana. Claro, eso lo sabe muy poca gente, lo saben los que lo conocieron en el café de la esquina, en su casa o en la cárcel.
Por las manos de Durruti han pasado millones, y sin embargo le he visto remedándose las plantillas de los zapatos porque no tenía dinero para llevados al zapatero. A veces, cuando nos encontrábamos en un bar, no tenía siquiera el dinero para pedir un café.
Cuando iban a visitarnos salía a menudo con un delantal puesto, porque estaba pelando patatas. Su mujer trabajaba. A él no le importaba; no conocía el machismo y no se sentía herido en su orgullo al hacer las labores domésticas.
Al día siguiente tomaba la pistola y se echaba a la calle para enfrentarse a un mundo de represión social. Lo hacía con la misma naturalidad con que la noche anterior había cambiado los pañales a su hijita Colette.»
(Testimonios recogidos en Hans Magnus Enzensberger, "El corto verano de la anarquía", Anagrama, Barcelona, 2002)
«Ningún gobierno lucha en contra del fascismo para destruirlo. Cuando la burguesía ve que el poder se les escapa de sus manos, alzan el fascismo para mantener sus privilegios. [...] Existen sólo dos caminos: victoria para la clase trabajadora, libertad, ó victoria para los fascistas, lo cual significa tiranía. Ambos combatientes saben lo que le espera al perdedor. Nosotros estamos listos para aplastar al fascismo para siempre, incluso a pesar del gobierno Republicano.» (Durruti, entrevistado por Van Pasen, 24 de julio de 1936)
«Si esa militarización decretada por la Generalidad es para meternos miedo y para imponernos una disciplina de hierro, se han equivocado. Vais equivocados, consejeros, con el decreto de militarización de las milicias. Ya que habláis de disciplina de hierro, os digo que vengáis conmigo al frente. Allí estamos nosotros que no aceptamos ninguna disciplina, porque somos conscientes para cumplir con nuestro deber. Y veréis nuestro orden y nuestra organización. Después vendremos a Barcelona y os preguntaremos por vuestra disciplina, por vuestro orden y por vuestro control, que no tenéis.» (Fragmento del discurso de Durruti del 4 de noviembre de 1936)
«Al oponerse a la militarización de las milicias, Durruti personificaba la oposición y resistencia revolucionarias a la disolución de los comités, la dirección de la guerra por la burguesía y el control estatal de las empresas expropiadas en julio. Durruti murió porque se había convertido en un peligroso obstáculo para la contrarrevolución en marcha: era un incontrolado.» (Fragmento de "Los incontrolados", Agustín Guillamón, marzo 2018)
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Agrupación "Los Amigos de Durruti" (España, marzo de 1937  septiembre de 1939) 
"El Amigo del Pueblo", periódico de "Los Amigos de Durruti"

¿Por qué Durruti?

«Antes de abordar las cuestiones de fondo, hay una interrogación que nuestros lectores pueden hacerse con pleno derecho y a la que debemos responder: ¿por qué esta referencia a Durruti?

Junto con Francisco Ascaso, que "El Amigo del Pueblo" [el periódico de Los Amigos de Durruti] también va a magnificar, Buenaventura Durruti es el héroe más popular de la lucha revolucionaria en la España de 1936. Ascaso cae en Barcelona el 20 de julio de 1936 cuando participa al ataque del cuartel de las Atarazanas con grupos armados de la CNT y de la FAI. Durruti sale de Barcelona hacia el frente de Aragón con una columna de milicianos. Se dirige después a Madrid cuando la ciudad es amenazada directamente por los fascistas. El 20 de noviembre es herido a muerte en circunstancias que permanecen oscuras. Su vida ha sido una sucesión de episodios aventurados, su muerte en el frente de Madrid le convierte en un personaje de leyenda.

Tanto sobre los episodios de su vida como sobre las circunstancias de su muerte, es el libro de Abel Paz que hay que consultar [30]. Igualmente, en complemento y en corrección, el libro de García Oliver, ya citado, que muestra los aspectos menos ensalzadores de la personalidad de Durruti. Un punto merece ser aclarado: Durruti, Ascaso, todo el grupo de afinidad de "Los Solidarios", durante los años 1920, ha sido considerado como "anarco-bolchevique" [como los anarquistas revolucionarios de "La Plataforma" de Archinov y Makhno] por otros anarquistas españoles. Partidarios de una alianza con otras fuerzas de izquierda revolucionaria, dado que las insurrecciones estrictamente anarquistas estaban destinadas al fracaso, hablaban de una "toma del poder" después de "haber destruido el viejo aparato del Estado" [es decir, hablaban de dictadura revolucionaria del proletariado]. Tal punto de vista no tenía nada que ver con la "participación gubernamental", contrariamente a lo que afirma César M. Lorenzo en su libro "Los anarquistas españoles y el poder" [31]. De hecho, Durruti ha evolucionado entre aquel periodo y 1936.

¿Quién podría decir cuál hubiera sido su orientación si la muerte no le hubiese alcanzado tan pronto? Sólo se sabe que quería movilizar todas las energías para vencer al fascismo y que había expresado su indignación y su desprecio frente a la indiferencia o la cobardía de la retaguardia. Una declaración hecha poco antes de su muerte (reproducida en el n° 3 del Amigo del Pueblo, pág. 4) condena las "intrigas, las luchas intestinas", pide "a los dirigentes que sean sinceros", afirma que "si esta guerra se prolonga mucho, hay que empezar por organizar la economía de Cataluña" y que "es necesaria una movilización efectiva de todos los trabajadores de la retaguardia". Emite reservas sobre la necesidad de la militarización y afirma que en el frente hay una disciplina eficaz [32].

No está seguro que hubiera seguido hasta sus más extremas consecuencias las opciones de los militantes que van a encontrarse en 1937 en una oposición radical a las cúpulas de la CNT y de la FAI. Se puede entender, sin embargo, que estos militantes le hayan elegido como símbolo de una lucha áspera y sin concesiones.

La primera página del n° 1 del Amigo del Pueblo es reveladora. Es una página en colores rojo y negro que sólo contiene una proclamación y unos eslóganes que enmarcan una representación de Durruti llevando la bandera rojinegra. He aquí el texto de la proclamación cuyo tono se sitúa plenamente en la vena de ese lirismo revolucionario inseparable del anarquismo español:

"Unos colores matizan la epopeya ibérica. Una bandera encarnó el despertar de las jornadas de julio.
Envuelto en los pliegues de la enseña rojinegra, surgió nuestro proletariado a la superficie hispánica con ansias de emancipación absoluta.
Un hombre floreció en aquellas sublimes jornadas. Buenaventura Durruti tomó raigambre humana en el corazón de las multitudes. Luchó por los trabajadores. Murió por ellos. Su pasado inmortal está ceñido a esta bandera rojinegra que flameó gallardamente en los albores de Julio majestuoso. De su ataúd la tomamos al descargarlo de nuestros hombros. Con ella en alto, caeremos o venceremos. No hay términos medios: o vencer, o caer."

En el pie de la página, con letras bastante gruesas, se lee: "¡No somos provocadores! ¡Somos los mismos de siempre! ¡Durruti es nuestro guía! ¡Su bandera es la nuestra! ¡Nadie nos la arrebatará! ¡Es nuestra! ¡Viva la FAI! ¡Viva la CNT!"

La insistencia para ligarse al recuerdo de Durruti (al mismo tiempo que para responder a la acusación de "provocadores" y de "irresponsables") es evidente en todos los números siguientes.

¿Se puede hablar aquí de culto a la personalidad? ¿El Amigo del Pueblo contesta a nuestra interrogación?

El n° 2 del periódico está más bien dedicado a Francisco Ascaso, y ciertamente los dos hombres son inseparables en la admiración que les dedican nuestros camaradas españoles, como fueron inseparables en el curso de los acontecimientos que han marcado su vida. Pero el n° 3, bajo el título "Imitemos al héroe del pueblo", declara en su página 2:

"No olvidamos nuestra condición de iconoclastas. Pero Buenaventura Durruti, escarnecido hoy en los hombres que audazmente falsean sus afanes e inquietudes, hubiese despreciado y combatido rudamente, sin lirismos ni oportunismos, a esas máquinas traga-gasolina que están permitiendo la pérdida de la revolución de JULIO [....]. [Hay que] comprender que imitar a Durruti, no es vacilar y claudicar. Es reflexionar sobre la experiencia del movimiento de julio y ante su análisis decidirnos a que la contrarrevolución no logre triunfar sobre nuestra interpretación de la responsabilidad."

El n° 5 plantea la cuestión en un plano más general pero el artículo, publicado en la página 4, bajo la rúbrica "Ideas" y titulado "Ni ídolos, ni arbitrariedades", es manifiestamente una tribuna libre, que se interesa por los Amigos de Durruti desde el exterior.

Este artículo toma por una parte la defensa de los Amigos de Durruti (la agrupación es designada como "institución anarquista creada al calor de la aureola que un caudillo extinto dejó tras su muerte"), apoya la legitimidad de su lucha "contra el centralismo tradicional de todo gobierno y forma de Estado" y contra "el centralismo incongruente y poco edificativo" de los llamados anarquistas que han "decretado" la expulsión de los Amigos de Durruti de la organización obrera. Pero, por otra parte, el autor (Albores) declara: "Somos contrarios a toda clase de idolatría o cultos personales", y, hablando de Durruti, "la gloria de héroe la consiguió por su gallardía espartana y por su nobleza de carácter y de sentimientos; no por sus ideas. En cuanto a idealidad acrisolada se refiere, otros hijos del pueblo que pertenecen a la masa anónima y no son considerados como símbolos, quizás estuvieran por encima de nuestro héroe."

El número siguiente (n° 6, del 12 de agosto 37) retorna sobre la cuestión, en primera página, bajo el título "Los Caudillos". Pero el caudillismo que es denunciado es el de los partidos y el que reina en las altas esféras de la CNT y de la FAI, el caudillismo de aquellos que son fabricados por la prensa y en las tribunas. En lo que respecta a los "héroes", es otra cosa, dicen:

"¿No hemos dicho un sinnúmero de veces que es el pueblo quien ha de escoger a sus hombres y si el pueblo quiere concederles una estima superior a la que concede al resto, es él quien ha de determinarlo? Lo que no puede aceptarse es que se quieran forjar caudillos con cartabón y tiralíneas.
Un caudillo cayó a los pies de Madrid. Buenaventura Durruti consiguió la estima del alma popular porque cumplió tal como quería el pueblo que se procediese. [....]
Buenaventura Durruti fue un caudillo. Pero no lo consiguió por mera coba. Se lo ganó a través de su vida, en la calle y en los campos de batalla, mientras que los otros aspirantes a caudillos alternaban en los halls de los grandes hoteles con elegantes turistas."

¡Esto es todo lo que podemos conseguir a modo de autocrítica! De hecho, la cuestión no será planteada en los últimos números de "El Amigo del Pueblo".» 

(Fragmento de "El Mensaje Revolucionario de Los Amigos de Durruti", George Fontenis, 1971)

¿Quiénes fueron "Los Amigos de Durruti"?

«La Agrupación “Los Amigos de Durruti” fue un grupo creado [por milicianos anarquistas "incontrolados" de la "Columna Durruti" y por anarcosindicalistas de la CNT redactores de los periódicos "Solidaridad Obrera", "Ideas" y "La Noche"] en marzo de 1937 como respuesta a la militarización de las milicias llevada a cabo por el gobierno burgués de la República, y que se oponían desde dentro de la CNT a la colaboración con el gobierno y a la contrarrevolución que se estaba fraguando. Desde un principio se constituyó como un polo de reagrupamiento de sectores descontentos con la política de la CNT; su actividad se basó en varios mítines, octavillas y un periódico, “El amigo del pueblo”, o intervenciones en actos públicos (como el boicot a una intervención de [la "ministra anarquista"] Federica Montseny durante un mitin en la monumental). 

Al estallar las Jornadas de Mayo, lucharon en las barricadas contra el gobierno burgués (del que CNT formaba parte) y lanzaron a la calle su famosa octavilla en la que llamaban a la creación de una "Junta revolucionaria" [dictadura revolucionaria del proletariado], al fusilamiento de los culpables, desarme de todos los cuerpos armados, etc. 
Octavilla de "Los Amigos de Durruti", Mayo de 1937

En su órgano de expresión, el periódico “El amigo del pueblo”, publicaron varias editoriales en las que expresaron una conclusión: la revolución necesita un programa y fusiles para defenderla. 

Estas editoriales fueron el prólogo del folleto “Hacia una nueva revolución”, publicado en julio de 1937 y que plasma las posiciones de la agrupación. 

En él analizan cómo el triunfo del Frente Popular en el mes de febrero de 1936 no consiguió esta vez aplazar por mucho tiempo la explosión de la guerra de clases en España, así como que tras el golpe del 18 de julio, el gobierno negó las armas al proletariado, no cómo se ha repetido hasta la saciedad, porque el presidente, Casares Quiroga fuera un inútil, o no hiciese caso de las advertencias previas y se tomara a broma el golpe de estado, sino porque la República burguesa temía más al proletariado en armas que a los militares golpistas, ya que sus intereses y los de los militares estaban contrapuestos a los del proletariado. De no haber sido porque éste salió a la calle y asaltó cuarteles y se hizo con armamento, el golpe probablemente no hubiera sido más que un traspaso de poderes. 

Denuncian que el 19 de julio no hubo una revolución completa, ya que el proletariado tras vencer en la calle a los militares, renunció, siguiendo las directrices de la CNT, a destruir el Estado burgués sometiéndose a la unidad antifascista y a la colaboración con el gobierno. Según Los Amigos de Durruti, la CNT, que llevaba años propugnando la revolución, no supo qué hacer debido a la falta de un programa revolucionario, y optó por dar fuerza a una burguesía que no la tenía y alimentar la contrarrevolución que, como se verá, se impondrá definitivamente en mayo. 

Sobre este episodio remarcan que, habiendo ganado la calle, tras percatarse de la indecisión y de la falta de una dirección revolucionaria, lanzaron la octavilla por la que se los tildó de “agentes provocadores”, a lo que responderían publicando una editorial en “El amigo del pueblo” con el titular: “Nosotros, agentes provocadores e irresponsables, propugnamos”, en el que la agrupación trató de plantear unas medidas alternativas a la línea que marcaba la CNT, a pesar de unas evidentes debilidades y falta de ruptura con concepciones de la socialdemocracia (respecto al sindicalismo, a la reorganización económica, a la misma ruptura revolucionaria...). Al fin no supieron ejercer esa dirección revolucionaria, y las barricadas fueron vaciándose poco a poco, entre llamamientos de la CNT y el POUM a abandonar la lucha. 

A continuación en el folleto plasman sus posiciones, en las que propugnan “(...) la unidad del proletariado. Pero entiéndase bien, esta unidad ha de realizarse entre trabajadores y no con burócratas o enchufistas” y remarcan que el orden revolucionario lo debe ejercer el proletariado en armas, como única garantía del triunfo de la revolución. 

A pesar de todo, Los Amigos de Durruti nunca rompieron con la CNT, la cual creían que fuera posible que diera un vuelco hacia posiciones revolucionarias, achacando sus errores a la falta de programa y a “traiciones” de ciertos dirigentes, y no a la naturaleza propia del sindicato. 

Quizás por esa confianza en el sindicato y en su posible viraje revolucionario, no ejercieron esa dirección revolucionaria necesaria en ese momento, delegando en una esperanza el triunfo de la revolución. 

Las conclusiones a las que llegaron Los Amigos de Durruti tienen una gran importancia histórica y política, ya que frente a la absurda y lamentable disyuntiva en el seno de la CNT, tras la victoria en julio del 36, sobre la moralidad de imponer una "dictadura anarquista" y la decisión final de renunciar a ella, manteniendo así la dictadura del Capital [y su Estado], estos dedujeron que “las revoluciones son totalitarias o son derrotadas”, entendiendo por totalitarias el que afecten a la totalidad de las relaciones sociales que crea el capitalismo, a la destrucción del Capital y del Estado por la fuerza, y a la creación de estructuras que velen por el mantenimiento del orden revolucionario. Unas conclusiones que sin duda deberán ser tenidas en cuenta por el proletariado de cara al definitivo asalto a la sociedad de clases.» 

(Fragmento de "Reapropación N° 1. Sobre las jornadas de Mayo 1937 en Barcelona", Biblioteca Subversiva Crimental, 2013)

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