30 de diciembre de 2024

[Folleto] CATÁSTROFE CAPITALISTA Y TEORÍA REVOLUCIONARIA

Recibimos y publicamos este folleto elaborado por los compañeros del Grupo Barbaria en mayo del año pasado, debido a que contiene una teoría científica y actual de la catástrofe capitalista y la revolución comunista. Ciencia revolucionaria, pues, que se basa tanto en la concepción materialista de la historia y en la crítica de la economía política de Marx como en el determinismo histórico de Bordiga y, más precisamente, en la teoría de la «inversión de la praxis» y del «partido histórico» de éste último. También se basa en los desarrollos al respecto de la revista n+1 que, a su vez, comprende y expone las leyes y dinámicas de la historia social o el devenir de las sociedades de clases usando el lenguaje de la biología, la química, la física y el álgebra sin perder la pasión del comunismo. Recomendamos su lectura, discusión y difusión, mejor dicho, su uso para la preparación revolucionaria en este siglo. 

¿Determinismo, catástrofe, ciencia, clases, partido, comunismo? Sí. Y también crítica radical en conjunto del positivismo o la ciencia burguesa, del estructuralismo, del posmodernismo, del culturalismo, y, sobre todo, del gradualismo o etapismo socialdemócrata-bolchevique y del voluntarismo e inmediatismo activista de izquierdas. ¿Por qué? A continuación, damos 6 respuestas a modo de invitación para leer el folleto de Barbaria y profundizar en ellas. Respuestas en las cuales nos permitimos agregar algunos aportes críticos a estos compañeros y al mismo Bordiga desde la perspectiva comunizadora: 

1) Porque, al basarse en la depredación sistemática de la corteza terrestre y de la clase trabajadora así como en la revolución incesante de las fuerzas productivas para producir por producir mercancías y acumular por acumular capital, la naturaleza del Modo de Producción Capitalista es contradictoria y catastrófica, lo que hace que él mismo produzca las condiciones de su propia disolución y sustitución por relaciones sociales superiores: el comunismo (p. ej. excedente de tecnologías, alimentos y edificios, proletariado sobrante que el sistema ya no puede mantener y se vuelve “peligroso” para el mismo, cambio climático, guerras y pandemias, revueltas sorpresivas y fuera de control, algunos bienes y servicios que implican cooperación entre iguales y gratuidad, nuevas relaciones humanas, entre otras). Hoy en día, la catástrofe capitalista global está tocando todas sus «cúspides» o límites (económicos, ecológicos, geopolíticos, militares, sociales, culturales, psicológicos, etc.) y mostrando toda su brutalidad. La destrucción del capitalismo no será gradual o de «curva descendente» (como cree la “teoría de la decadencia”), será catastrófica o de caída abismal. En este sentido, la perspectiva revolucionaria es catastrofista. Pero, el capitalismo no se morirá de muerte natural: sólo el proletariado posee el potencial revolucionario de ser su sepulturero, aboliéndose a sí mismo como clase del trabajo/capital y produciendo de manera directa el comunismo o relaciones sociales comunistas.

2) Porque la revolución es un hecho físico, material, históricamente determinado, que se produce cuando las contradicciones estructurales del capitalismo (entre fuerzas productivas y relaciones de producción, entre proletariado y burguesía) se acumulan, se agudizan y estallan catastróficamente; los cambios cuantitativos (crisis cíclicas y cortas, revueltas) devienen cambios o saltos cualitativos (crisis sistémica y larga, revolución); y, sobre todo, cuando existe una «ionización social» o polarización social (antagonismo de clases) donde las «moléculas» individuales del proletariado que, durante los períodos contrarrevolucionarios, se encontraban pasivas y dispersas ahora se activan y nuclean en autoorganizaciones de masas (desde los soviets hasta las asambleas territoriales, en contra y más allá de los sindicatos) que luchan por imponer sus necesidades humanas colectivas sobre las necesidades de valorización y acumulación del Capital y la burguesía, y donde las minorías revolucionarias pueden influir o incidir efectivamente de modo que la clase proletaria actúe como «partido histórico» de la revolución comunista mundial. En síntesis: pérdida de «energía social» y de equilibrio o paz social por parte del capitalismo, caos sistémico, y «autopoiesis» (autoproducción) revolucionaria o movimiento comunizador a la ofensiva. La polarización social es el «ambiente» o el conjunto de condiciones “objetivas” y “subjetivas” favorable para la revolución social, la cual se produce entonces como «una violenta descarga eléctrica» o una tormenta con relámpagos. Este es el núcleo de su teoría científica o de la ciencia revolucionaria.


3) Porque en tales coyunturas o períodos revolucionarios, la conciencia y la voluntad colectivas (las “condiciones subjetivas”) devienen fuerzas materiales que influyen o inciden en toda la sociedad en situación de crisis revolucionaria. He ahí la importancia de las minorías revolucionarias, en tanto que «catalizadores» o aceleradores de la polarización social, y de la teoría revolucionaria, en tanto que reflexión autocrítica de las luchas actuales y actividad de previsión de la revolución futura que ha de devenir inmediatamente práctica durante la misma. He ahí la inversión de la praxis. El «partido histórico» de la revolución social, que lo constituyen a pulso y a saltos las minorías o fracciones revolucionarias del proletariado mundial, es tanto producto como factor de esta inversión de la praxis, históricamente determinada, y no tiene nada que ver con los partidos mal llamados “comunistas” que encabezaron la contrarrevolución bolchevique del siglo XX; antes bien, es su antagonista y sepulturero. El verdadero partido comunista es la prefiguración de la sociedad comunista y, por tanto, es el órgano de la comunidad de lucha proletaria para la abolición del Capital, del Estado y de las clases o el «partido-comunidad» (Camatte y n+1). Es un partido revolucionario que, de manera orgánica y autónoma, trasciende formalismos, estatutos, burocracias, siglas, etiquetas ideológicas y fronteras geográficas. Marx incluso lo llamó «el partido de la anarquía» contra «el partido del orden». Endnotes (revista comunizadora) lo llama «el partido de la ruptura». En este sentido, como proletarios revolucionarios, es vital prepararse para la inversión de la praxis o la ruptura revolucionaria al calor del antagonismo de clases, asumiendo colectiva e internacionalmente tareas organizativas, teóricas, educativas, de propaganda y agitación, de experimentación y propagación de nuevas relaciones sociales (solidaridad, apoyo mutuo, gratuidad, horizontalidad, libertad, organicidad)… y de violencia revolucionaria o tareas insurreccionales cuando la correlación de fuerzas así lo permita y lo exija. 

4) Porque la ciencia revolucionaria no reproduce “los hechos” sociales como si fuesen cosas y de manera “neutral” (por eso es la crítica radical del positivismo), sino que, mediante las categorías de la crítica de la economía política (trabajo abstracto, valor, mercancía, fetichismo de la mercancía, dinero, capital, propiedad privada, salario, etc.) y desde la perspectiva proletaria, explica críticamente las relaciones sociales vivas que existen detrás de esos hechos cosificados y esas categorías, no para su reforma o cambio de forma (no es reformista ni conformista, p. ej. la “redistribución de la riqueza), sino para la destrucción revolucionaria de su contenido (es antiformista, p. ej. la abolición del valor y del trabajo). Tampoco es una ciencia social “sin sujeto” o que pone a las estructuras como protagonistas de la historia (por eso es la crítica radical del estructuralismo y, de paso, del mecanicismo), sino que comprende y expone la dialéctica real y cambiante entre las llamadas “condiciones objetivas” y “condiciones subjetivas” o entre las estructuras y las agencias de los sujetos. Criticando y superando así tanto al objetivismo como al subjetivismo. Más claro: la historia la hacen los hombres y las mujeres en determinadas condiciones que no son elegidas por ellos, pero que, en cambio, sí pueden subvertirlas o, mejor dicho, pueden producir nuevas condiciones de existencia. Lo cual, por supuesto, involucra tiempo, procesos, contradicciones, conflictos, cambios, varias y diferentes generaciones. Eso sí: teniendo claro que la historia avanza a saltos, no por etapas. Esta es otra manera de explicar la inversión de la praxis y, de paso, comprender por qué aquí se critica radicalmente tanto al gradualismo o etapismo socialdemócrata-bolchevique como al voluntarismo inmediatista y activista de izquierdas, en el que se incluyen el culturalismo gramsciano y el anarquismo ideológico. Por eso Bordiga aclara que el determinismo histórico no es pasividad, sino el conocimiento y la comprensión de las leyes y dinámicas de la historia de la sociedad de clases que, una vez producidas las condiciones favorables por el propio capitalismo y el antagonismo de clases, permite intervenir de manera consciente y efectiva en la misma a fin de abolirla o superarla. Todo esto, por cierto, también implica una crítica radical del posmodernismo, puesto que para esta ideología contrarrevolucionaria que se disfraza de lo contrario y está de moda ya no existen las clases sociales y sus antagonismos ni la verdad científica y crítica de la totalidad histórico-social capitalista, sino que todo lo reduce a “identidades”, “interseccionalidad” y “discursos” o relatos” a fin de cometer la trampa de Lampedusa: cambiar todo para que nada cambie.

5) Porque, de acuerdo con Bordiga, la ciencia revolucionaria del proletariado es una «ciencia de la especie», ya que sólo el proletariado posee el potencial revolucionario de abolirse a sí mismo como clase del trabajo/capital y a toda la sociedad de clases, produciendo así la comunidad humana real, la sociedad sin clases o la «sociedad de especie». Más aún en estos tiempos de catástrofe capitalista con tendencia suicida a gran escala: Comunismo o Extinción. Por lo tanto, la ciencia revolucionaria, entendida entonces como «el conocimiento de un plan de vida para la especie», es un arma de primer orden de la revolución comunista en el siglo XXI, que será inmediata (sin mediaciones mercantiles ni estatales o sin período de transición) mas no inmediatista. Y el partido revolucionario (el partido-comunidad) también, ya que es quien elabora, posee y empuña la ciencia revolucionaria para la inversión de la praxis. Ahora bien, la autoabolición del proletariado implica, de suyo, la autoabolición del partido revolucionario, no su transformación en Estado proletario, pues la sociedad comunista es una sociedad sin clases ni Estado, sin fronteras ni mercado o no es.

6) Porque, de acuerdo con Barbaria, hoy en día vivimos en una «época bisagra» entre la contrarrevolución mundial y la revolución mundial, que se caracteriza por el agotamiento de la valorización del valor (crisis del trabajo/capital), por el agotamiento de la larga contrarrevolución estalinista (fracaso y caída del “socialismo real” o capitalismo de Estado de la URSS y todos sus satélites), y por el inicio de procesos de polarización social (revueltas del siglo XXI). Otros talvez dirían que es una época donde “lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer”, en vista de que lo viejo o la contrarrevolución capitalista sigue reinando en medio de su catástrofe y su descomposición, mientras que nuevas revueltas de los miserables estallarán en el momento y el lugar menos pensados. Esta época bisagra puede durar varias décadas y sólo el devenir del antagonismo de clases decidirá su desenlace, porque la revolución, aunque históricamente determinada, es una posibilidad y no una fatalidad. Por lo tanto, insistimos en que, como proletarios revolucionarios, es vital prepararse de manera colectiva, organizada e internacional para la inversión de la praxis, esto es, para la revolución comunista mundial, usando la ciencia revolucionaria como arma y así tengan que pasar varias derrotas y varias generaciones para ello. 

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