11 de octubre de 2021

[Ecuador] Memoria Crítica: recordar la Revuelta de Octubre y que regrese repotenciada, sí; romantizarla y fetichizarla, no.


A dos años de acontecida y romantizada por propios y extraños, es preciso criticar los límites y contradicciones de carácter interclasista, populista, democrático y nacionalista de la Revuelta de Octubre del 2019 en Ecuador (y en Chile). Dialogar y negociar con los explotadores y asesinos del proletariado insurrecto fue su derrota. La participación en elecciones presidenciales entre el 2020 y el 2021 por parte CONAIE-Packakutik sólo fue su consecuencia lógica e igual de nefasta. 
 
La fuerza del reformismo popular y la debilidad del proletariado −de todas las “razas”, edades, sexos, sectores y lugares− como clase revolucionaria se explica, no por “culpa” de tal o cual dirigencia o de tal o cual ideología política de izquierda, ni tampoco por la ausencia o falta de tal o cual característica ideal (conciencia, programa, partido, etc.) por parte de los protagonistas de las revueltas e insurrecciones, sino fundamentalmente por la situación material actual de reestructuración y crisis de la relación de clase y de la composición de clase que, a su vez, determina la correlación de fuerzas y el carácter del ciclo de luchas en lo que va de este siglo, en esta región y el mundo entero. 
 
Todo esto, en el marco de la actual catástrofe económica, energética, geopolítica, sanitaria, ecológica y civilizatoria del capitalismo, cuya sustancia es la crisis de valorización del valor. He aquí un par de ejemplos de esta crítica para su respectiva lectura, reflexión y discusión:
 

 
Asimismo, es preciso criticar las acciones, las organizaciones, las ideas, las emociones y las ilusiones de quienes participamos de la revuelta, en las calles y "donde las papas queman", con una posición política anticapitalista. Es decir, hay que ser autocríticos, sobre todo con el propio ego ideológico. Concretamente, nos referimos a ver demostraciones de autonomía y radicalidad proletaria, e incluso de comunismo y anarquía en las acciones espontáneas de las masas explotadas y oprimidas de la ciudad y del campo, donde no las hubo realmente; y, a sobrevalorar el papel de las minorías revolucionarias en este acontecimiento histórico, donde tampoco las hubo ni las hay realmente, y menos en un país con un capitalismo, una lucha de clases y un proletariado tan subdesarrollados como Ecuador. 
 
Una revuelta no es una revolución: para serlo, ha de criticar y superar sus propios límites y contradicciones, al calor del catastrófico desarrollo capitalista (aumento de la explotación, la precarización y la represión de la clase trabajadora, así como de la destrucción de la naturaleza) y la lucha de clases (protestas sectoriales, revueltas generales, guerras civiles, etc.), pues sólo la acumulación de estos dos elementos estructurales en conjunto puede producir las condiciones de posibilidad de tal repotenciación y ruptura revolucionaria en coyunturas históricamente breves pero decisivas, como son los estallidos sociales. Empezando por criticar y superar los límites y contradicciones del propio proletariado en su interior y en su relación de implicación recíproca con el Capital y el Estado. Rompiendo precisamente tal implicación recíproca o relación de clase. Revolución que, además, no es nacional, sino que es mundial o no es, dado que el capitalismo y la lucha de clases son mundiales, a pesar de sus desiguales niveles de desarrollo en diferentes épocas y territorios. 
 
Pero todo esto no se puede ver cuando todavía se carga una u otra venda ideológica; por más radical que ésta se crea y se diga, sigue siendo ideología o falsa conciencia con fuerza material. Lo cual, por más que duela admitirlo, hace que se confunda los deseos con la realidad, como de hecho nos pasó a nosotros en Octubre del 2019. Por el contrario, la verdad siempre es revolucionaria, venga de quien venga. He aquí un par de ejemplos de esta otra crítica para su respectiva lectura, reflexión y discusión:  
 


Cabe dejar bien en claro que hacer balance de una lucha pasada no es echarle mierda y arena, sino sacar y aplicar de ella todas las lecciones que sea posible para las luchas presentes y futuras. Esto es justamente lo que queremos decir cuando decimos que la Revuelta de Octubre regrese repotenciada. 
 
Sin embargo, la mejor "escuela de formación política" y de "artes marciales" del proletariado es la experiencia −mediante ensayo y error− en la lucha de clases real. Y la teoría revolucionaria sólo es una forma de registro y reflexión de esa experiencia, al mismo tiempo que un arma crítico-práctica que contribuye a destruir lo viejo y crear lo nuevo. Entre práctica y teoría existe una relación inmanente y, a la vez, contradictoria; un desarrollo desigual y combinado o una especie de carrera de postas, cuyo resultado es incierto. Lo único cierto es que, como diría Marx, la teoría revolucionaria sólo se convierte en fuerza material cuando toma arraigo en las masas explotadas y oprimidas que, empujadas por necesidades humanas que resultan antagónicas a las necesidades de valorización y acumulación de capital, luchan por su autoemancipación y su autosupresión revolucionaria en cuanto tales. 
 
De lo contrario, degenera en ideología o dogma de «generaciones muertas [que] oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos» (El 18 Brumario de Luis Bonaparte) o también como una ilusión que forma parte de la enajenada realidad capitalista, tal como sucede con las ideologías tanto de izquierda como de derecha en el seno del “pueblo”, esa criatura interclasista del Estado-Capital, sus defensores y sus falsos críticos. 
 
De manera que, mientras no se produzcan coyunturas revolucionarias, la separación entre teoría y práctica revolucionarias como clase es objetivamente inevitable e incontrolable (la separación es la norma de la sociedad capitalista), sin que esto signifique que no existan y no tengan sentido como actividades aisladas de diferentes fracciones, grupos e individuos revolucionarios.
 
Entonces, consideramos que hacer este ejercicio de memoria crítica o balance de la revuelta, es decir evaluarla y criticarla con objetividad −y, por tanto, sin piedad, ni siquiera con uno mismo−, a fin de extraer y afilar tanto sus aprendizajes reales como sus potencialidades radicales, en algo aporta a una concepción materialista de la historia y a una perspectiva proletaria revolucionaria, a diferencia de estar haciendo actos simbólicos y museos de la revuelta para el consumo cultural de un pequeño público izquierdista de clase media (cuando no para “concientizar” y reclutar gente); es decir, a diferencia de convertirla en un fetiche político-romántico u objeto de contemplación nostálgica, o de estar repitiendo año tras año los mismos análisis retrógrados y los mismos discursos lastimeros y autocomplacientes sobre ella. 
 
Al fin y al cabo, el Capital absorbe y funcionaliza todo dentro de su espectáculo, incluida la protesta social que no ataca las raíces de los problemas que a diario nos atacan. Y lo que no se mueve y avanza, se estanca y se pudre. 
 
Lo decimos a pesar de que esto incomode y hasta resienta el ego de algunos izquierdistas locales, y a pesar de que el uso teórico-práctico de este balance revolucionario tal vez quede reservado para futuras generaciones proletarias de estas tierras, en especial para sus bases; ya que, aquí y ahora, la contrarrevolución social se rearma y disfraza tanto por la derecha (fascismo pardo) como por la izquierda (fascismo rojo), y todavía falta para que las bases de ésta última desborden a sus dirigentes. 
 
Por nuestra parte, como dicen unos compañeros de otro continente, «los comunistas estamos sintonizados con el futuro», e invisibles caminamos a contracorriente. De más está decir que no nos interesa competir con nadie ni figurar en ningún momento ni lugar del medio izquierdista ni ultraizquierdista. Al igual que la inmensa y anónima mayoría de proletarios, nosotros sólo hacemos lo que podemos hacer en esta lucha llamada vida cotidiana, y nada más. 
 
Dicho esto, hoy en día, ya con cabeza fría y objetividad, como Proletarios Cabreados no volveríamos a escribir lo que escribimos sobre la Revuelta de Octubre en el 2019 y el 2020. Por eso le hacemos esta introducción autocrítica a nuestros materiales de entonces que republicamos a continuación.
 
Pero, en cambio, no dudaríamos ni un instante en volver a participar en una posible y nueva revuelta en actos: en sus barricadas, marchas, asambleas autoconvocadas, reuniones clandestinas, agitaciones callejeras, ollas comunitarias, redes de solidaridad y de comunicación, etc., como unos proletarios más que luchan por sus vidas junto a otros. Porque es mejor participar, de cuerpo entero y sin ilusiones, en el "impuro" y contradictorio movimiento real de una rebelión, y aprender de esa manera sus lecciones, que sólo escribir o hablar sobre ella. 
 
Así pues, hasta un próximo ciclo de revueltas que, al calor del catastrófico desarrollo capitalista y la lucha de clases, aprendan en la práctica y a la fuerza a repotenciarse o a criticar y superar sus propios límites; lo que quiere decir, que aprendan en la práctica y a la fuerza a realizar la ruptura revolucionaria de la relación de clase capitalista o la insurrección y la comunización de la totalidad histórica concreta que nos determina y nos contiene.
 

«Esto no quiere decir que debamos limitarnos a aguardar la comunización como una suerte de acontecimiento mesiánico: más aún, ni siquiera es una opción, pues la participación en la dinámica de la relación de clase capitalista no es algo de lo que podamos abstenernos o, ya puestos, que podamos escoger. La participación en la lucha de clases no es cuestión de una práctica política que pueda elegirse arbitrariamente desde un punto de vista contemplativo. Las luchas exigen nuestra participación aunque todavía no se presenten como la revolución. La teoría de la comunización nos alerta sobre los límites inherentes a estas luchas, y desde luego está atenta a las posibilidades de que surja una verdadera ruptura revolucionaria, no tanto a pesar de esos límites como precisamente debido a ellos. [...]
Si la comunización se manifiesta en la actualidad, es en el sentido palpable de un punto muerto en la dinámica de la relación de clase; esta es una época en la que el final de dicha relación se cierne perceptiblemente en el horizonte mientras el capital se topa con crisis a cada paso y la clase trabajadora se ve forzada a librar una lucha para la que no hay victoria plausible.» (Endnotes, ¿Qué hacer?, 2011: https://libcom.org/library/qu%C3%A9-hacer)

Proletarios Cabreados
Quito, Octubre de 2021
 
*Se agradece difusión, traducción y discusión*