Presentación
El ajusticiamiento del CEO de la mayor empresa estadounidense de seguros de salud, Brian Thompson, por parte del informático Luigi Mangione, se justifica plenamente como contraofensiva a la violencia estructural, cotidiana y normalizada del Capital sobre el proletariado y su reproducción como tal. Más precisamente: como vindicación no domesticada de la vida frente a la inmisericorde administración de la muerte de miles de proletarios/as en las garras de las empresas de servicios de salud ya sea por falta de atención, por falta de dinero para atenderse o por quedarse endeudados y explotados de por vida para hacerlo.
Por lo tanto, la de Mangione no es una acción individual o aislada: es un síntoma y un símbolo colectivo, no sólo de la crisis del Capital en tanto que relación social, sino de la guerra de clases a pesar de la contrarrevolución capitalista y la derrota histórica del proletariado mundial.
«La conciencia anarquista parece mantener la totalidad del objetivo al reducir el sujeto del movimiento al individuo, a lo singular, donde parece haberse refugiado la vitalidad de la clase vencida. En realidad la conciencia anarquista permite mantener durante ese período la totalidad inmediata del objetivo de la rebelión, totalidad ocultada por el reformismo, al presentarse como oposición constante a este.» (Cornelius Castoriadis, Fenomenología de la conciencia proletaria)
A lo que es preciso acotar que no se trata de "la conciencia anarquista", sino del movimiento real que subvierte las condiciones capitalistas, es decir, el comunismo —o, si se prefiere, la anarquía—, más allá de tal o cual individuo que lo exprese en una situación concreta, incluida su ideología. Eso: la expresión del movimiento real que antagoniza cara a cara contra el Capital y sus personificaciones, y no la vida personal ni las ideas de Luigi, es lo que realmente importa en este caso. Mucho menos las opiniones infundadas ni los juicios moralistas de cualquier persona al respecto. Si bien es diferente de la guerra militar, la guerra de clases existe y es tal cual es. Porque como escriben Dauvé y Nesic en Salida de la fábrica:
«Es cierto que nuestro “objetivo” es un sistema social, el Capital [la abolición del valor], y no los jefes, ejecutivos, expertos y la policía que pone a su servicio. […] Sin embargo, rehusarse a la violencia, y rechazar de antemano cualquier uso de las armas, es renunciar a la revolución […] No hay lucha por el comunismo sin un mínimo de pasión, y la identificación de lo que consideramos como un enemigo.»
Luigi Mangione: síntoma y símbolo de hartazgo anticapitalista que tarde o temprano ojalá se convierta en un detonante o acción ejemplar para las masas, en EE.UU. y todo el mundo; pero, no para que éstas se afirmen como clase del trabajo/capital, ni mucho menos como "pueblo", pidiendo democráticamente más migajas al Estado burgués que las exprime y las aplasta, sino para abolirse como tal mediante la insurrección y la comunización de todo lo existente, entendidas como procesos moleculares y autoorganizados, no como acontecimientos mesiánicos.
Quito, 11 de diciembre de 2024
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[Tomado de Comunismo Gótico, región mexicana, 6 de diciembre de 2024]
El asesinato del CEO Thompson de Healthcare no puede ser entendido como un hecho aislado ni como un simple acto de violencia individual. Este evento refleja las tensiones inherentes al modo de producción capitalista y las resistencias que genera su lógica de explotación y domesticación. Lejos de reducirse a una acción personal, este hecho reivindica la dimensión colectiva de una lucha que, aunque fragmentada, desafía las bases mismas del capital y de sus relaciones sociales.
En este texto exploramos cómo este acto, llevado a cabo por un sujeto anónimo [días después se sabrá su nombre: Luigi Mangione], está inscrito en un entramado más amplio de resistencia proletaria. Desde una comprensión de los ciclos históricos de lucha, el rechazo al humanismo domesticador y una lectura radical de nuestra época, analizamos el asesinato de Thompson como una expresión de las contradicciones estructurales del capital y un síntoma de la posibilidad de su abolición.
El capital, como relación social, no solo explota al trabajo vivo, sino que también coloniza la totalidad de la vida, convirtiéndola en portadora de valor. Empresas como Healthcare representan esta lógica en su forma más evidente: transforman necesidades básicas, como la salud, en mercancías, sometiendo los cuerpos y las vidas al cálculo económico. Esta colonización profundiza la alienación, deshumaniza y perpetúa la subordinación del proletariado como clase.
El CEO Thompson, en su rol como representante de esta maquinaria, simboliza más que una posición administrativa; es la encarnación de la violencia abstracta que el sistema ejerce. Su asesinato no es simplemente una reacción personal, sino un acto que rechaza la domesticación totalizante que el capital impone. Este evento pone de manifiesto la dimensión no domesticada del proletariado: aquella que se niega a ser reducida a un mero engranaje del sistema.
Aunque la acción haya sido llevada a cabo por un individuo anónimo, no puede considerarse puramente individual. Este sujeto forma parte de un entramado colectivo que da forma a la resistencia contra el capital. Su acción, aunque aislada en apariencia, es una expresión de una negación más amplia, una lucha colectiva que se enfrenta a las condiciones que perpetúan la explotación y la dominación.
A lo largo de la historia, las luchas proletarias han intentado afirmar al proletariado como sujeto revolucionario. Sin embargo, cada afirmación de la clase ha terminado reforzando las condiciones que la subordinan al capital. Este patrón revela que la verdadera emancipación no reside en la afirmación del proletariado, sino en su negación como categoría del capital.
El asesinato de Thompson debe leerse dentro de este contexto: no como una afirmación de la clase proletaria, sino como un síntoma de su negación. Es una expresión de la incapacidad del capital para integrar plenamente a las poblaciones que explota y despoja. Este acto no busca regresar a estrategias programáticas ni a formas tradicionales de lucha, sino que apunta hacia una ruptura más profunda con las categorías sociales que sostienen al sistema.
Para entender este acto, es crucial evitar caer en el moralismo o en una lógica humanista que condena o exalta la violencia desde principios abstractos. El antihumanismo crítico nos permite abordar la acción sin desligarla del sistema que la genera. En este sentido, la eliminación de Thompson no es una aberración moral, sino una respuesta visceral a la violencia estructural del capital, que opera de forma invisible pero constante.
Sin embargo, es necesario superar el mito de la revolución como un evento singular o glorioso. La revolución no es un momento aislado de heroísmo, sino un proceso de abolición de las relaciones sociales que sustentan al capital. Actos como el asesinato de Thompson deben ser entendidos como parte de un proceso mayor, uno que no se limita a confrontaciones directas, sino que busca disolver las estructuras que producen tanto al capital como al proletariado.
Nuestra época está marcada por una crisis sistémica del capital: aceleración tecnológica, exclusión masiva, devastación ecológica y desigualdades extremas. En este contexto, la radicalidad no reside en la mera oposición al sistema, sino en la capacidad de imaginar y construir formas de vida que escapen a su lógica. El asesinato de figuras visibles del poder económico, como el CEO de Healthcare, adquiere un significado simbólico dentro de esta lucha más amplia.
El sujeto anónimo que llevó a cabo esta acción no debe ser visto como un héroe solitario, sino como parte de un entramado colectivo de resistencias. Aunque individual en su ejecución, su acción se inscribe en una lucha global contra las condiciones impuestas por el capital. Este acto refleja la interconexión de las resistencias locales con las dinámicas globales del sistema.
La solidaridad internacional es fundamental para superar las fragmentaciones que el capital impone. Las luchas del proletariado, aunque diversas en sus formas, comparten una raíz común: la resistencia contra un sistema que explota y aliena. Reconocer esta raíz es esencial para construir un horizonte colectivo más allá del capital.
El asesinato del CEO Thompson no debe ser visto como un fin en sí mismo, sino como un recordatorio de las tensiones fundamentales del capital y de las fuerzas que lo niegan. Este acto, aunque llevado a cabo por un individuo, está inscrito en una lucha colectiva que busca trascender las categorías de explotación y alienación. La emancipación no puede lograrse mediante la afirmación del proletariado, sino solo mediante su negación como categoría del capital.
Este
evento nos desafía a imaginar un horizonte más allá de las violencias
estructurales del presente, un mundo en el que las relaciones sociales
del capital sean abolidas y sustituidas por formas de vida no
domesticadas. En la radicalidad de nuestra época, junto con una
solidaridad internacional renovada, reside la posibilidad de construir
un futuro en el que el capital no determine las posibilidades de lo
humano ni de lo no humano.
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Deny, Defend, Depose
[Tomado de Colapso y Desvío, región chilena, 9 de diciembre de 2024]
“No tenemos compasión, ni esperamos compasión de ustedes. Cuando llegue nuestro turno, no pondremos excusas para el terror revolucionario.” --Karl Marx.
El pasado viernes 6 de diciembre se dio el ajusticiamiento a Brian Thompson, CEO de UnitedHealthCare, la empresa más grande de seguros en Estados Unidos. Una de las empresas que, igualmente, es parte de un holding en el que se encuentran las aseguradoras, Isapres, y centros privados de servicios de distintos lugares del mundo. Banmédica, la Isapre más grande de Chile (con un 21,4% de los cotizantes), por ejemplo, es parte de esta subsidiaria que encuentra su matriz en UnitedHealth Group.
Sin tener más detalles del ajusticiamiento que los mensajes en los cartuchos de las balas (“Deny”, “Defend”, “Depose”), y la mochila del justiciero [Luigi Mangione], que se encontraba performáticamente llena de billetes del juego Monopoly, podemos posicionarnos a favor de prácticas que hacen que el temor a la muerte cambie de bando y de clase. ¿No es acaso la amenaza de muerte la que más millones de dólares mueve al año en la salud privada? ¿No juegan acaso todo el tiempo con nuestras vidas y lucran con el sufrimiento y la enfermedad tan naturales como propias de la especie humana?
No les interesan nuestras vidas, sólo nuestra capacidad de endeudamiento y de pagar en cuotas con intereses absurdos las cifras exorbitantes que cobran a partir de nuestra desesperación.
No nos tienen el mínimo de consideración. Para ellos, no merecemos solidaridad, ni apoyo. Para ellos, merecemos lo peor. Pues bien, que el tablero se iguale.
Frente a este contexto de crisis generalizada donde la violencia capitalista y colonial devora territorios y poblaciones enteras, no continuemos colocando la otra mejilla. Basta de dejarnos asaltar descaradamente. La interminable lista de personas que fallecieron al serles negadas la asistencia medica no son tristes consecuencias de un sistema roto que necesita ser reparado, sino muy al contrario, son el resultado lógico de un mundo determinado por el capital. El exterminio y marginación de la población sobrante, a través de genocidios, represión policial y violencia económica es un momento fundamental que compone las políticas gubernamentales de los Estados del mundo para el correcto funcionamiento de la economía espectacular. Exigir más democracia y más Estado, es colocarnos nosotrxs mismxs la soga al cuello. Nuestra práctica. en cambio, debe de apuntar contra el capitalismo y sus categorías esenciales (hablamos del Trabajo, el Estado, las relaciones de genero y la democracia), así como también a perseguir a quiénes gestionan este sistema y sostienen una guerra en nuestra contra. Es tomar la contraofensiva.
Denegar, derrocar, defender.
Denegar un sistema que sigue sosteniéndose en base a nuestra explotación.
Derrocar toda forma de opresión que siga alimentándose de nuestro lugar como humanidad residual.
Defender la vida, nuestras vidas, que se encuentran en constante riesgo de aniquilación.
Que el miedo cambie de bando.
Haz que los capitalistas caigan.
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«No hay lucha por el comunismo sin un mínimo de pasión, y la identificación de lo que consideramos como un enemigo. Matar no es, obviamente, sinónimo de comunismo: una revolución comunista subvierte más de lo que elimina. (...) Sin embargo, rehusarse a la violencia, y rechazar de antemano cualquier uso de las armas, es renunciar a la revolución (...) Es cierto que nuestro “objetivo” es un sistema social, y no los jefes, ejecutivos, expertos y la policía que pone a su servicio. Un punto fuerte de la socialdemocracia y del estalinismo fue equiparar el capitalismo con la burguesía, los ricos, los grandes señores. Al igual que en el caso del fetichismo de la mercancía, la relación social se presenta entonces como una cosa, encarnada a veces por una persona panzuda y con un puro, vieja caricatura del burgués de hace más de un siglo. (...) El mantenimiento de la agresividad en contra de estos personajes ayuda a desviar las críticas hacia una vía muerta: atacar a la burguesía en cuanto individuos y no por su función.
Si bien nuestro objetivo es el Capital, su fuerza estructurante y también su fuerza de inercia, y no el capitalista; no es menos cierto que las relaciones sociales capitalistas siguen adquiriendo figuras humanas. No ver en el director de una fábrica sino el director de una fábrica es una ilusión óptica. No enfrentarse a él con el pretexto (exacto por cierto) que él mismo no es sino un engranaje en un conjunto que le supera, equivale a ver la sociedad como un todo sin poder abordar una parte de esta totalidad. Despersonalizar la historia, es renunciar a actuar. No detestar [y atacar] a los que nos dominan lleva a la peor de las resignaciones, en el mejor de los casos a la reforma. Quien no conoce o no se atreve a experimentar un rechazo [y un ataque] hacia aquellos que le explotan y le desprecian, no va a cambiar nunca muchas cosas.» (Troploin, Salida de la fábrica)