16 de septiembre de 2019

EL PRINCIPAL PROBLEMA DE LA HUMANIDAD (Nuevo Curso)

Nuevo Curso, 15/08/2019

La recesión y el desempleo crecen cada vez más en todo el mundo, mientras cada vez hay menos "empleos decentes"

En Alemania empezaron ya con la recesión y los despidos, la guerra comercial extiende el fantasma de una nueva recesión que tiene sus propias bases y los mercados financieros dicen a gritos, desde Gran Bretaña a Brasil pasando por EEUU que el futuro inmediato estará marcado por la destrucción de capacidades productivas y lo que le acompaña. Y sin embargo, todo eso no son más que síntomas de un problema mayor y más grave que ningún parche keynesiano va a poder paliar.

El ejemplo más obvio lo tenemos quizá en EEUU. La brutal guerra comercial se justificaba sobre el «reshoring», la idea de que al poner barreras a la importación, las empresas volverían a abrir fábricas en EEUU para satisfacer al mercado interno, aumentando no solo el empleo sino los «trabajos industriales bien pagados». Y efectivamente muchas empresas de todo el mundo anunciaron que cerrarían fábricas en Asia y las abrirían en EEUU en los últimos años. Sin embargo, los salarios medios de los trabajadores no se han conmovido. Es que… ¿no han «vuelto»? Han vuelto sí, pero con una productividad del trabajo redoblada en veinte años. Para producir más, hace falta menos gente. Hoy, con unas cuantos centenares de miles de horas de trabajo se pueden satisfacer las necesidades que la Humanidad entera tiene de muchos productos industriales. Y ni hablemos en los servicios, desde la banca a la prensa. El desarrollo de las capacidades productivas hace necesarias cada vez menos horas de trabajo para producir lo mismo o más. Aunque los «afortunados» contratados en las nuevas empresas tecnologizadas cobren más, son solo miles, cientos por empresa, muchísimos menos que las masas de decenas y decenas de miles que salían de las viejas fábricas de Detroit en cada cambio de turno. La «vuelta de las empresas», el «reshoring» se queda en nada porque no hay volumen de demanda suficiente para, con la nueva productividad, justificar la masa de producción que significaría contratar a una cantidad de trabajadores como la de los «viejos tiempos».

Pero es que ¿no necesitamos más? Con la mayor parte de la población mundial en condiciones de pobreza, cuando no de hambre, ¿no podríamos utilizar esas capacidades mayores para producir más y asegurar el bienestar de toda nuestra especie? Aquí está el verdadero problema. El capitalismo produce mercancías, es decir, bienes y servicios que se realizan para ser intercambiados. Lo que regula la producción no es la necesidad, sino la demanda, que es muy distinto. Y al final, lo que se paga en salarios a los trabajadores, por definición no puede pagar el total de la producción, hay que vender «fuera»: a los autónomos, a los campesinos que no contratan trabajadores… y sobre todo a mercados exteriores que a su vez sufren las mismas tensiones. Por eso la amenaza de «perder mercados» hace retroceder aun más el empleo industrial.

El problema central de la Humanidad

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El mismo capitalismo que ha servido para crear todas esas capacidades inmensas, ahora las destruye (desempleo, descomposición social, guerra, destrucción medioambiental…) porque las relaciones sociales en las que se basa (salariato, capital) solo funcionan como motor de desarrollo humano sobre la expansión de un sistema que hace mucho que ya es global… ya no tiene de dónde sacar nuevas demandas, ni siquiera tiene como falsearlas (huídas hacia el crédito, deuda pública, burbujas, etc.). El resultado es un sistema que se consume a sí mismo y arrastra a la Humanidad con él entre convulsiones comerciales y bélicas.
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Sin embargo, tenemos la capacidad tecnológica y de recursos para satisfacer plenamente las necesidades de la Humanidad entera. Podríamos dar a cada uno, ya y en todo el mundo, una vida realmente confortable con las capacidades productivas de hoy. Es más, si lo hicieramos, no podríamos esperar otra cosa que una explosión de creatividad, un desarrollo de las capacidades y el conocimiento aun más acelerado y orientado, eso sí, a las necesidades reales de las personas. La abundancia.
Una representación gráfica del comunismo como sociedad de la abundancia - Cartel de la CNT