14 de julio de 2025

Ni Tsahal ni Artesh*. Apoyamos a nuestras tropas… ¡cuando disparan a sus oficiales!

  

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Han pasado más de 20 meses desde que comenzó la masacre en Gaza. La campaña de exterminio, similar a la liquidación del gueto de Varsovia, está en pleno apogeo. Bombas “inteligentes”, bombas “tontas”, fósforo blanco, gas nervioso, ejecuciones sumarias, marchas de la muerte, tortura, violaciones… Sistemas controlados por IA como “Lavender” y “¿Dónde está papá?” – un algoritmo diseñado para localizar a supuestos miembros de Hamás cuando están en casa con sus familias – eligen los objetivos para que los operadores de drones militares reduzcan a polvo todo el edificio en el que se encuentran. El hambre, el cólera y las epidemias de polio provocadas deliberadamente por Israel están acabando el trabajo en los restos de la franja, increíblemente superpoblados, en aras de los sueños de un futuro desarrollo capitalista, una vez eliminados los proletarios sobrantes e inconvenientes. Como cantan los niños israelíes en el himno de exterminio bautizado con el nombre orwelliano de “Canción de la amistad”: “… volveremos a arar nuestros campos…”.

Pero además de los campos fértiles, estos sueños imposibles incluyen también lujosos complejos turísticos costeros para Trump, la exploración de yacimientos de gas para ENI y un tren de alta velocidad de Tel Aviv a El Cairo para Siemens. Por supuesto, será difícil lograr la realización de este paraíso capitalista en una zona llena de explosivos, completamente envenenada por el amianto de los edificios destruidos, los metales pesados, el fósforo blanco, el uranio empobrecido… y con acuíferos subterráneos llenos de agua de mar que el ejército israelí bombeó deliberadamente allí.

Mientras tanto, otros miles de muertos y decenas de miles de soldados mutilados con uniformes israelíes se han sumado a las víctimas de la masacre del 7 de octubre, y muchos más vendrán, ya que las facciones burguesas lideradas por Irán y Estados Unidos, respectivamente, están tratando por todos los medios de arrastrar a los proletarios que viven en sus territorios a esta carnicería. Israel, donde la unidad de la guerra capitalista y la paz capitalista siempre ha sido evidente, ya se está convirtiendo en un importante “teatro” de la catástrofe militar mundial que se está gestando.

Mientras escribimos estas líneas, todos estos preparativos militares están empezando a dar sus frutos venenosos, ya que el 13 de junio Israel lanzó su ataque, planeado desde hace tiempo, contra las instalaciones nucleares iraníes y ahora las bombas, los misiles y los drones están causando estragos en ciudades iraníes e israelíes. Mientras esto sucede, los portaaviones de la Marina de los Estados Unidos están rodeando Irán y posicionándose en el Mar Rojo contra los hutíes, y las bases del Ejército de los Estados Unidos en el Golfo Pérsico están en alerta máxima, al igual que los ejércitos de muchos otros países de la región. Trump se prepara para bombardear Irán; Jamenei se prepara para atacar las bases del Ejército de los Estados Unidos.

Sin embargo, en los últimos meses, el número de refuseniks y desertores en Israel, que antes era reducido, ha comenzado a crecer. Hasta ahora, cientos de reservistas se han negado públicamente a servir, negándose a participar en la masacre de los proletarios de Gaza por parte del Estado israelí y denunciándola, incluso si eso significa ir a la cárcel. Mientras tanto, hasta 100 000, es decir, alrededor de un tercio de todos los reservistas, simplemente no se presentaron. También hay “rumores” de “incidentes de fragging** que ya están ocurriendo dentro de las FDI…

La propaganda de nuestros enemigos burgueses está tratando de restar importancia a este movimiento para ocultar las crecientes grietas en la unidad nacional interclasista israelí.

Insisten en que a estos últimos no les importan realmente los palestinos y que su negativa se debe “solo” a que están agotados, no quieren morir o quedar lisiados, o porque cada vez que son llamados a las armas son despedidos de sus trabajos y quedan en la indigencia en medio de un costo de vida que se dispara. ¡Como si estas cosas no estuvieran unidas por la realidad material de la lucha por los intereses de nuestro enemigo de clase! ¡Esto no es más que otro de sus intentos de impedirnos reconocer que lo que nos une al otro lado de la trinchera es nuestra posición como clase explotada, como fuerza de trabajo movilizada o desechada según las necesidades de nuestros amos capitalistas! ¡Impedirnos vernos al otro lado de las trincheras como hermanos y hermanas en la lucha de clases!

Desde mayo se han producido varias marchas de protesta contra la guerra hacia la frontera de Gaza, una de las cuales terminó en enfrentamientos con la organización Tzav 9, una plaga nacionalista que acudió para impedir la entrada de alimentos en Gaza. También entre los manifestantes que exigían “el alto el fuego” y la liberación de los rehenes de Hamás se está extendiendo la conciencia de los horrores que se están viviendo en Gaza.

Al mismo tiempo, los proletarios hambrientos dentro de Gaza han celebrado recientemente varias protestas airadas, como ya hicieron muchas veces antes del 7 de octubre, a pesar de lo que nos digan los propagandistas burgueses, en las que pedían el fin de la matanza, exigían alimentos y denunciaban tanto a los carniceros del Estado israelí como a los kapos y los propietarios de los barrios marginales de Hamás. Por supuesto, los falsos amigos del proletariado del bando de la “liberación nacional palestina” están denunciando a estos manifestantes como “traidores” y “quinta columna”.

En cuanto a Irán, en los últimos meses ha estallado una nueva ola de huelgas militantes de trabajadores petroleros, camioneros y profesores en muchas partes del país, mientras que la ira proletaria y el deseo de venganza contra la burguesía por la brutal represión de los movimientos de la última década siguen hirviendo bajo la superficie. Movimientos que en sus momentos álgidos incluyeron a parte de los soldados del ejército e incluso a algunos miembros de la milicia Basij que cambiaron de bando y se unieron a las protestas. Y no olvidemos que los soldados iraníes saben cómo organizarse, cómo desobedecer las órdenes, cómo desertar, cómo volver sus armas contra sus oficiales, ¡como demostraron durante la llamada guerra entre Irán e Irak!

El programa burgués es siempre el mismo:

– Masacrar a los proletarios en Gaza y Cisjordania… La voluntad del Estado israelí de “masacrar a Hannibal” a cualquiera, como lo demostró el fuego de ametralladoras de helicópteros militares el 7 de octubre.

– Enviar proletarios a matar a otros proletarios o a morir a Gaza, Cisjordania, Líbano, Siria o cualquier otro lugar… por los intereses del Capital y su Estado…

– La explotación sin fin y la espiral de miseria en la región de Oriente Medio y en el propio Israel…

El proletariado no tiene más remedio que luchar y desarrollar su propia perspectiva, la práctica del derrotismo revolucionario:

– El proletariado lucha contra su propia burguesía, contra las fuerzas burguesas que lo explotan y reprimen directamente. Por eso, el proletariado de Gaza protesta contra Hamás y contra el Estado israelí, mientras que los proletarios israelíes se manifiestan contra su gobierno.

Podemos ver una creciente resistencia de clase contra la guerra en Gaza y Cisjordania, en Israel, en forma de innumerables protestas y disturbios en todo el mundo, en forma de huelgas de trabajadores que se niegan a suministrar armas a Israel…

– Recientemente se están desarrollando huelgas obreras en la región de Oriente Medio: Turquía, Irán y el propio Israel…

– Todas estas acciones juntas constituyen orgánicamente un ataque contra la dominación burguesa en su conjunto. Expresar solidaridad con el proletariado en “Oriente Medio” significa luchar contra “nuestra propia” burguesía aquí y ahora.

Desarrollemos esto más:

Los proletarios con uniformes del Estado israelí y del Estado iraní tienen que poner el último clavo en el ataúd del mito burgués de la “unidad nacional judía” y de la “Revolución Islámica”: ¡inspírense en los soldados estadounidenses en Vietnam y, recientemente, en los soldados rusos y ucranianos, y vuelvan sus armas contra sus “propios” oficiales y explotadores y sus ejecutores!

Todos los mandos del ejército israelí, los políticos israelíes, los propagandistas militares o gubernamentales, los operadores de drones leales o los pilotos de aviones de combate dispuestos a seguir arrasando Gaza, los torturadores de las prisiones militares, los policías militares que imponen el servicio militar obligatorio… merecen temblar de miedo por su vida…

Todas las infraestructuras militares o gubernamentales, oficinas, almacenes… merecen ser objeto de sabotaje, ocupación, saqueo… y ser reducidas a cenizas…

Contra todos los ideólogos burgueses, ya sean “Hasbara”, “Liberadores Nacionales de Palestina” o el “Eje de la Resistencia”, debemos plantear la perspectiva del proletariado como clase mundial unida por sus intereses, independientemente del uniforme, la nacionalidad, los colores… Debemos resistir todos los intentos burgueses de arrastrarnos a masacres, de convertirnos en carne de cañón, de imponernos los sacrificios de la economía de guerra…

¡Desertores y objetores de Israel, resistid el encarcelamiento con las armas en las manos!

¡Proletarios de Israel, camaradas, la única alternativa a la actual catástrofe capitalista es levantarse en insurrección contra el Estado junto con vuestros hermanos y hermanas proletarios palestinos, árabes, iraníes, turcos, estadounidenses, europeos…!

¡Apoyamos a las tropas israelíes, iraníes y estadounidenses… cuando disparan a sus oficiales!

Contra la guerra capitalista y contra la paz capitalista… ¡afirmamos la insurrección proletaria mundial por el comunismo!

Tridni Valka / Grupo Guerra de Clases - Región checa, 21 de junio de 2025

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* Tsahal: Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). Artesh: Ejército de la República Islámica de Irán.    

** "Fragging es el asesinato o intento de asesinato de un oficial por parte de un soldado de la misma unidad. El término se originó en el ejército de los Estados Unidos durante la guerra de Vietnam [1955-1975], donde las granadas de fragmentación (conocidas como "frags") eran a menudo utilizadas en estos actos, simulando accidentes o muertes en combate. 

El término "fragging" se utiliza ahora para describir cualquier acto de asesinato deliberado de un miembro de las fuerzas armadas por otro miembro, independientemente del arma utilizada. 

En el contexto de la guerra de Vietnam, el fragging era un fenómeno relativamente común debido a la falta de disciplina, el agotamiento de los soldados y el malestar generalizado con la guerra. Se cree que muchos incidentes de fragging ocurrieron en unidades de retaguardia, donde los soldados se encontraban en un ambiente menos peligroso y tenían acceso a armas y explosivos. 

El fragging puede ocurrir por diversas razones, como la incompetencia o abuso de autoridad por parte de los oficiales o el estrés del combate.

Es importante diferenciar el fragging de las muertes accidentales o bajas amigas, que son incidentes en los que soldados son heridos o asesinados por fuego amigo. 

A pesar de que el fragging se asoció principalmente con la guerra de Vietnam, también ha habido incidentes en otros conflictos y contextos militares." (Tomado de Gemini) 

"En la guerra de Vietnam se contabilizaron más de 700 ataques a mandos militares poco populares; sin embargo, la mayoría de las fuentes no dan crédito a este cálculo por demasiado bajo." (Tomado de Wikipedia)

9 de julio de 2025

Comunicados internacionalistas desde Irán contra la guerra

La guerra entre las bestias capitalistas es una guerra contra todos nosotros

  1. Dos regímenes genocidas están ahora en guerra: el gobierno israelí y la República Islámica. Como todos los Estados capitalistas, ambos son asesinos de trabajadores, criminales y belicistas. 
  2. Israel nació de la coalición imperialista que surgió de la Segunda Guerra Mundial: un puesto estratégico para las potencias capitalistas. Durante casi 80 años, ha llevado a cabo un genocidio continuo contra los trabajadores palestinos y de Oriente Medio. Sus acciones cuentan con el pleno consenso del capital mundial. La República Islámica, por el contrario, surgió de la derrota del movimiento obrero revolucionario de Irán a finales de la década de 1970. Fue la solución de emergencia del capital para aplastar los levantamientos obreros y preservar la explotación. Aunque sus orígenes son diferentes, ambos regímenes sirven a los intereses del capital mediante la guerra, la represión y la expansión. Su confrontación actual es un choque por la influencia, no por la justicia: una lucha entre facciones capitalistas rivales.
  3. Israel, con el apoyo incondicional del capital estadounidense y europeo, ya ha dañado gravemente la infraestructura militar de Irán. Sin embargo, esto no significa que el régimen islámico se derrumbe. Luchará para preservarse, utilizando todos los recursos disponibles. Sus recientes derrotas, aunque significativas, no bastan para asegurar su rendición. El régimen resistirá hasta que su propia supervivencia se vea amenazada.
  4. La guerra no es por las armas nucleares. La cuestión nuclear es un pretexto. Durante 45 años, el conflicto central ha sido el desafío de Irán al orden capitalista mundial liderado por Estados Unidos, su exigencia de una mayor cuota de poder y su negativa a someterse. Esta guerra pretende zanjar esa disputa de forma decisiva, aunque no permanente. Aunque la República Islámica se vea obligada a transigir, sus rivales no tienen un sustituto viable para ella. Los exiliados monárquicos, los que quieren revivir la monarquía de los Pahlavi y los restos que defienden a [Maryam] Rajavi no tienen una base real. El régimen no caerá: capitulará y negociará para minimizar sus pérdidas.
  5. Aunque esta guerra termine, la siguiente fase de explotación y represión continuará. Mientras exista el capitalismo, también existirán la guerra, la crisis, el genocidio y la competencia por la plusvalía, el capital y el poder. Creer que Netanyahu, Estados Unidos o el régimen islámico «liberarán» a los 60 millones de trabajadores de Irán es una ilusión peligrosa. A cualquier trabajador arrastrado a esta creencia se le ha robado la conciencia. Esta ilusión debe ser destrozada por una crítica de clase contundente y basada en principios.
  6. Nadie puede predecir las consecuencias económicas de la guerra. Pero el resultado probable será la pobreza masiva, el hambre, el colapso de la producción, la represión y la muerte, solo para llevar a Irán a la mesa de negociaciones. Las clases dominantes estadounidense e israelí no dudarán en convertir a Irán en otra Libia si ello sirve a sus objetivos. Pero Irán no es la Libia de Gadafi ni el Iraq de Sadam. El régimen islámico luchará para evitar el colapso total.
  7. Es probable que esta guerra se intensifique. Las condiciones —hambruna, falta de medicinas, falta de vivienda, desempleo masivo— empeorarán. Todos los bandos cargarán el coste de la guerra sobre la clase trabajadora. Debemos invertir esta tendencia. Debemos redirigir la crisis hacia el propio capital. Esto no es imposible. Nuestra clase tiene la capacidad de hacerlo. El capitalismo estampa la palabra «imposible» en cada sueño de liberación, pero eso es parte de su poder ideológico, su deshumanización del trabajo y la mistificación de las mercancías. Debemos romper estas ilusiones. Hacer recaer el coste de la guerra sobre el capital. Intensificar la lucha de clases anticapitalista, con claridad, estrategia y determinación.
  8. Esta no es nuestra guerra. Es la suya. Estamos en guerra con ambos regímenes, con ambos bloques, con todo el sistema capitalista mundial. Cualquier alineamiento con un bando es una traición. La actividad contra la guerra solo tiene sentido si promueve un programa revolucionario y anticapitalista. Las manifestaciones contra la guerra deben estar vinculadas a la lucha de clases: no como una protesta vacía, sino como un desafío a los dos polos del poder imperialista. De lo contrario, se convierte en un llamamiento al régimen islámico para que se rinda ante sus rivales más poderosos y genocidas. Debemos rechazar esta narrativa. Nuestra lucha es contra todos los Estados y todos los capitales.
  9. Un punto crucial: la lucha contra la guerra debe ser anticapitalista. Sin esto, nos vemos reducidos a ser soldados de infantería de uno de los dos bandos de asesinos. Por ejemplo, oponerse a la política de guerra de la República Islámica es necesario, pero solo si se combina con la oposición al Estado genocida israelí y al imperialismo occidental. Lo mismo ocurre con las armas nucleares. Debemos rechazar toda financiación de la guerra por parte de nuestro trabajo, pero no de forma que sirva a facciones capitalistas rivales. Nuestra crítica debe caer por igual sobre todos los belicistas, todos los estados, todas las alas de la burguesía global.
  10. Dondequiera que estemos —fábricas, escuelas, hospitales, puertos, barrios— debemos unirnos. Construyamos consejos obreros. Unámoslos, no como sueños, sino como herramientas materiales de resistencia. ¿Por qué llamar a esto utópico? ¿Es porque el régimen utiliza la represión brutal para impedirlo? ¿No hacen lo mismo con todas las huelgas? ¿No han intentado aplastar todas las protestas, especialmente las de las mujeres, los jóvenes y los desempleados? Aun así, hemos luchado. ¿Por qué dudar ahora? Esta vacilación no es nuestra, nos la ha implantado la ideología capitalista. Debemos rebelarnos contra ella.
  11. Hacer de los consejos nuestra arma. En tiempos normales, las huelgas y los paros son poderosos. Pero en tiempos de guerra, las huelgas pueden ser cooptadas por un bando. Debemos ir más allá: tomar los medios de producción. No solo parar el trabajo, sino tomar el control. Esto aterroriza tanto al régimen islámico como al capital occidental más que cualquier otra cosa. Sí, seremos reprimidos. Pero debemos empezar. Hacer contactos. Coordinar. Construir. Unir nuestros consejos en un movimiento capaz de tomar el control del trabajo, la vida y la producción.
  12. ¿Qué pasa con nuestras necesidades inmediatas: medicina, vivienda, energía, alimentos? No pueden asegurarse en el marco del comercio capitalista. Nuestra consigna debe ser: Ocupar. Preparar. Expandir. Cuanto más preparados estemos para tomar y organizar la vida colectivamente, más poder tendremos para imponer demandas y asegurar la supervivencia.
  13. Debemos actuar como clase. Hemos pasado generaciones evitando este camino, engañados por falsas esperanzas: sindicalismo, democracia, ONGs, revoluciones de colores, antiimperialismo, federalismo. Nos han llevado al agotamiento, a la traición, a la ruina. Un día debemos empezar. Ese día ya debería haber llegado hace mucho. hagamos que sea ahora. 

15 de junio de 2025
Trabajadores Anticapitalistas (Irán)

[Tomado de Grupo Barbaria. Negritas nuestras] 

Comentario de PR: 

Muy al contrario de la socialdemocracia mundial que apoya y hasta celebra al régimen de la burguesía ayatola contra el régimen de la burguesía sionista -llegando incluso al delirium tremens de proponer "un socialismo con características nucleares"-, esta es una voz proletaria e internacionalista desde el propio Irán contra "su propia" burguesía y "su propio" Estado, sin dejar de condenar a Israel y EE.UU. en tanto que Estados capitalistas y genocidas. Más claro: "Estamos en guerra con ambos regímenes, con ambos bloques, con todo el sistema capitalista mundial". Un ejemplo concreto y actual de derrotismo revolucionario desde esa región del planeta azotada por la guerra. Un ejemplo a seguir y un llamado para el proletariado mundial, porque sólo la guerra de clases por la revolución social mundial puede acabar con la guerra imperialista y el capitalismo.

Ahora bien, la única crítica que nos permitimos hacerles a estos compañeros iraníes (comunistas de consejos) es que no sólo se trata de tomar el control de la producción mediante consejos de trabajadores como base material de la lucha anticapitalista y la supervivencia contra la guerra, sino de abolir el valor en tanto que relación social mercantil y de clase mediante medidas comunizadoras que expropien, produzcan y distribuyan todo gratis para satisfacer las necesidades humanas y no las del capital.

Asimismo, es fundamental destruir el aparato armado del Estado mediante medidas insurreccionales del proletariado autoorganizado y armado comunalmente. En Irán y en todo el mundo. Por la Comuna mundial.
 
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La guerra y la estrategia de nuestra clase

 

1. Tras la caída del bloque capitalista soviético, Estados Unidos se vio a sí mismo como el polo único dominante del mundo capitalista. Pero no pasó mucho tiempo hasta que encontró un poderoso rival en China. El sueño de los gobernantes estadounidenses de establecer un mundo unipolar se convirtió en pesadilla. China alcanzó con una velocidad asombrosa la cima del crecimiento industrial y se convirtió en el gigante del capital global. Lo que sin duda ayudó a China en este proceso fue el precio extremadamente bajo de la fuerza de trabajo de sus cientos de millones de trabajadores. Desde hace tiempo, China ha superado a Estados Unidos en volumen de exportación de capital. Europa y EE.UU. se han convertido en mercado para la venta de mercancías chinas, incluidas mercancías-capital de este país. Más de la mitad del comercio total de los países latinoamericanos es con China. La inversión de capital chino en África crece a una velocidad vertiginosa y con un volumen enorme. Según un informe de la Universidad de Harvard, China ha superado a EE.UU. en algunos campos como la inteligencia artificial, ciencias computacionales, biotecnología, energía verde, redes y semiconductores.

Estados Unidos ha comprendido que ha quedado rezagado frente a su polo rival. El mensaje de EE.UU. es que su supremacía es una condición necesaria y obligatoria para la supervivencia del mundo; de lo contrario, hay que prender fuego al planeta y recurrir a la guerra, como lo hicieron los fascistas hitlerianos. Las ofensivas de la OTAN en Europa, el apoyo total e incondicional al holocausto israelí en Gaza, la provocación de guerras en África y el sudeste asiático, la combustión de Oriente Medio, el caso nuclear iraní, la guerra arancelaria, las amenazas de ocupar Groenlandia, Canadá y Panamá… todo forma parte de esta línea.

El mundo, en lugar de ser el campo de batalla de nuestra clase, la clase trabajadora internacional contra el capitalismo y todos los  Estados capitalistas, se ha convertido en el escenario del salvajismo de los belicistas capitalistas por el reparto del mundo. Los estados capitalistas de EE.UU., China, Rusia, Irán, Europa, India y el resto del mundo juegan este papel, y lo hacen para proteger la existencia del capitalismo. Sus guerras son por el reparto de las acciones de beneficio, poder, propiedad y soberanía.

2. La cuestión esencial en la guerra entre Irán e Israel también se enmarca en la presión sobre los gobernantes islámicos del capital para que se sometan al orden diseñado por EE.UU. Ni Estados Unidos, ni Israel, ni sus aliados tienen un sustituto para el régimen iraní. Saben perfectamente que ninguna parte de la oposición tiene capacidad para jugar un papel en este proceso. Desde su punto de vista, no se trata de hacer caer a la República Islámica, sino de hacerla rendirse. Los gobernantes religiosos del capital, conscientes de esta realidad, luchan hasta el último aliento por reducir costes y minimizar la magnitud de su retirada.

No se puede prever con qué grado de colapso económico del capitalismo iraní, con qué transformaciones internas del régimen, con qué nivel de hambre, miseria, desplazamiento y masacre de las masas trabajadoras se acompañará esa rendición. Lo que sí está claro es que el sector dominante del capital estadounidense no tiene ningún reparo en convertir a Irán en una nueva Libia, Siria o Gaza.

Nuestra clase, de millones, es la única fuerza verdaderamente anti-guerra. Pero nuestro pacifismo solo podrá tener un impacto real y decisivo si se expresa en un movimiento organizado contra el capitalismo. De lo contrario, será débil e ineficaz, o bien será reprimido por la República Islámica o absorbido por una oposición sedienta de poder.

Allí donde estemos, unamos nuestras manos. Construyamos consejos obreros anticapitalistas.

En condiciones donde la guerra aún no ha estallado, la huelga es el arma más eficaz para obligar a los capitalistas y a los estados a aceptar nuestras demandas, siempre que las huelgas salgan de los límites de los centros de trabajo y se extiendan como una lucha simultánea y nacional de toda nuestra clase.

En condiciones de guerra, esta táctica ya no es necesariamente adecuada y puede ser usurpada por la oposición y los gobiernos de EE.UU. e Israel.

Hay que ir más allá de la huelga. Debemos poner en el orden del día la ocupación de los centros de trabajo.

La acción más correcta y urgente hoy es dejar de pedir aumentos salariales irrelevantes y ficticios, y exigir que las necesidades básicas –alimentación, medicinas, atención médica, educación, vivienda, agua, electricidad y gas– sean completamente excluidas de cualquier forma de intercambio mercantil o monetario. Estas necesidades deben ser totalmente gratuitas y accesibles para todos.

Una exigencia que desarmará tanto a EE.UU., a Israel y al conjunto del mundo capitalista como a la propia República Islámica del capital.

Trabajadores Anticapitalistas – Julio de 2025

[Tomado de Materiales por la Emancipación. Negritas nuestras]

Comentario de PR:

De este comunicado no sólo destacamos su correcto análisis de fuerzas desde la perspectiva internacionalista y derrotista, sino principalmente que propone una estrategia revolucionaria como clase frente a la guerra imperialista: luchar por "que las necesidades básicas –alimentación, medicinas, atención médica, educación, vivienda, agua, electricidad y gas– sean completamente excluidas de cualquier forma de intercambio mercantil o monetario. Estas necesidades deben ser totalmente gratuitas y accesibles para todos." Estamos totalmente de acuerdo porque esto es precisamente lo que planteamos en nuestro anterior comentario crítico a los compañeros iraníes: la base material de la lucha anticapitalista del proletariado contra la guerra no sólo debe ser la toma de los medios de producción, sino la abolición del valor o la desmercantilización de las relaciones sociales. ¿Cómo? Yendo más allá de la huelga. Expropiando u ocupando los centros de trabajo. Creando consejos obreros anticapitalistas y otras formas de autoorganización y solidaridad revolucionaria. 

Pero, en la parte en que no estamos de acuerdo es cuando dice que "nuestro pacifismo solo podrá tener un impacto real y decisivo si se expresa en un movimiento organizado contra el capitalismo." Si bien entendemos la reivindicación de vivir en paz en un contexto de guerra, la realidad es que la paz capitalista ya es un estado de guerra social latente y permanente contra el proletariado, que sólo prepara el terreno para cuando estalla una coyuntura de guerra abierta entre potencias capitalistas... también contra el proletariado. Tanto en momentos de paz como de guerra capitalistas, todos los Estados le hacen la guerra al proletariado internacional de múltiples formas: desde arrojarlo al desempleo y la miseria hasta destruirlo en las guerras del narcotráfico y los ejércitos, reprimirlo brutalmente cuando se "atreve" a hacer revueltas e insurrecciones, etc. Más claro: siempre estamos en guerra de clases, lo que cambia es la intensidad o el nivel de la misma según la coyuntura histórica y la región geográfica. 

Partiendo de ese hecho, la lucha revolucionaria jamás puede ser pacifista. Necesariamente debe hacerle la guerra al Estado y al Capital hasta destruirlos produciendo el comunismo. Transformar la guerra imperialista en guerra de clases revolucionaria. Sin esto, el derrotismo revolucionario está perdido. "De lo contrario, será débil e ineficaz, o bien será reprimido por la República Islámica o absorbido por una oposición sedienta de poder." De lo contrario, el proletariado revolucionario será destruido. La experiencia duramente adquirida durante décadas de guerra de clases así lo demuestra. Más aún si la propuesta estratégica es expropiar, ocupar, autoorganizar, comunizar o desmercantilizar los centros de trabajo, la producción y, en consecuencia, la distribución, para que todo sea gratis, o sea, que las necesidades básicas ya no sean mercancías sino que sean satisfechas sin que intermedie el dinero en ninguna forma. Esto sería golpearle a la burguesía donde más le duele -la producción de valor y de ganancia-, y por eso reprimirá con toda su violencia o terror estatal al proletariado que "ose" hacerlo. En consecuencia, el proletariado en lucha de la región iraní -huelgas de trabajadores del petróleo, del acero, del sector minero, de la industria textil, del transporte, de la salud, de la educación, protestas en las cárceles, de los migrantes, contra la guerra, etc.- tarde o temprano tendrá que armarse y organizar la insurrección para destruir al Estado y al Capital produciendo el comunismo. Más aún en un contexto de guerra como el de Irán y el Medio Oriente en general hoy en día. Y esta insurrección comunista en Medio Oriente, a su vez, fracasará o será derrotada si es que no se internacionaliza.

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[Audio] Voces desde Irán - Temperamento Radio nro. 72 (julio 2025)

[Fanzine] Teherán bajo las bombas: testimonio de un compañero anarquista - Biblioteca Autónoma Laín Díez (junio 2025)

¡Parar la guerra! ¿Anti-imperialismo o lucha de clases? - Instituto de Balística / Portal de Insurgencia Magisterial (junio 2025)

11 de junio de 2025

La prueba de la anarquía

Ian Alan Paul
10 de junio de 2025 

[Un balance crítico sobre los disturbios actuales en Los Ángeles, en particular, y sobre las revueltas del siglo XXI, en general, desde la perspectiva de la comunización y la anarquía. Tomado de Conatus Editorial
 
Disturbios contra la ICE, policía migratoria de EE.UU. Los Ángeles, junio de 2025   
 
La Comuna de París y vehículos del ICE apedreados con trozos de hormigón. La Revolución Egipcia y filas de coches autónomos envueltos en llamas. La Guerra Civil Española y multitudes bloqueando una autopista cubierta de espesas nubes de gas lacrimógeno. Estas fueron algunas de las yuxtaposiciones que surgieron mientras leía The Future of Revolution de Jasper Bernes y recibía mensaje tras mensaje sobre las revueltas en Los Ángeles de amigos dispersos por el globo: fragmentos de tiempo dispersos colisionando y haciendo saltar chispas entre sí, apuntando hacia un lugar aún desconocido. Tanto el libro como las revueltas plantean al fin una pregunta compartida, una en lenguaje teórico y la otra en lenguaje práctico: ¿cómo podríamos no solo chocar por completo contra el orden de este mundo, sino finalmente atravesarlo y alcanzar lo que yace al otro lado?

The Future of Revolution desarrolla su respuesta a esta pregunta trazando los contornos de un futuro comunista en la forma de una diversidad de pasados insurgentes. Tomando como objeto la historia global de los consejos obreros —navegando por sus múltiples teorizaciones y contradicciones, sus diversas derrotas y sus potencialidades aún latentes—, el libro extrae los rasgos negativos y positivos que siguen siendo integrales a la lucha comunista, cristalizando en lo que Bernes conceptualiza como la prueba del comunismo:

La prueba del comunismo nos dice el qué pero no el cómo: (el comunismo) debe estar armado; debe quebrar el poder armado del Estado; debe ser proletario, incorporando a la vasta mayoría de la sociedad en asociaciones voluntarias que reclamen directamente la totalidad de la riqueza social; debe ser comunista, proveyendo para el uso común según un plan colectivo sin regulación legal ni intercambio; debe superar las divisiones entre personas y lugares arraigadas en la división del trabajo y la estructura empresarial; debe ser transparente, comprensible para todos, y manejable, permitiendo que las personas participen en las decisiones que les conciernen mediante estructuras de delegación revocable con mandato, comprometidas con la reproducción de una sociedad sin clases, sin dinero y sin Estado.[i]

Esta prueba no aspira a dictar una secuencia o curso preciso que los levantamientos deban obedecer, sino a discernir los fundamentos necesarios de una lucha que comprende su tarea histórica como la destrucción de la sociedad capitalista y la construcción de una comunista.

The Future of Revolution deja claro que la insurrección es la forma bajo la cual se desarrollará la ruptura con el capitalismo. Si bien Bernes afirma claramente que no podemos saber de antemano «cómo será una destrucción genuina del poder armado del Estado, dados los ejércitos y la policía modernos» y deduce que muy probablemente seguirá a una disolución interna antes que a una confrontación militarizada, nunca vacila respecto a su necesidad.[ii] Como Joshua Clover también aclaró en su obra, el hecho de que el mundo actual esté organizado sobre la base de un Estado siempre presente y una economía permanentemente distante ha alterado las variables que durante mucho tiempo guiaron los debates sobre insurrección y revolución, demostrando que para los comunistas la abolición del Estado y la reivindicación de las fuerzas productivas de la sociedad son simplemente dos dimensiones de un único proceso revolucionario.[iii] A la luz de esta necesidad, Bernes también describe lo que ahora se han convertido en los límites evidentes de las formas exclusivamente negativas de abolición e insurrección:

Es imposible imaginar la abolición de la policía independientemente de la abolición de la sociedad de clases, la inauguración del comunismo. Quemar dos, tres, cuatro, muchas comisarías parece suicida sin la posibilidad de cultivar una forma de vida que pudiera prescindir de la policía. Tampoco se puede construir el nuevo mundo en las cáscaras quemadas del anterior: se necesita su riqueza, sus recursos y capacidades reales. Así, la abolición termina significando todo y nada.[iv]

Hay poco que objetar en tal análisis, pues todas las revueltas significativas del siglo XXI se han agotado y consumido en estos términos: desarrollaron inmensas capacidades de insurrección y destrucción que, al final, no pudieron extenderse ni sostenerse suficientemente, y mucho menos dar forma duradera a modos de vida comunistas. Al mismo tiempo, lo inverso también sigue siendo cierto: no puede imaginarse la abolición de la sociedad de clases sin la abolición de la policía, ni es posible cultivar una forma de vida que prescinda de la policía mientras persista su poder violento. En este sentido, las capacidades constructivas y destructivas de los levantamientos siguen siendo fundamentalmente inseparables: poner fin a la sociedad capitalista debe simultáneamente dar existencia a una vida más allá del capital.

Tras evaluar las diversas formas y tácticas surgidas en —y circulantes entre— múltiples insurrecciones del siglo XXI (bloqueos contralogísticos, incendios, ocupaciones de edificios, sabotajes, zonas autónomas), Bernes aborda la construcción del comunismo en condiciones insurreccionales imaginando especulativamente la formación de comités de abolición:

Los comités de abolición podrían dedicarse no solo al trabajo práctico sino al trabajo especulativo: ¿Cómo sería la abolición? ¿Qué requeriría?… Sus preguntas fundacionales serían: ¿Qué harías si el poder estatal desapareciera hoy? ¿Qué harías si no hubiera más policía, y tras ella, ningún ejército? ¿Qué harías si todas las cárceles ardieran? Una tarea clave para estos comités de investigación sería la indagación técnica sobre las condiciones de la producción capitalista y la vida cotidiana… Un comunista mira una central eléctrica, una fábrica, un supermercado, una flota de autobuses o una granja siempre con la mirada puesta en lo que podría ser en el comunismo, que no es en absoluto lo que es en el capitalismo… La idea es imaginar un atlas de la reproducción comunista, con todo el conocimiento que un movimiento comunista podría necesitar para comenzar a reproducirse, en algún momento insurreccional dado.[v]

No cabe duda de la necesidad de cartografiar, diagramar y reimaginar cómo todos los recursos y tecnologías del mundo capitalista podrían ser reivindicados y reorganizados por los comunistas, o alternativamente cómo deberían ser abandonados o destruidos.[vi] Como Bernes aclara: «cada centímetro de la tierra está ahora tan entremezclado con tantos trabajos humanos, formas de endeudamiento y pertenencia»,[vii] una interconexión histórica de vidas y sistemas planetarios que implica que cualquier revolución debería desplegarse también a esas escalas. Gran parte del pensamiento comunista contemporáneo ha girado explícitamente hacia estas cuestiones, ejemplificado en textos como Forest and Factory de Phil A. Neel y Nick Chavez o Corona, Climate, Chronic Emergency de Andreas Malm. Sin embargo, estas propuestas comunistas siguen estando incompletas mientras privilegien lo positivo y descuiden lo negativo, viendo la capacidad insurreccional de abolir el poder y la dominación como un antecedente de la sociedad comunista, pero no como un rasgo constitutivo de ella. The Future of Revolution sigue siendo una contribución valiosa precisamente porque crea una apertura para vislumbrar cómo lo destructivo y lo constructivo de la insurrección y la revolución están indisolublemente entrelazados. La forma mediante la cual se negará la sociedad capitalista es también la forma mediante la cual se afirmaría cualquier otra sociedad posible, una dinámica que debe permanecer central en la teorización y experimentación militantes.

Para Bernes, la destrucción del capitalismo es sinónimo de la destrucción del valor —la forma abstracta que une los fragmentos dispersos de la sociedad capitalista—: «El concepto de valor no es nada, para los comunistas, si no es un punto de mira que aparece en rojo cuando necesitamos destrozar algo».[viii] Esta idea, entrelazada en todo el libro, viene acompañada de una advertencia: que la destrucción del valor no impide que emerja otra sociedad igualmente basada en la dominación, aunque bajo términos formales diferentes. A lo largo de su proyecto, Bernes deja claro que destruir el capitalismo significa poco sin la construcción paralela del comunismo, pues no son meras posibilidades binarias, sino no-conjuntas: no pueden coexistir como formas de sociedad, pero la ausencia de una no implica necesariamente la existencia de la otra. Como describe Bernes:

La relación entre capitalismo y comunismo es de no-conjunción, no de disyunción. Puede haber capitalismo. Puede haber comunismo. Pero no puede haber capitalismo y comunismo. Su relación es… no-conjunción, no una simple disyunción excluyente. Podríamos formular esto como el axioma de la contradicción… Lo que implica la no-conjunción de capitalismo y comunismo es una elección de negaciones mediante las cuales se revela el contenido positivo del comunismo.[ix]

El desarrollo de sistemas de crédito social, vigilancia automatizada y proyectos expansivos de IA debería bastar para dejar claro que otras formas de organización social siguen siendo posibles, formas que algún día podrían prescindir del valor por completo mientras preservan las formas de dominación propias de la sociedad de clases. En este sentido, el valor debe verse como la forma principal mediante la cual la sociedad de clases se ha organizado históricamente bajo el capitalismo, y por tanto es precisamente lo que debe ser destruido en el presente; sin embargo, la sociedad de clases siempre podría reorganizarse en el futuro bajo diversos términos formales ajenos al valor.

Aquí podemos comenzar a leer dentro de la prueba del comunismo lo que podríamos llamar la prueba de la anarquía. Para Bernes, la sociedad comunista necesariamente contradice a la capitalista, pero no existe como su única alternativa posible. Es porque la clase y la dominación pueden organizarse en términos distintos a la forma valor que la sociedad comunista debe contradecir no solo las formas específicas del capitalismo, sino también toda otra posible sociedad de clases. Discernir la prueba de la anarquía dentro de la prueba del comunismo es así reconocer que si la destrucción del capitalismo se entrelaza con la construcción del comunismo, esta última debe igualmente entrelazarse con la destrucción de toda lógica de dominación posible, además del valor. Si el valor es la differentia specifica del capitalismo, el proyecto de Bernes propone que este puede servir de base para clarificar tanto la positividad como la negatividad del comunismo: «la abolición de la ley del valor deja un resto, y es desde y contra este resto que el comunismo debe realizarse».[x]

La anarquía, sin embargo, carece de tal principio formal donde fundamentarse, pues lo que aspira a negar no es específico del capitalismo. La prueba de la anarquía corre así como un hilo negro a través de la historia del capitalismo pero también de toda historia posible, viendo en cada expresión de dominación el potencial y la necesidad inerradicables de la insurrección. Si el comunismo toma forma como un arma afilada particularmente contra el valor, la anarquía debe surgir más bien como una fragua capaz de producir nuevas armas frente a cualquier dominación que se imponga.

Dado que el comunismo emerge en no-conjunción con el capitalismo al constituirse positivamente como sociedad en la imagen negativa del valor, la prueba de la anarquía surge junto a él como una forma de no-conjunción cuya apertura es por necesidad infinitamente más amplia, opuesta a toda forma posible de sociedad basada en la clase y la dominación. La prisión es, después de todo, una institución profundamente entrelazada con la historia del capitalismo y moldeada por ella, pero las posibilidades carcelarias persistirán incluso sin valor, organizadas bajo cualquier cantidad de términos formales alternativos. Igualmente fácil es imaginar la existencia de regímenes fronterizos en futuras sociedades no capitalistas, especialmente mientras se intensifica la crisis climática y diversas catástrofes y escaseces se vuelven más agudas y frecuentes. Nuevas formas de jerarquía, dominación y exclusión basadas en raza, género, sexualidad, capacidad o cualquier otro criterio seguramente aspirarían a arraigarse tras la destrucción de la sociedad capitalista, tal como la precedieron. Mientras Bernes escribe que pretende «tratar la teoría de la revolución comunista desde la perspectiva de la eternidad», la tarea de la anarquía también permanece eterna, así como su horizonte se expandirá perpetuamente, desplegándose siempre de nuevo en no-conjunción con la dominación.[xi] Así como el nacimiento del capitalismo inauguró una guerra contra la vida que este nunca ha cesado de librar, la llegada del comunismo también marcará el advenimiento de una anarquía perpetua librada contra toda forma emergente de sociedad de clases.

Las corrientes anarquistas de nuestro tiempo han dirigido su atención principalmente hacia la cuestión del poder destituyente, enfocándose no tanto en la necesidad de constituir una nueva sociedad como en la necesidad de destituir y destruir el orden presente. Este enfoque nos ha ofrecido un método para experimentar y teorizar todas aquellas formas y técnicas que exige la insurrección: aprender tácticas y desarrollar repertorios capaces de desmantelar y derrocar el poder en todas las diversas formas en que históricamente se constituye. La anarquía es así el filo destituyente de lo constituido por el comunismo, el proceso persistente de desactualización que acecha en la penumbra de la actualidad comunista. En las primeras páginas de The Future of Revolution, Bernes cita la perspicacia de C.L.R. James: «la tarea hoy es convocar, enseñar, ilustrar, desarrollar la espontaneidad».[xii] Desarrollar la espontaneidad es, por supuesto, una formulación contraintuitiva, pero en el contexto del proyecto de Bernes adquiere un sentido combustivo y explosivo. Hoy nuestra lucha es ver la espontaneidad del comunismo y la anarquía mientras se desarrolla como insurrección y como nuevas formas de vida, ardiendo como estrellas guía en la larga noche de la historia y desvaneciéndose oscuramente en los agujeros negros formados en la geometría negativa de lo que no son.

Traducción por Grupo de Traductoras Comunistas, Fracción mexicana

Notas

[i] Jasper Bernes, The Future of Revolution, Verso Books, 2025, 128 

[ii] Ibid., 160 

[iii] «En 1700, la policía tal como la conocemos hoy no existía; algún alguacil o bedel esporádico vigilaba el mercado. Al mismo tiempo, la mayoría de los bienes de primera necesidad se producían localmente. En resumen: el Estado estaba lejos y la economía cerca. En 2015, el Estado está cerca y la economía lejos. La producción está pulverizada; las mercancías se ensamblan y distribuyen mediante cadenas logísticas globales. Inclusos los alimentos básicos probablemente proceden de otro continente. Mientras tanto, el ejército doméstico permanente del Estado siempre está a mano —progresivamente militarizado bajo el pretexto de librar guerras contra las drogas y el terror.» Joshua Clover, Riot, Strike, Riot, Verso Books, 2019. 

[iv] Jasper Bernes, The Future of Revolution, Verso Books, 2025, 169 

[v] Ibid., 171-172 

[vi] Bernes se toma el tiempo, a lo largo del libro, para esbozar las características positivas que organizarían la economía bajo el comunismo. Al imaginar la forma que tomarán las comunas tras la destrucción del capitalismo, enfatiza dos aspectos de la prueba del comunismo que prescriben que una sociedad comunista debe ser, al mismo tiempo, transparente y controlable. La transparencia se manifiesta en el consejo o la comuna como un libro abierto que permite a todos ver y comprender fácilmente cómo se organiza y se gestiona colectivamente la sociedad, mientras que la controlabilidad se expresa en la capacidad de revocar de inmediato a los representantes de las comunas o los consejos, lo cual garantiza que se mantengan responsables y no puedan concentrar poder. Aunque Bernes evita caer en la trampa de describir en detalle cómo se verían en la práctica la transparencia o la controlabilidad, y en su lugar desarrolla sus principios abstractos, ambos conceptos funcionan como interruptores automáticos, en el sentido de que están diseñados para sofocar de manera preventiva la posible reaparición de la clase y del valor, construyendo el comunismo como imagen negativa del capital.

[vii] Ibid., 126

[viii] Ibid., 88 

[ix] Ibid., 127-128 

[x] Ibid., 99

[xi] Ibid., 82 

[xii] Ibid., 12 

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Crítica de este texto por Nec Plus Ultra (región chilena, 12 de junio de 2025)
 
En todo el texto hay una cuestión problemática con respecto a la espontaneidad que es el resultado necesario del marco teórico/práctico de su autor [el anarquismo]. La experiencia reciente de todas las revueltas contemporáneas muestra que la espontaneidad no es necesariamente un "más allá del capital", como si lo espontáneo fuera lo opuesto al capitalismo. De hecho, el capitalismo subsume continuamente lo espontáneo en las formas de la mercancía y el deseo -el capitalismo no podría persistir sin capturar el deseo-. La espontaneidad de los individuos en revuelta es la espontaneidad de personas que están constituidas por el capital, por lo tanto, es intrínsecamente contradictoria. Podría destituir parcialmente la forma capitalista y luego reforzarla -como en Chile 2019/2020-. 
 
El asunto fundamental de la transformación radical de nuestra época no reside en "desarrollar la espontaneidad" a secas, sino en superar la brecha que existe entre revuelta y revolución a través de la constitución de un movimiento conscientemente orientado a la supresión del sistema. Esa supresión no es pura espontaneidad, aunque también se alimenta de ella, sino que implica organización, una comprensión estratégica de las contradicciones de la sociedad capitalista y de la propia lucha insurreccional, lucha armada, planificación concertada de acciones insurreccionales contra las fuerzas armadas de la reacción, constitución conciente de una nueva forma de producción social, etc.
 
Ian Alan Paul plantea una cuestión fundamental, pero no la responde adecuadamente: "todas las revueltas significativas del siglo XXI se han agotado y consumido en estos términos: desarrollaron inmensas capacidades de insurrección y destrucción que, al final, no pudieron extenderse ni sostenerse suficientemente, y mucho menos dar forma duradera a modos de vida comunistas." Para él, la respuesta estaría en fortalecer el momento destituyente, "dar existencia a una vida más allá del capital" y "desarrollar la espontaneidad". 
 
Lo que Ian Alan Paul no ha captado es que el carácter contradictorio de las revueltas contemporáneas resulta del carácter contradictorio de la sociedad capitalista de la cual estas revueltas emergen. Esto queda claro en su concepto de valor, que es, para él, "la forma abstracta que une los fragmentos dispersos de la sociedad capitalista" y no un modo contradictorio de praxis social [el valor no es una cosa, sino una relación de clase.] De ahí que, en última instancia, responda al problema de la revuelta en términos tautológicos: si las revueltas no van más allá del capital es porque no han perseverado en su momento destituyente y no han creado formas de existencia más allá del capital. 
 
Esta forma de plantear los problemas lleva necesariamente a un voluntarismo práctico y teórico, a un callejón sin salida. Sin una perspectiva radical anclada en un movimiento de masas, sin un entendimiento estratégico de las contradicciones de la sociedad, sin organización y sin medios materiales de propaganda, coordinación y autodefensa, las revueltas jamás superarán los horizontes del capital y su institucionalidad, por muy espontáneas y disruptivas que sean. La forma comunista tiene su condición de posibilidad en las contradicciones de la sociedad, pero no puede existir sin una producción conciente de esa forma a partir de medidas prácticas que solo pueden ser sostenidas a través de medios insurreccionales y enfrentando una cruenta represión por parte de todas las fuerzas de la reacción capitalista. 
 
*** 
 
Nota de PR: En la posdata de nuestro último texto de coyuntura en la región ecuatoriana, también desarrollamos una crítica del culto a la espontaneidad o del espontaneísmo y, en cambio, reivindicamos la necesidad de la autoorganización revolucionaria del proletariado o del Partido Histórico. Por lo cual, consideramos pertinente reproducirla aquí: 

No somos partidarios del espontaneísmo, menos aún si se trata de contribuir a que las luchas reivindicativas den un salto cualitativo y así estalle una nueva revuelta que devenga revolución. Una cosa es la espontaneidad o la forma natural en la que suceden las cosas; en este caso, la lucha del proletariado contra la burguesía, precisamente por la naturaleza contradictoria y dinámica de la sociedad de clases. Y otra cosa muy diferente es el espontaneísmo o el culto a la espontaneidad, el cual no reconoce los límites de la espontaneidad ―como lo demuestran las revueltas de los últimos años― y, así, termina negando la necesidad de organización autónoma y de posiciones revolucionarias. Espontaneidad y autoorganización no son contrarias, sino complementarias, ya que la autoorganización del proletariado brota de la espontaneidad de sus luchas y, entonces, la deja atrás para poder desarrollarse, consolidarse y acertarle golpes contundentes al Estado-Capital y la sociedad de clases.  

Por eso, somos partidarios de la autoorganización revolucionaria del proletariado; es más, somos partidarios de lo que Marx, Bordiga, Camatte, n+1, Endnotes, Amorós y otros camaradas han llamado "Partido Histórico" de la revolución comunista mundial, el cual “brota espontáneamente del suelo de la sociedad burguesa” (Marx) y está muy lejos del vanguardismo ―autoproclamarse “la vanguardia” y pretender hacer del proletariado un objeto dirigible― y del sustitucionismo ―sustituir al proletariado como sujeto revolucionario. Porque el partido histórico propiamente dicho no es más que el conjunto de fuerzas que luchan por la autoorganización del proletariado para la revolución social mundial.

Autoorganización del proletariado, independencia de clase y acción directa son inseparables y significan luchar sin intermediarios ni representantes; lo que quiere decir, luchar por fuera, en contra y más allá de sindicatos, partidos, elecciones, parlamentos, leyes, etc. El “partido independiente de la clase trabajadora” es también “el partido de la subversión” o “el partido de la anarquía” en duelo a muerte con “el partido del orden” (Marx).

Considerando que, cuando el proletariado se levanta y hace temblar al orden capitalista, la derecha y la izquierda del Capital se unen en un solo partido en su contra: “el partido de la democracia” (Engels). Por lo tanto, el partido histórico del proletariado revolucionario es un partido contra la democracia, es decir, contra la dictadura social del Capital y su Estado sobre el proletariado. Esto no quiere decir que el partido revolucionario del proletariado sea una organización de tipo autoritario o vertical. Al contrario: en su interior se practican relaciones sociales de nuevo tipo basadas en la solidaridad, el apoyo mutuo, la libertad y la horizontalidad reales.

De allí que el partido histórico no es un partido formal ni un mini-Estado como los partidos leninistas mal llamados “comunistas”, sino que es un partido que, si bien necesita estructurarse para organizar las tareas revolucionarias, va mucho más allá de estatutos, comités, dirigentes, nombres, siglas y fronteras de todo tipo. Es el proletariado mismo organizándose y actuando de manera orgánica como clase revolucionaria. Es “el movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual” (Marx y Engels). Es el partido del comunismo y la anarquía contra el partido de la democracia. Todo esto es la autoorganización revolucionaria del proletariado en acción.

Ahora bien, es importante tener claro que la autoorganización revolucionaria no es un fin en sí mismo, sino sólo un medio; y, que el objetivo final de la autoorganización revolucionaria no es convertirse en “Estado proletario”, sino abolirse a sí misma junto con la autoabolición revolucionaria del proletariado como clase para, en cambio, devenir comunidad real de individuos libremente asociados que producen y viven sus vidas como tales. En ese sentido, el partido histórico será “la prefiguración de la sociedad comunista” (Camatte) o no será: el partido histórico en este siglo será el Partido-Comunidad o no será. Concebido ya no como una pirámide de piedra, sino como una red viva cuya sustancia sea la solidaridad antagonista y transformadora.

A pesar de la contrarrevolución todavía reinante o de estos malos tiempos para la militancia revolucionaria, las minorías radicales del proletariado internacionalista que hoy existen son el germen del partido histórico. Y si no existen, tarde o temprano habrá que crearlas, fortalecerlas y unirlas para ello; es decir, tendrán que autoorganizarse como partido histórico y mundial al calor de las luchas proletarias en ascenso. 

 
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11 de mayo de 2025

[Ecuador] Contra el Estado-Capital, su derecha y su izquierda. Por la independencia de clase y la radicalización del proletariado, a pesar de la contrarrevolución reinante

El Estado-Capital es como un kraken que succiona el trabajo vivo y enajena el poder de la clase proletaria para decidir sobre su vida. Un kraken que tiene dos tentáculos políticos: derecha e izquierda. Mientras que el pueblo, esa masa policlasista y manipulable por excelencia, es su criatura. Sí, la izquierda y el pueblo también forman parte del sistema capitalista, porque el Capital no es una cosa ni un puñado de "grandes y perversas" empresas, sino una relación social impersonal y global de explotación, dominación y alienación entre las clases, los grupos y los individuos.

En ese marco, la derecha y su pueblo defienden un modelo de acumulación y distribución —de la riqueza y el poder— centrado en el sector privado, mientras que la izquierda y su pueblo defienden un modelo de acumulación y distribución centrado en el sector público; pero, al final de cuentas, derecha e izquierda defienden al Modo de Producción Capitalista y sus categorías fundamentales: propiedad, trabajo, capital, plusvalor, mercancía, salario, dinero, clases sociales, Estado, mercado, democracia. Estamos hablando de relaciones sociales de explotación, dominación y alienación que se reproducen día con día en todas partes, independientemente del gobierno de turno. Por lo tanto, derecha e izquierda no son contrarias, son complementarias y alternantes en la administración del Estado-Capital y su crisis actual (por más "socialista del siglo XXI" y "plurinacional" que se lo quiera disfrazar). Derecha e izquierda son reaccionarias o contrarrevolucionarias. "Derecha e izquierda: la misma mierda."

En el caso actual del Ecuador, no sólo que el gobierno narcobananero, tiránico y represivo de Noboa es repudiable y debe ser combatido hasta ser tumbado; el correísmo (personificado por González) y CONAIE-PK (personificado por Iza), también, porque sólo representan intereses y proyectos de diferentes fracciones del Estado-Capital y su pueblo. De manera que antes, durante y después de las recientes elecciones presidenciales, todas las suyas son pugnas interburguesas o, siguiendo la imagen propuesta, peleas entre diferentes tentáculos de la misma bestia capitalista y estatal.

Por lo tanto, sus peleas no son nuestras peleas. Nosotros, proletarios revolucionarios e internacionalistas, no apoyamos a ningún partido ni caudillo político: repudiamos a todos, en especial a los de izquierda. Porque, como bien decía Lukács, los oportunistas de izquierda o los socialdemócratas también son enemigos de clase y, por tanto, deben ser combatidos e incluso con más fuerza, ya que son el tentáculo izquierdo del Estado-Capital en el seno de las luchas y organizaciones de los explotados y oprimidos del campo y la ciudad, cuya función es encuadrarlos en la contrarrevolución democrático-burguesa (llámese "revolución ciudadana" o "proyecto político plurinacional") y alejarlos de la revolución proletaria internacional.

La socialdemocracia de todos los colores aprovecha para acometer este encuadramiento cuando, en medio de la pugna intercapitalista, un gobierno de derecha como el de Noboa arremete contra ella. Arremetida que no es para sorprenderse ni alarmarse porque, al igual que la economía capitalista, el Estado capitalista se mantiene y dinamiza mediante su competencia interna; eso sí, siempre para fortalecer su maquinaria de explotación, dominación y represión sobre el proletariado. El problema es que esta es la excusa perfecta de la socialdemocracia para argüir que "hay que unirse contra la derecha", "no es el momento para plantear un programa máximo", etc. A contracorriente de toda esa neblina hecha de razones convincentes pero falsas, nosotros reivindicamos, aquí y ahora, a Rosa Luxemburgo en su lucha intransigente contra la burguesía y la socialdemocracia por igual: "frente a vuestras miserias, el comunismo es lo mínimo que queremos".

Desde la perspectiva comunista, una de las lecciones principales de la coyuntura actual en la región ecuatoriana es que, si se quiere tumbar al gobierno de turno, las elecciones no sirven ni servirán (de hecho, nunca han servido para fines revolucionarios): es preciso una nueva revuelta esto es lo que realmente teme la clase dominante. La cual, a su vez, no debe cometer su error principal del pasado: negociar con el Estado y fortalecerlo. Una nueva revuelta no se debe conformar con tumbar al gobierno de turno y clamar por un "gobierno popular" "democráticamente elegido", sino que debe crear e imponer un poder social revolucionario, sin dialogar ni negociar con el enemigo de clase. Un poder autónomo y antagonista cuya tarea central sea apropiarse, colectivamente y a la fuerza, de los medios materiales y las decisiones que hacen posible la vida cotidiana en todos sus aspectos (por ejemplo, las Asambleas Territoriales que emergieron en la revuelta de Octubre de 2019 en la región chilena). A la dictadura de la burguesía y su Estado llamada democracia, el proletariado debe imponerle la dictadura social del movimiento insurreccional y comunizador.

Para no ser derrotada como en el pasado, la revuelta debe radicalizarse, y esto implica combatir y deshacerse de los reformistas y oportunistas que haya dentro de sus filas, quienes por lo general son pequeñoburgueses de izquierda (de la ciudad y del campo) que en realidad luchan por intereses de clase y con métodos ajenos y antagónicos a los del proletariado en lucha. Sí, en medio de una revuelta, el proletariado insurrecto no sólo debe combatir a la burguesía reaccionaria y su Estado, sino también a la pequeña burguesía democrática. Asimismo, las bases deben cuestionar y desbordar a los dirigentes; ir más allá y en contra de ellos, autoorganizándose sin más demandas que la revolución social. Si se radicaliza, entonces la misma dinámica de la revuelta se encargará de hacerlo, no sin contradicciones y tensiones inevitables pero necesarias para tal objetivo. La lucha contra el Capital y la socialdemocracia también se da y se tiene que dar en el seno del proletariado, ya que el proletariado es una contradicción viviente que sólo la revolución social puede resolver.

En síntesis: para tumbar al gobierno se necesita una nueva revuelta; ésta, a su vez, debe radicalizarse o devenir revolución, y "la revolución proletaria es una revolución contra el Estado mismo" (Marx) y, por tanto, contra todos sus tentáculos, en especial contra su izquierda o la socialdemocracia. Tarde o temprano, la actual crisis catastrófica del capitalismo y el antagonismo de clases se encargarán de poner a la orden del día la revolución social, tal como si fuese una gran espada en manos del proletariado de todas las "razas", los géneros y las generaciones para derrotar y sepultar tanto al kraken del Estado-Capital como a la sociedad de clases, empezando por abolirse a sí mismo como clase del trabajo/capital.  

Así que ya basta de estar metidos y pendientes en la pugna interburguesa (elecciones, peleas y alianzas políticas, leyes, nueva constituyente, etc.). Ya basta de lloriquear por "la arremetida de la derecha" y "la falta de unidad de la izquierda". La izquierda no es el proletariado, es la izquierda del Capital en el seno del proletariado. Y el proletariado ya está dividido y debilitado en todos los aspectos por el Trabajo/Capital (empleados vs. desempleados, formales vs. informales, asalariados vs. no asalariados, estudiados vs. no estudiados, jóvenes vs. viejos, hombres vs. mujeres, blanco-mestizos vs. no blanco-mestizos, etc., etc.), no por "la división de la izquierda". En el capitalismo, la división es la regla, mientras la unidad es la excepción.

Es más, cuando no lucha por la revolución social ―esto es, por la abolición de las clases empezando por su propia abolición como tal― sino que se la pasa trabajando para sobrevivir y, a lo sumo, peleando por esas migajas democráticas llamadas derechos y reformas, el proletariado es una clase del capital y para el capital, no una clase para sí en tanto que clase revolucionaria. La explotación es inseparable de la dominación y del conflicto, porque es una relación de clase, tanto “para bien” como “para mal”. Así pues, la llamada “lucha por la sobrevivencia” o el “sálvese quien pueda”, que consiste en tener que trabajar para pagar y pagar para vivir día tras día en medio de la separación y la competencia entre proletarios, es la base material y social de la dictadura democrática y la contrarrevolución catastrófica del Capital. Por esta razón histórico-concreta, y no por “falta de conciencia de clase”, es que bajo la hegemonía de la contrarrevolución el proletariado en su mayoría también es contrarrevolucionario.

Muy por el contrario, para reunificarse, fortalecerse, hacerse dueño de su vida y mejorarla realmente, el proletariado necesita luchar con independencia de clase y por su abolición como tal para devenir comunidad real de individuos libremente asociados que controlan, comparten y gozan todas sus condiciones materiales de existencia, su actividad creadora y los productos de la misma. Es decir, luchar como clase revolucionaria con sus propios objetivos —la revolución social, la destrucción del capitalismo, la creación de la sociedad sin clases ni Estado ni mercado— y sus propios métodos —la autoorganización (afuera y en contra de sindicatos y partidos), la acción directa y, sobre todo, la solidaridad de clase, verdadero germen de un mundo nuevo. Luchar por subvertir y comunizar todo lo existente, no por esas migajas llamadas derechos y reformas. Luchar con cabeza y mano propias, sin jefes ni representantes. (Este es un ABC de la lucha revolucionaria que el proletariado debería tener presente para todo 1° de Mayo, aquí y en todas partes.)

Evidentemente, en el actual contexto contrarrevolucionario y de lucha de clases de baja intensidad, lo máximo que puede hacer el proletariado son luchas reivindicativas. Pero, como bien plantea Théorie Communiste, las luchas reivindicativas con el tiempo mostrarán sus propios límites y, para superarlos, tendrán que producir lucha revolucionaria. Esto es lo que se conoce como dar un “salto cualitativo” en las luchas de clase.

Todo lo cual, por supuesto, no ocurrirá mañana por la mañana y ni siquiera en el corto plazo, sino que para ello tendrán que pasar algunos años y talvez algunas generaciones que se eduquen y se curtan en las luchas proletarias por venir. “Buenos” tiempos para la contrarrevolución (en Ecuador, personificados por la dictadura democrática de Noboa y sus opositores) son malos tiempos para la lucha revolucionaria (cuyo caldo de cultivo ha de ser una nueva revuelta más radical que la de Octubre de 2019 y la de Junio de 2022 en estas tierras). Sin embargo, sólo la dinámica histórica de la propia lucha de clases puede invertir esta relación de fuerzas. Y ―valga subrayarlo― sólo la revolución social puede resolver la contradicción viviente que es el proletariado.  

Bajo tales premisas y actualizaciones, compartimos la 2da parte de nuestro texto antielectoral del 2021: "Contra la dictadura democrática de la burguesía, el oportunismo electoralista-reformista y más allá del voto nulo", el cual sigue vigente porque desde ese año hasta la fecha lo único que ha cambiado en este aspecto son los payasos del circo electoral de este país: ya no es Lasso sino Noboa, ya no es Arauz sino González, ya no es Pérez sino Iza. Insistimos: nosotros, comunistas, no apoyamos a ninguno de ellos, los repudiamos a todos, en especial a los de izquierda. Estamos por la independencia de clase y la radicalización del proletariado al calor de sus propias luchas reivindicativas hasta dar un salto cualitativo y producir una nueva revuelta que devenga revolución.

Dicho de otra manera, los cuadros político-administrativos de la derecha y la izquierda, junto con su imagen y su discurso, pueden y deben cambiar cada cierto tiempo, siempre y cuando las estructuras fundamentales de la economía y del Estado capitalistas se mantengan. Por eso mismo y en contra de ello, las posiciones del proletariado revolucionario son invariantes e intransigentes, a pesar de que, en un contexto contrarrevolucionario como el actual, sean muy minoritarias o solitarias, excepto hasta "que la tortilla se vuelva" al calor de la extensión y profundización del antagonismo de clases. El título y los subtítulos de nuestro texto son elocuentes con respecto a la invariancia e intransigencia revolucionaria. Agradecemos la lectura, discusión y difusión de ese y del presente texto. 

Proletarios Hartos de Serlo
Quito, mayo de 2025

 

Posdata frente a un par de posibles objeciones de algunos izquierdistas

1) No somos partidarios del espontaneísmo, menos aún si se trata de contribuir a que las luchas reivindicativas den un salto cualitativo y así estalle una nueva revuelta que devenga revolución. Una cosa es la espontaneidad o la forma natural en la que suceden las cosas; en este caso, la lucha del proletariado contra la burguesía, precisamente por la naturaleza contradictoria y dinámica de la sociedad de clases. Y otra cosa muy diferente es el espontaneísmo o el culto a la espontaneidad, el cual no reconoce los límites de la espontaneidad ―como lo demuestran las revueltas de los últimos años― y, así, termina negando la necesidad de organización autónoma y de posiciones revolucionarias. Espontaneidad y autoorganización no son contrarias, sino complementarias, ya que la autoorganización del proletariado brota de la espontaneidad de sus luchas y, entonces, la deja atrás para poder desarrollarse, consolidarse y acertarle golpes contundentes al Estado-Capital y la sociedad de clases.  

Por eso, somos partidarios de la autoorganización revolucionaria del proletariado; es más, somos partidarios de lo que Marx, Bordiga, Camatte, n+1, Endnotes, Amorós y otros camaradas han llamado "Partido Histórico" de la revolución comunista mundial, el cual “brota espontáneamente del suelo de la sociedad burguesa” (Marx) y está muy lejos del vanguardismo ―autoproclamarse “la vanguardia” y pretender hacer del proletariado un objeto dirigible― y del sustitucionismo ―sustituir al proletariado como sujeto revolucionario. Porque el partido histórico propiamente dicho no es más que el conjunto de fuerzas que luchan por la autoorganización del proletariado para la revolución social mundial.

Autoorganización del proletariado, independencia de clase y acción directa son inseparables y significan luchar sin intermediarios ni representantes; lo que quiere decir, luchar por fuera, en contra y más allá de sindicatos, partidos, elecciones, parlamentos, leyes, etc. El “partido independiente de la clase trabajadora” es también “el partido de la subversión” o “el partido de la anarquía” en duelo a muerte con “el partido del orden” (Marx).

Considerando que, cuando el proletariado se levanta y hace temblar al orden capitalista, la derecha y la izquierda del Capital se unen en un solo partido en su contra: “el partido de la democracia” (Engels). Por lo tanto, el partido histórico del proletariado revolucionario es un partido contra la democracia, es decir, contra la dictadura social del Capital y su Estado sobre el proletariado. Esto no quiere decir que el partido revolucionario del proletariado sea una organización de tipo autoritario o vertical. Al contrario: en su interior se practican relaciones sociales de nuevo tipo basadas en la solidaridad, el apoyo mutuo, la libertad y la horizontalidad reales.

De allí que el partido histórico no es un partido formal ni un mini-Estado como los partidos leninistas mal llamados “comunistas”, sino que es un partido que, si bien necesita estructurarse para organizar las tareas revolucionarias, va mucho más allá de estatutos, comités, dirigentes, nombres, siglas y fronteras de todo tipo. Es el proletariado mismo organizándose y actuando de manera orgánica como clase revolucionaria. Es “el movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual” (Marx y Engels). Es el partido del comunismo y la anarquía contra el partido de la democracia. Todo esto es la autoorganización revolucionaria del proletariado en acción.

Ahora bien, es importante tener claro que la autoorganización revolucionaria no es un fin en sí mismo, sino sólo un medio; y, que el objetivo final de la autoorganización revolucionaria no es convertirse en “Estado proletario”, sino abolirse a sí misma junto con la autoabolición revolucionaria del proletariado como clase para, en cambio, devenir comunidad real de individuos libremente asociados que producen y viven sus vidas como tales. En ese sentido, el partido histórico será “la prefiguración de la sociedad comunista” (Camatte) o no será: el partido histórico en este siglo será el Partido-Comunidad o no será. Concebido ya no como una pirámide de piedra, sino como una red viva cuya sustancia sea la solidaridad antagonista y transformadora.

A pesar de la contrarrevolución todavía reinante o de estos malos tiempos para la militancia revolucionaria, las minorías radicales del proletariado internacionalista que hoy existen son el germen del partido histórico. Y si no existen, tarde o temprano habrá que crearlas, fortalecerlas y unirlas para ello; es decir, tendrán que autoorganizarse como partido histórico y mundial al calor de las luchas proletarias en ascenso.

2) Tampoco somos partidarios del activismo ni del intelectualismo, porque tanto el uno como el otro son oportunistas y reformistas, por más que pretendan y aparenten lo contrario. El activismo, desgastándose en marchas y plantones mientras se da de golpes en el pecho por esas migajas democráticas del Estado-Capital llamadas “derechos y reformas que beneficien al pueblo”. Con lo cual, ya es un estilo de vida más y hasta una pose político-cultural que no le hace ni cosquillas al capitalismo, pero sí mucho orgullo al moralismo y el ego de los activistas. Y el intelectualismo, elucubrando sobre “discursos” e “interseccionalidades” y proponiendo “nuevas políticas públicas” por parte del Estado-Capital desde sus aulas universitarias y sus bares alternativos.

La diferencia es que el activismo “hace” por hacer en las calles ―y las redes sociales― de manera populista y compulsiva, mientras que el intelectualismo “habla” y habla desde la academia de manera elitista y onanista. Lo irónico es que ambos se creen “superiores” y por eso compiten entre ellos: los activistas con su “quién hace más y quién tiene más gente”, y los intelectualistas con su “quién habla más bonito y quién publica más papers”. Falsa polémica y disputa entre pequeñoburgueses de izquierda que, el rato de los ratos, se los ve metidos en el circo electoral y la pugna interburguesa a favor de tal o cual partido y caudillo político de izquierda. Miseria y espectáculo por partida doble de “la lucha contra el sistema” en tiempos de contrarrevolución.

Muy por el contrario, los comunistas somos partidarios de la unidad entre teoría y práctica revolucionarias, teniendo claro que la teoría revolucionaria es una forma y un momento de la práctica revolucionaria, puesto que la relación teoría-práctica depende del carácter del contexto o período histórico de la lucha de clases. Y teniendo claro también que teoría no es academia ni ideología; que el rechazo al intelectualismo no significa caer en la estupidez y en dejar que otros piensen y digan por nosotros; y, que los proletarios también podemos hacer teoría con cabeza propia tal como creamos y usamos nuestras herramientas de trabajo... y nuestras armas.  

Para ser más precisos, en un período contrarrevolucionario como el presente, la teoría comunista, entendida como producto reflexivo y acompañante crítico de las propias luchas proletarias en curso (Théorie Communiste), es una práctica que hace posible mantener las posiciones revolucionarias y "la línea del futuro" (Bordiga), no sólo contra la burguesía sino, principalmente, contra la socialdemocracia o la izquierda del Capital en el seno del propio proletariado, ya sea que ésta se disfrace de “programa marxista-leninista” o de “activismo anarquista”. Y viceversa: cuando la relación de fuerzas entre las clases se invierte y, entonces, se abre un período revolucionario, la relación teoría-práctica también se invierte; lo que quiere decir, que sólo en la revolución teoría y práctica se vuelven una sola fuerza material en la cabeza y las manos de las masas proletarias hartas de serlo ―incluidas las minorías revolucionarias― y, por eso mismo, autoorganizadas sin más demandas que la revolución social en todas partes. Sí, en un contexto o período revolucionario, la teoría comunista se convierte en una fuerza material y masiva. Mientras tanto, en períodos contrarrevolucionarios como el actual, la teoría comunista sólo puede ser una práctica teórica de las minorías o fracciones comunistas del proletariado.

3) En síntesis: a pesar de ser una voz solitaria en el actual contexto contrarrevolucionario, este texto es una expresión más de la práctica teórica como fracción comunista, es decir, como fracción del partido histórico del proletariado por la revolución comunista mundial, en la región ecuatoriana. Hasta que la misma catástrofe capitalista y el antagonismo de clases produzcan una situación revolucionaria donde la autoorganización proletaria y la práctica revolucionaria o “la crítica de las armas” se pongan a la orden del día, y mientras seguimos trabajando para sobrevivir igual que el resto de proletarios, a los comunistas no nos queda más que mantener con firmeza las posiciones revolucionarias o afilar “las armas de la crítica” (Marx) y participar en las luchas reivindicativas que nos sea posible. Malos tiempos para la militancia revolucionaria.

En comparación con el espectáculo activista e intelectualista, hacer esto puede parecer poca cosa; pero, no abandonar las posiciones revolucionarias, cuidarlas y desarrollarlas frente a tanta basura contrarrevolucionaria y reformista, en realidad es una tarea ardua que alguien debe asumir hasta que nuevas generaciones lleguen, tomen esta semilla, la esparzan y la transformen en bosque. De aquí a futuro, el río de la lucha de clases abonará directamente esta producción de nuevos revolucionarios.