Un nuevo libro sobre la Teoría de la Comunización editado desde la región mexicana. Básicamente está compuesto por artículos de Federico Corriente (España), traducciones de artículos de grupos comunizadores anglosajones y franceses por parte del anterior, y un epílogo por parte de un compañero de dicha región, el cual compartimos a continuación:
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ÍNDICE:
Breve indicación sobre las notas........................................................... 6
A modo de presentación................................................................................. 7
Sobre nuestro autor/traductor...................................................................... 10
Traigan sus muertos......................................................................................... 11
Comunización y teoría de la forma-valor................................................. 22
Extractos del Prólogo «Mai 68, année théorique» de Histoire critique de l'ultragauche.................................................................................. 49
Informe sobre la construcción del situacionismo.................................. 64
Jacques Camatte y el eslabón perdido de la crítica social contemporánea................................................................................................... 74
España y la teoría de la comunización: pasado y presente.................. 89
La producción histórica de la revolución actual..................................... 105
Epílogo.................................................................................................................. 115
Principales personajes, agrupaciones, revistas y corriente mencionadas en la presente edición........................................................... 119
Imágenes................................................................................................... 124
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EPÍLOGO A LA EDICIÓN MEXICANA
En España y la teoría de la comunización: pasado y presente, Federico Corriente reflexiona: “Quizá un artículo sobre el proceso de gestación de la teoría de la comunización a partir de sus orígenes en la crítica de la ultraizquierda y su recepción en España debiera comenzar con una referencia a uno o dos homólogos españoles de los grandes teóricos revolucionarios —los Luxemburgo, los Gorter, los Pannekoek y los Bordiga— que salieron a la palestra a raíz del ciclo mundial de luchas obreras revolucionarias que comenzó en 1917. Por desgracia, sin embargo, no se nos viene a la mente un solo nombre.”
En México ocurre algo parecido. Ricardo Flores Magón y el Partido Liberal Mexicano, programáticos y anarquistas como fueron, no descollaban por su reflexión teórica sobre el desarrollo capitalista; en todo caso fueron una corriente práctica que participó de la época: los magonistas lucharon por afirmar al proletariado dentro de las relaciones de producción capitalista; lucharon por una redistribución radical de la riqueza social, a pesar de su crítica demoledora de la democracia y su intuición comunista sobre la propiedad. ¡La revolución no es una cuestión de propiedad!
Ahora bien, Corriente, antes de atribuir ese vacío teórico a la «miseria intelectual» hispana endémica (¡qué diríamos de la mexicana!) liga el problema teórico al problema de la transición del periodo de dominación formal al periodo de dominación real del modo de producción con el que tuvieron que lidiar los revolucionarios europeos del ciclo iniciado en 1917 y que en España sólo se vuelve una realidad práctica hacia 1958. Si el plan de estabilización franquista es el indicio de dicha transición para España, ¿cuál es el correspondiente para América Latina en general y México en particular considerando su posición periférica en el mercado mundial? El primer punto a resolver sería situar dicha transición y en qué medida la misma se combina con formas sociales precapitalistas y qué determinación pone esa combinación en el desarrollo del capitalismo en nuestros países en el marco del mercado mundial y los ciclos de lucha internacionales.
La ultraizquierda europea, en un primer momento, desenterró las denominadas “corrientes malditas” del comunismo como fueron consideras la izquierda italiana y la izquierda germano-holandesa por los sesentayochistas, considerándolas las “partes invictas” del ciclo de lucha anterior. En México, según sabemos, a partir de la huelga ferrocarrilera de 1959 y hasta antes de la masacre de Tlatelolco, personajes y grupúsculos dentro del Partido Comunista Mexicano discutieron agriamente con la dirección oficial la caracterización de la “revolución mexicana” como punto de partida de la actividad práctica. Mientras el comunismo oficial vinculado al Partido Revolucionario Institucional consideró la “revolución mexicana” como un acontecimiento vigente, las minorías la proclamaron muerta y emprendieron la crítica correspondiente.
[Un ajuste de cuentas tardío con la “revolución mexicana” se encuentra en La guerra de clases en la revolución mexicana (Revolución permanente y autoorganización de masas) del trotskista Adolfo Gilly y en La revolución mexicana desde la perspectiva del magonismo del marxista Armando Bartra (Interpretaciones de la revolución mexicana. Nueva Imagen, 1979).]
La caracterización de la “revolución mexicana” no carecía de importancia práctica para los revolucionarios de México. Mustapha Khayati, en su Contribución para rectificar la opinión pública acerca de la revolución en los países subdesarrollados, dice:
“[…]las zonas pre capitalistas del mundo acceden a la modernidad burguesa, pero sin la base material de esta. Como en el caso de su proletariado, también allí las fuerzas que la burguesía ha contribuido a liberar y a crear se vuelven contra ella y contra sus servidores autóctonos: la revolución de los subdesarrollados se convierte en uno de los principios capitales de la historia moderna.
El problema de la revolución en los países subdesarrollados se plantea de forma específica debido al propio desarrollo de la historia. El retraso económico general, mantenido por la dominación colonial y las capas que la apoyan, y el subdesarrollo de las fuerzas productivas han impedido en estos países el desarrollo de las formaciones socioeconómicas que debían ejecutar inmediatamente la teoría revolucionaria elaborada desde hace más de un siglo a partir de las sociedades capitalistas avanzadas. En el momento en que entran en lucha estos países desconocen la gran industria, y la clase obrera está lejos de ser en ellos una clase mayoritaria. Es el campesinado pobre el que asume esta función.
“Los diferentes movimientos de liberación nacional han aparecido mucho después de la derrota del movimiento obrero, consecuencia del fracaso de la revolución rusa, convertida desde su advenimiento en contrarrevolución al servicio de una burocracia supuestamente comunista. Han sufrido por tanto, sea conscientemente o en una falsa conciencia, todas las taras y debilidades de esta contrarrevolución generalizada, y con el lastre añadido del atraso general no han podido superar ninguno de los límites impuestos al movimiento revolucionario vencido. Y debido precisamente a la derrota de éste los países colonizados o semicolonizados han tenido que combatir solos el imperialismo. Pero al combatirlo únicamente en una parte del terreno revolucionario total no han podido disiparlo más que parcialmente. Los regímenes de opresión que se han instalado allí donde la revolución de liberación nacional ha creído triunfar no son más que una de las formas bajo las que se opera el retorno de lo reprimido.” (International Situationniste no. 11. 1967. En la misma línea: Incitación a la refutación del tercer mundo, de Rafael Pallais [El Milenio. 1980]).
“[…] las zonas pre capitalistas del mundo acceden a la modernidad burguesa, pero sin la base material de esta”. Khayati sintetiza adecuadamente la especificidad de países como México. Ahora bien, caracterizar la “revolución mexicana” como un revolución “democrático-burguesa” muerta con un Estado burgués a derrocar significaba la ruptura con todo el legado de la guerra de clases de 1910-1917, ciclo en el que tanto el proletariado como los campesinos salieron derrotados socialmente. En este sentido, no había “partes invictas” que retomar pero sí una cuestión que, a pesar de los trabajos de Arnaldo Córdova al respecto, en nuestra época no está adecuadamente clarificada: el cardenismo, una síntesis de transición a la dominación real temprana (si se puede decir así, el “análogo” del fascismo europeo y el estalinismo ruso) en ciertas ramas y circuitos productivos (el petróleo, por ejemplo) y la preservación/modernización de formas precapitalistas como el sistema ejidal y la preservación de algunas comunidades rurales de subsistencia.
La caracterización de la “revolución mexicana” era lo que la revolución de octubre fue en Europa, motivo de polémicas y objeto de estudio por excelencia; esto llevó a diversas tesis que desarrollaron y defendieron personajes y grupúsculos que venían sosteniendo un proceso de tensión y ruptura con el comunismo oficial. Desde 1960, José Revueltas y la Liga Leninista Espartaco proclaman a los cuatro vientos que el proletariado mexicano se ha enajenado de sí mismo y que el partido proletario en México no existe; Ensayos de un proletariado sin cabeza será la obra histórica en la que se defenderán dichas posiciones.
En 1964, Guillermo Rousset Banda y Enrique González Rojo y su Alianza
Revolucionaria Espartaco del Proletariado Mexicano (hay toda una serie de
escisiones y siglas de los novísimos y efímeros grupúsculos posteriores) sostienen
un combate contra lo que denominan practicismo (“actuar como partiditos”
descuidando la elaboración teórica seria) y la necesidad de una lucha histórica por
la elaboración de un Programa científico y revolucionario del proletariado mexicano.
De modo que para la ultraizquierda mexicana anterior a 1968 el problema de
la revolución era un problema de partido y de programa; o lo que es lo mismo,
centraron su actividad teórica en la problemática del programatismo en un país
subdesarrollado.
Sabido es que José Revueltas fue cercano al trotskismo y a personajes de la izquierda germano-holandesa; sabido es que Guillermo Rousset Banda estuvo exiliado en Francia desde 1965 en donde entró en contacto con gente de La Vieille Taupe. Estas historias se están escribiendo, brillando por su ausencia una lectura de la misma desde la comunización.
Algunos de los cursos y trayectorias de estos personajes y grupúsculos están documentados en El espartaquismo en México de Paulina Fernández Christlieb (El caballito, 1978) y Semblanzas de Guillermo Rousset Banda. Recuerdos y reflexiones para la reconstrucción de la trayectoria de un intelectual del siglo XX de Antonio Rousset y Gabriela de la Vega (Universidad de Londres y Universidad Autónoma de Chihuahua, 2017).
Es posible (habría que demostrarlo; conectando esta reestructuración con el cardenismo) que la transición a la dominación real en México coincida con la clausura del ciclo de luchas de 1968-1977, y que el indicio de dicha transición sea la “apertura echeverrista”; no obstante, durante dicho ciclo, y sin aparente conexión con los personajes y grupúsculos mencionados arriba, existieron documentos, personajes y grupúsculos que también podrían considerarse como ultraizquierdistas.
Entre ellos podríamos mencionar El proceso revolucionario escrito por Raúl Ramos Zavala en 1969, que daría fundamentos al grupúsculo conocido como Los Procesos. Este grupúsculo sostuvo, entre otras tesis, que las características del “movimiento de masas” en México eran la espontaniedad y la explosividad, la necesidad de la autodefensa armada y realizó unos esbozos críticos respecto a la U. R. S. S.
Las tesis de la Universidad Fábrica fue escrita en 1972 por José Ignacio Olivares Torres, que daría fundamento al grupúsculo conocido como Los Enfermos. Este grupúsculo sostuvo, entre otras tesis, que el estudiantado era un destacamento de vanguardia del proletariado argumentado desde la teoría del valor, puesto que “la universidad había sido subsumida por el capital”. Podemos suponer que dicho grupúsculo fue de los pocos grupos ultraizquierdistas mexicanos que en verdad estudiaron a la obra de Marx, incluido, para nuestro asombro, el [Capítulo] VI inédito [de El Capital].
Pues bien, los dos grupúsculos mencionados confluyeron en el proyecto que se denominó Liga Comunista 23 de septiembre. Además de ser el grupo armado urbano más numeroso, tuvo el mérito de dirigir el acto insurreccional urbano de mayor envergadura durante dicho ciclo de luchas: El Asalto al Cielo, una jornada insurreccional ocurrida en Mazatlán, Sinaloa en la que, según la fuente, participaron de 10 000 a 20 000 obreros de la construcción, proletarios agrícolas y estudiantes armados que se enfrentaron abiertamente contra las fuerzas del orden capitalista durante 2 días de furiosos combates en enero de 1974. El proyecto armado de la Liga Comunista 23 de septiembre tuvo un escabroso punto de contacto con la guerrilla rural más importante de ese ciclo de luchas, El Partido de los Pobres de Lucio Cabañas. Dicho contacto quedo registrado en la novela de Carlos Montemayor Guerra en el paraíso (Diana, 1997), y ha sido interpretado de modo esquemático y vulgar.
El segundo punto a resolver sería recuperar la historia de éstos personajes y grupúsculos y realizar la crítica pertinente de los mismos de cara a lo que hoy sabemos de las limitaciones de la problemática programatista y la ultrazquierda histórica con el respectivo balance del ciclo de luchas de 1968-1977.
Desde la insurrección campesina zapatista se podrían rastrear intermitentes resurgimientos de las más variadas minorías ultraizquierdistas, un fortalecimiento del estalinismo clásico (Frente Popular Revolucionario en Oaxaca tras la revuelta de 2006) y el desarrollo difuso de un activismo ciudadano genérico (que va codo a codo con la democracia burguesa ahora en el poder y cuyos orígenes pueden rastrearse hasta el terremoto de 1985; generalmente descrita con la categoría “sociedad civil”).
La batalla del 1° de diciembre [del 2012] que libró el ultraizquierdismo en general en la Ciudad de México es el punto de quiebre de todo un ultraizquierdismo que se desarrolló desde la huelga de la UNAM en 1999; desde 2012 el ultraizquierdismo anarquista en particular comienza su acelerada descomposición, y es de la autocrítica que se desarrolla en su seno, que se construyen los senderos que llevaron a la teoría de la comunización.
Tales son las cuestiones pendientes para la crítica social radical en México; por nuestra parte ya hemos puesto la cuestión en la mesa en variadas ocasiones. Este libro continua dicha terquedad y sigue aguardando el momento en que algunas y algunos incontrolados tengan deseo de salda cuentas con el pasado y desplegar nuevas actividades que dispersen viejos fantasmas que aún atormentan los cerebros de los vivos de la presente época. Por ahora, seguiremos esperando silenciosamente.
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