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18 de enero de 2022

El comunismo no es un modo de producción. 17 tesis sobre el comunismo

Bernard Lyon / Alain (In Memoriam)
 
Publicado originalmente en francés en Théorie Communiste n° 13, 1997.
Traducido del inglés (Endnotes) al español por ahuehuete.org
 

1. La producción en sí no es una esfera separada de todas las demás actividades, sino que es "absorbida " dentro de las relaciones que son todas las relaciones productivas. "Absorbida" significa que el resultado de la actividad no se opone a la actividad, que la propia relación que se produce es la de las relaciones que, aunque sean relaciones productivas, no son "relaciones de producción". Todas las relaciones son relaciones entre individuos cuyas singularidades ya no son una mera contingencia, sino que son en verdad sus relaciones reales. El comunismo no es un modo de producción; todas las actividades ya no se reducen a una norma común inmanente para cada una de ellas (como el valor, la plusvalía, el producto excedente en general).

2. Para cada actividad las personas se reúnen en redes. Cada red tiene un carácter diferente y su base puede ser geográfica, temática o emocional. Como hemos dicho, abarcan la producción material. Las redes no son "estructuras", es decir, no son sujetos que se diferencian de quienes las forman, sino medios voluntarios para la toma de decisiones y prácticas en todos los aspectos; constituyen la praxis misma.

3. El elemento central de la praxis es la palabre [1], que es a la vez antecedente, acompañante y posterior a toda acción. La palabre es el modo de decisión, de control y de corrección de todos los actos; no tiene fin. Incluye todas las actividades, y para todas las actividades nos tomamos el tiempo de ir hasta el final (provisional) de la palabre. La palabre es el conocimiento de la acción real, consciente. La historia consciente significa que llegamos a un acuerdo.

4. Dentro de una red, cada miembro es más o menos una "persona-recurso" para un aspecto de la actividad que realiza la red. El conocimiento y las competencias se difunden dentro de la red a través de todas las personas-recurso. De este modo, dentro de la red, la decisión y la ejecución contienen aprendizajes e investigaciones que no están separadas de la palabre. En la red todos, constantemente y cada uno a su vez, totalizan la acción del grupo, y por tanto de la comunidad, a través de la palabre. El discurso que circula encarna a la comunidad en acción.

5. La búsqueda por la mejor solución posible, para tener el máximo de puntos de vista, para que una acción pueda ser alterada, o incluso anulada, sin perjudicar la situación en el futuro, es la preocupación constante del palabre en y entre las redes. Los conflictos nunca son conflictos de interés porque no hay ninguna situación que reproducir en la que los conflictos sean imposibles de resolver. Cada individuo participa en una multitud de redes, que es a su vez una red de redes. No hay "redes públicas" y "redes privadas", ya que todas son "públicas" y todas son "informales".

6. Las redes están en constante transformación, se diversifican, surgen, se extienden o desaparecen en relación con las tareas que se les confían. Los individuos practican el nomadismo entre las redes, las que encuentran ya existentes para una actividad en curso, y las que crean para una nueva actividad. La red es un lugar y un momento tan cambiante como la vida de los individuos que la forman.

7. No existe una súper-red que incorpore la totalidad de las redes. Cada red puede unirse a otras redes para una acción particular a nivel global. De hecho, esto es constantemente necesario para aprehender el devenir de cada acción local o sectorial. La posibilidad de que una red se especialice en lo universal (orientaciones a gran escala) está contenida en el propio movimiento de diversificación, ya que dicha especialización implica un cierre de sí misma y de su problema. De este modo, el problema, aunque concierne a todos, puede ser tratado como si concierne a otros que la red tiende así a gestionar. Pero esta posibilidad es normal, es una tensión hacia lo universal. El nomadismo y la atracción siempre estarán ahí para acabar disolviendo estas redes que son un aspecto permanente de la totalización y son reabsorbidas permanentemente por otras redes. Es también así como el comunismo se totaliza y se proyecta.

8. El comunismo no es una "sociedad", las relaciones no separan a los individuos que se relacionan entre sí, sus relaciones son las que les reúnen sin que por ello se pueda establecer su separación como vínculo social. Los individuos no están sumergidos en "lo social", no hay un individuo promedio que pertenezca a la comunidad, cuya existencia independiente como sociedad significaría su división en clases y su representación por la clase dominante o su cristalización en una red de redes.

9. Con el comunismo deja de existir el sentido de la historia como historia del capital como proceso de acumulación. El "progreso" era la versión programática del sentido del capital como desarrollo de las fuerzas productivas. Lejos de liberar las fuerzas productivas, el comunismo las suprime y absorbe la producción a través de las relaciones individuales. La historia consciente no es un significado consciente de la historia, una mano visible en lugar de una invisible.

10. Toda actividad tiene en sí misma su fin, toda producción se dirige a una necesidad a la que atiende. Las personas comunican sus productos para ayudarse, para agradar. No reciben productos para "consumirlos", sino para realizar el objetivo de su producción. Es decir, ellos mismos en sus relaciones con los demás. Con el comunismo el individuo es el fin en sí mismo, el individuo materializa la sustancia de los productos aunque estos desaparezcan en ese momento.

11. Las relaciones entre individuos no son una suma de contratos; es en su forma inmediata y concreta que el comunismo existe como una totalización sin sociedad.

12. Hay un control sobre las implicaciones que todo acto tiene en relación con la naturaleza, que implica la comprensión de lo que sustenta las demandas ecológicas a través de la abolición de la naturaleza, como consecuencia necesaria de la sociedad que es abolida en sí misma. De nuevo no hay más que el cuerpo inorgánico del ser humano como elemento integrado en el comunismo, a modo de objetividad para estas relaciones.
 
13. La producción consciente por parte de todas en su vida individual y transindividual implica inmediatamente la producción de seres humanos en una demografía que integra cuerpos inorgánicos. Esta es la condición necesaria para habitar el planeta en armonía. La absorción de la producción mediante relaciones produce el fin de la explosión numérica de los seres humanos, y produce una nueva condición de frugalidad. El comunismo no conoce ni el hambre ni la gula. Las fuerzas productivas dejan de existir cuando se desencadenan del capital. El palabre toma su tiempo.

14. Las revoluciones permanentes del proceso laboral capitalista desencadenan una transformación acelerada de todas las relaciones y de todas sus personificaciones materiales. Cada vez resulta menos posible "avanzar con la época", debido a la obsolescencia acelerada de los objetos y de los modos de ser en el contexto de una homogeneidad cada vez más forzada. El comunismo, el nuevo modo de producción de la vida, es la diversificación total, el fin de todas las normas; pero también es el fin de todo "desarrollo"; tranquilidad y solidez, nomadismo y poliglotismo, reflexión y sabiduría; [sic].

15. Las redes son grupos humanos. Se encargan de todos los aspectos de esta vida. Los sentimientos que caracterizan las relaciones entre las personas son: amor, amistad, respeto, compasión. Las relaciones se construyen de forma recíproca, lo único que las ordena es el reconocimiento del yo en la otra persona como un individuo único.

16. La ciencia como fuerza productiva queda abolida junto con todas las fuerzas productivas. El conocimiento dialéctico de los humanos sobre sí mismos, su mundo y las prácticas que los unen ya no constituye una ciencia. 

17. La historia del comunismo es el recuerdo de los individuos. Hay descendientes y legados complejos como resultado de la poliandria y poliginia generalizadas. Después de la revolución comunista ya no hay sociedad.

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[1] "Palabre" es un término francés que significa "discusión interminable".

11 de abril de 2020

Covid-19 y más allá

Il Lato Cattivo
Marzo 2020
Traducido por: Antiforma

«La Tempestad» de Shakespeare
«Mientras tanto, el objeto de la teoría comunista sigue siendo el mismo de siempre: la relación social capitalista como portadora de su propia superación o de su reproducción a un nivel superior. Relación de explotación entre clases antagónicas que, de todas las que han existido a lo largo de la historia, es la más contradictoria y por lo tanto la más dinámica. En medio de la algarabía de hechos y discursos sobre los hechos, de lo que se trata es de comprender la recaída que los acontecimientos actuales introducen en esta relación, tanto a corto como a largo plazo. Lo que, dicho sea de paso, es exactamente lo opuesto a la ligereza con la que algunas personas celebran el "colapso del capitalismo" -truco que lo vuelve todo muy fácil porque hace desaparecer la realidad, que en cambio está hecha de declives socioeconómicos e institucionales desiguales, de tasas divergentes de incidencia y temporalidad de la propagación viral, de diversas estrategias desplegadas frente a la emergencia sanitaria. Sin olvidar la desigual distribución de las pérdidas entre todos los capitales individuales, en lo concerniente a la crisis económica. Ahora y siempre, el desarrollo desigual es la regla en el proceso histórico. Las siguientes notas -apenas algo más que un borrador- son sólo un modesto intento de poner todo esto en perspectiva, para nuestro uso y para uso de quienes que nos leen. [...]

Desde un punto de vista teórico y práctico, la aparición del Covid-19 plantea un problema mucho más profundo que el de la moralidad individual o la solidaridad entre generaciones, y que, si se lo mira bien, los subyace a ambos: ¿qué es la sociedad? Esta pregunta no es del todo peregrina, y exige que vayamos a la raíz de las cosas. En este sentido, el buen Karl nos dejó algunos párrafos esclarecedores. Aquí un par de ellos:
«El hecho de que la vinculación social, que surge de la colisión de los individuos autónomos, aparece a la vez como una necesidad objetiva y como un vínculo que les es exterior, representa precisamente su independencia, para la cual la existencia social es ciertamente una necesidad, pero sólo un medio, de modo que a los individuos mismos se les presenta como algo extrínseco, y, en el dinero incluso como una cosa tangible. Producen en y para la sociedad como seres sociales, pero esto a la vez se presenta como mero medio de objetivar su individualidad. Como no están subsumidos en una entidad comunitaria de origen natural, ni, por otra parte, subsumen a ellos, como seres conscientemente colectivos, la entidad comunitaria, ésta debe existir frente a ellos -los sujetos independientes- como un ente que para esos sujetos es como una cosa, igualmente independiente, extrínseco, fortuito.» (Karl Marx, "Fragmento de la versión primitiva de la Contribución", en Contribución a la crítica de la economía política, Siglo XXI Ed., 1980. Págs. 234-235)
«Cuanto más lejos nos remontamos en la historia, tanto más aparece el individuo -y por consiguiente también el individuo productor- como dependiente y formando parte de un todo mayor: en primer lugar y de una manera todavía muy enteramente natural, de la familia y de esa familia ampliada que es la tribu; más tarde, de las comunidades en sus distintas formas, resultado del antagonismo y de la fusión de las tribus. Solamente al llegar el siglo XVIII, con la “ sociedad civil” , las diferentes formas de conexión social aparecen ante el individuo como un simple medio para lograr sus fines privados como una necesidad exterior. Pero la época que genera este punto de vista, esta idea del individuo aislado, es precisamente aquella en la cual las relaciones sociales (generales según este punto de vista) han llegado al más alto grado de desarrollo alcanzado hasta el presente. El hombre es, en el sentido más literal, un ζῷον πολῑτῐκόν (animal político), no solamente un animal social, sino un animal que sólo puede individualizarse en la sociedad.» (Karl Marx "Introducción" de 1857 a la Contribución a la crítica de la economía política, Siglo XXI Ed., 1980. Pág. 283)
Lo que llamamos "sociedad" no es otra cosa que la conexión mutua entre individuos en tanto autónomos unos de otros, la comunidad que producen y reproducen fuera de ellos mismos, y que se impone sobre cada cual como una fuerza coercitiva externa. Esta comunidad independiente de los individuos se prolonga en el Estado, pero no se agota en él. Este último no se articula con la sociedad como un cuerpo externo, como un parásito: simplemente materializa la alienación, entendida aquí sin ningún matiz humanista, esencialista o psicológico, sino como la brecha entre la actividad individual y la actividad social en general. Una brecha que los grandes pensadores de la burguesía moderna, desde Mandeville a Max Weber pasando por Hobbes, Vico, Smith y Hegel, nunca han dejado de problematizar, ya sea concibiéndola optimistamente como vicios privados capaces de transmutarse en virtudes públicas, o bien de forma pesimista como buenas intenciones que pavimentan el camino al infierno.
A diferencia de la relación entre el proletariado y el capital, la oposición entre el individuo y la sociedad no constituye una contradicción, no es el motor de nada, y no socava los cimientos de su propia reproducción; pero eso no significa que no tenga efectos concretos. De esta conexión entre los individuos que trasciende a los individuos, hay que subrayar en primer lugar la irresistible presión que puede ejercer sobre ellos mismos. La mejor representación que hasta hoy se ha hecho de esta fuerza restrictiva de la sociedad es la famosa imagen del Leviatán, cuyo cuerpo está compuesto por una multiplicidad de individuos. Para Hobbes, el Leviatán es el poder más grande porque "viene de todos" y nadie puede escapar de él porque todos, lo quieran o no, participan en él. Contrariamente a las brumosas concesiones contractualistas posteriores, en Hobbes el pacto social (completamente ficticio) no es un pacto entre el Estado y los individuos, sino un pacto que los individuos suscriben entre ellos, que precede lógicamente al Estado y funda su existencia. ¿Qué es este pacto imaginario si no la traducción ideológica -el pacto como resultado de una "libre elección"- de una conexión objetiva que el individuo encuentra siempre ya hecha? Por más que este último pueda utilizarlo -a decir de Marx- como un simple medio para materializar su existencia individual, más allá de cierto límite este uso instrumental se vuelve contraproducente. Tal es el núcleo de verdad contenido en el reproche que nuestros padres solían dirigirnos cuando éramos niños: «...¿y si todo el mundo hiciera lo mismo que tú?» Ciertamente nos encogíamos de hombros, desistiendo -so pena de un par de bofetadas- de la única respuesta que se nos venía a la cabeza («¡a quién le importa!»). Pero si quisiéramos tomar en serio la pregunta, tendríamos que responder que la sociedad ha de defenderse. Allí donde la presión social sobre el individuo (a través de prohibiciones, costumbres, normas, etc.) se afloja, lo que en principio se había ganado en autonomía individual, en cuanto empieza a generalizarse tiende a transmutar en su opuesto, porque la convivencia se degrada hasta el punto de impedir los fines privados de cada uno. Y es en este punto que se activa un mecanismo de defensa destinado a restaurar un ambiente en el que la autonomización del individuo vuelva a ser posible. Estos, por supuesto, son los límites dentro de los que discurre la producción -siempre parcial- del individuo social dentro de las formaciones sociales clasistas, en particular dentro del capitalismo en tiempos de relativa paz civil. Este discurso no cuestiona ni la división de la sociedad en clases ni el carácter de clase del Estado, pero explica por qué los individuos, y por cierto los individuos proletarios, pueden bajo ciertas condiciones verse empujados a reforzar la presión social, es decir, a reducir los márgenes de autonomía individual (admitidos socialmente y/o permitidos legalmente) con tal de reafirmar la eficacia de su conexión recíproca. ¿Existe acaso otra manera, para los más débiles, de contrarrestar el neo-malthusianismo, cuando la libertad individual es la libertad para liberar... un virus en el gallinero?
De la conexión que estamos examinando, debemos finalmente subrayar su extraordinaria resiliencia. Los adeptos al "derrumbe del capitalismo" y otros colapsólogos no sólo tienen mala memoria, sino que demuestran tener una visión totalmente reificada de las relaciones sociales. En China, en 1961, se hundió casi el 40% de la producción industrial; en 1992, en Rusia, el colapso alcanzó el 25%. En los Estados Unidos, entre julio de 1929 y marzo de 1933 dicha cifra llegó al 52%. ¿Por qué esas catástrofes, que con frecuencia provocaron grandes hambrunas y mortandades, no bastaron para desintegrar las relaciones de producción existentes? Simplemente, porque la sociedad no es una mera agregación de individuos y/o cosas (ni siquiera fábricas). Esto debería ser suficiente para que nos convenzamos de dos cuestiones obvias:
Primero, que las relaciones sociales son tan invisibles e indescifrables como pueden serlo, y la reproducción de las relaciones capitalistas a veces exige enormes sacrificios de sus soportes materiales (cosas y gente);
Segundo, que por la misma razón, dichas relaciones no pueden modificarse ni deshacerse a voluntad, ni se desintegran por la acción de un automatismo de la historia (un "colapso", por ejemplo). Esto no significa que el modo de producción capitalista sea eterno, sino que el problema de cómo se le puede superar es una cuestión teórica en sentido fuerte, que debe ser tomada en serio y tratada de forma sistemática. Quien se limita a difundir consignas no sólo hace el ridículo, sino que evade la pregunta en vez de responderla. [...]
El ingreso en una etapa histórica particularmente convulsa y decisiva, cuyo resultado está abierto y dependerá en última instancia de la lucha de clases (a ambos lados del Pacífico, sobre todo). Cuanto más nos adentremos en la tempestad, más se verá reducida nuestra "visibilidad". Y en la medida en que las certezas "revolucionarias" acumuladas o transmitidas tendrán que ceder el puesto a la exploración cotidiana, reflexiones como ésta, y la existencia misma de "polos" teóricos como el nuestro, irán perdiendo su razón de ser. Se trata más bien de un cambio general de "atmósfera", que de un asunto de elección: los tiempos de tranquilidad han terminado.»

21 de marzo de 2020

Desmantelar

El virus se cobró la muerte de miles de personas de manera directa. Es muestra de la frialdad de la mentalidad dominante actual que 195.957 contagios y 7.868 muertos sean cifras que hablan de la pandemia, tanto en los baners como en los mapas que el sensacionalismo propagandista dominante publica minuto a minuto, sin siquiera decir que son personas las afectadas, solo números. La otra cara de la (des)información reinante, la de la contención y represión social (que aun parece no haber mostrado su potencial ferocidad por estas latitudes) puede asustar aún mas que la posibilidad de contagio.

Pero por otro lado la paranoia oficial (sea cual sea su verdadero motivo) parece dejar al desnudo la inmundicia del sistema de producción actual en el que hay que producir valor, supurar mercancías a cualquier precio. Posiblemente el coronavirus, y sin intentar comparaciones cuantitativas, haya salvado cientos de vidas. En principio por la total paralización de fabricas en el epicentro de la producción capitalista con la reducción de muertes en asesinatos laborales que ello conlleva, aunque si buceamos en la web es imposible encontrar estimaciones del numero de "accidentes" evitados en China o Italia. La paralización del transporte en varias regiones nos hace arribar a especulaciones similares.

Desde otro punto de vista, este parate de la producción (y la circulación) trajo aparejados una drástica reducción de la emisión de gases contaminantes y de efecto invernadero, con la consiguiente mejora en la calidad de vida de las personas que habitan las regiones afectadas, incluso bajando la cantidad de afecciones respiratorias por dicho motivo. Esta inesperada reducción en la polución debería llevarnos a reflexionar que alimentar al monstruo de la economía tiene como correlato la destrucción del hábitat donde nos movemos, mientras la cuarentena pasa, los arboles no se talan, el aire se limpia y el agua se vuelve cristalina (basta sólo con buscar fotos de Venecia donde sus otrora nauseabundos canales hoy se volvieron cristalinos y hasta algunos cisnes pasean por ellos).

Lamentablemente como fue decisión estatal paralizar la economía en determinadas regiones, la potestad de reiniciarla también corresponderá al Estado, es por esto que los momentáneos beneficios de dicha suspensión se verán revertidos en cuestión de días. Sin embargo estos ejemplos dejan una enseñanza al respecto de las prioridades de un sistema en la cual la producción de valor reina notablemente sobre la salud tanto de personas como del ecosistema terrestre mismo. Y nos orienta a pensar que el sistema productivo actual debe ser desmantelado para la supervivencia de la especie.

Tomado del muro de facebook de la Biblioteca Alberto Ghiraldo (19 de marzo de 2020)

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Algunas lecturas más sobre el coronavirus para compartir:

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Frente a la Sagrada Familia del capital, defendamos nuestra vida a través del antagonismo social
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20 de marzo de 2020

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17 de marzo de 2020