N. del. E.: Aunque no compartimos cierta terminología usada por el autor del siguiente artículo ("población negra" y "clase obrera" por separado, "jerarquía racial", "supremacía blanca", "capitalismo neoliberal", "indignación", "momento político", "insurrección", etc.), lo publicamos porque consideramos que, además de toda la información y reflexión interesantes que presenta, el núcleo de su análisis está en lo correcto y es el que más se aproxima a nuestro análisis: los recientes hechos de Ferguson-EE.UU. demuestran que el racismo institucional y la brutalidad policial no son "accidentes" ni "excesos", sino que el capitalismo mundial es racista y violento por naturaleza y desde sus orígenes (lo que algunos autores llaman "colonialidad del poder" y "colonialismo interno"): concretamente en ese país, el Estado burgués históricamente ha sido y es blanco (aunque su administrador
actual sea un burgués negro -escaramuza temporal del espectáculo democrático-), mientras que la mayoría de negrxs históricamente han sido y son
proletarixs, explotadxs, oprimidxs, marginadxs, humilladxs, reprimidxs, asesinadxs. Precisamente por esa razón de fondo, por la colonialidad del poder o el racismo histórico-estructural del capital y su estado (allí y en todo el mundo), lo de Ferguson no es un "disturbio racial" sino una lucha de clases bajo una forma racial. Esto es lo fundamental, e históricamente ha sido, es y será de hecho una de las principales formas de expresarse la lucha de clases en EE. UU. (y sin duda en otras regiones y países, sobre todo de las periferias.) El asesinato de Michael Brown semanas atrás a manos de un policía blanco, para colmo apoyado por el KKK, sólo fue el detonador: la rabia de clase racializada y acumulada fue más allá, se tomó las calles mediante acciones directas y teminó siendo una lucha del proletariado negro de ese suburbio por sus necesidades básicas insatisfechas contra el Estado burgués-blanco, incluido su actual presidente-títere burgués negro, claro está. Es decir, lucha de clases tal cual, inocultable, "en las entrañas de la bestia" o del capitoste y gendarme mundial. Y esto no es poca cosa, considerando que estamos en un contexto de catástrofe capitalista y revuelta proletaria mundiales, que EE. UU. todavía es la primera potencia mundial, y que la guerra imperialista que está encabezando directa e indirectamente en Medio Oriente (Irak, Siria, Palestina, etc.) y en Eurasia (Ucrania/Rusia) al parecer se le está regresando "puertas adentro" como un boomerang, el de la guerra de clases... ¡Solidaridad con el proletariado en lucha en Ferguson-EE.UU.! ¡Por la extensión de la revuelta en todas partes contra todos los Estados! ¡A transformar la guerra imperialista en guerra de clases mundial!
***
EEUU: En defensa de los disturbios de Ferguson
Robert Stephens. Revista Jacobin
El
fin de semana pasado la policía en Ferguson, Missouri, asesinó al
adolescente negro Michael Brown. Mientras los detalles todavía están
llegando a cuentagotas, lo que está claro es que durante un
enfrentamiento con un coche patrulla a una manzana de la casa de su
abuela, un policía disparó y mató al adolescente desarmado en medio de
la calle. Los testigos dicen que Brown corría alejándose del policía y
que tenía las manos alzadas justo antes de que el policía le disparara.
Ferguson es una ciudad con una gran concentración de población negra
pobre bajo el control de unas instituciones abrumadoramente blancas. El
asesinato inmediatamente tocó una fibra sensible. Manifestaciones y
protestas estallaron mientras la gente tomaba las calles, lo que
culminaría eventualmente en una revuelta. Las multitudes oscilaban desde
gente que guardaba vigilia portando velas en el lugar de la muerte de
Brown hasta otra que quemaba establecimientos comerciales y arrojaba
cócteles molotov durante los enfrentamientos con la policía. ¿Cómo hemos
llegado hasta aquí?
Lejos de ser una muchedumbre violenta y descerebrada, la gente de
Ferguson atravesó un proceso de elevación de su nivel de conciencia
político que le llevó a la insurrección. Un vídeo grabado en la escena
muestra a varios agitadores políticos hablando entre la multitud,
convirtiendo la rabia momentánea en unidad política. Un orador en
particular, un joven negro, ofrece un convincente análisis político que
enmarca la injusticia que supone la brutalidad policial como un
subproducto del desorden económico de la comunidad.
“Seguimos dándole nuestro dinero a esos blanquitos que están en sus
complejos residenciales, y no podemos obtener justicia. Ni respeto.
Ellos están dispuestos a echarte si no pagas una factura.... Es normal
que uno este harto.”
Las revueltas, como otras formas de acción política, pueden construir
solidaridad. Pueden crear fuertes sentimientos de identidad común. La
indignación que se desató en Ferguson atrajo rápidamente a la personas
pertenecientes a entornos marginales a lo largo de la región. Más que un
hecho que lo ilegitime, la presencia de esos “foráneos” refleja el
poder magnético del momento político.
Desde el comienzo, las manifestaciones antipoliciales que precedieron
las revueltas tuvieron una clara dinámica “nosotros contra ellos”. En
un punto de la manifestación, una mujer sosteniendo una cámara dice:
“¿Dónde están los gamberros? ¿Dónde están las bandas callejeras cuando
las necesitamos a todas?” y entonces la gente comienza a instar a las
diversas bandas callejeras a abandonar la violencia “negro contra negro”
y a unirse en la lucha contra la opresión. La comunidad estaba unida y
preparada para emprender acción. La policía era el problema, y había que
pararles los pies.
La muchedumbre que se congregaba no era ni irracional ni apolítica. Intentaban
utilizar su oportunidad para abordar sus necesidades políticas que iban
más allá. Sabían que la violencia interracial en la comunidad era tan
sólo una de sus preocupaciones, y que en la mayoría de los casos quien
perpetraba acciones violentas eran los propios niños, primos, amigos y
vecinos de la comunidad. Aunque muchos arguyen que la población negra no
se preocupa por la violencia dentro de sus comunidades, los llamados
que se hicieron desde la gente para que las bandas callejeras se les
unieran demuestra que los levantamientos antipoliciales abren
oportunidades únicas para unir a la gente en formas que pugnan por
resolver cuestiones de fondo como la violencia de las bandas.
Tras la insurrección, los participantes siguieron debatiendo sobre el
levantamiento en términos políticos. DeAndre Smith, que estaba presenta
en la quema del local de QuikTrip, dijo a las noticias locales: “creo
que están demasiado preocupados sobre lo que sucede en sus tiendas,
comercios y todo eso. Pero no les preocupa el asesinato.” Un segundo
hombre añade: “Yo simplemente creo que lo que sucedió fue necesario para
demostrarle a la policía que ellos no manejan todo”. Smith concluye:
“no creo que haya sido suficiente.”
En una segunda entrevista, esta vez con Kim Bell del St. Louis
Post-Dispatch, Smith amplio su opinión acerca de las revueltas como una
estrategia política viable.
“Esto es exactamente lo que se supone que tiene que pasar cuando
una injusticia sucede en tu comunidad... Yo estaba aquí fuera con la
comunidad, es todo lo que puedo decir... A decir verdad, no creo que
esto haya acabado. Creo que lo que han recibido es una lección de lo que
significa contraatacar, en el propio St. Louis, el último estado en
abolir la esclavitud. ¿Acaso creen que aun ostentan el poder sobre
ciertas cosas? Yo creo que así lo piensan.
Ellos obtienen dinero de la siguiente manera: negocios e
impuestos, con la policía parando gente y multándola, llevándolos a
juicio, encerrándolos, así es como ellos hacen dinero en St. Louis. Todo
gira alrededor del dinero en St. Louis. Así que cuando uno frena este
flujo de ingresos ellos lo tiene organizado...’nosotros vamos a comer,
vosotros vais a pasar hambre’, gentrificación. Vete tú misma a un barrio
y ve si eres capaz de soportar el hambre.... Esto no va a pasar aquí,
no en St. Louis.”
Smith identifica lo que muchos que se autoproclaman como antiracistas
e izquierdistas no comprenden, que el racismo no es una cuestión moral o
de carácter. Él reconoce que el ordenamiento económico facilita y se
beneficia de la opresión racial, y es por eso que busca vías para
interferir en ese proceso y alterarlo. Este análisis no es solamente más
real que cualquiera ofrecido normalmente por la izquierda, sino que
ademas interviniendo en base a él es del único modo que se puede
erradicar la jerarquía racial que está tan arraigada.
Lo que suele pasar cuando ocurren sucesos como la rebelión de
Ferguson, es que gente bienintencionada se apresure en condenar a los
participantes.
Como mínimo, tachan y descartan las revueltas como no productivas y
oportunistas, unas cuantas manzanas pueden arruinar el resto de la
cesta. Esta actitud es precisamente la que Deandre Smith criticaba en su
primera entrevista. Muchos de los detractores, de los cuales algunos
son también negros, intentan vigilar estas comunidades con “políticas
respetables”, un llamado a que la gente oprimida se muestre a sí misma
en formas que sean aceptables para la clase dominante en un esfuerzo
para conseguir réditos políticos.
Tal y como el científico Frederick Harris escribió en un artículo este año:
Lo que empezó como una filosofía promulgada por las élites negras
para “elevar la raza”, mediante la cual se debían corregir los rasgos
“malos” de la población negra pobre, ha evolucionado ahora en una que se
ha convertido en uno de los sellos distintivos de la política en la era
Obama, una filosofía de gobierno que se centra en controlar el
comportamiento de la población negra dejada atrás en el marco de una
sociedad que se vende como repleta de oportunidades.
Pero la política de la respetabilidad ha quedado retratada como
una estrategia emancipadora que abandona los debates sobre las fuerzas
estructurales que ponen trabas a la movilidad social de la población
negra y de la clase obrera.
Mientras que las revueltas a menudo galvanizan los sucesos dentro de
una comunidad con el potencial de desatar una energía política
concentrada en dinámicas y direcciones impredecibles, las obsoletas
políticas de la respetabilidad conducen tan sólo a más marginalización y
desestructuración. Ahora bien, es posible no estar de acuerdo con la
utilidad de la insurrección. Pero la forma en que las comunidades
reaccionan a la opresión han de ser debatidas en términos políticos y no
simplemente descartadas sin más.
Vivimos en un contexto de supremacía blanca y capitalismo neoliberal
donde las políticas racialmente neutras están siendo utilizadas para
mantener la explotación de clase y la jerarquía racial, y cualquier
intento abierto de abordar el racismo es desarmado o ignorado. Estas
políticas solamente intensifican la desestructuración económica y la
pobreza y son aquellos que viven en los márgenes quienes las
experimentan.
Lo que tanto los entrevistados por las noticias locales, como la
gente que se amontonaba en el lugar donde murió Brown parecían entender,
es que lo que se necesita es descoyuntar la interacción que existe
entre opresión racial y capitalismo. Sentían que una manifestación o
cualquier otra forma aceptable de indignación complaciente no abordaría
sus necesidades políticas, y no se equivocaban.
Muchos de nosotros nos apresuramos en condenar estos tipos de
alteraciones del orden normal porque estamos de facto satisfechos con la
ilusión postracial neoliberal. En los escombros reducidos a cenizas del
QuikTrip, alguien dejó un cartel que se dirigía a su “vecino
empresario” con la esperanza de que el negocio regresara: “Querido
vecino empresario, siento que haya ocurrido este acto de robo y
violencia. Por favor vuelva pronto. Me pasaré por aquí 2 o 3 veces por
semana”.
En la superficie, abordar los efectos de una revuelta es una cuestión
importante. Poniéndose en el papel de consumidores que necesitan de su
“vecino empresario”, es posible que esta persona no esté actuando
motivada por la preocupación de que los trabajadores puedan perder sus
empleos, que también son sus vecinos, sino por el miedo de ver alterada
su rutina de consumo. Tal y como Deandre Smith observaba, nos
identificamos más con ventanas rotas que con personas rotas.
Desde el Motín del Té en Boston hasta la Rebelión de Shays, las
revueltas han moldeado para bien o para mal a los Estados Unidos. En el
pasado, los blancos revoltosos tuvieron acceso al poder institucional,
lo que permitió que algunas de sus demandas fueran legitimadas y
resueltas políticamente, al menos en los términos posibles en una
sociedad capitalista. La clave del levantamiento de Ferguson, como de
cualquier otro momento político que no puede permanecer como tal
eternamente, es la transición entre la indignación y desorden, y la
creación de una organización política que actúe en un sentido
constructivo. Es mucho más fácil decirlo que hacerlo, pero este tipo de
reacción es mejor que aquella que despacha las revueltas y que tan sólo
pone trabas a la gente para llevar a cabo esta tarea hercúlea.
Malcolm X nos recuerda que los medios de comunicación son
instrumentos claves para la opresión porque son los que determinan qué
actos son respetables y que otros son extremistas y por ende ilegítimos.
En vez de seguir ese guión familiar, rechacemos esas narrativas sobre
los revoltosos como gentes vacías de política. Encontremos vías para
observar y discutir de forma honesta sus necesidades políticas más que
simplemente criticar la naturaleza de su respuesta a la violencia
social.
---
---
Traducción de Viento Sur. Extraído de La Haine