El
ébola, la pandemia que actualmente azota África Occidental (Liberia, Sierra
Leona, Guinea-Conakry, Nigeria...), cuyo epicentro es Liberia y que brotó en
marzo del presente año, según la Organización Mundial de la Salud-OMS ya va
dejando como secuela cerca de 5000 personas muertas y 10000 personas
contagiadas hasta el momento (octubre del 2014, incluidos algunos casos
aislados en EE. UU., España, Bolivia, entre otros).[1] Durante el mes de agosto, también
hubo algunas protestas, enfrentamientos con la policía e incluso saqueos a
propósito de esta peste en dicho país africano. En octubre nuevamente se registraron protestas aunque menos "violentas". Nosotros interpretamos esta
“crisis sanitaria” –así la nombran en los alarmistas medios de desinformación-
como una parte y un síntoma de la catástrofe capitalista generalizada mundial,
y estas protestas como luchas proletarias en defensa de la vida y por tanto
contra la lógica misma de este sistema de muerte, así no se asuman o
reivindiquen como tales.
En
la sociedad capitalista no existen las “catástrofes naturales”, en realidad
sólo existen las catástrofes sociales, es decir aquellas que afectan,
perjudican y matan a lxs que ya se llevan la peor parte de esta sociedad, a lxs
que no sufren sólo un agravio particular sino un agravio universal: lxs
proletarixs, de hecho, siempre son lxs más afectadxs, lxs que primero y más se
mueren en incendios, terremotos, tsunamis, pestes, guerras, etc. por doquier,
debido a que habitan en las peores viviendas situadas en los peores terrenos,
no tienen recursos para salvarse o para sobrevivir a la catástrofe, son carne
de cañón o ratas de laboratorio, etc. Y qué más catastrófico ya que una
cotidianeidad de esclavitud asalariada (sea como empleadxs sea como
desempleadxs e informales), de precariedad, de pobreza, de miseria, de
alienación, de muerte en vida... peor aún en África, históricamente uno de los
continentes más “pobres”, mejor dicho, más desiguales, violentos y devastados
del planeta. Por eso mismo son lxs proletarixs lxs que protestan, lxs que
luchan contra todo ese estado de cosas en defensa de su vida -literal y
crudamente hablando-. En este caso concreto, lxs proletarixs en Liberia que
todavía no fueron contagiados y no murieron con ébola protestaron por sus vidas
y, “para colmo”, la policía y el ejército los reprimieron.
Un niño liberiano herido por las fuerzas represivas durante las protestas de agosto. |
Este cuasi dantesco cuadro se explica por varias razones de fondo. Bajo el capitalismo lo que no produce valor debe morir, sobre todo en tiempos de crisis como el actual, en el cual el Capital, para reestructurar y recuperar el ciclo de su valorización, debe destruir, junto con las demás fuerzas productivas, a la principal fuerza productiva que existe: la fuerza de trabajo humana que ya no requiere o le “estorba”, o sea a lxs proletarixs desempleadxs, al proletariado excedentario o sobrante, porque éste al no trabajar y al no consumir lo suficiente, no valoriza y por tanto no le “sirve” al capital, sino que más bien puede ser “peligroso” para su orden social. ¿Cómo lo mata? Mediante guerras, mediante medidas de austeridad que matan de hambre y de depresión... y mediante estas pandemias de origen científico-militar-comercial: tal como el SIDA en los 70s y 80s (“coincidentemente” también en África) o como la gripe “porcina” hace unos años.[2] Sí: estas mortales enfermedades de laboratorio son armas biológicas terroristas y genocidas del Capital-Estado mundial contra el proletariado, más aún -como decíamos- en tiempos de crisis como el actual.[3]
En
este genocidio “sanitario” que hoy acontece en África tienen responsabilidad
directa y específica la agroindustria de exportación, la industria
biotecnológica, la industria farmacéutica y la industria militar
internacionales. La agroindustria de exportación porque ha expropiado y
desplazado a miles de campesinos liberianos a territorios agrestes donde –se
presume- han sido contagiados de este virus por parte de algunos animales
silvestres que lo portan. La industria biotecnológica y la industria
farmacéutica porque en realidad son las que producen y/o administran tanto la enfermedad
–esta y otras tantas- como la cura (o al menos el paliativo) que, a través de
Estados, empresas y ongs internacionales, la venderán masivamente para así
lucrar u obtener ganancias. Y sobre todo la industria militar o bélica, más
concretamente el Pentágono (de EE.UU.), porque un determinado sector de las
industrias biotecnológica y farmacéutica le pertenecen, porque protege mediante
la violencia y el terror estatales los mencionados intereses capitalistas y
porque, aparte de experimentar con él y contagiarlo mortalmente, así puede
reprimir o “neutralizar” al proletariado en caso de que se sacuda y se levante.
Cabe agregar que la industria extractiva internacional (en especial
algunas corporaciones estadounidenses, británicas y francesas) también es cómplice y
beneficiaria de esta catástrofe, considerando que Liberia es el tercer
exportador mundial de hierro, Sierra Leona es uno de los principales
exportadores de diamantes a nivel mundial, y Guinea posee grandes reservas de
bauxita, diamantes, oro y aluminio. Todo esto indica que no se trata de “la
terrible fuerza de la naturaleza” que “perjudica la economía local”, sino más
bien de una compleja maquinaria económica-militar-científica de muerte con
válvulas de escape para la crisis capitalista internacional en esa región del
planeta.[4]
Ahora
bien, no poca gente piensa y dice: “ojalá que encuentren rápido la cura para el
ébola” o al menos su paliativo.[5] Pero la cura o la medicina
es igual o peor que la enfermedad, como bien dice el refrán. Porque, desde que
existe, la medicina es un dispositivo del Capital-Estado para controlar
“biopolíticamente” a la población trabajadora, para mantener una “saludable”
esclava asalariada colectiva y clase dominada. La particularidad y gravedad de
este dispositivo de poder reside en que mediante él se puede decidir sobre la
muerte y por tanto sobre la vida.[6] Al igual que el trabajo,
la medicina es una tortura, otro tipo de tortura. Aparte de ser un negocio, la
ciencia médica o de la salud es la administración capitalista-estatal de la
muerte a plazos; en este caso muy concreto, de la muerte a plazos del
proletariado excedentario atacado por el ébola en África Occidental. Esto es lo que, en última instancia, explica la espectacular intervención "humanitaria" -y por poco "heroica"- de todo ese aparato médico y farmacológico internacional en dicho territorio.
Si
todo lo anterior suena escalofriante, maquiavélico, despiadado, inhumano... es
porque lo es. Mas no se trata de ninguna “conspiración” por parte de “poderosas
y perversas élites secretas”. No, en lo absoluto, que quede claro. Así mismo es
o así mismo funciona el capitalismo, nuestro enemigo mortal: un sistema
gobernado por el fetiche-capital (no por la humanidad) y sostenido por su
violencia estructural, un sistema inhumano, asesino, no sólo porque sólo le
interesa lucrar u obtener ganancia y no satisfacer las necesidades humanas,
sino porque para alcanzar tal fin no duda en matar “a sangre fría” y de
múltiples formas a todo lo que no produzca o genere valor. El Capital -y su
Estado- es el mayor genocida (y ecocida) que ha existido en la historia. Lo
realmente catastrófico y terrorífico no es que el ébola se propague, contagie y
mate más y más gente, sino este sistema fetichista y de muerte que es el
capitalismo.
De
allí que lo interesante y destacable de las protestas de agosto en Liberia, no
es que se dieron sólo debido a los cientos de cadáveres dejados en las calles y
a la cuarentena impuesta por el Estado, esto es debido a la “mala gestión” del
ébola, como salieron a decir los políticos, los médicos y los periodistas al
respecto; no, sino que fueron protestas tanto contra la enfermedad como contra
la medicina, contra la catástrofe y la muerte, contra la mercancía (saqueos) y
contra la policía (enfrentamientos); en fin, contra este sistema, aunque “no
sepan que lo están haciendo”. Porque –insistimos- este sistema funciona así: es
un sistema catastrófico y de muerte por naturaleza, depredador, antropófago.
Lxs proletarixs en Liberia lucharon contra todo esto en defensa de su vida,
aunque haya sido por instinto de supervivencia y no se hayan asumido como
clase. Por más esporádicas y fugaces que hayan sido, estas protestas poseen un
contenido universal: las necesidades humanas (en primer lugar la de vivir)
contra las necesidades de la dictadura democrática de la economía (de la
ganancia, el dinero, la mercancía, el valor). La Humanidad proletarizada contra
el Capital... Y no es un hecho menor que estxs proletarixs que protestaron por
sus vidas sean negrxs, ya que históricamente África es un continente de
conquista, colonialismo y “apartheid” capitalistas, y, por tanto, de lucha de
clases bajo una forma racial (como en Ferguson-EE.UU.)
Para
nosotros, proletarios revolucionarios, es de esperar que esta crónica situación
sea una chispa o un detonador para una lucha proletaria cada vez más
generalizada y más radical en esa histórica región del sistema-mundo
capitalista. Y, en un continente tan “extremo” y convulsionado como lo es
África, sino es ésta otra situación lo será (acaso nuevas huelgas de mineros en
Sudáfrica, nuevas luchas contra la industria petrolera en Nigeria, etc.).
Sabemos, sin embargo, que aquello no será inmediato y que la burguesía mundial
y regional ya ha tomado medidas de facto para evitarlo: las constantes guerras
intestinas en ese continente (entre fracciones de los ejércitos, guerras
étnicas y tribales, etc.), así como la instalación de una nueva base militar
del Pentágono en Liberia.
En
todo caso, tres cosas quedan claras: la situación mundial actual es totalmente
desastrosa, estamos en guerra, y para suprimir estas artificiales pestes
mortales –sus causas y sus efectos- habrá que suprimir o abolir mundialmente y
para siempre el sistema capitalista mediante la revolución proletaria. Y ésta
última sólo será posible si es que lxs proletarixs de todas partes, colores,
sexos y edades luchamos de manera radical, autónoma, organizada, unitaria y
conciente por nuestras necesidades humanas y por destruir lo que nos destruye:
el catastrófico mundo del Capital. Será esto ó perecer como especie y como
planeta.
Proletarios
Revolucionarios
Quito, Octubre 2014
***
“Podemos mencionar al menos cuatro factores
que han facilitado la aparición y diseminación de infecciones virales cada vez
más peligrosas, en los últimos 50 años:
- El desarrollo de la
industria pecuaria.
- La fabricación de
armas biológicas con fines militares.
- La expansión de la
industria farmacéutica y de biotecnologías.
- El empeoramiento de
las condiciones de vida de las poblaciones explotadas, hacinadas y estresadas
en enormes ciudades.
Estos son hechos
reconocidos por todo el mundo, y se dan dentro de un marco general que podemos
describir como el gran caos capitalista.
Este es un sistema al
que es inútil tratar de atribuirle alguna coherencia, porque no la tiene,
excepto por la coherencia con que busca perpetuarse a costa de la vida en este
planeta. Limitémonos por ahora a describir las fuerzas motrices que lo mantienen
funcionando: la preservación de la propiedad privada, la extracción de valor
del trabajo vivo, el incremento ilimitado del lucro mediante la producción y
compraventa de mercancías. Todo lo demás en este mundo existe o deja de existir
en función de estas realidades básicas, que dan forma a lo que llamamos
“capitalismo”. [...]
“Esta es la realidad.
Suprimir las condiciones que facilitan el desarrollo de peligrosas epidemias
pasa por suprimir la industria capitalista así como sus resguardos políticos y
militares.
Es más: si de verdad
quisiéramos eliminar el riesgo de pestes letales como la supuesta gripe porcina
[o el ébola], tendríamos que suprimir las investigaciones militares sobre
bacterias y virus, y por lo tanto una muy lucrativa rama de la industria bélica.
Además tendríamos que desmantelar la industria farmacológica que produce
medicamentos y los inocula prácticamente a la fuerza, para aumentar sus
ganancias. Por último, sería necesario transformar el modo en que las
sociedades producen e intercambian los bienes y servicios, ya que el modo
actual de producirlos conlleva inevitablemente la concentración de millones de
personas en estructuras urbanas caóticas e insalubres, en condiciones que
debilitan al organismo humano haciéndolo cada vez más dependiente de fármacos
que a la larga lo debilitan aún más.” [...]
“...No tiene sentido
hablar de una conspiración, si por ello entendemos un plan diseñado con
minuciosidad y ejecutado con precisión en cada detalle, por unos monstruos
enceguecidos por la sed de poder. [...]
La única conspiración
que debe importarnos es la conspiración de la que casi todo el mundo se ha
hecho cómplice, y que pretende que el modo de producción capitalista, este modo
de producir nuestra vida por intermedio de empresas y del Estado, es
insuperable y eterno.
El modo de producción
capitalista es el sacrificio de miles de millones de vidas, en favor del
crecimiento imparable de cifras abstractas almacenadas en sistemas
informáticos, cifras que a fin de cuentas expresan el poder de un puñado de
sicópatas sobre el mundo entero.
Ese poder se
derrumbaría en un abrir y cerrar de ojos si dejáramos de sustentarlo con
nuestra pasividad y conformismo de cada día.
Puede que en verdad
la pandemia de gripe [y de ébola] sea una operación mediática para
atemorizarnos.
Puede ser también que
secretamente hayan inoculado un virus para enriquecerse una vez más a costa de
nuestro sufrimiento, nuestro miedo y nuestra muerte.
Puede que todo haya
sido un accidente imprevisto y que ahora los poderosos estén tratando de lucrar
de él de la mejor forma posible, como hacen siempre.
Sea lo que sea, ir
por ahí aventurando hipótesis conspirativas es quedar reducido a una simple
antena repetidora de la confusión generalizada. [...]
El capitalismo no es
una conspiración orquestada por Donald Rumsfeld y sus amigotes, es un tipo de
relación social que rige en el mundo entero, y en la que todos y cada uno de
nosotros toma parte. Es esa relación social en que tratamos nuestra propia
actividad humana, nuestra capacidad de crear y producir, nuestra sociabilidad,
nuestra fuerza de trabajo, como si fuera una mercancía más que se compra y se
vende en el mercado. Si millones de personas se negaran a seguir reproduciendo
esa relación social, si se negaran a vender su fuerza de trabajo por dinero,
ese sería el principio del fin del sistema tecno-industrial, militar y político
que nos oprime.” [...]
“...Lo que define al
capitalismo no son sus excesos, sino la aplastante normalidad de su
funcionamiento cotidiano.
La enajenación del individuo
bajo el capitalismo alcanza su punto culminante cuando éste reacciona
atemorizado ante una pandemia de gripe [o de ébola], o indignado ante la
posibilidad de que sea una farsa, después de haber tolerado tranquilamente las
miserables condiciones de vida que en primer lugar hicieron posible la pandemia
o su simulación engañosa.
El capitalismo no es
peor hoy día de lo que era hace un mes, antes de que se hablara de la peste. Es
sólo que hoy día está más completo. Y lo estará más aún en el futuro, cuando la
acumulación de absurdas catástrofes y confusiones nos haga sentir que realmente
estamos en el infierno.
Pero si el
capitalismo sólo se está aproximando a su realización más plena, ¿cómo es que
seguimos siendo indiferentes a la guerra librada durante generaciones contra el capitalismo?
En 1918, cuando la
pandemia de gripe mató a unas 60 millones de personas, en muchos poblados los
únicos que se salvaron de la enfermedad fueron los que se negaron a ser
vacunados.
Por la misma época,
en todo el mundo: de Petrogrado a la Patagonia, de Canadá a la India, de China
a Italia, de Argentina a Alemania, millones de explotados se movilizaron
espontáneamente para acabar con este orden social que los humillaba y
asesinaba, igual que a nosotros hoy día. La huelga general, la insurrección, el
sabotaje, la propaganda escrita y verbal, la organización y la acción directa
fueron algunas de sus armas, y siguen siendo las armas contra este sistema de
muerte, hoy tanto como ayer.” (Extractos
de Ya es hora de que esto termine.
Comunización. 2009.)
[1] Una
pandemia es la afectación de una enfermedad infecciosa de los humanos a lo
largo de un área geográficamente extensa, que puede abarcar inclusive varios
países y hasta varios continentes. Peste o plaga son sus sinónimos. El ébola
está catalogado dentro de las 10 pandemias más letales en la historia de la
humanidad.
[2] Sobre el SIDA, es muy recomendable la
lectura de los artículos “¡El SIDA, puro producto de la Ciencia!” y “¿Los orígenes del SIDA en 1959? ¡La ciencia se retracta discretamente!”
en Comunismo N° 33 (julio 1993) y N° 39
(noviembre 1996), respectivamente. Y sobre la llamada gripe “porcina”, el
artículo de Comunización del año 2009 titulado Ya es hora de que esto termine. Sobre la pandemia de gripe anunciada en los
medios de desinformación.
[3] Aquí hay que señalar que el ébola no
es para nada una enfermedad reciente, sino que brotó en los 60s y luego
reapareció en los 80s y 90s. De modo que no es “accidental” que se haya
reactivado, expandido y mantenido tanto hoy en día, sino que es ni más ni menos
que para matar proletarios sobrantes y así contrarrestar la crisis de
valorización generalizada en África.
[4] Véase: “Algunas cosillas sobre el ébola”; “El ébola, negocio del Pentágono”; “Ébola: lucha de clases en el corazón de las tinieblas”; “Ébola o la quiebra moral del capitalismo”.
[5] Así los medios de desinformación digan lo contrario, la cura para el ébola –y para otras enfermedades mortales- ya existe, pero se la oculta o se la administra por dosis en forma de paliativos, porque de lo que se trata es de administrar científica y rentablemente la muerte o el sacrificio de miles de proletarixs en aras del dios-capital.
[5] Así los medios de desinformación digan lo contrario, la cura para el ébola –y para otras enfermedades mortales- ya existe, pero se la oculta o se la administra por dosis en forma de paliativos, porque de lo que se trata es de administrar científica y rentablemente la muerte o el sacrificio de miles de proletarixs en aras del dios-capital.
[6] Por esta razón los médicos son los
profesionales acaso más cotizados y bien pagados en el mercado laboral
capitalista, así como también son los más detestablemente arrogantes y
deshumanizados. No son “asesinos” propiamente dichos, pero a veces sí son
“matasanos”: son unos torturadores científicos, anti-bióticos (anti-vida)
personificados y tecnoburocratizados.