22 de agosto de 2025

De Gaza al conflicto global: guerra capitalista y solidaridad internacionalista

Asamblea Internacionalista Contra la Guerra. Región griega. Agosto de 2025
Traducido por y tomado de Biblioteca Autónoma Laín Díez. Región chilena
 
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Contra el “campismo”: una respuesta de clase internacionalista a la guerra capitalista

Si no resistimos ahora por todos los medios posibles a esta escalada bélica, pronto nos encontraremos entre la espada y la pared. Desde la perspectiva de los intereses proletarios, no existen guerras “justas” o “defensivas”. Tales distinciones son una mistificación que oculta el conflicto entre capitales nacionales y bloques imperialistas por el control de los mercados de capitales y materias primas, esferas de influencia y mano de obra barata. Cada parte envuelta en una guerra presenta su propio papel como “defensivo” y “justo”. Una victoria del Estado más débil lo hace más fuerte, reiniciando de nuevo el círculo vicioso, como lo ha demostrado la experiencia histórica. La derrota de un poder estatal más fuerte implica necesariamente el fortalecimiento del Estado-nación oponente y la movilización de la población en torno a él. Cualquier resistencia de clase debe ser aplastada para imponer la paz social y la unidad nacional.

En el pasado, el apoyo a los nacionalismos “débiles” y a sus respectivos Estados se disimulaba tras el fortalecimiento del llamado campo socialista. Hoy, ausente incluso esta pretensión, se abandona la crítica al capitalismo en favor de las distinciones culturales entre Occidente y Oriente o Norte y Sur, proclamadas por la ideología “anticolonial” y las políticas identitarias contemporáneas. Esta distinción es claramente irracional, mítica y reaccionaria, ya que el capitalismo es un sistema universal y global: “[ha] convertido todo el planeta en su campo de operaciones”, aunque la opresión religiosa, étnica y nacional obviamente sigue existiendo y no es “privilegio” de Estados específicos. La antigua y espectacular pseudo dicotomía, capitalismo versus “socialismo”, ha sido reemplazada por una nueva, desprovista de toda pretensión de emancipación social, como lo ejemplifica el apoyo “antiimperialista” a Irán, Rusia o China, salvo por la invocación de una hueca “teoría de las etapas”.

El apoyo a un campo imperialista, o campismo, es inherente a la ideología antiimperialista porque proporciona un análisis de arriba hacia abajo enfocado en los conflictos entre Estados, en lugar de una perspectiva proletaria arraigada en el conflicto global entre el capital y el proletariado. El apoyo a las fuerzas del “otro bando” y a los movimientos de liberación nacional asociados a ellas ni siquiera puede provocar el derrocamiento del imperialismo, que es inherente al capitalismo. Objetivamente, la posición política de apoyar a un bando imperialista allana el camino para la militarización más amplia de la sociedad y la guerra capitalista. Los antiimperialistas llegan incluso a apoyar los programas nucleares de supuestos “Estados débiles”, lo que puede conducir a la culminación de la guerra capitalista y a la destrucción total.

La única salida a la espiral bélica es la acción proletaria internacionalista con un claro carácter anticapitalista. Nos negamos a ser cómplices de cualquier ejército y de cualquier Estado. No apoyaremos a ninguno de los bandos en guerra. La única solución frente a la guerra es la organización autónoma de clase que lucha contra el capital y el Estado en nuestro propio país y el apoyo práctico a los que se niegan a hacer el servicio militar. También implica el apoyo a los desertores y objetores de conciencia del “otro bando”, así como la solidaridad práctica con los colectivos políticos y sociales que luchan contra la guerra capitalista en Rusia, Ucrania, Israel, Palestina, Irán y en todas partes. En lugar de esta práctica, que es la condición mínima necesaria para no convertirnos en carne de cañón del capital, presenciamos calumnias inaceptables sobre el “colaboracionismo” y la “traición nacional” contra los camaradas anarquistas y comunistas y, más ampliamente, contra los colectivos de la clase trabajadora (por ejemplo, en Irán).

Precisamente en este contexto, debemos expresar nuestra solidaridad con los —ciertamente escasos— objetores de conciencia en Israel, así como con aquellas fuerzas dentro de Israel que se resisten al genocidio que se está llevando a cabo en Gaza. La identificación de toda la población con su Estado es falsa, como demuestra el hecho de que 100.000 reservistas no se presentaran a filas tras la ruptura del alto el fuego por parte del Estado israelí. Hay que confrontar los incidentes de odio nacionalista israelí cuando ocurran. La lógica de los ataques indiscriminados contra turistas israelíes es racista, ya que atribuye la responsabilidad colectiva a toda la población, a la vez que debilita la ya débil corriente de oposición a la guerra dentro de Israel.

Estamos en contra de la guerra capitalista y de cualquier implicación del Estado griego en ella, en contra de la militarización de la sociedad y del aumento del gasto militar que se produce a expensas del salario social. Luchamos por la creación de un movimiento proletario internacionalista que no se someta a los intereses nacionales, al Estado y al capital, expresando solidaridad práctica con los colectivos proletarios y políticos —comunistas y anarquistas— que luchan en los países devastados por la guerra. Nuestro objetivo es construir lazos y comunicación con los proletarios internacionalistas. Sólo a través de la unidad global del proletariado podremos derrocar esta barbarie impuesta por los Estados y el capital. No debemos dejarnos arrinconar, sino acabar con la guerra capitalista luchando contra quienes la provocan. Nuestra guerra no es nacional ni religiosa. Es una guerra de clases social y antiestatal.

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