29 de julio de 2025

[Ecuador] Nuevo ataque de la clase capitalista contra la clase trabajadora: 5000 despidos en el sector público

  

¿Por qué? Marx, y no la socialdemocracia antineoliberal, lo explica en Trabajo Asalariado y Capital

Muy al contrario de las decenas de lloriqueos y rebuznos socialdemócratas que están circulando en redes sociales sobre el Decreto 60 en Ecuador, a saber: "neoliberalismo fascista", "desmantelamiento del Estado" y "vulneración de derechos laborales" ―y hasta estupideces tales como "descorreización del Estado" o "esto es culpa de los que votaron por Noboa y nulo en las últimas elecciones"―, los fragmentos de Trabajo Asalariado y Capital de Marx (1849) que citamos a continuación explican las causas reales y profundas de por qué el gobierno del burgués Noboa, mediante el mencionado decreto, acaba de despedir a 5000 trabajadores del sector público[1]:

«Más arriba, hemos descrito a grandes rasgos la guerra industrial de unos capitalistas con otros. Esta guerra presenta la particularidad de que en ella las batallas no se ganan tanto enrolando a ejércitos obreros, como licenciándolos [despidiéndolos]. Los generales, los capitalistas rivalizan a ver quién licencia más soldados industriales [trabajadores]. […]

Una mayor división del trabajo permite a un obrero realizar el trabajo de cinco, diez o veinte; aumenta, por tanto, la competencia entre los obreros en cinco, diez o veinte veces. Los obreros no sólo compiten entre sí vendiéndose unos más barato [salario más bajo] que otros [cuando están desempleados], sino que compiten también cuando uno solo realiza el trabajo de cinco, diez o veinte; y la división del trabajo, implantada y constantemente reforzada por el capital, obliga a los obreros a hacerse esta clase de competencia. […]

¿Cuál es la ley general que rige el alza y la baja del salario y la ganancia, en sus relaciones mutuas?

Se hallan en razón inversa. La parte de que se apropia el capital, la ganancia, aumenta en la misma proporción en que disminuye la parte que le toca al trabajo, el salario, y viceversa. La ganancia aumenta en la medida en que disminuye el salario y disminuye en la medida en que éste aumenta. […]

¿Qué acontece en el intercambio entre el capitalista y el obrero asalariado?

El obrero obtiene a cambio de su fuerza de trabajo medios de vida, pero, a cambio de estos medios de vida de su propiedad, el capitalista adquiere trabajo, la actividad productiva del obrero, la fuerza creadora con la cual el obrero no sólo repone lo que consume, sino que da al trabajo acumulado un mayor valor del que antes poseía [plusvalor]. El obrero recibe del capitalista una parte de los medios de vida existentes. ¿Para qué le sirven estos medios de vida? Para su consumo inmediato. Pero, al consumir los medios de vida de que dispongo, los pierdo irreparablemente, a no ser que emplee el tiempo durante el cual me mantienen estos medios de vida en producir otros, en crear con mi trabajo, mientras los consumo, en vez de los valores destruidos al consumirlos, otros nuevos. Pero esta noble fuerza reproductiva del trabajo es precisamente la que el obrero cede al capital, a cambio de los medios de vida que éste le entrega. Al cederla, se queda, pues, sin ella.» 

Para decirlo de forma sencilla y hasta gráfica:

Más despidos o más desempleo à salarios más bajos à más explotación de los trabajadores empleados à más producción de plusvalor y ganancia para los capitalistas à más acumulación de capital

Reducir el salario para aumentar el plusvalor y la ganancia es la tendencia general de la producción y la competencia capitalistas, principalmente mediante el desempleo. El desempleo masivo o lo que Marx (El Capital, Tomo I, 1867) denominó ejército industrial de reserva es, pues, una de las principales palancas de la acumulación de capital. El desempleo no es "voluntario", es estructural. Sin desempleo no funcionaría el capitalismo. 

Lo mismo aplica para la crisis del capital, cuya sustancia es la caída de la tasa de ganancia y, en última instancia, la crisis del trabajo, que hoy en día se manifiesta en forma de altas tasas de desempleo, subempleo e informalidad. La crisis es un modus operandi del Modo de Producción Capitalista para autorreproducirse y autorrenovarse constantemente. El Estado capitalista es quien administra la crisis, incluso la actual crisis catastrófica. De ahí que, como ya lo anticipó Walter Benjamin, en el capitalismo la catástrofe no es la excepción sino la regla. 

Con esta medida de austeridad, pues, la clase dominante de la región ecuatoriana compensa la caída de la tasa de ganancia en el actual contexto de crisis capitalista, aumentando la tasa de explotación de la cada vez más reducida clase trabajadora con empleo o ejército industrial activo. No sólo en esta pequeña hacienda narcobananera llamada Ecuador, sino en todo el mundo. Porque el capitalismo y su crisis son mundiales, no se olvide. Sí ―por enésima vez―, la causa general de lo que está pasando en el Ecuador es el capitalismo mundial en crisis, no “el neoliberalismo” ni “este gobierno de derecha”. 

Aumentar la tasa de explotación de la clase trabajadora para compensar la caída de la tasa de ganancia de la clase capitalista, es lo principal; el pago de la deuda externa al FMI, lo secundario. La relación de clase trabajo/capital es lo principal; las relaciones internacionales, lo secundario. Porque el capitalismo se basa en la relación de clase trabajo/capital y es mundial. Más precisamente: porque mediante estas medidas de austeridad como son los despidos masivos y los bajos salarios, la burguesía ecuatoriana, con su fracción narcobananera a la cabeza (personificada por el presidente Daniel Noboa), acumula más capital dentro del territorio nacional[2] y, al mismo tiempo, participa en la competencia capitalista internacional por la producción y el reparto del plusvalor mundial, en el actual contexto de crisis global. 

La respuesta de la clase trabajadora, los sindicatos, el “pueblo” y la izquierda del Capital 

Sin duda, el Decreto 60 del gobierno de Noboa es un nuevo ataque de la clase capitalista contra la clase trabajadora de este pequeño y devastado país. Pero la respuesta de ésta última y de otros “sectores populares”, bajo el actual período histórico contrarrevolucionario, no pasa ni pasará de pronunciamientos y marchas de los sindicatos y otras organizaciones de izquierda pidiendo "más Estado" o "defensa del trabajo y de los servicios públicos", así como también "unidad del pueblo y la izquierda contra el modelo neoliberal". Los plantones a las afueras de ciertos ministerios por parte de las y los activistas de la izquierda pequeñoburguesa y posmoderna de colores también forman parte de este repertorio. 

En realidad, lo que están pidiendo es más Capital y colaboracionismo de clases, respectivamente: porque en la época actual el trabajo es inseparable del capital; porque el Estado es Capital organizado políticamente o el capitalista colectivo que administra “desde arriba” la explotación y dominación de la clase trabajadora; porque los sindicatos no luchan por abolir la explotación capitalista, sino que negocian la tasa de explotación de la clase trabajadora con la clase capitalista, con lo cual son sus colaboradores “desde abajo” y, por tanto, son enemigos del proletariado[3]; porque, si bien conforman el salario social de la clase trabajadora, los servicios públicos (seguridad social, salud, educación) principalmente son negocios del Estado para la burguesía y migajas del Estado para el proletariado; porque el "pueblo" es interclasista, incluyendo a la pequeña burguesía, quien tiene intereses diferentes y opuestos a los del proletariado; porque la división de la clase trabajadora responde a la división técnica y social del trabajo por y para el Capital, no a tal o cual gobierno ni a tal o cual organización ni ideología políticas (si el proletariado está dividido, es porque es la clase del trabajo/capital, y sólo se unificará cuando luche por la revolución comunista, es decir, cuando luche por abolirse a sí mismo como clase y a todas las clases); porque la democracia, con todos sus derechos y “conquistas” sociales, en realidad es la dictadura social invisibilizada o normalizada del Capital sobre el proletariado; y, porque la izquierda es izquierda del Capital o socialdemocracia de todos los colores. 

Aun así, esas típicas demandas de la izquierda del Capital, con los sindicatos en primera fila, no sólo son una utopía reaccionaria o reformismo puro y duro, sino que hoy en día son materialmente imposibles, dado el actual contexto de crisis estructural del trabajo/capital o de agotamiento de la producción y reproducción del valor. En este caso concreto, habrá más despidos en el sector público (70.000 hasta el 2028, según los cálculos de un economista socialdemócrata), y no habrá más unidad sino más competencia entre trabajadores por conseguir un empleo. 

Asimismo, para decirlo de forma sencilla y hasta gráfica:

Más despidos o más desempleo à más competencia y división de los trabajadores por conseguir empleo à menos solidaridad, unidad y organización proletarias reales para luchar contra la clase capitalista y su Estado

Lo que sí habrá, y de hecho ya hay, es más Estado para los capitalistas, precisamente porque es su Estado y de nadie más. No existe el tal "Estado ausente" que tanto lloriquean los socialdemócratas. El Estado está muy presente cumpliendo su función: defender a capa y espada los intereses de la clase capitalista y atacar a la clase trabajadora. 

Incluso en el hipotético caso de que se lograsen conservar algunos cientos de puestos de trabajo y “partidas presupuestarias” en el sector público o si un nuevo “gobierno popular” ―que tanto sueña la izquierda ecuatoriana― crease miles de nuevos puestos de trabajo y “partidas presupuestarias” en todos los sectores, la relación trabajo/capital no se vería afectada en cuanto tal; las cadenas de la esclavitud asalariada sólo serían más brillosas gracias al lustre democrático de los “derechos laborales”. Porque, en las claras y contundentes palabras de Marx en Trabajo Asalariado y Capital,

«Hemos visto, pues:

Que, incluso la situación más favorable para la clase obrera, el incremento más rápido posible del capital, por mucho que mejore la vida material del obrero, no suprime el antagonismo entre sus intereses y los intereses del burgués, los intereses del capitalista. Ganancia y salario seguirán hallándose, exactamente lo mismo que antes, en razón inversa.

Que si el capital crece rápidamente, pueden aumentar también los salarios, pero que aumentarán con rapidez incomparablemente mayor las ganancias del capitalista. La situación material del obrero habrá mejorado, pero a costa de su situación social. El abismo social que le separa del capitalista se habrá ahondado.

Y, finalmente:

Que el decir que la condición más favorable para el trabajo asalariado es el incremento más rápido posible del capital productivo, sólo significa que cuanto más rápidamente la clase obrera aumenta y acrecienta el poder enemigo, la riqueza ajena que la domina, tanto mejores serán las condiciones en que podrá seguir laborando por el incremento de la riqueza burguesa, por el acrecentamiento del poder del capital, contenta con forjar ella misma las cadenas de oro con las que le arrastra a remolque la burguesía.» 

Decimos en el hipotético caso, porque ese sueño de la izquierda del Capital hoy en día ya es histórica y materialmente imposible. El Modo de Producción Capitalista ya no es capaz de mantener a sus esclavos asalariados como en el siglo pasado. La relación de clase trabajo/capital y, por tanto, la relación salarial está en crisis, pero sigue funcionando de manera catastrófica. El desempleo, el subempleo y la informalidad en masa creciente son sus síntomas más visibles. El abismo social y el antagonismo de intereses entre el proletariado y la burguesía, de los que habla Marx, hoy son más grandes e insalvables que nunca antes. Sólo hay una solución: la revolución. 

La perspectiva comunista: de la reivindicación a la revolución mediante la ruptura en el seno de las propias luchas proletarias 

Entonces, ¿qué proponemos los comunistas? Dado que la causa raíz de toda esta catástrofe en curso es la relación social trabajo asalariado/capital y no “el neoliberalismo” ni “este gobierno de derecha”, proponemos lo mismo que Marx propone al final de Salario, precio y ganancia (1865): ¡abolición del sistema del trabajo asalariado! Abolición de la esclavitud asalariada, cuyo otro lado de la moneda es el desempleo. Lo que quiere decir que para abolir el desempleo ―y la miseria que éste conlleva― hay que abolir el trabajo asalariado. Y ello implica abolir también a sus administradores tanto desde arriba como desde abajo: abolir la burguesía, el Estado y los sindicatos, respectivamente. Y la base de todo ello, a su vez, es la abolición del propio proletariado en tanto que clase del trabajo/capital. Esta, y no otra, es la base de la revolución social para abolir el capitalismo con todas sus catástrofes, sus horrores y sus miserias en la época actual. 

Evidentemente, bajo el actual período histórico contrarrevolucionario, el proletariado sólo puede hacer luchas reivindicativas por "mejores condiciones de trabajo", mejor dicho, por no perder el trabajo o por conseguir trabajo. Pero, este tipo de luchas chocará contra sus propios límites ―principalmente, la crisis del trabajo y, por tanto, de la propia condición de clase trabajadora en la época actual―, los romperá y se transformará en lucha revolucionaria y autoorganizada por la abolición del trabajo asalariado. Las luchas reivindicativas preparan el terreno para la lucha revolucionaria; pero, no de manera gradual, sino mediante rupturas y saltos con ellas mismas. Se abrirá, así, un período histórico revolucionario. No porque la conciencia de clase del proletariado haya madurado, sino por el apremio histórico de no poder seguir viviendo bajo las condiciones materiales de producción y reproducción social capitalista. Entonces, al calor de la profundización y extensión del antagonismo de clases, la revolución social será una necesidad a satisfacer igual que cualquier otra necesidad humana inmediata. Haciendo posible, así, la producción inmediata del comunismo. La conciencia de clase en masa será un producto de tal proceso histórico concreto y, sólo entonces, un factor de la lucha revolucionaria.[4]

Desde la perspectiva comunista, la crisis actual del trabajo asalariado es una oportunidad histórica para su abolición. Todavía tendrán que pasar muchas crisis y luchas de clases para ello, es cierto. Pero, tarde o temprano durante este siglo XXI, mediante la ruptura revolucionaria en el seno de las propias luchas proletarias, ocurrirá. Y entonces, como anticipó Marx, la abolición del sistema de trabajo asalariado será la emancipación definitiva del proletariado, precisamente porque dejará de serlo, con cabeza y mano propias, usando la solidaridad, la autoorganización y la acción directa como sus principales armas. Y, como anticipó Pannekoek, la autoemancipación del proletariado será el derrumbe del capitalismo

Mientras tanto, a pesar de que hoy seamos minoría de las minorías o una voz solitaria dentro del proletariado, los comunistas no participaremos del activismo reformista que lideran los sindicatos, partidos y demás organizaciones de la izquierda del Capital, sino que mantendremos con intransigencia las posiciones revolucionarias y, en palabras de Bordiga y Camatte, la línea del futuro. Si los comunistas participamos en las luchas reivindicativas del presente, no lo hacemos como “moscas”, sino como detectores y anunciadores de la temperatura social en ascenso. Porque la historia de la lucha de clases nos demuestra que, “cuando la tortilla se vuelva”, estas posiciones revolucionarias serán una fuerza material o un arma empuñada por las masas proletarias autoorganizadas para dejar de serlo[5] y, en cambio, devenir comunidad real de individuos libremente asociados que producen y viven su vida como tales en todas partes. 

Lo que posibilita que este presente contrarrevolucionario y reformista se invierta en un futuro posiblemente revolucionario es la ruptura en el seno de las propias luchas proletarias. Esa ruptura es el comunismo, entendido como el movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual, no como utopía ni ideología. Esa es la ruptura revolucionaria a la que le apostamos. Y como ya lo dijimos, todavía tendrán que pasar muchas crisis y luchas de clases para ello. Sin embargo, no se trata de “esperar a que se den todas las condiciones”, sino de contribuir intransigente y pacientemente a producir la ruptura revolucionaria de todas las formas posibles: entendida como producto y acompañante crítico de las propias luchas proletarias, la teoría comunista es una de ellas, sobre todo en tiempos contrarrevolucionarios como el actual. 

Proletarios Hartos de Serlo
Quito, julio de 2025
 


[1] La industria de la que habla Marx (ver El Capital, Tomo III, 1895), en su más amplia acepción de fábrica social capitalista ―que produce, distribuye, circula, realiza y reproduce el plusvalor, en particular, y las relaciones sociales capitalistas, en general―, también involucra al sector público o la burocracia del Estado. La particularidad de esta “rama industrial” ampliada es que no produce, sino que administra la distribución del plusvalor socialmente producido en forma de “inversión pública” y “gasto público”.

Desde luego, la revolución comunista destruirá toda esta industria o fábrica social capitalista y la sustituirá por la producción y distribución colectivamente autoorganizadas para la satisfacción directa ―esto es, sin trabajo asalariado, dinero, mercado ni Estado― de las necesidades colectivas. 

[2] Para acometer este fin, la “Ley Orgánica de Integridad Pública” es complementaria al Decreto 60, ya que gracias a ella la Exportadora Bananera Noboa S.A., propiedad del presidente Daniel Noboa, redujo su deuda tributaria con el Servicio de Rentas Internas (SRI) de 98 a 21,7 millones de dólares en julio de 2025; es decir, 76 millones de dólares que el Grupo Noboa va a acumular a su favor en lugar de financiar al Presupuesto General del Estado. Entonces, ¿quién va a pagar esta millonaria deuda? La clase trabajadora de este país. ¿Cómo? Trabajando más y en peores condiciones, gastando más en su subsistencia diaria, y recibiendo menos cantidad y calidad de servicios públicos (salud, educación, seguridad social). Lo que se traduce en: bajando su salario relativo, su salario real, y su salario social, respectivamente.  

[3] Los sindicatos no luchan por abolir la explotación capitalista, sino que negocian la tasa de explotación de la clase trabajadora con la clase capitalista. Son sus colaboradores. Son el brazo sindical del Capital y el Estado en el seno de la propia clase trabajadora. Los sindicatos son los administradores “desde abajo” de la explotación de la fuerza de trabajo y, por tanto, son enemigos del proletariado. Por el contrario, para luchar contra la explotación capitalista el proletariado no necesita sindicatos, necesita otras formas de autoorganización ―asambleas, consejos, comunas, etc.― con otros contenidos: no sólo luchar contra el capital, sino también contra el trabajo, esto es, luchar contra la relación de clase trabajo/capital hasta abolirla, buscando apropiarse de toda la producción/distribución, abolir el trabajo asalariado, satisfacer las necesidades humanas sin dinero ni Estado, y liberar tiempo para la vida en comunidad real entre los individuos libremente asociados. (Ver VV. AA., Textos contra el sindicalismo, 2022.) 

[4] De acuerdo con Théorie Communiste, bajo la dominación real del capital o en la época actual donde el capital coloniza el trabajo y la vida, existe una implicación recíproca entre trabajo y capital o entre proletariado y capital. Más claro: en la época actual, trabajo y capital son inseparables. Así pues, el principal límite de las luchas actuales del proletariado es su propia condición de clase del trabajo/capital. Por lo tanto, para abolir el capital hay que abolir el trabajo y el proletariado. La autoabolición del proletariado es el núcleo de la revolución comunista en esta época.

Por su parte, bajo un período histórico contrarrevolucionario como el actual, la burguesía tiene el sartén por el mango en todos los aspectos de la lucha de clases: desde el aspecto económico hasta el aspecto ideológico. Por lo tanto, en un período contrarrevolucionario, el proletariado no actúa como clase revolucionaria sino como clase reformista con sus luchas reivindicativas por "mejores condiciones de trabajo". Pero, la dinámica de la propia lucha de clases, mejor dicho, la profundización y extensión del antagonismo de clases, que es inseparable del progreso catastrófico del capitalismo, produce las condiciones para, mediante la ruptura en su seno, transformar estas luchas reivindicativas en lucha revolucionaria por la abolición del trabajo, el valor, el capital, las clases sociales y el Estado; y, por consiguiente, transforma un período contrarrevolucionario en un período revolucionario, donde la revolución social se convierte en una necesidad a satisfacer igual que cualquier otra necesidad humana inmediata. Haciendo posible, así, la producción inmediata del comunismo.

Finalmente, las transformaciones materiales y sociales que tienen lugar en tal proceso histórico concreto son las que producen conciencia de clase en masa, no al revés. La conciencia de clase en masa no es causa, es consecuencia de ello, y sólo en un período revolucionario se convierte en un factor o fuerza material del mismo. Por eso es importante. Ni más ni menos. 

[5] Esto no significa espontaneísmo, que quede claro. Antes bien, cuando decimos autoemancipación del proletariado decimos también autoorganización revolucionaria del proletariado por fuera, en contra y más allá de sindicatos, partidos y parlamentos, para su autoabolición como clase del trabajo/capital. Autoorganización asamblearia y comunal de masas y minorías proletarias en lucha a muerte contra la clase capitalista y la socialdemocracia dentro y fuera de los centros de trabajo, en todos los espacios de la vida social y los territorios, a fin de expropiar a la burguesía y comunizar toda la producción y la distribución para poder satisfacer directamente las necesidades colectivas, al mismo tiempo que a fin de destruir el Estado de manera insurreccional. La revolución comunista es la “suma” de insurrección más comunización o no es. Todo lo cual, si no se internacionaliza o se estructura como Comuna mundial, será aplastado por la contrarrevolución capitalista mundial.

En un período contrarrevolucionario como el actual, estas posiciones revolucionarias del proletariado son defendidas de forma teórica por sus minorías revolucionarias organizadas y activas, a contracorriente de todo… y de todos. En cambio, en un período revolucionario, las posiciones revolucionarias se convierten en armas prácticas con las cuales el proletariado autoorganizado, incluidas sus minorías revolucionarias, pasa al ataque de forma masiva. La teoría revolucionaria es una forma y un momento de la práctica revolucionaria, es una fuerza material. Por eso es importante producir y difundir, al calor de la lucha de clases, teoría comunista concebida como arma de la revolución comunista. Y de esta forma, contribuir a producir la ruptura revolucionaria, sobre todo en el seno del propio proletariado.