27 de mayo de 2014

REFLEXIONES CRÍTICAS Y RADICALES ALREDEDOR DEL PROBLEMA DEL PETRÓLEO


(A propósito del “día anti-Chevrón” y del Yasuní-ITT) [1]


 
Llaman progreso a su más obvia destrucción,
cambiando bosques por cemento.
Cultura Profética

El movimiento ecologista es la respuesta burguesa ante esa
degradación generalizada de todas las condiciones de vida.
Grupo Comunista Internacionalista

Marx dice que las revoluciones son la locomotora de la historia universal. Pero tal vez ocurra con esto algo enteramente distinto. Tal vez las revoluciones son el gesto de agarrar el freno de seguridad que hace el género humano que viaja en ese tren.
Walter Benjamin


Si bien es cierto que lo que ha hecho y hace Chevrón (antes Texaco), una de las principales empresas transnacionales petroleras,[2] en todo el mundo (ecuador, nigeria, irak, argentina, rumania, venezuela, etc., etc.) es repugnante y condenable, el problema de fondo no es su impunidad por todos los desastres que ha causado, ni sus actuales proyectos de “fracking”, etc. Ni siquiera lo es el petróleo o la industria extractiva. Como ya hubimos de afirmarlo hace un par de años en una volante sobre la minería, el problema de fondo es el capitalismo y su progreso.

De hecho, pedirle a una empresa petrolera que no devaste y contamine la naturaleza, que no expropie a las comunidades locales, que no explote a sus trabajadores, que no especule en la bolsa de valores, que no soborne y que no mande a reprimir violentamente las protestas en su contra, es pedirle peras al olmo. Toda actividad extractiva, en particular, y toda actividad capitalista, en general, necesariamente tiene que hacer todo lo anterior para lograr su único objetivo, su razón de ser: lucrar, obtener ganancia. Eso sí, ganancia únicamente para las empresas y los estados, para nadie más. El progreso es progreso sólo para el capital, mientras que para el proletariado y la naturaleza sólo es miseria y muerte.

El caso Chevrón-Texaco en ecuador es la muestra incontestable de esta ley general y absoluta del modo de producción capitalista: en las provincias amazónicas donde operó durante décadas, mientras en el polo capitalista (extranjero y local) se acumulaba riqueza y poder, en el polo proletario (trabajadores y comunidades) se acumulaba miseria de todo tipo (despojo, empobrecimiento, falta de servicios, enfermedades, muertes, evangelización, clientelismo y asistencialismo, prostitución, violencia, etc.), con la connivencia del ejército, las iglesias, las ongs y las universidades. En realidad aquí y en todo el mundo, porque el capitalismo es mundial.

El gobierno capitalista, extractivista y neocolonial de la contrarrevolución ciudadana –y toda la opinión pública nacional e internacional que le hace seguidismo- miente hipócrita y cínicamente cuando condena “la mano sucia de Chevrón” mientras va a hacer prácticamente lo mismo en los campos petroleros ubicados en el Yasuní-ITT, esta vez en el marco de la “nueva era petrolera” y supuesta “soberanía energética” del ecuador, pero en realidad bajo relación de dependencia principalmente con transnacionales petroleras chinas.[3] No existe “petróleo responsable” (como tampoco existe “minería responsable”). El petróleo, como todo el capital, arrasa todo a su paso y derrama lodo y sangre por todos sus poros infectos. Y recalcamos: el tan cacareado ad náuseam progreso o desarrollo que traería consigo el petróleo –según el discurso del gobierno ecuatoriano[4]-, sólo es y será progreso o desarrollo para las empresas y los estados, mientras que para el proletariado y la naturaleza sólo es y será miseria y muerte. Los hechos de los próximos años confirmarán esta afirmación.

Ahora bien, ¿por qué el petróleo? ¿Por qué éste se ubica –nuevamente- en el ojo de la tormenta global? Porque la energía es “la sangre de la economía”, siendo que el capitalismo es la dictadura de la economía sobre la humanidad y la naturaleza, y que el petróleo aún sigue siendo la principal fuente de energía. Por eso es que el petróleo es una industria histórica y mundial (capitaneada hasta ahora por ee. uu.), y por eso es que ha habido tantas alianzas[5] y sobre todo tantas guerras internacionales por el petróleo, p. ej. en medio oriente, así como también por el gas natural, otra importante fuente de energía para la economía mundial.[6] Hoy en día, en el contexto de crisis capitalista general e internacional en el que nos encontramos –de la cual la crisis energética es una de sus aristas-, la punta de lanza del capitalismo mundial es, tiene que ser la industria extractiva en general, y el petróleo en particular. Es una cuestión de sobrevivencia para este sistema: dado que su tasa de ganancia ha caído y entonces hay sobreproducción no sólo de mercancías sino de capitales, es decir capitales que no están siendo productivos y que en vez de ganancias están generando pérdidas (algo inadmisible y terrorífico para los capitalistas), de la mano de la especulación financiera tienen que inyectarle a como dé lugar enormes cantidades de esta sangre negra que es el petróleo a la economía, para ver si así recuperan la tasa de ganancia o al menos para evitar que siga cayendo aún más. Pero el motor fundamental del capital no es éste, sino la explotación de la fuerza de trabajo humano, el trabajo vivo, única fuente creadora de valor y plusvalor. Sin trabajo asalariado no hay capital. Y resulta que el trabajo hoy en día también se encuentra en crisis, muestra de lo cual son los altos índices de desempleo mundial, precisamente porque como al capital sólo le interesa obtener ganancia mediante una mayor productividad y competitividad, tiene para ello que invertir en tecnología de punta y “desinvertir” en trabajo asalariado, es decir sustituir el trabajo de miles y millones de trabajadores por el de unas cuantas novedosas máquinas, robots, programas informáticos, etc.; trabajadores, pues, que son despedidos a la calle, engrosando así el ejército de proletarios excedentes o sobrantes y cada vez más pobres que entonces ya no pueden comprar las mercancías y, por tanto, ya no pueden valorizar al capital ni generar ganancias. Sin duda, se trata de un círculo vicioso y, a la larga, de una contradicción mortal de este modo de producción: sus soluciones a corto plazo se vuelven problemas más grandes -y graves- a mediano y largo plazos. Por esta razón, las guerras internacionales más que por el petróleo, el gas, etc., son guerras para eliminar físicamente a ese proletariado excedente (“lumpen” y población de los suburbios, desempleados, soldados, etc.) así como al proletariado en lucha e incluso insurrecto, es decir en el fondo siempre son guerras contra el proletariado: desde las guerras abiertas en medio oriente hasta las guerras “de baja intensidad” actualmente en la frontera este de ucrania y en las favelas de brasil, por tan sólo citar un par de ejemplos concretos.[7] No cabe duda que el capitalismo es el mayor genocida y ecocida de la historia. Es la civilización del petróleo y la esclavitud asalariada; del plástico y el fetichismo de la mercancía y el dinero; de la basura, la sobrevivencia y la muerte, sobre todo de la muerte: de hambre, enfermedad y/o a balazos, el capitalismo mata.

Pero incluso si se llegase a acabar el petróleo (combustible fósil no renovable), el capitalismo tiene otras fuentes potenciales y reales de energía: la energía nuclear, con todas las tragedias que ésta ha generado (recordemos chernóbil y fukushima) y que puede generar[8]; y, las llamadas “energías alternativas” o “limpias” -las cuales también forman parte de la “nueva matriz energética” y la “nueva matriz productiva” propuesta por el gobierno de correa-. Sobre éstas últimas, tan sólo decir que en realidad no son “ambientalmente responsables” o “alternativas” “amigables” con la naturaleza como se dice; sino que, por el contrario, dada la crisis ambiental o ecológica actual del capitalismo mundial, “el desarrollo sostenible [y sustentable] no es ni una utopía ni incluso una protesta, sino la condición de supervivencia de la economía de mercado”. (Cuadernos de Negación N° 8. Contra la razón capitalista, 2013.) Por un lado, el capitalismo jamás podrá variar o alterar su basamento: la explotación del proletariado y la depredación de la naturaleza. Y, por otro, con “energías alternativas o limpias” ni siquiera podría disminuir la contaminación o el “calentamiento global” por él mismo causado, puesto que “las proposiciones de un “desarrollo sostenible” [y sustentable] o de un “capitalismo verde” no pueden conseguir resultado alguno, pues presuponen que la bestia capitalista puede ser domesticada; es decir, que el capitalismo tiene la opción de detener su crecimiento y permanecer estable, limitando así los daños que provoca. Pero esta esperanza es vana: mientras continúe la sustitución de la fuerza de trabajo por tecnologías, en tanto el valor de un producto resida en el trabajo que representa, seguirá existiendo la necesidad de desarrollar la producción en términos materiales y, en consecuencia, de utilizar más recursos y de contaminar a mayor escala. Se puede querer otra forma de sociedad, pero no un tipo de capitalismo diferente del ‘capitalismo realmente existente’”. (Ídem.) Además, como ya lo dijimos arriba, los problemas resueltos o gestionados por el capital-estado a corto plazo serán más grandes y fuertes en el mediano y largo plazos.

El ecologismo es harina del mismo costal, ya que no es más que un falso crítico y agente solapado del mismo capitalismo. En el caso de Chevrón y del Yasuní, los discursos que van desde exigir “justicia internacional” y “pagar la deuda ecológica”, hasta plantear “otro modelo de desarrollo” (cuya propuesta acaso más “original” y elaborada sea el tal “plan C”[9]) vía “consulta popular” como lo hace “Yasunidos” en ecuador, lo cual no pasa de ser una expresión de reformismo demócrata pequeñoburgués, de socialdemocracia en versión ecologista. Además con la ilusión de que así pueden “salvar a la Amazonía” y que “el Yasuní depende de ti” (de tu firma). Frente a lo cual, reiteramos una vez más que el progreso o el desarrollo sólo es y puede ser de carácter capitalista. Mientras que, como ya lo afirmamos en una reciente ocasión, la democracia es el modo de ser y de funcionar de la sociedad mercantil generalizada, es la dictadura del capital sobre el proletariado. Es decir, el capitalismo es progresista y democrático por excelencia. Por lo tanto, por un lado, cualquier modelo de desarrollo o de progreso sólo puede ser capitalista: el capitalismo, aunque se vista de “verde” o de “ecológico” y hasta de “indigenista”, capitalismo se queda; y, por otro lado, participando dizque como una “forma de presión” y “críticamente” en las instancias y mecanismos democráticos no se hace más que legitimarlos y reforzarlos. La democracia, o sea la dictadura del capital, en ecuador no está “en extinción” sino más fuerte, y los “Yasunidos” contribuyen a ello, por más que se quejen de sus trampas y “faltas de garantías”, etc. En fin, estos intelectuales-activistas “alternativos” de “nueva izquierda” (“marxistas ecologistas” incluidos) no cuestionan ni combaten el progreso ni la democracia –pilares del capitalismo-, sólo quieren reformarlos y humanizarlos, mejor dicho, “yasunizarlos”. Son agentes “verdes” del capital-estado, del enemigo del proletariado.

Igual de perdidos, ilusos y reaccionarios son los ecologistas que creen que se puede “aportar con un granito de arena” al dejar de consumir tanto plástico y demás derivados del petróleo, movilizarse en bicicleta, “ahorrar energía”, llevar un “consumo responsable”, “dejar una huella ecológica menor”, etc., etc., como si el problema real fuera el modo de consumo y no el modo de producción, cuando en realidad es éste el que determina a aquél, y como si la contaminación de las personas fuera comparable con la contaminación de las empresas; es decir, los que, so pretexto de “el medio ambiente”, quieren que el proletariado sea aún más austero y por tanto aún más miserable de lo que ya es, con lo cual el ecologismo ni siquiera le hace cosquillas al capitalismo sino que más bien le hace un gran favor.[10] Como siempre y sin duda entonces, el ecologismo es la respuesta burguesa a la catástrofe ecológica del mismo capital, ya que nunca ataca sus causas sino sólo algunos de sus efectos, parcializando y desviando así la lucha del proletariado de lo fundamental: la producción mercantil de valor y la explotación capitalista sobre el proletariado y la naturaleza, cuya base es la propiedad privada y el trabajo asalariado, y cuyo guardián es el estado; es decir, lo desvía de la lucha de clase contra el capital y el estado, y a favor de sus necesidades y de la vida. Por lo tanto, reafirmamos que “en una época en la cual los efectos devastadores de la producción mercantil provoca muertes cada vez masivas por desertificación, deformaciones físicas irreversibles o enfermedades incurables por contaminación ambiental,... la rebeldía proletaria contra el sistema se seguirá desarrollando y el desarrollo de la misma encontrará en los ecologistas de todo tipo un obstáculo más que deberá barrer para imponer su revolución.” (GCI, 1989: Tesis de Orientación Programática, N° 39d.)

Ya escuchamos los tartosos graznidos de “ortodoxos”, “extremistas”, “infantilistas”, o de “eurocentristas”, “especistas”, o la típica de “sólo critican y no proponen nada”, como “respuestas” a nuestras críticas anteriores. Nos tienen sin cuidado. No debatimos ni debatiremos con pseudorevolucionarios y reformistas, que son parte del enemigo. Los proletarios revolucionarios, de aquí y de todas partes, criticamos tanto teórica como prácticamente al capitalismo mundial de manera radical –esto es, desde su raíz o fundamento- y en cualquiera de sus formas históricas y regionales. Así pues, el “socialismo real” (mal llamado “comunismo”) nunca dejó de ser capitalismo[11] porque jamás abolió ni superó los fundamentos y relaciones sociales capitalistas, además que se basaba en el industrialismo destructor de la naturaleza y en la ideología del progreso. El “socialismo del siglo xxi” o “neodesarrollismo” extractivista, con todas las diferencias formales que pueda y diga tener del anterior, en esencia es lo mismo: capitalismo puro y duro. Y el ecologismo, en cualquiera de sus versiones, es el “nuevo movimiento social” de oposición progresista que necesita la democracia para reproducirse y mantenerse en este campo: es la izquierda verde… del capital. En suma, todos ellos son diferentes tentáculos mohosos de la misma bestia capitalista. ¿Entonces? ¿Cuál es la solución? “Sólo la revolución proletaria y comunista, en la medida que liquida los fundamentos de la contaminación generalizada, las causas de la destrucción de todos los medios necesarios a la vida verdaderamente humana de la especie [y a la vida de todas las especies], constituye la alternativa válida a la barbarie de la actual civilización.” (Ídem.)

En realidad, las verdaderas catástrofes en el mundo no son naturales sino sociales, las que produce y reproduce esta sociedad siempre a costa y en contra de los proletarios (p. ej. en el último terremoto e incendio en chile). Mejor dicho, el capitalismo es catástrofe; el progreso es catástrofe. Y hoy en día, esta catástrofe es generalizada y más evidente y grave que nunca: la crisis mundial actual no sólo es económica sino también ambiental o ecológica, a lo que se suma la amenaza latente de una nueva guerra mundial, de manera tal que el capitalismo nos está conduciendo directo a la autodestrucción planetaria y como humanidad.[12] En consecuencia, sólo una revolución que destruya y supere al capitalismo podría parar o evitar este potencial mega-suicidio. Si no hay revolución social, a la larga desapareceremos del mapa... del universo. Por lo tanto, la revolución proletaria mundial es la única opción que tenemos –o tendremos- para sobrevivir y vivir como especie y como planeta. (Pareciese que hasta la misma naturaleza pidiese a gritos la revolución total.) Es y será una cuestión de vida o muerte no más. ¿“Socialismo o barbarie”? Ya no, porque ya estamos inmersos en la barbarie propia de la civilización capitalista. ¿Entonces? ¡Comunismo o Muerte!

Pero la revolución comunista será antiprogresista, antidesarrollista o no será. No se trata de mantener y transformar “revolucionariamente” el “lado bueno” o los “aspectos positivos” del progreso (fuerzas productivas, avances tecnológicos, nuevos productos, etc.): eso ya lo hizo y lo sigue haciendo la contrarrevolución capitalista disfrazada de “socialista” y hasta de “comunista”, y por eso estamos en el nivel tan avanzado de catástrofe en el que estamos. Como aciertan en decir unos compañeros internacionales: El progreso es un cáncer que se expande, mata la tierra y por ende, nos mata a nosotrxs. No tiene un “lado bueno” el cual podamos ocupar para emanciparnos como se creía a principios de la modernidad, incluso por los revolucionarios. Su lógica requiere siempre abrir cerros, estupidizarnos con sus nuevos chiches tecnológicos, envenenar el agua y la tierra, cosificar todo a su paso, constituir rutinas y alienarnos para servirle... Muchas y muchos creemos que esta sociedad está construida sobre falsedades y cimientos podridos. Y sobre éstos no se puede levantar algo nuevo pues cederá prontamente. Todo está por construir.” (8 tesis críticas sobre las últimas catástrofes en chile, 2014.) Sobre el problema del petróleo, nosotros precisaremos diciendo que los proletarios deberíamos "golpear donde le duele" al capitalismo mundial actual: interrumpir abruptamente o sabotear la industria del petróleo y en general toda industria extractiva, así como todo megaproyecto, teniendo claro que "la lucha contra los megaproyectos es una lucha contra el capital." (Por la tierra y contra el capital, 2014.) Es más, deberíamos interrumpir abruptamente o sabotear para siempre el progreso mismo (como lo han hecho algunos proletarios en épocas pasadas, y como hoy lo siguen haciendo -o tensionan por hacerlo- otros proletarios en varias partes del globo). Agarrar y jalar el freno de esta gran locomotora suicida, parafraseando a Benjamin. Precisando -y rematando- aún más: el problema del petróleo devela que la solución a un problema radical sólo puede ser radical, que la solución sólo puede ser la revolución total. Por lo tanto, nosotros no queremos sólo un mundo sin petróleo, sino un mundo sin capitalismo: el comunismo, el verdadero comunismo.

Al igual que Marx (cf. sus Manuscritos económico-filosóficos de 1844, en especial el capítulo “Propiedad privada y comunismo”), nosotros estamos convencidos que sólo el comunismo, sobre la base de la abolición de las clases sociales y de la división entre ciudad y campo, reunificará o reconciliará a la humanidad consigo misma y por tanto a la humanidad con la naturaleza. Al abolirse la explotación del hombre por el hombre, se abolirá también la explotación de la naturaleza por el hombre. Y es que los seres humanos también somos naturaleza, de manera que “el comunismo es, como completo naturalismo = humanismo, como completo humanismo = naturalismo; es la verdadera solución del conflicto entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y el hombre, [...] es la plena unidad esencial del hombre con la naturaleza, la verdadera resurrección de la naturaleza, el naturalismo realizado del hombre y el realizado humanismo de la naturaleza.” (Ídem.). A diferencia radical del “socialismo real” y del “socialismo del siglo xxi”, es impensable entonces el petróleo, la minería, etc. en el comunismo. Pero a diferencia de las variopintas propuestas ecologistas existentes, tampoco se trata de volver a un idílico pasado primitivo ni de crear una realidad aislada y paralela a esta (tipo “ecoaldeas”): utopías reaccionarias ambas. Se trata ni más ni menos de abolir, mediante la revolución y la dictadura proletarias, las condiciones que hacen posible la explotación humana y de la naturaleza, las catástrofes sociales, los sufrimientos innecesarios, para que la actividad humana no vuelva a ser organizada como trabajo, para que la producción material se decida según las necesidades humanas y de la vida en general y ya no según la ganancia, la cual ciertamente dejaría de existir. Organizando, usando y disfrutando de manera común, conciente y sensata tanto nuestras capacidades como lo que nos provea la naturaleza, respetándola y siendo recíprocos con ella. Construyendo nuevas relaciones de cooperación libre, solidaridad, complementariedad y transparencia entre los seres humanos y, como diría Dauvé... entre los animales-humanos y los animales-no humanos y demás seres. “El comunismo debe ser, entre otras cuestiones, la construcción social de un nuevo equilibrio del ser humano con el resto de la naturaleza.” (Cuadernos de Negación N° 8.) Todo lo cual no excluiría ni la contradicción ni el conflicto incluso violento, sino que lo humanizaría y lo resolvería como comunidad –en el caso de los humanos, claro está-. Porque el comunismo no será el paraíso en la tierra, sino una comunidad humana-natural real y mundial. Ni más ni menos. Y a estas alturas de la historia, será ésto o perecer para siempre.

Para ello no existen fórmulas o recetas ni tampoco será de la noche a la mañana, obviamente. De lo que sí estamos convencidos es que sólo existe una vía para lograrlo, para parar en seco y cortar de raíz la catástrofe del progreso o la barbarie de la civilización capitalista: la acción directa y autónoma del proletariado contra el capital y el estado, la lucha de clases revolucionaria, la revolución comunista mundial, cuyo fundamento invariante es la abolición de la propiedad privada, el trabajo asalariado[13], las clases sociales, el estado, las cárceles, las naciones, el mercado mundial, las leyes, las ideologías, las religiones, las guerras... Esto no es utópico. Es posible y, sobre todo, es necesario –inclusive urgente- porque, como dijimos arriba, la revolución social es y será una cuestión de vida o muerte para la humanidad y el planeta. Y su prefiguración o anticipación en actos ha estado y está siempre presente –aunque invisibilizada o distorsionada- en las acciones y relaciones que se tejen en las luchas proletarias no sólo contra la explotación petrolera, sino contra el capital y su estado en general. Allí están las acciones directas y autónomas (piquetes, huelgas, ocupaciones, sabotajes, lucha armada...) del proletariado contra la industria del petróleo y las fuerzas represivas estatales en irak, nigeria, perú, argentina en los últimos años para demostrarlo [14], así como para servirnos de fuente de inspiración y aprendizaje para las presentes y futuras luchas en este campo. En cualquier caso, y por el momento, quedan claras dos lecciones: hay que golpear donde le duele al capitalismo, y hay que hacerlo de manera directa, autónoma y radical.

Pero mientras el proletariado no actúe, no luche de esa manera -que es como lo determina nuestro ser de clase-, y entonces mientras no sea una fuerza social, histórica e internacional real, el capital seguirá su carrera catastrófica y suicida. En este caso concreto, Chevrón seguirá haciendo de las suyas en todo el mundo, mientras que aquí el petróleo del Yasuní se explotará de todos modos, así como también se llevarán a cabo los otros “proyectos estratégicos” del actual gobierno o las otras patas de la misma mesa (minería, hidroelectricidad, proyectos multipropósito, exploración marítima de gas natural, petroquímica, siderúrgica, astilleros, etc.). E, indefectiblemente, con los años también se desarrollarán y profundizarán las contradicciones intrínsecas a todo este progreso. Se acumularán y estallarán entonces no sólo como “conflictos ambientales” sino como conflictos sociales. Y, como estamos en un contexto de catástrofe y de sobrevivencia para esta sociedad toda, se agudizará el conflicto, el antagonismo de clases: el capital-estado desnudará su verdadero rostro depredador y asesino (seguirá comprando a la gente con migajas y baratijas, pero sobre todo reprimirá sanguinariamente a diestra y siniestra), y el proletariado tendrá que aprender al calor de la misma lucha a responder a estos ataques sin intermediarios ni representantes (gobiernos, partidos, sindicatos, ongs, iglesias, etc.), sin medias tintas ni concesiones, buscando reivindicar e imponer socialmente sus necesidades –y las de la Tierra- sobre las necesidades del capital. En esta guerra de clases, que de latente o velada algún momento pasará a ser abierta –como ya lo es en algunas regiones o al menos en algunos países-, en esta densa a la vez que incierta turbulencia histórico-social, será, por un lado, que el proletariado ha de reemerger, recomponerse y fortalecerse como clase, como sujeto y como poder autónomo; y, por otro lado, será la fuerza la que, en última instancia, decida. Al fin y al cabo, los revolucionarios sabemos que el orden social existente sólo puede ser derrocado por la violencia. Estamos en guerra de clases, y el capitalismo es estructural y cotidianamente violento. Nos maltrata, agrede y mata a diario de múltiples formas. Por lo tanto, la revolución proletaria será violenta o no será. Más aún en las actuales condiciones de catástrofe generalizada donde la solución sólo puede ser total y radical: si no eliminamos al capitalismo, será el capitalismo el que nos eliminará. No nos cansaremos de insistir en que esto es y será una cuestión de vida o muerte. Pero sobre todo de vida, porque la revolución se hace –con amor y rabia- para conquistar y defender la vida, siendo que una de las condiciones para vivir de verdad es destruir lo que nos destruye. “Todo está por construir” dicen aquellos compañeros; pero, como bien acotan otros compañeros: “para vivir en armonía y comenzar una historia verdaderamente humana debemos destruir toda la organización social actual”, puesto que como nos enseñó Bakunin: “No puede haber verdadera revolución sin una destrucción arrolladora y apasionada, una destrucción beneficiosa y fecunda, pues sólo de ella nacen y surgen mundos nuevos.” (La Oveja Negra N° 16.) Destruirlo todo y de raíz, para poder construir un mundo verdaderamente nuevo: ya no un mundo de y para las cosas-mercancías (cuyo dios es el dinero), sino un mundo de y para las personas y los demás seres de la naturaleza. No un mundo de la sobrevivencia, sino un mundo de y para la vida.

La fuerza de los hechos confirmará la fuerza de estas afirmaciones, mejor dicho, de estas negaciones. El catastrófico progreso capitalista y la guerra de clases, tarde o temprano y de una u otra manera, llegarán a ese punto crítico y de no-retorno. Los proletarios revolucionarios, de aquí y de todas partes, hemos de prepararnos y de agitar para ello, para que la revolución social total, radical y mundial se vuelva posibilidad y para que ésta posibilidad se vuelva realidad.

proletarios revolucionarios

quito-ecuador, fines de mayo del 2014


[1] De entrada conviene decir que esta es sólo nuestra “primera entrega” sobre el tema porque, entre otras cosas, falta profundizar en información, datos, etc. Sin embargo, como bien dicen los compañeros Proletarios Internacionalistas: Por encima de todos estos aspectos secundarios, nosotros ponemos siempre por delante el contenido. Ante todo porque ni somos escritores [ni especialistas] ni pretendemos serlo, somos simplemente proletarios revolucionarios utilizando los medios que consideramos necesarios en la lucha contra el capital.” De modo que, sobre este y sobre cualquier otro tema, lo fundamental –e invariante- es y será la posición clasista y revolucionaria expresada.  

[2] Otras son: Exxon Mobil, Shell, Total, Sun Oil, British Petróleum, British Gas, Agip, CNPC-PetroChina, Gazprom (rusia), Petrobras (brasil), Repsol-YPF (españa/argentina),... 

[3] Lo cual para nada es en vano: uno, porque china, junto con superexplotar a miles de millones de trabajadores, tiene que devorar petróleo, carbón y gas natural a diario para ser la potencia económica y geopolítica emergente y ascendente que actualmente es; y dos, porque este es uno de los síntomas de cómo china ya le está disputando la hegemonía mundial a ee. uu. en esta región. Los grandes proyectos hidroeléctricos, actualmente en marcha también en ecuador (p. ej. Coca Codo Sinclair), son otro ejemplo de lo mismo. 

[4] El presidente-patrón-tecnócrata-policía correa ha dicho que “no podemos ser mendigos sentados en un saco de oro”, es decir que el petróleo y la minería son progreso y traen beneficio para todos los ecuatorianos, y por ende que los que se resisten u oponen al progreso son “infantiles”, “atrasapueblos” y “terroristas”. La verdad es que el único y gran terrorista es el Estado capitalista y, por tanto, este gobierno. 

[5] Aquí nos referimos no sólo a la tradicional y famosa OPEP, sino a la no tan conocida y multimillonaria alianza petrolera entre el gobierno “socialista del siglo xxi” de venezuela y nada más y nada menos que... Chevrón de ee. uu. Más información aquí. 

[6] P. ej. la al parecer ya descartada guerra por el gas entre rusia y ucrania (en realidad entre rusia y sus aliados y ee.uu./u.e./ucrania), así como también el reciente “acuerdo energético” entre rusia y china, el cual no es un dato menor. Ambos hechos íntimamente relacionados, claro está. 

[7] Frente a lo cual la respuesta del proletariado revolucionario sólo ha sido, es y será una: internacionalismo proletario y derrotismo revolucionario, con acciones que van desde deserciones masivas de los ejércitos hasta boicots y sabotajes a la guerra, a los estados, a la economía. 

[8] Por cierto, como parte de su “nueva matriz energética”, el actual gobierno ecuatoriano tiene un proyecto de energía nuclear –de uranio- en el suroriente del país, “asesorado” por rusia. 

[9] En resumen, el “plan A” del gobierno era no explotar el petróleo del Yasuní-ITT siempre y cuando los estados y empresas del "primer mundo" compensasen económica y financieramente la mitad de lo que significaba ese "sacrificio" ($ 18 000 millones). El "plan B", que es el que está en marcha debido a que el "plan A" obviamente no funcionó, es explotar el petróleo del Yasuní-ITT para “salir del subdesarrollo y la pobreza”, en especial de esa zona de la amazonía ecuatoriana. Y el “plan C”, propuesta hecha por fuera del gobierno, sería no explotar el petróleo del Yasuní-ITT pero en cambio sí “superar el subdesarrollo y la pobreza”, además de "salvaguardar a los indígenas aislados" y a la naturaleza, mediante la "redistribución de la riqueza", del ingreso, en especial a través del cobro de mayores impuestos a los grupos económicos más poderosos del país y de otras políticas públicas redistributivas de carácter social. Es decir, el típico pero remozado -mejor dicho, reverdecido- discurso socialdemócrata, economicista y estatista de la redistribución de la riqueza, como si ése fuera el problema de fondo y no el modo de producción capitalista, las relaciones capitalistas de explotación y de clase, que sí es el problema fundamental o de fondo. Entonces, el “plan C” no es más que una ilusión o una utopía reaccionaria de izquierda que, además, le hace al juego al falso dilema “intelectual, político y ético” planteado por el gobierno de la contrarrevolución ciudadana al respecto. Al fin y al cabo, entre reformistas se entienden ó se debaten. Muy por el contrario, los proletarios revolucionarios no tenemos absolutamente nada que debatir con estos personajes, sino que sólo podemos criticarlos y combatirlos sin piedad como lo que en realidad son: izquierdistas del capital, socialdemócratas, contrarrevolucionarios. 

[10] Además ¿quién los financia, especialmente a las ongs ambientalistas? Aparte de sus pequeñoburguesas billeteras –de sus papis y mamis-, generalmente son financiadas por empresas tanto extranjeras como locales, muchas veces bajo la figura de “cooperación”, las que primer lugar buscan defender sus intereses o negocios (evasión de impuestos incluida), y luego darse un baño de conciencia ambiental, hoy tan de moda. 

[11] “Capitalismo de estado” dijeron y hasta ahora dicen algunos; nosotros, en cambio, afirmamos que capitalismo a secas, puesto que el capital y el estado son inseparables. 

[12] Para profundizar al respecto, recomendamos leer “Catástrofe y Revolución” I y II, Revista Comunismo N° 58 y N° 59 del GCI, respectivamente. 

[13] La actual catástrofe ecológica mundial ha sido producida por el capitalismo, y el capitalismo se basa en el trabajo asalariado. Por consiguiente, para acabar con tal catástrofe hay que abolir fundamental y principalmente el trabajo asalariado, mediante la dictadura revolucionaria del proletariado. Véase el punto n° 8 de Nuestra (auto)crítica del trabajo. 

[14] Sobre estas luchas en irak y medio oriente puede verse “Guerra, capital y petróleo. Textos sobre Oriente Medio (2001-2009)”; en nigeria, “Delta en revuelta. Piratería y guerrilla contra las multinacionales del petróleo”; en perú, “Imponente desarrollo de las luchas proletarias en Perú“ (Comunismo N° 60); y, en argentina, “¡Libertad a los petroleros de Las Heras!”. Por su parte, en las protestas sociales que tuvieron lugar en el oriente ecuatoriano en 2006, 2009 y 2011, a pesar de sus limitaciones y contradicciones, así como a pesar de que fueron o cooptadas o reprimidas por el Estado, también hubo atisbos de este tipo de lucha proletaria.

20 de mayo de 2014

NUESTRA (AUTO)CRÍTICA DEL TRABAJO

Posdata Autocrítica a nuestra volante "Escucha bien, esclavx voluntarix: ¡Abajo el Trabajo!" del 2012

"El trabajo os hará libres" - Entrada de Auschwitz, campo de concentración nazi

Considerando que el trabajo es central o fundamental en esta sociedad, puesto que la sociedad capitalista se basa en el trabajo asalariado; y, que la autocrítica nos permite avanzar, madurar y fortalecernos como militantes revolucionarios, a continuación desarrollaremos la respectiva autocrítica a una volante nuestra de hace dos años contra el trabajo. Agradecemos a los compañeros que en su momento nos hicieron llegar sus respectivas críticas (en especial a los compañeros de El Radical Libre).

1.) Sobre el concepto de trabajo y sus implicaciones, ya que, para empezar, en la volante la definición de trabajo es pobre e imprecisa. La actividad mediante la cual los hombres producen los medios materiales para vivir, y por tanto mediante la cual se producen y reproducen a sí mismos, sólo se convierte en “trabajo” bajo condiciones de alienación y explotación; esto es, histórica y concretamente hablando, después de la disolución de la comunidad primitiva y la aparición de la propiedad privada, el cambio, la división social del trabajo, la sociedad dividida en clases sociales, el Estado. En este marco, el trabajo se separa de las demás actividades humanas y ya no es el modo de ser y de expresarse del ser humano, sino que se aleja de él, se vuelve extraño o ajeno, se cosifica y termina dominándolo, no individual sino socialmente. Los hombres que no trabajan (esclavistas, señores feudales, etc.) viven a costa del trabajo y del excedente de los que trabajan (esclavos, siervos, etc.). En pocas palabras, el trabajo es la alienación (separación, cosificación, explotación y dominación) de la actividad humana. Primera aclaración. 

Ya en la sociedad capitalista, donde todo es mercancía empezando por la fuerza de trabajo humano que es la única capaz de crear valor o nuevo valor (plusvalor o plusvalía), el salario es la forma social general de encubrir o esconder dos cosas: el valor, que es la alienación de la actividad social humana productiva y que adquiere la forma fetichista de mercancía y dinero; y la explotación, ya que el capitalista no paga sino que se embolsa gratuitamente el trabajo excedente del trabajador, tomando en cuenta que éste trabaja una parte de la jornada para reproducirse a sí mismo o cubrir sus necesidades mientras que la otra parte trabaja de más y gratis para el patrón o capitalista. Pero parecería que el salario cubre todo el trabajo del explotado, y no sólo una parte. De ahí que el salario es en realidad la forma disfrazada del valor de la fuerza de trabajo y de la explotación capitalista de la misma. (Todo aquello de “igual pago por igual trabajo”, “trabajo digno”, “salario digno”, etc… ¡son puras mentiras ideológicas capitalistas y reformistas!)

Esto es posible principalmente a causa de la propiedad privada capitalista sobre los medios de producción, la división social del trabajo, y la generalización y fetichismo de la mercancía o del valor, cuya máxima expresión y equivalente universal es el dinero (el dios de la sociedad burguesa). Dicho de otra forma, en el capitalismo el trabajo se impone, se aliena, se explota y se controla bajo la forma mercancía-valor-dinero-salario. En este sentido, el trabajo asalariado es, como bien decía Marx, la forma moderna de la esclavitud: es la esclavitud asalariada. Y sin trabajo asalariado no hay plusvalía ni ganancia ni acumulación de capital o “valorización del valor”, es decir no hay capitalismo. El trabajo asalariado es la relación social fundamental, central y transversal de la sociedad capitalista. Bajo el capitalismo, por lo tanto, decir trabajo –en sus múltiples formas- es decir trabajo asalariado –también en sus múltiples formas-.[1] Y por eso mismo cuando decimos abolición del trabajo estamos diciendo abolición del trabajo asalariado, que quede claro.  

Ahora bien, abolición del trabajo (asalariado) no quiere decir abolición de la actividad humana social productiva, o sea que no hagamos nada, la holgazanería absoluta, etc. No. Esto sería imposible y absurdo, suicida inclusive, porque simplemente nos moriríamos, no sólo de hambre, sino de inactividad. Abolir el trabajo significa abolir la relación social e histórica de separación, alienación, explotación y dominio bajo la que se halla enjaulada actualmente la actividad humana productiva, a fin de liberarla, transformarla y reivindicarla como tal, es decir como actividad o praxis humana total, unitaria, integral y común: que la actividad productiva ya no esté separada de –ni aliene ni domine a- la actividad de decidir, alimentarse, crear, conocer, jugar, divertirse, cuidarse, quererse, etc. (Dauvé). Para lo cual, por supuesto, hay que abolir de modo revolucionario o comunista las condiciones que hacen posible el trabajo asalariado o la explotación: la propiedad privada, la división social del trabajo, la mercancía, el valor, el dinero, el capital…

Sobre esta base (la "comunidad de bienes", al decir de los comunistas de antaño), los seres humanos, asociados libre y comunitariamente, tendríamos control conciente y colectivo sobre las condiciones y medios materiales de vida, y por lo tanto decidiríamos qué y cómo producir según nuestras necesidades humanas para vivir (y vivir bien, no en escasez, sino en abundancia). “De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades”. (Marx) El trabajo ya no sería trabajo, al menos no como hoy lo conocemos, y se reduciría al mínimo necesario [2], pero sobre todo no sería alienado ni explotado ni estaría separado o disociado de las demás formas de actividad y expresión humanas. El tiempo libre, la actividad creadora y las relaciones humanas serían nuestra mayor riqueza. Tal sería una comunidad humana real, donde "nuestra actividad real humana —tanto comer, habitar, como crear, disfrutar, sufrir, en definitiva, vivir— jamás vuelva a organizarse como trabajo, como subordinación de la existencia a la ganancia". [3] Y ahí sí, como decía Marx, “dejaríamos de sufrir como bestias y empezaríamos a sufrir (y gozar) como seres humanos”, y ya “no habría pintores, sino hombres que, entre otras cosas, se dedicarían a pintar”…Por cierto, y lo decimos de una vez, éste sería el significado o contenido de las dos últimas consignas de la volante: “¡por la actividad humana libre, cooperativa, creativa, placentera y liberadora!” y “¡por un mundo sin trabajo, clases ni estado, pero con pan, tiempo libre, comunidad y felicidad reales!”...

¿Utópico? Al contrario. El comunismo, como escribió Kurz, "no se trata ni del paraíso en la tierra ni de la construcción de un nuevo ser humano, sino de la superación de las exigencias capitalistas hechas al ser humano, del fin de las catástrofes sociales producidas por el capitalismo. Ni más ni menos. [...] Incluso después del capitalismo, seguirá habiendo enfermedad y muerte, envidia e individuos despreciables. Sólo que no ya no existirá una paradójica pobreza masiva, producida por la producción abstracta de riqueza; ya no existirá un sistema autonomizado de relaciones fetichistas ni formas sociales dogmáticas. El objetivo es grande, justamente porque, medido por la exaltación utópica, se muestra relativamente modesto, y no promete nada más que liberar de sufrimientos completamente innecesarios." (Las lecturas de Marx en el siglo XXI, 2001.) Siendo precisamente el tripalium (tortura) o el trabajo el primero y el principal de tales sufrimientos.

2.) Sobre la “precariedad” y el desempleo. En tiempos de crisis, como el actual, la “precariedad” y el desempleo (y el “subempleo” o la “informalidad”) suben o crecen enormemente; pero esto es una cuestión de grado y de apariencia, no de naturaleza o de esencia. En el capitalismo, el desempleo es estructural y no “voluntario” (como dicen los economistas burgueses), ya que es una palanca tanto para la  existencia misma del mercado de trabajo como para mantener a la baja los salarios, y así explotar y dominar aún más a los trabajadores empleados (sobre todo en tiempos de crisis), para recuperar la tasa de plusvalía (de explotación) y de ganancia caídas; es decir, es una palanca para la acumulación del capital. No hay capitalismo sin desempleo, no funcionaría, no sería posible. Por eso es estructural y necesita –y le conviene- mantenerlo. 

Por su parte, la “precariedad” no es una nueva forma ni régimen laboral (“posfordismo”, “precariado”, etc.), sino que todos los trabajadores asalariados, en tanto que desposeídos y explotados, somos precarios por naturaleza y desde siempre, sobre todo porque todo empleado es desempleado en potencia y viceversa. Y ya sabemos que no hay capitalismo sin desempleo. Entonces, no deberíamos hablar de “precariedad laboral”, sino simplemente –y nuevamente- de trabajo asalariado. Por lo tanto, y sin duda alguna, para eliminar tanto la “precariedad” como el desempleo, hay que suprimir o abolir el trabajo (cosa que sí se dice en la volante, y que también lo han dicho hace poco unos compañeros de la región española: ver la volante “No disfrutamos en el paro ni disfrutamos trabajando”).

Y si los “precarios” y “desempleados” han sido la “punta de lanza” de la lucha de clases en los últimos años (p. ej. las revueltas en los suburbios de todas partes) no es porque sean solamente tales, sino porque son proletarios, porque han luchado como proletariado contra el capital y su estado. Por consiguiente, si participan en la revolución social no será como “precarios” o “desempleados”, sino como proletarios; y, obviamente, no exigiendo un “trabajo digno, estable, justo”, sino la abolición del trabajo y de su condición de proletarios.


3.) Por su parte, lo de que el trabajo es una tortura (tripalium), que deshumaniza, enferma y mata, que el trabajo es una de las armas principales del capital en la guerra de clases contra el proletariado, y sobre todo lo de luchar contra el trabajo no para liberarlo sino para liberarse de él, simple y llanamente es real, es verdadero y por ello lo mantenemos. En el punto n° 1 ya argumentamos lo suficiente al respecto.

4.) La parte tal vez más cuestionable, confusa y floja de la volante: la de "preferir" seguir siendo un esclavo asalariado en vez de asumirse y luchar como proletario… La esclavitud asalariada no es una preferencia individual o voluntaria, sino una condición histórica y social impuesta, una condena que es “naturalizada” y “consensuada” mediante la ideología, lo cual es diferente. Lo otro sería perder de vista la determinación y carácter histórico-social de las cosas, y se podría caer hasta en el voluntarismo y en la confusión –como, al parecer, caímos nosotros en la volante al respecto-. En todo caso, que quede claro que si trabajamos no es porque queramos, sino porque nos toca; porque para nosotros los desposeídos de medios de producción y de vida, los proletarios, no existe otra manera de obtener dinero para sobrevivir en esta sociedad de la propiedad privada y el dinero. 

Por otro lado, llamando “esclavos voluntarios”, etc. a los hermanos de clase, en vez de “sacudirlos” y “despertarlos”, podemos producir el efecto contrario de incomprensión, rechazo y aislamiento. Esto no significa que no haya que criticar también al explotado/oprimido tanto como al explotador/opresor (a lo Albert Libertad: "contra los pastores, contra los rebaños"); pero hay que saber hacerlo, con inteligencia, pertinencia, y sobre todo con fraternidad, como hermanos de clase… 

Si los proletarios luchamos contra el capital y por ende contra el trabajo asalariado, es porque la reivindicación y satisfacción de nuestras necesidades humanas nos determinan y “obligan” o conducen forzosamente hacia ello, dado que el capital no produce para satisfacer las necesidades humanas sino para valorizarse y obtener ganancia a costa de nuestra explotación y alienación, de manera que nos niega y anula como seres humanos, nos destruye, nos mata. De allí que la lucha proletaria por las necesidades humanas en el fondo es una lucha contra la lógica misma del capital y por tanto puede devenir lucha revolucionaria o la revolución social devenir y asumirse como necesidad -claro está, en determinadas condiciones de la lucha de clases-; y, de allí también que la lucha contra el trabajo sea una lucha por la vida. "Trabajar más es vivir menos" (Vaneigem), por tanto, para vivir más (y mejor) hay que trabajar menos, mejor dicho, para vivir de verdad hay que luchar contra el trabajo hasta abolirlo. Vivir es luchar... y disfrutar.

Lo cual no significa que se puede estar afuera y en contra del trabajo e incluso abolirlo de manera individual e inmediata -"aquí y ahora"-. Esto no sólo es imposible y absurdo, sino que es una ilusión o un autoengaño ideológico de ciertos individuos y hasta de ciertos grupos tipo sectas, tanto como creerse libres en este mundo de esclavitud moderna -autoengaño del cual ni nosotros nos salvamos en ese entonces y antes inclusive-. Hay que tener claro que al trabajo sólo se lo podrá abolir como clase social e históricamente con la revolución.

5.) Lo de la propiedad y el trabajo como un robo en sí mismo, o que los capitalistas son los más grandes ladrones, es una afirmación ya clásica y hasta verdad de perogrullo entre nosotros los revolucionarios. Y, por tanto, lo de “robarle” tiempo y recursos al trabajo, a la rutina del capital, lo mantenemos, con la aclaración de que ésta no es ni ha sido ni será la única ni la principal forma de resistir y sabotear al capital, sino sólo una forma, generalmente individual y esporádica, que hay que saberla articular y potenciar socialmente contra el capital, como clase. Lo cual no tiene lugar sino en circunstancias excepcionales, p. ej. la sana y bella “epidemia” de ausentismo laboral y de rechazo al trabajo en las grandes oleadas revolucionarias históricas del 17 al 37; francia, italia y españa en los 60s y 70s (especialmente en esta época); grecia en los últimos años… Como dicen los compas de Notas Insurreccionales (n°4): “no somos ilusos de creer que expropiando en el trabajo o haciendo una pinta vamos a cambiar nuestra condición de esclavos del capital y el Estado.” 

Aunque también estamos de acuerdo con ellos cuando aconsejan que "si trabajas, trata de faltar en la medida de las posibilidades, enfermarte siempre es una buena excusa, puedes llamar y decir que estás mal, pero si te piden algún papel, puedes ir a la posta médica cercana y decirle al médico que te sientes mal de la garganta, que te duele el estómago o algo por el estilo (improvisa tus gestos), si puedes pídele que te pongan en su constancia de atención un día de descanso, podrás gastar algunos “soles” pero lo vale. Puedes también buscar objetos que puedan servirte para la agitación y propaganda, en las oficinas siempre puedes sacar hojas, imprimir textos, volantes, etc. La cinta adhesiva, los lápices, los lapiceros siempre serán necesarios para la difusión de propuestas revolucionarias, así que si puedes liberar material sin pagar, hazlo, al fin y al cabo ellos nos roban nuestra vida." (Ídem.)

Y es que nosotros no dejamos ni dejaremos de reivindicar el "robar", recuperar o arrebatarle tiempo y otros recursos al trabajo -o/y al estudio, la familia, etc.-, pero no para que sea un tiempo sólo de no estar trabajando o de ocio alienado (consumismo, ver tele, facebook, etc.), en el cual no dejamos de reproducirnos como fuerza de trabajo y por tanto de reproducir al capital, es decir no para que sea otro tiempo muerto más. Sino, por el contrario, para darle un valor de uso revolucionario, para que sea un tiempo de vida y de lucha: un tiempo arrancado a la rutina no sólo individual sino colectivamente en la medida de lo posible, para reunirnos, discutir, organizarnos, hacer. Un tiempo para la actividad revolucionaria, esfuerzo necesario a la vez que placentero con el cual recuperamos y prefiguramos la actividad y las relaciones verdaderamente humanas. (Más aún: un tiempo para múltiples actividades y relaciones humanas.) Una práctica y una situación creada, entonces, como parte de la misma lucha por recomponernos y fortalecernos como clase, como comunidad de lucha, así sea en forma minoritaria -como de hecho lo es actualmente y en la mayoría de casos, aunque también puede llegar a ser de forma más o menos masiva, como lo demuestra la historia de las luchas de nuestra clase [4]-. Y también para la reflexión, ensoñación y creación (ocio creativo), así como para compartir y disfrutar con los compas y con los seres amados, juntos, bien, sanos, alegres para enfrentar la sobrevivencia y para la lucha, como proletarios y "amor en guerra" que somos en esta guerra de clases, de la cual la guerra por el tiempo forma parte. Sí: una práctica y situación creada de resistencia proletaria contra el trabajo que nos ayuda a sostenernos en esta guerra social, así como a sentir y afirmar que estamos vivos, que somos seres humanos y no mercancías-hombres, anteponiendo en la práctica nuestras necesidades humanas sobre las necesidades de la absurda y asfixiante rutina del capital, al mismo tiempo que reorganizándonos como proletariado revolucionario.
 

6.) Lo de “deja ya tu rol de buen ciudadano y buen trabajador, de siervo voluntario, etc.”, lo de “tú mismo eres tu mayor opresor y por eso tú mismo eres tu mayor libertador” (eco, éste último, de una idea de W. Reich), etc. Aquí aplica exactamente lo mismo que lo dicho en el punto n° 4. No es una cuestión que se elija y mucho menos que se prefiera o no, sino que es una condición impuesta histórica, social y materialmente. Y si luchamos contra la esclavitud asalariada es porque somos esclavos asalariados, concientes y hartos de serlo. Pero -insistimos- su abolición sólo será obra de la misma clase haciendo la revolución social.

7.) Lo de que la lucha del proletariado es una lucha de clase y no individual, que no es un orgullo ser proletarios sino una condena que hay que abolir, que el proletariado sólo se afirma en su negación, es decir cuando lucha contra el trabajo y contra su condición de esclavo asalariado, que luchar contra el trabajo es luchar por la vida, y que la lucha proletaria es de carácter histórico, mundial y cotidiano: todo eso lo mantenemos tal cual, y en eso sí la volante es clara y contundente. Pero no está de más resaltar aquí que el proletariado se afirma en su negación, es decir cuando lucha contra la explotación/dominación capitalista y por lo tanto contra su misma condición de esclavo asalariado, de humanidad proletarizada. En este sentido, y sobre la base de la abolición del trabajo asalariado, la revolución comunista consiste en la autosupresión o autoabolición revolucionaria del proletariado como clase y, en consecuencia, de todas las demás clases sociales: abolir el trabajo para abolir la sociedad de clases.

8.) Sobre la dictadura revolucionaria del proletariado para la abolición del trabajo asalariado. Lo afirmado en el punto anterior sólo puede lograrse, dialécticamente, con la constitución del proletariado en clase y por lo tanto en partido, en fuerza social centralizada y temporalmente dominante; es decir, con la dictadura revolucionaria del proletariado. Como los compañeros del GCI ya han elaborado o desarrollado mucho mejor este punto central del programa histórico y revolucionario de nuestra clase, los citaremos a continuación:  

“Muy esquemáticamente podríamos resumir el programa de los comunistas (resultado de sucesivas afirmaciones históricas) como la constitución del proletariado en clase dominante para abolir la propiedad privada de los medios de producción y por lo tanto el trabajo asalariado, la mercancía, el dinero… y construir una sociedad no mercantil, sin clases, sin Estado, sin naciones, una verdadera comunidad humana.”

¿Por qué abolición de la propiedad privada y por lo tanto del trabajo asalariado? “Si el productor no estuviese privado de sus medios de vida (y de los de su producción) por la propiedad (propiedad privada particular o estatal), no vendería su fuerza de trabajo y por lo tanto el trabajo asalariado no podría existir; de ahí la unidad inseparable de la reivindicación revolucionaria: ‘eliminación de la propiedad privada’ con respecto a la de ‘abolición del trabajo asalariado’”. Y nosotros agregaríamos: de ahí la unidad inseparable de “dictadura revolucionaria del proletariado” y “abolición del trabajo asalariado”. 

“La dictadura del proletariado comienza cuando la sociedad no se encuentra más conducida por las leyes del valor, de la valorización del capital, sino del proletariado como clase dominante; es decir, cuando éste, en tanto que partido, es capaz de dirigir y planificar imperativamente la sociedad: el despotismo del valor de uso, de la producción para las necesidades humanas, contra la valorización, contra la “evolución normal del mercado”, es el elemento decisivo.” 

Ello implica o exige que, aparte de la destrucción del Estado burgués, “sin la supresión de la autonomía de decisión en el cómo producir y el qué producir, que caracteriza a la sociedad mercantil [y que se reproduce en la llamada "autogestión obrera"], no se puede destruir el capitalismo.” (GCI, La Contrarrevolución Rusa y el Desarrollo del Capitalismo, 2009.

Lo mismo aplica para todas las demás relaciones sociales, incluidas las relaciones personales y cotidianas, en tal momento histórico. Aparte de ello, recordaremos que la dictadura del proletariado, al contrario de la dictadura del capital en cualesquiera de sus formas históricas (p. ej. todo el llamado “socialismo real”), es revolucionaria porque es una dictadura social, antiestatal, mundial, temporal y autoabolicional. Al respecto, los compañeros de Cuadernos de Negación nos aclaran lo siguiente: “Para realizar su fin, la burguesía debe dominar para siempre al proletariado. Éste último, en cambio, debe simplemente imponerse de manera temporal a la burguesía para concretar su programa histórico, ya que no necesita oprimir a una clase para subsistir, sino que precisa abolir las clases, autosuprimirse como clase y para ello debe no sólo defenderse sino atacar toda tentativa de reconstrucción de esta sociedad.” (Cuadernos de Negación N° 4: Sobre la necesidad de Destrucción del Estado, Noviembre 2010.)

9.) A propósito de lo anterior, alguna gente nos ha “criticado” que nos llamemos “comunistas-anarquistas”, que “comunismo y anarquismo son contrarios”, que “cómo es posible que sean anarquistas y propongan la dictadura del proletariado”, etc., etc. Frente a lo cual, responderemos lo que ya han respondido y aclarado otros compañeros al respecto. [5]

Primero, que comunismo y anarquismo, históricamente hablando, son expresiones del mismo movimiento: el movimiento real del proletariado por negar y suprimir el orden capitalista. Los revolucionarios de siempre se han denominado indistintamente comunistas, anarquistas e incluso “liberales” (como Flores Magón); pero lo realmente importante y determinante no ha sido eso, en lo absoluto, sino su praxis revolucionaria militante contra el enemigo común: el capital. Lo de comunistas-guión-anarquistas acaso sea una forma de rendir homenaje y recoger toda la riqueza de nuestro movimiento histórico único, de nuestro “partido histórico” (donde Marx, Bakunin y todos los “marxistas” y “anarquistas” posteriores no son “dioses” ni “genios”, sino compañeros históricos con sus aciertos y sus errores, de los cuales hay que hacer el respectivo balance crítico y aprendizaje militante con cabeza propia).

Segundo, el planteamiento de la dictadura revolucionaria del proletariado no es un “invento de Marx”, sino una necesidad histórica y concreta “descubierta” y afirmada en la misma guerra de clases por el proletariado revolucionario de siempre y de todo lugar: no sólo por los “marxistas”, sino que tanto Bakunin como los anarquistas realmente revolucionarios en la españa del 36 y el 37 llegaron a plantear la necesidad de una "junta revolucionaria" (e incluso se habló de "dictadura anarquista"). Mas lo importante aquí es el contenido y lo de fondo –no la forma ni la denominación-: la necesidad de ejercer la dictadura social de las necesidades humanas sobre la dictadura del valor o del capital hasta abolirlo, lo que va de la mano de la necesidad de destruir el Estado burgués o aplastar violentamente la contrarrevolución, a fin de instaurar y desplegar la verdadera comunidad humana mundial, la sociedad sin propiedad privada ni trabajo asalariado, sin clases ni estado ni naciones; esto es, el comunismo o la anarquía. Jamás debemos olvidar que estamos en guerra de clases y que el poder lo tiene la revolución o lo tiene la contrarrevolución.

Tercero, no existe un “comunismo autoritario” ni un “comunismo libertario” más que ideológicamente, es decir en las cabezas de aquellos que viven ideológicamente o alienados por y en la ideología. Muy por el contrario, en tanto que sociedad sin clases y sin estado, comunismo y anarquía vienen a ser términos sinónimos, sin adjetivos, y así es precisamente como los entendemos y los usamos.

Cuarto, la división entre comunismo y anarquismo es ideológica y contraproducente, porque, aparte de falsa, divide a nuestra clase en su lucha única y común contra el capital; mejor dicho, es una división perpetrada por la contrarrevolución capitalista y desgraciadamente reproducida y mantenida por los mismos revolucionarios (quienes, al hacer esto, más bien le estarían haciendo un favor a la contrarrevolución, tanto los “anarquistas” como los “marxistas”). Por tanto, lo revolucionario es criticar y superar esa falsa dicotomía ideológica en el seno de nuestra clase, sobre todo en el seno de las minorías revolucionarias. En efecto, a nosotros no nos interesa ni el comunismo ni el anarquismo como “ismos” o ideologías, sino la teoría-práctica revolucionaria del proletariado y para el proletariado, como arma para nuestra autoemancipación. 

Y quinto, lo que hace revolucionarios a los revolucionarios no es su “identidad” ni mucho menos sus nombres o sus siglas (¡!), sino su praxis de ruptura revolucionaria permanente y militante con el orden establecido. Entonces, podremos cambiarnos de nombres o de siglas cuantas veces queramos o cuantas veces sea necesario (incluso por seguridad), pero lo que no cambiaremos es nuestra praxis revolucionaria y por tanto nuestro ser comunista y/o anárquico. 

10.) Para finalizar, sólo queda decir que la crítica y la lucha proletaria contra el trabajo siempre será central y vigente hasta que logremos abolir esta sociedad basada en el trabajo. Asimismo, a vísperas de un nuevo 1° de mayo -fecha histórica de lucha proletaria contra la explotación capitalista, o sea contra el trabajo asalariado-, este tipo de reflexiones y discusiones de carácter clarificador y militante, más su respectiva difusión, cobra sentido e importancia para la comunidad de lucha proletaria mundial contra la sociedad capitalista y por tanto contra el trabajo asalariado, para los proletarios de todas partes que luchamos y lucharemos por autosuprimirnos de modo revolucionario como clase y entonces devenir comunidad humana real, mediante la lucha proletaria por la abolición del trabajo, mejor dicho, mediante y sólo mediante la dictadura del proletariado para la abolición del trabajo asalariado.

 

proletarios revolucionarios

quito, febrero-abril 2014
(actualizado en mayo 2014)



[1] Campesinos, artesanos, pequeños comerciantes, informales, amas de casa, jubilados, estudiantes, profesionales "independientes", desempleados (subsidiados o no), prostitutas, delincuentes, etc., etc.… todas estas “ocupaciones” en realidad son formas encubiertas o enmascaradas de trabajo asalariado (por jornada, a destajo, en dinero y en especie, etc.) o de subsunción y explotación por parte del capital; el cual no es un patrón individual o una empresa, sino que es la relación social global y fetichista (la valorización del valor) que domina toda la sociedad actual. En otro nivel, todas esas no son más que formas que tiene el capital de dividir económica y sociológicamente al proletariado, a fin de anularlo como clase o sujeto revolucionario. 

[2] "El capital no vive sin trabajo, sin convertir trabajo vivo a su forma muerta de mercancías y dinero, y es por esto que más allá de discursos engañosos y utopías técnicas la jornada de trabajo real no descenderá jamás a menos que nos impongamos como clase y la reduzcamos, a cero horas por día." (Trabajar para no vivir. La Oveja Negra N° 16.)

[3] Ídem.

[4] "Nuestros compañeros de antaño [como los mártires de Chicago de aquel histórico 1° de mayo de 1886] lucharon para eliminar el trabajo de sus vidas, con las herramientas y las capacidades que tuvieron en ese entonces. Su proclama: 8 de trabajo, 8 de esparcimiento y 8 de descanso no buscaba afirmar que el trabajo fuera positivo o satisfactorio para el ser humano, sino todo lo contrario... Es que en ese 8 de esparcimiento se encuentra el núcleo de la consigna. 8 horas recuperadas que antes se malgastaban en la mina, la fábrica o la parcela del patrón, que podían ser utilizadas para discutir con los compañeros, organizar las siguientes luchas, sanar el cuerpo cansado, disfrutar de la corporalidad, dar amor a los niños o gozar de la lectura de un libro apasionante. Esas 8 eran uno entre tantos pasos que iban a borrar para siempre al trabajo de nuestras vidas." (Ídem.) Más subterráneos e igual de interesantes son los hechos y prácticas narrados en el libro "La noche de los proletarios: archivos del sueño obrero", así como en "Los obreros contra el trabajo".

[5] Los compañeros de RAP/MASA y de Cuadernos de Negación publicaron hace pocos años dos excelentes materiales al respecto: "Marxismo y teoría revolucionaria, parte 1. La superación situacionista de la falsa dicotomía marxismo/anarquismo" y "¿Comunismo? ¿Anarquía?" en Cuaderno de Negación N° 2, respectivamente. También recomendamos la lectura de un colgado más o menos reciente en Hommodolars donde se encuentra el Capítulo 4 de "La Sociedad del Espectáculo" de Guy Debord.

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Leer también Algunas verdades sobre y contra el trabajo por el 1° de Mayo