Francia, Agosto 2009
Traducido por Carlos Lagos P., del artículo “La communisation comme sortie de crise”, publicado en www.mondialisme.org/spip.php?article1438
Este texto, aparecido en Echanges nº 131, es una contribución a un debate sobre la crisis y sus salidas posibles. Se trata de un análisis deliberadamente resumido. No se desarrolla la crítica del programatismo –ya hecha abundantemente– y sólo se evocan aquellos aspectos del reciente movimiento social que confirman la tesis de la comunización.
1.
Inmediatez del comunismo
1.1. Definición y origen
No debemos confundir inmediatez con instantaneidad. Cuando decimos
inmediatez del comunismo, estamos afirmando que la revolución proletaria ya no
tiene como objetivo crear una sociedad de transición, sino instaurar
directamente el comunismo. O sea: algo más complicado que la conquista del poder
político, que hacer alianza con otras capas sociales, y que llevar a cabo una
transición sobre ese terreno (extinción gradual del Estado, etc.).
La noción de inmediatez del comunismo no ha salido de la
nada. Apareció con la crisis de los años 1960-1970, a partir de la impotencia
política de la izquierda y de la incapacidad de los izquierdistas para comprender
el rechazo al trabajo. Hoy, todas las tentativas programáticas parecen
irrisorias. En cuanto al anti-trabajo, hoy vuelve a manifestarse con más fuerza
que en los años 70 (en China, Bangladesh y hasta en los países industrializados).
1.2. La comunización como proceso
Comunización no significa que el comunismo será insaturado
mediante un golpe de varita mágica. Será un proceso de lucha, con avances y
retrocesos de la revolución. Lo que esto significa es que las acciones que emprendan
los revolucionarios apuntarán a la abolición del trabajo y del valor, y de todo
lo demás (familia, patria), aquí y ahora. Cuando la revolución ataque la
propiedad capitalista, no lo hará para entregarle al proletariado esa propiedad
que antes no poseía, sino para ponerle fin a toda forma de propiedad, en
seguida. Es imposible describir ahora tal proceso en detalle. Sin embargo hay
que tratar de precisarlo, para tener una idea mejor de hacia dónde vamos y para
saber, llegado el momento, distinguir entre revolución y contrarrevolución.
2. Respuesta a la crisis y comunización
Cuando la crisis estalla, el proletariado se subleva porque
la no compra de su fuerza de trabajo le excluye de las relaciones sociales y de todo vínculo con la naturaleza. Al sublevarse,
los proletarios despliegan una respuesta a la crisis que en sí constituye la
matriz de todo lo posible, y que es el único lugar de donde puede surgir el
comunismo. Si bien la teoría no siempre definió al comunismo del mismo modo,
todas las definiciones y estrategias han partido de lo que el proletariado hace
al responder a la crisis. Ahora bien, sólo podemos hablar de respuesta a la
crisis en el caso de un levantamiento generalizado del proletariado, y no en el
caso de un conflicto aislado en una o algunas empresas, por “ejemplar” que ese
conflicto sea.
La respuesta a la crisis descansa en dos elementos
esenciales:la individualización/desmasificación del proletariado, y la
expropiación de la propiedad capitalista para suplir las necesidades de la lucha
–no para volver al trabajo sin patrones. Si la crisis abierta en ese momento se
profundiza hasta el punto de provocar una insurrección proletaria de proporciones,
reencontraremos una vez más estos dos elementos, marcados por los rasgos históricos
de nuestra época. La desmasificación del proletariado será tanto más nítida por
cuanto es un proceso que ya ha sido puesto en marcha por el capital
post-fordista. Desear un regreso a los buenos días del obrero masa es un sueño
contrarrevolucionario. En cuanto a la propiedad capitalista, ésta tiene dos
características:
·
Por
una parte, nada se le escapa. El capital se ha apoderado de la vida entera al
punto de que, haga lo que uno haga, siempre está en sus dominios. Cuando la crisis
estalle, el proletariado no podrá hacer nada sin invadir la propiedad
capitalista. Hasta una simple manifestación le obliga a ocupar el asfalto
municipal. Hoy, se le deja hacer. Mañana eso mismo será ilegal. Toda acción del
proletariado en su actividad de respuesta a la crisis le obliga a enfrentarse
al capital para tomar posesión de una parte de la propiedad y dar así
objetividad a su existencia, que no es sino la de un sujeto puro.[1]
Y en la crisis actual el monopolio de la propiedad capitalista es tan total que
hoy como nunca antes el proletariado no tiene ninguna posibilidad de repliegue.
Está con la espalda contra la pared. El capital ha suprimido, por ejemplo, toda
posibilidad de repliegue en el campo;
·
Por
otra parte, los bienes de propiedad capitalista están poderosamente marcados,
en su valor de uso, por las necesidades de valorización. Por esta razón, la
respuesta a la crisis buscará sobre todo destruir y desviar. No hay que
descartar que el proletariado se apodere de una cadena de montaje, pero sí que
la use para producir automóviles.
2.1. « Producción » sin productividad y abolición del valor
Es a partir de la respuesta a la crisis, y para salir de la crisis,
que va tomando forma la comunización. La comunización no responde a un ideal o
a una consigna política. Es la solución de las dificultades que el proletariado
encuentra para reproducirse en el transcurso de su actividad de crisis. Se
trata de una lucha contra el capital para asegurar su propia supervivencia,
nada más.
Cuando las alternativas proletarias contrarrevolucionarias [como
la autogestión] demuestren su ineficacia para salvar económicamente al proletariado, la comunización producirá el
salto hacia la no-economía. La paradoja es que cuanto más profunda es la crisis
e inmensas son las necesidades de los proletarios, más la solución consiste en
dar la espalda al productivismo. La «producción» sin productividad no es una
función productiva propiamente tal. Es una forma de socialización comunista de
los hombres, donde la producción ocupa por cierto un lugar, pero sin estar
sujeta a una medida de tiempo ni de ninguna otra especie (ingresos, número de
hombres implicados, resultado productivo). Según la correcta fórmula de Thèorie
Communiste, se trata de una “radical no contabilización, sin importar de qué se
trate”.
Tratemos de ver las cosas en dos fases:
·
Durante
la fase de descenso a los infiernos de la crisis, la reproducción del
proletariado queda asegurada principalmente por la recuperación indiscriminada de bienes.
Incluso en una economía del tipo “justo a tiempo”, existen stocks en bodega. La
respuesta a la crisis consistirá (entre otras cosas) en apoderarse de ellos. Ya en esta fase, podemos
imaginar la divergencia entre una vía contrarrevolucionaria que pretenda
contabilizar, reagrupar los bienes, coordinar su distribución, hacer respetar
criterios de derechos y deberes, etc.; y una vía comunizadora, que rechace a la
vez la economía del pillaje y la formación de entidades superiores de
distribución, aun si son elegidas democráticamente, etc. Esta segunda vía insistirá
en que la profundización local de la crisis, la gratuidad absoluta, valen más que
la estabilidad de la nación;
·
En
la segunda fase, la de salida de la crisis propiamente tal, la producción
proseguirá. El problema consiste entonces en saber cómo puede reanudarse la producción sin
trabajo, sin productividad ni intercambios. El principio de « producción » sin
productividad supone que la actividad de los hombres y sus relaciones son más
importantes que el resultado productivo. La producción puede proseguir sobre
esta base porque ya no hay más “otros(as)”. Para poder desarrollar esta
producción sin productividad, hay que abolir el valor en sus dos formas:
o
Valor
de cambio: si no se contabiliza nada, si la actividad sólo se justifica por el
producto que hace aparecer, entonces dicha actividad no tiene ningún contenido
abstracto;
o
Valor
de uso: el valor de uso se distingue de la utilidad simple porque posee,
además, un contenido abstracto. En el caso de la mercancía la utilidad debe ser
general, o acorde al promedio, para que pueda satisfacer a un usuario
desconocido, cuya necesidad particular se ignora (producción en serie,
estandarizada). La producción sin productividad es una actividad particular de
individuos particulares, realizada para satisfacer unas necesidades expresadas personalmente.
El mismo uso de los objetos producidos lleva en sí la marca de esa particularidad.
Es la anti-normalización. El carácter necesariamente local de la comunización contribuye
a eso.
En la revolución comunista, el acto de producción no será
nunca solamente un acto productivo. Si unos cuantos individuos deciden instalar
una panadería, no lo harán para producir un número determinado de panes, sino
para socializar, para cultivar sus afinidades produciendo pan.[2]
Además, el pan que produzcan estos proletarios no
corresponderá a una categoría general, sino que será el pan particular que se
les haya solicitado tal o cual día. Finalmente, puede que el aprovisionamiento
de harina para nuestros panaderos corra el riesgo de ser aleatorio, por lo
menos en un primer momento, si los proletarios que están en el molino siguen
estos mismos principios. Ciertos días no habrá harina porque los que estaban en
el molino prefirieron discutir sobre el amor y el sentido de la vida. ¿Qué eso
sería el caos? Digamos simplemente que ese día no habrá pan. Hay que asumirlo. Otra
alternativa es que alguien fije un plan, con cantidades y plazos, y que otros(as)
lo acaten. En tal caso no sólo se restablecería el Valor. De hecho una
experiencia proletaria de ese tipo no tiene ningún futuro: si funciona los
proletarios perderán rápidamente sus derechos (restauración del trabajo
asalariado bajo una forma u otra); si no funciona se verán devueltos al viejo
cuadro de desempleo y salarios impagos. Es probable, en todo caso, que la
solución comunizadora no se presente sino hasta que hayan sido jugadas una o
varias partidas de ajedrez de este género.
De modo general, retengamos que la comunización reemplaza la
circulación de bienes entre “productores asociados” por la circulación de
individuos entre diversas actividades. Esto implica sobre todo que:
·
Los
“lugares de producción” no tendrán personal permanente, y producirán o no
producirán según la motivación y el número de donaciones requeridas. La razón es que los
“lugares de producción” serán ante todo lugares de encuentro y de vida;
·
Por
lo menos en un primer período, la comunización se hará localmente, no porque la
lleven a cabo unos “comunautas autárquicos”, sino porque consistirá en iniciativas
totalmente controladas por los participantes. La comunización será una nebulosa de
iniciativas locales. Es, me parece, a este nivel local donde la comunización puede demostrar que
mejora en seguida la vida de los proletarios. Y este aspecto es fundamental: los
proletarios harán la revolución para vivir mejor, no por lealtad a un ideal. Ahora bien, al querer
entrar demasiado en detalles, acabaríamos por trazar el esquema de una economía tan vinculante
como la de una sociedad de transición. Pero al mismo tiempo, cómo no intentarlo (mostrando
de paso la pobreza de nuestra imaginación) para hacer palpable que todas las soluciones
aportadas por la revolución comunista tienen como principio el poner por delante la actividad
y no su resultado; para decir que el “resultado” más importante de la actividad humana
es ella misma. Los individuos circularán entre diversas actividades en función de sus
afinidades, y cada etapa de esta circulación será un momento de su reproducción. Los
productos circularán con estos individuos, pero sin intercambio. Los que hagan salchichas se irán
luego a una cantina local sin preocuparse de obtener algo a cambio, ya que esas salchichas
no les habrán costado nada, ni siquiera trabajo.
2.2. «Consumo» sin necesidad
El reino de la necesidad no es aquel donde las fuerzas
productivas son insuficientes para asegurar una abundancia que no se sabe
exactamente dónde comienza. El reino de la necesidad es aquel donde la existencia
de la propiedad impone a los que no son propietarios la amenaza continua de
dessocialización y de muerte. Esta es la causa de que hoy en día la gratuidad o
los bajos precios provoquen reacciones de acaparamiento y de sobre-consumo. En
el comunismo, este miedo a la escasez desaparecerá junto con la propiedad. Cada
uno estará seguro de poder comer, gratuitamente, lo que otros(as) hayan
aportado y lo que otros(as) hayan preparado. En estas condiciones, ¿por qué iba
uno a querer sobre-consumir y acaparar alimentos en su despensa bajo el pretexto
de que son gratuitos? Todo será gratuito y seguirá siéndolo. Porque todo será
producido por personas para quienes, en cierto modo, las salchichas serán sólo
el subproducto de unos días de discusión sobre el sentido de la vida.
La gratuidad es una noción difícil de manejar. Me parece que,
para hablar del comunismo, es mejor entender la gratuidad en el sentido de los
« gestos gratuitos » y no tanto en el sentido de los “productos gratuitos”.
Por una parte, es obvio que las iniciativas comunizadoras impondrán la
gratuidad dentro de su campo de acción. Pero por otra parte y sobre todo, esta
gratuidad significa más que “precio = cero”, y no hay que figurársela como la
gratuidad de unas mercancías que se pueden obtener sin dinero. Lo que está en
juego aquí es la no-remuneración de la actividad de los comunizadores. Por otra
parte, es obvio que los proletarios que se lancen a la comunización lo harán
sólo después de haber intentado, en vano, obtener un salario o una retribución
por su actividad. La gratuidad, en el comunismo, es la del ser para sí, en una
actividad totalizante que rompe las separaciones, por ejemplo, entre «producción»
y «consumo».
Producción sin productividad, consumo sin necesidad… son dos
expresiones, en el vocabulario limitado de que disponemos, para señalar una misma
actividad unificada y libre.
3. Revolución, contrarrevolución, represión
La comunización avanzará ampliando progresivamente el área de
las expropiaciones. La propiedad, ciertamente, no se quedará de brazos
cruzados. Echará mano a las variadas cuerdas que tensan su arco. La
contrarrevolución no es únicamente militar.
3.1 Sutilezas de la contrarrevolución
Una parte de la oposición a la comunización vendrá de las
filas del proletariado mismo. En una situación dada, es posible que la opción
autogestionaria y la opción comunizadora se vean enfrentadas.
Por ejemplo, el cuidado de los niños durante la actividad de
crisis dará lugar seguramente a tentativas de autogestión de las escuelas.
Frente a ello, una corriente comunizadora propondrá la abolición pura y simple
de las escuelas – mientras que por otra parte, probablemente, los alumnos se
encargarán de expresar su opinión directa y violentamente (como en Grecia).
Evidentemente, la abolición de las escuelas plantea de
inmediato un montón de preguntas acuciantes: ¿Quién va a ocuparse de los niños?
¿Qué van a aprender? ¿Necesitan de establecimientos dedicados a ellos? ¿No es
mejor que se instruyan jugando en las alamedas de la revolución?
Como todo problema de la revolución, éste existirá sólo locamente
para los habitantes del barrio (¡nada de ministro de educación!). La solución
que se lleve a cabo localmente, más o menos buena, no exigirá proezas de
productividad (nada de construir escuelas, nada de formar profesores, nada de
redactar programas), y se irá ajustando en función de cómo evolucione la
situación. El éxito o el fracaso de tal iniciativa no se juzgará por su
precisión teórica, sino por su capacidad o no de mejorar la vida de los
proletarios (padres y niños) que la emprendan.
A pesar de nuestra dificultad para imaginarnos una vida sin
trabajo ni valor, el análisis (y ciertas experiencias de respuesta a las
crisis) nos permite afirmar que una vez que la crisis alcance cierto grado de
desarrollo, la solución comunizadora será más apta para mejorar la vida que
cualquier fórmula autogestionaria.
Y lo que se ha dicho aquí sobre la escuela, vale para todas
las instituciones actuales.
3.2. Rehusar toda militarización
Si tal movimiento local se extiende como una mancha de
aceite, si la autogestión no basta para impedirlo, se hará sentir, evidentemente,
la más violenta represión. La historia nos muestra que la propiedad no retrocede
ante ninguna masacre. Sin embargo creo que sería una grave incomprensión de los
triunfos específicos del proletariado predicar la militarización, aunque sea
« revolucionaria », del movimiento. No hay un solo ejemplo en la
historia donde la militarización, hasta la más flexible y democrática, no haya abierto
de par en par las puertas a la contrarrevolución. No es posible entrar aquí en
detalles, pero podemos a pesar de todo indicar que, si la crisis alcanza una
intensidad tal que haga avanzar la comunización, la propia burguesía se verá
afectada y, por más mimado que esté, su personal represivo no será inmune a la
crisis. No es que la policía vaya a sucumbir moralmente frente a la fuerza del
ideal revolucionario, pero sí se verá empujada a amotinarse por razones muy
materiales (como en África del Sur). Desde luego, el rechazo de cualquier
atisbo de militarización no implica en absoluto un rechazo de la violencia en
general.
Conclusión
La abolición del valor, la destrucción del capital y la
auto-supresión del proletariado aparecen como momentos misteriosos o místicos
sólo si se los contempla a la luz de un proceso insurreccional como el del
antiguo movimiento obrero, que afirmaba la identidad “trabajadora” de la clase
obrera y que se fijaba como meta llevar al proletariado (en realidad a sus
representantes) al poder político. Hasta ahora los comunistas habían chocado con
estos problemas sin poder resolverlos, y no habían encontrado otra solución que
esgrimir la “sociedad de transición” con tal de esquivar el bulto. La sociedad
de transición es una ilusión, lo mismo que la gradual extinción del Estado.
Desde la crisis de los años 60-70, el proceso mismo que
enfrenta a las clases sociales ha empezado a clarificarnos este problema. La
reciente evolución de las relaciones entre clases nos ha ayudado a comprender
incluso mejor que el propio Marx la naturaleza más profunda de la sociedad
capitalista, del valor, del trabajo, y por lo tanto de su abolición. Esto nos
permite prever desde un punto de vista más próximo lo que será el comunismo y
el proceso revolucionario de comunización que lo creará.
Cuanto más profunda se haga la crisis, más habremos avanzado
en esta dirección.
[1] La expropiación tiene lugar como interacción entre
individuos del proletariado. Ya no hay más automatismos de las relaciones de clase. Si el proletariado es forzado a sublevarse, harán falta, a
pesar de todo, individuos para sacar los primeros ladrillos, para romper los
primeros escaparates. Es decir, la actividad de crisis gana un grado de
libertad en relación con la prosperidad. Todavía no es el reino de la libertad,
pero sí es el grado que le da a los insurrectos el sentimiento de que todo es posible.
[2] Hicimos observar que, en la intensificación del
desempleo en Argentina, algunos piqueteros tenían más o menos este discurso.
Ver: Bruno Astarian, El Movimiento de los piqueteros, Argentina 1994-2006, en
Echanges et Mouvement, mayo de 2007, especialmente las páginas 37 y 52.
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Los últimos años experimentamos una cotidianeidad dominada cada vez más por la miseria y la explotación extrema. A través de nuestra impotencia a cubrir nuestras necesidades, se hace obvia una conclusión atemporal: nuestra vida no se determina por nosotrxs mismxs, sino por las reglas del mercado y de la producción de lucro para los patrones griegos e extranjeros. Los últimos años vemos como el sistema ha desatado un ataque frontal para proteger a sus intereses. La policía se ha transformado en el ejército de ocupación de las ciudades, mientras que el miedo y el terror se han transformado en la propaganda principal de los medios de comunicación masivos. Bajo de un régimen de amenaza permanente, los patrones nos llaman a la tregua y la pasividad, sea mediante decisiones predeterminadas, o mediante métodos más sucios que nos ofrecen la ilusión de poder elegir, como por ejemplo el referendum.
- Superemos la inercia y el miedo, más allá de los dilemas del Poder.
- No deleguemos la solución de nuestros problemas a aquellos que los están creando.
- Lxs oprimidxs tenemos que tomar las riendas de nuestras vidas.
- Frente al dilema del memorando de los acreedores o el memorando de SYRIZA, respondemos con la auto-organización y la ruptura, tanto con los patrones extranjeros, como con los patrones griegos y con sus ejércitos.
- Frente a la legalidad de los explotadores que nos mantiene esclavxs, respondemos con la ACCIÓN DIRECTA de lxs oprimidxs y la auto-organización de las vidas y la lucha.
- Negación de obedecer a las órdenes de los patrones.
- Negación de pagos (billetes, facturas, deudas a los bancos, tasas).
- Creación de estructuras de cubrimiento colectivo de nuestras necesidades (okupas, cocinas colectivas).
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- Recuperemos de los patrones todo aquello que hemos producido con sangre y sudor.
- Expropiación de las riquezas acumuladas.
- Armamiento de nuestras comunidades por la organización de nuestra autodefensa y del ataque contra nuestros opresores.
El sábado, 11 de julio, un grupo de compas realizó una expropiación de una tienda de la cadena de supermercados Afroditi en la zona Martiou, al este de Tesalónica. Los productos de necesidades básicas (aceite, pasta, legumbres) expropiados fueron repartidos a continuación al mercado popular del lado. La gente reaccionó de manera positiva, tomando los productos y aplaudiendo a la acción.