Memoria: A 150 años de la Primera Internacional
A mediados del siglo XIX Europa era un hervidero.
Un caldo de cultivo de revolucionarios y de ideas revolucionarias que fundaban
grupos y periódicos, que batallaban en insurrecciones urbanas y que esbozaban
la perspectiva del internacionalismo proletario. Este internacionalismo no era
un simple capricho filosófico o un corolario natural del razonamiento
humanista, era una realidad material que se iba asumiendo en la acción común,
contraponiéndose a los diversos escollos existentes en aquella época.
Por un lado existía el problema del idioma, cuya dificultad principal residia en la relativa incapacidad que tenían los proletarios para traducir y difundir las posiciones revolucionarias de sus compañeros allende el mar o tras el simple arbitrio de la frontera. No podemos ser ajenos a las increíbles complicaciones que debían padecer los hijos del pueblo, que en muchos casos sólo superaban el analfabetismo ya adultos y que aun ante estas titánicas tareas de traducción no se acobardaban y entregaban su intelecto para bien de la clase toda.
A la vez, toda noticia y comentario sobre la realidad de otra región tenía un carácter distinto al que podemos percibir en la actualidad. La demora y las agudas diferencias regionales dificultaban la comprensión de fenómenos vertiginosos como huelgas o luchas urbanas, que además sólo eran relatados por la prensa burguesa, la única en su época. Afortunadamente los proletarios (y en muchos casos sin tanta fortuna, ante el padecer del exilio) trascendían las fronteras y confraternizaban más allá del idioma, vinculados tanto por su padecer como explotados como por su perspectiva como revolucionarios. Su rumbo, no obstante, era el de fortalecer esos lazos internacionales y conformar un proyecto unificado de perspectiva de revolución mundial.
En los años de las revoluciones de 1848/49 y en los posteriores esto se vió con claridad. Iniciativas como la Liga de los Comunistas intentaron cristalizar los esfuerzos internacionales de una centena de compañeros en Alemania, Bélgica, Holanda, Francia, Suiza e Inglaterra entre otros. La antecesora de esta liga fue una organización llamada Liga de los Justos, que recibió inspiración de revolucionarios como Louis Auguste Blanqui, Pierre Joseph Proudhon y Flora Tristán, compañera que en su propuesta La unión obrera de 1840 pronunció por primera vez la histórica consigna «¡Proletarios del mundo, uníos!».
La Liga de los comunistas publicará en 1847, con redacción de Marx y Engels, el famoso Manifiesto del Partido Comunista, documento que trascenderí la propia organización y que se convertirá en una referencia para los luchadores de todo el mundo. Años más tarde y tras algunas derrotas y desaveniencias, la perspectiva de formar una fuerza proletaria volvería a darse en Inglaterra, principal destino de exiliados de la Europa continental.
Es así que en septiembre de 1864, luego de dos años de discusiones, se formaría la Asociación Internacional de los Trabajadores, más conocida como Primera Internacional. Impulsada en sus comienzos por militantes tradeunionistas y cartistas ingleses, tomaría un carácter más combativo al ingresar en ella militantes partidarios e identificados con las posiciones de pensadores como Proudhon, Marx, Bakunin y Blanqui.
En 1866 realizará su primer congreso en el cual expondrá y definirá sus premisas de desaparición de la condición salariada, abolición de la sociedad de clases, de la propiedad privada y de los ejércitos. Aunque fue un esfuerzo sin precedentes, la Internacional se mantuvo relativamente desconocida (sobre todo fuera de Europa) y recién pudo contar con una afiliación de millones luego de los sucesos de la Comuna de París en 1871.
Ya para ese entonces las tensiones internas dentro de la Internacional dificultaban su funcionamiento y generaban una situación de inestabilidad que iba a tener que ser resuelta. Son popularmente conocidas las diferencias entre los dos principales referentes proletarios de aquel entonces, Marx y Bakunin. Éstos polemizaban en torno a la función de la Internacional: si como polo unitario y dirección del movimiento proletario (Marx), o como nexo, difusor y coordinador de luchas regionales con carácter autónomo (Bakunin).
Estas discusiones no fueron por buen rumbo, ya que las debilidades formalistas de muchos de sus miembros (poner la Organización por sobre las tareas revolucionarias) sumado a las desviaciones politicistas y estatistas de Marx y muchos otros en el seno de la Internacional, así como las federalistas y antiautoritarias de Bakunin y otros tantos, hicieron estériles los debates sobre la organización internacional del proletariado.
Recordemos también, que otras tendencias menos conocidas formaban parte de la Internacional. El tradeunionismo británico (precursor del sindicalismo moderno), el movimiento cooperativista, los partidarios republicanos del politiquero Mazzini en Italia y muchas otras tendencias prefiguraban los aspectos más reformistas y débiles de la rebeldía proletaria.
En este marco, sumado a la expulsión de los partidarios de Bakunin de la Internacional en el V Congreso en 1872, se fue consumando lo que sería uno de los primeros grandes golpes al proletariado. En base a sucesivas bifurcaciones, el Marxismo y el Anarquismo continuaron desarrollándose en tanto que sagradas familias ideológicas, dificultando aún más la vieja perspectiva de un programa y una organización mundial, necesarios para destruir el reinado del Capital e imponer el comunismo anárquico. Finalmente en el VI Congreso en Filadelfia en 1876 se resolvería disolver la AIT.
Medio siglo después, en 1922, algunos sindicatos y federaciones de distintos países fundarían una organización cuyo nombre en español es igual al de la Primera Internacional, y que se considera continuadora de ésta. Lamentablemente, más allá del nombre es díficil reconocer una verdadera continuidad, ya que esta organización se sostiene en preceptos ideológicos (anarcosindicalismo o sindicalismo revolucionario) y no en base a una verdadera práctica y teoría revolucionarias e internacionalistas. Además, su internacionalismo sólo es tal en tanto que suma de nacionalismos particulares, es decir, falso internacionalismo.
Como parte de la otra gran familia de desviaciones, las subsecuentes Segunda, Tercera y Cuarta Internacional de la socialdemocracia dirigirían una contrarrevolución a nivel mundial que aún hoy pesa sobre nuestras cabezas y que falsificaría el espíritu internacionalista que estimuló la materialización de la AIT, defendiendo, entre otras cosas, la separación de las reivindicaciones en programa de mínima y máxima, el socialismo en un sólo país y el programa de transición.
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Tomado de La Oveja Negra N° 20 (septiembre 2014)
Por un lado existía el problema del idioma, cuya dificultad principal residia en la relativa incapacidad que tenían los proletarios para traducir y difundir las posiciones revolucionarias de sus compañeros allende el mar o tras el simple arbitrio de la frontera. No podemos ser ajenos a las increíbles complicaciones que debían padecer los hijos del pueblo, que en muchos casos sólo superaban el analfabetismo ya adultos y que aun ante estas titánicas tareas de traducción no se acobardaban y entregaban su intelecto para bien de la clase toda.
A la vez, toda noticia y comentario sobre la realidad de otra región tenía un carácter distinto al que podemos percibir en la actualidad. La demora y las agudas diferencias regionales dificultaban la comprensión de fenómenos vertiginosos como huelgas o luchas urbanas, que además sólo eran relatados por la prensa burguesa, la única en su época. Afortunadamente los proletarios (y en muchos casos sin tanta fortuna, ante el padecer del exilio) trascendían las fronteras y confraternizaban más allá del idioma, vinculados tanto por su padecer como explotados como por su perspectiva como revolucionarios. Su rumbo, no obstante, era el de fortalecer esos lazos internacionales y conformar un proyecto unificado de perspectiva de revolución mundial.
En los años de las revoluciones de 1848/49 y en los posteriores esto se vió con claridad. Iniciativas como la Liga de los Comunistas intentaron cristalizar los esfuerzos internacionales de una centena de compañeros en Alemania, Bélgica, Holanda, Francia, Suiza e Inglaterra entre otros. La antecesora de esta liga fue una organización llamada Liga de los Justos, que recibió inspiración de revolucionarios como Louis Auguste Blanqui, Pierre Joseph Proudhon y Flora Tristán, compañera que en su propuesta La unión obrera de 1840 pronunció por primera vez la histórica consigna «¡Proletarios del mundo, uníos!».
La Liga de los comunistas publicará en 1847, con redacción de Marx y Engels, el famoso Manifiesto del Partido Comunista, documento que trascenderí la propia organización y que se convertirá en una referencia para los luchadores de todo el mundo. Años más tarde y tras algunas derrotas y desaveniencias, la perspectiva de formar una fuerza proletaria volvería a darse en Inglaterra, principal destino de exiliados de la Europa continental.
Es así que en septiembre de 1864, luego de dos años de discusiones, se formaría la Asociación Internacional de los Trabajadores, más conocida como Primera Internacional. Impulsada en sus comienzos por militantes tradeunionistas y cartistas ingleses, tomaría un carácter más combativo al ingresar en ella militantes partidarios e identificados con las posiciones de pensadores como Proudhon, Marx, Bakunin y Blanqui.
En 1866 realizará su primer congreso en el cual expondrá y definirá sus premisas de desaparición de la condición salariada, abolición de la sociedad de clases, de la propiedad privada y de los ejércitos. Aunque fue un esfuerzo sin precedentes, la Internacional se mantuvo relativamente desconocida (sobre todo fuera de Europa) y recién pudo contar con una afiliación de millones luego de los sucesos de la Comuna de París en 1871.
Ya para ese entonces las tensiones internas dentro de la Internacional dificultaban su funcionamiento y generaban una situación de inestabilidad que iba a tener que ser resuelta. Son popularmente conocidas las diferencias entre los dos principales referentes proletarios de aquel entonces, Marx y Bakunin. Éstos polemizaban en torno a la función de la Internacional: si como polo unitario y dirección del movimiento proletario (Marx), o como nexo, difusor y coordinador de luchas regionales con carácter autónomo (Bakunin).
Estas discusiones no fueron por buen rumbo, ya que las debilidades formalistas de muchos de sus miembros (poner la Organización por sobre las tareas revolucionarias) sumado a las desviaciones politicistas y estatistas de Marx y muchos otros en el seno de la Internacional, así como las federalistas y antiautoritarias de Bakunin y otros tantos, hicieron estériles los debates sobre la organización internacional del proletariado.
Recordemos también, que otras tendencias menos conocidas formaban parte de la Internacional. El tradeunionismo británico (precursor del sindicalismo moderno), el movimiento cooperativista, los partidarios republicanos del politiquero Mazzini en Italia y muchas otras tendencias prefiguraban los aspectos más reformistas y débiles de la rebeldía proletaria.
En este marco, sumado a la expulsión de los partidarios de Bakunin de la Internacional en el V Congreso en 1872, se fue consumando lo que sería uno de los primeros grandes golpes al proletariado. En base a sucesivas bifurcaciones, el Marxismo y el Anarquismo continuaron desarrollándose en tanto que sagradas familias ideológicas, dificultando aún más la vieja perspectiva de un programa y una organización mundial, necesarios para destruir el reinado del Capital e imponer el comunismo anárquico. Finalmente en el VI Congreso en Filadelfia en 1876 se resolvería disolver la AIT.
Medio siglo después, en 1922, algunos sindicatos y federaciones de distintos países fundarían una organización cuyo nombre en español es igual al de la Primera Internacional, y que se considera continuadora de ésta. Lamentablemente, más allá del nombre es díficil reconocer una verdadera continuidad, ya que esta organización se sostiene en preceptos ideológicos (anarcosindicalismo o sindicalismo revolucionario) y no en base a una verdadera práctica y teoría revolucionarias e internacionalistas. Además, su internacionalismo sólo es tal en tanto que suma de nacionalismos particulares, es decir, falso internacionalismo.
Como parte de la otra gran familia de desviaciones, las subsecuentes Segunda, Tercera y Cuarta Internacional de la socialdemocracia dirigirían una contrarrevolución a nivel mundial que aún hoy pesa sobre nuestras cabezas y que falsificaría el espíritu internacionalista que estimuló la materialización de la AIT, defendiendo, entre otras cosas, la separación de las reivindicaciones en programa de mínima y máxima, el socialismo en un sólo país y el programa de transición.
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Tomado de La Oveja Negra N° 20 (septiembre 2014)
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Debate entre
Marx y Bakunin
(a propósito
del libro de Bakunin Estatismo y Anarquía)
- Bakunin: Ya hemos expresado repetidamente una muy viva aversión por la teoría de Lassalle y de Marx,que recomienda a los trabajadores, sino como ideal supremo por lo menos como objetivo esencial inmediato, la fundación de un Estado popular que, como ellos mismos han explicado, no sería más que “el proletariado organizado como clase dominante”. Y se preguntará: Si el proletariado pasa a ser la clase dominante, ¿a quién dominará? Seguirá pues habiendo aún una clase sometida a esta nueva autoridad, a este Estado nuevo.
-
Marx: Ello quiere decir que, tanto tiempo como existan las demás clases,
especialmente la clase capitalista, tanto tiempo como el proletariado luche con
ésta (ya que pese a su poder gubernamental, ni sus enemigos ni la vieja
organización de la sociedad habrán desaparecido aún), ha de emplear medios de fuerza,
o sea medios de gobierno; es aún él mismo una clase, y las condiciones
económicas sobre las que descansan la lucha de clases y la existencia de las
clases no han desaparecido aún y han de ser suprimidas o transformadas mediante
la fuerza; el proceso de su transformación ha de ser acelerado mediante la
fuerza.
-Bakunin: Por
ejemplo, la plebe de los campos que, como es sabido, no es favorecida por los
marxistas y que, situada a más bajo nivel de la civilización, será
probablemente dirigida por el proletariado de las ciudades y de las fábricas.
-Marx: Ello
quiere decir que allí donde el campesino existe en masa como propietario
privado, allí donde constituye incluso una mayoría más o menos considerable,
como en todos los Estados del continente europeo occidental, donde no ha
desaparecido y ha sido sustituido por jornaleros agrícolas como en Inglaterra,
podrían presentarse los siguientes casos: o bien el campesino impide o hace
abortar la revolución obrera, como lo ha hecho hasta el momento en Francia; o
bien el proletariado (ya que el campesino propietario no pertenece al
proletariado y cuando pertenece al mismo debido a su situación cree no
pertenecerle) debe, en tanto que gobierno, tomar medidas que permitan al
campesino mejorar inmediatamente su situación, ganándolo así para la
revolución; medidas que, sin embargo, faciliten virtualmente la transición de
la propiedad privada del suelo a la propiedad colectiva, de manera que el
campesino la alcance espontáneamente en el plano económico. Pero el proletariado
no debe contrariar frontalmente al campesino proclamando, por ejemplo, la
abolición del derecho de herencia o la abolición de su propiedad; ello sólo es
posible allí donde el granjero capitalista haya sustituido a los campesinos y
donde el auténtico agricultor sea tan proletario asalariado como el trabajador
urbano, que tenga pues directamente -y no indirectamente- los mismos intereses
que él; y aún debería reforzarse la propiedad parcelaria engrandeciendo la
parcela mediante la anexión de grandes extensiones ofrecidas a los campesinos,
como sucede en la campaña revolucionaria de Bakunin.
-Bakunin: O
bien, si se considera la cuestión desde el punto de vista nacional, digamos
para los alemanes la cuestión de los eslavos, éstos se encontrarán, por
idéntico motivo, en una sujeción de esclavo con respecto al proletariado
alemán, idéntica a la de este proletariado con respecto a su burguesía.
-Marx: ¡Estúpido!
Una revolución social radical está vinculada a ciertas condiciones históricas
del desarrollo económico; éstas son lo previo de esta revolución, que sólo es
pues posible allí donde, gracias a la producción capitalista, el proletariado
industrial ocupa por lo menos una posición importante en la masa de pueblo. Y,
para que tenga alguna oportunidad de vencer, es preciso que esté capacitada
para hacer directamente, procediendo a los cambios necesarios, para los
campesinos por lo menos tanto como la burguesía francesa hizo en su revolución
para los campesinos franceses de la época. ¡Bonito hallazgo, la idea según la
cual el reino del trabajo encierra la opresión del trabajo agrícola! He aquí
donde Bakunin descubre su pensamiento íntimo. No comprende absolutamente nada
de la revolución social, excepto la fraseología política al respecto. Las
condiciones económicas no existen según él. Pero como hasta aquí todos los
sistemas económicos, desarrollados o no, implicaban la sumisión del trabajador
(fuera bajo el aspecto de obrero asalariado, de campesino, etc.), piensa que la
revolución radical es posible de igual manera en todos los sistemas ¡Más aún!
Pretende que la revolución social europea basada sobre la base económica de la
revolución capitalista se realice al nivel de los pueblos agricultores y de
pastores rusos o eslavos; pretende que no supere este nivel, aunque admite que
la navegación marítima crea una diferencia entre estos hermanos, pero
sólo la navegación marítima, la única diferencia conocida de todos
los hombres políticos. No son las condiciones económicas, es la voluntad que es
la base de la revolución social tal como la entiende.
-Bakunin: Quien
dice Estado, dice necesariamente dominación y, en consecuencia, esclavitud; un
Estado sin esclavitud, declarada u oculta, es inconcebible, he aquí porque
somos enemigos del Estado. ¿Qué significa, el proletariado organizado en clase
dominante?
-Marx: Significa
que en vez de luchar mediante actos aislados contra las clases económicamente
privilegiadas, el proletariado ha adquirido suficiente fuerza organizada para
emplear contra ellas en la lucha unos medios generales de coacción; pero
solamente puede emplear medios económicos que suprimen su propio carácter en
tanto que salariat (en fr.), o sea en tanto que clase; asimismo,
siendo total su victoria, se acaba su dominio y por tanto su carácter de clase.
-Bakunin: ¿Significa
ello que el proletariado estará todo él a la cabeza del gobierno?
-Marx: En
un sindicato, por ejemplo, ¿todos los miembros constituyen su comité ejecutivo?
¿En las fábricas va a detenerse la división del trabajo y las diversas
funciones que de ella derivan? Y en la construcción “de abajo arriba” de
Bakunin, ¿estarán todos “arriba”? No habrá pues un “abajo”.¿Todos los miembros
de la Comuna administrarán simultáneamente los comunes intereses del distrito?
Entonces, no va a haber diferencia entre Comuna y distrito.
-Bakunin: Se
cuenta con unos 40 millones de alemanes. ¿Puede decirse que esos 40 millones
forman parte del gobierno?
-Marx: ¡Seguro!
Ya que la cuestión empieza con el autogobierno de la Comuna.
-Bakunin: Yal
gobernar todo el pueblo, ¿no habrá ya gobernados?
-Marx: Cuando
un hombre se domina a sí mismo, no se domina según este principio; ya que de
hecho él es él mismo y no otro.
-Bakunin: Entonces,
no habrá gobierno, no habrá Estado, pero si hay uno solo, habrá gobernados,
habrá esclavos.
-Marx: Ello
significa simplemente: cuando la dominación de las clases haya desaparecido y
no haya Estado en el sentido actual.
-Bakunin: En
la teoría de los marxistas, ese dilema es simplemente resuelto. Mediante el
gobierno popular, ellos...
-Marx: (o
sea Bakunin)
-Bakunin: entienden
el gobierno del pueblo por medio de un reducido número de representantes
elegidos por el pueblo.
-Marx: ¡Estúpido!
¡Galimatías democráticos, chocheces políticas! La elección es una forma
política que se practica en la menor comuna rusa y en el artel. La naturaleza
del escrutinio no procede de este nombre sino de la base económica, de los
vínculos económicos de los electores; y tan pronto las funciones han cesado de
ser políticas, 1) ya no existen funciones gubernamentales; 2) el reparto de las
funciones generales ha pasado a ser cuestión de rutina que no confiere
autoridad alguna; 3) el escrutinio no tiene nada del carácter político que tiene
hoy.
-Bakunin: La
elección por el conjunto del pueblo...
-Marx: El
conjunto del pueblo, tal como se le entiende hoy, es algo meramente quimérico.
-Bakunin: de
los representantes del pueblo y dirigentes del Estado -última palabra de los
marxistas así como de la escuela demócrata- es un engaño que cubre el
despotismo de la minoría dirigente, engaño tanto más peligroso que está
presentado como la presunta voluntad del pueblo.
-Marx: Una
vez establecida la propiedad colectiva, la llamada voluntad del pueblo
desaparece para dar paso a la voluntad real de la cooperativa.
-Bakunin: Así...
se llega al mismo resultado..: una minoría privilegiada asume la dirección de
la inmensa mayoría de la masa del pueblo. Pero esta minoría, dicen los
marxistas,
-Marx: ¿.Dónde?
-Bakunin: se
compondrá de trabajadores. Sí, por cierto, de viejos trabajadores pero que,
desde que habrán pasado a ser gobernantes o representantes del pueblo, cesarán
de ser trabajadores.
-Marx: No
más que un industrial cesa hoy de ser capitalista por convertirse en concejal.
-Bakunin: y
se pondrán a mirar el mundo proletario desde arriba del Estado, no
representando ya al pueblo sino a ellos mismos y sus pretensiones de
gobernarlo. Quien lo dude, no conoce la naturaleza humana.
-Marx: Por
poco que Bakunin hubiera estado familiarizado aunque sólo fuera con la posición
de un manager en una cooperativa obrera de producción, sus divagaciones sobre
la autoridad se irían a paseo. Debía haberse preguntado: ¿qué forma pueden
revestir las funciones administrativas sobre la base de este Estado obrero, ya
que quiere usar este término?
-Bakunin: Esos
elegidos serán en contrapartida socialistas convencidos. Las palabras
"socialista sabio".
-Marx: jamás
utilizadas.
-Bakunin: -"socialista
científico"
-Marx: utilizado
sólo por oposición al socialismo utópico que querría hacer engullir al pueblo
nuevas simplezas en vez de restringir su ciencia a la comprensión del
movimiento social practicado por el propio pueblo; véase mi libro contra
Proudhon.
-Bakunin: que
vuelven sin cesar en los escritos y discursos de los lassallianos y marxistas,
prueban por sí mismos que el autodenominado Estado popular no será más que la
dirección despótica ejercida sobre las masas del pueblo por una nueva
aristocracia poco numerosa de auténticos o presuntos sabios. El pueblo, al no
ser sabio, será pues completamente liberado de las preocupaciones
gubernamentales e integrado por completo en el rebaño de los gobernados. ¡Bella
liberación! Los Marxistas se dan cuenta de esta (!) contradicción y, admitiendo
que la dirección gubernamental es de los sabios.
-Marx: (Quelle
rêverie!) (en fr.)
-Bakunin: la
más pesada, la más vejatoria y la más despreciable que sea, será, pese a todas
las formas democráticas, una verdadera dictadura, se consuelan con la idea de
que esta dictadura será temporal y de corta duración.
-Marx: ¡Non,
mon cher! (en fr.) -los marxistas se consuelan con la idea de que
la dominación de clase de los trabajadores sobre las capas sociales
del viejo mundo en lucha con ellos sólo podrá durar tan largo tiempo que no sea
destruida la base económica de la existencia de las clases.
-Bakunin: Pretenden
que su única preocupación y su único objetivo sea instruir y educar al pueblo.
-Marx: (¡Político
de cabaret!)
-Bakunin: tanto
económica como políticamente, a tal nivel que cualquier gobierno no tardará en
volverse inútil; y el Estado, tras haber perdido su carácter político, o sea
autoritario, se transformará por sí mismo en una organización completamente
libre de los intereses económicos y de los comunes. Hay en ello una
contradicción flagrante. Si su Estado es efectivamente un Estado popular,
¿porqué destruirlo? y si su destrucción es necesaria para la emancipación real
del pueblo, ¿porqué se atreven a llamarlo popular?
-Marx: Sin
referirnos al hecho de que Bakunin ensarta sin cesar la manía de Liebknecht
llamada Volkstaat [Estado popular], que es una ineptitud dirigida contra el Manifiesto
Comunista, etc., sólo hay una cosa que decir: dado que durante el período de
lucha por el derrocamiento de la vieja sociedad el proletariado actúa aún sobre
la base de la vieja sociedad y en consecuencia sólo se mueve aún en formas
políticas que le eran más o menos propias, aún no ha alcanzado, durante ese
período de lucha, su constitución definitiva y emplea medios para liberarse que
serán caducos tras la liberación. El sr. Bakunin concluye pues de ello que sería
preferible que el proletariado no hiciera nada... y que esperase el
momento de la liquidación general, del Juicio final.
-Bakunin: Gracias
a nuestra polémica...
-Marx: (Que
evidentemente apareció antes que mi libro contra Proudhon y el Manifiesto comunista,
e incluso antes que Saint-Simon).
-Bakunin: contra
ellos.
-Marx: (Bello
hýsteron próteron)
-Bakunin:
nosotros les llevamos a reconocer que la libertad o la anarquía.
-Marx: (El
sr. Bakunin no ha hecho más que traducir en tártaro confuso la anarquía de
Proudhon y de Stirner)
-Bakunin: Es
decir, la libre organización de las masas obreras de abajo arriba,…
-Marx: (¡Necedad!)
-Bakunin: Es
el objetivo último de la evolución social y que todo Estado, sin exceptuar el
Estado popular, es un yugo, lo que significa que, por una parte engendra el
despotismo y, por la otra, la esclavitud. (Marx, op. cit., pp. 599-657;
Bakunin, op. cit., pp. 7-280; traducción, pp. 203-347.)
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Tomado del
libro Marx Anarquista de Maximilien Rubel y Louis Janover, el cual recomendamos y cuya
presentación por parte de ETC dice lo siguiente:
"El título del presente libro no es ninguna provocación. La concepción
marxiana del poder y del Estado a extinguir como objetivo final del proceso
emancipador del proletariado, obliga a considerar a Marx como teórico del
anarquismo. Sólo una polémica vacía de contenido sobre el Marx partidario del
comunismo de Estado, y, sobre todo, el gran equívoco que es el marxismo,
ideología dominante del siglo XX, han podido convertir al crítico del Estado
–“el Estado y la esclavitud son inseparables” escribía Marx en 1844- en aval
del mayor Estado, la Rusia llamada soviética, y al crítico del totalitarismo en
cualquiera de sus formas (bonapartismo, prusianismo, y zarismo), en ideólogo de
los regimenes y partidos más totalitarios.
El libro que ahora reeditamos, escrito en 1977 por Maximilien Rubel y
Louis Janover, rastrea desde los primeros escritos de Marx de los años 1840 y
1850, hasta los de su actividad durante los ocho años de la AIT (de su
fundación en 1864 a su disolución en el Congreso de la Haya en 1872), para ver
dónde arraiga en Marx su posicionamiento anarquista, y para arrojar luz sobre
una polémica alimentada por una ambigüedad original, la que se deriva de la
posición de Marx respecto a la lucha a llevar a cabo por los trabajadores en
vistas a su emancipación. Se trata del conflicto entre los fines y los medios
de la lucha emancipadora del proletariado. Si es diáfana su crítica del poder
político y del Estado, es también clara su posición en pro de la acción
política como medio de conseguir la abolición del Estado. Antes de la abolición
del poder político Marx contempla la etapa de la conquista de este mismo poder:
la constitución del proletariado en clase dominante. De todas formas, esta
ambigüedad originaria (la abolición del poder político y la conquista de este
poder) no empaña lo diáfano del objetivo a conseguir.
En 1864, vista la derrota de la clase obrera en las revoluciones de
1848, la conquista del poder político aparece para Marx y para todos los
fundadores de la Internacional como el principal deber de la clase obrera, y así
queda reflejado en los estatutos de la AIT. En 1868, Bakunin funda la Alianza
de la democracia socialista que se adhiere a la Internacional como secciones de
la AIT, ya que su adhesión como tal Alianza, con programa y estatutos, había
sido rechazada por el Consejo General (Marx era su portavoz oficioso). Empieza
una polémica que no acabará hasta la destrucción de la Internacional. Marx y
Bakunin coinciden sobre las cuestiones de principio: el objetivo de la lucha de
la clase obrera es la destrucción del capital y del Estado; la emancipación
económica de la clase obrera es el objetivo al que debe subordinarse todo el
movimiento político como simple medio. Se oponen sobre el método a seguir. Para
los partidarios del Consejo General, llamados los políticos, es preciso
conquistar la democracia política como medio de abolir la política. Para los
Aliancistas, llamados anti-políticos, son las asociaciones obreras, desde
abajo, el medio para liquidar el poder político. La polémica no abordada y las
cuestiones personales acabarán con la Internacional.
Siglo y medio después ¿tiene interés reeditar este texto? Cuando se
editó por primera vez, en los años 1970, estas cuestiones sobre los fines
y los medios del movimiento social hacia su emancipación, corrían, formuladas
de otra forma a tenor de las luchas en curso, por entre el movimiento
asambleario en barrios, fábricas, universidades, prisiones. Años en los que
bullían ideas en las cabezas aún redondas (tenemos las ideas redondas para que
las ideas circulen, decía Picabia). Con la cuadratura del círculo (¿podría
designarse así el mundo al revés que soportamos, donde cada palabra significa
su contrario, donde el lugar de la verdad lo ocupa la mentira generalizada,
donde se confía erradicar la pobreza a los que la generan, donde se confunde el
progreso con el progreso de la destrucción...?) ¿queda hoy espacio para
plantear estas cuestiones en su forma pertinente vistos los cambios operados en
este siglo y medio? ¿Pensar el fin del capitalismo y del Estado? Viejas cuestiones
quizás más nuevas que las que llenan las páginas del último periódico.
(Las citas de los libros a que se refieren los autores las dejamos tal y
como ellos las citan según los respectivos originales.)"
***
Comunismo N° 31: Contra el Estado del GCI
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