“Divide y vencerás” ha sido la política de los explotadores y opresores de siempre. Sobre la base de la actividad humana autoalienada como trabajo y sobre la base de la propiedad privada sobre los medios de producción, la división entre clases sociales (burguesía y proletariado) es la división social fundamental o determinante de la actual sociedad capitalista. Pero no es la única. El capital no solo nos separa, a nosotrxs lxs desposeídxs o proletarixs, de los medios materiales que permiten decidir sobre nuestras propias vidas. También nos divide entre nosotrxs mismxs con un sinnúmero de identidades particulares o parciales, de comunidades ficticias o comunidades de y para el capital: éste hace muchas cosas para que creamos que somos y que actuemos como “jóvenes”, “estudiantes”, “ciudadanos”, “pueblo”, “hombres”, “mujeres”, “blancos”, “indios”, “negros”, “mestizos”, “de derecha”, “de izquierda”, “apolíticos”, “cristianos”, “ecologistas”, “feministas”, “glbtis”, “artistas”, “deportistas”, “rockeros”, “punkeros”, “emos”, “hoperos”, “hippies”, “poperos”, “reggaetoneros”, “latin kings”, “ñetas”, “liguistas de la muerte blanca”, “barcelonistas de la sur oscura”, “serranos (o andinos)”, “monos (o costeños)”, “ecuatorianos”, “cubanos”, “colombianos”, “árabes”, etc., etc., etc. Todo este espectáculo social pretende ser expresado bajo el discurso cultural y político de la famosa “identidad” y de la famosa “diversidad”… ¡pero siempre dentro de las lógicas y las dinámicas de la economía, la sociedad, la cotidianeidad y el estado capitalistas; es decir, en el marco de la explotación, la opresión, el lavado de cerebro, la fragmentación, la competencia y el individualismo!
Claro, podemos “ser”, lucir, pensar y hablar cómo y cuándo nos venga en gana (incluso por moda o novelería); podemos adquirir y mantener o “deconstruir” y mudar de una identidad a otra cuándo y cómo queramos (el “diverso” mercado capitalista –económico y cultural- lo permite); podemos ser “alternativos”, “anti-moda” y hasta “contestatarios” (porque “así son ‘los jóvenes’ ahora”); podemos organizar conciertos, ferias, campañas, encuentros, marchas “de resistencia juvenil” o “desfiles de la diversidad”, etc.; podemos reclamarle al estado burgués que “reconozca” tal identidad y que “respete” tal diversidad (cosa que ya ha hecho el actual gobierno burgués social-fascista con ciertas leyes y políticas públicas culturales, al igual que el “ilustre” municipio de quito); podemos hasta autoengañarnos creyendo que las absurdas y ridículas “guerras tribales” (p. ej. entre punks y skins, entre “barras bravas” o entre grupos políticos juveniles) son “una forma de lucha de clases” (¡!) ó, peor aún, creyendo que la lucha no es de clases sino “de generaciones, de sexos, de razas, de culturas” (¡!), etc.; en fin, para el capital-estado podemos hacer y creer todo esto, siempre y cuando no cuestionemos ni ataquemos la alienación, la explotación y la dominación de clase, siempre y cuando no nos rebelemos contra nuestro rol de explotadxs-dominadxs-consumidorxs-ciudadanxs (es decir contra nuestro rol de esclavx asalariadx, criatura del mercado y del estado o siervx voluntarix), siempre y cuando no critiquemos ni luchemos contra la totalidad capitalista y la sociedad de clases: la propiedad privada, el trabajo asalariado, la mercancía, el dinero, el estado, la ideología, la patria, la familia, la autoridad, la moral, la identidad, los roles y toda otra forma de alienación-opresión humana que forma parte del sistema capitalista (el que, sin duda, también es patriarcal, racista, colonial, autoritario, adultocéntrico, excluyente, etc., pero que ante todo y sobre todo es capitalista). Es más, no en vano ongs y gobiernos progresistas como el de la “revolución ciudadana” hoy promocionan y defienden todas estas tácticas ideológicas para embrutecer, dividir, cooptar y debilitar a nuestra clase, el proletariado.
En resumen: la “identidad” y la “diversidad”, y más concretamente la “juventud” y las “tribus urbanas”, son discursos y políticas ideológico-culturales capitalistas, porque son una de las formas actuales efectivas para que nosotrxs, lxs proletarixs –en especial lxs proletarixs jóvenes, siempre diferentes o múltiples entre nosotrxs-, no nos asumamos como tales –como lo que somos en realidad-, luchemos en contra de todo aquello que nos separa de nosotrxs mismxs en tanto individuxs reales y podamos construir una comunidad humana real; sino para que nos dividamos y nos organicemos contra nosotrxs mismxs, envés de organizarnos contra ellos: los capitalistas y sus “diversos” mercenarios (desde políticos y policías hasta ongistas e izquierdistas “alternativos”), nuestros enemigos de clase. Pero teniendo en cuenta también que esos opresores habitan dentro de nosotrxs mismxs y que, por tanto, como oprimidxs, debemos también “matar” individual y colectivamente al opresor que llevamos dentro en todo sentido (al burgués, al egoísta, al machista, al racista, al autoritario, al alternativo, al “revolucionario profesional”, al que se autoengaña y autocomplace con una “vida” deshumanizada, sin sentido e indigna, etc.).
En resumen: la “identidad” y la “diversidad”, y más concretamente la “juventud” y las “tribus urbanas”, son discursos y políticas ideológico-culturales capitalistas, porque son una de las formas actuales efectivas para que nosotrxs, lxs proletarixs –en especial lxs proletarixs jóvenes, siempre diferentes o múltiples entre nosotrxs-, no nos asumamos como tales –como lo que somos en realidad-, luchemos en contra de todo aquello que nos separa de nosotrxs mismxs en tanto individuxs reales y podamos construir una comunidad humana real; sino para que nos dividamos y nos organicemos contra nosotrxs mismxs, envés de organizarnos contra ellos: los capitalistas y sus “diversos” mercenarios (desde políticos y policías hasta ongistas e izquierdistas “alternativos”), nuestros enemigos de clase. Pero teniendo en cuenta también que esos opresores habitan dentro de nosotrxs mismxs y que, por tanto, como oprimidxs, debemos también “matar” individual y colectivamente al opresor que llevamos dentro en todo sentido (al burgués, al egoísta, al machista, al racista, al autoritario, al alternativo, al “revolucionario profesional”, al que se autoengaña y autocomplace con una “vida” deshumanizada, sin sentido e indigna, etc.).
Todo este cuadro, sin duda, no es sino una de las consecuencias de la temporal derrota histórica de nuestra clase proletaria en la lucha de clases; de que –al menos en este país- nuestra clase aún no existe como sujeto antagonista y destructor del mundo del capital en su totalidad y desde sus raíces, razón por la cual aún está embrutecida, atomizada y encasillada de mil y un formas burguesas; y de que el capital-estado y su ala izquierda (incluidas la academia, las ongs y ciertas “organizaciones juveniles”) se aprovechan de esta situación y la mantienen porque les conviene (pues, en algunos casos, figuretean y ¡hasta lucran de ello!).
Pero por eso mismo es que lxs proletarixs revolucionarixs e intransigentes debemos criticar, denunciar y combatir a muerte todas estas ideologías y políticas culturales capitalistas que nos impiden asumirnos y luchar como clase, y que no solo son reformistas sino contrarrevolucionarias, ya que pretender reformar “alternativamente” el actual orden social es pretender mantener “alternativamente” la esclavitud asalariada y el despotismo estatal, es decir la contrarrevolución capitalista permanente, la cual ahora tiene una forma precisamente preventiva, democrática, reformista o “ciudadana”. Por eso mismo hoy hay que agitar firmemente la bandera de la guerra de clases y de la resistencia proletaria, de forma que asumamos que no somos parte de ninguna ideología, identidad, rol y/o comunidad ficticia; sino que asumamos lo que somos y lo que debemos hacer en conformidad con nuestro ser real: que somos proletarixs y que, si realmente necesitamos y deseamos reapropiarnos por completo de nuestras vidas y vivirlas a plenitud –sin explotación ni opresión ni alienación-, debemos luchar por suprimir las condiciones capitalistas de existencia (material y espiritual), que también son las condiciones que nos hacen ser proletarixs; es decir, al asumirnos como proletarixs –quienes lo somos-, no solo estamos asumiendo la lucha vital concreta contra el capital, sino también la lucha por autosuprimirnos como clase, como humanidad-proletarizada, para devenir humanidad-socializada o comunidad humana real. Todo lo cual, valga decirlo, no es uno de esos novedosos y mercantiles “inventos” académicos posmodernos, sino una de las posibilidades reales que ha vislumbrado la misma lucha práctica y conciente del proletariado histórico y mundial, de nuestra clase. Y también cabe aquí decir que no nos estamos dirigiendo a lxs rockerxs, punkerxs, hoperxs, alternativxs, etc. “aniñadxs”, a esa juventud pequeñoburguesa o de clase media, porque ésta ya se encuentra acomodada “alternativamente” en el sistema y porque es frecuente en ella que tenga crisis existenciales o “de identidad”. De allí que no nos interese tal sector. Nos estamos dirigiendo fraternal pero (auto)críticamente, sin duda, a todxs lxs compas proletas jóvenes que andan metidxs en estas “movidas juveniles” -talvez como una forma de canalizar la natural rebeldía que les produce este maldito sistema capitalista-, a lxs cuales les decimos que si llegan a participar en la revolución social no será por una identidad, conciencia, ideología u organización, sino por necesidad vital concreta; es decir, que no lo harán como rockerxs, punkerxs, hoperxs, alternativxs, feministas, ecologistas, indigenistas, estudiantes, y ni siquiera como “socialistas”, “comunistas” o “anarquistas”, sino como proletarixs que luchan por su propia autosupresión y autoliberación humana integral.
Con todo esto último no estamos diciendo que no existan diferencias al interior de la clase trabajadora, que estas sean “contradicciones secundarias”, ni tampoco estamos llamando a “forjar la unidad” por la unidad, porque sí o así sin más (nada más populista y contrarrevolucionario, en este aspecto, que la unidad sin principios y desde arriba). El capital domina, entre otras cosas, porque produce, “naturaliza” y controla socialmente las diferencias reales en el seno de lxs trabajadorxs (división del trabajo, jerarquías salariales, de consumo o de “estatus”, nacionales, regionales, de sexo, edad, “raza”, ideologías, valores, costumbres, gustos, etc.). O cuando no las produce directamente, las integra y reproduce dentro de sus lógicas y, así, domina la totalidad social en base a este conjunto de divisiones o separaciones. Es falso o ilusorio, entonces, pretender combatir al capitalismo solamente desde una de estas parciales diferencias o haciendo de éstas “frentes de lucha” bajo la forma de identidades e ideologías: aquí nos referimos, por supuesto, a todos los “ismos” que están de moda (ciudadanismo, indigenismo, ecologismo, feminismo) y, en este caso, a las “culturas juveniles” o “tribus urbanas”, ya que, entre otros motivos, hoy éstas se encuentran presentes en buena parte de lo que se considera como “izquierdas”. Por lo tanto, no se puede llamar a “forjar la unidad” de nuestra clase bajo estas premisas. Insistimos: esa es la política ideológico-cultural actual del capital y su ala izquierda, del enemigo declarado y camuflado, respectivamente.
Muy por el contrario, la resolución proletaria y comunista de este problema es, una vez asumida nuestra condición proletaria, reconocer estas diferencias reales en nuestro seno, trabajarlas, superarlas, y sobre todo hacer esto autónomamente (lejos de las garras de los patrones, gobierno, sindicatos, partidos, ongs, universidades, etc.) y volcarlo contra el capital. Obviamente, esto debe hacerse entre iguales, como compañerxs y como revolucionarixs, es decir que toda desigualdad o jerarquía capitalista -sea cual sea- al interior de nuestra clase en lucha debe ser descartada o desechada desde el principio. Así pues, este clasismo revolucionario integral critica y combate la “identidad” y la “diversidad” capitalistas, pero no anula sino que, al estar luchando contra toda explotación y opresión, reúne y potencia la diferencia y/o la multiplicidad individual y colectiva real, humana, que es negada o alienada por el capital (p. ej. compañeras proletarias secretarias, madres solteras y “rockeras” de ascendencia indígena, o compañeros proletarios precarios y “hoperos” de barrio marginal, etc.). Por tal razón es que podemos afirmar categóricamente que, contra todas las identidades/comunidades ficticias o ilusorias del capital, la única comunidad real es la comunidad proletaria de lucha por abolir el capital-estado y la sociedad de clases, que es de carácter histórico y mundial, que vive y lucha por establecer a su vez la comunidad humana real mundial sin explotadores ni explotados, sin clases ni estado: el comunismo; el cual, como bien dice el Manifiesto Comunista, es “una asociación donde el libre desenvolvimiento de cada unx sea la condición del libre desenvolvimiento de todxs” (por si acaso: no reivindicamos al comunismo como otra ideología ni mucho menos como otra identidad, sino como movimiento real del proletariado por abolir la sociedad burguesa y a la vez como futura sociedad sin clases y sin estado, por lo que bien podemos reafirmar, en palabras de un compañero histórico, que “lxs comunistas luchamos por nuestra propia abolición”). Todo esto es posible desde aquí y ahora, a su vez, si a la atomización y a la competencia lxs proletarixs le oponemos activamente la solidaridad o la complicidad; a la representación y al vanguardismo, la autonomía; a la conciliación y al colaboracionismo, el antagonismo; al reformismo, la radicalidad; y a la dictadura (democrática) del capital, la dictadura social de nuestras necesidades y deseos humanos reales, la superioridad humana frente a la mercancía y el estado. Solo con esta perspectiva hoy se puede y se debe separar aguas tajantemente con la ideología dominante, con la izquierda del capital, con los sectores reaccionarios y reformistas en general y, por lo tanto, solo de ese modo hoy hay cómo contribuir modestamente a que nuestra clase se reconstituya, se reunifique y actúe como sujeto revolucionario. La lucha proletaria práctica así lo ha demostrado y lo demostrará.
Considerando que histórica y globalmente estamos en un contexto de crisis capitalista donde se demuestra toda la barbarie de este sistema putrefacto, pero que, aún así, mayoritariamente nuestra clase sigue estando explotada, dividida, extraviada, domada; que la actual generación de proletarixs jóvenes –que, además, constituimos el grueso de la clase trabajadora actual- está condenada al desempleo o a la precariedad económica y existencial (no solo la pobreza o la marginalidad, sino también el desencanto y la decadencia); que, sin embargo, esta actual generación de jóvenes proletarixs, por su misma situación material y vital concreta, tiene capacidades y motivos suficientes para autoemanciparse tanto del capital (economía/trabajo, política/estado, etc.) como de la izquierda del capital y sus taras: sindicalismo, partidismo, estatismo, ongismo, etc. (más allá de sus particularidades, las últimas luchas proletarias en perú, grecia, turquía, así lo demuestran, sobre todo en grecia); que esta contradictoria situación de la juventud proletaria o del proletariado joven se plasma en muchas de las actuales organizaciones, ideologías, iniciativas, procesos y acciones “juveniles” “de izquierda”; y, que precisamente el particularismo, en este caso el culturalismo juvenilista (burgués y reformista en sí), es un obstáculo real para luchar como clase contra toda explotación y dominación; considerando todo esto, pues, animamos a todxs lxs jóvenes proletarixs -politizadxs o no, organizadxs o no- a que abandonen todo “ismo” de moda y toda “cultura juvenil” o “tribu urbana”, y en general toda forma de dominio, ideologización, separación e identificación capitalistas, y que asuman lo que en realidad son y deben hacer para su autoliberación integral (material, social, psicológica, sexual, cultural, ecológica): proletarixs que luchen por transformar sus propias vidas, por conquistar y disfrutar la auténtica vida para todxs y cada unx; que luchen de manera práctica, autoconciente, autoorganizada, combativa y creativa por destruir la sociedad capitalista en su totalidad y por ende por autosuprimirse como clase para ser comunidad humana real o libre asociación de individuxs libres. A esto talvez se le quiera y pueda denominar de muchas formas; pero en la lucha histórica, real, de nuestra clase, a esta tendencia o movimiento real hasta ahora se le ha denominado comunismo y anarquía.
¡ABAJO EL JUVENILISMO, EL CULTURALISMO Y TODA COMUNIDAD FICTICIA DEL CAPITAL!
¡LUCHA DE CLASES REVOLUCIONARIA! ¡CLASISMO REVOLUCIONARIO INTEGRAL!
¡A CONSTRUIR Y FORTALECER LA COMUNIDAD PROLETARIA MUNDIAL
PARA DESTRUIR AL CAPITAL, AL ESTADO Y A LAS CLASES!
PARA DESTRUIR AL CAPITAL, AL ESTADO Y A LAS CLASES!
¡¡LA ÚNICA COMUNIDAD HUMANA REAL ES EL COMUNISMO!!
¡¡POR EL COMUNISMO Y LA ANARQUÍA SIEMPRE!!
¡¡POR EL COMUNISMO Y LA ANARQUÍA SIEMPRE!!
Abril 2010, quito-ecuador
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Nota aclaratoria de noviembre de 2010.*
Sobre el
proletariado juvenil urbano y las “tribus urbanas” o “culturas juveniles”:
sabemos que el capital divide a nuestra clase, en especial a la juventud proletaria, de y contra sí misma y no de y
contra el capital, a través de toda “cultura”, “identidad”, “diversidad”,
etc., en tanto comunidades
ficticias (no reales, o
comunidades de y para la gran comunidad ficticia que es la
sociedad del capital). Por eso es que de
esa forma nos organiza y
divide contra nosotrxs mismxs para evitar que nos re-unamos y organicemos como proletarios contra el capital.
Ahora bien, sabemos también que la juventud proletaria no es “víctima” pasiva de esta forma de dominación capitalista, o sea que no es que necesariamente la burguesía y sus “diversos” agentes la hayan “creado” ni que estén “conspirando” a cada rato para mantenerla (sería ingenuo y hasta idealista verlo así). El capital integra o reproduce dentro de sus lógicas y dinámicas expresiones o formas sociales y culturales que muchas veces no crea: en este caso, las “tribus urbanas” tal vez son una forma de expresar y canalizar la natural rebeldía o protesta que produce el modo de vida capitalista en algunxs proletarixs jóvenes (en especial el punk, el hip-hop y el rock, géneros que, por cierto, nos gusta mucho musicalmente hablando, entre otros), así como una forma o intento de recuperar la "comunidad perdida" a causa de las sociedades de clases de las cuales la sociedad capitalista es su máxima expresión histórica. Todo esto lo comprendemos y lo hemos vivido en carne propia.
Sin embargo, esta es una forma todavía alienada de luchar y de recuperar la “comunidad perdida” o la necesidad social humana de comunidad por parte de tales jóvenes proletarixs, tendencia que, culturalmente en dicho sector de nuestra clase, es “normal” o sintomática en estos tiempos de reflujo de la lucha proletaria y contrarrevolución reformista. Lo cual no quita el hecho de que ello sea, también, una forma de autoalienación cultural proletaria y de dominación ideológico-cultural capitalista.
Por lo tanto, lo que lxs comunistas, anarquistas o revolucionarios debemos hacer es comprender materialista e históricamente esta contradicción, a fin de superarla en el marco de la lucha de clases revolucionaria. Parafraseando a Gilles Dauvé: "si los punks llegan a participar en la revolución social, no será como punks sino como proletarios".
En ese sentido es que criticamos despiadadamente a las "culturas juveniles" o "tribus urbanas" y que, en cambio, reivindicamos tajantemente al proletariado revolucionario como comunidad real de lucha y de vida. Para que quede aún más claro: no estamos contra tal o cual género y gusto musical, estético, etc.; estamos contra la manipulación o el uso alienante, desorganizador y contrarrevolucionario que de ello hace el espectáculo capitalista. Como jóvenes proletarios, nos puede gustar esta o aquella música, estética, etc., pero lo importante es que tengamos claro que, ante todo y después de todo, somos proletarios. Y que ser proletarios no es un orgullo, sino una condena social con la cual hay que romper de manera revolucionaria e integral o total.
O como claramente se expresa en el Cuaderno de Negación N° 4 al respecto: "la idea de clase es la única capaz de expresar esa comunidad humana total en lucha que impulsa la destrucción de todo cuanto nos niega. Y volvemos a repetirlo: no como una identidad más, no se deja de ser anarquista, marxista, punk u obrero para ser "proletario", no se trata de otra etiqueta a escoger, sino de una actividad viva [, de una praxis revolucionaria real.]"
Ahora bien, sabemos también que la juventud proletaria no es “víctima” pasiva de esta forma de dominación capitalista, o sea que no es que necesariamente la burguesía y sus “diversos” agentes la hayan “creado” ni que estén “conspirando” a cada rato para mantenerla (sería ingenuo y hasta idealista verlo así). El capital integra o reproduce dentro de sus lógicas y dinámicas expresiones o formas sociales y culturales que muchas veces no crea: en este caso, las “tribus urbanas” tal vez son una forma de expresar y canalizar la natural rebeldía o protesta que produce el modo de vida capitalista en algunxs proletarixs jóvenes (en especial el punk, el hip-hop y el rock, géneros que, por cierto, nos gusta mucho musicalmente hablando, entre otros), así como una forma o intento de recuperar la "comunidad perdida" a causa de las sociedades de clases de las cuales la sociedad capitalista es su máxima expresión histórica. Todo esto lo comprendemos y lo hemos vivido en carne propia.
Sin embargo, esta es una forma todavía alienada de luchar y de recuperar la “comunidad perdida” o la necesidad social humana de comunidad por parte de tales jóvenes proletarixs, tendencia que, culturalmente en dicho sector de nuestra clase, es “normal” o sintomática en estos tiempos de reflujo de la lucha proletaria y contrarrevolución reformista. Lo cual no quita el hecho de que ello sea, también, una forma de autoalienación cultural proletaria y de dominación ideológico-cultural capitalista.
Por lo tanto, lo que lxs comunistas, anarquistas o revolucionarios debemos hacer es comprender materialista e históricamente esta contradicción, a fin de superarla en el marco de la lucha de clases revolucionaria. Parafraseando a Gilles Dauvé: "si los punks llegan a participar en la revolución social, no será como punks sino como proletarios".
En ese sentido es que criticamos despiadadamente a las "culturas juveniles" o "tribus urbanas" y que, en cambio, reivindicamos tajantemente al proletariado revolucionario como comunidad real de lucha y de vida. Para que quede aún más claro: no estamos contra tal o cual género y gusto musical, estético, etc.; estamos contra la manipulación o el uso alienante, desorganizador y contrarrevolucionario que de ello hace el espectáculo capitalista. Como jóvenes proletarios, nos puede gustar esta o aquella música, estética, etc., pero lo importante es que tengamos claro que, ante todo y después de todo, somos proletarios. Y que ser proletarios no es un orgullo, sino una condena social con la cual hay que romper de manera revolucionaria e integral o total.
O como claramente se expresa en el Cuaderno de Negación N° 4 al respecto: "la idea de clase es la única capaz de expresar esa comunidad humana total en lucha que impulsa la destrucción de todo cuanto nos niega. Y volvemos a repetirlo: no como una identidad más, no se deja de ser anarquista, marxista, punk u obrero para ser "proletario", no se trata de otra etiqueta a escoger, sino de una actividad viva [, de una praxis revolucionaria real.]"
Eso es lo que entendemos a su vez por clasismo revolucionario integral como un arma para combatir y
superar esta táctica
ideológico-cultural contrarrevolucionaria actual del capital y su ala izquierda,
así como toda forma de explotación y opresión, y toda división, desigualdad y jerarquía
capitalistas en el seno de nuestra clase.
Aún así, nos gustaría dejar bien en claro lo siguiente con respecto a nuestra crítica a toda identidad e ideología (falsa comunidad y falsa conciencia, respectivamente), incluido el mismo hecho de asumirnos como proletarixs y comunistas (ojo), para así evitar posibles y entendibles confusiones: no nos autoengañamos creyendo que nuestro ser o comunidad de lucha proletaria y comunista –en constante construcción y tensión- es una “ideología” e “identidad” “diferente” y/o “superior”, ya que eso sería ponernos una trampa o caer en lo mismo que criticamos (¡no hay cómo criticar y superar una alienación con otra alienación!).
En otras palabras, la idea principal aquí es que si nos asumimos como proletarixs, no es para enorgullecernos al respecto y quedarnos ahí (insistimos: ¡ser explotadxs, ser esclavxs asalariadxs –que si no trabajamos no comemos- no es un orgullo: es una condena con la que hay que romper revolucionariamente!), sino para luchar por suprimir las condiciones capitalistas de existencia (propiedad privada, trabajo, mercancía, dinero, estado, patria, familia, sindicato, partido, ideología, moral, religión, racismo, sexismo, identidad, rol, etc.) y, por ende, para autosuprimirnos como clase explotada y entonces devenir humanidad autoemancipada, recuperada, socializada o comunidad humana real e integral.
En eso mismo consiste, a grosso modo, el proyecto comunista o anarquista como proyecto histórico y societario para la humanidad. Y por eso mismo afirmamos que lxs proletarixs revolucionarixs, comunistas y anarquistas, luchamos también por nuestra propia abolición como tales.
En síntesis, y para finalizar, de lo que se trata es de asumirnos y luchar como una sola clase social –que contiene a todas las razas, sexos, edades, culturas, etc.-, como proletariado, contra todo el sistema capitalista y sus separaciones o parcializaciones, pero NO como otra identidad ni otra etiqueta ni mucho menos como motivo de orgullo, sino por el contrario para negar, criticar y abolir nuestra condición de esclavxs asalariadxs, de proletarixs, de humanidad proletarizada y, con ello, abolir toda la sociedad de clases y toda forma de explotación y opresión entre los seres humanos e instaurar la comunidad humana real... El proletariado se afirma como humanidad en su negación y en su autosupresión revolucionaria.
Aún así, nos gustaría dejar bien en claro lo siguiente con respecto a nuestra crítica a toda identidad e ideología (falsa comunidad y falsa conciencia, respectivamente), incluido el mismo hecho de asumirnos como proletarixs y comunistas (ojo), para así evitar posibles y entendibles confusiones: no nos autoengañamos creyendo que nuestro ser o comunidad de lucha proletaria y comunista –en constante construcción y tensión- es una “ideología” e “identidad” “diferente” y/o “superior”, ya que eso sería ponernos una trampa o caer en lo mismo que criticamos (¡no hay cómo criticar y superar una alienación con otra alienación!).
En otras palabras, la idea principal aquí es que si nos asumimos como proletarixs, no es para enorgullecernos al respecto y quedarnos ahí (insistimos: ¡ser explotadxs, ser esclavxs asalariadxs –que si no trabajamos no comemos- no es un orgullo: es una condena con la que hay que romper revolucionariamente!), sino para luchar por suprimir las condiciones capitalistas de existencia (propiedad privada, trabajo, mercancía, dinero, estado, patria, familia, sindicato, partido, ideología, moral, religión, racismo, sexismo, identidad, rol, etc.) y, por ende, para autosuprimirnos como clase explotada y entonces devenir humanidad autoemancipada, recuperada, socializada o comunidad humana real e integral.
En eso mismo consiste, a grosso modo, el proyecto comunista o anarquista como proyecto histórico y societario para la humanidad. Y por eso mismo afirmamos que lxs proletarixs revolucionarixs, comunistas y anarquistas, luchamos también por nuestra propia abolición como tales.
En síntesis, y para finalizar, de lo que se trata es de asumirnos y luchar como una sola clase social –que contiene a todas las razas, sexos, edades, culturas, etc.-, como proletariado, contra todo el sistema capitalista y sus separaciones o parcializaciones, pero NO como otra identidad ni otra etiqueta ni mucho menos como motivo de orgullo, sino por el contrario para negar, criticar y abolir nuestra condición de esclavxs asalariadxs, de proletarixs, de humanidad proletarizada y, con ello, abolir toda la sociedad de clases y toda forma de explotación y opresión entre los seres humanos e instaurar la comunidad humana real... El proletariado se afirma como humanidad en su negación y en su autosupresión revolucionaria.
* Gracias a
la crítica de un compañero de Cuadernos de Negación... y a todas las críticas -positivas y negativas- que hemos recibido aquí mismo por esta polémica volante.