1 de septiembre de 2021

Algunos relatos sobre la comunización

Jasper Bernes

Traducido al castellano por: Non Lavoro [https://translatoriac.noblogs.org], 2021


[Serie | 8 partes]

Parte uno: Algunos relatos sobre la comunización
Parte dos: Fracaso | Comunización, la historia de una teoría del futuro
Parte tres: Socialisme ou Barbarie, la Internacional Situacionista y la teoría de la comunización
Parte cuatro: El comunismo es un libro abierto | Jan Appel y la historia del comunismo de consejos
Parte cinco: La autoeducación de Jan Appel | La comunización y su historia

Parte seis: Marcha a paso ligero por el mayo rampante
Parte siete: Explicaciones
Parte ocho: Fisuras y virajes

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Parte uno

26 de noviembre de 2020

«Quiero hacer una serie de publicaciones sobre la teoría de la “comunización” tal como se ha desarrollado desde 1968, porque me parece que hay mucho más interés en el término, y más deseo de lo que hay comprensión. Son muchas las razones para el abuso que ha sufrido esta palabra, pero la principal es que, en un principio, en Francia, de donde deriva, la “comunización” nunca se usó para nombrar a una tendencia o una teoría coherente. Era simplemente un término en uso que una red vagamente conectada de proyectos comunistas utilizaba para explicar su visión de la revolución comunista.

Incluso cuando el término courant communisateur  —tendencia comunizadora, o corriente comunizadora— comenzó a aplicarse a estos grupos de manera retrospectiva, muchos cuestionaron y se resistieron el término, en atención a la forma en que con éste se confundía a los defensores de la comunización, que podrían existir en el mundo aquí y ahora, con quienes practicaran la comunización, es decir, con personas que aún no existen.

Acreditar un concepto como este a un solo autor o texto es peligrosamente cosificante, pues la mayoría de estos textos fueron escritos, editados y discutidos  en forma colaborativa, y con frecuencia fueron distribuidos por primera vez sin firmar. No obstante, podemos decir que la contribución fundamental fue el ensayo que escribió Gilles Dauvé en 1969, Sobre la ideología de ultraizquierda [“Sur l’ideologie ultra-gauche”], redactado para la reunión nacional del grupo comunista-de-consejos Informations et Correspondances Ouvières, y que pretendía llamar a debate a Paul Mattick. Más tarde, la librería y lugar de encuentro de París La Vieille Taupe [El viejo topo] volvería a publicar el ensayo como “Contribución a la crítica de la ideología de ultra-izquierda”. Dauvé reelaboraría este artículo para publicarlo, a principios de los 70, en Le mouvement communiste, la primera publicación donde se elaboró ​​la teoría de la comunización. Fredy Perlman, entonces editor estadounidense de la Internacional Situacionista y, por extensión, de la ultraizquierda, reunió estos artículos bajo el título Eclipse and Reemergence of the Communist Movement [“Declive y resurgimiento de la perspectiva comunista”] que sigue siendo el texto en francés más conocido sobre la comunización y sin duda el punto cero para la discusión en inglés del término. Este es el primer punto: la comunización surge como una crítica, y en realidad no puede entenderse sin comprender el objeto de la crítica, razón por la cual la mayoría de los documentos de la comunización involucran un recuento de la historia de todo el movimiento obrero desde el siglo XIX en adelante.

Aún no les he dicho en realidad qué es la comunización porque creo que la mejor manera de entenderla, en un comienzo, es como el producto de un problema, un ambiente y una coyuntura, y que eventualmente se volverá lo suficientemente abstracta como para sostenerse por sí sola como teoría. Pero la teoría es imposible de entender sin esta historia, una historia que nos permitirá aproximarnos a la comunización en al menos una docena de formas diferentes.

  1. Síntesis

La comunización no es ante todo una crítica simplemente, sino una síntesis crítica, una especie de química irreversible de ideas, en la que la teoría de la revolución que se encuentra en el comunismo de consejos, es decir, en la ultraizquierda alemano-holandesa, se unió a las ideas de Amadeo Bordiga y el comunismo de izquierda italiano —del que hasta entonces había estado en gran parte separado— para producir una nueva construcción teórica, opuesta tanto al consejismo como al bordiguismo. El primer momento de esta síntesis es el texto que acabamos de nombrar, publicado en el principal órgano francés del consejismo y dirigido al comunista consejista vivo más significativo. Mientras que la ultraizquierda alemano-holandesa concebía  la revolución comunista formalmente, como la extensión de la autogestión obrera al control de la totalidad de la economía, Bordiga y sus asociados llevan la atención al contenido del comunismo, su definición lógica y axiomática:

Rechazando la teoría de la autogestión obrera [de los comunistas de consejos], el bordiguismo realiza una de las críticas más mordaces de la economía rusa [URSS], poniendo al frente no a la burocracia, como hacen los trotskistas y Socialisme ou Barbarie, sino a las relaciones de producción. La revolución, sugiere la prensa bordiguista, debe consistir en la destrucción de la ley del valor y el intercambio. [Recopilado en Rupture dans la theorie de la révolution: Textes 1965-75 ]

El término comunización no se utiliza en este ensayo pero está implícito en la síntesis, y todo lo que sigue bajo el nombre de comunización puede considerarse una extensión de esta síntesis.

¿Qué se está sintetizando? Bueno, el bordiguismo y el consejismo, pero eso es impreciso. Del consejismo Dauvé retiene la insistencia en la autoorganización proletaria, el compromiso radical con la lucha de clases proletaria como teoría. Pero esto no es suficiente, dice la crítica. No es suficiente simplemente tomar el poder, no es solo una cuestión de forma, sino de contenido. No basta con formar consejos y apoderarse de las fábricas, como hicieron parcialmente los trabajadores en el 68. También hay que hacer algo con ese poder tomado, y esto es lo que no sucedió en 1968 y lo que no pudieron explicar los grupos ultraizquierdistas con los que se le asocia: Socialisme ou Barbarie, la Internacional Situacionista, ICO y otras estrellas del más amplio renacimiento ultraizquierdista.

¿Qué es este contenido? Bueno, es la destrucción del valor y el intercambio, que para Dauvé es idéntico al comunismo. Espero mostrar en algún momento cómo es que esta definición se queda corta e introduce problemas para la teoría de la comunización, pero debe notarse primero que para los lectores familiarizados con la literatura bordiguista la frase es una abreviación y se refiere a algo bastante concreto: la distribución directa de los bienes sin el uso del dinero, los salarios u otros mecanismos. De lo contrario, la frase que describe el contenido del comunismo es simplemente otro formalismo: ¿cómo puede la destrucción de una forma ser el contenido del comunismo?

Estaban en juego las cuestiones prácticas de la organización revolucionaria. Bordiga había escrito extensamente sobre la importancia de tales medidas para la revolución comunista, y a manera de crítica de lo que él pensaba que era un capitalismo de estado operativo en Rusia. Esto nos lleva al punto final para estos autores: el vocabulario marxista crítico, en la teoría de la comunización, es a la vez una descripción del comunismo. En la categoría valor, heredada de Marx, encontramos la descripción (invertida) del núcleo del comunismo. En la crítica de Bordiga a la URSS, encontramos una teoría de la revolución como comunismo. La síntesis vincula al comunismo directamente con las categorías de la crítica de la economía política de Marx de una manera única y sin precedentes. [...]»

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Parte seis

 19 de abril de 2021

«Un paso adelante y dos pasos atrás. Todas mis tentativas de hacer avanzar la historia de la comunización parecen haberme devuelto a sus antecedentes en la izquierda comunista y el comunismo de consejos, cuando no en Marx y la Segunda Internacional. Esto se debe a que la teoría de la comunización siempre se presenta de forma narrativa, según he podido aprender. Los ensayos de Gilles Dauvé y Francois Martin han sido traducidos y titulados en inglés como Eclipse and Reemergence of the Communist Movement, una narración del movimiento obrero y de su eclipse contrarrevolucionario, contada desde el punto de vista de un nuevo ciclo de luchas que avanzaba sobre bases nuevas. Aquí, la crítica de la ultraizquierda histórica es la consecuencia teórica de un desplazamiento real en la lucha de clases, visible por primera vez en el ‘68 pero confirmado en los años transcurridos desde entonces. El objetivo de la teoría de la comunización es hacer balance de lo que ha cambiado, y eso requiere como mínimo un entonces y un ahora. [...]

1968 fue un enigma, y sigue siéndolo, porque no surgió como respuesta a una crisis política o económica declarada. Surgió de un antagonismo producido por el crecimiento mismo, no por su interrupción, de la reorganización histórica de la sociedad francesa a lo largo de los Treinta Gloriosos. Llegar a la raíz del antagonismo no era fácil, pues parecía brotar de una mezcla de quejas cualitativas y existenciales, más visibles en los movimientos estudiantiles y juveniles de la época. Realización, sentido, dignidad, participación, expresión creativa. Entre estas reivindicaciones y los lugares de trabajo capitalistas, sin embargo, había una contradicción, por eso Martin sostiene que la ausencia de instituciones concretas de control obrero en el ’68 no se debe a la timidez de la clase trabajadora, sino a su intransigencia: los trabajadores ya no estaban interesados en asumir la responsabilidad de su reproducción como trabajadores, ahora claramente incompatible con sus necesidades como seres humanos. En el fragor de la lucha se reveló algo más, algo que quedó excluido por el momento de las negociaciones e incluso por la propia identidad obrera. Después del ‘68, en Francia y en Italia, donde esta subjetividad será aún más clara, pareciera que los grupos autoorganizados de trabajadores hacían huelga por hacer huelga y contra la finalización de la misma, encontrando en los medios un fin en sí, y exhibiendo indiferencia hacia la marcha de las negociaciones finales, que siempre conducían al desempoderamiento.

Los ultraizquierdistas de Censier perseguían lo que ellos creían que era el programa comunista máximo, fundado en la expropiación autoorganizada de los medios de producción por parte de comités de trabajadores. A los participantes les costó meses y años asumir el silencio del proletariado, su pasividad curiosamente agresiva; la teoría de la comunización es una forma de llegar a asimilar lo que surgió directamente de los debates de aquellos que continuaron reuniéndose para poder descifrar lo que había sucedido. Pero la explicación que da Martin en su libro no es tanto una explicación como una observación, una señal que indica el problema. Podemos entender la teoría de la comunización como una serie de intentos de asimilar este silencio, que habría de reaparecer, de una forma u otra, en cada lucha significativa desde entonces. Así es como Dauvé y otros lo describen en un documento posterior, que ofrece un relato mucho más completo y rico de 1968:

En las fábricas de 1968 apenas se encontraba el ambiente festivo de 1936. La gente sentía que había sucedido algo que podía ir más allá, pero evitaba hacerlo. La atmósfera de gravedad que reinaba iba acompañada de un resentimiento contra los sindicatos, un chivo expiatorio conveniente, mientras que sólo podían mantener el control a través del comportamiento de las bases. La alegría estaba en otra parte, en las calles. Por eso, mayo del 68 no pudo reproducir ni conducir a un retorno revolucionario durante los años siguientes. El movimiento generó un reformismo que se alimentó de la neutralización de sus aspectos más virulentos. La historia no pasa el plato por segunda vez.

Lo que 1968 expuso fue una profunda des-subjetivación, una desidentificación con el trabajo que a menudo era una desidentificación con el movimiento obrero como tal, una negatividad que se manifestaba en el rechazo del trabajo, en huelgas y sabotajes, pero también en su capacidad de volverse hacia el nihilismo, el cinismo y la pasividad:

Abandonar el control de las fábricas a los sindicatos era un signo de debilidad, pero lo era también del hecho de que eran conscientes de que el problema estaba en otra parte. Cinco años después, en 1973, en una gran huelga en Laval, los trabajadores simplemente abandonaron la fábrica durante tres semanas. Como la «despolitización» de la que tanto se ha hablado, esta pérdida de interés en la empresa, en el trabajo y en su reorganización, es ambivalente, y no puede interpretarse más que en relación con todo lo demás. El comunismo estaba ciertamente presente en 1968, pero sólo en relieve, en negativo. En Nantes en 1968, y más tarde en SEAT en Barcelona (1971) o Quebec (1972), los huelguistas se apoderaban de distritos o ciudades, llegaban a apoderarse de estaciones de radio, pero no hacían nada: la autoorganización de los proletarios «es posible, pero al mismo tiempo, no tienen nada que organizar» (Théorie Communiste, n° 4, 1981, p. 21) [...]

En Italia, entonces, podemos ver más claramente los límites a los que se enfrenta la autoorganización del lugar de trabajo como tal. El auto- de la auto-organización se ha vuelto problemático, fracturado por la remodelación de la industria de mediados de siglo. Los trabajadores luchan contra su propia posicionalidad en la división del trabajo, como mujeres, como migrantes, como trabajadores por pieza, como técnicos, etc. El auto- de la auto-organización debe hallarse en otra parte, ya sea en el proletariado como tal, independientemente de los medios de producción, o en alguna futura transformación comunista de esos medios de producción. Lo que se requiere para la revolución no es la autoorganización como tal, sino la autoorganización de la autoorganización, lo que significaría una otro-organización [N. del T., una organización de/del otro], una recodificación del sistema de lugares [system of places] heredado del capitalismo. Como lo escribe Theorie Communiste, resumiendo esta idea: “la autoorganización es el primer acto de la revolución; luego se convierte en un obstáculo que la revolución debe superar”. [...]

Entre piquetero y ocupante, sólo puede haber un tercer término que supere a ambos y que, por tanto, no pueda proceder de ninguno. Llamarán a esto l’écart, un término un tanto intraducible que puede presentarse en un lugar como “brecha” y en otro lugar como “viraje”. La autoorganización de la autoorganización, que supera su sistema de lugares. Esto es lo que hay que articular, como perspectiva comunista, como actividad comunizadora, con sus anticipaciones ubicadas en las luchas de clases más intensas de la época actual. Es lo que intentaré hacer en ensayos posteriores.»