Sam Moss
Este artículo fue publicado por primera vez en la década de 1930 en Correspondencia Consejista Internacional. Traducido del inglés por Ricardo Fuego en diciembre de 2005. La versión original fue tomada de la página Collective Action Notes (http://www.geocities.com/CapitolHill/Lobby/2379/index.html)
I
La diferencia entre las organizaciones radicales y las amplias masas 
          aparece como una diferencia de objetivos. La primera aparentemente busca 
          acabar con el capitalismo; las masas sólo buscan mantener sus 
          niveles de vida dentro del capitalismo. Los grupos revolucionarios hacen 
          campaña a favor de la abolición de la propiedad privada; 
          las personas, lo que se llama las masas, poseen una pequeña porción 
          de propiedad privada, o esperan poseerla algún día. Los 
          que tienen mentalidad comunista luchan por la erradicación del 
          sistema de ganancia; las masas, con mentalidad capitalista, hablan del 
          derecho de los jefes a una "ganancia justa". Mientras una 
          mayoría relativamente grande de los obreros estadounidenses mantenga 
          las condiciones de vida a las que están acostumbrados, y dispongan 
          de ocio para disfrutar de sus principales placeres, como el béisbol 
          y las películas, generalmente están bien contentos, y 
          están agradecidos con el sistema que hace estas cosas posibles. 
          El radical, que se opone a este sistema y que por lo tanto pone en peligro 
          su posición dentro de él, es mucho más peligroso 
          para ellos que los jefes que les pagan, y no vacilan en hacer un mártir 
          de él. Mientras el sistema satisfaga sus necesidades básicas 
          en la manera acostumbrada, están bien satisfechos con él 
          y todos los males que ven en la sociedad, lo atribuyen a "jefes 
          injustos", "malos administradores" o otros individuos.
        
Los pequeños grupos radicales - "intelectuales" que 
          se han "elevado al nivel de comprender a los movimientos históricos 
          como un todo", y quienes siguen la pista de los males sociales 
          hacia el sistema en vez de hacia los individuos - ven más allá 
          de los objetivos de los obreros, y se dan cuenta de que las necesidades 
          básicas de la clase obrera no pueden ser satisfechas por más 
          de un período temporal bajo el capitalismo, y que cada concesión 
          que el Capital cede ante el Trabajo sólo sirve para posponer 
          la lucha a muerte entre estos adversarios. Por lo tanto - al menos en 
          teoría - los grupos radicales luchan continuamente por convertir 
          la pelea por demandas inmediatas en una pelea contra el sistema. Pero 
          al lado de las realidades de pan y mantequilla que el capitalismo todavía 
          puede ofrecer a una mayoría de los obreros, los radicales solamente 
          pueden presentar esperanzas e ideas, y los obreros abandonan su pelea 
          en el momento en que sus demandas son atendidas. 
La razón para la aparente diferencia de objetivos entre los 
          grupos revolucionarios y la clase obrera es fácil de comprender. 
          La clase obrera, preocupada solamente por las necesidades del momento 
          y en general contenta con su status social, refleja el nivel de la cultura 
          capitalista - una cultura que es "para la enorme mayoría 
          un simple entrenamiento para actuar como una máquina". Los 
          revolucionarios, sin embargo, son por así decirlo desviaciones 
          de la clase obrera; son los subproductos del capitalismo; representan 
          casos aislados de obreros que, debido a las circunstancias únicas 
          en sus vidas individuales, se han bifurcado del curso acostumbrado de 
          desarrollo en el sentido que, aunque provenientes de los esclavos asalariados, 
          han adquirido un interés intelectual, que se ha servido de las 
          posibilidades educativas existentes. Aunque de éstos, muchos 
          hayan conseguido ascender a la pequeñaburguesía, los otros, 
          cuyas carreras en esta dirección fueron bloqueadas por las circunstancias 
          han permanecido dentro de la clase obrera como obreros intelectuales. 
          Insatisfechos con su status social como apéndices a máquinas, 
          ellos, incapaces de ascender dentro del sistema, se vuelven contra él. 
          Muy frecuentemente desprovistos de asociación entre sus compañeros 
          de trabajo, que no comparten sus puntos de vista radicales, se unen 
          con otros obreros intelectuales rebeldes y con otros profesionales fallidos 
          de otros estratos de la sociedad, en organizaciones para cambiar la 
          sociedad. Si, en su pelea por liberar a las masas de la esclavitud asalariada, 
          parecen estar actuando desde el más noble de los motivos, indudablemente 
          no se tarda mucho en ver que cuando uno sufre por otro solamente ha 
          identificado la pena de ese otro con la suya propia. Pero apenas tienen 
          la oportunidad de ascender dentro de la sociedad existente, con excepciones 
          infrecuentes, no vacilan en abandonar sus objetivos revolucionarios. 
          Y cuando lo hacen, ofrecen una lógica sincera y sana para su 
          apostasía ya que, "¿Acaso se requiere de una honda 
          intuición para comprender que las ideas de un hombre cambian 
          junto con cada cambio en su existencia material?". Colaterales 
          (Sports) en el desarrollo del capitalismo, las organizaciones revolucionarias, 
          pequeñas e ineficaces, zumbando por los flancos de las amplias 
          masas, no han hecho nada por afectar el curso de la historia tanto para 
          bien o para mal. Sus períodos ocasionales de actividad solamente 
          pueden ser explicados por su temporal o permanente renuncia a sus objetivos 
          revolucionarios para unirse a las demandas inmediatas de los obreros, 
          ya que entonces no era su propio papel revolucionario el que interpretaban, 
          sino el papel conservador de la clase obrera. Cuando los obreros consiguieron 
          sus objetivos, los grupos radicales cayeron otra vez en la impotencia. 
          Su papel siempre fue suplementario, nunca decisivo.
II
Es la convicción del autor que los días del partido revolucionario están acabados; los grupos revolucionarios bajo las condiciones actuales son tolerados, o más bien ignorados, solamente mientras son impotentes; esa nada es tan sintomática de su impotencia como el hecho de que se les permita existir. A menudo hemos afirmado que la clase obrera -que perdurará mientras dure el capitalismo y que no puede ser extinguida bajo este sistema- puede dar una pelea exitosa contra el capitalismo por sí misma y que la iniciativa no puede ser tomada de sus manos. Podemos añadir aquí después de todo que el conservadurismo actual de la clase obrera solamente refleja la fuerza todavía enorme del capitalismo, y que este poder material no puede ser destruido por la propaganda sino por un poder material más grande que el del capital. 
Sin embargo de vez en cuando los miembros de nuestro propio grupo traen 
          a colación el tema de la inactividad del grupo. Declaran que, 
          aislados como estamos de la lucha de clases como es emprendida hoy, 
          somos esencialmente simples grupos de estudio que estarán completamente 
          apartados de los eventos cuando sobrevengan los levantamientos sociales. 
          Afirman que debido a que la lucha de clases es omnipresente en el capitalismo 
          nos corresponde como organización revolucionaria profundizar 
          la guerra de clases. Pero no sugieren ningún curso específico 
          de acción. El hecho de que todas las otras organizaciones radicales 
          en el campo, aunque luchen por superar su aislamiento son no obstante 
          sectas marxistas insignificantes como nosotros, no convence a nuestros 
          críticos de la inutilidad de toda acción que los grupos 
          pequeños pueden tomar. 
        
La afirmación muy general de que la guerra de clases está 
          siempre presente y que debemos profundizarla, es hecha antes que nada 
          asumiendo que la lucha de clases es una lucha revolucionaria, pero el 
          hecho es que los obreros como masa son conservadores. Se asume que la 
          guerra de clases apunta directamente al debilitamiento del capitalismo, 
          pero el hecho es que, aunque sirve a este propósito final, apunta 
          directamente a la posición de los obreros dentro de la sociedad. 
          Además, la verdadera lucha de clases no se lleva a cabo a través 
          de organizaciones revolucionarias. Se lleva a cabo en las fábricas 
          y a través de los sindicatos. 
Hoy en Estados Unidos se está llevando a cabo por tales organizaciones 
          como la A.F.L. y la C.I.O.*, y aunque aquí y allá al otro 
          lado del continente surgen huelgas esporádicas que son proscriptas 
          por todas las organizaciones conservadoras existentes y que indican 
          la forma que la guerra de clases puede tomar cuando todas estas organizaciones 
          sean completamente mutiladas por el Estado, estos movimientos de los 
          obreros son infrecuentes y aislados hoy en día. Es cierto, el 
          liderazgo de tanto la C.I.O. como la A.F.L. es conservador, pero así 
          también lo son los miembros de ambos sindicatos. Para conservar 
          sus miembros y atraer a más obreros, los sindicatos deben arrebatar 
          concesiones de la clase capitalista para sí; los obreros permanecen 
          en los sindicatos sólo porque obtienen tales concesiones a través 
          de ellos; y hasta el punto en que obtienen tales concesiones para los 
          obreros, los sindicatos están llevando a cabo la lucha de clases. 
          Si, por lo tanto, vamos a lanzarnos a la lucha de clases, debemos ir 
          adonde la lucha tenga lugar. Debemos concentrarnos o en las fábricas 
          o en los sindicatos o en ambos. Si lo hacemos, debemos abandonar, por 
          lo menos en demasiada proporción, nuestros principios revolucionarios, 
          porque si les damos expresión, seremos rápidamente dados 
          de baja del trabajo y expulsados del sindicato, y, en una palabra, aislados 
          de la lucha de clases y devueltos precipitadamente a nuestro previo 
          estado impotente. Ser activo en la lucha de clases significa, entonces, 
          ser tan conservador como la mayor parte de los obreros. En otras palabras, 
          tan pronto como entramos en la lucha de clases no podemos aportar nada 
          especial hacia ella. La única alternativa a este curso es continuar 
          como lo que somos, aferrándonos impotentemente a nuestros principios. 
          Sin importar qué curso persigamos, es obvio que no podemos afectar 
          el curso de los eventos. Nuestra impotencia ilustra lo que deber ser 
          obvio para todos: Que la historia es hecha solamente por las amplias 
          masas. 
Los Grupos de Comunistas de Consejos se distinguen de todos los otros 
          grupos revolucionarios en que no se consideran a sí mismos la 
          vanguardia de los obreros, ni los líderes de los obreros, sino 
          como parte del movimiento de los obreros. Pero esta diferencia entre 
          nuestra organización y las otras es solamente una diferencia 
          ideológica, y no refleja ninguna diferencia material correspondiente. 
          En la práctica somos en realidad como todos los otros grupos. 
          De la misma manera que ellos, funcionamos fuera de las esferas de la 
          producción, donde la lucha de clases se lleva a cabo; de la misma 
          manera que ellos, estamos aislados de la masa de los obreros. Solamente 
          diferimos en la ideología con todos los otros grupos, pero al 
          fin de cuentas es solamente en la ideología sobre lo que todos 
          los otros grupos difieren. Prácticamente no hay ninguna diferencia 
          entre todos los grupos. Y si siguiéramos la sugerencia de nuestros 
          críticos y "profundizáramos la lucha de clases", 
          nuestra carácter "leninista" se haría muy evidente. 
          Supongamos, por ejemplo, que es posible para nosotros como un grupo 
          independiente organizar a los obreros de alguna área industrial. 
          El hecho que no se han movido por su cuenta sin nuestra ayuda quiere 
          decir que son dependientes de nosotros para su iniciativa. Proporcionándoles 
          la iniciativa, se la estamos quitando de sus manos. Si ellos descubren 
          que somos capaces de darles el impulso inicial, dependerán de 
          nosotros para los impulsos siguientes, y pronto nos encontraremos guiándolos 
          paso a paso. Por lo tanto, aquellos que son partidarios de que "intensifiquemos" 
          la guerra de clases no sólo están ignorando las condiciones 
          objetivas que hacen tal acto cuestionable, sino que están advocando 
          por nuestro liderazgo sobre las masas. Por supuesto, pueden argumentar 
          que, dándonos cuenta de los males de tal curso, podemos advertir 
          contra ellos. Pero este argumento se encuentra otra vez en un nivel 
          ideológico. Prácticamente, seremos obligados a adaptarnos 
          a las circunstancias. Por lo tanto, se hace obvio que por tal práctica 
          funcionaríamos de la misma manera que un grupo leninista, y solamente 
          podríamos producir como máximo los resultados del leninismo. 
          Sin embargo, la impotencia de los grupos leninistas existentes indica 
          incluso la improbabilidad del éxito de tal curso, y señala 
          una vez más la obsolescencia de grupos revolucionarios pequeños 
          con respecto a las necesidades proletarias reales, una condición 
          que quizás pronostique el día cercano cuando será 
          objetivamente imposible para cualquier grupo pequeño asumir el 
          liderazgo de las masas solamente para ser forzado al final a explotarlas 
          para sus propias necesidades. La clase obrera por sí sola puede 
          dar la lucha revolucionaria de la misma manera que hoy lo está 
          haciendo con la lucha de clases no revolucionaria, y la razón 
          por la que los obreros rebeldes con conciencia de clase se juntan en 
          grupos afuera de las esferas de la verdadera lucha de clases es solamente 
          que aún no hay movimiento revolucionario dentro de ellas. Su 
          existencia como grupos pequeños, por lo tanto, refleja, no una 
          situación favorable a la revolución, sino más bien 
          una situación no revolucionaria. Cuando la revolución 
          realmente venga, sus números serán ocultados dentro de 
          ella, no como organizaciones funcionando, sino como obreros individuales. 
        
Pero aunque las condiciones objetivas no permitan ninguna diferencia 
          práctica entre nosotros y las otras organizaciones revolucionarias, 
          podemos al menos mantener nuestras diferencias ideológicas. Por 
          lo tanto, mientras todos los grupos ven la revolución en las 
          situaciones más imposibles y creen que todo lo que falta para 
          la revolución es un grupo con la "línea marxista 
          correcta"; mientras, en una palabra, exageran la importancia de 
          las ideas, e incidentalmente de sí mismos como portadores de 
          esas ideas - una actitud que refleja sus proclividades carreristas - 
          nosotros deseamos ver la verdad de cada situación. Vemos que 
          la lucha de clases todavía es hoy conservadora; que la sociedad 
          no sólo es caracterizada por esta lucha en particular sino por 
          una multiplicidad de luchas, que varía con la multiplicidad de 
          los estratos dentro del sistema, y que hasta ahora ha influenciado la 
          contienda entre el Capital y el Trabajo en pro del primero.
Pero debido a que no vemos simplemente la situación inmediata 
          sino también sus tendencias internas, nos damos cuenta de que 
          las dificultades del capitalismo aumentan progresivamente y que los 
          medios para satisfacer incluso los deseos inmediatos de la clase obrera 
          disminuyen continuamente. Reconocemos eso como un fenómeno concomitante 
          de la no rentabilidad creciente del capitalismo, es la nivelación 
          progresiva de las divisiones dentro de las dos clases, cuando los capitalistas 
          expropian a capitalistas en la clase alta, y, en la clase baja, cuando 
          los medios de subsistencia, cuanto más extendidos mejor, son 
          repartidos más y más uniformemente entre las masas, por 
          el bien de evitar la catástrofe social que sobrevendría 
          de la incapacidad de satisfacerlas. Mientras estos desarrollos están 
          teniendo lugar, los objetivos divididos de la clase alta están 
          convergiendo hacia un objetivo; la preservación del sistema capitalista 
          de explotación; y los objetivos divididos de los obreros están, 
          a pesar de la creciente confusión ideológica, convergiendo 
          hacia un objetivo: un cambio fundamental de las actuales formas socioeconómicas 
          de vida. Sólo en ese momento dejaremos de ser sólo otro 
          estrato de la clase obrera, o más bien un retoño, y nos 
          fundiremos realmente con la totalidad de la clase obrera, cuando nuestros 
          objetivos se unan con los suyos y nos perdamos a nosotros mismos en 
          la lucha revolucionaria. 
Pero puede plantearse esta pregunta: ¿porqué, entonces, 
          dándose cuenta de la inutilidad del acto, ustedes se juntan en 
          grupos? La respuesta es sencillamente que el acto sirve a una necesidad 
          personal. Es inevitable que hombres que comparten un sentimiento común 
          de rebelión contra una sociedad que vive de acuerdo con la explotación 
          y la guerra busquen a otros como ellos en la sociedad, y a cualquier 
          arma que caiga a su comando. Incapaces de rebelarse contra el sistema 
          con el resto de la población, se opondrán a él 
          solos. El hecho de que participen en tal acción sin importar 
          lo fútil que pueda parecer establece la base para predecir que 
          cuando las grandes masas, reaccionando a los apremios de la situación 
          objetivamente revolucionaria, se sientan similarmente afectadas, también 
          se agruparán movilizadas por la misma urgencia y ellas también 
          usarán cualquier arma que tengan a su disposición. Cuando 
          lo hagan, no se levantarán por factores ideológicos, sino 
          por necesidad, y sus ideologías solamente reflejarán entonces 
          las necesidades, de la misma manera en que sus actuales ideologías 
          burguesas reflejan la necesidad hoy. 
La visión de la ineficacia revolucionaria de los grupos pequeños 
          es tenida en cuenta como una visión pesimista por todas las organizaciones 
          revolucionarias. ¿Y qué si esta visión demuestra 
          la inevitabilidad de la revolución? ¿Y qué si señala 
          el final objetivo de un liderazgo preestablecido de las masas, y el 
          final eventual de toda explotación? Los grupos radicales no están 
          contentos con esta imagen. No obtienen ningún placer del prospecto 
          de un futuro donde ellos no tienen no más trascendencia que los 
          seres humanos que les rodean, y condenan a tal visión del futuro 
          como una filosofía del derrotismo. Pero en realidad solamente 
          hemos hablado de la inutilidad de los pequeños grupos radicales; 
          hemos sido bastante optimistas respecto al futuro de los obreros. Pero 
          para todas las organizaciones radicales, si sus grupos están 
          derrotados, y si sus grupos están moribundos, entonces todo está 
          moribundo. En tales pronunciamentos por lo tanto revelan la verdadera 
          motivación para su rebelión y el verdadero carácter 
          de sus organizaciones. Nosotros, sin embargo, no deberíamos encontrar 
          ninguna causa para la desesperación en la impotencia de estos 
          grupos. Más bien deberíamos contemplar en ella la razón 
          para el optimismo respecto al futuro de los obreros. Porque en esta 
          misma atrofia de todos los grupos que dirigirían a las masas 
          fuera del capitalismo hacia otra sociedad estamos viendo por primera 
          vez en la historia el final objetivo de todo liderazgo político 
          y de la división de la sociedad en categorías económicas 
          y políticas.
___________________________________________________________________
* NOTA: A falta de otro blog, las publicaciones posteriores a mayo de 2016 en este blog ya NO son de PR, grupo autodisuelto o que ya no existe, sino solamente de uno de sus ex-integrantes. (Ex-PR, septiembre 2017)
___________________________________________________________________
* NOTA: A falta de otro blog, las publicaciones posteriores a mayo de 2016 en este blog ya NO son de PR, grupo autodisuelto o que ya no existe, sino solamente de uno de sus ex-integrantes. (Ex-PR, septiembre 2017)
 
