1 de mayo de 2020

1° de Mayo Internacionalista, Anticapitalista y Revolucionario

Compañeras y compañeros, este 1º de Mayo la memoria y la lucha no se apagan. Invitamos a la transmisión en vivo donde compartiremos reflexiones, lecturas y música.

Viernes a las 17 hs. (ARG-URU-PAR) / 16 hs. (CHI-BOL-VEN) / 15 hs. (MEX-ECU-PER-COL) / 22 hs. (ESP)


Temperamento Radio en YouTube: https://youtu.be/-lq_KBhgbhY


El trabajo mata. El trabajo enferma. «Me matan si no trabajo y si trabajo me matan.» La existencia del trabajo mata, tengamos o no un empleo. Matan e invalidan los automóviles que transportan o van y vienen del trabajo. Matan, invalidan y enferman las máquinas del taller y la fábrica. Mata, golpea y humilla la división sexual del trabajo. Mata y envenena la producción de alimentos y materias primas. Mata y hambrea y la falta de trabajo. Mata mediante suicidio y enferma la falta de trabajo. El trabajo es la peste.

Luchemos por abolir la sociedad del trabajo, y por tanto de la propiedad y de su administrador: el Estado.

¡Viva el 1° de mayo! ¡Viva la revolución social!

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Boletín La Oveja Negra N° 70 (Mayo 2020) - Descargar PDF


«¡Abajo el trabajo!

Desde el comienzo dijimos que no se trata de accidentes. Porque hay desidia y desprecio de los patrones, sea este un particular o el mismísimo Estado. Estos “accidentes” son responsabilidad absoluta de quienes mantienen y se benefician de este orden capitalista: patrones, empresarios, sindicalistas y gobernantes. Ellos son quienes calculan las pérdidas en dinero, se rompa una maquinaria, se pierda una licitación, pierdan un juicio o se muera un trabajador.

No fueron hechos aislados, son el resultado del ahorro patronal, de la falta de control estatal en connivencia con los sindicatos. Podemos afirmar que si pudieron evitarse no son accidentes, son asesinatos. Pero ¿pueden evitarse completamente? La triste realidad es que no, porque como señalábamos al comienzo de eso se trata el mundo del trabajo: de generar ganancias y no de crear lo necesario para vivir y cuidar a quienes trabajamos. Esto queda demostrado en las denominadas “huelgas a reglamento” (o “huelgas de celo”), la cual consiste en que los trabajadores cumplan estrictamente la normativa laboral de salud e higiene, y con rigurosa aplicación de las disposiciones de los convenios laborales. Esto causa una paralización de la actividad, dejando en evidencia que el trabajo precisa hacerse mal, rápido y a lo bruto para que funcione y genere las ganancias necesarias.

Hay, entonces, una necesidad que nos lleva más allá del trabajo, y es la de generar una profunda transformación social.

Es a partir de nuestras condiciones de existencia que sacamos las lecciones para “hacer teoría” y no tenemos “principios” previos a los hechos. El malestar y la necesidad que padecemos quienes trabajamos, las situaciones de precariedad y peligro a las que nos vemos sometidos, nos fuerzan a tomar conciencia de la sociedad en la que estamos y a la cual contribuimos día a día a mantener. De nosotros depende ampararnos en personajes que nos quieren dirigir y nos llevan a diversos callejones sin salida o comenzar a pensar y explorar otras posibilidades. Para esto es importante que no confundamos la defensa de la fuerza de trabajo con la defensa de la fuente de trabajo. Ni defendamos la ganancia de los explotadores. Ni confiemos en quienes viven de nuestro esfuerzo. No sirve atacar individuos sin atacar su rol social. Es cierto que la injusticia no es anónima, tiene nombre y dirección, pero cambiarle el rostro y mudarla no acaba con la injusticia.

En 1886, los proletarios revolucionarios recordados como “los mártires de Chicago” luchaban en lo inmediato por las 8 horas, es decir, por trabajar menos. Y luchaban también por la revolución social, por el comunismo y la anarquía. La revolución social no es algo diferente de nuestras necesidades urgentes, aunque tampoco es simplemente la suma de nuestras reivindicaciones inmediatas. Las reivindicaciones por menos horas de trabajo o para no exponernos a determinados riesgos en nuestros lugares de trabajo, manteniendo el mismo salario, son un ataque directo a nuestros explotadores, a su ganancia. Asumamos esa lucha hasta el final.

Y eso significa reapropiarnos de los medios para la satisfacción de las necesidades de alimento, techo, vestimenta, placer, comunicación y transporte, con el objetivo de atacar al Capital y abolir las clases sociales y el Estado. El salto entre las revueltas y la revolución no se resuelve con una unificación política o sindical del proletariado sino por las rupturas necesarias con el orden existente.

¡Viva el 1° de mayo! ¡Viva la revolución social!»

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EL TRABAJO ES UN CRIMEN
Herman J. Shuurman (Holanda, 1924)
Lazo Ediciones (Rosario-Argentina, 2019)

«Hay, en el lenguaje, algunas palabras y expresiones que debemos suprimir, porque designan conceptos que forman el contenido desastroso y corruptor del sistema capitalista.
Comenzando con la palabra “trabajar” [werken] y todos los conceptos relacionados con ella – trabajador u obrero [werkman of werker] – tiempo de trabajo [werktijd] – salario [werkloon] – huelga [werkstaking] – desocupado [werkloos].
El trabajo es la afrenta y la humillación más grande que la humanidad ha cometido contra ella misma.
Este sistema social, el capitalismo, está basado en el trabajo; ha creado una clase de hombres que deben trabajar —y una clase de hombres que no trabajan. Los trabajadores son obligados a trabajar, sino mueren de hambre. «Quien no trabaja no come», profesan los poseedores, que por otro lado pretenden que calcular y embolsarse sus ganancias, también es trabajar.
Hay desempleados y desocupados. Si los primeros están sin trabajo sin tener la culpa, los segundos simplemente no trabajan. Los desocupados son los explotadores que viven del trabajo de los trabajadores. Los desempleados son los trabajadores a los que no se les permite trabajar, porque no pueden sacar provecho de eso. Los propietarios del aparato de producción fijaron el tiempo de trabajo, instalaron los talleres y ordenaron en qué y cómo los trabajadores deben trabajar. Éstos reciben justo lo suficiente para no morir de hambre y a penas son capaces de alimentar a sus hijos durante sus primeros años de vida. Luego estos hijos son instruidos en la escuela el tiempo necesario para poder ir a trabajar cuando les toque el turno. Los poseedores también hacen instruir a sus hijos para que ellos también sepan cómo dirigir a los trabajadores.
El trabajo es la maldición más grande. Produce a hombres sin espíritu y sin alma.
Para hacer trabajar a los demás en su beneficio, se debe tener poca personalidad, y para trabajar se debe tener también poca personalidad; es necesario arrastrarse y traficar, traicionar, engañar y falsificar.
Para el rico pudiente, el trabajo (de los trabajadores) es el medio de procurarse una vida fácil. Para los trabajadores es una carga de miseria, un triste destino impuesto desde su nacimiento, que les impide vivir decentemente.
Cuando paremos de trabajar, la vida comenzará por fin para nosotros. El trabajo es el enemigo de la vida. Un buen trabajador es una bestia de carga con patas rugosas, mirada embrutecida y sin vida.
Cuando el hombre se vuelva consciente de la vida, no trabajará nunca más.
Con esto no quiero decir que simplemente haya que abandonar al patrón mañana y ver luego cómo hacer para comer sin trabajar, con la convicción de que así comienza la vida. Ya es de por sí bastante malo estar constreñidos a vivir sin un florín y no trabajar, teniendo desde entonces, en la mayoría de los casos, que vivir a costa de los compañeros que tienen trabajo. Si eres capaz de ganarte el pan saqueando y robando —como dicen los honestos ciudadanos— sin hacerte explotar por un patrón, mejor que mejor; pero sin embargo no creas que así se resuelve el gran problema. El trabajo es un mal social. Esta sociedad es enemiga de la vida y es sólo destruyéndola, junto con todas las sociedades de animales laborales que la sigan —es decir revolución tras revolución— que el trabajo desaparecerá.
Es sólo entonces que vendrá la vida —la vida rica y plena— donde cada uno llegará, a través de sus instintos puros, a crear. Entonces cada hombre será creador de su propio movimiento, y producirá únicamente lo que es bueno y bello: lo que es lo necesario. Entonces no habrá hombres–trabajadores, entonces cada uno será hombre; y por necesidad vital humana, por necesidad interior, cada uno creará inagotablemente lo que, bajo condiciones razonables, cubra sus necesidades vitales. No habrá un horario de trabajo ni un lugar de trabajo, ni gente desocupada o desempleada. Sólo entonces habrá vida —una vida grandiosa, pura y cósmica, y la pasión creadora será la felicidad más grande de la vida humana sin constreñimiento, una vida donde no existan las cadenas del hambre ni del salario, del tiempo ni del espacio, y donde no habrá más explotación por parte de los parásitos—.
Crear es un placer intenso, trabajar es un sufrimiento intenso.
Bajo las relaciones sociales criminales actuales, no es posible crear.
Todo trabajo es un crimen.
Trabajar es colaborar con la creación de la ganancia y la explotación; es colaborar con la falsificación, con el engaño y el envenenamiento; es colaborar con los preparativos de guerra; es colaborar con el asesinato de toda la humanidad.
El trabajo destruye la vida.
Si lo comprendemos bien, nuestra vida tomará otro sentido. Si sentimos en nosotros mismos ese impulso creador, se expresará a través de la destrucción de este sistema cobarde y criminal. Y si, por las circunstancias, debemos trabajar para no morir de hambre, hace falta que a través de este trabajo, contribuyamos al hundimiento del capitalismo.
¡Si no trabajamos por el hundimiento del capitalismo, trabajamos por el hundimiento de la humanidad!
He ahí el porqué nosotros vamos a sabotear conscientemente cada empresa capitalista. Cada patrón sufrirá pérdidas causa de nosotros. Allí, donde nosotros, jóvenes rebeldes, seamos obligados a trabajar, las materias primas, las máquinas y los productos serán obligatoriamente puestos fuera de funcionamiento. Saltarán a cada instante los dientes del engranaje, los cuchillos y las tijeras volarán en pedazos, las herramientas más indispensables desaparecerán de la vista —nos enseñaremos los unos a los otros las formas y maneras de hacerlo—.
No queremos ser destruidos por el capitalismo: por eso el capitalismo debe ser destruido por nosotros.
Queremos crear como hombres libres, no trabajar como esclavos; por eso vamos a destruir el sistema de la esclavitud. El capitalismo existe gracias al trabajo de los trabajadores, ahí el porqué no queremos ser trabajadores y por qué vamos a sabotear el trabajo.»