20 de mayo de 2014

NUESTRA (AUTO)CRÍTICA DEL TRABAJO

Posdata Autocrítica a nuestra volante "Escucha bien, esclavx voluntarix: ¡Abajo el Trabajo!" del 2012

"El trabajo os hará libres" - Entrada de Auschwitz, campo de concentración nazi

Considerando que el trabajo es central o fundamental en esta sociedad, puesto que la sociedad capitalista se basa en el trabajo asalariado; y, que la autocrítica nos permite avanzar, madurar y fortalecernos como militantes revolucionarios, a continuación desarrollaremos la respectiva autocrítica a una volante nuestra de hace dos años contra el trabajo. Agradecemos a los compañeros que en su momento nos hicieron llegar sus respectivas críticas (en especial a los compañeros de El Radical Libre).

1.) Sobre el concepto de trabajo y sus implicaciones, ya que, para empezar, en la volante la definición de trabajo es pobre e imprecisa. La actividad mediante la cual los hombres producen los medios materiales para vivir, y por tanto mediante la cual se producen y reproducen a sí mismos, sólo se convierte en “trabajo” bajo condiciones de alienación y explotación; esto es, histórica y concretamente hablando, después de la disolución de la comunidad primitiva y la aparición de la propiedad privada, el cambio, la división social del trabajo, la sociedad dividida en clases sociales, el Estado. En este marco, el trabajo se separa de las demás actividades humanas y ya no es el modo de ser y de expresarse del ser humano, sino que se aleja de él, se vuelve extraño o ajeno, se cosifica y termina dominándolo, no individual sino socialmente. Los hombres que no trabajan (esclavistas, señores feudales, etc.) viven a costa del trabajo y del excedente de los que trabajan (esclavos, siervos, etc.). En pocas palabras, el trabajo es la alienación (separación, cosificación, explotación y dominación) de la actividad humana. Primera aclaración. 

Ya en la sociedad capitalista, donde todo es mercancía empezando por la fuerza de trabajo humano que es la única capaz de crear valor o nuevo valor (plusvalor o plusvalía), el salario es la forma social general de encubrir o esconder dos cosas: el valor, que es la alienación de la actividad social humana productiva y que adquiere la forma fetichista de mercancía y dinero; y la explotación, ya que el capitalista no paga sino que se embolsa gratuitamente el trabajo excedente del trabajador, tomando en cuenta que éste trabaja una parte de la jornada para reproducirse a sí mismo o cubrir sus necesidades mientras que la otra parte trabaja de más y gratis para el patrón o capitalista. Pero parecería que el salario cubre todo el trabajo del explotado, y no sólo una parte. De ahí que el salario es en realidad la forma disfrazada del valor de la fuerza de trabajo y de la explotación capitalista de la misma. (Todo aquello de “igual pago por igual trabajo”, “trabajo digno”, “salario digno”, etc… ¡son puras mentiras ideológicas capitalistas y reformistas!)

Esto es posible principalmente a causa de la propiedad privada capitalista sobre los medios de producción, la división social del trabajo, y la generalización y fetichismo de la mercancía o del valor, cuya máxima expresión y equivalente universal es el dinero (el dios de la sociedad burguesa). Dicho de otra forma, en el capitalismo el trabajo se impone, se aliena, se explota y se controla bajo la forma mercancía-valor-dinero-salario. En este sentido, el trabajo asalariado es, como bien decía Marx, la forma moderna de la esclavitud: es la esclavitud asalariada. Y sin trabajo asalariado no hay plusvalía ni ganancia ni acumulación de capital o “valorización del valor”, es decir no hay capitalismo. El trabajo asalariado es la relación social fundamental, central y transversal de la sociedad capitalista. Bajo el capitalismo, por lo tanto, decir trabajo –en sus múltiples formas- es decir trabajo asalariado –también en sus múltiples formas-.[1] Y por eso mismo cuando decimos abolición del trabajo estamos diciendo abolición del trabajo asalariado, que quede claro.  

Ahora bien, abolición del trabajo (asalariado) no quiere decir abolición de la actividad humana social productiva, o sea que no hagamos nada, la holgazanería absoluta, etc. No. Esto sería imposible y absurdo, suicida inclusive, porque simplemente nos moriríamos, no sólo de hambre, sino de inactividad. Abolir el trabajo significa abolir la relación social e histórica de separación, alienación, explotación y dominio bajo la que se halla enjaulada actualmente la actividad humana productiva, a fin de liberarla, transformarla y reivindicarla como tal, es decir como actividad o praxis humana total, unitaria, integral y común: que la actividad productiva ya no esté separada de –ni aliene ni domine a- la actividad de decidir, alimentarse, crear, conocer, jugar, divertirse, cuidarse, quererse, etc. (Dauvé). Para lo cual, por supuesto, hay que abolir de modo revolucionario o comunista las condiciones que hacen posible el trabajo asalariado o la explotación: la propiedad privada, la división social del trabajo, la mercancía, el valor, el dinero, el capital…

Sobre esta base (la "comunidad de bienes", al decir de los comunistas de antaño), los seres humanos, asociados libre y comunitariamente, tendríamos control conciente y colectivo sobre las condiciones y medios materiales de vida, y por lo tanto decidiríamos qué y cómo producir según nuestras necesidades humanas para vivir (y vivir bien, no en escasez, sino en abundancia). “De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades”. (Marx) El trabajo ya no sería trabajo, al menos no como hoy lo conocemos, y se reduciría al mínimo necesario [2], pero sobre todo no sería alienado ni explotado ni estaría separado o disociado de las demás formas de actividad y expresión humanas. El tiempo libre, la actividad creadora y las relaciones humanas serían nuestra mayor riqueza. Tal sería una comunidad humana real, donde "nuestra actividad real humana —tanto comer, habitar, como crear, disfrutar, sufrir, en definitiva, vivir— jamás vuelva a organizarse como trabajo, como subordinación de la existencia a la ganancia". [3] Y ahí sí, como decía Marx, “dejaríamos de sufrir como bestias y empezaríamos a sufrir (y gozar) como seres humanos”, y ya “no habría pintores, sino hombres que, entre otras cosas, se dedicarían a pintar”…Por cierto, y lo decimos de una vez, éste sería el significado o contenido de las dos últimas consignas de la volante: “¡por la actividad humana libre, cooperativa, creativa, placentera y liberadora!” y “¡por un mundo sin trabajo, clases ni estado, pero con pan, tiempo libre, comunidad y felicidad reales!”...

¿Utópico? Al contrario. El comunismo, como escribió Kurz, "no se trata ni del paraíso en la tierra ni de la construcción de un nuevo ser humano, sino de la superación de las exigencias capitalistas hechas al ser humano, del fin de las catástrofes sociales producidas por el capitalismo. Ni más ni menos. [...] Incluso después del capitalismo, seguirá habiendo enfermedad y muerte, envidia e individuos despreciables. Sólo que no ya no existirá una paradójica pobreza masiva, producida por la producción abstracta de riqueza; ya no existirá un sistema autonomizado de relaciones fetichistas ni formas sociales dogmáticas. El objetivo es grande, justamente porque, medido por la exaltación utópica, se muestra relativamente modesto, y no promete nada más que liberar de sufrimientos completamente innecesarios." (Las lecturas de Marx en el siglo XXI, 2001.) Siendo precisamente el tripalium (tortura) o el trabajo el primero y el principal de tales sufrimientos.

2.) Sobre la “precariedad” y el desempleo. En tiempos de crisis, como el actual, la “precariedad” y el desempleo (y el “subempleo” o la “informalidad”) suben o crecen enormemente; pero esto es una cuestión de grado y de apariencia, no de naturaleza o de esencia. En el capitalismo, el desempleo es estructural y no “voluntario” (como dicen los economistas burgueses), ya que es una palanca tanto para la  existencia misma del mercado de trabajo como para mantener a la baja los salarios, y así explotar y dominar aún más a los trabajadores empleados (sobre todo en tiempos de crisis), para recuperar la tasa de plusvalía (de explotación) y de ganancia caídas; es decir, es una palanca para la acumulación del capital. No hay capitalismo sin desempleo, no funcionaría, no sería posible. Por eso es estructural y necesita –y le conviene- mantenerlo. 

Por su parte, la “precariedad” no es una nueva forma ni régimen laboral (“posfordismo”, “precariado”, etc.), sino que todos los trabajadores asalariados, en tanto que desposeídos y explotados, somos precarios por naturaleza y desde siempre, sobre todo porque todo empleado es desempleado en potencia y viceversa. Y ya sabemos que no hay capitalismo sin desempleo. Entonces, no deberíamos hablar de “precariedad laboral”, sino simplemente –y nuevamente- de trabajo asalariado. Por lo tanto, y sin duda alguna, para eliminar tanto la “precariedad” como el desempleo, hay que suprimir o abolir el trabajo (cosa que sí se dice en la volante, y que también lo han dicho hace poco unos compañeros de la región española: ver la volante “No disfrutamos en el paro ni disfrutamos trabajando”).

Y si los “precarios” y “desempleados” han sido la “punta de lanza” de la lucha de clases en los últimos años (p. ej. las revueltas en los suburbios de todas partes) no es porque sean solamente tales, sino porque son proletarios, porque han luchado como proletariado contra el capital y su estado. Por consiguiente, si participan en la revolución social no será como “precarios” o “desempleados”, sino como proletarios; y, obviamente, no exigiendo un “trabajo digno, estable, justo”, sino la abolición del trabajo y de su condición de proletarios.


3.) Por su parte, lo de que el trabajo es una tortura (tripalium), que deshumaniza, enferma y mata, que el trabajo es una de las armas principales del capital en la guerra de clases contra el proletariado, y sobre todo lo de luchar contra el trabajo no para liberarlo sino para liberarse de él, simple y llanamente es real, es verdadero y por ello lo mantenemos. En el punto n° 1 ya argumentamos lo suficiente al respecto.

4.) La parte tal vez más cuestionable, confusa y floja de la volante: la de "preferir" seguir siendo un esclavo asalariado en vez de asumirse y luchar como proletario… La esclavitud asalariada no es una preferencia individual o voluntaria, sino una condición histórica y social impuesta, una condena que es “naturalizada” y “consensuada” mediante la ideología, lo cual es diferente. Lo otro sería perder de vista la determinación y carácter histórico-social de las cosas, y se podría caer hasta en el voluntarismo y en la confusión –como, al parecer, caímos nosotros en la volante al respecto-. En todo caso, que quede claro que si trabajamos no es porque queramos, sino porque nos toca; porque para nosotros los desposeídos de medios de producción y de vida, los proletarios, no existe otra manera de obtener dinero para sobrevivir en esta sociedad de la propiedad privada y el dinero. 

Por otro lado, llamando “esclavos voluntarios”, etc. a los hermanos de clase, en vez de “sacudirlos” y “despertarlos”, podemos producir el efecto contrario de incomprensión, rechazo y aislamiento. Esto no significa que no haya que criticar también al explotado/oprimido tanto como al explotador/opresor (a lo Albert Libertad: "contra los pastores, contra los rebaños"); pero hay que saber hacerlo, con inteligencia, pertinencia, y sobre todo con fraternidad, como hermanos de clase… 

Si los proletarios luchamos contra el capital y por ende contra el trabajo asalariado, es porque la reivindicación y satisfacción de nuestras necesidades humanas nos determinan y “obligan” o conducen forzosamente hacia ello, dado que el capital no produce para satisfacer las necesidades humanas sino para valorizarse y obtener ganancia a costa de nuestra explotación y alienación, de manera que nos niega y anula como seres humanos, nos destruye, nos mata. De allí que la lucha proletaria por las necesidades humanas en el fondo es una lucha contra la lógica misma del capital y por tanto puede devenir lucha revolucionaria o la revolución social devenir y asumirse como necesidad -claro está, en determinadas condiciones de la lucha de clases-; y, de allí también que la lucha contra el trabajo sea una lucha por la vida. "Trabajar más es vivir menos" (Vaneigem), por tanto, para vivir más (y mejor) hay que trabajar menos, mejor dicho, para vivir de verdad hay que luchar contra el trabajo hasta abolirlo. Vivir es luchar... y disfrutar.

Lo cual no significa que se puede estar afuera y en contra del trabajo e incluso abolirlo de manera individual e inmediata -"aquí y ahora"-. Esto no sólo es imposible y absurdo, sino que es una ilusión o un autoengaño ideológico de ciertos individuos y hasta de ciertos grupos tipo sectas, tanto como creerse libres en este mundo de esclavitud moderna -autoengaño del cual ni nosotros nos salvamos en ese entonces y antes inclusive-. Hay que tener claro que al trabajo sólo se lo podrá abolir como clase social e históricamente con la revolución.

5.) Lo de la propiedad y el trabajo como un robo en sí mismo, o que los capitalistas son los más grandes ladrones, es una afirmación ya clásica y hasta verdad de perogrullo entre nosotros los revolucionarios. Y, por tanto, lo de “robarle” tiempo y recursos al trabajo, a la rutina del capital, lo mantenemos, con la aclaración de que ésta no es ni ha sido ni será la única ni la principal forma de resistir y sabotear al capital, sino sólo una forma, generalmente individual y esporádica, que hay que saberla articular y potenciar socialmente contra el capital, como clase. Lo cual no tiene lugar sino en circunstancias excepcionales, p. ej. la sana y bella “epidemia” de ausentismo laboral y de rechazo al trabajo en las grandes oleadas revolucionarias históricas del 17 al 37; francia, italia y españa en los 60s y 70s (especialmente en esta época); grecia en los últimos años… Como dicen los compas de Notas Insurreccionales (n°4): “no somos ilusos de creer que expropiando en el trabajo o haciendo una pinta vamos a cambiar nuestra condición de esclavos del capital y el Estado.” 

Aunque también estamos de acuerdo con ellos cuando aconsejan que "si trabajas, trata de faltar en la medida de las posibilidades, enfermarte siempre es una buena excusa, puedes llamar y decir que estás mal, pero si te piden algún papel, puedes ir a la posta médica cercana y decirle al médico que te sientes mal de la garganta, que te duele el estómago o algo por el estilo (improvisa tus gestos), si puedes pídele que te pongan en su constancia de atención un día de descanso, podrás gastar algunos “soles” pero lo vale. Puedes también buscar objetos que puedan servirte para la agitación y propaganda, en las oficinas siempre puedes sacar hojas, imprimir textos, volantes, etc. La cinta adhesiva, los lápices, los lapiceros siempre serán necesarios para la difusión de propuestas revolucionarias, así que si puedes liberar material sin pagar, hazlo, al fin y al cabo ellos nos roban nuestra vida." (Ídem.)

Y es que nosotros no dejamos ni dejaremos de reivindicar el "robar", recuperar o arrebatarle tiempo y otros recursos al trabajo -o/y al estudio, la familia, etc.-, pero no para que sea un tiempo sólo de no estar trabajando o de ocio alienado (consumismo, ver tele, facebook, etc.), en el cual no dejamos de reproducirnos como fuerza de trabajo y por tanto de reproducir al capital, es decir no para que sea otro tiempo muerto más. Sino, por el contrario, para darle un valor de uso revolucionario, para que sea un tiempo de vida y de lucha: un tiempo arrancado a la rutina no sólo individual sino colectivamente en la medida de lo posible, para reunirnos, discutir, organizarnos, hacer. Un tiempo para la actividad revolucionaria, esfuerzo necesario a la vez que placentero con el cual recuperamos y prefiguramos la actividad y las relaciones verdaderamente humanas. (Más aún: un tiempo para múltiples actividades y relaciones humanas.) Una práctica y una situación creada, entonces, como parte de la misma lucha por recomponernos y fortalecernos como clase, como comunidad de lucha, así sea en forma minoritaria -como de hecho lo es actualmente y en la mayoría de casos, aunque también puede llegar a ser de forma más o menos masiva, como lo demuestra la historia de las luchas de nuestra clase [4]-. Y también para la reflexión, ensoñación y creación (ocio creativo), así como para compartir y disfrutar con los compas y con los seres amados, juntos, bien, sanos, alegres para enfrentar la sobrevivencia y para la lucha, como proletarios y "amor en guerra" que somos en esta guerra de clases, de la cual la guerra por el tiempo forma parte. Sí: una práctica y situación creada de resistencia proletaria contra el trabajo que nos ayuda a sostenernos en esta guerra social, así como a sentir y afirmar que estamos vivos, que somos seres humanos y no mercancías-hombres, anteponiendo en la práctica nuestras necesidades humanas sobre las necesidades de la absurda y asfixiante rutina del capital, al mismo tiempo que reorganizándonos como proletariado revolucionario.
 

6.) Lo de “deja ya tu rol de buen ciudadano y buen trabajador, de siervo voluntario, etc.”, lo de “tú mismo eres tu mayor opresor y por eso tú mismo eres tu mayor libertador” (eco, éste último, de una idea de W. Reich), etc. Aquí aplica exactamente lo mismo que lo dicho en el punto n° 4. No es una cuestión que se elija y mucho menos que se prefiera o no, sino que es una condición impuesta histórica, social y materialmente. Y si luchamos contra la esclavitud asalariada es porque somos esclavos asalariados, concientes y hartos de serlo. Pero -insistimos- su abolición sólo será obra de la misma clase haciendo la revolución social.

7.) Lo de que la lucha del proletariado es una lucha de clase y no individual, que no es un orgullo ser proletarios sino una condena que hay que abolir, que el proletariado sólo se afirma en su negación, es decir cuando lucha contra el trabajo y contra su condición de esclavo asalariado, que luchar contra el trabajo es luchar por la vida, y que la lucha proletaria es de carácter histórico, mundial y cotidiano: todo eso lo mantenemos tal cual, y en eso sí la volante es clara y contundente. Pero no está de más resaltar aquí que el proletariado se afirma en su negación, es decir cuando lucha contra la explotación/dominación capitalista y por lo tanto contra su misma condición de esclavo asalariado, de humanidad proletarizada. En este sentido, y sobre la base de la abolición del trabajo asalariado, la revolución comunista consiste en la autosupresión o autoabolición revolucionaria del proletariado como clase y, en consecuencia, de todas las demás clases sociales: abolir el trabajo para abolir la sociedad de clases.

8.) Sobre la dictadura revolucionaria del proletariado para la abolición del trabajo asalariado. Lo afirmado en el punto anterior sólo puede lograrse, dialécticamente, con la constitución del proletariado en clase y por lo tanto en partido, en fuerza social centralizada y temporalmente dominante; es decir, con la dictadura revolucionaria del proletariado. Como los compañeros del GCI ya han elaborado o desarrollado mucho mejor este punto central del programa histórico y revolucionario de nuestra clase, los citaremos a continuación:  

“Muy esquemáticamente podríamos resumir el programa de los comunistas (resultado de sucesivas afirmaciones históricas) como la constitución del proletariado en clase dominante para abolir la propiedad privada de los medios de producción y por lo tanto el trabajo asalariado, la mercancía, el dinero… y construir una sociedad no mercantil, sin clases, sin Estado, sin naciones, una verdadera comunidad humana.”

¿Por qué abolición de la propiedad privada y por lo tanto del trabajo asalariado? “Si el productor no estuviese privado de sus medios de vida (y de los de su producción) por la propiedad (propiedad privada particular o estatal), no vendería su fuerza de trabajo y por lo tanto el trabajo asalariado no podría existir; de ahí la unidad inseparable de la reivindicación revolucionaria: ‘eliminación de la propiedad privada’ con respecto a la de ‘abolición del trabajo asalariado’”. Y nosotros agregaríamos: de ahí la unidad inseparable de “dictadura revolucionaria del proletariado” y “abolición del trabajo asalariado”. 

“La dictadura del proletariado comienza cuando la sociedad no se encuentra más conducida por las leyes del valor, de la valorización del capital, sino del proletariado como clase dominante; es decir, cuando éste, en tanto que partido, es capaz de dirigir y planificar imperativamente la sociedad: el despotismo del valor de uso, de la producción para las necesidades humanas, contra la valorización, contra la “evolución normal del mercado”, es el elemento decisivo.” 

Ello implica o exige que, aparte de la destrucción del Estado burgués, “sin la supresión de la autonomía de decisión en el cómo producir y el qué producir, que caracteriza a la sociedad mercantil [y que se reproduce en la llamada "autogestión obrera"], no se puede destruir el capitalismo.” (GCI, La Contrarrevolución Rusa y el Desarrollo del Capitalismo, 2009.

Lo mismo aplica para todas las demás relaciones sociales, incluidas las relaciones personales y cotidianas, en tal momento histórico. Aparte de ello, recordaremos que la dictadura del proletariado, al contrario de la dictadura del capital en cualesquiera de sus formas históricas (p. ej. todo el llamado “socialismo real”), es revolucionaria porque es una dictadura social, antiestatal, mundial, temporal y autoabolicional. Al respecto, los compañeros de Cuadernos de Negación nos aclaran lo siguiente: “Para realizar su fin, la burguesía debe dominar para siempre al proletariado. Éste último, en cambio, debe simplemente imponerse de manera temporal a la burguesía para concretar su programa histórico, ya que no necesita oprimir a una clase para subsistir, sino que precisa abolir las clases, autosuprimirse como clase y para ello debe no sólo defenderse sino atacar toda tentativa de reconstrucción de esta sociedad.” (Cuadernos de Negación N° 4: Sobre la necesidad de Destrucción del Estado, Noviembre 2010.)

9.) A propósito de lo anterior, alguna gente nos ha “criticado” que nos llamemos “comunistas-anarquistas”, que “comunismo y anarquismo son contrarios”, que “cómo es posible que sean anarquistas y propongan la dictadura del proletariado”, etc., etc. Frente a lo cual, responderemos lo que ya han respondido y aclarado otros compañeros al respecto. [5]

Primero, que comunismo y anarquismo, históricamente hablando, son expresiones del mismo movimiento: el movimiento real del proletariado por negar y suprimir el orden capitalista. Los revolucionarios de siempre se han denominado indistintamente comunistas, anarquistas e incluso “liberales” (como Flores Magón); pero lo realmente importante y determinante no ha sido eso, en lo absoluto, sino su praxis revolucionaria militante contra el enemigo común: el capital. Lo de comunistas-guión-anarquistas acaso sea una forma de rendir homenaje y recoger toda la riqueza de nuestro movimiento histórico único, de nuestro “partido histórico” (donde Marx, Bakunin y todos los “marxistas” y “anarquistas” posteriores no son “dioses” ni “genios”, sino compañeros históricos con sus aciertos y sus errores, de los cuales hay que hacer el respectivo balance crítico y aprendizaje militante con cabeza propia).

Segundo, el planteamiento de la dictadura revolucionaria del proletariado no es un “invento de Marx”, sino una necesidad histórica y concreta “descubierta” y afirmada en la misma guerra de clases por el proletariado revolucionario de siempre y de todo lugar: no sólo por los “marxistas”, sino que tanto Bakunin como los anarquistas realmente revolucionarios en la españa del 36 y el 37 llegaron a plantear la necesidad de una "junta revolucionaria" (e incluso se habló de "dictadura anarquista"). Mas lo importante aquí es el contenido y lo de fondo –no la forma ni la denominación-: la necesidad de ejercer la dictadura social de las necesidades humanas sobre la dictadura del valor o del capital hasta abolirlo, lo que va de la mano de la necesidad de destruir el Estado burgués o aplastar violentamente la contrarrevolución, a fin de instaurar y desplegar la verdadera comunidad humana mundial, la sociedad sin propiedad privada ni trabajo asalariado, sin clases ni estado ni naciones; esto es, el comunismo o la anarquía. Jamás debemos olvidar que estamos en guerra de clases y que el poder lo tiene la revolución o lo tiene la contrarrevolución.

Tercero, no existe un “comunismo autoritario” ni un “comunismo libertario” más que ideológicamente, es decir en las cabezas de aquellos que viven ideológicamente o alienados por y en la ideología. Muy por el contrario, en tanto que sociedad sin clases y sin estado, comunismo y anarquía vienen a ser términos sinónimos, sin adjetivos, y así es precisamente como los entendemos y los usamos.

Cuarto, la división entre comunismo y anarquismo es ideológica y contraproducente, porque, aparte de falsa, divide a nuestra clase en su lucha única y común contra el capital; mejor dicho, es una división perpetrada por la contrarrevolución capitalista y desgraciadamente reproducida y mantenida por los mismos revolucionarios (quienes, al hacer esto, más bien le estarían haciendo un favor a la contrarrevolución, tanto los “anarquistas” como los “marxistas”). Por tanto, lo revolucionario es criticar y superar esa falsa dicotomía ideológica en el seno de nuestra clase, sobre todo en el seno de las minorías revolucionarias. En efecto, a nosotros no nos interesa ni el comunismo ni el anarquismo como “ismos” o ideologías, sino la teoría-práctica revolucionaria del proletariado y para el proletariado, como arma para nuestra autoemancipación. 

Y quinto, lo que hace revolucionarios a los revolucionarios no es su “identidad” ni mucho menos sus nombres o sus siglas (¡!), sino su praxis de ruptura revolucionaria permanente y militante con el orden establecido. Entonces, podremos cambiarnos de nombres o de siglas cuantas veces queramos o cuantas veces sea necesario (incluso por seguridad), pero lo que no cambiaremos es nuestra praxis revolucionaria y por tanto nuestro ser comunista y/o anárquico. 

10.) Para finalizar, sólo queda decir que la crítica y la lucha proletaria contra el trabajo siempre será central y vigente hasta que logremos abolir esta sociedad basada en el trabajo. Asimismo, a vísperas de un nuevo 1° de mayo -fecha histórica de lucha proletaria contra la explotación capitalista, o sea contra el trabajo asalariado-, este tipo de reflexiones y discusiones de carácter clarificador y militante, más su respectiva difusión, cobra sentido e importancia para la comunidad de lucha proletaria mundial contra la sociedad capitalista y por tanto contra el trabajo asalariado, para los proletarios de todas partes que luchamos y lucharemos por autosuprimirnos de modo revolucionario como clase y entonces devenir comunidad humana real, mediante la lucha proletaria por la abolición del trabajo, mejor dicho, mediante y sólo mediante la dictadura del proletariado para la abolición del trabajo asalariado.

 

proletarios revolucionarios

quito, febrero-abril 2014
(actualizado en mayo 2014)



[1] Campesinos, artesanos, pequeños comerciantes, informales, amas de casa, jubilados, estudiantes, profesionales "independientes", desempleados (subsidiados o no), prostitutas, delincuentes, etc., etc.… todas estas “ocupaciones” en realidad son formas encubiertas o enmascaradas de trabajo asalariado (por jornada, a destajo, en dinero y en especie, etc.) o de subsunción y explotación por parte del capital; el cual no es un patrón individual o una empresa, sino que es la relación social global y fetichista (la valorización del valor) que domina toda la sociedad actual. En otro nivel, todas esas no son más que formas que tiene el capital de dividir económica y sociológicamente al proletariado, a fin de anularlo como clase o sujeto revolucionario. 

[2] "El capital no vive sin trabajo, sin convertir trabajo vivo a su forma muerta de mercancías y dinero, y es por esto que más allá de discursos engañosos y utopías técnicas la jornada de trabajo real no descenderá jamás a menos que nos impongamos como clase y la reduzcamos, a cero horas por día." (Trabajar para no vivir. La Oveja Negra N° 16.)

[3] Ídem.

[4] "Nuestros compañeros de antaño [como los mártires de Chicago de aquel histórico 1° de mayo de 1886] lucharon para eliminar el trabajo de sus vidas, con las herramientas y las capacidades que tuvieron en ese entonces. Su proclama: 8 de trabajo, 8 de esparcimiento y 8 de descanso no buscaba afirmar que el trabajo fuera positivo o satisfactorio para el ser humano, sino todo lo contrario... Es que en ese 8 de esparcimiento se encuentra el núcleo de la consigna. 8 horas recuperadas que antes se malgastaban en la mina, la fábrica o la parcela del patrón, que podían ser utilizadas para discutir con los compañeros, organizar las siguientes luchas, sanar el cuerpo cansado, disfrutar de la corporalidad, dar amor a los niños o gozar de la lectura de un libro apasionante. Esas 8 eran uno entre tantos pasos que iban a borrar para siempre al trabajo de nuestras vidas." (Ídem.) Más subterráneos e igual de interesantes son los hechos y prácticas narrados en el libro "La noche de los proletarios: archivos del sueño obrero", así como en "Los obreros contra el trabajo".

[5] Los compañeros de RAP/MASA y de Cuadernos de Negación publicaron hace pocos años dos excelentes materiales al respecto: "Marxismo y teoría revolucionaria, parte 1. La superación situacionista de la falsa dicotomía marxismo/anarquismo" y "¿Comunismo? ¿Anarquía?" en Cuaderno de Negación N° 2, respectivamente. También recomendamos la lectura de un colgado más o menos reciente en Hommodolars donde se encuentra el Capítulo 4 de "La Sociedad del Espectáculo" de Guy Debord.

***

Leer también Algunas verdades sobre y contra el trabajo por el 1° de Mayo