19 de septiembre de 2017

Apocalipsis y Supervivencia*

Consideraciones sobre el libro «Critica dell’utopia capitale» de Giorgio Cesarano y la experiencia de la corriente comunista radical en Italia

Francesco Santini (1994)

Este es uno de aquellos textos -geniales y brutales, brillantes y cortopunzantes- con los cuales uno se siente conmovido y hasta identificado, porque te resulta significativo, como si mucho antes de tí otro te hubiese tomado una fotografía del "alma" en determinado momento de esta (muerte en) vida, la hubiese "traducido" a palabra y luego regresado desde el pasado hasta el presente tan sólo para leértela en voz alta. Sí, voces. Voces que unas veces nublan, y otras encandilan. Causa ésta no poco frecuente de derrotas (incluidas disoluciones, deserciones y decepciones entre compañeros de lucha) y hasta de muertes, pero, al mismo tiempo, poco asumida y combatida dentro del propio movimiento revolucionario de la humanidad proletarizada y sufriente; en este caso, no sólo debido al sufrimiento de no tener trabajo ni dinero para comer, sino también al sufrimiento psíquico que puede terminar en el aislamiento, la "locura" y el suicidio. De hecho, hoy en día se registra a nivel mundial más de 800 000 personas muertas por suicidio cada año (1 suicidio cada 40 segundos). Un "anatema", "peste" y "apocalipsis" que, silencioso e inmisericorde, nos azota y decapita generación tras generación, en todas partes. Tragedia proletaria, a veces lúcida y épica (locura proletaria que se hace un harakiri o que se lanza al río anclada a su propia roca), de la cual Guy Debord ya hubo de dejarnos testimonio en "In girum imus nocte et consumimur igni" (1978) y años más tarde (1994) con su propio suicidio: "Y un día aciago incluso el jugador más bello que había entre nosotros se perdió en los bosques de la locura. No hay mayor locura que la organización actual de la vida. [...] «¿Dónde están los galanes / a los que antaño seguí?» Unos están muertos; otro vivió más de prisa todavía, hasta que se cerraron tras de él las rejas de la demencia." Entonces, como proletarios -y como "locos"- que se saben tales y quieren dejar de serlo, contra todo ello también hay que luchar no sólo para sobrevivir -que es lo mismo que no morir-, sino para vivir humana, sana y plenamente. (Nota de Ex-PR, septiembre 2017)

***

... «Apocalipsis y sobrevivencia», al profundizar en la relación entre teoría y práctica durante ese período, pone de manifiesto una dimensión casi siempre pasada por alto por la crítica radical: el hecho de que en períodos de intensa actividad revolucionaria la experiencia exaltante de romper con el viejo mundo se combina en la vida de la gente con el temor de lanzarse a lo desconocido, con el sufrimiento de ver destrozada la seguridad de sus propios hábitos y relaciones, con la necesidad de hacer sacrificios y de entrar en compromisos, con el sinsabor de las intrigas políticas y los choques ideológicos… todas esas cosas que hacen de las revoluciones algo más que una “gran fiesta”. En vez de reiterar la típica letanía simplificadora que pone al proletariado de un lado y a la reacción del otro, el autor mete el dedo en las tensiones explosivas que sacudieron las vidas de los revolucionarios en ese tiempo; así como en las conflictivas relaciones mutuas sostenidas por diversas corrientes al interior del movimiento proletario. (Introducción del traductor, Comunización, 2010)

***

... 2. La "corriente radical" y el suicidio de Giorgio Cesarano 

Al lector de «Critica dell’utopia capitale» no puede dejar de impresionarle el suicidio de Giorgio Cesarano, a los cuarenta y siete años, precisamente cuando luchaba para producir su obra más importante. Al momento del suicidio su trabajo teórico estaba en pleno apogeo. Su muerte interrumpió una investigación que estaba abierta, en un momento en que se desarrollaban duras controversias y cuando aún eran posibles colaboraciones fructíferas y nuevos encuentros. El 77 estaba a la vuelta de la esquina y Cesarano ya entreveía la posibilidad de un compromiso "práctico" personal que le abriese las puertas a la acción, que a él le resultaba más apremiante que la comunicación teórica. Ya en esa época participaba en «Puzz» (revista publicada por el núcleo informal Situazione Creativa de Quarto Oggiaro) y quería continuar y profundizar esa colaboración. 

En la primavera del 75 los jóvenes de Quarto Oggiaro ya estaban comprometidos en la lucha callejera (junto a una naciente "Autonomia Operaia" [Autonomía Obrera]): aunque sólo fuese por unos pocos días, en Milán reaparecieron las barricadas. Durante todo el 75 y el 76 se manifestaron, en diversas ocasiones, agrupamientos espontáneos de "radicales" que ya constituían un punto de referencia para varias publicaciones aparecidas en ese período en varias ciudades de Italia. A los veteranos del largo ciclo de lucha de los sesenta se sumó finalmente un buen número de jóvenes. La "corriente radical" empezaba a hacerse sentir, atrayendo también a muchos descontentos de la Autonomia Operaia, de la universidad, de las asambleas y de la calle; y en vísperas del 77 empezaba a ser nuevamente una presencia crítica central que contaba con una difusa red de contactos.

En ese ambiente, en general muy favorable, se hizo sentir la falta de Cesarano: al incremento numérico no correspondía un incremento teórico-crítico. [...]

Más allá de su historia personal, ese acto desesperado se basa en las limitaciones de una corriente que poco tiempo después iba a poner de manifiesto su propia crisis.

Uno de los contenidos característicos desarrollados por el autor del «Manuale di sopravvivenza» es la necesidad de pasar la "prueba" que, en períodos de escasa tensión social, se impone a todo revolucionario: resistir, mientras dure el “entreacto” de la revolución, el asalto homicida de los fantasmas de la culpa, la soledad que lleva a la confusión, las alucinaciones y extravíos que llevan a la locura, el retorno a los roles habituales, económicos y familiares, que se creían ya superados. Giorgio Cesarano, profundamente conmocionado por el suicidio de su querido amigo y compañero Eddie Ginosa, puso de relieve los peligros que corre el revolucionario cuando no puede reconocerse en un proceso de lucha social y se pierde en la realidad alucinatoria y omnipresente del proceso de valorización capitalista, respecto del cual se percibe como un irreductible otro. En ese momento puede sentir la realidad como algo ajeno y experimentar su propia rabia, su propia revuelta, como algo completo, exclusivo y único, es decir, de una manera patológica. Es por ello que el aislamiento puede constituir un riesgo mortal, frente al cual el revolucionario debe tener la lucidez y la distancia necesaria para encontrar sus propias razones, y para entender que sus razones son las de todos:

«[…] la función biológica de la revuelta nacida de cada experimentación individual es que cada cual reconozca su práctica como genérica y ajena a la teoría dada. Los hombres no carecen ni de la fuerza ni de la lucidez de la crítica práctica. No existe “persona” que no conozca por sí misma los contornos de la pesadilla que, pese a todo, llamamos vida. Lo aparente, en tanto que apariencia, no puede retener ni el menor rastro de una mirada que sepa traspasar el falso muro de la individualidad sufriente, que sepa aferrar, entre este yo y el yo que designa al tú, los terribles signos de la destrucción de la vida, las grietas a través de las cuales se puede finalmente reconocer lo que es siempre patente, visible: la identidad de la mutilación paradojalmente aceptada por todos en nombre de la identidad de cada cual como diferente y específico. La verdad trivial de estar todos absolutamente despojados de identidad real –identidad con la necesidad de ser, con el deseo de amar– a cambio de una identidad absolutamente carcelaria, nouménica en la forma y numérica en la sustancia. La necesidad de ser es la necesidad elemental, banal; el sufrimiento de no ser es asimismo elemental y banal. El problema es “los demás”, el “reino” laberíntico que no es vida de nada ni de nadie, y que afirma ser la vida del todo, y el todo de todos…»

…con tal de extraer de ellos infelicidad y desesperación, arrebatándoles la fuerza inconmensurable de una iniciación revolucionaria a la pasión y a la vida.

Al haberse ocupado de la totalidad y centrado su interés en la crítica de la vida cotidiana y en la experimentación que condujera al éxtasis, la corriente radical tuvo que pagar un precio muy alto a la contrarrevolución, sufriendo inexorablemente la autodestrucción de los individuos más apasionados, los que más genuinamente disfrutaban de la vida y los que más incapaces eran de adaptarse a la penumbra sin esperanza de la cotidianidad del capital. A diferencia de otras tendencias contemporáneas -que ahora son nuestros "enemigos"- la tendencia comunista radical no fue masacrada por la represión, ni se cuentan en sus filas elementos infames y disociados: en conjunto, no ha renegado de sí misma. Aparte de los muy pocos que han "traicionado" al cooperar formalmente con las ideologías y organizaciones políticas del capital, la mayoría de nosotros hemos abandonado la perspectiva revolucionaria a la inercia y al conformismo, o al resentimiento acumulado (hacia el proletariado que no quiere devenir revolucionario, o hacia los compañeros más brillantes y admirados en los que reposaba nuestra confianza y que demasiado a menudo no supieron ser fieles a su crítica sin concesiones, a veces despiadada, de lo existente, ni tuvieron la eficacia suficiente para armar su ira). Pero aquellos que consideraban la pasión revolucionaria como una fuerza "biológica", una energía profundamente arraigada en su ser, han seguido tejiendo la tela de Penélope de la teoría y experimentando soluciones que les permitan sobrevivir y escapar de cualquier forma a la invasión de un presente opaco y engañoso. Algunos se arrojaron a aventuras "románticas" en países exóticos, aunque sin ampararse en la ideología de la "aventura” turística. Otros han aliviado su nostalgia recurriendo a la delincuencia. Muchos han muerto, algunos están en la cárcel. La mayoría en todo caso han "terminado mal", como tenía que ocurrirle a unos individuos desprovistos de riquezas o de un "savoir vivre" [saber vivir] acumulado, y que, en cualquier caso, nunca tuvieron el menor interés en ser exitosos en este mundo...

(Francesco Santini, 1994.) 

Leer el texto completo
___________________________________________________________________

* NOTA: A falta de otro blog, las publicaciones posteriores a mayo de 2016 en este blog ya NO son de PR, grupo autodisuelto o que ya no existe, sino solamente de uno de sus ex-integrantes. (Ex-PR, septiembre 2017)

18 de septiembre de 2017

Sobre la organización: las mafias (dentro y fuera del Estado) y el Estado como mafia*

Jacques Camatte & Gianni Collu

Esta carta de 1972 fue traducida al castellano y publicada por los editores de la revista Correo Proletario, para su número 2 de marzo 2008. Allí el texto aparece precedido de una “Introducción a Jacques Camatte y el grupo Invariance” y de una nota editorial titulada “La exigencia organizacional y la lucha de clases”. Por ahora nos limitamos a poner el texto de Camatte/Collu, y dejamos para una próxima edición la entrega de esos dos materiales complementarios, que pueden leerse en correoproletario.blogspot.com. (Nota de Comunización, 2010)

***

INTRODUCCIÓN 
 
Jacques Camatte (Francia, 1935)
La carta que sigue (del 04/09/1969) llevó a la disolución del grupo que se comenzó a formar en base a las posiciones expuestas en Invariance (i) y abrió un importante campo, de reflexión y debate, que persiste hasta hoy. Algunas de sus conclusiones ya fueron discutidas en "Transition" N° 8 (ii), serie 1.

Aunque ciertos problemas revelados por la carta hayan sido parcialmente tratados, otros fueron mal abordados. Es, pues, necesario –dada la importancia de hacer una ruptura más clara con el pasado– ahora publicarla, de modo que el lector evalúe la obra ya realizada y lo que resta por hacer.

Puesto que es simultáneamente una ruptura (y así una conclusión) y un punto de partida, la carta contiene un cierto número de imprecisiones, gérmenes de posibles errores. Indicaremos los más importantes con una nota. Dicho sea de paso, dado que fue posible para nosotros por entonces, cuando rechazamos el método de grupo, esbozar “concretamente” cómo ser revolucionarios, nuestro rechazo del grupo pequeño podría ser interpretado como la vuelta a un individualismo más o menos stirneriano (iii). O como si de ahora en adelante la única certeza fuese la subjetividad cultivada de cada individuo revolucionario. ¡Nada de eso! Era necesario rechazar públicamente una cierta percepción de la realidad social y la práctica ligada a ella, pues son un punto de partida para el proceso de formación de mafias. Si abandonamos totalmente el movimiento grupuscular fue para, simultáneamente, ser capaces de relacionarnos con otros revolucionarios que hayan hecho una ruptura análoga. Ahora, habría una producción directa de revolucionarios que sobrepasa el punto en que estábamos cuando rompimos. Así, se habría pensado en términos de una potencial “unificación” si no estuviésemos llevando la ruptura con el punto de vista político hasta las profundidades de nuestras conciencias individuales.

Dado que la esencia de la política es la representación, cada grupo está siempre tentado a proyectar una imagen espectacular sobre la tela social. Los grupos están siempre explicando cómo se representan en vista de ser reconocidos por ciertas personas como la vanguardia que representa a otros, la clase. Esto se hace manifiesto en los famosos “lo que nos distingue” de varios pequeños grupos en busca de reconocimiento. Toda delimitación es limitación y, con frecuencia, rápidamente se reduce a algunos slogans de representación destinados al espectáculo de algarabía ideológica. Toda representación política es antesala y obstáculo para una fusión de fuerzas. Una vez que la representación puede darse tanto a nivel individual como grupal, refugiarse en el primer nivel sería, para nosotros, una repetición del pasado.

Camatte, 1972

***

[...] No sólo el Estado se alquila a gangs, sino que se convierte él mismo en un gang (racket). No obstante, siempre desempeña un papel de mediador.
 
«La monarquía absoluta, que era ya un producto del desarrollo de la riqueza burguesa a un nivel incompatible con las viejas relaciones feudales, necesitaba, en conformidad con ello, de un poder general y uniforme; debía ser capaz de ejercerse éste en todos los puntos de la periferia, en calidad de palanca material del equivalente general, de la riqueza en su forma de disponibilidad inmediata, forma en la cual ese equivalente es por entero independiente de relaciones particulares locales, naturales, individuales.» (Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política [Grundrisse], p. 124.)
 
El Estado como equivalente general apareció, en su forma pura, durante la época de florecimiento de la ley del valor, en el período de la producción mercantil simple. Bajo la dominación formal del capital, éste último aún no domina la ley del valor, por lo que el Estado media entre éste y los restos de los demás modos de producción subsistentes, así como con el propio proletariado. En esta época, además, el sistema de crédito no está lo suficientemente desarrollado, y no ha engendrado al capital ficticio a gran escala. El capital todavía tiene necesidad del rígido patrón-oro. Tras el paso a la dominación real del capital, éste crea su propio equivalente general, que no puede ser rígido, como lo había sido durante el período de la circulación simple. El propio Estado tiene que perder su rigidez, y se convierte en una banda mediadora entre los diferentes gangs, entre la totalidad del capital y los capitales particulares. 
 
En el ámbito político asistimos a la misma transformación. El comité central de un partido o el núcleo de una agrupación cualquiera desempeñan el mismo papel que el Estado. El centralismo democrático no hace más que copiar el mecanismo parlamentario correspondiente a la dominación formal del capital. El centralismo orgánico, defendido de forma meramente negativa, como rechazo de la democracia y de las distintas formas bajo las que se manifiesta (sumisión de la minoría a la mayoría, votos, congresos etc.), vuelve a caer de hecho en la trampa de los mecanismos sociales actualmente vigentes. De ahí, igual que en el fascismo, la mística de la organización. Fue así como el PCI (Partido Comunista Internacional) se convirtió en una banda.
 
Este movimiento del capital se produce tanto más fácilmente puesto que no topa con ninguna oposición real en la sociedad debido a que el proletariado ha sido destruido. El ser real de éste ha sido negado y sólo existe como objeto del capital. Igualmente, la teoría del proletariado, el marxismo, también fue destruida, primero mediante la obra revisionista de Kautsky, y luego a través de la obra liquidadora de Bernstein. Esto se produjo de manera definitiva, pues ningún asalto del proletariado ha logrado restablecerla desde entonces. Todo esto no viene a ser más que otra forma de decir que el capital logró establecer su dominación real. En efecto, para obtener este resultado, el capital tuvo que absorber al movimiento que lo niega, el proletariado, y constituir una unidad en la que el proletariado no fuese más que un objeto del capital. Esta unidad no puede ser destruida más que por la crisis, tal como la describió Marx. De eso se sigue que toda forma de organización política obrera ha desaparecido. En su lugar, lo que hay son bandas enfrentadas en una competencia obscena, auténticos rackets rivales en su cháchara pero idénticos en su ser. [...]
 
Así pues, el capitalismo es el triunfo de la organización, y ésta adopta la forma de la banda: es el triunfo del fascismo. Así, en los Estados Unidos, las prácticas gansteriles están asentadas en todos los niveles de la sociedad, y en la URSS sucede lo mismo. En el sentido formal, la teoría del capitalismo burocrático jerarquizado es un absurdo, pues la banda es un organismo informal. [...]
 
Todo eso no hace sino expresar la separación cada vez mayor entre el individuo y la comunidad humana, la miseria en el sentido de Marx. La formación de la banda es la constitución de una comunidad ilusoria. En el caso de la banda de delincuentes, es el resultado de la contención del instinto elemental de revuelta en su forma inmediata. La banda política, por el contrario, aspira a establecer esa comunidad ilusoria como modelo para toda la sociedad. Se trata de un comportamiento utopista sin ninguna base real, pues los utopistas crearon comunidades que fueron todas absorbidas por el capital que esperaban que acabasen englobando a toda la humanidad mediante la emulación. Así pues, la frase del Manifiesto Inaugural de la Primera Internacional, «la emancipación de la clase obrera debe ser obra de los obreros mismos», es más válida que nunca.
 
En la actualidad, o el proletariado prefigura la sociedad comunista y realiza la teoría, o bien sigue siendo lo que la sociedad ya es. El movimiento de mayo de 1968 fue el comienzo de esta prefiguración: de lo que se deduce que el proletariado no puede reconocerse en modo alguno en una organización cualquiera, porque ya las padece bajo otras formas. El movimiento de mayo lo demostró con claridad.
 
Al haber sido destruido el proletariado, su forma de ser en la realidad inmediata es el propio proceso del capital. En tiempos de Marx, el destino de los partidos obreros que fueron fruto del movimiento inmediato del proletariado en la sociedad de la época era insertarse en el juego de las reglas parlamentarias burguesas. Hoy en día, cuando la comunidad aparente constituida en el cielo de la política por los parlamentos y sus partidos ha sido liquidada por el desarrollo del capital, las «organizaciones» que reivindican al proletariado no son más que simples bandas o camarillas que, gracias a la mediación del Estado, desempeñan el mismo papel que todos los demás grupos que se hallan directamente al servicio del capital. Se trata de la fase grupuscular, en la que, a diferencia de las sectas de la época de Marx, que tuvieron que ser superadas por la unidad del movimiento obrero, estos partidos y estos grupúsculos expresan la ausencia de la lucha de clases. Se disputan los restos del proletariado; teorizan la realidad inmediata de éste y se oponen a su movimiento. En este sentido, cumplen las exigencias de contención del capital. El proletariado, por tanto, no tiene que superarlos, como en el caso de las sectas, sino destruirlos.
 
La crítica del capital debe ser, pues, la crítica del racket en todas sus formas, del capital como organismo social, visto que se convierte en la vida real del individuo y su modo de ser con respecto a los demás (cfr. a ese respecto, Marcuse, El hombre unidimensional, y Galbraith, El nuevo Estado industrial). La teoría que critica esto no puede reproducir el racket. Así pues, hay que elegir entre el rechazo de toda vida de grupo o la ilusión de comunidad. A este respecto, cabría reemprender la crítica formulada por Engels en el congreso de Sonvillers (lo que decía en la época sobre la Internacional se aplica hoy en día a los grupos) haciendo el comentario siguiente: en la época de Marx, el proletariado no podía llegar a negarse a sí mismo (en el sentido de que, en el curso de la revolución, debía erigirse en clase dominante: 1848, 1871, 1917). Existía realmente una separación entre partido formal y partido histórico. Hoy, el partido no puede ser más que el partido histórico; cualquier movimiento formal es la reproducción de esta sociedad, y el proletariado está al margen. Ningún grupo puede en modo alguno pretender realizar la comunidad sino substituyéndose, en definitiva, al proletariado, que es el único que puede realizarla. De ahí la introducción de una distorsión que engendra ambigüedad teórica e hipocresía práctica.

No basta con hacer la crítica del capital ni con afirmar que no existen vínculos organizativos; es preciso evitar reproducir la estructura de la banda, que es el producto espontáneo de la sociedad. Es ahí donde debe desembocar la crítica de la izquierda italiana y de nuestro modo de ser desde la ruptura con el PCI.
 
El revolucionario no debe reconocerse en un grupo, sino en una teoría que no dependa de un grupo ni de una revista, porque es la expresión de una lucha de clases concreta. En realidad, el anonimato, que no es la negación del individuo (negación que se produce dentro de la propia sociedad capitalista) se plantea precisamente en este sentido. El acuerdo, ha de darse, pues, en torno a un trabajo en curso que exige ser desarrollado. Es por eso que los conocimientos teóricos y la voluntad de adquisición teórica, no a través del grupo, que se interpone como un diafragma entre el individuo y la teoría, sino de forma autónoma y personal, son absolutamente necesarios para evitar que se repita la relación maestro-alumno (otra forma de la contradicción espíritu/materia, jefe/masa) y que se renueve la práctica del seguidismo.

Es preciso regresar a la actitud de Marx posterior a 1851 frente a todos los grupos para entender cómo romper con la práctica de los gangs:

rechazo de toda reconstitución de un grupo, incluso uno informal (cfr. la correspondencia Marx-Engels, las diversas obras sobre la revolución de 1848, y panfletos como «Los grandes hombres del exilio», 1852).

mantenimiento de una red de contactos personales con los elementos que hayan alcanzado (o estén en vías de alcanzar) el grado más alto de conocimiento teórico: anti-seguidismo, antipedagogía; el partido, en su sentido histórico, no es una escuela[1].
[...]
 
(Camatte & Collu, 1969)
 
***
[1] POST-SCRIPTUM

Hablar de retomar una actitud adoptada por Marx en cierto momento de su actividad revolucionaria resultó de una profunda incapacidad de comprender que la fase de dominación [subsunción] formal había sido completada. Marx había de tomar aquella posición, que sólo era válida para aquel período. Dicho sea de paso, su posición teórica sobre la cuestión del partido no es tan rígida como la carta indica. Lo que es todavía menos aceptable en las afirmaciones hechas más arriba es que ellas podrían llevar a una nueva teoría de la consciencia venida desde fuera, una teoría elitista del desarrollo del movimiento revolucionario.

El rechazo de toda organización no es una simple posición antiorganizacional, ni la manifestación de un deseo de originalidad, de diferenciarse y así alcanzar una posición para atraer a las personas. Si así fuese, el proceso de formación de bandos recomenzaría. 

Nuestra posición sobre la disolución de los grupos deriva, por un lado, del estudio del llegar-a-ser del modo de producción capitalista; por otro, de nuestra caracterización del movimiento de Mayo [de 1968]. Estamos profundamente convencidos de que el fenómeno revolucionario está en movimiento y que, como siempre, la consciencia viene después de la acción. Esto significa que, en el vasto movimiento de rebelión contra el capital, los revolucionarios tenderán a adoptar un determinado comportamiento -que no será adquirido por completo, ni inmediatamente- compatible con la lucha decisiva y determinante contra el capital.

Podemos prever el contenido de esa "organización". Ella combinará la aspiración a la comunidad humana con la afirmación individual, combinación que es característica de la actual fase revolucionaria. Objetivará la reconciliación del hombre con la naturaleza, la revolución comunista siendo también una revuelta de la naturaleza (o sea, contra el capital; además ella ocurre mediante una nueva relación con la naturaleza) a la cual seremos capaces de sobrevivir, para evitar la segunda de las dos alternativas que enfrentamos hoy: comunismo o destrucción de la especie humana.

Para comprender mejor este llegar-a-ser organizacional, bien como facilitarlo sin inhibir sea lo que fuera, es importante rechazar todas las viejas formas y entrar, sin principios a priori, en el vasto movimiento de nuestra liberación, que se desarrolla a escala mundial. Es necesario eliminar todo que lo que puede transformarse en un obstáculo al movimiento revolucionario. En circunstancias dadas y en el curso de acciones específicas, la corriente revolucionaria será estructurada y se estructurará no sólo pasivamente, espontáneamente, sino siempre dirigiendo el esfuerzo hacia el problema de cómo realizar la verdadera Gemeinwesen (esencia común/comunidad humana) y el hombre social, lo que implica la reconciliación del hombre con la naturaleza.

Camatte, 1972

Leer el texto completo 1 (trad. Correo Proletario, 2008)
Leer el texto completo 2 (trad. Federico Corriente, 2017)


__________________________________________________________________________________________

* NOTA: A falta de otro blog, las publicaciones posteriores a mayo de 2016 en este blog ya NO son de PR, grupo autodisuelto o que ya no existe, sino solamente de uno de sus ex-integrantes. (Ex-PR, septiembre 2017)