17 de septiembre de 2024

[Libro] Fascismo/Antifascismo — Gilles Dauvé

Lazo Ediciones (Rosario, 2024)


«La comprensión crítica del fascismo implica, necesariamente, la de su contracara antifascista. El análisis de las variaciones de la dominación política burguesa requiere atender a las situaciones históricas concretas y el desenvolvimiento de la lucha de clases. En tiempos de crecimiento de las nuevas derechas, la cuestión ha tomado relevancia nuevamente e invita a una reflexión profunda sobre sus orígenes históricos. Lo que está en juego, finalmente, es la crítica radical de la oposición política más fundamental bajo el capitalismo y su superación. 
 
La presente compilación tiene como disparador al polémico artículo Fascismo/Antifascismo, escrito hace algunas décadas [1979] por Gilles Dauvé. Aquí presentamos algunos de los debates que suscitó [con la revista Aufheben entre 1992 y 1997] y, como texto central, la reelaboración del autor titulada Cuando mueren las insurrecciones [1998]. 
 
[...] Fascismo/Antifascismo puede resultar algo esquemático, en primer lugar debido a su brevedad ya que es un fragmento de un texto más amplio [una antología bordiguista sobre la Revolución y Guerra Civil en España 1936-1939]. A su vez, existen diferencias de enfoque, hallándose más próximo –aunque no exento de críticas– a los postulados de la izquierda comunista italiana de la que formaban parte los editores de la revista Bilan («Balance»). La reelaboración [Cuando mueren las insurrecciones], en cambio, está más estrechamente vinculada a la perspectiva comunizadora de la que Dauvé es una referencia ineludible. Corriente teórica que, justamente, comenzaba a gestarse hacia fines de la década de 1970. Consideramos que la publicación de ambos textos y el debate contribuye a dar a conocer y profundizar en los análisis a contracorriente sobre esta compleja problemática y sus desarrollos. 
 
En el mismo sentido, agregamos un extracto referido al tema en cuestión de una entrevista titulada La Ligne Generale, realizada al autor y a Karl Nesic por Revolution Times (Alemania) a comienzos de 2007. Por último, publicamos Posdata sobre fascismo y antifascismo, que elaboramos desde la revista Cuadernos de Negación [julio de 2024] abordando algunas implicancias actuales.»
 
Contenido:
  • Presentación Lazo Ediciones... p. 7
  • Cuando mueren las insurrecciones Gilles Dauvé... p. 11
  • Fascismo /Antifascismo Gilles Dauvé... p. 71
  • Correspondencia sobre Fascismo/Antifascismo — Gilles Dauvé-Aufheben... p. 123
  • Preguntas y respuestas Gilles Dauvé y Karl Nesic... p. 143
  • Posdata sobre fascismo y antifascismo Cuadernos de Negación... p. 159
 
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Extractos de Posdata sobre fascismo y antifascismo (CdN, 2024)
 
«Los neonazis o las pandillas racistas y antiinmigrantes son un problema de la calle en muchas ciudades, pero, como ayer, eso no exige convertirse en «antifa». Esta misma etiqueta, hoy como ayer, sirve para hermanar a oprimidos y opresores, explotadores y explotados, gobernantes y gobernados. En nombre del antifascismo se nos llama a unirnos a nuestros explotadores, se nos llama a defender a los asesinos de hoy: los gobernantes progresistas o de izquierda de cualquier país, que también tienen las manos manchadas con sangre. O unirnos con los herederos de otros asesinatos masivos como los estalinistas o maoístas, quienes combaten al movimiento comunista en nombre del «comunismo» [el capitalismo de Estado tipo URSS y China].

Es preciso aclarar que tampoco es necesario que tengan las manos manchadas de sangre, aunque cuál gobernante, por acción u omisión, no las tiene... No se trata de luchar simplemente contra los excesos de la democracia, sino contra la democracia como orden de la explotación organizada, de la sociedad de clases. 
 
¿Pero cómo es que aún continuamos hablando de fascismo? Si hoy aún se habla de fascismo es, en gran medida, gracias a la ideología antifascista. [...]

La estrategia antifascista es siempre similar. [...] reunir a una serie de enemigos tras el rótulo de fascistas ya no es para mandarnos a la guerra, sino para mostrar la democracia liberal como el único horizonte posible. Que tendrá sus defectos, nos dicen, pero es mejor que el fascismo. [...]

Que la mayoría de los izquierdistas apoyen la acción rusa contra Ucrania, considerada como «nido de neonazis», no es de extrañar. Que Putin sea a su vez un ultranacionalista autoritario y conservador, muy cercano al posfascismo eurasiático de los defensores actuales del Imperio ruso parece no importarles demasiado, pues más que anticapitalistas integrales estos izquierdistas son simplemente opositores al imperialismo gringo. Muchos de ellos nunca entendieron que el estalinismo era una contrarrevolución, y siguen creyendo que la Madre Rusia actual es la legítima heredera de la Unión Soviética de los años más heroicos.
 
Pero también, cuando los demócratas y progresistas en general llaman «fascismo» a todo un conjunto de políticas e identidades (como pueden ser los denominados neonazis, la alt-right, los seguidores de las teorías de la conspiración, el antifeminismo reaccionario, las pandillas anti-inmigrantes, el anarcocapitalismo en todas sus variantes, el nacional-bolchevismo, y cada nueva identidad «de derechas») confiesan no entender qué está pasando o no querer entenderlo.

Para quienes están en campaña electoral permanente, la mención de la «amenaza fascista» es un recurso discursivo más como pueden ser la urgencia de una transición hacia energías renovables, o la promesa de medidas de seguridad. Todo en el Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado, tal como decía Mussolini. Pero en el medio justo, sin excesos ni extremismos. 

Ese intento desesperado por traer a la vida al fantasma del fascismo no tiene por finalidad despertar una adhesión entusiasta por la democracia en occidente como hace 90 años. Porque ya no es necesario, ya han ganado. Y no dicen «elijan esto que es lo mejor» sino «esto es lo único que hay». Por eso todo lo que no es pro-democracia para el progresismo es basura y delirios, desde las derivas reaccionarias pseudocríticas de la democracia hasta la perspectiva comunista por la emancipación humana. [...]

Gilles Dauvé nos señala respecto del fascismo histórico que no se opuso realmente a la democracia, sino que se trató de una excepcionalidad en defensa del capital. Entonces no se trató de «fascismo o democracia», sino de «fascismo y democracia». Cuando se analizan los vestigios del fascismo en sus nuevas formas se consideran fundamentalmente dos dimensiones: violencia e ideología. Respecto a la primera, las democracias occidentales contemporáneas –con gobiernos de izquierda a derecha– reprimen y emplean «Estados de excepción» cuando es necesario, sin tornarse a formas de Estado abiertamente totalitarias. La democracia incluye y perfecciona la represión «fascista», además de la guerra abierta en nombre de su defensa. Por su parte, expresiones de ultraderecha han cumplido sus mandatos democráticamente y con gran moderación, a pesar de sus discursos de batalla ideológica de tono extremista. Hitler y Mussolini llegaron al poder por vías semi-institucionales de la mano de sus partidos-milicia, para luego hacerse del control total del Estado y dar curso a la gran gesta bélica. Nada parecido está ocurriendo. Por lo pronto, la democracia no es alternada por los «nuevos fascismos» ni por Estados de excepción, sino que los ha integrado. [...]

La crítica al antifascismo tal como se viene desplegando desde hace casi cien años por la izquierda comunista italiana y continuada por diversas expresiones anticapitalistas no es un programa táctico y estratégico a repetir, pero sí una buena lección para no olvidar en nuestra actual situación.
El frentismo antifascista fue, al igual que el fascismo, el resultado y la expresión de la derrota del asalto revolucionario del cuatrienio 1917-21. Su esencia radica en la renuncia sustancial a la lucha revolucionaria contra el capitalismo (que, en el mejor de los casos, se pospuso a tiempos mejores) en nombre de la restauración de la democracia y el «Estado de derecho».
Su horizonte es el interclasismo, es decir, la alianza entre clases o fracciones de clases, sobre la base de la oposición común al fascismo, hecho que impone en primer lugar la renuncia a los métodos de lucha específicamente proletarios.
Hoy estamos a años luz de un contexto social que sea remotamente comparable, en términos de intensidad de la lucha de clases, al de los años 1920-1930. 
Afirmar que un «peligro fascista» se cierne hoy sobre nuestras cabezas es, ni más ni menos, una idiotez. No hay ninguna dictadura fascista a las puertas: la única dictadura existente –hoy como ayer– es la del capital, el valor en proceso, que ahora impregna y domina todos los resquicios de la vida y las relaciones sociales.
Lo que se aplica al antifascismo se aplica a todos los «anti-ismos»: la transformación del enemigo en un enemigo absoluto se alimenta del mito y lo reproduce. [...] El «fascismo» se convierte así en una categoría pasajera, la clave con la que «explicar» y mantener unidos los fenómenos más dispares: desde la normal y democrática represión policial hasta las manifestaciones de racismo en los suburbios y barrios proletarios; desde las políticas antimigratorias de gobiernos de todos los colores y matices hasta la vuelta a escena de una turba neofascista tan agresiva y mediática (gracias también a los «antifascistas») como numéricamente modesta; desde las nuevas etapas del proceso de vaciado progresivo de las funciones de los parlamentos nacionales –transversal a todos los Estados occidentales desde al menos 1914– hasta la violencia de género; pasando por el creciente éxito de los partidos y movimientos «soberanistas» y/o «populistas», que culmina en Italia, en 2018, con la formación del gobierno Lega-M5S. Y en Estados Unidos con la elección de Trump. Todo, en la cabecita del antifascista más o menos militante, concurre para componer la representación distorsionada de una sociedad y un Estado cada vez más «fascistizados». ¡Como si los fenómenos mencionados fueran incompatibles con la tan cacareada democracia (de derecha y de izquierda)! Y como si no encontraran su necesaria base material en las relaciones sociales capitalistas y su evolución histórica. (F.B., «Miseria del antifascismo», 2018)
La crítica del antifascismo, por tanto, no se trata de una cuestión de coherencia lógica ni mucho menos del mantenimiento de un purismo doctrinario. Ha surgido y se profundiza desde y para las luchas. [...]
 
Deseamos con este conjunto de afirmaciones y negaciones aportar a las luchas en curso. Y deseamos superar el trauma. Un trauma tan grande que hoy, siendo testigos directos de una de las masacres más terribles de esta civilización como es la del Estado de Israel en Gaza, hay quienes se empeñan en no llamar a las cosas por su nombre, le llaman a Israel «fascista», como si no fuese suficiente saber que es un Estado capitalista, faro de la democracia y el mercado en Medio Oriente, exportador de máquinas de matar a todo el mundo. Parece sonar menos grave llamarles demócratas y capitalistas, llamarles simplemente asesinos.»
 
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