¿EL PUNTO NO ES ALABAR AL PROLETARIADO SINO ABOLIRLO?
Sí, porque el proletariado —de todos los sexos, «razas», nacionalidades, ocupaciones, edades, identidades, ideologías, etc.— sostiene a toda la sociedad capitalista con su trabajo —formal e informal, manual e intelectual, dependiente o «autónomo», etc.—; mejor dicho, con la explotación de su fuerza de trabajo a cambio de dinero para sobrevivir; en fin, con su esclavitud asalariada que, encima más, es socialmente invisibilizada y normalizada. De esta forma, no sólo se reproduce a sí mismo como clase explotada y dominada, sino que también reproduce a su clase explotadora y dominante, la burguesía. Por lo tanto, para abolir a la burguesía y su Estado hay que abolir al proletariado. Abolido el esclavo, abolido el amo, porque el amo no es nada sin el esclavo. Ahí radica realmente nuestro poder para «virar la tortilla», hermanos proletarios. Siendo además que el esclavo asalariado es el único que puede liberarse a sí mismo, sin mesías ni representantes sindicales y políticos, ya que éstos sólo pugnan por sus intereses creados: migajas de los patrones y puestos en los gobiernos de turno. «La emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos.» (Marx)
Si los proletarios producimos con nuestras manos y nuestros cerebros todo lo que existe en esta sociedad, entonces todo debería pertenecernos. Empezando por nuestras vidas. Para ser dueños de nuestras vidas y mejorarlas realmente, pues, hay que apropiarnos de los medios de producción y, sobre esa base material, producir colectivamente a fin de satisfacer las necesidades colectivas sin intermediación del mercado ni del Estado. Producir ya no como proletarios o esclavos asalariados, sino como individuos libremente asociados en una red de asambleas y/o consejos en todas partes: la Comuna Mundial. Esto es «producir el comunismo» (Théorie Communiste) o comunizar la sociedad y la vida, cuya base material —subrayamos— es la abolición de la propiedad privada, el trabajo asalariado, las clases sociales, el dinero, el mercado, el Estado, las fronteras nacionales, y la opresión sexual, racial y del hombre sobre la naturaleza.
Ser proletarios no es una identidad ni mucho menos un orgullo, sino una condena histórica y social que precisamos romper y dejar atrás para vivir una vida que merezca tal nombre, al calor de la lucha de clases por la Revolución Social; es decir, por la abolición de la sociedad de clases. El proletariado sólo es revolucionario cuando lucha por dejar de serlo, mediante la autoorganización, la acción directa y la solidaridad como sus principales armas. Para lo cual, primero debe pasar por muchas batallas y derrotas que lo formen y lo curtan.
«El proletariado es revolucionario o no es nada (Marx)... nada más que la clase del Trabajo/Capital y una criatura del mercado y del Estado: una gran masa de hombres y mujeres que se la pasa trabajando de lo que sea para sobrevivir como sea, compitiendo y hasta matándose entre sí, cuya sangre alimenta sólo al Capital… pero que también puede darle muerte autoaboliéndose y deviniendo comunidad real de individuos libremente asociados para producir y reproducir sus vidas, desde y para sí mismos, en un modo radical y totalmente diferente y mejor que el modo capitalista. El proletariado es esta contradicción viviente, y sólo la revolución comunista puede abolirla y superarla como tal.»
Si los proletarios producimos con nuestras manos y nuestros cerebros todo lo que existe en esta sociedad, entonces todo debería pertenecernos. Empezando por nuestras vidas. Para ser dueños de nuestras vidas y mejorarlas realmente, pues, hay que apropiarnos de los medios de producción y, sobre esa base material, producir colectivamente a fin de satisfacer las necesidades colectivas sin intermediación del mercado ni del Estado. Producir ya no como proletarios o esclavos asalariados, sino como individuos libremente asociados en una red de asambleas y/o consejos en todas partes: la Comuna Mundial. Esto es «producir el comunismo» (Théorie Communiste) o comunizar la sociedad y la vida, cuya base material —subrayamos— es la abolición de la propiedad privada, el trabajo asalariado, las clases sociales, el dinero, el mercado, el Estado, las fronteras nacionales, y la opresión sexual, racial y del hombre sobre la naturaleza.
Ser proletarios no es una identidad ni mucho menos un orgullo, sino una condena histórica y social que precisamos romper y dejar atrás para vivir una vida que merezca tal nombre, al calor de la lucha de clases por la Revolución Social; es decir, por la abolición de la sociedad de clases. El proletariado sólo es revolucionario cuando lucha por dejar de serlo, mediante la autoorganización, la acción directa y la solidaridad como sus principales armas. Para lo cual, primero debe pasar por muchas batallas y derrotas que lo formen y lo curtan.
«El proletariado es revolucionario o no es nada (Marx)... nada más que la clase del Trabajo/Capital y una criatura del mercado y del Estado: una gran masa de hombres y mujeres que se la pasa trabajando de lo que sea para sobrevivir como sea, compitiendo y hasta matándose entre sí, cuya sangre alimenta sólo al Capital… pero que también puede darle muerte autoaboliéndose y deviniendo comunidad real de individuos libremente asociados para producir y reproducir sus vidas, desde y para sí mismos, en un modo radical y totalmente diferente y mejor que el modo capitalista. El proletariado es esta contradicción viviente, y sólo la revolución comunista puede abolirla y superarla como tal.»
¿LOS COMUNISTAS NO QUEREMOS MÁS TRABAJO ASALARIADO SINO SU ABOLICIÓN?
¿ENTONCES DE QUÉ VAMOS A VIVIR?
«Abolición del trabajo (asalariado) no quiere decir abolición de la actividad humana social productiva, o sea que no hagamos nada, la holgazanería absoluta, etc. No. Esto sería imposible y absurdo, suicida inclusive, porque simplemente nos moriríamos tanto de hambre como de inactividad. Abolir el trabajo significa abolir la relación social e histórica de separación, alienación, explotación y dominio bajo la que se halla enjaulada actualmente la actividad humana productiva, a fin de liberarla, transformarla y reivindicarla como tal; es decir, como actividad o praxis humana total, unitaria, integral y común: que la actividad productiva ya no esté separada de —ni aliene ni domine a— la actividad de decidir, alimentarse, crear, conocer, jugar, divertirse, cuidarse, quererse, etc. (Gilles Dauvé) Para lo cual, por supuesto, hay que abolir de modo revolucionario o comunista las condiciones materiales que hacen posible el trabajo asalariado o la explotación: la propiedad privada, la división social del trabajo, la mercancía, el valor, el dinero, el capital.
Sobre esta base —la «propiedad colectiva de los medios de producción» y la «comunidad de bienes», al decir de los comunistas de antaño—, los individuos libremente asociados en Comunas tendríamos el control colectivo y consciente sobre nuestras condiciones materiales de existencia. Por lo tanto, decidiríamos qué y cómo producir según nuestras necesidades humanas para vivir. Y vivir bien: no en escasez, sino en abundancia. Y no sólo unos pocos —como es ahora—, sino todos: o todos o ninguno. Ya no existiría desempleo, pobreza ni delincuencia. «De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades.» (Marx)
El trabajo ya no sería trabajo, al menos no como hoy lo conocemos, su jornada se reduciría al mínimo necesario —3 horas al día, más aún ahora gracias a la tecnología que existe— y, sobre todo, no sería alienado ni explotado ni estaría separado o disociado de las demás formas de actividad y expresión humanas. La actividad creadora, el tiempo libre y las nuevas relaciones humanas serían nuestra mayor riqueza. Así sería una nueva sociedad donde «nuestra actividad real humana —tanto comer, habitar, como crear, disfrutar, sufrir, en definitiva, vivir— jamás vuelva a organizarse como trabajo, como subordinación de la existencia a la ganancia.» (La Oveja Negra)
Todo esto es lo que realmente impulsó la lucha por la reducción de la jornada de trabajo a 8 horas diarias hace más de un siglo atrás. Esta es la verdadera causa del 1° de Mayo por la que lucharon «los mártires de Chicago» y muchos otros compañeros revolucionarios de todos lados. Hoy, la mejor manera de conmemorar esta fecha histórica del proletariado mundial es continuar luchando por ello hasta lograrlo.
¿Utópico? Al contrario: «El comunismo no se trata ni del paraíso en la tierra ni de la construcción de un nuevo ser humano, sino de la superación de las exigencias capitalistas hechas al ser humano, del fin de las catástrofes sociales producidas por el capitalismo. Ni más ni menos. [...] Incluso después del capitalismo, seguirá habiendo enfermedad y muerte, envidia e individuos despreciables. Sólo que no ya no existirá una paradójica pobreza masiva, producida por la producción abstracta de riqueza; ya no existirá un sistema autonomizado de relaciones fetichistas ni formas sociales dogmáticas. El objetivo es grande, justamente porque, medido por la exaltación utópica, se muestra relativamente modesto, y no promete nada más que liberar de sufrimientos completamente innecesarios.» (Robert Kurz) Siendo el trabajo el primero y principal de tales sufrimientos.»
PROLETARIOS:
¡PARA MEJORAR REALMENTE NUESTRAS CONDICIONES DE VIDA, HAY QUE
TOMAR LOS MEDIOS DE PRODUCCIÓN A MANO PROPIA Y DEJAR DE SER ESCLAVOS ASALARIADOS!
¡BASTA DE LUCHAR POR MIGAJAS! ¡VAMOS POR TODO, HASTA QUE TODO SEA DE TODOS!
¡BASTA DE MESÍAS Y REPRESENTANTES! ¡LA AUTOORGANIZACIÓN ES EL PRIMER ACTO DE LA REVOLUCIÓN!
TOMAR LOS MEDIOS DE PRODUCCIÓN A MANO PROPIA Y DEJAR DE SER ESCLAVOS ASALARIADOS!
¡BASTA DE LUCHAR POR MIGAJAS! ¡VAMOS POR TODO, HASTA QUE TODO SEA DE TODOS!
¡BASTA DE MESÍAS Y REPRESENTANTES! ¡LA AUTOORGANIZACIÓN ES EL PRIMER ACTO DE LA REVOLUCIÓN!
Proletarios Hartos De Serlo
Quito, 1° de Mayo de 2023
Quito, 1° de Mayo de 2023
Se agradece difusión