(Sobre la autoabolición del proletariado como clave de la revolución entendida como comunización en esta época)
Endnotes # 1, octubre de 2008: materiales preliminares para un balance del siglo xx
El debate que hemos reproducido aquí entre Théorie Communiste (TC) y Troploin (Dauvé y Nesic) gira en torno a la cuestión fundamental de cómo teorizar la historia y la actualidad de la lucha de clases y de la revolución en la época capitalista. Como subrayamos en la introducción, ambas partes del debate surgieron del mismo medio político en Francia durante el período subsiguiente a los acontecimientos de 1968; ambos grupos comparten, hasta el día de hoy, una concepción del movimiento que suprime las relaciones sociales capitalistas como movimiento de comunización. Según esta visión común, la transición al comunismo no es algo que sucederá después de la revolución. Al contrario, la revolución como comunización es en sí misma la disolución de las relaciones sociales capitalistas a través de medidas comunistas adoptadas por el proletariado que, además de destruir el Estado, supongan la abolición de la forma empresa, la forma mercancía, el intercambio, el dinero, el trabajo asalariado y el valor. La comunización, pues, es la producción inmediata del comunismo: la autoabolición del proletariado a través de la abolición por parte de éste del capital y el Estado.
Lo que distingue claramente la posición de TC de la de Troploin es la forma en que ambos grupos conciben la producción, o la producción histórica, de este movimiento de comunización. Ninguno de los dos fundamenta la posibilidad de éxito de la revolución comunista en una decadencia «objetiva» del capitalismo [como arguye la Corriente "Comunista" Internacional-CCI]; ahora bien, la concepción de la historia de la lucha de clases que tiene Troploin, al igual que gran parte de la ultraizquierda en general, es la de un antagonismo fluctuante entre las clases, un flujo y reflujo de la lucha de clases de acuerdo con las contingencias de cada coyuntura histórica. En esta concepción más amplia, la lucha revolucionaria del proletariado parece sumergirse o se sumerge efectivamente en algunos momentos de la historia, sólo para volver a surgir en otros «picos» (por ejemplo 1848, 1871, 1917-1921, 1936, 1968-1969). Desde este punto de vista, en la actualidad estamos viviendo una recesión prolongada de la lucha de clases (al menos en los países capitalistas avanzados), y es cuestión de esperar a la próxima reaparición del movimiento comunista o a que el proletariado revolucionario lleve a término su labor subversiva: «¡Bien has hozado, viejo topo1!»
Así pues, para Troploin, el comunismo como comunización es una posibilidad siempre presente (aunque a veces sumergida), y aunque no exista garantía alguna de que se convierta en realidad, es un invariante de la época capitalista. Por el contrario, para TC la comunización es la forma específica que la revolución comunista debe adoptar en el ciclo de lucha actual. A diferencia de Troploin, pues, TC es capaz de basar de forma autorreflexiva su concepción de la comunización en la comprensión de la historia del capitalismo bajo la forma de ciclos de lucha.
CICLOS DE LUCHA Y FASES DE ACUMULACIÓN
TC historiza la relación contradictoria entre capital y proletariado sobre la base de una periodización de la subsunción del trabajo por el capital que distingue entre ciclos de lucha que corresponden a cambios cualitativos en la relación de explotación. Para TC esta historia está compuesta por tres periodos identificables en términos generales: (1) la subsunción formal, que terminó hacia 1900, (2) la primera fase de la subsunción real, que va desde 1900 hasta la década de 1970, y (3) la segunda fase de la subsunción real, que abarca desde 1970 hasta el presente.
Es importante destacar que para TC la subsunción del trabajo bajo el capital no es una mera cuestión de organización técnica del trabajo en el proceso de producción inmediato, en la que la subsunción formal va de la mano de la extracción de plusvalor absoluto (a través de la prolongación de la jornada de trabajo) y la subsunción real va unida a la extracción de plusvalor relativo (mediante el aumento de la productividad mediante la introducción de nuevas técnicas productivas que permitan a los trabajadores reproducir el valor de sus salarios en menos tiempo y producir así más plusvalor en una jornada de trabajo de una magnitud dada). En la concepción de TC, el carácter y magnitud o grado de subsunción del trabajo bajo el capital también están determinados, y quizás de modo fundamental, por la forma en que ambos polos de la relación capital-trabajo, es decir, capital y proletariado, se relacionan entre sí en tanto clases de la sociedad capitalista. Así, para TC, la clave de la historia del capital es el cambio en el modo de reproducción de las relaciones sociales capitalistas como totalidad en función de la evolución dialéctica de la relación entre las clases. Por supuesto, en sí misma esta evolución está intrínsecamente ligada a las exigencias de la extracción de plusvalor. En resumen, para TC la subsunción del trabajo por el capital media y está mediada por el carácter histórico concreto de la relación de clase a nivel de la sociedad en conjunto.
Hay algo problemático tanto en la forma en que TC utiliza el concepto de subsunción para periodizar el capitalismo, como en el hecho de que este uso oculta parcialmente uno de los aspectos más significativos de la evolución de la relación de clase, que por lo demás su teoría sitúa en primer plano. En sentido estricto, la subsunción formal y real del trabajo en el capital sólo conciernen al proceso inmediato de producción. ¿En qué sentido, por ejemplo, podemos decir que todo aquello que está más allá del proceso de trabajo está realmente subsumido por el capital en lugar de meramente dominado o transformado por él2? TC, sin embargo, intenta teorizar bajo la rúbrica de estas categorías de la subsunción el carácter de la relación de clase capitalista per se en vez de limitarlo al modo en que el proceso de trabajo se convierte en proceso de valorización del capital. Sin embargo, a través de su discutible empleo teórico de las categorías de subsunción, TC consigue proponer una nueva concepción de la evolución histórica de la relación de clase. Dentro de esta periodización, el grado de integración de los circuitos de reproducción del capital y de la fuerza de trabajo tiene una importancia decisiva. El fundamento de la periodización histórica de la relación de clase es el grado en que la reproducción de la fuerza de trabajo, y por tanto la del proletariado como clase, está integrada en el circuito de autopresuposición del capital3.
El «período de la subsunción formal» de TC se caracteriza por una relación externa y no mediada entre capital y proletariado: la reproducción de la clase obrera no está plenamente integrada en el ciclo de valorización del capital. Durante este período, el proletariado constituye un polo positivo de la relación, y es capaz de afirmar su autonomía frente al capital al mismo tiempo que el desarrollo capitalista lo refuerza. No obstante, el poder cada vez mayor de la clase en el seno de la sociedad capitalista y su afirmación autónoma se contradicen cada vez más. Con el aplastamiento de la autonomía de los trabajadores durante las revoluciones y contrarrevoluciones posteriores a la Primera Guerra Mundial, esta contradicción se resuelve en un empoderamiento de la clase que resulta no ser otra cosa que el propio desarrollo capitalista. Este cambio cualitativo en la relación de clase marca el final de la transición de la época de la subsunción formal a la primera etapa de la subsunción real. A partir de ese momento la reproducción de la fuerza de trabajo queda plenamente integrada, si bien de forma muy mediada, en la economía capitalista, y el proceso de producción se transforma de acuerdo con los requisitos de la valorización del capital. En esta fase de la subsunción la relación entre capital y proletariado se está volviendo interna, pero mediada por el Estado, la división de la economía mundial en áreas nacionales y las zonas de acumulación orientales u occidentales (cada uno con sus modelos respectivos de desarrollo «tercermundista»), la negociación colectiva en el marco del mercado nacional de trabajo y los pactos fordistas que vinculan los aumentos salariales a los incrementos de la productividad.
Durante la etapa de la subsunción formal y la primera fase de la subsunción real, la positividad del polo proletario de la relación de clase se expresa en lo que TC llama el «programatismo» del movimiento obrero, cuyas organizaciones, partidos y sindicatos (ya sean socialdemócratas o comunistas, anarquistas o sindicalista-revolucionarios) fueron representativas del poder cada vez mayor del proletariado y defendieron el programa de la emancipación del trabajo y la autoafirmación de la clase obrera. En este ciclo de lucha, el carácter de la relación de clase durante la fase del movimiento obrero programático determina la revolución comunista como autoafirmación de uno de los polos de la relación capital-trabajo. Como tal, la revolución comunista no pone fin a la propia relación, sino que simplemente altera sus términos, y por tanto lleva en su seno la contrarrevolución en forma de gestión obrera de la economía y continuación de la acumulación de capital. La gestión descentralizada de la producción a través de consejos de fábrica, por un lado, y la planificación central del Estado obrero por otro, son dos caras de una misma moneda, dos formas que expresan el mismo contenido: el poder de los trabajadores como revolución y como contrarrevolución.
Según TC este ciclo de lucha quedó cerrado por los movimientos de 1968-1973, que señalan la obsolescencia del programa de emancipación del trabajo y de autoafirmación del proletariado; la reestructuración capitalista en el período subsiguiente a estas luchas y la crisis de la relación entre el capital y el proletariado arrastra o vacía de contenido las instituciones del viejo movimiento obrero. Los conflictos de 1968-1973, por tanto, marcan el comienzo de un nuevo ciclo de acumulación y lucha, que TC califica como segunda fase de la subsunción real, y que se caracteriza por la reestructuración capitalista o contrarrevolución entre 1974 y 1995, que altera fundamentalmente el carácter de la relación entre capital y proletariado. Desaparecen a partir de entonces todas las restricciones a la acumulación —todos los obstáculos a la fluidez y la movilidad internacional del capital— representadas por la rigidez de los mercados de trabajo nacionales, el bienestar, la división de la economía mundial en bloques de la Guerra Fría y el desarrollo nacional protegido que estos permitieron en la «periferia» de la economía mundial.
La crisis del pacto social basado en el modelo productivo fordista y el Estado del bienestar keynesiano engendró la financiarización, el desmantelamiento y reubicación de la producción industrial, el desmantelamiento del poder obrero, la desregulación, el fin de la negociación colectiva, las privatizaciones, el desplazamiento hacia el trabajo temporal y flexibilizado y la proliferación de nuevas industrias de servicios. La reestructuración capitalista mundial —la formación de un mercado laboral cada vez más global y unificado, la puesta en práctica de las políticas neoliberales, la liberalización de los mercados y la presión internacional a la baja sobre los salarios y las condiciones de trabajo— supuso una contrarrevolución cuyo resultado es que ahora capital y proletariado se enfrentan directamente entre sí a escala global. Los circuitos de reproducción del capital y de la fuerza de trabajo —circuitos a través de los cuales se reproduce la propia relación de clase— están ahora plenamente integrados: estos circuitos están relacionados internamente de forma inmediata. La contradicción entre el capital y el proletariado se ha desplazado ahora completamente al nivel de su reproducción como clases; a partir de este momento, lo que está en juego es la reproducción de la propia relación de clase.
Con la reestructuración del capital (que es la disolución de todas las mediaciones de la relación de clase) surge para el proletariado la imposibilidad de relacionarse de forma positiva consigo mismo frente al capital: la imposibilidad de la autonomía proletaria. De ser un polo positivo de la relación como interlocutor o antagonista de la clase capitalista, el proletariado se transforma en polo negativo. Su mismo ser en tanto proletariado, cuya reproducción está totalmente integrada en el circuito del capital, se vuelve exterior a sí mismo. Lo que define el ciclo de lucha actual, frente al anterior, es el carácter de la relación del proletariado consigo mismo, que ahora es de forma inmediata su relación con el capital. Como dice TC, en el ciclo actual la propia pertenencia de clase del proletariado se objetiva contra él como restricción exterior, como capital4.
Esta transformación fundamental del carácter de la relación de clase, que produce esta inversión de la relación del proletariado consigo mismo como polo de la relación de explotación, altera el carácter de la lucha de clases, y lleva al proletariado a poner en entredicho su propia existencia como clase del modo de producción capitalista. De ahí que para TC la revolución como comunización sea una producción histórica específica: es el horizonte de este ciclo de lucha5.
UNA SUPERACIÓN PRODUCIDA
Para TC, la relación entre capital y proletariado no es una relación entre dos sujetos distintos, sino una relación de implicación recíproca en la que ambos polos de la relación se constituyen en momentos de una totalidad autodiferenciada. Es esta misma totalidad, esta contradicción en movimiento, la que produce su propia superación mediante la acción revolucionaria del proletariado en contra su propio ser de clase, en contra del capital. Esta concepción inmanente y dialéctica de la evolución histórica de la relación de clase capitalista supera los dualismos emparentados de objetivismo/subjetivismo y espontaneísmo/voluntarismo que caracterizaron a la mayor parte de la teoría marxista del siglo xx y hasta la fecha. El dinamismo y el carácter cambiante de esta relación se captan así como proceso unificado y no simplemente en términos de oleadas de ofensiva proletaria y contraofensiva capitalista.
Según TC, son las transformaciones cualitativas en la relación de clase capitalista las que determinan el horizonte revolucionario del ciclo de lucha actual como comunización. Para nosotros, también es cierto a un nivel más general de abstracción que la relación contradictoria entre capital y proletariado siempre ha apuntado más allá de ella misma, en la medida en que —desde sus orígenes mismos— ha producido su propia superación como horizonte inmanente a las luchas reales. Este horizonte, sin embargo, es inseparable de las formas reales e históricas que adopta la contradicción en movimiento. Por tanto, solo podemos hablar transhistóricamente (es decir, a lo largo de la historia del modo de producción capitalista) de comunismo en este sentido limitado. Tal como lo vemos nosotros, el movimiento comunista, entendido no como una particularización de la totalidad —ni como movimiento de los comunistas ni de la clase— sino más bien como la totalidad misma, es a la vez transhistórico y variable de acuerdo con las configuraciones históricamente específicas de la relación de clase capitalista. Lo que determina el movimiento comunista —la revolución comunista— a adoptar la forma específica de la comunización en el ciclo actual es la dialéctica misma de la integración de los circuitos de reproducción del capital y de la fuerza de trabajo6. Es esto lo que produce la negatividad radical de la auto-relación del proletariado con respecto al capital. En este período, al desprenderse de sus «cadenas radicales» el proletariado no generaliza su condición a toda la sociedad, sino que disuelve inmediatamente su propio ser mediante la abolición de las relaciones sociales capitalistas.
Traducido por: Federico Corriente
----------
Notas:
1. Marx, The Eighteenth Brumaire de Louis Bonaparte (MECW 11), p. 105. [ed. cast.: El dieciocho brumario de Luis Bonaparte, trad. Elisa Chuliá Rodrigo, Madrid, Alianza, 2012]
2. Examinaremos más a fondo estas cuestiones en el siguiente número de Endnotes.
3. Por «autopresuposición del capital» TC se refiere al sentido en que el capital se establece como condición y como resultado de su propio proceso. Esto se expresa en el uso que TC (siguiendo la edición francesa de El capital) del término double moulinet, lo que significa dos ciclos que hacen intersección entre sí.
4. TC expresa esta negatividad fundamental en relación del proletariado consigo mismo con respecto al capital mediante el uso del término écart, que puede traducirse como «divergencia», «viraje» o «brecha». Según TC, este concepto expresa la idea de que la acción del proletariado como clase es el límite de este ciclo de lucha, pues sus luchas no tienen otro horizonte que su propia reproducción como clase, y al mismo tiempo es incapaz de afirmar esta reproducción como tal.
5. Para un debate sobre esta problemática en relación con luchas concretas, véase el texto de TC Self-organisation is the first act of the revolution; it then becomes an obstacle which the revolution has to overcome [«La autoorganización es el primer acto de la revolución; después se convierte en un obstáculo que la revolución tiene que superar»].
6. Examinaremos más a fondo estas cuestiones en el siguiente número de Endnotes.