N. del E.: Nunca está de más insistir en que la principal debilidad histórica y actual del proletariado en la lucha de clases es su debilidad programática, incluso la ausencia -en la actualidad- de su histórico programa revolucionario entendido como conjunto de directrices o medidas prácticas para destruir no sólo el Estado, sino el Capital en tanto relación social global e impersonal de alienación, explotación y dominación -de la cual forma parte clave el Estado como guardían y administrador de la misma-; por lo tanto, destruir la sociedad de clases toda, sus defensores y sus falsos críticos tanto de derechas como de izquierdas, de cualquier credo político y religioso. Por eso ésta sigue en pie.
Y no tanto por parte y "éxito" de nuestro enemigo de clase de siempre, sino por parte y "culpa" del propio movimiento proletario real, sobre todo debido a la presencia e incidencia de la socialdemocracia o izquierda del capital en su seno con sus múltiples ideologías y organizaciones que encuadran a miles y miles de proletarios-as; una especie de "enemigo interno", que en realidad no es más que un tentáculo considerable y muy nocivo de nuestro enemigo de siempre, pero que nuestra clase no ha sabido combatir suficientemente como es necesario. Más aún en aquellos excepcionales momentos (ej: Argentina 2001, Francia 2005, México 2006, Grecia 2008, Siria 2011, Egipto 2011 y 2013, Ucrania 2014, Turquía 2015...) en que la revuelta e incluso la insurrección proletaria ha triunfado, hecho recular al enemigo, invertido la correlación de fuerzas, pero no ha sabido qué diablos hacer con la situación a su favor, cómo generalizar e imponer socialmente sus necesidades e intereses propios, dejando así que el enemigo -disfrazado de derechas o de izquierdas, es secundario- retome el poder y lo liquide como fuerza real, histórica. Por eso, para los proletarios revolucionarios de todas partes, esta es una contradicción y una debilidad de fondo que hoy porta nuestra clase, y por eso mismo precisa ser criticada despiadadamente y superada en la práctica y la teoría revolucionarias. Para dar "el tercer -y definitivo- asalto proletario a la sociedad de clases".
Y no tanto por parte y "éxito" de nuestro enemigo de clase de siempre, sino por parte y "culpa" del propio movimiento proletario real, sobre todo debido a la presencia e incidencia de la socialdemocracia o izquierda del capital en su seno con sus múltiples ideologías y organizaciones que encuadran a miles y miles de proletarios-as; una especie de "enemigo interno", que en realidad no es más que un tentáculo considerable y muy nocivo de nuestro enemigo de siempre, pero que nuestra clase no ha sabido combatir suficientemente como es necesario. Más aún en aquellos excepcionales momentos (ej: Argentina 2001, Francia 2005, México 2006, Grecia 2008, Siria 2011, Egipto 2011 y 2013, Ucrania 2014, Turquía 2015...) en que la revuelta e incluso la insurrección proletaria ha triunfado, hecho recular al enemigo, invertido la correlación de fuerzas, pero no ha sabido qué diablos hacer con la situación a su favor, cómo generalizar e imponer socialmente sus necesidades e intereses propios, dejando así que el enemigo -disfrazado de derechas o de izquierdas, es secundario- retome el poder y lo liquide como fuerza real, histórica. Por eso, para los proletarios revolucionarios de todas partes, esta es una contradicción y una debilidad de fondo que hoy porta nuestra clase, y por eso mismo precisa ser criticada despiadadamente y superada en la práctica y la teoría revolucionarias. Para dar "el tercer -y definitivo- asalto proletario a la sociedad de clases".
En otras partes varios compañeros -incluidos nosotros- han explicado ya el carácter histórico, invariante y al mismo tiempo vivo del programa revolucionario de nuestra clase. Solamente recordar aquí que es histórico e invariante porque los fundamentos históricos y mundiales del capitalismo son invariantes (propiedad privada, trabajo asalariado, valor, capital, clases, estado, mercado mundial, democracia, ideología...), por consiguiente la abolición revolucionaria de todos esos fundamentos también es invariante (lo que se puede resumir en abolición de la dictadura social y mundial del valor mediante la dictadura social y mundial de las necesidades humanas), así como también lo son sus estrategias, tácticas y métodos de lucha revolucionarios. Y que es/está vivo porque no morirá mientras no muera el capitalismo y el antagonismo de clases -del cual surge y es expresión viva- a manos del proletariado en tanto sujeto histórico de la revolución; así como porque está en constante reapropiación, desarrollo, precisión, difusión y defensa por parte de las minorías revolucionarias (comunistas y anarquistas) del proletariado mundial, como parte de su lucha autónoma y antagónica contra el Capital, el Estado y la socialdemocracia internacional.
También cabe recordar que el programa revolucionario no es una plataforma doctrinaria y estatutaria formal, como creen algunxs "anarquistas de acción" y por eso rechazan el mismo término programa. Es el conjunto de determinaciones o fundamentos e implicaciones prácticas del antagonismo histórico, real, entre proletariado y burguesía, entre revolución y contrarrevolución, entre comunismo (o anarquía) y capitalismo, que se ha expresado y sintetizado en forma de determinados balances, lecciones -de las derrotas históricas de nuestra clase-, tesis y materiales teóricos; pero que ante todo es y será -como dijimos al principio de esta nota- un conjunto de directrices o medidas prácticas para destruir y superar al capitalismo de raíz y por completo. Por eso el programa -que equivale a decir la claridad teórica radical sobre el porqué, el para qué y el cómo o sobre los fines y los medios- es una necesidad y un arma concreta, material para la lucha de nuestra clase por su autoemancipación, por la revolución social. Entonces sí: la teoría revolucionaria es un arma práctica, por ende la actividad teórica -entendida como reapropiación, discusión y clarificación programática- es una práctica necesaria y, a la larga, fructífera para los revolucionarios que se precien de tales. En este sentido, rechazar el programa histórico de la revolución proletaria, y lo que éste implica, simplemente es desarmarse frente al enemigo de clase y caer en un activismo sin piso ni perspectivas que sólo puede ser autojustificado de manera ideológica (con xyz ideologías "revolucionarias" que ni siquiera han roto con elementos de la ideología dominante, precisamente por ser ideologías), es decir falsa y reproductora del espectáculo capitalista, y por ello criticable y rechazable en el seno del proletariado en lucha y sus minorías revolucionarias. Quiérase o no, así se cae en el programa socialdemócrata, que no es otro que el programa del Capital y su reforma. De ahí que sea fundamentalmente nuestro programa histórico e invariante el que nos permite hacer la ruptura revolucionaria con aquél; demarcar bien el terreno y la frontera de clase no sólo frente a la burguesía y su Estado, sino frente a sus supuestos críticos y "revolucionarios", los pseudorevolucionarios de cualquier ideología o corriente.
También cabe recordar que el programa revolucionario no es una plataforma doctrinaria y estatutaria formal, como creen algunxs "anarquistas de acción" y por eso rechazan el mismo término programa. Es el conjunto de determinaciones o fundamentos e implicaciones prácticas del antagonismo histórico, real, entre proletariado y burguesía, entre revolución y contrarrevolución, entre comunismo (o anarquía) y capitalismo, que se ha expresado y sintetizado en forma de determinados balances, lecciones -de las derrotas históricas de nuestra clase-, tesis y materiales teóricos; pero que ante todo es y será -como dijimos al principio de esta nota- un conjunto de directrices o medidas prácticas para destruir y superar al capitalismo de raíz y por completo. Por eso el programa -que equivale a decir la claridad teórica radical sobre el porqué, el para qué y el cómo o sobre los fines y los medios- es una necesidad y un arma concreta, material para la lucha de nuestra clase por su autoemancipación, por la revolución social. Entonces sí: la teoría revolucionaria es un arma práctica, por ende la actividad teórica -entendida como reapropiación, discusión y clarificación programática- es una práctica necesaria y, a la larga, fructífera para los revolucionarios que se precien de tales. En este sentido, rechazar el programa histórico de la revolución proletaria, y lo que éste implica, simplemente es desarmarse frente al enemigo de clase y caer en un activismo sin piso ni perspectivas que sólo puede ser autojustificado de manera ideológica (con xyz ideologías "revolucionarias" que ni siquiera han roto con elementos de la ideología dominante, precisamente por ser ideologías), es decir falsa y reproductora del espectáculo capitalista, y por ello criticable y rechazable en el seno del proletariado en lucha y sus minorías revolucionarias. Quiérase o no, así se cae en el programa socialdemócrata, que no es otro que el programa del Capital y su reforma. De ahí que sea fundamentalmente nuestro programa histórico e invariante el que nos permite hacer la ruptura revolucionaria con aquél; demarcar bien el terreno y la frontera de clase no sólo frente a la burguesía y su Estado, sino frente a sus supuestos críticos y "revolucionarios", los pseudorevolucionarios de cualquier ideología o corriente.
Ahora bien, a contracorriente de quienes dicen que "los anticapitalistas le echan la culpa de todo al sistema y no tienen nada que proponer", así como de quienes -por el otro lado- quieren "vivir la utopía aquí y ahora", junto con recordarles el carácter histórico, material y social de la realidad y por lo tanto de la lucha o guerra de clases de la que ellos -quiéranlo o no- forman parte, les recordamos también y esta vez queremos subrayar el carácter esencialmente negativo o abolicional y anti-utópico del programa revolucionario, precisamente por su carácter material -y materialista. Es utópico, iluso o idealista creer tanto que se puede reformar, mejorar y/o "humanizar" el capitalismo (generalmente desde el Estado, reformismo clásico y reciclado, capitalismo verde, derechos humanos, etc.), como creer que pueden existir "islas de comunismo o anarquía" (autogestión, comunalismo, ecologismo, guetos contraculturales, etc.) dentro de la sociedad capitalista, en algunos casos incluso creyendo estar "pasando al ataque... y fugándose hacia la nada creadora... aquí y ahora" (insurreccionalismo, nihilismo,...). ¿Por qué? Porque ambos planteamientos "olvidan" lo fundamental y lo total de lo que dicen combatir, privilegiando lo secundario y lo parcial e incluso lo solamente formal en su "alternativa". En el fondo no quieren destruir el capitalismo, la sociedad mercantil-democrática generalizada, sino gestionarlo de otra forma pretendidamente "revolucionaria" (incluyendo la autogestión de su miseria individual y cotidiana); forma que, sin embargo y muy a pesar suyo, es objetivamente imposible dentro de los parámetros de la dictadura social, catastrófica y asesina del valor -cuyo verdadero dios es el dinero- sobre la humanidad y la naturaleza. Aislarse y abstenerse de tal o cual aspecto parcial y formal del Capital no necesariamente significa combatirlo ni mucho menos superarlo. Al contrario, sigue formando parte de él y, al no asumir su "resistencia" como lucha de clase contra el Capital y por lo tanto como lucha revolucionaria, reproduciéndolo. En este sentido, sólo el capitalismo y el reformismo en cualesquiera de sus versiones son utópicos y, por tanto, son falsas críticas y alternativas a este sistema. Utopías reaccionarias, a fin de cuentas.
Muy por el contrario, la perspectiva comunista -que es materialista, histórica y dialéctica- es anti-utópica, pues comprende que la negación (de la negación) es en sí misma una afirmación; que sólo a partir de la negación y abolición material de la totalidad histórico-concreta capitalista (de todas sus raíces y ramificaciones, de todos sus fundamentos y sus agentes sociales), misma que niega y destruye a la humanidad cuya mayoría está proletarizada, al explotarla y alienarla; sólo a partir de esa negación y abolición material o histórico-concreta revolucionaria de la sociedad capitalista por parte del proletariado, decíamos, es posible la creación o construcción "en positivo" de una sociedad nueva y cualitativamente distinta, realmente libre de todas esas condiciones y características inhumanas, fetichistas, aberrantes, fatales. Una sociedad gestada y organizada de tal manera que sea imposible la explotación y dominación entre los seres humanos (y no humanos); una sociedad sin propiedad privada, trabajo asalariado, valor, clases, Estado, mercado, naciones, guerras, razas, géneros ni forma alguna de explotación y opresión; una comunidad humana real y mundial. Del mismo modo en que el proletariado, en tanto negación y disolución de todo lo humano por parte de la sociedad burguesa, sólo se afirma en su negación y autosupresión revolucionaria en tanto clase o humanidad proletarizada, lo cual es la médula de la revolución comunista en tanto abolición de la sociedad de clases. (En otro momento, reafirmaremos/desarrollaremos el tema de la dictadura
revolucionaria del proletariado cómo único modo o vía material e
histórica de lograr aquello.) Ya lo dijeron unos compañeros históricos de manera diáfana y contundente: "somos comunistas porque el comunismo es la negación más radical de esta sociedad que queremos destruir, la afirmación más clara de la sociedad que queremos construir."
Es por ello que el programa revolucionario, el programa del comunismo y la anarquía, más que un conjunto de afirmaciones, es un conjunto coherente de negaciones del mundo del Capital, de la mercancía, que es también el mundo de la democracia y la ideología, sus componentes y sus variantes. Como dirían unos compañeros actuales, no tenemos la receta mágica de la revolución -porque no existe-, pero sabemos bien todo lo que no queremos, todo lo que -dialéctica y revolucionariamente- negamos, y eso no es poca cosa.
Es por ello que el programa revolucionario, el programa del comunismo y la anarquía, más que un conjunto de afirmaciones, es un conjunto coherente de negaciones del mundo del Capital, de la mercancía, que es también el mundo de la democracia y la ideología, sus componentes y sus variantes. Como dirían unos compañeros actuales, no tenemos la receta mágica de la revolución -porque no existe-, pero sabemos bien todo lo que no queremos, todo lo que -dialéctica y revolucionariamente- negamos, y eso no es poca cosa.
Valga el "abc" arriba expuesto como una forma de presentar los siguientes materiales compañeros (textuales y audiovisuales) más o menos recientes, pues contienen algunas potentes negaciones vigentes o necesarias hoy en día, que no podemos dejar de recomendar su lectura, reflexión, discusión y difusión:
Contra la democracia: ¡¿Que falta democracia?! ¡NO, rotundamente NO! (GCI)
Contra la religión: Contra el Capitalismo, el Estado y la Religión. Unas palabras en torno a la ridícula visita del Papa Francisco [a México] (Materiales)
Contra el gestionismo y la autogestión: Carta abierta a los proletarios en Grecia (Cuadernos de Negación)
Por una red comunista antigestionaria (Francia)
Por una red comunista antigestionaria (Francia)
Contra la falsa dicotomía marxismo-anarquismo... contra la ideología, y contra la socialdemocracia:
Charla de unos compañeros "chilenos" grabada en audio
Charla de unos compañeros "chilenos" grabada en audio
Contra el pacifismo pero también contra la ideologización o fetichización de la forma violenta de la lucha proletaria: Crítica [compañera] de la ideología insurreccionalista (libro de Proletarios Internacionalistas, 2da. ed., marzo 2016)
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<<...el pensamiento de la historia, la dialéctica, el pensamiento que ya no se detiene en la búsqueda del sentido de lo existente, sino que se eleva al conocimiento de la disolución de todo lo que es; y en el movimiento disuelve toda separación. [...] El pensamiento de la historia no puede ser salvado más que transformándose en pensamiento práctico; y la práctica del proletariado como clase revolucionaria no puede ser menos que la conciencia histórica operando sobre la totalidad de su mundo.>>
<<Es en la lucha histórica misma donde es necesario realizar la fusión de conocimiento y de acción, de tal forma que cada uno de estos términos sitúe en el otro la garantía de su verdad. La constitución de la clase proletaria en sujeto es la organización de las luchas revolucionarias y la organización de la sociedad en el momento revolucionario: es allí donde deben existir las condiciones prácticas de la conciencia, en las cuales la teoría de la praxis [el pensamiento de la historia conciente] se confirma convirtiéndose en teoría práctica.>>
Guy Debord. La Sociedad del Espectáculo. 1967
<<La teoría revolucionaria es ahora enemiga de toda ideología revolucionaria y sabe que lo es.>>
<<...quienes quieran realmente revulsionar una sociedad establecida deben formular una teoría que explique fundamentalmente esa sociedad, o que por lo menos tenga visos de darle una explicación satisfactoria. Una vez esa teoría se haya divulgado un poco [más bien bastante], con tal que eso suceda en los enfrentamientos que turban el descanso público, e incluso antes de que haya sido exactamente comprendida, el descontento latente en todas partes se verá agravado y exasperado por la mera noticia vaga de la existencia de una condenación teórica del orden de las cosas. Y luego, cuando se empiece a librar con cólera la guerra de la libertad, todos los proletarios pueden convertirse en estrategas.>>