29 de julio de 2025

[Ecuador] Nuevo ataque de la clase capitalista contra la clase trabajadora: 5000 despidos en el sector público

  

¿Por qué? Marx, y no la socialdemocracia antineoliberal, lo explica en Trabajo Asalariado y Capital

Muy al contrario de las decenas de lloriqueos y rebuznos socialdemócratas que están circulando en redes sociales sobre el Decreto 60 en Ecuador, a saber: "neoliberalismo fascista", "desmantelamiento del Estado" y "vulneración de derechos laborales" ―y hasta estupideces tales como "descorreización del Estado" o "esto es culpa de los que votaron por Noboa y nulo en las últimas elecciones"―, los fragmentos de Trabajo Asalariado y Capital de Marx (1849) que citamos a continuación explican las causas reales y profundas de por qué el gobierno del burgués Noboa, mediante el mencionado decreto, acaba de despedir a 5000 trabajadores del sector público[1]:

«Más arriba, hemos descrito a grandes rasgos la guerra industrial de unos capitalistas con otros. Esta guerra presenta la particularidad de que en ella las batallas no se ganan tanto enrolando a ejércitos obreros, como licenciándolos [despidiéndolos]. Los generales, los capitalistas rivalizan a ver quién licencia más soldados industriales [trabajadores]. […]

Una mayor división del trabajo permite a un obrero realizar el trabajo de cinco, diez o veinte; aumenta, por tanto, la competencia entre los obreros en cinco, diez o veinte veces. Los obreros no sólo compiten entre sí vendiéndose unos más barato [salario más bajo] que otros [cuando están desempleados], sino que compiten también cuando uno solo realiza el trabajo de cinco, diez o veinte; y la división del trabajo, implantada y constantemente reforzada por el capital, obliga a los obreros a hacerse esta clase de competencia. […]

¿Cuál es la ley general que rige el alza y la baja del salario y la ganancia, en sus relaciones mutuas?

Se hallan en razón inversa. La parte de que se apropia el capital, la ganancia, aumenta en la misma proporción en que disminuye la parte que le toca al trabajo, el salario, y viceversa. La ganancia aumenta en la medida en que disminuye el salario y disminuye en la medida en que éste aumenta. […]

¿Qué acontece en el intercambio entre el capitalista y el obrero asalariado?

El obrero obtiene a cambio de su fuerza de trabajo medios de vida, pero, a cambio de estos medios de vida de su propiedad, el capitalista adquiere trabajo, la actividad productiva del obrero, la fuerza creadora con la cual el obrero no sólo repone lo que consume, sino que da al trabajo acumulado un mayor valor del que antes poseía [plusvalor]. El obrero recibe del capitalista una parte de los medios de vida existentes. ¿Para qué le sirven estos medios de vida? Para su consumo inmediato. Pero, al consumir los medios de vida de que dispongo, los pierdo irreparablemente, a no ser que emplee el tiempo durante el cual me mantienen estos medios de vida en producir otros, en crear con mi trabajo, mientras los consumo, en vez de los valores destruidos al consumirlos, otros nuevos. Pero esta noble fuerza reproductiva del trabajo es precisamente la que el obrero cede al capital, a cambio de los medios de vida que éste le entrega. Al cederla, se queda, pues, sin ella.» 

Para decirlo de forma sencilla y hasta gráfica:

Más despidos o más desempleo --> salarios más bajos --> más explotación de los trabajadores empleados --> más producción de plusvalor y ganancia para los capitalistas --> más acumulación de capital

Reducir el salario para aumentar el plusvalor y la ganancia es la tendencia general de la producción y la competencia capitalistas, principalmente mediante el desempleo. El desempleo masivo o lo que Marx (El Capital, Tomo I, 1867) denominó ejército industrial de reserva es, pues, una de las principales palancas de la acumulación de capital. El desempleo no es "voluntario", es estructural. Sin desempleo no funcionaría el capitalismo. 

Lo mismo aplica para la crisis del capital, cuya sustancia es la caída de la tasa de ganancia y, en última instancia, la crisis del trabajo, que hoy en día se manifiesta en forma de altas tasas de desempleo, subempleo e informalidad. La crisis es un modus operandi del Modo de Producción Capitalista para autorreproducirse y autorrenovarse constantemente. El Estado capitalista es quien administra la crisis, incluso la actual crisis catastrófica. De ahí que, como ya lo anticipó Walter Benjamin, en el capitalismo la catástrofe no es la excepción sino la regla. 

Con esta medida de austeridad, pues, la clase dominante de la región ecuatoriana compensa la caída de la tasa de ganancia en el actual contexto de crisis capitalista, aumentando la tasa de explotación de la cada vez más reducida clase trabajadora con empleo o ejército industrial activo. No sólo en esta pequeña hacienda narcobananera llamada Ecuador, sino en todo el mundo. Porque el capitalismo y su crisis son mundiales, no se olvide. Sí ―por enésima vez―, la causa general de lo que está pasando en el Ecuador es el capitalismo mundial en crisis, no “el neoliberalismo” ni “este gobierno de derecha”. 

Aumentar la tasa de explotación de la clase trabajadora para compensar la caída de la tasa de ganancia de la clase capitalista, es lo principal; el pago de la deuda externa al FMI, lo secundario. La relación de clase trabajo/capital es lo principal; las relaciones internacionales, lo secundario. Porque el capitalismo se basa en la relación de clase trabajo/capital y es mundial. Más precisamente: porque mediante estas medidas de austeridad como son los despidos masivos y los bajos salarios, la burguesía ecuatoriana, con su fracción narcobananera a la cabeza (personificada por el presidente Daniel Noboa), acumula más capital dentro del territorio nacional[2] y, al mismo tiempo, participa en la competencia capitalista internacional por la producción y el reparto del plusvalor mundial, en el actual contexto de crisis global. 

La respuesta de la clase trabajadora, los sindicatos, el “pueblo” y la izquierda del Capital 

Sin duda, el Decreto 60 del gobierno de Noboa es un nuevo ataque de la clase capitalista contra la clase trabajadora de este pequeño y devastado país. Pero la respuesta de ésta última y de otros “sectores populares”, bajo el actual período histórico contrarrevolucionario, no pasa ni pasará de pronunciamientos y marchas de los sindicatos y otras organizaciones de izquierda pidiendo "más Estado" o "defensa del trabajo y de los servicios públicos", así como también "unidad del pueblo y la izquierda contra el modelo neoliberal". Los plantones a las afueras de ciertos ministerios por parte de las y los activistas de la izquierda pequeñoburguesa y posmoderna de colores también forman parte de este repertorio. 

En realidad, lo que están pidiendo es más Capital y colaboracionismo de clases, respectivamente: porque en la época actual el trabajo es inseparable del capital; porque el Estado es Capital organizado políticamente o el capitalista colectivo que administra “desde arriba” la explotación y dominación de la clase trabajadora; porque los sindicatos no luchan por abolir la explotación capitalista, sino que negocian la tasa de explotación de la clase trabajadora con la clase capitalista, con lo cual son sus colaboradores “desde abajo” y, por tanto, son enemigos del proletariado[3]; porque, si bien conforman el salario social de la clase trabajadora, los servicios públicos (seguridad social, salud, educación) principalmente son negocios del Estado para la burguesía y migajas del Estado para el proletariado; porque el "pueblo" es interclasista, incluyendo a la pequeña burguesía, quien tiene intereses diferentes y opuestos a los del proletariado; porque la división de la clase trabajadora responde a la división técnica y social del trabajo por y para el Capital, no a tal o cual gobierno ni a tal o cual organización ni ideología políticas (si el proletariado está dividido, es porque es la clase del trabajo/capital, y sólo se unificará cuando luche por la revolución comunista, es decir, cuando luche por abolirse a sí mismo como clase y a todas las clases); porque la democracia, con todos sus derechos y “conquistas” sociales, en realidad es la dictadura social invisibilizada o normalizada del Capital sobre el proletariado; y, porque la izquierda es izquierda del Capital o socialdemocracia de todos los colores. 

Aun así, esas típicas demandas de la izquierda del Capital, con los sindicatos en primera fila, no sólo son una utopía reaccionaria o reformismo puro y duro, sino que hoy en día son materialmente imposibles, dado el actual contexto de crisis estructural del trabajo/capital o de agotamiento de la producción y reproducción del valor. En este caso concreto, habrá más despidos en el sector público (70.000 hasta el 2028, según los cálculos de un economista socialdemócrata), y no habrá más unidad sino más competencia entre trabajadores por conseguir un empleo. 

Asimismo, para decirlo de forma sencilla y hasta gráfica:

Más despidos o más desempleo --> más competencia y división de los trabajadores por conseguir empleo --> menos solidaridad, unidad y organización proletarias reales para luchar contra la clase capitalista y su Estado 

Lo que sí habrá, y de hecho ya hay, es más Estado para los capitalistas, precisamente porque es su Estado y de nadie más. No existe el tal "Estado ausente" que tanto lloriquean los socialdemócratas. El Estado está muy presente cumpliendo su función: defender a capa y espada los intereses de la clase capitalista y atacar a la clase trabajadora. 

Incluso en el hipotético caso de que se lograsen conservar algunos cientos de puestos de trabajo y “partidas presupuestarias” en el sector público o si un nuevo “gobierno popular” ―que tanto sueña la izquierda ecuatoriana― crease miles de nuevos puestos de trabajo y “partidas presupuestarias” en todos los sectores, la relación trabajo/capital no se vería afectada en cuanto tal; las cadenas de la esclavitud asalariada sólo serían más brillosas gracias al lustre democrático de los “derechos laborales”. Porque, en las claras y contundentes palabras de Marx en Trabajo Asalariado y Capital,

«Hemos visto, pues:

Que, incluso la situación más favorable para la clase obrera, el incremento más rápido posible del capital, por mucho que mejore la vida material del obrero, no suprime el antagonismo entre sus intereses y los intereses del burgués, los intereses del capitalista. Ganancia y salario seguirán hallándose, exactamente lo mismo que antes, en razón inversa.

Que si el capital crece rápidamente, pueden aumentar también los salarios, pero que aumentarán con rapidez incomparablemente mayor las ganancias del capitalista. La situación material del obrero habrá mejorado, pero a costa de su situación social. El abismo social que le separa del capitalista se habrá ahondado.

Y, finalmente:

Que el decir que la condición más favorable para el trabajo asalariado es el incremento más rápido posible del capital productivo, sólo significa que cuanto más rápidamente la clase obrera aumenta y acrecienta el poder enemigo, la riqueza ajena que la domina, tanto mejores serán las condiciones en que podrá seguir laborando por el incremento de la riqueza burguesa, por el acrecentamiento del poder del capital, contenta con forjar ella misma las cadenas de oro con las que le arrastra a remolque la burguesía.» 

Decimos en el hipotético caso, porque ese sueño de la izquierda del Capital hoy en día ya es histórica y materialmente imposible. El Modo de Producción Capitalista ya no es capaz de mantener a sus esclavos asalariados como en el siglo pasado. La relación de clase trabajo/capital y, por tanto, la relación salarial está en crisis, pero sigue funcionando de manera catastrófica. El desempleo, el subempleo y la informalidad en masa creciente son sus síntomas más visibles. El abismo social y el antagonismo de intereses entre el proletariado y la burguesía, de los que habla Marx, hoy son más grandes e insalvables que nunca antes. Sólo hay una solución: la revolución. 

La perspectiva comunista: de la reivindicación a la revolución mediante la ruptura en el seno de las propias luchas proletarias 

Entonces, ¿qué proponemos los comunistas? Dado que la causa raíz de toda esta catástrofe en curso es la relación social trabajo asalariado/capital y no “el neoliberalismo” ni “este gobierno de derecha”, proponemos lo mismo que Marx propone al final de Salario, precio y ganancia (1865): ¡abolición del sistema del trabajo asalariado! Abolición de la esclavitud asalariada, cuyo otro lado de la moneda es el desempleo. Lo que quiere decir que para abolir el desempleo ―y la miseria que éste conlleva― hay que abolir el trabajo asalariado. Y ello implica abolir también a sus administradores tanto desde arriba como desde abajo: abolir la burguesía, el Estado y los sindicatos, respectivamente. Y la base de todo ello, a su vez, es la abolición del propio proletariado en tanto que clase del trabajo/capital. Esta, y no otra, es la base de la revolución social para abolir el capitalismo con todas sus catástrofes, sus horrores y sus miserias en la época actual. 

Evidentemente, bajo el actual período histórico contrarrevolucionario, el proletariado sólo puede hacer luchas reivindicativas por "mejores condiciones de trabajo" o, en este caso, por no perder el trabajo o por conseguir trabajo. Pero, este tipo de luchas chocará contra sus propios límites ―principalmente, la crisis del trabajo y, por tanto, de la propia condición de clase trabajadora en la época actual―, los romperá y se transformará en lucha revolucionaria y autoorganizada por la abolición del trabajo asalariado. Las luchas reivindicativas preparan el terreno para la lucha revolucionaria; pero, no de manera gradual, sino mediante rupturas y saltos con ellas mismas. Se abrirá, así, un período histórico revolucionario. No porque la conciencia de clase del proletariado haya madurado, sino por el apremio histórico de no poder seguir viviendo bajo las condiciones materiales de producción y reproducción social capitalista. Entonces, al calor de la profundización y extensión del antagonismo de clases, la revolución social será una necesidad a satisfacer igual que cualquier otra necesidad humana inmediata. Haciendo posible, así, la producción inmediata del comunismo. La conciencia de clase en masa será un producto de tal proceso histórico concreto y, sólo entonces, un factor de la lucha revolucionaria.[4]

Desde la perspectiva comunista, la crisis actual del trabajo asalariado es una oportunidad histórica para su abolición. Todavía tendrán que pasar muchas crisis y luchas de clases para ello, es cierto. Pero, tarde o temprano durante este siglo XXI, mediante la ruptura revolucionaria en el seno de las propias luchas proletarias, ocurrirá. Y entonces, como anticipó Marx, la abolición del sistema de trabajo asalariado será la emancipación definitiva del proletariado, precisamente porque dejará de serlo, con cabeza y mano propias, usando la solidaridad, la autoorganización y la acción directa como sus principales armas. Y, como anticipó Pannekoek, la autoemancipación del proletariado será el derrumbe del capitalismo

Mientras tanto, a pesar de que hoy seamos minoría de las minorías o una voz solitaria dentro del proletariado, los comunistas no participaremos del activismo reformista que lideran los sindicatos, partidos y demás organizaciones de la izquierda del Capital, sino que mantendremos con intransigencia las posiciones revolucionarias y, en palabras de Bordiga y Camatte, la línea del futuro. Si los comunistas participamos en las luchas reivindicativas del presente, no lo hacemos como “moscas”, sino como detectores y anunciadores de la temperatura social en ascenso. Porque la historia de la lucha de clases nos demuestra que, “cuando la tortilla se vuelva”, estas posiciones revolucionarias serán una fuerza material o un arma empuñada por las masas proletarias autoorganizadas para dejar de serlo[5] y, en cambio, devenir comunidad real de individuos libremente asociados que producen y viven su vida como tales en todas partes. 

Lo que posibilita que este presente contrarrevolucionario y reformista se invierta en un futuro posiblemente revolucionario es la ruptura en el seno de las propias luchas proletarias. Esa ruptura es el comunismo, entendido como el movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual, no como utopía ni ideología. Esa es la ruptura revolucionaria a la que le apostamos. Y como ya lo dijimos, todavía tendrán que pasar muchas crisis y luchas de clases para ello. Sin embargo, no se trata de “esperar a que se den todas las condiciones”, sino de contribuir intransigente y pacientemente a producir la ruptura revolucionaria de todas las formas posibles: entendida como producto y acompañante crítico de las propias luchas proletarias, la teoría comunista es una de ellas, sobre todo en tiempos contrarrevolucionarios como el actual.

 

Proletarios Hartos de Serlo
Quito, julio de 2025
 
 


[1] La industria de la que habla Marx (ver El Capital, Tomo III, 1895), en su más amplia acepción de fábrica social capitalista ―que produce, distribuye, circula, realiza y reproduce el plusvalor, en particular, y las relaciones sociales capitalistas, en general―, también involucra al sector público o la burocracia del Estado. La particularidad de esta “rama industrial” ampliada es que no produce, sino que administra la distribución del plusvalor socialmente producido en forma de “inversión pública” y “gasto público”.

Desde luego, la revolución comunista destruirá toda esta industria o fábrica social capitalista y la sustituirá por la producción y distribución colectivamente autoorganizadas para la satisfacción directa ―esto es, sin trabajo asalariado, dinero, mercado ni Estado― de las necesidades colectivas. 

[2] Para acometer este fin, la “Ley Orgánica de Integridad Pública” es complementaria al Decreto 60, ya que gracias a ella la Exportadora Bananera Noboa S.A., propiedad del presidente Daniel Noboa, redujo su deuda tributaria con el Servicio de Rentas Internas (SRI) de 98 a 21,7 millones de dólares en julio de 2025; es decir, 76 millones de dólares que el Grupo Noboa va a acumular a su favor en lugar de financiar al Presupuesto General del Estado. Entonces, ¿quién va a pagar esta millonaria deuda? La clase trabajadora de este país. ¿Cómo? Trabajando más y ganando menos, gastando más en su subsistencia diaria, y recibiendo menos cantidad y calidad de servicios públicos (salud, educación, seguridad social). Lo que se traduce en: bajando su salario relativo, su salario real, y su salario social, respectivamente.  

[3] Los sindicatos no luchan por abolir la explotación capitalista, sino que negocian la tasa de explotación de la clase trabajadora con la clase capitalista. Son sus colaboradores. Son el brazo sindical del Capital y el Estado en el seno de la propia clase trabajadora. Los sindicatos son los administradores “desde abajo” de la explotación de la fuerza de trabajo y, por tanto, son enemigos del proletariado. Por el contrario, para luchar contra la explotación capitalista el proletariado no necesita sindicatos, necesita otras formas de autoorganización ―asambleas, consejos, comunas, etc.― con otros contenidos: no sólo luchar contra el capital, sino también contra el trabajo, esto es, luchar contra la relación de clase trabajo/capital hasta abolirla, buscando apropiarse de toda la producción/distribución, abolir el trabajo asalariado, satisfacer las necesidades humanas sin dinero ni Estado, y liberar tiempo para la vida en comunidad real entre los individuos libremente asociados. (Ver VV. AA., Textos contra el sindicalismo, 2022.) 

[4] De acuerdo con Théorie Communiste, bajo la dominación real del capital o en la época actual donde el capital coloniza el trabajo y la vida, existe una implicación recíproca entre trabajo y capital o entre proletariado y capital. Más claro: en la época actual, trabajo y capital son inseparables. Así pues, el principal límite de las luchas actuales del proletariado es su propia condición de clase del trabajo/capital. Por lo tanto, para abolir el capital hay que abolir el trabajo y el proletariado. La autoabolición del proletariado es el núcleo de la revolución comunista en esta época.

Por su parte, bajo un período histórico contrarrevolucionario como el actual, la burguesía tiene el sartén por el mango en todos los aspectos de la lucha de clases: desde el aspecto económico hasta el aspecto ideológico. Por lo tanto, en un período contrarrevolucionario, el proletariado no actúa como clase revolucionaria sino como clase reformista con sus luchas reivindicativas por "mejores condiciones de trabajo". Pero, la dinámica de la propia lucha de clases, mejor dicho, la profundización y extensión del antagonismo de clases, que es inseparable del progreso catastrófico del capitalismo, produce las condiciones para, mediante la ruptura en su seno, transformar estas luchas reivindicativas en lucha revolucionaria por la abolición del trabajo, el valor, el capital, las clases sociales y el Estado; y, por consiguiente, transforma un período contrarrevolucionario en un período revolucionario, donde la revolución social se convierte en una necesidad a satisfacer igual que cualquier otra necesidad humana inmediata. Haciendo posible, así, la producción inmediata del comunismo.

Finalmente, las transformaciones materiales y sociales que tienen lugar en tal proceso histórico concreto son las que producen conciencia de clase en masa, no al revés. La conciencia de clase en masa no es causa, es consecuencia de ello, y sólo en un período revolucionario se convierte en un factor o fuerza material del mismo. Por eso es importante. Ni más ni menos. 

[5] Esto no significa espontaneísmo, que quede claro. Antes bien, cuando decimos autoemancipación del proletariado decimos también autoorganización revolucionaria del proletariado por fuera, en contra y más allá de sindicatos, partidos y parlamentos, para su autoabolición como clase del trabajo/capital. Autoorganización asamblearia y comunal de masas y minorías proletarias en lucha a muerte contra la clase capitalista y la socialdemocracia dentro y fuera de los centros de trabajo, en todos los espacios de la vida social y los territorios, a fin de expropiar a la burguesía y comunizar toda la producción y la distribución para poder satisfacer directamente las necesidades colectivas, al mismo tiempo que a fin de destruir el Estado de manera insurreccional. La revolución comunista es la “suma” de insurrección más comunización o no es. Todo lo cual, si no se internacionaliza o se estructura como Comuna mundial, será aplastado por la contrarrevolución capitalista mundial.

En un período contrarrevolucionario como el actual, estas posiciones revolucionarias del proletariado son defendidas de forma teórica por sus minorías revolucionarias organizadas y activas, a contracorriente de todo… y de todos. En cambio, en un período revolucionario, las posiciones revolucionarias se convierten en armas prácticas con las cuales el proletariado autoorganizado, incluidas sus minorías revolucionarias, pasa al ataque de forma masiva. La teoría revolucionaria es una forma y un momento de la práctica revolucionaria, es una fuerza material. Por eso es importante producir y difundir, al calor de la lucha de clases, teoría comunista concebida como arma de la revolución comunista. Y de esta forma, contribuir a producir la ruptura revolucionaria, sobre todo en el seno del propio proletariado.

14 de julio de 2025

Ni Tsahal ni Artesh*. Apoyamos a nuestras tropas… ¡cuando disparan a sus oficiales!

  

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Hace más de 20 meses que comenzó la masacre en Gaza. La campaña de exterminio, similar a la liquidación del gueto de Varsovia, está en pleno apogeo. Bombas “inteligentes”, bombas “tontas”, fósforo blanco, gas nervioso, ejecuciones sumarias, marchas de la muerte, torturas, violaciones… sistemas controlados por inteligencia artificial como “Lavender” o “Where’s daddy?” – un algoritmo diseñado para localizar a presuntos miembros de Hamás cuando están en casa con sus familias- eligen objetivos para que los operadores de drones militares reduzcan a polvo todo el edificio donde se encuentran. El hambre y las epidemias de cólera y polio provocadas deliberadamente por Israel terminan el trabajo entre las ruinas extremadamente superpobladas de la Franja de Gaza. Todo en aras de los sueños de un futuro desarrollo capitalista, una vez eliminados el proletariado sobrante y molesto. Como cantan los niños israelíes en el himno de exterminio orwellianamente apodado la «canción de la amistad» – «…volveremos a arar nuestros campos…».

Pero además de campos fértiles, estas quimeras también incluyen lujosos complejos turísticos costeros para Trump, prospecciones de gas para ENI y un tren de alta velocidad de Tel Aviv a El Cairo para Siemens. Por supuesto, será difícil crear este paraíso capitalista en una zona plagada de explosivos, profundamente envenenada por el amianto de los edificios destruidos, metales pesados, fósforo blanco, uranio empobrecido… y con los acuíferos saturados de agua de mar inyectada deliberadamente por el ejército israelí.

Mientras tanto, miles de muertos y decenas de miles de soldados mutilados que visten los uniformes israelíes ya se han unido a las víctimas de la masacre del 7 de octubre, y muchos más están por venir, ya que las fracciones burguesas dirigidas respectivamente por Irán y Estados Unidos están tratando por todos los medios de arrastrar a los proletarios que viven en sus territorios/países a esta carnicería. Israel, donde la unidad de la guerra y la paz capitalista siempre ha sido evidente, ya se está convirtiendo en un importante «teatro» de la catástrofe militar global en gestación.

En el momento de escribir estas líneas, todos estos preparativos militares están empezando a dar frutos envenenados, con Israel lanzando su largamente planeado ataque contra las instalaciones nucleares iraníes el 13 de junio, con bombas, misiles y drones causando estragos en ciudades iraníes e israelíes. Mientras tanto, los portaaviones de la Armada estadounidense rodean Irán y se posicionan en el Mar Rojo contra los hutíes, y las bases del ejército estadounidense en el Golfo Pérsico están en alerta máxima, al igual que los ejércitos de muchos países de la región. Trump se prepara para bombardear Irán; Khamenei se prepara para atacar las bases del ejército estadounidense.

En los últimos meses, sin embargo, el número de refuseniks** y desertores en Israel, antes pequeño, ha empezado a aumentar. Hasta el momento, cientos de reservistas se han negado públicamente a servir en el ejército, negándose a participar en la masacre de los proletarios en Gaza por parte del Estado israelí y denunciándola, aunque ello signifique ir a la cárcel. Unos 100.000 reservistas, alrededor de un tercio de todos los reservistas, simplemente no se han presentado. También hay «rumores» de que ya se están produciendo “fragging*** en el seno del FDI…

La propaganda de nuestros enemigos burgueses intenta restar importancia a este movimiento para ocultar las crecientes grietas en la unidad nacional interclasista israelí.

Insisten en que los protagonistas de estas acciones no se preocupan realmente por los palestinos y que su negativa se debe «sólo» a que están agotados, a que no quieren morir o quedar lisiados o a que son despedidos de sus trabajos cada vez que son reclutados y se encuentran sin recursos en un contexto de aumento vertiginoso del coste de la vida. ¡Como si estas cuestiones no estuviesen unidas con la realidad material de la lucha por los intereses de nuestro enemigo de clase! ¡Este no es más que otro de sus intentos de impedir que reconozcamos que lo que nos une a ambos lados de la línea de trinchera es nuestra posición como clase explotada, como fuerza de trabajo movilizada o desechada según las necesidades de nuestros amos capitalistas! Impedir que nos veamos, a ambos lados de la línea de trinchera, ¡como hermanos y hermanas en la lucha de clases!

Desde mayo ha habido varias marchas hacia la frontera de Gaza en protesta contra la guerra, una de las cuales terminó en enfrentamientos con la organización Tzav 9, un despojo nacionalista que acudió a bloquear la entrada de alimentos en Gaza. Entre los manifestantes que exigían un «alto el fuego» y la liberación de los rehenes de Hamás, también se extiende la conciencia de los horrores que se están produciendo en Gaza. Al mismo tiempo, los hambrientos proletarios dentro de Gaza han organizado recientemente varias protestas furiosas, como hicieron en numerosas ocasiones antes del 7 de octubre, a pesar de lo que nos digan los propagandistas burgueses, pidiendo el fin de la masacre, ¡exigiendo comida y denunciando tanto a los carniceros del Estado israelí como a los capos de Hamás! Por supuesto, los falsos amigos del proletariado del bando de la «liberación nacional palestina» denuncian a estos manifestantes como «traidores» y «quintacolumnistas».

En cuanto a Irán, en los últimos meses ha estallado en muchas partes del país una nueva oleada de huelgas combativas de trabajadores del petróleo, camioneros y profesores, mientras que bajo la superficie hierve la ira proletaria y el deseo de venganza contra la burguesía por la brutal represión de los movimientos de la última década. Movimientos que, en su momento álgido, vieron cómo algunos soldados del ejército e incluso algunos miembros de la milicia Basij cambiaban de bando y se unían a la protesta. No olvidemos que los soldados iraníes saben cómo organizarse, cómo desobedecer órdenes, cómo desertar, cómo volver sus armas contra sus oficiales… ¡como demostraron durante la llamada guerra Irán-Irak!

El programa burgués es siempre el mismo:

– Masacrar a los proletarios en Gaza y Cisjordania… La voluntad del Estado israelí de masacrar a quien sea, siguiendo la «directiva Aníbal» tal y como demostró el fuego de ametralladora desde helicópteros militares el 7 de octubre.

– Enviar a proletarios a matar a otros proletarios o a morir en Gaza, Cisjordania, Líbano, Siria o en cualquier otro lugar… por los intereses del Capital y de su Estado…

– La explotación sin fin y la espiral de miseria en la región de Oriente Medio y en el propio Israel…

Al proletariado no le queda más remedio que contraatacar y desarrollar su propia perspectiva, la práctica del derrotismo revolucionario:

– El proletariado lucha contra su propia burguesía, contra las fuerzas burguesas que lo explotan y reprimen directamente. Por eso, el proletariado en Gaza protesta contra Hamás y el Estado israelí, mientras que los proletarios israelíes se manifiestan contra su gobierno.

Podemos ver una creciente resistencia de clase contra la guerra en Gaza y Cisjordania, en Israel, en forma de innumerables manifestaciones y disturbios en todo el mundo, en forma de huelgas de trabajadores que se niegan a suministrar armas a Israel…

– Recientemente han estallado huelgas en la región de Oriente Medio – en Turquía, Irán y el propio Israel…

– Todas estas acciones constituyen orgánicamente un ataque contra la dominación burguesa en su conjunto. Expresar solidaridad con el proletariado en «Oriente Medio» significa luchar contra «nuestra propia» burguesía aquí y ahora.

Desarrollemos esto más:

– Los proletarios con uniforme del Estado de Israel y del Estado de Irán tienen que poner el último clavo en el ataúd del mito burgués de la “unidad nacional judía” y de la “revolución islámica”, inspirándose en los soldados norteamericanos en Vietnam y recientemente en los soldados rusos y ucranianos, ¡girando sus armas contra “sus propios” oficiales y explotadores, y sus esbirros!

Todos los mandos del FDI, todo político israelí y propagandista militar a sueldo del gobierno, todo operario leal de drones o piloto de caza ansioso por seguir arrasando Gaza, todo torturador en una prisión militar, todo policía militar encargado de aplicar el reclutamiento… merece temer por su vida…

Toda infraestructura militar o gubernamental, sea oficina, almacén… merece ser objeto de sabotaje, ocupación, saqueo… y ser reducida a cenizas.

Contra todos los ideólogos burgueses -ya sean de la «Hasbara» o de los «Liberadores Nacionales de Palestina» o del «Eje de la Resistencia»- tracemos la perspectiva del proletariado como clase mundial unida por sus intereses, sea cual sea el uniforme, la nacionalidad, el color… Resistamos todos los intentos burgueses de llevarnos a la masacre, de convertirnos en carne de cañón, de imponer sacrificios de economía de guerra…

¡Desertores y refuseniks de Israel, resistid con las armas en la mano al encarcelamiento!

Proletarios en Israel, compañeros – ¡la única alternativa a la actual catástrofe capitalista es levantarse en insurrección contra el Estado con vuestros hermanos y hermanas proletarios, palestinos, árabes, iraníes, turcos, americanos, europeos…!

¡Apoyamos a las tropas israelíes, iraníes y estadounidenses… cuando disparan a sus oficiales!

Contra la guerra capitalista y contra la paz capitalista… ¡afirmamos la insurrección proletaria mundial por el comunismo!

Tridni Valka / Grupo Guerra de Clases - Región checa, 21 de junio de 2025

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* Tsahal: Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). Artesh: Ejército de la República Islámica de Irán.    

** Refuseniks: Proletarios de Israel, generalmente jóvenes, que se rehúsan a hacer el servicio militar obligatorio en ese país, es decir, que no se dejan reclutar por el ejército israelí para ir a matar a sus hermanos de clase palestinos, teniendo que soportar represión y cárcel por ello. Esta es una práctica derrotista concreta y actual dentro del propio Estado de Israel... y un ejemplo para los proletarios de todo el mundo, sobre todo de los países en guerra. 

*** "Fragging es el asesinato o intento de asesinato de un oficial por parte de un soldado de la misma unidad. El término se originó en el ejército de los Estados Unidos durante la guerra de Vietnam [1955-1975], donde las granadas de fragmentación (conocidas como "frags") eran a menudo utilizadas en estos actos, simulando accidentes o muertes en combate. 

El término "fragging" se utiliza ahora para describir cualquier acto de asesinato deliberado de un miembro de las fuerzas armadas por otro miembro, independientemente del arma utilizada. 

En el contexto de la guerra de Vietnam, el fragging era un fenómeno relativamente común debido a la falta de disciplina, el agotamiento de los soldados y el malestar generalizado con la guerra. Se cree que muchos incidentes de fragging ocurrieron en unidades de retaguardia, donde los soldados se encontraban en un ambiente menos peligroso y tenían acceso a armas y explosivos. 

El fragging puede ocurrir por diversas razones, como la incompetencia o abuso de autoridad por parte de los oficiales o el estrés del combate.

Es importante diferenciar el fragging de las muertes accidentales o bajas amigas, que son incidentes en los que soldados son heridos o asesinados por fuego amigo. 

A pesar de que el fragging se asoció principalmente con la guerra de Vietnam, también ha habido incidentes en otros conflictos y contextos militares." (Tomado de Gemini) 

"En la guerra de Vietnam se contabilizaron más de 700 ataques a mandos militares poco populares; sin embargo, la mayoría de las fuentes no dan crédito a este cálculo por demasiado bajo." (Tomado de Wikipedia)

9 de julio de 2025

Comunicados internacionalistas desde Irán contra la guerra

La guerra entre las bestias capitalistas es una guerra contra todos nosotros

  1. Dos regímenes genocidas están ahora en guerra: el gobierno israelí y la República Islámica. Como todos los Estados capitalistas, ambos son asesinos de trabajadores, criminales y belicistas. 
  2. Israel nació de la coalición imperialista que surgió de la Segunda Guerra Mundial: un puesto estratégico para las potencias capitalistas. Durante casi 80 años, ha llevado a cabo un genocidio continuo contra los trabajadores palestinos y de Oriente Medio. Sus acciones cuentan con el pleno consenso del capital mundial. La República Islámica, por el contrario, surgió de la derrota del movimiento obrero revolucionario de Irán a finales de la década de 1970. Fue la solución de emergencia del capital para aplastar los levantamientos obreros y preservar la explotación. Aunque sus orígenes son diferentes, ambos regímenes sirven a los intereses del capital mediante la guerra, la represión y la expansión. Su confrontación actual es un choque por la influencia, no por la justicia: una lucha entre facciones capitalistas rivales.
  3. Israel, con el apoyo incondicional del capital estadounidense y europeo, ya ha dañado gravemente la infraestructura militar de Irán. Sin embargo, esto no significa que el régimen islámico se derrumbe. Luchará para preservarse, utilizando todos los recursos disponibles. Sus recientes derrotas, aunque significativas, no bastan para asegurar su rendición. El régimen resistirá hasta que su propia supervivencia se vea amenazada.
  4. La guerra no es por las armas nucleares. La cuestión nuclear es un pretexto. Durante 45 años, el conflicto central ha sido el desafío de Irán al orden capitalista mundial liderado por Estados Unidos, su exigencia de una mayor cuota de poder y su negativa a someterse. Esta guerra pretende zanjar esa disputa de forma decisiva, aunque no permanente. Aunque la República Islámica se vea obligada a transigir, sus rivales no tienen un sustituto viable para ella. Los exiliados monárquicos, los que quieren revivir la monarquía de los Pahlavi y los restos que defienden a [Maryam] Rajavi no tienen una base real. El régimen no caerá: capitulará y negociará para minimizar sus pérdidas.
  5. Aunque esta guerra termine, la siguiente fase de explotación y represión continuará. Mientras exista el capitalismo, también existirán la guerra, la crisis, el genocidio y la competencia por la plusvalía, el capital y el poder. Creer que Netanyahu, Estados Unidos o el régimen islámico «liberarán» a los 60 millones de trabajadores de Irán es una ilusión peligrosa. A cualquier trabajador arrastrado a esta creencia se le ha robado la conciencia. Esta ilusión debe ser destrozada por una crítica de clase contundente y basada en principios.
  6. Nadie puede predecir las consecuencias económicas de la guerra. Pero el resultado probable será la pobreza masiva, el hambre, el colapso de la producción, la represión y la muerte, solo para llevar a Irán a la mesa de negociaciones. Las clases dominantes estadounidense e israelí no dudarán en convertir a Irán en otra Libia si ello sirve a sus objetivos. Pero Irán no es la Libia de Gadafi ni el Iraq de Sadam. El régimen islámico luchará para evitar el colapso total.
  7. Es probable que esta guerra se intensifique. Las condiciones —hambruna, falta de medicinas, falta de vivienda, desempleo masivo— empeorarán. Todos los bandos cargarán el coste de la guerra sobre la clase trabajadora. Debemos invertir esta tendencia. Debemos redirigir la crisis hacia el propio capital. Esto no es imposible. Nuestra clase tiene la capacidad de hacerlo. El capitalismo estampa la palabra «imposible» en cada sueño de liberación, pero eso es parte de su poder ideológico, su deshumanización del trabajo y la mistificación de las mercancías. Debemos romper estas ilusiones. Hacer recaer el coste de la guerra sobre el capital. Intensificar la lucha de clases anticapitalista, con claridad, estrategia y determinación.
  8. Esta no es nuestra guerra. Es la suya. Estamos en guerra con ambos regímenes, con ambos bloques, con todo el sistema capitalista mundial. Cualquier alineamiento con un bando es una traición. La actividad contra la guerra solo tiene sentido si promueve un programa revolucionario y anticapitalista. Las manifestaciones contra la guerra deben estar vinculadas a la lucha de clases: no como una protesta vacía, sino como un desafío a los dos polos del poder imperialista. De lo contrario, se convierte en un llamamiento al régimen islámico para que se rinda ante sus rivales más poderosos y genocidas. Debemos rechazar esta narrativa. Nuestra lucha es contra todos los Estados y todos los capitales.
  9. Un punto crucial: la lucha contra la guerra debe ser anticapitalista. Sin esto, nos vemos reducidos a ser soldados de infantería de uno de los dos bandos de asesinos. Por ejemplo, oponerse a la política de guerra de la República Islámica es necesario, pero solo si se combina con la oposición al Estado genocida israelí y al imperialismo occidental. Lo mismo ocurre con las armas nucleares. Debemos rechazar toda financiación de la guerra por parte de nuestro trabajo, pero no de forma que sirva a facciones capitalistas rivales. Nuestra crítica debe caer por igual sobre todos los belicistas, todos los estados, todas las alas de la burguesía global.
  10. Dondequiera que estemos —fábricas, escuelas, hospitales, puertos, barrios— debemos unirnos. Construyamos consejos obreros. Unámoslos, no como sueños, sino como herramientas materiales de resistencia. ¿Por qué llamar a esto utópico? ¿Es porque el régimen utiliza la represión brutal para impedirlo? ¿No hacen lo mismo con todas las huelgas? ¿No han intentado aplastar todas las protestas, especialmente las de las mujeres, los jóvenes y los desempleados? Aun así, hemos luchado. ¿Por qué dudar ahora? Esta vacilación no es nuestra, nos la ha implantado la ideología capitalista. Debemos rebelarnos contra ella.
  11. Hacer de los consejos nuestra arma. En tiempos normales, las huelgas y los paros son poderosos. Pero en tiempos de guerra, las huelgas pueden ser cooptadas por un bando. Debemos ir más allá: tomar los medios de producción. No solo parar el trabajo, sino tomar el control. Esto aterroriza tanto al régimen islámico como al capital occidental más que cualquier otra cosa. Sí, seremos reprimidos. Pero debemos empezar. Hacer contactos. Coordinar. Construir. Unir nuestros consejos en un movimiento capaz de tomar el control del trabajo, la vida y la producción.
  12. ¿Qué pasa con nuestras necesidades inmediatas: medicina, vivienda, energía, alimentos? No pueden asegurarse en el marco del comercio capitalista. Nuestra consigna debe ser: Ocupar. Preparar. Expandir. Cuanto más preparados estemos para tomar y organizar la vida colectivamente, más poder tendremos para imponer demandas y asegurar la supervivencia.
  13. Debemos actuar como clase. Hemos pasado generaciones evitando este camino, engañados por falsas esperanzas: sindicalismo, democracia, ONGs, revoluciones de colores, antiimperialismo, federalismo. Nos han llevado al agotamiento, a la traición, a la ruina. Un día debemos empezar. Ese día ya debería haber llegado hace mucho. hagamos que sea ahora. 

15 de junio de 2025
Trabajadores Anticapitalistas (Irán)

[Tomado de Grupo Barbaria. Negritas nuestras] 

Comentario de PR: 

Muy al contrario de la socialdemocracia mundial que apoya y hasta celebra al régimen de la burguesía ayatola contra el régimen de la burguesía sionista -llegando incluso al delirium tremens de proponer "un socialismo con características nucleares"-, esta es una voz proletaria e internacionalista desde el propio Irán contra "su propia" burguesía y "su propio" Estado, sin dejar de condenar a Israel y EE.UU. en tanto que Estados capitalistas y genocidas. Más claro: "Estamos en guerra con ambos regímenes, con ambos bloques, con todo el sistema capitalista mundial". Un ejemplo concreto y actual de derrotismo revolucionario desde esa región del planeta azotada por la guerra. Un ejemplo a seguir y un llamado para el proletariado mundial, porque sólo la guerra de clases por la revolución social mundial puede acabar con la guerra imperialista y el capitalismo.

Ahora bien, la única crítica que nos permitimos hacerles a estos compañeros iraníes (comunistas de consejos) es que no sólo se trata de tomar el control de la producción mediante consejos de trabajadores como base material de la lucha anticapitalista y la supervivencia contra la guerra, sino de abolir el valor en tanto que relación social mercantil y de clase mediante medidas comunizadoras que expropien, produzcan y distribuyan todo gratis para satisfacer las necesidades humanas y no las del capital.

Asimismo, es fundamental destruir el aparato armado del Estado mediante medidas insurreccionales del proletariado autoorganizado y armado comunalmente. En Irán y en todo el mundo. Por la Comuna mundial.
 
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La guerra y la estrategia de nuestra clase

 

1. Tras la caída del bloque capitalista soviético, Estados Unidos se vio a sí mismo como el polo único dominante del mundo capitalista. Pero no pasó mucho tiempo hasta que encontró un poderoso rival en China. El sueño de los gobernantes estadounidenses de establecer un mundo unipolar se convirtió en pesadilla. China alcanzó con una velocidad asombrosa la cima del crecimiento industrial y se convirtió en el gigante del capital global. Lo que sin duda ayudó a China en este proceso fue el precio extremadamente bajo de la fuerza de trabajo de sus cientos de millones de trabajadores. Desde hace tiempo, China ha superado a Estados Unidos en volumen de exportación de capital. Europa y EE.UU. se han convertido en mercado para la venta de mercancías chinas, incluidas mercancías-capital de este país. Más de la mitad del comercio total de los países latinoamericanos es con China. La inversión de capital chino en África crece a una velocidad vertiginosa y con un volumen enorme. Según un informe de la Universidad de Harvard, China ha superado a EE.UU. en algunos campos como la inteligencia artificial, ciencias computacionales, biotecnología, energía verde, redes y semiconductores.

Estados Unidos ha comprendido que ha quedado rezagado frente a su polo rival. El mensaje de EE.UU. es que su supremacía es una condición necesaria y obligatoria para la supervivencia del mundo; de lo contrario, hay que prender fuego al planeta y recurrir a la guerra, como lo hicieron los fascistas hitlerianos. Las ofensivas de la OTAN en Europa, el apoyo total e incondicional al holocausto israelí en Gaza, la provocación de guerras en África y el sudeste asiático, la combustión de Oriente Medio, el caso nuclear iraní, la guerra arancelaria, las amenazas de ocupar Groenlandia, Canadá y Panamá… todo forma parte de esta línea.

El mundo, en lugar de ser el campo de batalla de nuestra clase, la clase trabajadora internacional contra el capitalismo y todos los  Estados capitalistas, se ha convertido en el escenario del salvajismo de los belicistas capitalistas por el reparto del mundo. Los estados capitalistas de EE.UU., China, Rusia, Irán, Europa, India y el resto del mundo juegan este papel, y lo hacen para proteger la existencia del capitalismo. Sus guerras son por el reparto de las acciones de beneficio, poder, propiedad y soberanía.

2. La cuestión esencial en la guerra entre Irán e Israel también se enmarca en la presión sobre los gobernantes islámicos del capital para que se sometan al orden diseñado por EE.UU. Ni Estados Unidos, ni Israel, ni sus aliados tienen un sustituto para el régimen iraní. Saben perfectamente que ninguna parte de la oposición tiene capacidad para jugar un papel en este proceso. Desde su punto de vista, no se trata de hacer caer a la República Islámica, sino de hacerla rendirse. Los gobernantes religiosos del capital, conscientes de esta realidad, luchan hasta el último aliento por reducir costes y minimizar la magnitud de su retirada.

No se puede prever con qué grado de colapso económico del capitalismo iraní, con qué transformaciones internas del régimen, con qué nivel de hambre, miseria, desplazamiento y masacre de las masas trabajadoras se acompañará esa rendición. Lo que sí está claro es que el sector dominante del capital estadounidense no tiene ningún reparo en convertir a Irán en una nueva Libia, Siria o Gaza.

Nuestra clase, de millones, es la única fuerza verdaderamente anti-guerra. Pero nuestro pacifismo solo podrá tener un impacto real y decisivo si se expresa en un movimiento organizado contra el capitalismo. De lo contrario, será débil e ineficaz, o bien será reprimido por la República Islámica o absorbido por una oposición sedienta de poder.

Allí donde estemos, unamos nuestras manos. Construyamos consejos obreros anticapitalistas.

En condiciones donde la guerra aún no ha estallado, la huelga es el arma más eficaz para obligar a los capitalistas y a los estados a aceptar nuestras demandas, siempre que las huelgas salgan de los límites de los centros de trabajo y se extiendan como una lucha simultánea y nacional de toda nuestra clase.

En condiciones de guerra, esta táctica ya no es necesariamente adecuada y puede ser usurpada por la oposición y los gobiernos de EE.UU. e Israel.

Hay que ir más allá de la huelga. Debemos poner en el orden del día la ocupación de los centros de trabajo.

La acción más correcta y urgente hoy es dejar de pedir aumentos salariales irrelevantes y ficticios, y exigir que las necesidades básicas –alimentación, medicinas, atención médica, educación, vivienda, agua, electricidad y gas– sean completamente excluidas de cualquier forma de intercambio mercantil o monetario. Estas necesidades deben ser totalmente gratuitas y accesibles para todos.

Una exigencia que desarmará tanto a EE.UU., a Israel y al conjunto del mundo capitalista como a la propia República Islámica del capital.

Trabajadores Anticapitalistas – Julio de 2025

[Tomado de Materiales por la Emancipación. Negritas nuestras]

Comentario de PR:

De este comunicado no sólo destacamos su correcto análisis de fuerzas desde la perspectiva internacionalista y derrotista, sino principalmente que propone una estrategia revolucionaria como clase frente a la guerra imperialista: luchar por "que las necesidades básicas –alimentación, medicinas, atención médica, educación, vivienda, agua, electricidad y gas– sean completamente excluidas de cualquier forma de intercambio mercantil o monetario. Estas necesidades deben ser totalmente gratuitas y accesibles para todos." Estamos totalmente de acuerdo porque esto es precisamente lo que planteamos en nuestro anterior comentario crítico a los compañeros iraníes: la base material de la lucha anticapitalista del proletariado contra la guerra no sólo debe ser la toma de los medios de producción, sino la abolición del valor o la desmercantilización de las relaciones sociales. ¿Cómo? Yendo más allá de la huelga. Expropiando u ocupando los centros de trabajo. Creando consejos obreros anticapitalistas y otras formas de autoorganización y solidaridad revolucionaria. 

Pero, en la parte en que no estamos de acuerdo es cuando dice que "nuestro pacifismo solo podrá tener un impacto real y decisivo si se expresa en un movimiento organizado contra el capitalismo." Si bien entendemos la reivindicación de vivir en paz en un contexto de guerra, la realidad es que la paz capitalista ya es un estado de guerra social latente y permanente contra el proletariado, que sólo prepara el terreno para cuando estalla una coyuntura de guerra abierta entre potencias capitalistas... también contra el proletariado. Tanto en momentos de paz como de guerra capitalistas, todos los Estados le hacen la guerra al proletariado internacional de múltiples formas: desde arrojarlo al desempleo y la miseria hasta destruirlo en las guerras del narcotráfico y los ejércitos, reprimirlo brutalmente cuando se "atreve" a hacer revueltas e insurrecciones, etc. Más claro: siempre estamos en guerra de clases, lo que cambia es la intensidad o el nivel de la misma según la coyuntura histórica y la región geográfica. 

Partiendo de ese hecho, la lucha revolucionaria jamás puede ser pacifista. Necesariamente debe hacerle la guerra al Estado y al Capital hasta destruirlos produciendo el comunismo. Transformar la guerra imperialista en guerra de clases revolucionaria. Sin esto, el derrotismo revolucionario está perdido. "De lo contrario, será débil e ineficaz, o bien será reprimido por la República Islámica o absorbido por una oposición sedienta de poder." De lo contrario, el proletariado revolucionario será destruido. La experiencia duramente adquirida durante décadas de guerra de clases así lo demuestra. Más aún si la propuesta estratégica es expropiar, ocupar, autoorganizar, comunizar o desmercantilizar los centros de trabajo, la producción y, en consecuencia, la distribución, para que todo sea gratis, o sea, que las necesidades básicas ya no sean mercancías sino que sean satisfechas sin que intermedie el dinero en ninguna forma. Esto sería golpearle a la burguesía donde más le duele -la producción de valor y de ganancia-, y por eso reprimirá con toda su violencia o terror estatal al proletariado que "ose" hacerlo. En consecuencia, el proletariado en lucha de la región iraní -huelgas de trabajadores del petróleo, del acero, del sector minero, de la industria textil, del transporte, de la salud, de la educación, protestas en las cárceles, de los migrantes, contra la guerra, etc.- tarde o temprano tendrá que armarse y organizar la insurrección para destruir al Estado y al Capital produciendo el comunismo. Más aún en un contexto de guerra como el de Irán y el Medio Oriente en general hoy en día. Y esta insurrección comunista en Medio Oriente, a su vez, fracasará o será derrotada si es que no se internacionaliza.

Nota sobre un error importante de traducción en este comunicado (julio de 2025): 

Camaradas de otras regiones nos acaban de informar que la traducción correcta del persa al español no es "nuestro pacifismo solo podrá tener un impacto real y decisivo si se expresa en un movimiento organizado contra el capitalismo", sino "nuestra lucha solo podrá tener un impacto real y decisivo si se expresa en un movimiento organizado contra el capitalismo"Esta sola palabra cambia por completo el sentido del texto y haría innecesario nuestro comentario crítico al respecto. Sin embargo, decidimos dejarlo porque es importante recordar al lector que los comunistas internacionalistas no somos pacifistas; que estamos tanto contra la guerra capitalista como contra la paz capitalista; en suma, que somos partidarios de transformar la guerra imperialista en guerra de clases revolucionaria a escala global o, lo que es lo mismo, de la insurrección proletaria mundial por el comunismo. 

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