31 de octubre de 2018

Sobre la victoria democrática del fascista Bolsonaro en Brasil


La ultraderecha nunca ha accedido al poder político para derrotar a la clase trabajadora e impedir que haga la revolución. Cada vez que la ultraderecha ha llegado al poder, es porque la clase trabajadora ya había sido derrotada. ¿Por quién? Por la democracia. Por el progresismo. Por la izquierda.

Si Bolsonaro ganó las elecciones, es porque antes de su llegada tres gobiernos sucesivos del Partido de los Trabajadores se encargaron de aplastar cualquier rastro de fuerza propia y combatividad que pudiera quedarle a la clase trabajadora de Brasil. Al igual que en 1970 Allende inició su mandato garantizándole a la burguesía chilena que sus intereses no serían amenazados, asimismo Lula da Silva empezó a gobernar en 2003 prometiéndole a los grandes empresarios y banqueros internacionales que ninguno de sus intereses en Brasil correría riesgo alguno.

En efecto, Lula gobernó para garantizar el pago de la deuda pública, asegurando al capital un piso mínimo de estabilidad fiscal que le permitiese invertir con seguridad. Ninguno de los gobiernos del PT alteró en nada las condiciones de la explotación social y la acumulación capitalista en Brasil. Muy por el contrario, tales gobiernos fueron el soporte de una “amplia negociación nacional” destinada a garantizar que la explotación capitalista pudiese proseguir sin contratiempos.

Para cumplir su cometido, a lo largo de sus tres períodos de gobierno el PT cooptó y puso bajo su control a la mayoría de las dirigencias sindicales y sociales, transformando a los líderes populares en ministros, asesores de mercado, administradores de fondos de pensión e inversionistas. Simultáneamente, con tal de preservar las bases de su poder, el PT se puso a sí mismo bajo control de las fuerzas más reaccionarias representadas por el capital agrario, el empresariado de la industria nacional e internacional, el sistema financiero y la teocracia evangélica.

Mientras gobernaba para los propietarios de Brasil, el PT se las arregló para anestesiar el descontento social con una calculada combinación de programas sociales y terror represivo. Cuando Lula aceptó dirigir la Misión de ocupación de Haití en 2004, no sólo le demostró a EEUU que era un aliado confiable para aplastar democráticamente la protesta social en el continente. Al llevar al ejército brasileño a los barrios pobres de Haití, le proporcionó a las tropas un laboratorio para intervenir en las favelas de Río de Janeiro, tal como ocurrió durante las masivas agitaciones populares en contra del Mundial de Fútbol del 2014.

Durante los gobiernos del PT la producción de alimentos en Brasil disminuyó en más de 35%, con el consiguiente aumento de los precios cobrados a la clase trabajadora, debido a las facilidades dadas a las multinacionales agrarias para introducir monocultivos. 200 mil campesinos fueron desplazados mientras que 4 millones perdieron sus tierras a manos de las grandes empresas agropecuarias. Fue bajo los gobiernos del PT, y no bajo gobiernos fascistas, que la deforestación de la Amazonía alcanzó el "punto de no retorno".

Fue el gobierno de Dilma Rousseff, y no uno fascista, el que recalificó los cortes de carreteras y las tomas de tierras como delitos terroristas. Fue bajo esos gobiernos progres, y no bajo el fascismo, que los comandos de la muerte sembraron el terror entre los más desposeídos de los desposeídos en las grandes urbes del Brasil. Fue bajo gobiernos socialdemócratas, y no de derecha, que las cárceles de Brasil batieron los récords mundiales de hacinamiento y degradación de las condiciones de "vida" de los reclusos. Fue bajo esos gobiernos de izquierda que la clase trabajadora y los oprimidos de Brasil conocieron el umbral más bajo de la humillación y la vergüenza. Al proletariado de Brasil lo derrotó la democracia, no la dictadura.

Lo cual, por cierto, no es ninguna novedad. Mussolini accedió al poder cuando el proletariado italiano ya había sido derrotado por los compromisos electorales de los "partidos obreros y populares". Hitler fue designado como canciller por el presidente Hindenburg, quien había recibido el apoyo de los socialistas que veían en él un baluarte de la democracia contra el nazismo. En 1973 Allende, en vez de poner en los ministerios clave a representantes de los trabajadores, puso a los militares, mientras los partidos de la UP votaban una Ley de Control de Armas para desarmar a la clase trabajadora y entregársela en bandeja a las tropas pinochetistas. Quince años después, fue la Junta Militar la que organizó la transición democrática, cumpliendo al pie de la letra la doctrina formulada por Jaime Guzmán, quien fue al mismo tiempo el más democrático de los fascistas y el más fascista de los demócratas.

Como todos los fascistas, Bolsonaro ha llegado simplemente a ordenar los negocios después que la democracia progre sacó del juego al proletariado de Brasil, reduciéndolo a nada.

Tengan esto en cuenta cuando se pongan de nuevo a lloriquear por "la llegada del fascismo". Estos lamentos llegan demasiado tarde. Tendrían que haberse lamentado así, tendrían que haber entrado en pánico y haberse indignado cuando la izquierda socialdemócrata desarmó al proletariado, lo maniató y le hizo adicto a las comodidades, a la anestesia y a las mentiras. El lloriqueo asustado que se deja oír por todas partes hoy, es patético. Sólo demuestra que quienes gimen habían estado durmiendo, viviendo en una fantasía, rehusándose a ver la sangre que brotaba frente a sus narices y la mierda en la que se hundían poco a poco, al son de elecciones y batucadas.

En realidad, la llegada del fascismo nunca es tan mala como parece a primera vista. Al menos, ofrece la oportunidad de desengañarse, madurar y hacerlo un poco mejor de aquí en adelante.

Un compañero de la región chilena
28 de octubre de 2018

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«Yo me felicito de que tal cosa suceda, porque, hombre, la verdad es que da mucho coraje gastar seso y saliva durante años y más años hasta hacerse uno viejo, en explicar a los cabezas de piedra que gobierno es lo mismo que tiranía, que es una estupidez elegir al que ha de echarnos a garrotazos por la cabeza, y que la Autoridad no tiene otro deber que salvaguardar los intereses de los ricos. No quieren entender, pues que entiendan a garrotazos. ¡La letra, con sangre entra!
Ahora, creo que ya están muchos convencidos de que la Autoridad sólo sirve para oprimir al pobre en beneficio del rico, y si no lo han entendido, Dominguitos, por favor, deja por algún tiempo más que rebosen gargajos las escupideras y que la Corte Federal parezca un muladar, para que entre tú y los angelitos de estrella enseñen a los hambrientos que todo gobierno es malo.»

Ricardo Flores Magón
Regeneración, núm. 259, 1 de septiembre de 1917

24 de octubre de 2018

Arte y vida (esclavitud) cotidiana


El mundo del arte se ha creído tanto sus propios sueños de superioridad moral que 
se comporta como si su planeta arte fuera el mejor de los mundos posibles, 
algo que dista mucho de la realidad.
Santiago Sierra
  
Capítulo 1: Introducción. Escisión entre vida y creatividad

Tendemos a pensar que el mundo del arte es un lugar especial, místico o donde las cosas tienen un sentido más puro, con sentidos profundos, difícil de descifrar. Pero realmente está vacío. Cada artista busca una manera especial de ver e interpretar el mundo para posteriormente vender esta interpretación como obra de arte. Así, la obra deja de tener interés por su contenido y es simplemente un medio de cambio para obtener dinero. Por mucho que el arte quiera esconderse no deja de ser una mercancía.

Como ejemplo de idealización del mundo de arte, tenemos el libro De la obra de arte a la mercancía de Hans Heinz Holz. En él, se hace un recorrido histórico del proceso de abstracción al que se ve sometido aquello a lo que hoy llamamos arte, hasta llegar a ser pura mercancía, proceso que se agrava progresivamente conforme la comunidad humada se disgrega cada vez más.

El problema es que para Holz los primeros objetos rituales y otras formas primitivas son “obras de arte”. Nada más lejos de la realidad: estas manifestaciones formaban parte intrínseca de la vida de las personas. Las actividades no se diferenciaban, formaban parte de un todo y es por eso que en ese entonces el “arte” no existía, ya que no había esta separación que vivimos en el capitalismo. La historia burguesa intenta hacernos creer que las separaciones en las que vivimos en la época contemporánea siempre han estado allí, desde la prehistoria hasta nuestros días, es por eso que llaman a esas primeras manifestaciones “obras de arte”.

El arte nace con la separación, la separación de la creatividad del resto de actividades: es un ámbito escindido del resto de la vida, donde canalizamos todo lo que nos parece que es la creatividad, el GCI habla de esta manera:
El desarrollo del cambio ha operado facturas y separaciones cada vez más importantes en el seno de la actividad humana, y consecutivamente colocado cada uno de estos aspectos de la actividad bajo el dominio cada vez más omnipotente de la Ley del valor. El capital, al subsumir cada parcela de la praxis humana y al apropiarse y desviar toda la actividad creativa del hombre para la realización de sus propias necesidades de acumulación ha culminado dicho proceso. Al separar definitivamente la creatividad del resto de la actividad humana el capital definió el Arte como el único campo de la expresión y de la creación, como el lugar y el momento de todas las significaciones posibles, precisamente porque la vida ha perdido toda significación. El arte funciona, así, como exutorio, como guetto, como herida abierta del sistema capitalista por donde supura su podredumbre. El capital impulsa a escribir, a decir, a dibujar cualquier cosa, mientras esos productos artísticos queden en el dominio de la representación de lo vivido, del espectáculo, sin que superen las fronteras hacia la transformación de la vida. Dentro de esos límites, dichos productos no son otra cosa que mercancías como todas las otras.
Grupo Comunista Internacionalista. Tesis #42.
Capítulo 2: Un mundo dominado por la mercancía1

La teoría del valor nos dice que vivimos en una sociedad que desdobla los objetos en: valor de uso y valor. El valor de uso es el valor que tiene el objeto en sí, por ser ese objeto (y no otro) y por servir para lo que sirve (es un valor cualitativo). Por otro lado, el valor es una propiedad social que se le da al objeto para ser intercambiado, este valor no es intrínseco al objeto (no es natural, como podría ser su peso o su color) y es cuantitativo. Se materializa en la forma dinero y es el unificador por excelencia de todas las mercancías, ya que todo puede ser intercambiado por una cantidad de este. Esto conlleva un proceso de abstracción en el que las cualidades del objeto dejan de importar e importa más la rentabilidad del mismo. De esta manera el dinero juega un papel de abstracción de los objetos, cosificándolos, no porque sean cosas, sino porque se les vacía del contenido real que tienen; el dinero es el equivalente general, para mediar y medir todas las cosas.
La obra de arte convertida en mercancía participa ahora de todas las propiedades o características del comercio: se instituye un mercado del arte que depende del juego de la oferta y la demanda, en el cual los hábitos de la venta básicamente no son otros que aquellos que rigen en el mercado de bienes de consumo. Solamente que aquí la estrategia de venta tiene que tener en cuenta que los géneros que ofrece no poseen ningún provecho de uso inmediato, sino que representan para el mediador un mero valor ideal (aunque a menudo bastante sólido).
Hans Heinz Holz
No importa si la obra de arte se trata de un objeto, una acción, un proceso o una investigación; como tal puede ser vendido y subastado al mejor postor, porque en el capitalismo todo se puede vender y comprar. El dinero es el Dios que lo puede todo, el cientifismo, que lo reduce todo a cuestiones matemáticas, se encargó que matar todo lo mágico o místico que existía en el mundo y en los objetos, el aura, la esencia. Permitiendo de esta manera convertirnos en máquinas racionales. Así, el dinero es la tabula rasa de todo sobre la faz de la tierra (ciudades y selvas son arrasadas por su poder, incluso el futuro está en venta), todo se cosifica. Y, sin embargo, el dinero no es una cosa, un demonio terrible, sino una materialización de la relación social capitalista.

Por esto toda obra de arte es mercancía.

Capítulo 3: Un mundo dominado por la separación o por qué el arte nunca podrá ser la expresión máxima de la vida

El arte en la modernidad capitalista es representación como resultado de la separación entre teoría y praxis, entre forma y materia. No importa si este arte es un objeto, una acción o una investigación, el arte vive de esa separación. Esto se verá claramente en el período de las vanguardias artísticas, cuando el arte desea aproximarse a la vida y por tanto superar esta separación se hace explícito. Sin embargo el arte es en sí separado en la medida en que es una actividad productora de mercancías. Es el capitalismo el que separa la creatividad humana de la vida para convertirlo en un trabajo que debe venderse. Así el arte, al desear superar la contradicción, cae en la misma una y otra vez por no entender dónde radica su parcialidad. La separación sujeto-objeto es tal que no les queda más remedio que asumir la eterna tensión entre aquello que debe ser y aquello que se es.

El arte que pretende ser subversivo es incapaz de ir más allá, de romper las barreras de la representación, por lo que se somete a un limbo nihilista.

La crisis del arte se da cuando los artistas ya no les basta con representar cosas y quieren ir más allá, quieren alcanzar la vida misma. Los intentos de reformular el arte para ir más allá son constantes, pero no se cuestiona el carácter mismo de la obra de arte: todos los aspectos de nuestras vidas están mediados por la mercancía y en ese sentido, la expresión artística lo estará también. El arte se cosifica. No existe la autonomía de lo estético, esta inevitablemente subsumido a este mundo, obviar este hecho implica reproducir la separación.

Muchas personas creen que si no vendes lo que produces entonces estos productos no son mercancía. Por ejemplo, es sintomático el discurso que mantiene por ejemplo el Colectivo Desface sobre la obra de arte: intentan hacer que el arte sea algo distinto a la mercancía, idealizando el arte como esfera separada del resto de las actividades humanas. Creen que al no ponerle precio a las obras esta pierde su función mercantil, como si el capitalismo no fuera una relación social total que todo lo subsume, si no que se puede escapar de ello sin destruir la propiedad privada y la mercancía. Como bien expresa Santiago Sierra:
Mi desencuentro con las corrientes que ligan el arte y la vida como binomio inseparable se basa en el hecho de que quien tiene aquí más que perder es la propia vida podríamos aceptar esta postura, pero habría entonces que sustituir vida por trabajo. Los términos casarían perfectamente.
Sí, arte y vida se corresponderían en tanto y cuando ambas están igual de mutiladas. Como decíamos antes el discurso que mantiene el Colectivo Desface muestra una falta de entendimiento de cuál es la sustancia social que mueve el capitalismo. Este último no existe exclusivamente en las relaciones donde se intercambia dinero por objetos. Por el contrario, el capitalismo es una relación social que subsume casi todos los aspectos de nuestra vida, a través de la disección de la vida en diferentes fracciones, de lo cual el valor es un ejemplo palpable. De ahí que la crítica realizada por la Internacional Situacionista en torno al ocio y cómo este está subsumido por la mercancía sea tan acertada.
El arte, per se, es una actividad alienada, porque se realiza de manera separada de la comunidad humana, porque reproduce la separación. Si el arte se mantuviese fuera de la circulación de mercancías. En primer lugar, este arte se realizará con objetos que fueron comprados a partir de la venta de la fuerza de trabajo. En segundo lugar, se realizará en el tiempo de ocio del trabajador, limitado por el tiempo que dicta el trabajo. Esto reproduce la separación público/privado, porque el capitalismo no te permite eliminar la separación estructural que existe en nuestras vidas: las separaciones vida privada/vida pública, producción/reproducción, trabajo/ocio, ciudad/campo, propio/ajeno, etc. Todo esto elimina cualquier posibilidad de la existencia de una comunidad orgánica, por lo cual toda actividad artística está sujeta a las leyes del capital y no existe tal arte verdadero desligado de la mercancía, como querría el colectivo Desface. En el hipotético caso de que una persona realizara obras de arte en su casa que no venda, esta unión arte y vida es ficticia porque esa “vida” de la que se habla estará sujeta al tiempo dictado por el capital, estará encerrada y encapsulada por el tiempo de ocio de esa persona. De esta manera estará fragmentada del resto de la “vida”. El arte es una metamorfosis del capital porque es producto de las separaciones que éste implica como relación social y sólo puede vivir dentro de ellas.
Sin embargo, el arte tiene un valor de uso particular que lo distingue del resto de mercancías: como no responde a cuestiones utilitaristas, su valor de uso es ser en sí mismo y este aspecto es fundamental porque es la característica que permite que cualquier cosa se convierta en obra de arte. El objeto es en sí mismo cuando el artista dice que algo es arte. En la democracia del valor cualquier cosa puede convertirse en un objeto artístico, desde las concepciones más tradicionales, hasta llegar a todas las nuevas manifestaciones de arte postmoderno.


Capítulo 4: Después de la muerte del arte
El arte, como la economía, como sector separado ha llegado con la burguesía a su máximo desarrollo. El problema es que cuando ha empezado la descomposición del objeto arte, de este ámbito separado, no se da la liquidación del capitalismo y entonces esta descomposición sigue durando en el tiempo, se eterniza. Este es el problema; el arte ya ha muerto, pero nadie se ha encargado de enterrarlo.
(Anábasis, Radio QK #67: La sociedad del espectáculo)
De esta manera se perpetúa la existencia de las dos formas representativas: el reformismo o exaltación y el nihilismo o subversión.

Respecto a al arte de reformismo o exaltación poco hay que decir ya que veneran el sistema o hacen como si no existiera, brindando evasiones de la realidad o cosas parecidas. Por otro lado, el arte que apela al nihilismo o a la subversión “Todos vuelven a poner en escena una repugnancia dadaísta ante la vida contemporánea, pero su revuelta, por así llamarla, es puramente pasiva, teatral estética, desprovista de la furia apasionada, el horror o la desesperación que conducirían a una praxis realmente destructiva.” (Sección inglesa de la Internacional Situacionista, La revolución del arte moderno y el moderno arte de la revolución)

La única manera de romper son las separaciones y que la vida sea una, orgánicamente, es destruyendo el capitalismo que nos obliga a mantener una vida fragmentada. La lucha contra el capitalismo debe darse en todos los aspectos, no se puede hacer desde el arte. Debe ser una lucha total contra la mercancía, el trabajo y el estado.

El arte dejará de existir porque la creatividad dejará de estar sujeta por el marco de la mercancía, expresándose así en cualquier ámbito. Dejará de ser una especialización laboral para estar integrada en cada una de las actividades que se realicen socialmente.

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1 En este capítulo pretendemos explicar el proceso por el cual los objetos han dejado de serlo y se han convertido en mercancía. Creemos que este es un proceso complejo y extenso de explicar, por lo que para ahondar en este tema recomendamos los textos de Cuadernos de negación 9, 10 y 11 (disponibles en su página web).

6 de octubre de 2018

La RojiNegra Ediciones llega a su fin

Mediante la presente, queremos comunicar de manera “oficial” el fin de La RojiNegra Ediciones por razones de índole personal y económica. Posiblemente para algunas personas esta decisión sea sorpresiva y triste. Para nosotros también lo es, sobre todo porque nuestro proyecto, con sus tres líneas características (crítica social radical, antipsiquiatría y poesía), fue sui generis y algo así como “el corto verano de la anarquía” editorial, no como un membrete vacío sino en contenidos y formas reales, por estas tierras ecuatoriales. Sabemos además que, dada nuestra breve existencia, nos faltó mucho por editar, publicar, intercambiar, aprender, mejorar, crecer… en fin, nos faltó mucho por hacer. Pero en la vida hay rupturas y cambios que son necesarios, saludables, pertinentes y coherentes, más que nada humanamente hablando, porque “somos humanos y nada de lo humano nos es ajeno”. 

Agradecemos de la manera más sincera y co-razonada a todas aquellas personas y colectivos con los cuales compartimos una u otra situación, así como a quienes nos siguieron y apoyaron de una u otra forma. Por respeto y honestidad, pues, no les vamos a hablar del mito del ave fénix (que nos encanta), decirles que volveremos y todo eso porque, en este caso, no aplica y porque no se debe ofrecer lo que no se va a cumplir. Este es el fin de La RojiNegra Ediciones, nada más y nada menos. Por lo cual, si en un futuro incierto acaso retomamos la actividad editorial, será en otras condiciones materiales e inmateriales de existencia y con otras personas o, en su defecto, sólo a título individual. En cualquier caso, esperamos que al menos quede nuestra “filosofía de trabajo”, experiencia, aprendizaje y recuerdo, para nosotros y para otros, a presente y a futuro, aquí y en otras partes en que nos llegaron a conocer.

¡Pensamiento Crítico y Belleza al Alcance de Tod@s!
¡Pan y Poesía para Tod@s!
¡Salud y Anarquía, Siempre!

Kito-Ecuador, octubre de 2018