(A propósito del “día anti-Chevrón” y del Yasuní-ITT) [1]
cambiando bosques por
cemento.
Cultura Profética
El movimiento
ecologista es la respuesta burguesa ante esa
degradación
generalizada de todas las condiciones de vida.
Grupo Comunista Internacionalista
Marx
dice que las revoluciones son la locomotora de la historia universal. Pero
tal vez ocurra con esto algo enteramente distinto. Tal
vez las revoluciones son el gesto de agarrar el freno
de seguridad que
hace el género humano que viaja en ese tren.
Walter Benjamin
Walter Benjamin
Si bien es cierto que lo que ha hecho y hace Chevrón (antes Texaco), una de las principales empresas transnacionales petroleras,[2] en todo el mundo (ecuador, nigeria, irak, argentina, rumania, venezuela, etc., etc.) es repugnante y condenable, el problema de fondo no es su impunidad por todos los desastres que ha causado, ni sus actuales proyectos de “fracking”, etc. Ni siquiera lo es el petróleo o la industria extractiva. Como ya hubimos de afirmarlo hace un par de años en una volante sobre la minería, el problema de fondo es el capitalismo y su progreso.
De hecho, pedirle a una
empresa petrolera que no devaste y contamine la naturaleza, que no expropie a
las comunidades locales, que no explote a sus trabajadores, que no especule en
la bolsa de valores, que no soborne y que no mande a reprimir violentamente las
protestas en su contra, es pedirle peras al olmo. Toda actividad extractiva, en
particular, y toda actividad capitalista, en general, necesariamente tiene que
hacer todo lo anterior para lograr su único objetivo, su razón de ser: lucrar,
obtener ganancia. Eso sí, ganancia únicamente para las empresas y los estados,
para nadie más. El progreso es progreso sólo para el capital, mientras que para
el proletariado y la naturaleza sólo es miseria y muerte.
El caso Chevrón-Texaco
en ecuador es la muestra incontestable de esta ley general y absoluta del modo
de producción capitalista: en las provincias amazónicas donde operó durante
décadas, mientras en el polo capitalista (extranjero y local) se acumulaba
riqueza y poder, en el polo proletario (trabajadores y comunidades) se
acumulaba miseria de todo tipo (despojo, empobrecimiento, falta de servicios,
enfermedades, muertes, evangelización, clientelismo y asistencialismo,
prostitución, violencia, etc.), con la connivencia del ejército, las iglesias,
las ongs y las universidades. En realidad aquí y en todo el mundo, porque el
capitalismo es mundial.
El gobierno capitalista,
extractivista y neocolonial de la contrarrevolución ciudadana –y toda la
opinión pública nacional e internacional que le hace seguidismo- miente
hipócrita y cínicamente cuando condena “la mano sucia de Chevrón” mientras va a
hacer prácticamente lo mismo en los campos petroleros ubicados en el
Yasuní-ITT, esta vez en el marco de la “nueva era petrolera” y supuesta
“soberanía energética” del ecuador, pero en realidad bajo relación de
dependencia principalmente con transnacionales petroleras chinas.[3] No
existe “petróleo responsable” (como tampoco existe “minería responsable”). El
petróleo, como todo el capital, arrasa todo a su paso y derrama lodo y sangre
por todos sus poros infectos. Y recalcamos: el tan cacareado ad náuseam progreso o desarrollo que
traería consigo el petróleo –según el discurso del gobierno ecuatoriano[4]-,
sólo es y será progreso o desarrollo para las empresas y los estados, mientras
que para el proletariado y la naturaleza sólo es y será miseria y muerte. Los
hechos de los próximos años confirmarán esta afirmación.
Ahora bien, ¿por qué el
petróleo? ¿Por qué éste se ubica –nuevamente- en el ojo de la tormenta global?
Porque la energía es “la sangre de la economía”, siendo que el capitalismo es
la dictadura de la economía sobre la humanidad y la naturaleza, y que el petróleo
aún sigue siendo la principal fuente de energía. Por eso es que el petróleo es
una industria histórica y mundial (capitaneada hasta ahora por ee. uu.), y por
eso es que ha habido tantas alianzas[5] y sobre
todo tantas guerras internacionales por el petróleo, p. ej. en medio oriente,
así como también por el gas natural, otra importante fuente de energía para la
economía mundial.[6]
Hoy en día, en el contexto de crisis capitalista general e internacional en el
que nos encontramos –de la cual la crisis energética es una de sus aristas-, la
punta de lanza del capitalismo mundial es, tiene que ser la industria
extractiva en general, y el petróleo en particular. Es una cuestión de
sobrevivencia para este sistema: dado que su tasa de ganancia ha caído y
entonces hay sobreproducción no sólo de mercancías sino de capitales, es decir
capitales que no están siendo productivos y que en vez de ganancias están
generando pérdidas (algo inadmisible y terrorífico para los capitalistas), de
la mano de la especulación financiera tienen que inyectarle a como dé lugar enormes
cantidades de esta sangre negra que es el petróleo a la economía, para ver si así
recuperan la tasa de ganancia o al menos para evitar que siga cayendo aún más.
Pero el motor fundamental del capital no es éste, sino la explotación de la fuerza
de trabajo humano, el trabajo vivo, única fuente creadora de valor y plusvalor.
Sin trabajo asalariado no hay capital. Y resulta que el trabajo hoy en día
también se encuentra en crisis, muestra de lo cual son los altos índices de
desempleo mundial, precisamente porque como al capital sólo le interesa obtener
ganancia mediante una mayor productividad y competitividad, tiene para ello que
invertir en tecnología de punta y “desinvertir” en trabajo asalariado, es decir
sustituir el trabajo de miles y millones de trabajadores por el de unas cuantas
novedosas máquinas, robots, programas informáticos, etc.; trabajadores, pues,
que son despedidos a la calle, engrosando así el ejército de proletarios
excedentes o sobrantes y cada vez más pobres que entonces ya no pueden comprar
las mercancías y, por tanto, ya no pueden valorizar al capital ni generar ganancias.
Sin duda, se trata de un círculo vicioso y, a la larga, de una contradicción
mortal de este modo de producción: sus soluciones a corto plazo se vuelven
problemas más grandes -y graves- a mediano y largo plazos. Por esta razón, las
guerras internacionales más que por el petróleo, el gas, etc., son guerras para
eliminar físicamente a ese proletariado excedente (“lumpen” y población de los
suburbios, desempleados, soldados, etc.) así como al proletariado en lucha e
incluso insurrecto, es decir en el fondo siempre son guerras contra el
proletariado: desde las guerras abiertas en medio oriente hasta las guerras “de
baja intensidad” actualmente en la frontera este de ucrania y en las favelas de
brasil, por tan sólo citar un par de ejemplos concretos.[7] No
cabe duda que el capitalismo es el mayor genocida y ecocida de la historia. Es
la civilización del petróleo y la esclavitud asalariada; del plástico y el
fetichismo de la mercancía y el dinero; de la basura, la sobrevivencia y la
muerte, sobre todo de la muerte: de hambre, enfermedad y/o a balazos, el
capitalismo mata.
Pero incluso si se llegase a acabar el petróleo (combustible
fósil no renovable), el capitalismo tiene otras fuentes potenciales y reales de
energía: la energía nuclear, con todas las tragedias que ésta ha generado
(recordemos chernóbil y fukushima) y que puede generar[8]; y,
las llamadas “energías alternativas” o “limpias” -las cuales también forman
parte de la “nueva matriz energética” y la “nueva matriz productiva” propuesta
por el gobierno de correa-. Sobre éstas últimas, tan sólo decir que en realidad
no son “ambientalmente responsables” o “alternativas” “amigables” con la
naturaleza como se dice; sino que, por el contrario, dada la crisis ambiental o
ecológica actual del capitalismo mundial, “el
desarrollo sostenible [y sustentable] no es ni una utopía ni incluso una
protesta, sino la condición de supervivencia de la economía de mercado”. (Cuadernos de Negación N° 8. Contra la razón capitalista, 2013.)
Por un lado, el capitalismo jamás podrá variar o alterar su basamento: la
explotación del proletariado y la depredación de la naturaleza. Y, por otro, con
“energías alternativas o limpias” ni siquiera podría disminuir la contaminación
o el “calentamiento global” por él mismo causado, puesto que “las proposiciones de un “desarrollo
sostenible” [y sustentable] o de un “capitalismo verde” no pueden conseguir
resultado alguno, pues presuponen que la bestia capitalista puede ser
domesticada; es decir, que el capitalismo tiene la opción de detener su
crecimiento y permanecer estable, limitando así los daños que provoca. Pero
esta esperanza es vana: mientras continúe la sustitución de la fuerza de
trabajo por tecnologías, en tanto el valor de un producto resida en el trabajo
que representa, seguirá existiendo la necesidad de desarrollar la producción en
términos materiales y, en consecuencia, de utilizar más recursos y de
contaminar a mayor escala. Se puede querer otra forma de sociedad, pero no un
tipo de capitalismo diferente del ‘capitalismo realmente existente’”.
(Ídem.) Además, como ya lo dijimos arriba, los problemas resueltos o
gestionados por el capital-estado a corto plazo serán más grandes y fuertes en
el mediano y largo plazos.
El ecologismo es harina
del mismo costal, ya que no es más que un falso crítico y agente solapado del
mismo capitalismo. En el caso de Chevrón y del Yasuní, los discursos que van desde
exigir “justicia internacional” y “pagar la deuda ecológica”, hasta plantear
“otro modelo de desarrollo” (cuya propuesta acaso más “original” y elaborada
sea el tal “plan C”[9])
vía “consulta popular” como lo hace “Yasunidos” en ecuador, lo cual no pasa de
ser una expresión de reformismo demócrata pequeñoburgués, de socialdemocracia
en versión ecologista. Además con la ilusión de que así pueden “salvar a la
Amazonía” y que “el Yasuní depende de ti” (de tu firma). Frente a lo cual, reiteramos
una vez más que el progreso o el desarrollo sólo es y puede ser de carácter
capitalista. Mientras que, como ya lo afirmamos en una reciente ocasión, la democracia es el modo de ser y de
funcionar de la sociedad mercantil generalizada, es la dictadura del capital
sobre el proletariado. Es decir, el capitalismo es progresista y democrático
por excelencia. Por lo tanto, por un lado, cualquier modelo de desarrollo o de
progreso sólo puede ser capitalista: el capitalismo, aunque se vista de “verde”
o de “ecológico” y hasta de “indigenista”, capitalismo se queda; y, por otro
lado, participando dizque como una “forma de presión” y “críticamente” en las
instancias y mecanismos democráticos no se hace más que legitimarlos y
reforzarlos. La democracia, o sea la dictadura del capital, en ecuador no está
“en extinción” sino más fuerte, y los “Yasunidos” contribuyen a ello, por más
que se quejen de sus trampas y “faltas de garantías”, etc. En fin, estos
intelectuales-activistas “alternativos” de “nueva izquierda” (“marxistas
ecologistas” incluidos) no cuestionan ni combaten el progreso ni la democracia
–pilares del capitalismo-, sólo quieren reformarlos y humanizarlos, mejor
dicho, “yasunizarlos”. Son agentes “verdes” del capital-estado, del enemigo del
proletariado.
Igual de perdidos,
ilusos y reaccionarios son los ecologistas que creen que se puede “aportar con un
granito de arena” al dejar de consumir tanto plástico y demás derivados del
petróleo, movilizarse en bicicleta, “ahorrar energía”, llevar un “consumo
responsable”, “dejar una huella ecológica menor”, etc., etc., como si el
problema real fuera el modo de consumo y no el modo de producción, cuando en
realidad es éste el que determina a aquél, y como si la contaminación de las
personas fuera comparable con la contaminación de las empresas; es decir, los
que, so pretexto de “el medio ambiente”, quieren que el proletariado sea aún más
austero y por tanto aún más miserable de lo que ya es, con lo cual el
ecologismo ni siquiera le hace cosquillas al capitalismo sino que más bien le
hace un gran favor.[10] Como
siempre y sin duda entonces, el ecologismo es la respuesta burguesa a la
catástrofe ecológica del mismo capital, ya que nunca ataca sus causas sino sólo
algunos de sus efectos, parcializando y desviando así la lucha del proletariado
de lo fundamental: la producción mercantil de valor y la explotación
capitalista sobre el proletariado y la naturaleza, cuya base es la propiedad
privada y el trabajo asalariado, y cuyo guardián es el estado; es decir, lo
desvía de la lucha de clase contra el capital y el estado, y a favor de sus
necesidades y de la vida. Por lo tanto, reafirmamos que “en una época en la cual los efectos devastadores de la producción
mercantil provoca muertes cada vez masivas por desertificación, deformaciones
físicas irreversibles o enfermedades incurables por contaminación ambiental,...
la rebeldía proletaria contra el sistema se seguirá desarrollando y el
desarrollo de la misma encontrará en los ecologistas de todo tipo un obstáculo
más que deberá barrer para imponer su revolución.” (GCI, 1989: Tesis de Orientación Programática, N° 39d.)
Ya escuchamos los
tartosos graznidos de “ortodoxos”, “extremistas”, “infantilistas”, o de “eurocentristas”, “especistas”, o la típica de
“sólo critican y no proponen nada”, como “respuestas” a nuestras críticas anteriores.
Nos tienen sin cuidado. No debatimos ni debatiremos con pseudorevolucionarios y reformistas, que
son parte del enemigo. Los proletarios revolucionarios, de aquí y de todas
partes, criticamos tanto teórica como prácticamente al capitalismo mundial de
manera radical –esto es, desde su raíz o fundamento- y en cualquiera de sus
formas históricas y regionales. Así pues, el “socialismo real” (mal llamado
“comunismo”) nunca dejó de ser capitalismo[11]
porque jamás abolió ni superó los fundamentos y relaciones sociales
capitalistas, además que se basaba en el industrialismo destructor de la
naturaleza y en la ideología del progreso. El “socialismo del siglo xxi” o
“neodesarrollismo” extractivista, con todas las diferencias formales que pueda
y diga tener del anterior, en esencia es lo mismo: capitalismo puro y duro. Y
el ecologismo, en cualquiera de sus versiones, es el “nuevo movimiento social”
de oposición progresista que necesita la democracia para reproducirse y
mantenerse en este campo: es la izquierda verde… del capital. En suma, todos ellos
son diferentes tentáculos mohosos de la misma bestia capitalista. ¿Entonces?
¿Cuál es la solución? “Sólo la revolución
proletaria y comunista, en la medida que liquida los fundamentos de la
contaminación generalizada, las causas de la destrucción de todos los medios
necesarios a la vida verdaderamente humana de la especie [y a la vida de todas
las especies], constituye la alternativa válida a la barbarie de la actual
civilización.” (Ídem.)
En realidad, las
verdaderas catástrofes en el mundo no son naturales sino sociales, las que produce
y reproduce esta sociedad siempre a costa y en contra de los proletarios (p.
ej. en el último terremoto e incendio en chile). Mejor dicho, el capitalismo es
catástrofe; el progreso es catástrofe. Y hoy en día, esta catástrofe es
generalizada y más evidente y grave que nunca: la crisis mundial actual no sólo
es económica sino también ambiental o ecológica, a lo que se suma la amenaza latente
de una nueva guerra mundial, de manera tal que el capitalismo nos está
conduciendo directo a la autodestrucción planetaria y como humanidad.[12] En
consecuencia, sólo una revolución que destruya y supere al capitalismo podría parar
o evitar este potencial mega-suicidio. Si no hay revolución social, a la larga
desapareceremos del mapa... del universo. Por lo tanto, la revolución
proletaria mundial es la única opción que tenemos –o tendremos- para sobrevivir
y vivir como especie y como planeta. (Pareciese que hasta la misma naturaleza
pidiese a gritos la revolución total.) Es y será una cuestión de vida o muerte
no más. ¿“Socialismo o barbarie”? Ya no, porque ya estamos inmersos en la
barbarie propia de la civilización capitalista. ¿Entonces? ¡Comunismo o Muerte!
Pero
la revolución comunista será antiprogresista, antidesarrollista o no será. No
se trata de mantener y transformar “revolucionariamente” el “lado bueno” o los
“aspectos positivos” del progreso (fuerzas productivas, avances tecnológicos,
nuevos productos, etc.): eso ya lo hizo y lo sigue haciendo la
contrarrevolución capitalista disfrazada de “socialista” y hasta de “comunista”,
y por eso estamos en el nivel tan avanzado de catástrofe en el que estamos. Como
aciertan en decir unos compañeros internacionales: “El progreso es un cáncer que se expande, mata la
tierra y por ende, nos mata a nosotrxs. No tiene un “lado bueno” el cual
podamos ocupar para emanciparnos como se creía a principios de la modernidad,
incluso por los revolucionarios. Su lógica requiere siempre abrir cerros,
estupidizarnos con sus nuevos chiches tecnológicos, envenenar el agua y la
tierra, cosificar todo a su paso, constituir rutinas y alienarnos para
servirle... Muchas y muchos creemos que esta sociedad está construida sobre
falsedades y cimientos podridos. Y sobre éstos no se puede levantar algo nuevo
pues cederá prontamente. Todo está por construir.” (8 tesis críticas sobre las últimas catástrofes en chile, 2014.) Sobre el problema del petróleo,
nosotros precisaremos diciendo que los
proletarios deberíamos "golpear donde le duele" al capitalismo mundial actual: interrumpir abruptamente o sabotear la industria del petróleo y en general toda industria extractiva, así como todo megaproyecto, teniendo claro que "la lucha contra los megaproyectos es una lucha contra el capital." (Por la tierra y contra el capital, 2014.) Es más, deberíamos interrumpir abruptamente o sabotear para siempre el progreso mismo
(como lo han hecho algunos proletarios en épocas pasadas, y como hoy lo siguen haciendo -o tensionan por hacerlo- otros proletarios en varias partes del globo). Agarrar y
jalar el freno de esta gran locomotora suicida, parafraseando a Benjamin. Precisando
-y rematando- aún más: el problema del petróleo devela que la solución a un problema radical
sólo puede ser radical, que la solución sólo puede ser la revolución total. Por
lo tanto, nosotros no queremos sólo un mundo sin petróleo, sino un mundo sin
capitalismo: el comunismo, el verdadero comunismo.
Al igual que Marx (cf.
sus Manuscritos económico-filosóficos de 1844, en especial el capítulo “Propiedad privada y comunismo”),
nosotros estamos convencidos que sólo el comunismo, sobre la base de la
abolición de las clases sociales y de la división entre ciudad y campo, reunificará
o reconciliará a la humanidad consigo misma y por tanto a la humanidad con la
naturaleza. Al abolirse la explotación del hombre por el hombre, se abolirá
también la explotación de la naturaleza por el hombre. Y es que los seres
humanos también somos naturaleza, de manera que “el comunismo es, como completo naturalismo = humanismo, como completo
humanismo = naturalismo; es la verdadera solución del conflicto entre el hombre
y la naturaleza, entre el hombre y el hombre, [...] es la plena unidad esencial
del hombre con la naturaleza, la verdadera resurrección de la naturaleza, el
naturalismo realizado del hombre y el realizado humanismo de la naturaleza.”
(Ídem.). A diferencia radical del “socialismo real” y del “socialismo del siglo
xxi”, es impensable entonces el petróleo, la minería, etc. en el comunismo.
Pero a diferencia de las variopintas propuestas ecologistas existentes, tampoco
se trata de volver a un idílico pasado primitivo ni de crear una realidad aislada
y paralela a esta (tipo “ecoaldeas”): utopías reaccionarias ambas. Se trata ni
más ni menos de abolir, mediante la revolución y la dictadura proletarias, las
condiciones que hacen posible la explotación humana y de la naturaleza, las catástrofes
sociales, los sufrimientos innecesarios, para que la actividad humana no vuelva
a ser organizada como trabajo, para que la producción material se decida según
las necesidades humanas y de la vida en general y ya no según la ganancia, la
cual ciertamente dejaría de existir. Organizando, usando y disfrutando de
manera común, conciente y sensata tanto nuestras capacidades como lo que nos
provea la naturaleza, respetándola y siendo recíprocos con ella. Construyendo
nuevas relaciones de cooperación libre, solidaridad, complementariedad y transparencia entre
los seres humanos y, como diría Dauvé... entre los animales-humanos y los
animales-no humanos y demás seres. “El
comunismo debe ser, entre otras cuestiones, la construcción social de un nuevo
equilibrio del ser humano con el resto de la naturaleza.” (Cuadernos de
Negación N° 8.) Todo lo cual no excluiría ni la contradicción ni el conflicto
incluso violento, sino que lo humanizaría y lo resolvería como comunidad –en el
caso de los humanos, claro está-. Porque el comunismo no será el paraíso en la
tierra, sino una comunidad humana-natural real y mundial. Ni más ni menos. Y a
estas alturas de la historia, será ésto o perecer para siempre.
Para ello no existen fórmulas
o recetas ni tampoco será de la noche a la mañana, obviamente. De lo que sí estamos
convencidos es que sólo existe una vía para lograrlo, para parar en seco y
cortar de raíz la catástrofe del progreso o la barbarie de la civilización
capitalista: la acción directa y autónoma del proletariado contra el capital y
el estado, la lucha de clases revolucionaria, la revolución comunista mundial,
cuyo fundamento invariante es la abolición de la propiedad privada, el trabajo
asalariado[13],
las clases sociales, el estado, las cárceles, las naciones, el mercado mundial,
las leyes, las ideologías, las religiones, las guerras... Esto no es utópico.
Es posible y, sobre todo, es necesario –inclusive urgente- porque, como dijimos
arriba, la revolución social es y será una cuestión de vida o muerte para la
humanidad y el planeta. Y su prefiguración o anticipación en actos ha estado y
está siempre presente –aunque invisibilizada o distorsionada- en las acciones y
relaciones que se tejen en las luchas proletarias no sólo contra la explotación
petrolera, sino contra el capital y su estado en general. Allí están las
acciones directas y autónomas (piquetes, huelgas, ocupaciones, sabotajes, lucha
armada...) del proletariado contra la industria del petróleo y las fuerzas
represivas estatales en irak, nigeria, perú, argentina en
los últimos años para demostrarlo [14], así como para servirnos de fuente de
inspiración y aprendizaje para las presentes y futuras luchas en este campo. En cualquier caso, y por el momento, quedan claras dos lecciones: hay que golpear donde le duele al capitalismo, y hay que hacerlo de manera directa, autónoma y radical.
Pero mientras el
proletariado no actúe, no luche de esa manera -que es como lo determina nuestro
ser de clase-, y entonces mientras no sea una fuerza social, histórica e internacional real, el
capital seguirá su carrera catastrófica y suicida. En este caso concreto, Chevrón
seguirá haciendo de las suyas en todo el mundo, mientras que aquí el petróleo
del Yasuní se explotará de todos modos, así como también se llevarán a cabo los
otros “proyectos estratégicos” del actual gobierno o las otras patas de la misma mesa (minería, hidroelectricidad,
proyectos multipropósito, exploración marítima de gas natural, petroquímica, siderúrgica, astilleros,
etc.). E, indefectiblemente, con los años también se desarrollarán y
profundizarán las contradicciones intrínsecas a todo este progreso. Se
acumularán y estallarán entonces no sólo como “conflictos ambientales” sino como
conflictos sociales. Y, como estamos en un contexto de catástrofe y de
sobrevivencia para esta sociedad toda, se agudizará el conflicto, el
antagonismo de clases: el capital-estado desnudará su verdadero rostro
depredador y asesino (seguirá comprando a la gente con migajas y baratijas,
pero sobre todo reprimirá sanguinariamente a diestra y siniestra), y el proletariado tendrá que
aprender al calor de la misma lucha a responder a estos ataques sin
intermediarios ni representantes (gobiernos, partidos, sindicatos, ongs, iglesias,
etc.), sin medias tintas ni concesiones, buscando reivindicar e imponer socialmente
sus necesidades –y las de la Tierra- sobre las necesidades del capital. En esta
guerra de clases, que de latente o velada algún momento pasará a ser abierta
–como ya lo es en algunas regiones o al menos en algunos países-, en esta densa
a la vez que incierta turbulencia histórico-social, será, por un lado, que el
proletariado ha de reemerger, recomponerse y fortalecerse como clase, como
sujeto y como poder autónomo; y, por otro lado, será la fuerza la que, en
última instancia, decida. Al fin y al cabo, los revolucionarios sabemos que el
orden social existente sólo puede ser derrocado por la violencia. Estamos en
guerra de clases, y el capitalismo es estructural y cotidianamente violento. Nos
maltrata, agrede y mata a diario de múltiples formas. Por lo tanto, la
revolución proletaria será violenta o no será. Más aún en las actuales condiciones
de catástrofe generalizada donde la solución sólo puede ser total y radical: si
no eliminamos al capitalismo, será el capitalismo el que nos eliminará. No nos
cansaremos de insistir en que esto es y será una cuestión de vida o muerte.
Pero sobre todo de vida, porque la revolución se hace –con amor y rabia- para
conquistar y defender la vida, siendo que una de las condiciones para vivir de
verdad es destruir lo que nos destruye. “Todo
está por construir” dicen aquellos compañeros; pero, como bien acotan otros
compañeros: “para vivir en armonía y
comenzar una historia verdaderamente humana debemos destruir toda la
organización social actual”, puesto que como nos enseñó Bakunin: “No puede haber verdadera revolución sin una
destrucción arrolladora y apasionada, una destrucción beneficiosa y fecunda,
pues sólo de ella nacen y surgen mundos nuevos.” (La Oveja Negra N° 16.) Destruirlo todo y de raíz, para poder
construir un mundo verdaderamente nuevo: ya no un mundo de y para las
cosas-mercancías (cuyo dios es el dinero), sino un mundo de y para las personas y los demás seres de la naturaleza. No un mundo de la sobrevivencia, sino un mundo de y para la vida.
La fuerza de los hechos
confirmará la fuerza de estas afirmaciones, mejor dicho, de estas negaciones.
El catastrófico progreso capitalista y la guerra de clases, tarde o temprano y de una u otra
manera, llegarán a ese punto crítico y de no-retorno. Los proletarios
revolucionarios, de aquí y de todas partes, hemos de prepararnos y de agitar para
ello, para que la revolución social total, radical y mundial se vuelva posibilidad y
para que ésta posibilidad se vuelva realidad.
proletarios
revolucionarios
quito-ecuador,
fines de mayo del 2014
[1] De
entrada conviene decir que esta es sólo nuestra “primera entrega” sobre el tema
porque, entre otras cosas, falta profundizar en información, datos, etc. Sin
embargo, como bien dicen los compañeros Proletarios Internacionalistas: “Por encima de todos estos aspectos secundarios, nosotros ponemos siempre
por delante el contenido. Ante todo porque ni somos escritores [ni
especialistas] ni pretendemos serlo, somos simplemente proletarios
revolucionarios utilizando los medios que consideramos necesarios en la lucha
contra el capital.” De modo que, sobre este y sobre
cualquier otro tema, lo fundamental –e invariante- es y será la posición
clasista y revolucionaria expresada.
[2] Otras son: Exxon Mobil, Shell, Total, Sun Oil, British Petróleum, British Gas, Agip, CNPC-PetroChina, Gazprom (rusia), Petrobras (brasil), Repsol-YPF (españa/argentina),...
[3] Lo cual para nada es en vano: uno, porque china, junto con superexplotar a miles de millones de trabajadores, tiene que devorar petróleo, carbón y gas natural a diario para ser la potencia económica y geopolítica emergente y ascendente que actualmente es; y dos, porque este es uno de los síntomas de cómo china ya le está disputando la hegemonía mundial a ee. uu. en esta región. Los grandes proyectos hidroeléctricos, actualmente en marcha también en ecuador (p. ej. Coca Codo Sinclair), son otro ejemplo de lo mismo.
[4] El presidente-patrón-tecnócrata-policía correa ha dicho que “no podemos ser mendigos sentados en un saco de oro”, es decir que el petróleo y la minería son progreso y traen beneficio para todos los ecuatorianos, y por ende que los que se resisten u oponen al progreso son “infantiles”, “atrasapueblos” y “terroristas”. La verdad es que el único y gran terrorista es el Estado capitalista y, por tanto, este gobierno.
[5] Aquí nos referimos no sólo a la tradicional y famosa OPEP, sino a la no tan conocida y multimillonaria alianza petrolera entre el gobierno “socialista del siglo xxi” de venezuela y nada más y nada menos que... Chevrón de ee. uu. Más información aquí.
[6] P. ej. la al parecer ya descartada guerra por el gas entre rusia y ucrania (en realidad entre rusia y sus aliados y ee.uu./u.e./ucrania), así como también el reciente “acuerdo energético” entre rusia y china, el cual no es un dato menor. Ambos hechos íntimamente relacionados, claro está.
[7] Frente a lo cual la respuesta del proletariado revolucionario sólo ha sido, es y será una: internacionalismo proletario y derrotismo revolucionario, con acciones que van desde deserciones masivas de los ejércitos hasta boicots y sabotajes a la guerra, a los estados, a la economía.
[8] Por cierto, como parte de su “nueva matriz energética”, el actual gobierno ecuatoriano tiene un proyecto de energía nuclear –de uranio- en el suroriente del país, “asesorado” por rusia.
[9] En resumen, el “plan A” del gobierno era no explotar el petróleo del Yasuní-ITT siempre y cuando los estados y empresas del "primer mundo" compensasen económica y financieramente la mitad de lo que significaba ese "sacrificio" ($ 18 000 millones). El "plan B", que es el que está en marcha debido a que el "plan A" obviamente no funcionó, es explotar el petróleo del Yasuní-ITT para “salir del subdesarrollo y la pobreza”, en especial de esa zona de la amazonía ecuatoriana. Y el “plan C”, propuesta hecha por fuera del gobierno, sería no explotar el petróleo del Yasuní-ITT pero en cambio sí “superar el subdesarrollo y la pobreza”, además de "salvaguardar a los indígenas aislados" y a la naturaleza, mediante la "redistribución de la riqueza", del ingreso, en especial a través del cobro de mayores impuestos a los grupos económicos más poderosos del país y de otras políticas públicas redistributivas de carácter social. Es decir, el típico pero remozado -mejor dicho, reverdecido- discurso socialdemócrata, economicista y estatista de la redistribución de la riqueza, como si ése fuera el problema de fondo y no el modo de producción capitalista, las relaciones capitalistas de explotación y de clase, que sí es el problema fundamental o de fondo. Entonces, el “plan C” no es más que una ilusión o una utopía reaccionaria de izquierda que, además, le hace al juego al falso dilema “intelectual, político y ético” planteado por el gobierno de la contrarrevolución ciudadana al respecto. Al fin y al cabo, entre reformistas se entienden ó se debaten. Muy por el contrario, los proletarios revolucionarios no tenemos absolutamente nada que debatir con estos personajes, sino que sólo podemos criticarlos y combatirlos sin piedad como lo que en realidad son: izquierdistas del capital, socialdemócratas, contrarrevolucionarios.
[10] Además ¿quién los financia, especialmente a las ongs ambientalistas? Aparte de sus pequeñoburguesas billeteras –de sus papis y mamis-, generalmente son financiadas por empresas tanto extranjeras como locales, muchas veces bajo la figura de “cooperación”, las que primer lugar buscan defender sus intereses o negocios (evasión de impuestos incluida), y luego darse un baño de conciencia ambiental, hoy tan de moda.
[11] “Capitalismo de estado” dijeron y hasta ahora dicen algunos; nosotros, en cambio, afirmamos que capitalismo a secas, puesto que el capital y el estado son inseparables.
[12] Para profundizar al respecto, recomendamos leer “Catástrofe y Revolución” I y II, Revista Comunismo N° 58 y N° 59 del GCI, respectivamente.
[13] La actual catástrofe ecológica mundial ha sido producida por el capitalismo, y el capitalismo se basa en el trabajo asalariado. Por consiguiente, para acabar con tal catástrofe hay que abolir fundamental y principalmente el trabajo asalariado, mediante la dictadura revolucionaria del proletariado. Véase el punto n° 8 de Nuestra (auto)crítica del trabajo.
[14] Sobre estas luchas en irak y medio oriente puede verse “Guerra, capital y petróleo. Textos sobre Oriente Medio (2001-2009)”; en nigeria, “Delta en revuelta. Piratería y guerrilla contra las multinacionales del petróleo”; en perú, “Imponente desarrollo de las luchas proletarias en Perú“ (Comunismo N° 60); y, en argentina, “¡Libertad a los petroleros de Las Heras!”. Por su parte, en las protestas sociales que tuvieron lugar en el oriente ecuatoriano en 2006, 2009 y 2011, a pesar de sus limitaciones y contradicciones, así como a pesar de que fueron o cooptadas o reprimidas por el Estado, también hubo atisbos de este tipo de lucha proletaria.
[2] Otras son: Exxon Mobil, Shell, Total, Sun Oil, British Petróleum, British Gas, Agip, CNPC-PetroChina, Gazprom (rusia), Petrobras (brasil), Repsol-YPF (españa/argentina),...
[3] Lo cual para nada es en vano: uno, porque china, junto con superexplotar a miles de millones de trabajadores, tiene que devorar petróleo, carbón y gas natural a diario para ser la potencia económica y geopolítica emergente y ascendente que actualmente es; y dos, porque este es uno de los síntomas de cómo china ya le está disputando la hegemonía mundial a ee. uu. en esta región. Los grandes proyectos hidroeléctricos, actualmente en marcha también en ecuador (p. ej. Coca Codo Sinclair), son otro ejemplo de lo mismo.
[4] El presidente-patrón-tecnócrata-policía correa ha dicho que “no podemos ser mendigos sentados en un saco de oro”, es decir que el petróleo y la minería son progreso y traen beneficio para todos los ecuatorianos, y por ende que los que se resisten u oponen al progreso son “infantiles”, “atrasapueblos” y “terroristas”. La verdad es que el único y gran terrorista es el Estado capitalista y, por tanto, este gobierno.
[5] Aquí nos referimos no sólo a la tradicional y famosa OPEP, sino a la no tan conocida y multimillonaria alianza petrolera entre el gobierno “socialista del siglo xxi” de venezuela y nada más y nada menos que... Chevrón de ee. uu. Más información aquí.
[6] P. ej. la al parecer ya descartada guerra por el gas entre rusia y ucrania (en realidad entre rusia y sus aliados y ee.uu./u.e./ucrania), así como también el reciente “acuerdo energético” entre rusia y china, el cual no es un dato menor. Ambos hechos íntimamente relacionados, claro está.
[7] Frente a lo cual la respuesta del proletariado revolucionario sólo ha sido, es y será una: internacionalismo proletario y derrotismo revolucionario, con acciones que van desde deserciones masivas de los ejércitos hasta boicots y sabotajes a la guerra, a los estados, a la economía.
[8] Por cierto, como parte de su “nueva matriz energética”, el actual gobierno ecuatoriano tiene un proyecto de energía nuclear –de uranio- en el suroriente del país, “asesorado” por rusia.
[9] En resumen, el “plan A” del gobierno era no explotar el petróleo del Yasuní-ITT siempre y cuando los estados y empresas del "primer mundo" compensasen económica y financieramente la mitad de lo que significaba ese "sacrificio" ($ 18 000 millones). El "plan B", que es el que está en marcha debido a que el "plan A" obviamente no funcionó, es explotar el petróleo del Yasuní-ITT para “salir del subdesarrollo y la pobreza”, en especial de esa zona de la amazonía ecuatoriana. Y el “plan C”, propuesta hecha por fuera del gobierno, sería no explotar el petróleo del Yasuní-ITT pero en cambio sí “superar el subdesarrollo y la pobreza”, además de "salvaguardar a los indígenas aislados" y a la naturaleza, mediante la "redistribución de la riqueza", del ingreso, en especial a través del cobro de mayores impuestos a los grupos económicos más poderosos del país y de otras políticas públicas redistributivas de carácter social. Es decir, el típico pero remozado -mejor dicho, reverdecido- discurso socialdemócrata, economicista y estatista de la redistribución de la riqueza, como si ése fuera el problema de fondo y no el modo de producción capitalista, las relaciones capitalistas de explotación y de clase, que sí es el problema fundamental o de fondo. Entonces, el “plan C” no es más que una ilusión o una utopía reaccionaria de izquierda que, además, le hace al juego al falso dilema “intelectual, político y ético” planteado por el gobierno de la contrarrevolución ciudadana al respecto. Al fin y al cabo, entre reformistas se entienden ó se debaten. Muy por el contrario, los proletarios revolucionarios no tenemos absolutamente nada que debatir con estos personajes, sino que sólo podemos criticarlos y combatirlos sin piedad como lo que en realidad son: izquierdistas del capital, socialdemócratas, contrarrevolucionarios.
[10] Además ¿quién los financia, especialmente a las ongs ambientalistas? Aparte de sus pequeñoburguesas billeteras –de sus papis y mamis-, generalmente son financiadas por empresas tanto extranjeras como locales, muchas veces bajo la figura de “cooperación”, las que primer lugar buscan defender sus intereses o negocios (evasión de impuestos incluida), y luego darse un baño de conciencia ambiental, hoy tan de moda.
[11] “Capitalismo de estado” dijeron y hasta ahora dicen algunos; nosotros, en cambio, afirmamos que capitalismo a secas, puesto que el capital y el estado son inseparables.
[12] Para profundizar al respecto, recomendamos leer “Catástrofe y Revolución” I y II, Revista Comunismo N° 58 y N° 59 del GCI, respectivamente.
[13] La actual catástrofe ecológica mundial ha sido producida por el capitalismo, y el capitalismo se basa en el trabajo asalariado. Por consiguiente, para acabar con tal catástrofe hay que abolir fundamental y principalmente el trabajo asalariado, mediante la dictadura revolucionaria del proletariado. Véase el punto n° 8 de Nuestra (auto)crítica del trabajo.
[14] Sobre estas luchas en irak y medio oriente puede verse “Guerra, capital y petróleo. Textos sobre Oriente Medio (2001-2009)”; en nigeria, “Delta en revuelta. Piratería y guerrilla contra las multinacionales del petróleo”; en perú, “Imponente desarrollo de las luchas proletarias en Perú“ (Comunismo N° 60); y, en argentina, “¡Libertad a los petroleros de Las Heras!”. Por su parte, en las protestas sociales que tuvieron lugar en el oriente ecuatoriano en 2006, 2009 y 2011, a pesar de sus limitaciones y contradicciones, así como a pesar de que fueron o cooptadas o reprimidas por el Estado, también hubo atisbos de este tipo de lucha proletaria.