6 de febrero de 2015

Ya salió Ellos no pueden parar la revuelta # 2



ELLOS NO PUEDEN PARAR LA REVUELTA # 2: 
¡Contra la Guerra Imperialista! (Primera Parte)
Invierno 2014-2015


Sumario

- Editorial
- A 100 años de la Primera Guerra Mundial
- Memoria: La catástrofe mundial
- Especial. Ucrania: crisis, lucha de clases, contrarrevolución y guerra imperialista
- Apéndices I, II y III  
- Recomendaciones

***

Presentación

La
 lucha, la guerra de clases en la que –lo asumamos o no- estamos inmersos los proletarios en esta sociedad no puede reducirse a un simple enfrentamiento con un abstracto “ellos”: los burgueses. La burguesía, en tanto que clase representante del Capital, es la clase explotadora y dominante en este antagonismo de clases, pero éste no podría existir sin el proletariado: clase explotada y revolucionaria a la vez; en verdad, cualquiera de los dos polos del antagonismo es nada sin el otro.
Nuestra clase está condicionada de principio a fin por esta relación de clases, por este modo de producción, y la revolución no se trata ni más ni menos que de acabar con aquello que somos: proletarios, demoliendo a su vez todo el edificio social: burguesía, Estado, valor, mercancía, Capital, trabajo asalariado, cárceles, patrias, guerras, ideologías, religiones y todo tipo de opresión (sexual, racial, sobre la naturaleza...). Se trata de abolir la propiedad privada sobre las condiciones y medios de existencia, dar fin a toda alienación y separación como seres humanos, destruir lo que nos destruye, y reapropiarnos de nuestras vidas.
El comunismo –o, si se prefiere, la anarquía-, en tanto que movimiento real de negación y destrucción del orden social capitalista, surge de ese antagonismo a la vez que forma parte activa y conciente del mismo, es asumir ese antagonismo y su posible supresión revolucionaria. Es comprender nuestro rol en el sistema capitalista de producción y no resignarse a una realidad estática que solo puede reproducirse a sí misma, es plantear abiertamente –y consecuentemente, en la práctica- la revolución como ruptura total de la reproducción capitalista de la vida cotidiana, y la revuelta como el preludio de dicha ruptura.
Si bien es evidente que la revolución y la revuelta son dos cosas diferentes, no dejan de guardar una estrecha relación entre sí. La revolución abarca dimensiones más profundas y de largo alcance: la totalidad de la sociedad y de la vida, puesto que, pese al caos que conlleva su espiral ascendente y explosiva, ésta ya busca dirigirse en los actos por y hacia un programa histórico claro y concreto –la abolición de todos y cada uno de los fundamentos del sistema capitalista-, contra enemigos muy bien identificados y con un nivel de actividad y organización por parte de los proletarios insurrectos que esté orientado a llevarles a la victoria: la revolución universal, la destrucción del capitalismo, la instauración del comunismo anárquico.
Mientras que la revuelta, pese a la volcánica potencia con la que emerge, se caracteriza por comprender sólo periodos breves de tiempo y espacio, además de no siempre poseer un programa claro y concreto sino más bien uno confuso y disperso, así como por estar limitada por sus propias debilidades, sobre todo programáticas, organizativas y de métodos y formas de lucha.
Y sin embargo todos los periodos revolucionarios de la historia estuvieron precedidos por revueltas: esta constante histórica nos permite afirmar que el periodo que actualmente vivimos, así como el que se avecina, no será la excepción: un periodo de catástrofe capitalista y revuelta proletaria, de guerra imperialista y guerra de clases a nivel global.
En este sentido, también es válido reconocer que, como explotados y oprimidos que somos, saludamos las revueltas y luchas actuales de nuestros hermanos de clase en todas partes y deseamos fervientemente que sean las últimas que existan en la historia para transformarse en revolución proletaria mundial; que día tras día deseamos –y necesitamos- con todo nuestro ser “que ya se acabe toda esta mierda” capitalista que nos anula y mata a diario y cuya única promesa es extinguirnos como especie y como planeta.
Pero al mismo tiempo sabemos bien que la revolución no será un apocalíptico regalo de la historia al cual habremos de esperar sin hacer nada hasta que “estén dadas las condiciones”, ni tampoco que tendremos que autocomplacernos con una ideología y/o un estilo de vida supuesta e ilusamente “revolucionarios”.
Al contrario: dependerá de lo que, al calor y en el seno de las mismas luchas, hagamos -o no- como clase, como proletariado para reapropiarnos de las lecciones de los periodos revolucionarios anteriores y convertirlas en directrices prácticas para las luchas actuales y futuras, y sobre todo para constituirnos en fuerza real, autónoma, revolucionaria y contundente, de magnitud internacional e histórica, a fin de combatir, destruir y superar para siempre esta inhumana sociedad de clases –y sus representantes- y, en cambio, gestar y desarrollar libre, plenamente la comunidad humana mundial... En fin, dependerá de lo que hagamos –o no- para luchar por defender e imponer nuestras necesidades humanas contra las del capital, para emanciparnos totalmente, para la libertad y la vida humana reales, para la revolución hasta el fin, para el comunismo y la anarquía.
Todo esto a contracorriente y con intransigencia, con pasión y coraje, con compromiso y seriedad, metiendo toda nuestra sangre en ello. Porque, hoy más que nunca, con la revolución social los proletarios no tenemos nada que perder más que nuestras cadenas; tenemos, en cambio, una verdadera vida que ganar y que vivir.
Hermanos/as proletarios/as: esta revista es un pequeño esfuerzo teórico-práctico internacional e internacionalista que apunta a la crítica radical de este mundo para subvertirlo, es una expresión y una herramienta –más- de y para la lucha revolucionaria de nuestra clase contra la bestia capitalista. Les alentamos y les agradecemos entonces su discusión, reproducción y difusión por todos los medios y latitudes posibles.

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