30 de julio de 2024

REFLEXIONES (AUTO)CRÍTICAS SOBRE EL DERROTISMO REVOLUCIONARIO HOY

Presentación

Decidimos publicar este texto inédito por dos razones. 1) Porque la Semana de Acción en Praga y su lista de correo, a la cual lo enviamos primero hace dos meses (últimas semanas de mayo de 2024), ya fueron.[1] Y 2) porque recibió un par de comentarios críticos por parte de compañeros de otras regiones con su respectiva respuesta por nuestra parte vía correspondencia; es decir, generó un debate internacionalista (todavía en curso) sobre el derrotismo revolucionario alrededor de Palestina y Ucrania, que esperamos contribuya a los proletarios revolucionarios de todas partes hoy en día y, a su vez, reciba más contribuciones suyas. Cabe agregar que, al ser un debate en curso, este es todavía un material semielaborado.

Por otro lado, las calumnias que, so pretexto de estas reflexiones críticas, hicieron contra nosotros otro par de individuos despreciables que se abanderan de la izquierda comunista no tienen cabida dentro de este debate, sino que sólo las mencionamos aparte para diferenciarlas y distanciarlas del mismo. Porque, así como estamos a favor del debate en tanto que herramienta de clarificación y avance de la praxis revolucionaria, así mismo estamos en contra de la calumnia en tanto que práctica contrarrevolucionaria venga de quien venga.

Tanto lo uno como lo otro tiene lugar en condiciones materiales de existencia y luchas de clases con más diferencias que continuidades que las de hace un siglo, principalmente debido al alto grado de desarrollo de las fuerzas productivas/destructivas del capitalismo, la profundización de la subsunción real del trabajo al capital y la crisis de reproducción de la relación de clase, más otros factores no económicos que hoy en día son importantes (ecológico, geográfico, histórico, político, nacional, étnico, de género, etc.); un contexto histórico-mundial de crisis catastrófica y contrarrevolución capitalistas; una burguesía mundial en decadencia pero a la ofensiva y cada vez más genocida (y ecocida); un proletariado mundial cada vez más numeroso, joven y educado pero en la precariedad y a la defensiva, mejor dicho, derrotado, debilitado, aislado, desorganizado y confundido como clase antagonista; y, por tanto, una necesidad de defensa y, al mismo tiempo, de replanteamiento del internacionalismo proletario y el derrotismo revolucionario contra la guerra y la paz capitalistas, por parte de sus minorías radicales.

Defensa y replanteamiento revolucionarios sin nostalgia del pasado, sin ilusiones y sin sectarismos —a diferencia de la izquierda comunista—, a fin de que no sea un dogma estéril ni un «don quijotismo», sino una posición, una perspectiva y una práctica con la suficiente potencia de resistir y superar la relación de fuerzas actualmente desfavorable para el proletariado mundial. Teniendo claro que esto último será obra de la dinámica y el devenir histórico de sus propias luchas actuales y de nadie más.

 

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Sin nostalgia del pasado, sin ilusiones y sin sectarismo, esperamos que nuestros materiales[2] sirvan en algo para la reflexión, la discusión y la acción colectiva por el internacionalismo proletario y el derrotismo revolucionario reales, en el presente y el futuro.

Sin nostalgia del pasado

Porque, de acuerdo con los compañeros de Vamos Hacia La Vida (región chilena) en uno de sus últimos textos sobre Palestina,[3] el internacionalismo proletario y el derrotismo revolucionario ya no son ni pueden ser los mismos que los de hace un siglo, por el simple hecho de que las condiciones materiales del capitalismo y del antagonismo de clases ya no son las mismas. En ese sentido materialista histórico, no son invariantes.

Después de la «Segunda Guerra Mundial», y sobre todo después de la crisis y reestructuración de 1975, el capitalismo mundial transitó a la fase de subsunción real o dominación real del capital sobre el trabajo y la sociedad toda, la implicación recíproca entre el capital y el proletariado, y el movimiento obrero propiamente dicho fue desestructurado por la automatización y la financiarización. Desde entonces, la relación trabajo/capital está en crisis estructural: la proporción de trabajo vivo o capital variable —única fuente de valor y plusvalor— es cada vez menor con respecto a la proporción de trabajo muerto o capital constante —principalmente, tecnología de punta—. En consecuencia, hay caída de la tasa de ganancia y desvalorización. Este es el núcleo material de la larga catástrofe capitalista en la actualidad.

Lo que pasa es que la lógica del modo de producción capitalista de mercancías —producir por producir valor y acumular por acumular capital— es catastrófica: sólo puede existir a costa de depredar la naturaleza y la clase trabajadora sin cesar. La catástrofe no es la excepción, es la regla. El progreso capitalista es catastrófico. Su mayor éxito es su mayor fracaso. Más claro: el desarrollo histórico del capitalismo, inseparable del antagonismo de clases, produce las condiciones materiales de su propia disolución. En los Grundrisse y El Capital, Marx previó esta tendencia sistémica o este futuro de la sociedad capitalista. Y el futuro es hoy.

Por consiguiente, el capitalismo hoy es como un cadáver que camina con respiradores artificiales: capital financiero, guerras, narcotráfico, pandemias, etc. Expandiendo y agravando así su catástrofe. La contrarrevolución capitalista es la administración estatal —y paraestatal— cada vez más violenta de esta catástrofe, principalmente para prevenir o, en su defecto, aplacar cualquier atisbo de revolución proletaria, como lo han sido las revueltas e insurrecciones en lo que va del siglo XXI. Porque el capitalismo no se terminará de morir ni se enterrará por sí solo. El proletariado es el sepulturero del capitalismo… y de sí mismo como clase explotada y dominada para devenir comunidad real de individuos libremente asociados a fin de desarrollar y vivir todas sus potencialidades, en equilibrio con la naturaleza.

Por su parte, la mayoría del proletariado ya no es la clase obrera fabril o el proletariado industrial (que, por cierto, es «el eterno ausente» en las luchas actuales pero que «lo solucionaría todo», según los obreristas nostálgicos, incluidos algunos «comunistas de izquierda»), sino un proletariado intermitente global en todos los sectores de la economía —desde la agricultura hasta los servicios—, rodeado por un proletariado excedentario o sobrante. Esta es, pues, la época del ejército mundial de reserva. De allí que cuando el proletariado —asalariado y no asalariado— hoy combate la explotación capitalista en sus diferentes formas, también se pone en entredicho a sí mismo como clase; y, que las revueltas de este siglo terminen siendo luchas sin demandas, puesto que ya no hay nada que reivindicar o mejorar dentro del capitalismo, sino que es necesaria una nueva sociedad mediante la revolución comunista.

En efecto, desde la perspectiva de la dialéctica materialista, lejos de hacerle concesiones al realismo capitalista («más fácil es pensar en el fin del mundo que en el fin del capitalismo») y a la socialdemocracia, las condiciones materiales, la catástrofe, la contrarrevolución y las luchas actuales determinan que la revolución comunista mundial sin transiciones ni mediaciones o, para ser más precisos, la abolición inmediata del capital, el trabajo, las clases sociales, el Estado, el mercado, las fronteras nacionales, las guerras, etc. sea más necesaria y posible que nunca. (Por si acaso, inmediato no significa instantáneo, sino sin mediaciones. Por eso no hay que confundir la inmediatez del comunismo con el inmediatismo.)

El período histórico actual es el período de la revolución concebida como comunización en tanto superación producida del actual ciclo de luchas —abolición de la sociedad de clases, empezando por el propio proletariado—, y de la Comuna Mundial entendida como la red global centralizada de comunas regionales y locales no estatales ni mercantiles. Comunas que serán el resultado y la condición de un movimiento insurreccional a escala global. La revolución comunista es insurrección y comunización al unísono o no es. Todo lo demás es contrarrevolución capitalista, incluso si se disfraza de «la revolución».

Además, considerando que la catástrofe ecológica global está devastando el planeta y amenaza seriamente la supervivencia de la especie humana, la consigna revolucionaria de esta época ya no es «socialismo o barbarie» —como formularon los revolucionarios de hace un siglo—, porque el socialismo demostró ser una variante histórica del capitalismo y porque ya padecemos la barbarie o catástrofe capitalista día tras día. Es Comunismo o Extinción.

Este es el contexto real actual en el que se desarrolla el capitalismo, el antagonismo de clases y, por tanto, las acciones y posiciones revolucionarias del proletariado tales como el internacionalismo y el derrotismo frente a la guerra en Ucrania y Palestina.

Sin ilusiones

Porque hay que estar conscientes de que, a causa del carácter contrarrevolucionario del actual contexto histórico-mundial, transformar la guerra imperialista en guerra de clases revolucionaria internacional hoy no está a la orden del día, por lo que defender las posiciones del internacionalismo y el derrotismo revolucionarios es, en todas partes, una lucha minoritaria, a contracorriente e inefectiva en términos de cambiar la correlación de fuerzas sociales; que, por eso mismo, es una lucha que implica mucho valor, fortaleza y templanza de nuestra parte, mejor dicho, mucha intransigencia proletaria, tanto contra la derecha del Capital (imperialismo, chovinismo, sionismo, fascismo, belicismo, etc.) como contra la izquierda del Capital (antiimperialismo, liberación nacional, antifascismo, liberalismo, pacifismo, etc.); y que, a pesar de ello, no estamos solos ni equivocados, compañeros: por eso es que existen iniciativas como esta para construir una comunidad apátrida de derrotistas revolucionarios.

En otras palabras, el derrotismo revolucionario hoy en día no es una posición ofensiva, sino una posición defensiva, dado que en la relación de fuerzas global el proletariado se encuentra a la defensiva con respecto a la ofensiva permanente de la burguesía mundial.

Sin sectarismo

Porque lo anterior no significa encerrarse en una secta o gueto ideológico-político. Eso sería reproducir «desde abajo» la lógica mafiosa del capitalismo, como ya lo han hecho algunas organizaciones «comunistas de izquierda» y «anarquistas» que no en vano no han sido invitadas a este encuentro, ya que sólo buscan adoctrinar y reclutar adeptos —igual que las sectas religiosas de «el fin del mundo» y «la segunda venida de Jesucristo»—, mas no tejer una comunidad de lucha internacionalista que sea históricamente operante y relevante.

Como bien dicen ustedes en uno de sus documentos: «Sabemos que los revolucionarios nunca podrán crear un movimiento contra la guerra. No pueden (ni quieren) aportar ninguna conciencia al proletariado, porque ésta sólo puede resultar de las condiciones materiales en las que se encuentra el proletariado y de la lucha de nuestra clase contra estas condiciones.»

En ese sentido, nosotros afirmamos: tarde o temprano, sólo la misma catástrofe capitalista y la lucha de clases global en curso harán factible transformar la guerra imperialista en revolución social mundial; sólo ese movimiento dialéctico de la realidad actual producirá una coyuntura revolucionaria donde las minorías comunistas podamos incidir realmente en la insurrección y la comunización masivas de todo lo existente en todo el mundo. La lucha es el camino.

¿Qué hacer? Junto con afilar nuestras armas teóricas y organizativas, fortalecer nuestras redes de solidaridad, comunicación y agitación al calor de las luchas concretas actuales de las masas proletarias —con sus límites y sus potencias—, a fin de contribuir a producir la ruptura revolucionaria generalizada, es parte vital de ese camino.

¿Por qué? Porque, como ustedes mismos afirman en el documento del Congreso Contra la Guerra (marzo de 2024), «las manifestaciones actuales de resistencia, por contradictorias y fragmentadas que sean, contienen sin duda el germen de una polarización social que puede convertir las guerras entre Estados en un enfrentamiento de clase.» Porque el proletariado es sus luchas y es una contradicción en proceso (ej. la Intifada en Palestina). Porque la acción masiva es mucho más importante y determinante que la ideología grupuscular para criticar y superar tal contradicción, así como para enfrentar la guerra y la paz capitalistas (ej. las redes de desertores en la frontera ruso-ucraniana, las acciones de bloqueo al comercio internacional de armas por parte de trabajadores portuarios, las tomas de las Universidades en EE.UU. y otros países por parte de sus estudiantes y profesores, etc.). Porque el comunismo no es una ideología, sino el movimiento real que subvierte las condiciones existentes, incluso si sus protagonistas no mencionan la palabra comunismo —o anarquía—. Y porque, como bien decía Marx, un paso adelante del movimiento real vale más que una decena de programas… y de congresos. 

Por último, pero no menos importante: ¿por qué son necesarias estas reflexiones (auto)críticas? Porque la revolución proletaria se critica y supera a sí misma o se estanca y degenera en contrarrevolución.

Fraternamente,

Proletarios Hartos de Serlo

Quito, 19 de mayo de 2024

 

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DEBATE INTERNACIONALISTA (en curso)

Comentario crítico de Un compañero internacionalista de la región española (junio de 2024)

«Lo de siempre, toman por derrotismo lo que no es y de ahí que pueda ser variante. Cómo no va a ser invariante el derrotismo, es decir, la lucha contra tu propia burguesía, tu propio explotador. Cómo no va a ser en Palestina lo invariante la lucha contra su propio Estado (Estado de Israel), su propia burguesía (Combinación burguesía israelí y los subcontratistas palestinos —léase ANP o Hamás). Cómo no va a desarrollarse así el derrotismo. Se confunde su corolario (confraternización de ejércitos) como si fuera el todo y además ni se entiende los momentos de la guerra imperialista (guerra de frente, de gendarmería y de ocupación) y los momentos que implica recíprocamente en el derrotismo.»

Comentario crítico de Tridni Valka / Grupo Guerra de Clases de la región checa (julio de 2024)

«Creemos (a diferencia de ustedes) que el derrotismo revolucionario como práctica proletaria y como posición programática extraída de ella es y tiene que ser la misma. Es importante señalar que la esencia de la guerra capitalista sigue siendo la misma. Independientemente de lo que las diferentes ideologías intenten persuadirnos, todas las guerras son ante todo guerras contra el proletariado. Por lo tanto, el proletariado tiene y siempre ha tenido una sola respuesta a la guerra capitalista: el derrotismo revolucionario.

Podemos, por supuesto, discutir sobre las diferentes formas, las diferentes expresiones materiales que el derrotismo revolucionario tomará hoy en comparación con el pasado. También tenemos que tener en cuenta las condiciones materiales que determinan al proletariado y su capacidad para responder a las masacres burguesas —el creciente nivel de alienación y mercantilización de todos los aspectos de nuestras vidas, el peso de la democracia y su falsa comunidad, las diferentes expresiones de la fuerza material del espectáculo, etc.

Pero tenemos que insistir en el hecho de que el derrotismo revolucionario y sus expresiones esenciales —la lucha contra nuestra propia burguesía, la confraternización con los proletarios del otro lado del frente, el proceso de convertir la guerra burguesa en guerra de clases— siguen siendo los mismos.»

Respuesta de Proletarios Hartos de Serlo de la región ecuatoriana (junio-julio de 2024)

Decidimos publicar aquí una respuesta conjunta a los dos comentarios críticos porque, a pesar de ser diferentes en forma y contenido, prácticamente dicen lo mismo o apuntan al mismo tema: la vigencia del derrotismo revolucionario frente a la guerra imperialista. Y también, por cuestión de tiempo y espacio o para ser sintetizadores.

De entrada y para que quede claro: en general, estamos de acuerdo con Tridni Valka en mantener el derrotismo revolucionario como posición intransigente o innegociable del proletariado frente a toda guerra capitalista y frente al defensismo socialdemócrata de la misma (pro-Palestina y pro-Ucrania), incluso si éste se disfraza de “marxista” o “anarquista”. Lo cual, sin embargo, no impide replantearlo desde la propia concepción materialista de la historia; es decir, situándose en las condiciones materiales del capitalismo y la lucha de clases en curso, que son más que “formas” y “expresiones” actuales de ciertas “esencias”, como dice Tridni Valka.

A continuación, pues, copiamos y publicamos aquí nuestra respuesta (editándola un poco) que enviamos a Un compañero internacionalista y luego a Tridni Valka vía correspondencia:

Sobre las nuevas condiciones materiales del capitalismo, la lucha de clases y, por tanto, sobre el replanteamiento del internacionalismo y el derrotismo revolucionario

Al inicio de nuestro texto mencionamos de pasada que tomamos prestada de Vamos Hacia la Vida (de la región chilena) la idea de que el internacionalismo proletario y el derrotismo revolucionario no son invariantes porque ya no son ni pueden ser exactamente los mismos que los de hace un siglo. De hecho, lo que estos compañeros de la región chilena proponen es, literalmente, “replantear el internacionalismo contra el holocausto democrático”, en vista de los múltiples factores que confluyen para determinar la situación actual en Palestina e Israel. Así que los citamos para que quede más claro este punto:

Cuando Marx desarrolló la “ley general de la acumulación capitalista”, comprendió la dinámica subyacente del capital como relación social total, sin embargo, a pesar de que nos ofrezca algunas modalidades teóricas de manifestación de cómo se produce una sobrepoblación relativa en relación a las necesidades de acumulación del capital, esto sólo nos sirve de guía para el análisis concreto de situaciones específicas que son determinadas por la historia del capital como una historia de la producción de la relación entre clases. La compleja composición de clase en el territorio dominado por el Estado sionista de Israel y su proyecto etno-nacionalista, nos plantea dificultades a la hora de pensar en un horizonte de emancipación comunista en la región, dado que se mezclan conflictos étnicos-religiosos de la relación colonial con los de la propia dinámica del surgimiento de una población excedente de origen palestino, como también el fenómeno de la “importación” de proletari@s desde otros países. […]

La producción del comunismo hoy en día, por otra parte, creemos que no está ligada a un movimiento proletario formal (movimiento obrero internacional y su corolario: partido comunista), sino a la concatenación de luchas que van y vienen, de ensayo y error, de producción potencial de relaciones comunistas que se materializan en las luchas presentes y concretas, y que responden a la dinámica de la crisis secular del capital.

Consideramos que más allá de lo que ideológicamente expresen l@s representantes polític@s, es en el conflicto mismo donde debemos buscar explicaciones y pensar a partir de ahí en las posibilidades para su superación en un sentido comunista, sin caer en abstracciones reduccionistas que impiden analizar la realidad. En este sentido, las posibilidades que abre una lucha particular dicen más que lo que expresa en su inmediatez, pues su posibilidad de superación está contenida en su contradicción con el capital. Para nosotr@s la pregunta no es si la lucha de clases queda imposibilitada por la lucha de liberación nacional, sino que, si la lucha de clases podría superar los estrechos márgenes de la liberación nacional, pues lo que dinamiza esta particular manifestación de lucha es la relación entre colonialismo/capital que produce una proletarización tardía e incompleta, que moldea las relaciones dentro del proletariado. En otras palabras, lo que nos preguntamos es si existe la posibilidad de que confluyan procesos de liberación del colonialismo con la producción del comunismo, y del rol de la actividad proletaria en estos procesos.

Y los siguientes dos párrafos son los más sintetizadores y fuertes de su análisis concreto de la situación concreta y, en consecuencia, de su propuesta de replanteamiento del internacionalismo y el derrotismo revolucionario:

Por otro lado, no solo el llamado de pequeños grupos al derrotismo revolucionario que no encontrarán mayor resonancia que dentro de un limitado espectro de compañer@s, sino que la esperanza en una unidad de la clase trabajadora bajo concepciones tradicionales del movimiento obrero y sus organizaciones, incluso aquellas que en algunos periodos rompieron radicalmente con el reformismo y la socialdemocracia, ya sea en la forma de consejos obreros u organizaciones unitarias, son en el actual contexto irrealizables, y ni siquiera son algo deseable. La resistencia del pueblo palestino se ve truncada si es guiada por bandas burguesas [ej. Hamás y ANP] que obedecen a intereses geopolíticos de las potencias capitalistas regionales [ej. Irán] y sus ideologías reaccionarias [ej. el islamismo], y en el caso de conseguir victorias militares parciales contra la ocupación israelí solo se encargarán de administrar otras masacres bajo otras excusas. Pero tampoco es posible construir una unidad basada en la identidad de clase concebida según periodos pasados de la historia contradictoria del capitalismo. Sin embargo, estas luchas también generan una dinámica comunitaria que puede autonomizarse de las lógicas militaristas de las bandas reaccionarias y de l@s hereder@s del estalinismo [ej. FPLP], que es lo que de hecho se ha expresado en las revueltas contra Hamás y, más fuertemente, contra Fatah en diversas ciudades de Cisjordania en los últimos años. También la solidaridad internacional tiene mucho que decir para sabotear el genocidio en curso, pero debe debatir hacia quién efectivamente se dirige, sus medios, y sus propias posiciones. Hoy, en plena crisis del capital y bancarrota de las principales ideologías, una multitud de posiciones reaccionarias parecen ganar simpatías. La ausencia de una crítica a los fundamentos del capital conduce a menudo a una sola denuncia de sus efectos más visibles y, en este mismo sentido, en señalar la responsabilidad final de estos en estamentos y personas, que abarcan desde el discurso simplemente antisemita de las versiones tradicionales de fascismo a conspiraciones varias que no rompen con este molde. El derrotismo revolucionario como principio siempre será la única política coherente para quienes nos reconocemos proletari@s, pero consideramos que este principio obedece a una dinámica de guerra interburguesa, lo que no es exactamente lo que estamos observando en Gaza. Si bien existen intereses capitalistas en disputa, la ocupación histórica de Israel moldea una forma específica de conflicto bélico que no responde a una guerra tal cual las conocemos, sino que más bien a la aceleración del proceso de militarización de la región, probablemente como única vía para sostener los intereses de Occidente en el enclave de Medio Oriente, y también contener el potencial de revuelta que hemos visto desde la Primavera Árabe. ¿Dónde queda el proletariado palestino y su emancipación en esta situación? Sin duda se ve obligado a luchar en contra de la ocupación, porque en lo inmediato es la negación de su propia reproducción. Más allá de todas las contradicciones y la posibilidad de su realización, tal parece que enfrenta un callejón sin salida. […]

Debemos repensar el internacionalismo y su campo de acción. El internacionalismo debe dejar atrás su posición de solo apoyo o solidaridad con algún pueblo oprimido y debe entender que es una cuestión de sobrevivencia mundial, desde una perspectiva que tome en consideración la deriva contrainsurgente y la militarización mundial a nivel estatal y paraestatal. El internacionalismo juega un rol crucial sobre todo ante la crisis del capital y el resurgimiento de las luchas étnicas y los conflictos mundiales, como única perspectiva ante la catástrofe, pero es necesario debatirlo y aplicarlo con la complejidad que las luchas reales expresan. No es el internacionalismo del viejo movimiento obrero, aunque conserve sus principios, sino uno que sea capaz de proyectar el contenido comunista que pueda gestarse en las batallas por la supervivencia de una humanidad proletarizada que se encuentra en una nueva etapa crítica del desarrollo del capital. (Vamos Hacia la Vida, Genocidio en Gaza: Replantear el internacionalismo contra el holocausto democrático, diciembre 2023)

Al igual que todo material de nuestra clase, este texto es discutible, sobre todo en la parte donde afirma que Israel-Palestina “no es una guerra interburguesa” y la consecuencia que esto tiene sobre el derrotismo revolucionario, porque sí lo es y además forma parte de la guerra imperialista en esa región del planeta. O en la parte donde se pregunta sobre la posible “confluencia entre los procesos de liberación del colonialismo [“la resistencia del pueblo palestino”] y la producción del comunismo”, porque la revolución comunista mundial es antagónica al antiimperialismo/liberación nacional y no caben medias tintas entre ambos... De hecho, pensamos que sería muy interesante y fructífero que lo discutamos. Invitando para ello a los autores del texto, si es que a ustedes también les parece.

En cualquier caso, uno de sus méritos principales es que deja bien bosquejado el complejo “mapa” en el que se mueven el internacionalismo proletario y el derrotismo revolucionario hoy. Un “mapa” que, evidentemente, ya no es ni será el mismo que el de hace un siglo; es decir, que no es invariante. 

Por nuestra parte, aprovechamos la presente correspondencia para hacer algunas aclaraciones y precisiones necesarias. Nuestro texto hace esa afirmación —el internacionalismo proletario y el derrotismo revolucionario ya no son ni pueden ser los mismos que los de hace un siglo, por el simple hecho de que las condiciones materiales del capitalismo y del antagonismo de clases ya no son las mismas— sobre todo para criticar y superar 3 aspectos: la nostalgia de izquierda, las ilusiones y el sectarismo, alrededor del derrotismo revolucionario. Más concretamente y en resumen:

1)      Critica el obrerismo de algunos sectores de la izquierda comunista, debido a que proletariado no es lo mismo que clase obrera, más aún en el período histórico actual del capitalismo y la lucha de clases, caracterizado por la subsunción real del trabajo y la sociedad al capital, la transición global a la “cuarta revolución industrial”, la crisis de la relación trabajo/capital y el agotamiento de la valorización del valor.

Crisis del trabajo/capital o de la reproducción de la relación de clase que se manifiesta en los altos índices de desempleo, subempleo, informalidad e intermitencia en todos los sectores de la economía mundial; mejor dicho, en un ejército de reserva y un proletariado excedentario o sobrante cada vez más numerosos en todos los países, en general, y en las periferias del capitalismo mundial, en particular (ej. Palestina y Ecuador).

La crisis de la reproducción de la relación de clase se ve agravada cuando se yuxtapone con otras condiciones propias de la totalidad histórico-social capitalista y de la división y dominación del proletariado por parte de la burguesía y su Estado, como son la “raza” y el género. Estos últimos factores también juegan un papel importante en la composición de las luchas actuales y, por tanto, en la superación revolucionaria de las mismas.

El punto es que, dado que la única fuente de valorización del valor —o de producción de plusvalor— no es la tecnología (capital constante) sino el trabajo vivo o humano (capital variable) y que el proletariado de todos los géneros, “razas”, nacionalidades, generaciones, etc. está implicado recíprocamente con —o subsumido a— el capital, la crisis actual no es una crisis cíclica más de sobreproducción y desvalorización por aumento de la composición orgánica del capital y consecuente caída de la tasa de ganancia, sino una crisis estructural y de larga duración: una crisis catastrófica del sistema capitalista como tal. Una crisis, además, no sólo económica sino civilizatoria.

Paradójicamente, si se comuniza esta tecnología y todo lo existente —lo que comprende no sólo abolir la propiedad, sino la división social del trabajo, la producción mercantil, la ley del valor y el salariado—, el trabajo humano se puede reducir al mínimo para producir todas las “cosas” que se necesita para vivir; sobre todo, producir y disponer “tiempo libre para desarrollar todas las potencialidades de los individuos” (Marx, Grundrisse). 

Como diría Bordiga, el capitalismo hoy es como “un cadáver que todavía camina”. Pero, si no se ha muerto es porque la crisis actual es una crisis histórica o de larga duración (décadas y hasta siglos). Porque el capitalismo tiene plasticidad o capacidad para absorber las protestas en su contra y convertirlas en alternativas inofensivas dentro suyo. Y porque no se morirá de muerte natural: sólo el proletariado revolucionario —que no es lo mismo que la clase obrera— lo sepultará junto consigo mismo como tal. Pero… el pero es que actualmente seguimos en un período contrarrevolucionario donde el proletariado se encuentra derrotado, debilitado y aislado como sujeto revolucionario.

Bajo estas condiciones, el movimiento obrero y, por tanto, su programa y su identidad pertenecen a un ciclo histórico que ya fue superado por el propio capitalismo y la lucha de clases durante las últimas décadas. Dialécticamente hablando, a la larga esto resulta favorable para el movimiento comunista, porque su objetivo no es la afirmación y perpetuación del proletariado, sino su abolición y devenir en comunidad real y mundial de individuos libremente asociados para producir y reproducir sus vidas como tales en condiciones totalmente diferentes y superiores a las del capitalismo. Movimiento real cuyas condiciones materiales son producidas sin cesar ni más ni menos que por el propio capitalismo.

Sí, el capitalismo produce su propio sepulturero o las condiciones “objetivas” y “subjetivas” del comunismo; mejor dicho, el capitalismo produce al comunismo como fuerza material del futuro que ya niega y supera el presente. De modo que la sociedad futura ya actúa, “a escondidas” o subterráneamente como un “topo”, en el seno de la sociedad presente. Si no fuese así, la lucha revolucionaria sería puro “don quijotismo”. (Marx, Grundrisse).

Es dentro de todo este contexto nuevo y altamente contradictorio en el plano histórico-mundial que hoy tiene lugar la lucha de clases, en general, y el derrotismo revolucionario, en particular. Sólo la revolución comunista mundial puede resolver esta “contradicción en proceso” (Marx, Grundrisse).

 

2)      Afirma que la consigna de “transformar la guerra imperialista en guerra de clases revolucionaria” no está a la orden del día en la práctica y que, por tanto, puede ser una consigna vacía, una grandilocuencia o una ilusión, debido a que todavía estamos en un contexto histórico-mundial contrarrevolucionario y, más precisamente, de derrota, debilidad y aislamiento del proletariado como clase revolucionaria.

Mas no por ello deja de ser una posición revolucionaria que resulta muy necesario e innegociable mantener y desarrollar como parte de la resistencia minoritaria a contracorriente por parte del proletariado internacionalista en la presente coyuntura. Hoy por hoy el derrotismo revolucionario es una posición defensiva, no ofensiva.

Entonces, para que quede claro: esto no es negar ni mucho menos abandonar el derrotismo revolucionario. Es contextualizar de manera histórico-materialista el derrotismo revolucionario, a fin de que no sea un don quijotismo ni un dogma estéril, sino una posición, una perspectiva y una práctica con la suficiente potencia de resistir y superar la relación de fuerzas actualmente desfavorable para el proletariado mundial.

Considerando que el contexto actual es tanto de crisis catastrófica como de contrarrevolución, sin duda esto es una contradicción, una tensión y un desafío que sólo la lucha proletaria real e internacional resolverá pasando de la defensiva a la ofensiva.

3)      Critica el sectarismo obrerista y purista de la izquierda comunista con respecto a los sectores no obreros y no “leftcom” del proletariado que, con limitaciones y contradicciones, hoy tienen prácticas internacionalistas y derrotistas en todo el mundo: red de desertores en ambos lados de la frontera ruso-ucraniana; trabajadores portuarios que han boicoteado el comercio de armas hacia Israel; acampadas solidarias de estudiantes y profesores en EE.UU. y otros países, etc.

Como han afirmado recientemente unos compañeros comunizadores de la región francesa con respecto a los últimos hechos en esa región: “la lucha de clases nunca es pura y es mejor que sea así”. ¿Por qué? Porque a los comunistas no nos interesa que el proletariado se afirme como clase del trabajo/capital incluso bajo la forma de “autonomía proletaria”, sino que se niegue y se suprima como tal. En la composición y la dinámica de las luchas actuales, existe un germen y una tendencia de ello.

¿Contradictorio? Sí, porque se mezcla con el interclasismo, lo sabemos bien. Y también sabemos bien que el proletariado es una contradicción en proceso y que es sus luchas. Por lo tanto, sólo en la propia dinámica de las luchas proletarias actuales se puede producir la superación de las mismas, no por “obra y gracia” de “la clase obrera” y “la conciencia de clase” dirigidas por “el partido de vanguardia”. Lo propio aplica para el derrotismo revolucionario hoy; es decir, depende de la propia dinámica de las luchas actuales.

El obrerismo —de por sí obsoleto— y el conciencialismo —de por sí idealista— son contrarios a esta dialéctica materialista y revolucionaria.

Sobre la “invariancia” y la intransigencia de los comunistas internacionalistas frente a la guerra imperialista y sus defensores de derecha e izquierda por igual

¿Lo de siempre? ¿Con qué o con quiénes se compara nuestro texto para hacer tal afirmación de entrada?

¿Tomamos por derrotismo lo que no es? ¿El derrotismo revolucionario no es, en pocas palabras, la lucha del proletariado de ambos lados de la frontera por la derrota de ambos Estados nacionales en guerra (ej. Rusia y Ucrania) —o de ambos bloques regionales de Estados— y por la transformación de la guerra imperialista en guerra de clases internacional y revolución social mundial, lo cual implica luchar contra la propia burguesía y el propio Estado de principio a fin?

¿Esto es invariante? ¿Por qué? ¿Porque lo dice la izquierda comunista histórica y ya? ¿Acaso las condiciones materiales específicas de hoy en día no son determinantes para todos los frentes de la lucha de clases, incluido el derrotismo revolucionario contra la guerra capitalista? ¿Y los múltiples factores extraeconómicos (geográfico, histórico, político, nacional, étnico, religioso, etc.) no juegan un papel importante también? ¿O acaso ustedes siguen creyendo que las condiciones de 1914-1918 son las mismas que las del 2022-2024, como afirman algunos sectores de la izquierda comunista coqueteando con, y hasta reivindicando a, Lenin? ¿Cuáles son las continuidades, cuáles las diferencias, y qué implicaciones tiene todo esto para las luchas actuales del proletariado mundial?

¿Afirmar que existen “esencias invariantes” —en este caso, “lo que es el derrotismo revolucionario y lo hace invariante”—, no es contrario al materialismo histórico? ¿La historia es realización trascendente de ideales o principios inmutables que flotan en el mundo de las ideas y no producción inmanente de condiciones y situaciones o de realidades tanto “objetivas” como “subjetivas”? ¿El comunismo es un programa a realizar por parte de un partido de cuadros y no una producción histórica de comunidad material —y espiritual— de los individuos por parte de millones de personas?

Evidentemente, nuestras preguntas son elocuentes y ya contienen sus respectivas respuestas…

Por otra parte, es necesario recordar que nosotros, comunistas internacionalistas, tenemos clarísimo que la lucha derrotista proletaria es la lucha contra la propia burguesía y contra el propio Estado, sea cual sea su nivel de poder imperialista (central o periférico, dominante o subordinado, agresor o agredido, etc.). En la situación concreta y actual, nosotros estamos tanto en contra de los Estados burgueses ruso e israelí como en contra de los Estados burgueses ucraniano y palestino.

¿Por qué? Porque tenemos clarísimo que todo Estado es capitalista e imperialista o, como diría Flores Magón, una hacienda donde el proletariado es el ganado que siempre se manda al matadero de la guerra entre patrones de diferentes haciendas. Y, sobre todo, porque tenemos clarísimo que no somos rusos, ucranianos, israelíes, palestinos, yemeníes, iraníes, griegos, españoles, mexicanos, argentinos, chilenos, ecuatorianos, etc.: ¡Somos el proletariado y estamos hartos de serlo!

Esto es un ABC para los comunistas internacionalistas. En consecuencia, ¡lo hemos afirmado y reafirmado, claro y fuerte, en todos y cada uno de nuestros textos, siempre!

Sin embargo, buscando un punto de clarificación y equilibrio en este tema clave, talvez convenga no confundir lo invariante con lo intransigente. Lo invariante tiene que ver con la no variación, no transformación o no cambio de algo a lo largo de la historia, siendo que la historia es producción, movimiento y cambio constantes. Mientras que lo intransigente tiene que ver con no abandonar o con mantener y desarrollar las posiciones revolucionarias que el proletariado ha producido y sigue produciendo al calor de sus luchas contra la burguesía y la socialdemocracia. En este sentido, sí somos intransigentes… proletaria, comunista e internacionalistamente intransigentes.

Finalmente, para continuar este debate dejamos abierta la siguiente pregunta: ¿cuáles son las continuidades y las diferencias que existen entre el período 1914-1918 (período “clásico” del derrotismo revolucionario) y el período actual, y qué implicaciones tiene este balance histórico para las luchas actuales del proletariado mundial y sus minorías revolucionarias?

 

***

 

Supuesta “crítica” de Aníbal/Inter-Rev de la región española y Fredo Corvo/Leftdis de la región holandesa (junio de 2024) y nuestra respuesta contra su calumnia

Decimos supuesta “crítica”, así, entre comillas, porque lo que en realidad acostumbran hacer estos individuos cuando se genera una discusión (lo sabemos por nuestra interacción en el grupo de Facebook “Consejos obreros autónomos para una sociedad sin clases”) es calumniar a quienes no piensan igual que ellos desde “el marxismo científico” y una supuesta superioridad intelectual, cuando en realidad lo hacen desde su osificada ideología consejista que, en el período histórico actual del capitalismo, la lucha de clases y la teoría comunista, ya no sólo resulta obsoleta sino también reaccionaria. Además —dicen—, “todos son sectarios y están equivocados”… menos ellos. Simplemente risible.

En esta ocasión, lo hicieron contra nuestro texto y, peor aún, contra nosotros, ad hominem: “10 críticas a Proletarios Hartos de Serlo, de Ecuador” (sic.), dentro de la mencionada lista de correo (22 de mayo de 2024). Mas luego, cuando lo hicieron público antes de que publiquemos nuestra respuesta (hoy, 30 de julio de 2024), contrario a lo que ellos mismos habían anunciado —“cuando PHS publique su texto, publicaremos nuestra crítica”—, lo suavizaron titulándolo “10 críticas a un grupo de América Latina, influenciado por la «comunización»” (11 de junio de 2024).

Este miserable recurso ad hominem, es decir, vomitar ataques personales (o grupales) mediante adjetivos descalificativos en lugar de analizar y discutir ideas y argumentos para contribuir a la clarificación y avance de la praxis de sus participantes —o, en su defecto, opacar lo segundo mediante lo primero, mejor dicho, “borrar con el codo lo que se escribe con la mano”—, es una de las razones principales por las que nosotros decidimos diferenciar y distanciar esta calumnia del debate internacionalista anteriormente expuesto. Aún así, y para que quede constancia de que no somos sectarios, a quien le interese puede leerla aquí.

Por eso nuestra respuesta fue contundente: La calumnia es contrarrevolucionaria y debe ser suprimida dentro de este espacio (por “este espacio” nos referimos a la lista de correo de la Semana de Praga). A continuación, compartimos sólo un extracto de ella, porque no amerita ni más ni menos que eso. A quien le interese, puede leer nuestra respuesta completa aquí:

«[…] Por tales razones —y porque por experiencia sabemos que no vale la pena «debatir» con estos sujetos— no vamos a responder a su desafortunado texto punto por punto, sino a modo de breve análisis de contenido del mismo, pues no se merece más que esto: 8 páginas, 10 puntos o «críticas» y 88 párrafos que se resumen en 21 calumnias contra nosotros, lo que equivale aproximadamente a 1 o más calumnias cada 4 párrafos. ¿Conducta obsesivo-compulsiva o hacer de la calumnia una profesión? Las dos cosas. CALUMNIAS TODAS QUE RECHAZAMOS EN BLOQUE POR EL HECHO DE SER TALES, a saber: «simplismo y unilateralidad», «teorías falsas», «teorizaciones distorsionadas pero de moda en ambientes ideologizados maximalistas», «devotos de las ideologías doctrinarias de izquierda [que] repiten mantras que nada tienen que ver con lo que ha sucedido y está sucediendo en la actualidad», «ideología del izquierdismo pequeñoburgués [que] procede de los errores de Hilferding y Lenin», «ecos de la defectuosa y criticada teoría de Henryk Grossmann», «ideología decadentista de la crisis permanente», «viejo estribillo trotskista y su imposible desarrollo de las fuerzas productivas en la decadencia del capitalismo», «esto lo dicen los que no saben o no quieren saber la verdadera historia del capitalismo, los que han sustituido su estudio riguroso por creaciones doctrinarias ideologizadas», «el capitalismo es visto como un mago que genera artificialmente una apariencia de vida en el capitalismo. Pues bien, esto es una distorsión, una falacia notoria y comprobable», «Estamos en el terreno de la ilusión», «típico del voluntarismo activista e inmediatista, necesariamente confuso y lioso», «tonterías ilusionistas y retórica comunista», «el voluntarismo, ingenua y falazmente como diseñan los comunizadores y las tendencias voluntaristas», «La contradicción es manifiesta», «En la ideología de la comunización, como en el anarquismo de base bakuninista, la revolución es posible inmediatamente», «Todo esto es mera ilusión», «ideologías pequeñoburguesas que muestran un miedo mal entendido», «El maniqueísmo es pernicioso», «el voluntarismo como bandera», «su blablablá teórico sirve para distraer de la realidad del imperialismo y su único antídoto, el internacionalismo proletario contra todas las fracciones del capital, sean pequeñoburguesas entre los estudiantes, o imperialistas más débiles como los movimientos de liberación nacional»… En fin, puro veneno, puro pus, pura mierda.

Por si fuera poco, sus «10 críticas a PHS» también contiene 6 autorreferencias bibliográficas: 1 y hasta 2 en cada página. Demostrando así su onanismo intelectual o, al menos, su ombliguismo ideológico-político. Otra característica de los rackets que pretenden «criticar» y «educar» a los demás, tratándolos implícitamente de inferiores o de idiotas. Lo mismo que siempre ha hecho el leninismo, al cual también dicen «criticar» y hasta ser «contrarios». En fin, pura crítica falsa que va cargada de veneno: calumnia, práctica contrarrevolucionaria. […]»

En fin, con este tipo de prácticas e individuos despreciables, no tenemos nada que tratar. Como diría Marx en el 18 Brumario: ¡dejad que los muertos entierren a sus muertos! La revolución proletaria se critica y supera a sí misma o no es.

 


[1] Originalmente, enviamos este texto a la lista de correo de la Semana de Acción en Praga (20-26 de mayo de 2024) el 19 de mayo del presente año. Acción cuyo breve balance crítico de su fracaso por nuestra parte, más su respectivo “informe provisional” por parte de sus participantes, lo publicamos en nuestra página de Facebook a fines de junio de 2024. En resumen, nuestro balance es que, a pesar de su fracaso, la Semana de Praga fue una experiencia válida en tanto que “ensayo y error”; y, que la actual situación de derrota, debilidad, aislamiento, desorganización y confusión del proletariado mundial, debido al actual contexto contrarrevolucionario todavía reinante en todas partes, no se puede superar mediante el activismo voluntarista (semanas de acción, etc.) ni mucho menos mediante el conferencialismo (conferencias o congresos, etc.) por parte de un puñado de militantes marxistas y anarquistas, sino sólo mediante la dinámica y el devenir histórico de las luchas concretas actuales del propio proletariado mundial para destruir el capitalismo y producir el comunismo. De lo cual, la centralización de sus minorías revolucionarias será tanto un producto como un factor.

[2] Junto con el presente, los materiales de nuestra autoría sobre derrotismo revolucionario e internacionalismo proletario a los que nos referimos, y que ya hemos publicado, son los siguientes:

[3] Ver Genocidio en Gaza: replantear el internacionalismo contra el holocausto democrático (diciembre de 2023). Material que usamos en nuestra respuesta a los comentarios críticos de compañeros internacionalistas de otras regiones y del cual también tomamos la imagen de esta publicación.

17 de julio de 2024

"GASOLINAZO" Y PROTESTAS LIMITADAS

Análisis de la situación concreta actual en la región ecuatoriana (julio 2024) desde la perspectiva comunista radical
 
Imagen tomada de Internet
 

1. El gobierno empresarial de Noboa sube el precio de la gasolina (Decreto 308) y, por consecuencia en este país petrolero, el precio de todas las demás mercancías. "Sube la gasolina, sube todo"

Más que una "agenda neoliberal impuesta por el FMI" (esto es sólo una parte y vista por encima), la inflación es un mecanismo para reducir el salario real: sube "el costo de la vida", pero no los salarios, por lo que estos tienen cada vez menor capacidad adquisitiva y así se empeoran las ya deterioradas condiciones materiales de existencia de la mayoría de la población: no olvidemos que apenas 3 de cada 10 ecuatorianos tienen empleo, el resto estamos en el subempleo o el desempleo y bajo formas encubiertas y precarias de salariado. Lo que está de fondo con esta medida inflacionaria, entonces, es aumentar la tasa de explotación, de plusvalía y de empobrecimiento de la clase trabajadora para, a su vez, compensar la caída de la tasa de ganancia del Capital a escala mundial.

Sí, la burguesía tiene que seguir ganando hasta en la peor de las situaciones, y para ello tiene que seguir explotando y empobreciendo a la clase proletaria sea como sea o cueste lo que cueste. Y sí, a escala mundial, porque la burguesía ecuatoriana sólo está administrando catastróficamente la ya catastrófica crisis capitalista internacional en esta pequeña hacienda narcobananera 2.0 del mercado mundial llamada "Ecuador".

Aquí hay que hacer un recorderis de un ABC de la Crítica de la Economía Política: el Capital no es una "cosa", es una relación social impersonal y cosificada que gobierna el mundo entero y es ingobernable. Lo mismo aplica para su actual crisis catastrófica. Por lo tanto, pedirle a este y a cualquier gobierno que "deje de tomar medidas antipopulares" y "que la crisis la paguen los ricos" o creer que un "gobierno popular" puede hacerlo con "un nuevo modelo económico", es pedirle peras al olmo. La socialdemocracia o izquierda del Capital de todos los colores no sólo lucha por conservar el capitalismo reformándolo, sino que no lo comprende realmente.
 
2. Algunas organizaciones populares inician protestas contra esta medida "antipopular" (4 de julio), pero son y serán limitadas por sí mismas
 
Sin duda, como unos explotados y empobrecidos o unos "nadies" más, estamos de acuerdo con estas protestas; y, al mismo tiempo, somos críticos con ellas. Lo uno no contradice, sino que necesita lo otro. Porque, desde la perspectiva revolucionaria, la lucha proletaria se critica y se supera a sí misma para poder avanzar o dar saltos hacia delante... o no es tal.

Desde esta perspectiva revolucionaria, criticamos las protestas actuales no sólo porque están convocadas y dirigidas por sindicatos y partidos estalinistas o la rancia izquierda del Capital de este país (Frente Popular, FUT, etc.), que se caracteriza, entre otras cosas, por mendigar migajas a la clase patronal, sentarse a negociar con ella, y luego llamarle a eso "luchas y conquistas del pueblo". Usando para el efecto la calle como medida de presión. En este caso, "derogar el Decreto 308" o el "gasolinazo" (y defender el IESS, la no privatización del sector eléctrico, renegociar los contratos petroleros, cobrar impuestos a los más ricos, etc.), pero nada más.

Y no sólo porque esas y otras organizaciones combinan estas protestas en las calles con el asqueroso electoralismo (CONAIE-Pachakutik para febrero de 2025, quien lo más probable es que se sume a las protestas después de su Asamblea extraordinaria del 20 de julio). Típica combinación "táctica" de la socialdemocracia en su rol histórico de bombero de la revuelta y, dado el caso, de fuerza contrarrevolucionaria dentro de las filas de la propia revolución. Más aún en tiempos de paz social como el actual, donde la socialdemocracia también es parte de la contrarrevolución preventiva en curso. 
 
Imagen tomada de Facebook

Nuestra crítica principal es que son luchas que están limitadas al terreno de la reproducción (el costo de la vida o la inflación, etc.) y no atacan el terreno de la producción (las relaciones de producción y de propiedad), que es donde realmente radica el poder de la burguesía y su Estado. Por eso es que estas protestas son interclasistas: participan desde trabajadores de la educación hasta pequeños propietarios rurales y urbanos. Por eso es que en ellas no participan sectores estratégicos de la clase trabajadora (petróleo, agroindustria, construcción, transporte, logística, servicios básicos, etc.), como en cambio sí ocurre en otras regiones del mundo (ej. Irán). Otro gallo habrá de cantar cuando las luchas se planten en el terreno de la producción y sean "salvajes"; esto es, afuera y en contra no sólo de la patronal y sus lacayos, sino también de sindicatos y partidos de la izquierda del Capital. Faltan muchas luchas de clases para llegar a ese punto. Pero el capitalismo y su catástrofe actual ya están produciendo las condiciones para ello. Sólo entonces se pondrán a temblar de terror la burguesía, sus defensores y sus falsos críticos.

En este punto, la pregunta es ¿dónde está la mayoría del proletariado aquí y ahora? Dedicado a sobrevivir, en la lucha diaria del “sálvese quien pueda”, cooptado y organizado en los negocios legales e ilegales del Capital-Estado como mercancía-fuerza de trabajo formal e informal, empleada y subempleada/desempleada. Y también embobado en la Copa América 2024, consumiendo esa droga de masas llamada fútbol (una de tantas hoy en día), mientras en este país el Estado burgués lo ataca empeorando sus condiciones materiales de existencia, y mientras al otro lado del mundo otros Estados burgueses lanzan bombas y masacran población civil desarmada todos los días. El violento y alienante orden del Capital-Estado reina en todas partes… Pero no es absoluto ni eterno. También hay algunas luchas y grietas dentro de este orden de cosas temporal. Es una contradicción en proceso que sólo el devenir de la misma lucha de clases resolverá.

Otra crítica importante a las protestas actuales es que su cancha ya está marcada por la dictadura social del Capital sobre el proletariado llamada democracia. Por un lado, porque para legitimarse y reproducirse como tal la democracia no sólo necesita elecciones, sino también protestas o movilizaciones masivas en las calles. De hecho, esa es una de las llamadas "libertades políticas" que hace que la democracia sea tal, siempre y cuando las protestas no ataquen las raíces del Capital y del Estado. Por otro lado, porque en el mejor de los casos (un Paro Nacional), su dinámica o su ciclo es protesta-represión-negociación. Por más que duela y enoje, de ahí no pasa y ese círculo vicioso se repite. A los hechos nos remitimos: octubre de 2019, junio de 2022, y probablemente julio o agosto de 2024: protesta-represión-negociación. Lo que pasa es que un levantamiento popular no es una revuelta proletaria, y una revuelta no es la revolución. La burguesía democrática sabe esto y no le teme; al contrario, lo usa a su favor.

La pregunta de fondo, entonces, es ¿por qué pasan las cosas de esa manera? La respuesta es que todas las anteriores son características del actual contexto contrarrevolucionario, aquí y en todas partes. A pesar de la crisis catastrófica que azota el planeta, la burguesía sigue teniendo la sartén por el mango y estando a la ofensiva en todos los aspectos. Mientras que el proletariado sigue estando a la defensiva; es más, sigue estando derrotado, debilitado y aislado como clase antagonista con la potencia de destruir el mundo actual y crear un mundo nuevo. Esta relación de fuerzas actual es lo determinante, histórica y materialmente hablando. Warren Buffet, dueño de la tercera mayor fortuna del mundo, la tiene clara: «Hay una guerra de clases. Pero es mi clase, la de los ricos, la que está haciendo la guerra, y la está ganando». El magnate ecuatoriano Noboa también la tiene clara.

Por lo tanto, si bien entendemos los motivos y las emociones que generan las protestas callejeras contra este gobierno burgués que merece todo nuestro odio de clase, no hay que romantizar las protestas, en general; y en particular, no hay que hacerse ilusiones de un posible "desborde" ni adoptar una posición activista y voluntarista con respecto a las protestas actuales en la región ecuatoriana, incluso si éstas llegan a "escalar" hasta convertirse en un Paro Nacional: protesta-represión-negociación y, para colmo, electoralismo. Peor aún si es liderado por una organización reformista de masas como es la CONAIE, y secundado por el rancio estalinismo criollo: Frente Popular y FUT.

No somos bordiguistas, pero la crítica comunista de Bordiga en los años 40 del siglo pasado al activismo de izquierda sigue siendo vigente: la acción por la acción, sin un análisis materialista histórico de la situación concreta y sin principios ni perspectivas revolucionarias, siempre resulta en reformismo y populismo, venga de quien venga ("marxistas" y "anarquistas" por igual). En consecuencia, los comunistas radicales tomamos distancia del activismo voluntarista y del populismo, aún a sabiendas de que hacerlo es una posición muy minoritaria y a contracorriente dentro del propio medio militante y activista de izquierdas al día de hoy. Con los pies bien puestos en la tierra, nosotros seguimos principios, no personalidades. Y no nos dejamos marear por las urgencias y confusiones del momento.

Esto no es "intelectualismo" ni "purismo" ni "pasividad", como suelen refunfuñar los activistas de izquierda. La crítica comunista, o mantener las posiciones del proletariado revolucionario contra la burguesía y la socialdemocracia, también es una actividad necesaria. Más aún en tiempos contrarrevolucionarios como el actual, donde una de las cosas más prácticas que puede haber es precisamente una buena teoría revolucionaria. No importa si por el momento somos muy pocos; con un espíritu de "partido histórico" (en la acepción de Marx), anonimato e internacionalismo, alguien debe hacerlo para sostener y tensar "el hilo rojo" en el presente y el futuro de la lucha de clases.

Sin embargo, como afirma Théorie Communiste, «las condiciones para superar las luchas reivindicativas se establecen sobre la base de las propias luchas reivindicativas». En su propia dinámica y devenir histórico, las luchas contienen elementos y potencias para criticarse y superarse a sí mismas. Superación en la cual habrá que poner siempre por delante la autoorganización para la insurrección y la comunización tanto en el terreno de la producción como en el de la reproducción, aboliendo las relaciones capitalistas de clase mediante la producción de relaciones comunistas entre los individuos. Esto y no otra cosa es la revolución social en las condiciones históricas actuales. Y también habrá que rechazar a cualquier "vanguardia del pueblo" que, en aras de sus propias aspiraciones contrarrevolucionarias de poder estatal, pretenda "comandar" y capitalizar políticamente la lucha revolucionaria del proletariado anónimo. Esto no es hacer "culto a la espontaneidad", como suelen repetir los socialdemócratas-leninistas: sólo la autoorganización proletaria consciente de su propio poder para la abolición del Capital y la sociedad de clases puede y debe superar la espontaneidad de la revuelta.

Desde la perspectiva revolucionaria, por eso y sólo por eso las luchas reivindicativas son necesarias y participaremos en ellas en la medida de nuestras posibilidades. Y por eso mismo, faltan muchas luchas reivindicativas para que produzcan su propia superación. Faltan muchas luchas para romper el actual período contrarrevolucionario y entrar en un período de reanudación revolucionaria. Estamos hablando de un futuro ciclo de luchas que, con "nuevos actores" de la misma la clase explotada (tanto el proletariado asalariado de los sectores estratégicos como el proletariado no asalariado de cualquier sector) y ya "sin demandas" más que una nueva sociedad sin clases ni Estado ni mercado ni fronteras, sorprenderá a propios y ajenos. Arrastrando con su lava escarlata no sólo a los defensores derechistas del orden democrático-burgués, sino también a sus falsos críticos izquierdistas que hoy protagonizan las protestas actuales. Ahí sí, los comunistas radicales estaremos luchando en primera línea junto a las masas proletarias insurrectas por la revolución social, aquí y en todo el mundo. 
 
Proletarios Hartos de Serlo
Quito, julio de 2024

2 de junio de 2024

Insurrección y Comunización: repensar la emancipación social radical en una nueva era de catástrofes

Nec Plus Ultra
Febrero de 2024

Humanidad: el freno de emergencia que detiene el tren e impide caerse junto con la caída de la civilización capitalista

 

Vivimos en una época de catástrofes que prontamente hará palidecer las del siglo XX, puesto que la civilización del capital se ha hundido en una debacle socioecológica que manifiesta en diversas regiones del planeta el carácter de esta nueva era de sufrimiento socialmente exacerbado. En Gaza se realiza un genocidio en el que se imbrican las formas más precisas de destrucción de seres humanos que otorga la técnica hiper-moderna con los métodos de terror más atávicos: lo más moderno es también lo más arcaico, dijo alguna vez certeramente Guy Debord. Pero el incendio del colapso de la civilización capitalista se extiende no sólo bajo la forma de la guerra neoimperialista y los escuadrones de la muerte del narco devenidos en potencias transnacionales, sino también bajo el incendio muy real de los bosques en el marco de un agravado calentamiento planetario que tiene su origen en la destrucción acelerada de la naturaleza por la producción capitalista de mercancías. Por eso, de manera acertada, se dice que Gaza es el mundo, porque ahí se reúnen, convergen y yuxtaponen todos los elementos de la crisis múltiple de la debacle capitalista, mostrando en un punto definido del planeta-capital la imagen exacta del futuro cercano del colapso de este modo de vida socialmente alienado.

Por ello, no es en modo alguno casualidad que 2023 cerrara simultáneamente como el año más caluroso del que se tenga registro y como el año más violento desde el final de la segunda guerra mundial. En efecto, el mundo se hunde también en la violencia exacerbada. Las débiles barreras a la violencia desencadenada que la propia civilización burguesa puso ante sí misma después de sendas guerras mundiales y procesos de descolonización han terminado por derribarse —nuevamente, en Gaza—. Desde ahora el vacío discurso de la democracia y los derechos humanos esgrimidos por las potencias centrales del neoimperialismo occidental ha perdido el poco sentido propagandístico que podía tener, y ni siquiera sus más entusiastas sicofantes pueden ya defenderlo. Esto implica que finalmente se ha abierto el camino hacia la guerra global total —hacia una guerra verdadera y efectivamente mundial en el marco de la crisis de la civilización industrial tardía—, una guerra neomperialista planetaria entre los grandes bloques de potencias capitalistas que hoy se enfrentan cada vez más abiertamente en diferentes regiones del planeta. Pero eso no es todo, allí donde retrocede la soberanía del Estado capitalista[1] o este derechamente tiende a colapsar —cómo es el caso de Somalia, el Congo o Haití— no se realiza la emancipación, sino que el vacío del Estado es ocupado por las nuevas mafias transnacionales y sus escuadrones de la muerte.

Hoy se puede afirmar sin temor a error que es posible reformular la célebre frase del prólogo de El Capital y decir que las regiones periféricas les muestran a las naciones industriales avanzadas la imagen de su propio y terrible futuro. Los casos de Ecuador —recientemente remecido por la guerra entre rackets estatales y paraestatales— y México —donde el narco está imbricado en todos los niveles del entramado social y deviene potencia transnacional— en América Latina son paradigmáticos al respecto, pero también lo es hoy El Salvador y su nuevo modelo de príncipe que emerge en el curso de esta crisis: Nayib Bukele. Pero no debiera extrañarnos que una crisis global que empuja a cientos de millones de personas al límite mismo de la supervivencia en condiciones capitalistas al lado del más apabullante cúmulo de riquezas, se arroje a los brazos de un nuevo género de autoritarismo —que no promete a sus desdichados ciudadanos evitar morir de hambre, pero si evitar morir a balazos—. Después de todo la variante progresista de la izquierda ha fracasado mundialmente en gestionar el capital y por ninguna parte aparece un horizonte emancipatorio de alternativa real a la catástrofe capitalista.

A este respecto, probablemente nadie haya entendido mejor que Walter Benjamin que el entramado de socialización capitalista está caracterizado en todo su devenir histórico por la desesperación y la catástrofe. Que, por tanto, la emancipación social radical no puede consistir en otra cosa que la activación del freno de emergencia que detiene el avance del movimiento del capital hacia la autoaniquilación completa. En efecto, que el final lógico del despliegue histórico del capital es la autonoaniquilación completa de la humanidad es una conclusión terrible que no sólo se puede alcanzar aprehendiendo críticamente la dinámica fundamental del movimiento del dinero como capital, sino dando una mirada atenta a las condiciones de existencia que marcan la historia de esta de esta civilización. Ahora bien, ¿en qué consiste este freno de emergencia y cómo nos puede permitir repensar la emancipación social radical? Argumentaré, a continuación, que la teoría de la comunización constituye un valioso autoesclarecimiento teórico de la posibilidad radical que emerge en las luchas sociales contemporáneas. De hecho, como veremos, es precisamente la dinámica contradictoria de las formas sociales capitalistas las que permiten no sólo su crítica en sentido teórico, sino también su negación práctica. La teoría de la comunización es, por tanto, una expresión de la negatividad que se encuentra presente en todo el entramado social capitalista.

Lo que me interesa aquí no es, por tanto, hacer una apología acrítica de una determinada teoría —a saber, la teoría de la comunización—, sino ante todo contribuir al esfuerzo todavía fragmentario de la elaboración de una teoría crítica radical de carácter autorreflexivo. Solamente en este marco, o sea, el de una crítica social radical que se comprende como una posibilidad de la propia sociedad desde la que emerge, tiene sentido el diálogo con la teoría de la teoría de la comunización. En este sentido, lo que aquí me interesa es arrojar luz sobre el carácter práctico de la abolición del valor —que constituye, de hecho, la gran pregunta de la teoría revolucionaria contemporánea—, más aún, esclarecer la posibilidad de la emergencia de una práctica orientada conscientemente hacia la supresión de las formas sociales capitalistas. En otras palabras, el diálogo crítico con la teoría de la comunización que aquí pretendo entablar tiene como objetivo reflexionar sobre la posibilidad de una crítica práctica de la socialización capitalista. Este enfoque implica, por supuesto, que la teoría de la comunización no supone en modo alguno el carácter final de la emancipación humana, sino por el contrario un momento fragmentario de un autoesclarecimiento sobre las posibilidades prácticas que se agitan en el interior del presente estadio histórico de la civilización capitalista. Es, ante todo, una expresión de las potencialidades reales de las luchas contemporáneas, pero por sí sola no es idéntica a la emancipación social, sino que es un momento de la formación contemporánea de una crítica social radical aún en estado fragmentario.

Ahora bien, como ya se puede entrever, la posibilidad de una crítica práctica del capital[2] no es, por supuesto, el resultado de ninguna teoría especialmente brillante ni de la capacidad analítica de mentes particularmente geniales —incluso aunque la teoría como autoesclarecimiento supone el desarrollo de las potencialidades subjetivas[3]—, sino que es el resultado de las transformaciones materiales e históricas de la civilización capitalista avanzada y el consecuente trastocamiento del conjunto de su entramado de socialización. Como cualquier persona interesada puede averiguar por su cuenta, la teoría de la comunización surge precisamente con posterioridad a las revueltas globales de 1968 y la emergencia de una nueva cualidad de la lucha de clases que suponía la crisis, y posterior colapso, del antiguo movimiento obrero y de la configuración particular del entramado de socialización capitalista de la cual ese movimiento era tanto parte integral, factor de modernización, pero también posibilidad de su crítica inmanente y superación.

La teoría de la comunización, y este es un punto que la convierte en una corriente de especial importancia para la crítica radical contemporánea, es una teoría autoconsciente de su propia determinación sociohistórica: se comprende a sí misma como un balance crítico del fracaso de la oleada revolucionaria de 1968 – 77[4], pero también como la constitución de un nuevo paradigma de la lucha de clases y la emancipación social[5]. No entraré aquí a profundizar las divergencias teóricas que tengo con la teoría de la comunización, en particular su comprensión de la historia de la civilización capitalista, su teoría de la ideología —en específico de Théorie Communiste—, o su diálogo muchas veces truncado con las denominadas “nuevas lecturas de Marx”, porque creo que su mérito reside en su insistencia en el carácter práctico del movimiento de abolición del valor como proceso de autotransformación de la sociedad que comporta la supresión del proletariado. Pese a su lenguaje necesariamente esotérico, la teoría de la comunización puede y debe ser considerada con pleno mérito como una nueva lectura de Marx que escapa por lo general al ámbito académico, pero que comparte puntos fundamentales de convergencia con diferentes esfuerzos teóricos dispersos por el mundo que tienen como orientación primordial la constitución de una crítica social radical capaz de convertirse en una fuerza material e histórica dirigida a la supresión/superación del entramado de socialización capitalista.

En consecuencia, no espero aquí hacer un resumen detallado de las principales propuestas de la teoría de la comunización —ella misma fragmentaria, compuesta de diversos colectivos e individualidades con perspectivas muchas veces divergentes—, sino señalar la posibilidad real de una insurrección contra la forma de las relaciones sociales capitalistas, una insurrección dirigida a socavar las formas sociales fundamentales que sostienen el entero edificio de la socialización capitalista. Más aún, argumentaré que esta posibilidad, lejos de ser un ensueño teórico, se encuentra presente en el propio entramado social capitalista y que, de hecho, constituye la dimensión radical de las luchas de clases contemporáneas —así como el fundamento material de la propia existencia de la teoría de la comunización—. Esto quiere decir que presentaré aquí una reapropiación crítica de la teoría de la comunización que se comprende a sí misma como un autoesclarecimiento posibilitado por las luchas recientes y el fracaso de su potencial emancipatorio, reapropiación que pretende arrojar luz sobre el carácter práctico de la abolición del valor y permitir orientar la discusión emancipatoria en el sentido de la conformación de una fuerza social e histórica capaz de apuntar conscientemente hacia la liquidación de las formas que sostienen el entramado de socialización del capital.

Comunización

Cuando Théorie Communiste dice que la revolución es comunización, quiere decir que esta sólo puede suceder como un proceso de autotransformación material del proceso social en cuyo despliegue se tiende a liquidar prácticamente el valor como forma de las relaciones sociales y que, precisamente, este proceso toma su fuerza de esa liquidación. En términos simples, comunización designa un proceso práctico de carácter colectivo por medio del cual se suprime en actos la forma capitalista de las relaciones sociales, o sea, suprimiendo el intercambio de mercancías, el valor, el dinero, el trabajo, el capital y, por supuesto, el Estado —cuyo fundamento es precisamente la forma capitalista de las relaciones sociales— y el patriarcado —en la medida en que las relaciones capitalista no son de género neutro y su abolición es también la del género tal cual ha sido socialmente producido por esta civilización—.

La teoría de la comunización en todas sus variantes ha insistido siempre en la posibilidad de la inmediatez del comunismo[6], o sea, de la posibilidad de una producción inmediata de un modo de vida socialmente emancipado a partir de una ruptura práctica con la socialización capitalista que emerge desde ese mismo entramado de socialización como su crítica inmanente en actos. Evidentemente, el sólo hecho de dar cuenta de esta posibilidad constituye en sí mismo el resultado de un proceso histórico de la civilización capitalista, una transformación material de la relación de capital en el que ahora la emancipación social ya no se da sobre la base de la afirmación del proletariado como clase —lo que implicaba, a su vez, afirmar el capital[7]—, sino de su negación, de su puesta en entredicho a partir de su propio actuar como clase dentro de la socialización capitalista.

Es cierto que el comunismo era posible desde 1848, como decía Amadeo Bordiga, pero era posible sobre la base de la afirmación del proletariado como clase. Con esto, por supuesto, no quiero decir que la abolición de la sociedad de clases era imposible para el arco histórico en que la lucha de clases tuvo lugar dentro de los marcos del universo del movimiento obrero. Por el contrario, quiero señalar que la emancipación social radical no constituye ninguna especie de invariante histórica, sino que es el resultado de una producción histórica real que tiene lugar dentro del metabolismo social capitalista. Lejos de ser una abstracción inmutable que existe por fuera del movimiento real como ideal normativo, la emancipación social se desarrolla siempre sobre la base del despliegue histórico de la dialéctica de la mercancía propia de la civilización capitalista —y, por tanto, de la lucha de clases—.

La lucha de clases del movimiento obrero fue la emancipación posible en un determinado arco histórico de la civilización capitalista. El consejo [soviet], la autogestión, la huelga general de masas, la toma del poder, etc., fueron la forma práctica de esta emancipación posible en la medida en que, dentro de la relación de capital —la relación de clase entre el capital y la clase asalariada que es el fundamento de la valorización del valor—, la autoemancipación del proletariado sólo podía suceder como afirmación de la clase. En efecto, en el proceso histórico de la transición de la dominación formal a la real del capital, la lucha de la clase obrera adquiría necesariamente el contenido y la forma de su afirmación como clase del capital en el interior de la socialización del capitalista, en cuanto a que su lucha contra el capital estaba determinada por la reproducción de la clase obrera como un momento necesario de la reproducción ampliada del capital. Hoy, en la transición global hacia la cuarta revolución industrial, la situación es radicalmente diferente, puesto que la reproducción de la clase obrera global no es un presupuesto necesario de la reproducción ampliada del capital que ha cientifizado el conjunto del proceso de producción de mercancías y depende cada vez menos del gasto inmediato de trabajo humano abstracto medido en tiempo —lo que se expresa, entre otros aspectos, en la producción de enormes masas de población superflua para el capital y en la lumpenización de la clase obrera—.

Esto quiere decir que todo movimiento de contestación social radical dentro de la civilización capitalista emerge como una crítica inmanente de esta forma alienada de interdependencia social, vale decir, surge desde esas formas de socialización y en contradicción con estas. Empero, quiero enfatizar que es el carácter contradictorio de estas formas las que constituyen la condición de posibilidad de esta crítica social radical. Si la forma mercancía fuera la forma última de la reproducción social, si coincidiera plenamente de manera idéntica con los sujetos de esta socialización —en su fase teórica tardía Camatte sugiere explícitamente, y erróneamente desde mi perspectiva, que esta identidad se ha realizado como antropomorfosis del capital[8]—, entonces simplemente no sería posible la crítica ni la negación práctica de esta forma históricamente específica de las relaciones sociales. Por el contrario, puesto que la forma mercancía en cuanto forma específica de la riqueza capitalista es en sí misma contradictoria —es simultáneamente riqueza material y riqueza abstracta[9]—, entonces en su propio despliegue histórico está contenida la posibilidad de su crítica y su superación.

Por consiguiente, el comunismo no es un ideal normativo ni tampoco una esencia invariante para realizar, es la forma necesaria de la emancipación social como producción histórica[10]. La crítica marxiana de la economía política plantea la posibilidad del comunismo como una crítica inmanente de las relaciones sociales capitalistas, pero esa ruptura es ella misma producción histórica al interior de ese entramado de socialización. La emancipación social radical como comunización implica, por tanto, que hoy las luchas sociales contemporáneas, y por tanto la guerra de clases, tiene como forma necesaria la producción inmediata de relaciones sociales emancipadas, producción que tiene su condición de posibilidad en el enorme tiempo histórico objetivado por la actividad productiva humana bajo el régimen de expolio y sufrimiento propio de la producción de mercancías. Esto quiere decir que la reapropiación del tiempo histórico por las masas asalariadas —que para Marx, en los Grundrisse, es el contenido mismo de la emancipación radical—, no ocurre en un terreno inmóvil siempre igual a sí mismo, sino que siempre tiene su condición de posibilidad en la dinámica histórica de la producción capitalista y, en particular, de la relación de capital.

De acuerdo con esto, cuando pienso en comunización como una crítica práctica de la economía política, quiero decir que se trata de un movimiento en actos que niega la forma capitalista de la riqueza social para hacer emerger la riqueza como tiempo disponible, como emancipación del tiempo vivo con respecto a las relaciones capitalistas. Empero, esto no sería posible si el resultado último de la producción capitalista —es decir, la producción de plusvalor—, no fuera simultáneamente la producción de plustiempo histórico que es objetivado como plusvalor, pero que sólo puede existir como tal, y permanecer como tal en tanto que plustiempo objetivado acumulado como capital, en la medida en que se realice continuamente la reproducción ampliada de capital; o sea, la forma capitalista de la riqueza —la riqueza abstracta, el valor—, sólo puede permanecer como tal en la medida en que se reconstituya continuamente por medio de una despliegue histórico contradictorio en el que está contenido la posibilidad de su negación. Esto entraña, por supuesto, que para reconstituirse continuamente el capital debe perpetuar al proletariado en tanto que proletariado, renovando continuamente la escisión de los productores con respecto a los medios para la reproducción social —incluyendo la tierra—, o sea, renovando continuamente su dependencia y menesterosidad con respecto al capital.

Como siempre, una digresión de Marx sobre la riqueza arroja enorme claridad sobre el asunto:

“Pero, in fact, si se despoja a la riqueza de su limitada forma burguesa, ¿qué es la riqueza sino la universalidad de las necesidades, capacidades, goces, fuerzas productivas, etc., de los individuos, creada en el intercambio universal? ¿Qué, sino el desarrollo pleno del dominio humano sobre las fuerzas naturales, tanto sobre las de la así llamada naturaleza como sobre su propia naturaleza? ¿Qué, sino la elaboración absoluta de sus disposiciones creadoras sin otro presupuesto que el desarrollo histórico previo, que convierte en objetivo a esta plenitud total del desarrollo, es decir al desarrollo de todas las fuerzas humanas en cuanto tales, no medidas con un patrón preestablecido? ¿Qué, sino una elaboración como resultado de la cual el hombre no se reproduce en su carácter determinado sino que produce su plenitud total? ¿Como resultado de la cual no busca permanecer como algo devenido sino que está en el movimiento absoluto del devenir? En la economía burguesa —y en la época de la producción que a ella corresponde— esta elaboración plena de lo interno aparece como vaciamiento pleno, esta objetivación universal, como enajenación total, y la destrucción de todos los objetivos unilaterales determinados, como sacrificio del objetivo propio frente a un objetivo completamente externo (…). Es satisfacción desde un punto de vista limitado, mientras que el mundo moderno deja insatisfecho o allí donde aparece satisfecho consigo mismo es vulgar” (p. 447-448).

En efecto, por comunización podríamos entender el movimiento práctico, insurreccional, en el que se despoja a la riqueza de su limitada forma burguesa. Pero esta posibilidad está contenida en la forma misma de la mercancía, en el carácter dual de esta forma históricamente específica de la riqueza y del trabajo que la produce. Ciertamente, en la medida en que la mercancía es simultáneamente riqueza material y riqueza abstracta, la no-identidad se encuentra en el núcleo de esta forma, es su carácter constitutivo. En otras palabras, si es posible la crítica de la mercancía y su negación práctica esto se debe a que la forma mercancía de la riqueza social no es idéntica a esa riqueza, que sólo en determinadas condiciones sociales, materiales e históricas los productos de la producción humana adoptan la forma del valor, pero que esta no es en modo alguno su forma última. De lo contrario, ni siquiera sería posible pensar su superación.

En consecuencia, si hoy la emancipación social radical se presenta como comunización esto se debe ante todo a las transformaciones reales del despliegue histórico contemporáneo de la dialéctica de la mercancía —que incluye, dentro de sí, la relación de clase—, dialéctica que por cierto sólo puede desarrollarse reconstituyendo continuamente la reproducción social bajo su forma capitalista —lo que implica continuas reestructuraciones de la relación de clase—. Lejos de ser una forma inquebrantable, que es como se nos presenta en apariencia, todo el entramado de socialización capitalista está atravesado por la negatividad: la sola existencia del sufrimiento y el dolor irracional que esta forma de las relaciones sociales provoca señala la posibilidad, y la necesidad, de que esta tortura se detenga y de que otra forma de interdependencia social no alienada es posible. Y la forma histórica necesaria de ese potencial es la insurrección como comunización y, por tanto, la abolición de la condición proletaria[11].

El proceso de comunización, la producción directa de la sociedad sin clases en el curso de un proceso de autotransformación social sólo puede ser insurreccional, porque es el movimiento práctico de subversión de la dinámica de reproducción social del capital. La comunización, por tanto, ataca la forma misma bajo la que se autorreproduce y perpetua de manera ampliada la acumulación capitalista. Esto quiere decir que la comunización, en cuanto movimiento insurreccional, no es sólo un movimiento dirigido a suprimir la forma capitalista de las relaciones sociales, sino que también es la emergencia material de otra forma de la reproducción social que surge en la negación práctica del capital. ¿Cómo puede ser esto posible? Respuesta: en el capital todo es praxis, pero lo es en el sentido de una recíproca producción de la sociedad por los sujetos y de los sujetos por la sociedad. El movimiento global del capital es el movimiento global de la praxis alienada y crecientemente autonomizada de la especie humana dentro de los marcos de un metabolismo históricamente específico de la reproducción social, práctica social que tiende a autonomizarse relativamente de los seres humanos y que ejerce un dominio universalizante sobre los mismos. La comunización es posible como abertura de la brecha que emerge de la contradicción intrínseca de las formas sociales capitalistas en el actual estadio de la crisis de la civilización del trabajo. Esto quiere decir que el proceso de comunización emerge desde y en contradicción con las formas sociales capitalistas. Nunca podré resaltar lo suficiente que no hay alternativa emancipadora a la catástrofe capitalista que pueda emerger desde una externalidad a esa forma de socialización o desde la pura voluntad, la posibilidad de la negación práctica del capital es un resultado de las brechas que se abren en el curso su propio movimiento contradictorio.

Con todo, ¿en qué consisten estas brechas? Las brechas son los puntos de apertura dentro de la relación de capital que posibilitan la ruptura con la socialización capitalista que emergen dentro de su propia dinámica contradictoria.  Théorie Communiste ha dicho sobre esto algo fundamental, puesto que, si el proletariado sólo puede actuar como clase de este modo de producción, y de actuar estrictamente como clase del capital para existir como tal, ¿cómo puede, entonces, abolir las clases y producir la emancipación social? Respuesta: precisamente porque actuando estrictamente como una clase pone en entredicho su propia reproducción como tal, y esa es justamente la brecha: la puesta en cuestión de su propia condición de clase actuando como clase. Aquí se encuentran simultáneamente los límites y las potencialidades subversivas de las luchas contemporáneas, ya que en ellas vemos como efectivamente se abren brechas en las cuales las masas insurgentes rompen potencialmente en actos con la condición proletaria, pero también refuerzan y reconstituyen su condición de clase por medio de su propia actividad práctica y las reivindicaciones —salariales, entre otras— que son su corolario. Por tanto, la tarea de una teoría crítica radical es generar las condiciones de posibilidad para el autoesclarecimiento de la propia praxis colectiva, no diciendo tanto lo que hay que hacer, sino mostrando activamente los límites de la praxis en un momento dado y el lado por el que tiende a reconstituir las relaciones sociales capitalistas trastocadas por el movimiento subversivo —esto, por supuesto, nos lleva al terreno de la mediación entre la crítica radical y el movimiento real, o sea, al problema de la praxis material que requiere dotarse de medios para ser efectiva—.

De paso, esto quiere decir que las llamadas “minorías revolucionarias” y las individualidades dedicadas a la crítica social radical —con mayor o menor rigor, es necesario decirlo—, son simplemente expresiones de las posibilidades emancipatorias que anidan en la objetividad de la sociedad capitalista. El genio de Karl Marx, no radicó tanto en una mente genial y especialmente dotada, sino en el desarrollo de una teoría autorreflexiva de su propio condicionamiento sociohistórico, de su determinación como posibilidad del objeto mismo que critica, o sea, el capital. Esa es la fuente de su permanente actualidad como crítica inmanente de la socialización capitalista, actualidad que permanecerá vigente mientras exista el objeto de su crítica. Esto también quiere decir que la perspectiva que aquí expongo es históricamente determinada, y que su validez sólo puede tener sentido como posibilidad de la crisis de la civilización capitalista, pero en modo alguno se extiende más allá de estas circunstancias que la determinan. Esto es, la emancipación social como comunización, el freno de emergencia como siendo simultáneamente crítica en actos de la socialización de capital y producción de un modo de vida socialmente emancipado, es la forma necesaria para detener en este arco histórico particular la catástrofe del capital, pero en modo alguno tiene asegurado su éxito ni tampoco es la forma última de la emancipación social. Por el contrario, como veremos en la siguiente serie de este escrito, hoy están cada vez más minadas las posibilidades de la crítica y, por tanto, de la superación emancipadora del colapso capitalista.

Sin embargo, es necesario profundizar en el carácter práctico del proceso de comunización, incluso aunque al hacerlo debo reconocer mis propias limitaciones —que son también el resultado del entramado de ofuscación que produce la socialización capitalista—: no puede existir una receta general para la emancipación humana, porque esta tiene su condición de posibilidad en las brechas de la socialización capitalista, las cuales están presentes en toda la objetividad del entramado social y no son idénticas, incluso aunque responden a los mismos fundamentos —o sea, las formas sociales fundamentales de la modernidad capitalista: valor, mercancía, trabajo, dinero, capital, etc—.

En primer lugar, el proceso de comunización, para ser tal, debe tender a suprimir la condición proletaria. La valorización del capital, el objetivo impulsor de toda la ciega trayectoria histórica de la producción capitalista, sólo puede realizarse por medio de la acumulación de plusvalor, es decir, de tiempo de plustrabajo arrancado sin intercambio de equivalente a la clase obrera global. Por consiguiente, la mercancía como forma estructurante básica de la civilización capitalista no puede entenderse sin el plustrabajo contenido en ella[12]. En efecto, en la producción capitalista toda mercancía está constituida por la materialización de tiempo de plustrabajo, de trabajo forzado excedente de la clase asalariada. De esta manera, la clase obrera queda configurada, tal como lo expresa Theorie communiste, como la mercancía de la mercancía, como el fundamento real de la reproducción ampliada del capital. En consecuencia, la crítica en actos del entramado de socialización de capital requiere trastocar la relación de capital, poner en entredicho la reproducción de la clase asalariada en tanto que clase asalariada, y ello implica por tanto la necesaria transformación de la reproducción social sobre una base no mediada por las formas sociales capitalistas —y, por tanto, la distribución gratuita de bienes como primera medida práctica del proceso insurreccional—. En simple, esto requiere que el conjunto de las masas proletarizadas —incluyendo, por supuesto, a los desempleados, lumpenizados, precarizados, etc— puedan reproducir su corporalidad física sin la mediación del trabajo, el dinero o la forma mercancía.

Como vemos, jalar el freno de emergencia requiere no sólo la producción de la ruptura —el momento del estallido insurreccional de la revuelta, de los saqueos, de la destrucción de la infraestructura del capital[13]—, sino que requiere la reorientación de la reproducción social en su forma capitalista. Por tanto, el proceso de comunización es impensable sin la apropiación colectiva de los medios para la reproducción social, es decir, los llamados medios de producción. Sin embargo, aunque la apropiación y socialización de los medios de producción fue un tópico básico del recetario leninista de la revolución, hay que decir que la mera apropiación de los medios de producción por parte de las masas asalariadas no implica necesariamente la superación del capitalismo como tal. De hecho, como en el caso de la URSS, este puede ser reconstituido precisamente a partir de la apropiación de los medios de producción de las masas asalariadas. Lo esencial, empero, es la forma de la reproducción social, y la forma capitalista de las relaciones sociales es perfectamente compatible con la apropiación proletaria de los medios de producción.

Más aún, los medios de producción existen actualmente en una forma objetiva que es legada por el capital, forma que está moldeada por el objetivo impulsor de toda la dinámica social actualmente existente: la valorización del valor. No se trata de apropiarnos de las industrias y de reproducir allí las relaciones que hacen existir a la industria como tal, sino de reapropiarnos de la praxis social materializada en estos medios y reorientar la reproducción social sobre nuevas bases: la satisfacción directa de las necesidades humanas y la producción de tiempo libre. Por otro lado, una enorme cantidad de maquinaria e industria es terriblemente nociva, contaminante y objetivamente destructiva de las condiciones biofísicas de la vida en el planeta, lo que implica que un proceso insurreccional exitoso deberá desmantelar toda la infraestructura de la devastación y logra, simultáneamente, asegurar la sobrevivencia de las personas por medio de una nueva reproducción social que tenga como objetiva una creciente abundancia de tiempo —y, por tanto, de riqueza material—.

Por tanto, una apropiación en sentido emancipatorio de los denominados medios de producción, que incluye por cierto la reapropiación sobre una nueva base social de nuestra relación con la tierra, requiere necesariamente romper con su carácter de capital, y esto supone la reorientación de la producción a la satisfacción directa de las necesidades humanas en el curso del proceso insurreccional. Después de todo, no se puede vivir de saqueo, porque el saqueo en su forma capitalista contemporánea —tal y como aparece en las revueltas de las últimas dos décadas— presupone una producción hiperabundante de mercancías. Más aún, nadie pondrá ninguna clase de esfuerzo en una revolución que no logra poner un pan en la boca de la gente —baste pensar en el estrepitoso fracaso del potencial emancipatorio de la revuelta de 2019 en Chile—, por lo que un proceso insurreccional que no logra reorientar la producción social sobre otras bases está condenado a ser derrotado en la institucionalidad por el poder de inercia de las relaciones sociales capitalistas, primero, y, luego, por una violenta contrainsurgencia orientada a impedir la reemergencia de la revuelta generalizada.

En ausencia de horizontes alternativos reales, las masas asalariadas correrán de vuelta a los brazos de la institucionalidad del capital, es más, desearán con todas sus fuerzas la vuelta a la normalidad, la protección del Estado y escupirán sobre su reciente rebelión. Y es que toda rebelión en el seno del capitalismo puede rápidamente derivar en rebelión conformista, en un refuerzo de la socialización capitalista por la vía de la violencia de las masas. Nuevamente, el periodo post-revuelta en Chile es paradigmático al respecto, ya que actualmente las condiciones sociales son incluso peores que las que dieron origen a la revuelta, pero el espectro social parece haberse inclinado hacia perspectivas reaccionarias. Permitir la emergencia abierta y el despliegue del potencial emancipatorio que se agita en las luchas sociales contemporáneas requiere sostener la abertura de las brechas que se abren en la relación capitalista, lo que supone necesariamente una praxis orientada a la reapropiación material del tiempo alienado y de los medios para la reproducción social. La revuelta en Chile, como las de otros países, han fracasado precisamente en este salto cualitativo que lleva de la insurrección generalizada hacia la emancipación social radical, y la superación de este impasse se encuentra en la praxis social contradictoria de estos movimientos y en la posibilidad de empujar conscientemente su potencial emancipatorio.

En este punto, la teoría de la comunización ha señalado la necesidad de las denominadas “medidas comunistas”[14], la forma concreta de la actividad práctica mediante la cual se suprime la socialización capitalista y, con ello, se autosuprime el proletariado en cuanto trabajo vivo a ser succionado por la hambruna canina de plustrabajo propia del capital. La producción de otra forma de socialización, una forma de interdependencia humana emancipada, consiste en la multiplicación y generalización de actos que en el curso de la lucha permiten inicialmente debilitar las formas sociales capitalistas —para luego suprimirlas—, posibilitando que diferentes grupos sociales se plieguen a la lucha y socavando la fuerza de la reacción organizada de manera política-militar en el Estado y sus agentes. No se puede suprimir inmediatamente el entramado de socialización capitalista, pero si se puede poner en marcha una praxis que inmediatamente cuestione sus fundamentos. En ese sentido, aunque he dicho antes que no puede haber una receta generalizada para la producción consciente del comunismo, podría decirse que la máxima “que nadie pase hambre” resume el contenido de una medida comunista fundamental para la continuidad de la insurrección y su reforzamiento en el curso de su despliegue. Solamente medidas comunistas concretas que permitan orientar la reproducción social hacia la satisfacción directa de las necesidades y a la producción de tiempo libre pueden permitir que el proceso insurreccional se sostenga, se expanda y finalmente triunfe.  En este sentido, habría que retomar sobre nuevas bases la máxima marxiana de “la insurrección es un arte”: en nuestro caso, la insurrección es el arte de hacer florecer el tiempo emancipado, de liberar el tiempo vivo —la praxis social viviente de la humanidad— de su cáscara capitalista.

PD: Esta es la primera entrega de una serie de escritos que vengo meditando de un tiempo a esta parte. El objetivo principal de estos textos es contribuir a la formación de una crítica social radical capaz de convertirse en una fuerza histórica material y efectiva. Por sí mismos, por supuesto, no tendrán más que un valor literario, sólo su capacidad de convertirse en diálogo autorreflexivo con el movimiento real será la condición de su éxito en sentido emancipatorio. El siguiente escrito se titulará “Los límites y posibilidades de la crítica”, en el que pretendo desarrollar la creciente dificultad de la crítica para convertirse en praxis social emancipatoria, buscando desentrañar las posibilidades que se abren para la emergencia de un movimiento radical en el curso del proceso catastrófico de la debacle socioecológica de la civilización capitalista —debacle que es, naturalmente, la debacle de sus sujetos—. Aunque dentro de la corriente con aspiraciones radicales existe actualmente un rechazo por cualquier teoría crítica de la subjetividad —precisamente porque pone en entredicho sus propios posicionamientos—, esta es condición necesaria de una crítica social radical.

Finalmente, agradezco públicamente a lxs compañerxs de Flora Espacio Anarquista, quienes me han acogido con cariño y fueron la inspiración principal para comenzar esta serie de escritos. Mi corazón está también con ellxs. No es en modo alguno casual que los conversatorios que inspiraron inicialmente este texto fueran interrumpidos por el mega-incendio de la región de Valparaíso; o sea, por la irrupción abrupta en ese territorio de la catástrofe capitalista sobre la que pretendíamos debatir. Esto nos habla también de los límites y posibilidades de la crítica, porque nos encontramos aún en un estado fragmentario de la elaboración de una crítica radical en actos en el momento mismo en que el incendio de la civilización del capital se expande por todas partes del planeta. Esto requiere, por tanto, empujarnos al esfuerzo del concepto en el preciso momento en que las posibilidades de la crítica son crecientemente socavadas.

Pablo Jiménez Cea, México/Chile, febrero de 2024.

Notas

[1] Habría que decir simplemente que todo Estado es capitalista, pero en estos tiempos de ofuscación nunca se puede enfatizar demasiado la exigencia de la precisión en las palabras: ellas también son armas en la lucha por la emancipación social radical.

[2] El concepto de crítica práctica del capital o de la economía política lo he tomado de un pequeño párrafo de La sustancia del capital de Robert Kurz: “Los manuales del antiguo bloque «socialista» siguen refiriéndose de forma seria e intransigente a una «economía política del capitalismo» y a una «economía política del socialismo», en lugar de concebir y adoptar el socialismo como la crítica práctica de la economía política como tal [Las cursivas son mías NPU]” (p. 59). Sin embargo, este párrafo queda sin desarrollar y no vuelve a existir ninguna referencia a tal problemática en el resto del libro. Por otro lado, la perspectiva de una crítica práctica de las relaciones sociales ya había sido adelantada por la Internacional Situacionista y en particular por Guy Debord en La sociedad del espectáculo.

[3] La teoría es la fuerza del Yo, dirá Adorno.

[4] Véase Jasper Bernes, Algunos relatos sobre la comunización, en el siguiente enlace: https://translatoriac.noblogs.org/jasper-bernes-algunos-relatos-sobre-la-comunizacion_01/

[5] Sobre este punto, véase De la ultraizquierda la teoría de la comunización de Théorie Communiste. Disponible en el siguiente enlace junto a diversos textos de TC traducidos al español: https://drive.google.com/drive/folders/1NtviJ3AikLVd1qHPcssbcZnQun6Dvac8

[6] Entiendo aquí “comunismo” de modo negativo, o sea, como un modo de vida social e interdependencia humana en el que han sido suprimidas las clases sociales, las relaciones sociales capitalistas y el Estado. Aunque han existido naciones completas, e incluso superpotencias mundiales como la URSS que se reclamaban a sí mismas como “comunistas”, estas más bien constituyeron ramas alternativas de la modernidad capitalistas impulsadas por el movimiento obrero y su contrarrevolución histórica.

[7] Es esta determinación material e histórica de la praxis del movimiento obrero como emancipación social posible a través de la afirmación del proletariado como clase lo que constituyó simultáneamente el fundamento de la contrarrevolución global que lo liquidó. En efecto, que la contrarrevolución haya venido de las mismas organizaciones del proletariado, que de la lucha de clases revolucionaria hayan surgido naciones capitalistas, tiene su fundamento en que la afirmación del proletariado como clase comportaba necesariamente la afirmación del capital y que, por tanto, el entramado de socialización capitalista pudo reconstituirse a partir de las propias organizaciones obreras.

[8] Véase Errancia de la humanidad en el siguiente enlace: https://archivesautonomies.org/IMG/pdf/gauchecommuniste/gauchescommunistes-ap1952/invariance/espanol/errancia-humanidad-1973.pdf

[9] Sobre el carácter no-idéntico de la forma mercancía, no existe mejor referencia que el primer capítulo de El Capital. Sobre este carácter dual de la mercancía, y del trabajo productor de mercancías, Marx dirá que en la aprehensión de esta no-identidad se encuentra “todo el secreto de la concepción crítica”(Carta de Marx a Engels, Manchester, 1868).

[10] Para una crítica de las perspectivas normativas de la emancipación social, véase: https://endnotes.org.uk/translations/theorie-communiste-historia-normativa-y-esencia-comunista-del-proletariado

[11] Lo que equivale a decir abolición de la sociedad de clases, en la medida en que todas las otras clases sociales en el régimen de producción capitalista sostienen su reproducción en el plustiempo de trabajo objetivado como plusproducto —plusproducto que es convertido en capital— que resulta del expolio de tiempo de trabajo excedente de la clase asalariada global.

[12] Sobre ello, véase El Capital. Libro VI (Inédito). Resultados inmediatos del proceso de producción capitalista, p. 109.

[13] Abordaré esto en la serie III de este escrito.

[14] Véase Las medidas comunistas de León de Mattis en el siguiente enlance: https://colectivobrumario.wordpress.com/2015/12/22/las-medidas-comunistas-leon-de-mattis/