Advertencia al lector
Las lecturas ideológicas, moralistas y emocionales de las luchas de clases no les hacen ningún favor a las mismas. Sólo contribuyen a su mistificación y, por tanto, a confundir en lugar de clarificar a los proletarios que protestan y se organizan como pueden contra los efectos del capitalismo y/o que buscan alternativas realmente revolucionarias. Por ejemplo, repetir retóricamente “la dignidad y el heroísmo del pueblo” contra “la maldad e ineptitud de la oligarquía corrupta y vendepatria” para luego terminar quejándose amargamente de “los dirigentes cobardes y traidores” o proclamar “el paro no para y la solidaridad de clase tampoco” desde el activismo clasemediero y caritativo apenas unos días antes de que se acabe el Paro, tal como lo han hecho las organizaciones de izquierda de este país ―desde el maoísmo más rancio hasta el transfeminismo más posmoderno― sobre el Paro Nacional.
Al contrario, para el proletariado en lucha y harto de serlo es necesario hacer el análisis concreto de las luchas concretas bajo la concepción materialista de la historia con base en la crítica de la economía política y con el objetivo, no sólo de autoclarificarse, sino de elaborar y ensayar una nueva táctica y estrategia revolucionarias en la época actual. Analizar bien la realidad para luchar mejor por transformarla.
Lo cual no excluye, sino que incluye, la imaginación y creatividad revolucionarias, único antídoto contra el veneno contemporáneo llamado «realismo capitalista» (Fisher). Según el cual, «es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo». Y dentro del cual, se encuentra el realismo reformista que, como su nombre mismo lo indica, lucha sólo por reformas del capitalismo y el Estado disfrazándolas de “revolución”, y que, en cambio, critica a las posiciones genuinamente revolucionarias del proletariado de “utópicas”, “infantiles”, “locas” cuando no de “extremistas” y hasta “fascistas”. Increíble y absurdo, pero cierto.
Desde la perspectiva comunista, entonces, nuestro balance crítico del Paro Nacional de septiembre-octubre de 2025 en Ecuador sigue precisamente ese otro camino: el camino de la revolución. Camino que, dado el actual contexto contrarrevolucionario, va a contracorriente; es decir, en contra del orden capitalista, sus defensores y sus falsos críticos por igual.
¿Revuelta o protesta reivindicativa y débil?
En nuestra volante Preguntas para el Paro Nacional del 2025 en Ecuador (octubre de 2025), nos cuestionábamos si es que éste en realidad era una revuelta ó una serie de protestas legítimas pero débiles frente a un gobierno nefasto pero fuerte que sí aprendió y puso en práctica las lecciones de las revueltas de octubre de 2019 y de junio del 2022. Ahora que se acabó el Paro, ya no tenemos dudas en responder que fue lo segundo.
Sí, y que quede claro: a diferencia de Nepal, Indonesia, Marruecos, Madagascar e incluso Perú durante los últimos dos meses de este año de revuelta mundial, lo ocurrido aquí en Ecuador durante 31 días no fue una insurrección ni estuvo protagonizado por el proletariado juvenil (mal llamado “generación Z”). Fue un paro o protesta reivindicativa dentro de la esfera de la reproducción (la inflación o el alto costo de la vida) y no de la producción (qué y cómo se produce los medios de vida), a su vez, dentro de un período histórico-mundial contrarrevolucionario, con todo lo que esto implica internacional y localmente.
Una revuelta que “nació muerta”
Una de las “leyes de hierro” del capitalismo, la ley del desarrollo desigual, se impuso no sólo entre Ecuador y la revuelta mundial en este año, sino dentro del mismo Ecuador. De hecho, el Paro Nacional de septiembre-octubre de 2025 fue un “paro nacional descentralizado” con epicentro sólo en Imbabura, esto es, sólo en 1 de las 24 provincias del Ecuador. Por eso, y debido a su debilidad y dispersión en comparación con las revueltas de junio de 2022 y octubre de 2019, fue una revuelta que “nació muerta”. Si bien duró más días, fue más débil y dispersa. ¿Ironía de la historia? No. Ley del desarrollo desigual.
Lo que pasa es que la contrarrevolución en Ecuador es muy fuerte todavía, tanto porque la mayoría de proletarios de este país nos la pasamos trabajando o buscando trabajo para sobrevivir en lugar de luchar de manera organizada y radical contra el trabajo/capital y el Estado, como porque la mafia estatal de Noboa ―en hipócrita complot con mafias paraestatales― gobierna a punta de terror económico, militar, mediático y psicológico. Esclavitud asalariada (precaria) y despotismo estatal: pilares de la contrarrevolución capitalista.
Además, a diferencia de los organizadores y activistas del Paro, el gobierno de Noboa sí aprendió las lecciones de las revueltas anteriores y, con estrategia y tácticas de toda índole, las puso en práctica precisamente para prevenir una nueva revuelta propiamente dicha que pueda escalar a algo mayor y ponga a temblar a la clase dominante. Contrarrevolución preventiva en acción.
El círculo vicioso se repite: protesta–represión–negociación
Si el Paro se acabó no sólo fue por el terrorismo de Estado que desató el gobierno de Noboa ―el cual es condenable y sólo se merece la violencia revolucionaria y la solidaridad de clase como respuestas―, sino porque otra vez la CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador) y esta vez la FICI (Federación Indígena y Campesina de Imbabura), no conformes con luchar sólo por migajas del Estado ―ya ni siquiera para que baje el precio del diésel, sino para que detenga la represión―, decidieron ir por la vía del “diálogo” con los explotadores y asesinos del “pueblo” en el marco de la “sacrosanta” democracia.
Repitiendo así el círculo vicioso protesta–represión–negociación de octubre de 2019 y junio de 2022 y, para colmo, enfocándose en la campaña por el “no” en la consulta popular convocada por el mismo gobierno de Noboa para mediados de noviembre, cuyo objetivo es cambiar la constitución de la república o el conjunto de leyes “máximas” de este país; es decir, legitimar y fortalecer al mismo Estado democrático-burgués que reprimió y derrotó brutalmente al Paro. Así, en lugar de estar temblando de miedo, hoy la clase dominante de este país se está riendo a carcajadas desde su trono.
Marx dice que «todos los grandes hechos y personajes de la historia universal se producen, como si dijéramos, dos veces […] una vez como tragedia y otra vez como farsa». Pues bien, el círculo vicioso protesta–represión–negociación 2019–2022–2025 en Ecuador termina siendo, en conjunto, las dos cosas a la vez: tragedia y farsa.
La revuelta de octubre de 2019 en Chile como referencia: un contrapoder que terminó en suicidio electoral
Repudiable degeneración de la revuelta o, en su defecto, del paro, que no es exclusiva de Ecuador: la revuelta de octubre del 2019 en Chile, que se prolongó por más de 3 meses y logró constituir un contrapoder frente al Estado burgués o, si se prefiere, un «doble poder» con características pre-revolucionarias como fueron las Asambleas Territoriales, se autoboicoteó… es más, se suicidó de manera electoralista y legalista al soltar las calles y terminar en las urnas votando por el progresista Boric y el “sí” en el plebiscito para la nueva constituyente en ese país. Más claro: entregándole en bandeja de plata su propio poder comunal y antiestatal al Estado democrático-burgués.
Del «doble poder» pre-revolucionario a la restauración contrarrevolucionaria por la vía del progresismo
¿Resultados? Hoy en día, el gobierno progresista de Boric, con una nueva constitución democrática en la mano, ha profundizado la reestructuración capitalista en contra de la clase trabajadora (más precarización laboral) y la naturaleza (más extractivismo), así como también la criminalización y represión de los sectores proletarios más radicales de esa región (anarquistas revolucionarios y mapuches). Como consecuencia de ello, en Chile todavía está lejos una nueva revuelta, no se diga una revolución. “Gracias” al electoralismo y legalismo de izquierda que contó con la aprobación de la propia revuelta iniciada en octubre del 2019 (algunos “marxistas” y “anarquistas” incluidos), en cuestión de meses se pasó de una situación pre-revolucionaria a una situación contrarrevolucionaria.
Semejanzas y diferencias entre Chile 2019 y Ecuador 2025: luchas proletarias en tiempos contrarrevolucionarios
Tales son las semejanzas entre Chile 2019 y Ecuador 2025. Ahora bien, sus diferencias son evidentes y hasta obvias: la de Chile sí fue una revuelta con todas las letras y Boric es de izquierda; mientras que la de Ecuador no fue una revuelta propiamente dicha, sino que “nació muerta” como tal o, en su defecto, fue un conjunto de protestas prolongadas pero débiles, y Noboa es de derecha. Pero, estas no dejan de ser diferencias de forma y no de fondo, ya que todos los gobiernos ya sea de izquierda o de derecha lo único que hacen es alternarse en la forma de gestión del Estado y la economía capitalistas; y, sobre todo, ya que ambas son luchas de clases, no sólo dentro de un mismo continente geográfico, sino dentro de un mismo período o contexto histórico de carácter contrarrevolucionario, el cual es simple y llanamente determinante.
En suma, entre Chile 2019 y Ecuador 2025 son más las semejanzas que las diferencias: ambas son luchas proletarias en tiempos contrarrevolucionarios, donde la socialdemocracia juega un papel importante.
El gobierno democrático de Noboa o la dictadura del capital sin máscara ni anestesia
Dentro de ese mismo cuadro comparativo, no faltan algunos izquierdistas ecuatorianos que ya han comparado a Noboa con Pinochet y que por eso mismo dicen que hay que votar “todo no” en su consulta popular para cambiar de constitución.
Vamos a ver. Así como van las cosas en este país, no es descartable la posibilidad de que, mediante una serie de “jugadas” políticas y legales en el marco democrático, Noboa se proclame oficialmente dictador de esta hacienda narcobananera 2.0 del capitalismo mundial llamada Ecuador. Decimos oficialmente, porque aquí todo el mundo sabe que Noboa maneja el país como si fuese su hacienda bananera, mejor dicho, tal cual su familia ha manejado siempre sus haciendas bananeras y todas sus demás empresas (más de 150): de manera dictatorial o tiránica. El terrorismo policial-militar (3 asesinados y 296 heridos) y económico (subir el precio del diésel y la canasta básica y autoeliminarse la deuda tributaria de $98 millones) que aplicó durante el Paro Nacional demostró con más descaro y crudeza su dictadura de clase.
Y, sobre todo, porque la democracia ya es la dictadura social normalizada y legitimada del Capital sobre el proletariado en el día a día de tener que trabajar para pagar y pagar para vivir, en la “libertad” de ser explotado o morirte de hambre y, si osas protestar, ser reprimido, desaparecido o asesinado por los sicarios de los ricos y poderosos. De hecho, eso es lo que siempre les ha pasado a los trabajadores de sus haciendas bananeras en manos de sus matones a sueldo cuando se han organizado y protestado contra sus pésimas condiciones de trabajo y de vida. No importa que haya leyes y abogados que protejan a estos trabajadores. Los patrones de hacienda hacen y deshacen lo que les da la gana. Porque su dictadura de clase no es una cuestión “de derecho”, sino de hecho.
Lo que pasa es que Noboa es la personificación de la fracción capitalista económica e históricamente más poderosa del Ecuador: la burguesía agroexportadora. Después de muchos años de perseguirlo, esta fracción dominante de la clase dominante hoy de nuevo ocupa y gestiona directamente el Estado gracias a las elecciones democráticas (como el gobierno de Luis Tamayo hace 100 años), y “por debajo de la mesa” cogobierna con la lumpenburguesía (carteles del narcotráfico).
Por lo tanto, una de las principales verdades históricas “en negativo” que confirma este Paro Nacional es que ―vale subrayarlo― la democracia es la dictadura de la burguesía sobre el proletariado, y que el Estado es el monopolio de la violencia de ella sobre aquél.
Por eso es que el Estado democrático-burgués ecuatoriano fue brutalmente violento contra los trabajadores del campo y la ciudad que protestaron, especialmente en Imbabura y en San Miguel del Común (Pichincha). Por eso es que democracia y terrorismo de Estado no son contrarios, sino complementarios.
Ya yendo más allá del Paro y de la consulta popular, hay que tener claro que todo lo que ha hecho y está haciendo el gobierno del Grupo Noboa para perpetuarse en el poder político durante los próximos años es parte de su proyecto histórico de acumulación de capital y de poder a costa de la explotación y la opresión de la clase trabajadora de la región ecuatoriana. Al mismo tiempo, es lo que económica y políticamente exige la gestión de la crisis catastrófica del capitalismo en este y en todos los países del mundo.
Izquierda y derecha: administradoras alternas del orden democrático-burgués
De la misma manera, izquierda y derecha no son contrarias sino complementarias en la alternancia de la administración del Estado democrático-burgués; es decir, en la administración de la violencia estructural, económica, patronal, militar, policial, legal, mediática, ideológica, psicológica, etc. de la clase capitalista sobre la clase trabajadora en el día a día. En este sentido, lo único que diferencia a la izquierda de la derecha es la forma de administración del Estado-Capital, no el contenido de las relaciones sociales.
Por lo tanto, la pelea entre izquierda y derecha o entre democracia y dictadura es falsa: una falsa dicotomía de la sociedad capitalista, una pugna interburguesa, siempre contra el proletariado y usándolo como carne de cañón, de urna y de trabajo.
Para muestra, un botón: durante muchos años y en todas partes, ha habido consultas populares, elecciones presidenciales y gobiernos tanto de izquierda como de derecha, y las condiciones materiales de existencia del proletariado han empeorado en lugar de mejorar. Por lo tanto, la consulta popular de noviembre de 2025 en Ecuador no va a ser la excepción. Porque el problema no es quién ni cómo gobierne, el problema es que nuestras vidas están gobernadas por el Capital, el cual es ingobernable y se la pasa descargando su crisis catastrófica sobre nuestras espaldas adoloridas de tanto trabajar y nuestros bolsillos cada vez más empobrecidos. Pero, los imbéciles de izquierda y de derecha echan la culpa de la miseria al votante, que es lo mismo que decir “el pobre es pobre porque quiere”, sólo que en el terreno de la política. Absurdo y repudiable.
Demostrando así ―por enésima vez― que el Estado, sus leyes, sus derechos y su izquierda no son la solución, sino parte del problema. Y, principalmente, que la sociedad no se transforma “desde arriba” o desde la política, sino “desde abajo” o desde las relaciones de producción y reproducción social, las relaciones de clase en la vida cotidiana.
He aquí la raíz de los problemas actuales de la sociedad. Hoy estos problemas son más graves o radicales que antes. Por lo tanto, las soluciones también deben ser más radicales. De manera que mientras no se vaya a la raíz y se la extirpe, estos males que aquejan a la mayoría de la humanidad seguirán existiendo y agravándose. El proletariado no debe prepararse para las elecciones, debe prepararse para la revolución social.
Contra el mito del “fascismo” y la socialdemocracia antifascista
Lo propio aplica para el falso dilema “democracia o fascismo”. Si lo mencionamos es porque tampoco faltan algunos izquierdistas ecuatorianos que califican al gobierno de Noboa como “fascista” y que, por tanto, llaman a conformar un “frente antifascista” para tumbarlo e instaurar un “gobierno popular”. Queriendo revivir así el cadáver del frentepopulismo estalinista, el mismo que masacró al proletariado revolucionario durante la llamada “revolución española” en nombre del “antifascismo”. Simple y llanamente repudiable y condenable.
Muy por el contrario, el verdadero antagonismo es ―siempre ha sido― proletariado contra burguesía, revolución contra contrarrevolución, comunismo contra capitalismo. No hay medias tintas.
No existe tal cosa como el “antifascismo revolucionario o anticapitalista”. Histórica y mundialmente, el antifascismo siempre ha sido socialdemócrata, porque sólo lucha contra el fascismo, pero no contra la democracia; al contrario, el antifascismo defiende la democracia. Y hoy en día tiene que autojustificarse creyendo y haciendo creer que estamos presenciando la “fascistización” del Estado y la sociedad. Así como también, que la “lucha por las conquistas y derechos del pueblo” es “acumular fuerzas” y “preparar la ofensiva popular”; que “votar no en la consulta popular es necesario, pero no es suficiente”, etc. En fin, el antifascismo siendo el antifascismo, o sea, socialdemocracia.
En cambio, el comunismo lucha contra el fascismo y contra la democracia, incluida la socialdemocracia; es decir, contra toda forma y fracción del capitalismo. Más claro, ni fascismo ni democracia: ¡comunismo! (Bilan)
La consulta popular o la trampa electoral del “sí”, el “no” y el “nulo ideológico”
En estos momentos, la gran mayoría de la izquierda ecuatoriana encuadra y reduce la lucha de clases al “sí” o al “no” en la consulta popular. Posición electoralista desde donde ataca por adelantado y con virulencia al “nulo ideológico” (rayando en el absurdo con comentarios tales como “los del nulo ideológico le hacen el juego a la derecha y por eso deben ser considerados enemigos de clase”); es decir, lo encuadra y reduce todo a la trampa electoral del Estado democrático-burgués (electoralismo del que tampoco se salva el voto nulo, por cierto, porque sigue siendo voto) y, en general, al falso dilema izquierda/derecha. Otra vez: entre lo repudiable y lo risible.
La izquierda ecuatoriana no tiene idea alguna de cuáles son los fundamentos, las lógicas y las dinámicas reales de la sociedad capitalista, de la que el Estado es su «resumen oficial», en palabras de Marx. La izquierda ecuatoriana piensa al revés y mal ―a saber: creer y hacer creer que la economía y la sociedad se cambian desde el Estado y, para colmo, con elecciones―, no porque sea “traidora”, sino simple y llanamente porque es la izquierda del Capital o el tentáculo izquierdo del Estado capitalista.
Demostrando así ―por enésima vez― que el enemigo N°1 del proletariado en su propio seno es la socialdemocracia. Entonces, el proletariado debe tratarlo como tal, sin piedad.
¿Quién ganó el Paro y quién ganará la consulta?
En resumidas cuentas, ¿quién fue el ganador del Paro Nacional y quién va a ser el ganador de la consulta popular? La democracia, es decir, la dictadura social y cotidiana del Capital/Trabajo y su Estado sobre el proletariado.
Engels diría: el partido de la democracia, conformado por los partidos burgueses de derecha y los partidos pequeñoburgueses de izquierda, contra el proletariado que, al todavía estar derrotado históricamente, todavía no se constituye ni actúa como partido de la subversión o la revolución, en este y en todos los países.
El Estado democrático-burgués y la socialdemocracia son fuertes porque el proletariado es débil como clase revolucionaria.
«Malos tiempos vivimos cuando toca explicar lo obvio»… hasta «que la tortilla se vuelva»
En fin, «malos tiempos vivimos cuando toca explicar lo obvio» (Debord). Pero, así mismo toca en tiempos de contrarrevolución y, por tanto, de hegemonía de la socialdemocracia en el seno del proletariado y, por desgracia, de absoluta adversidad y resistencia solitaria para sus minorías revolucionarias que, contra viento y marea, sostenemos la perspectiva comunista mediante la actividad teórica y de propaganda.
Sin embargo, esto no nos detiene ni nos desanima: nos argumenta. «El hilo rojo de la historia» o «el arco histórico del comunismo» (Bordiga), entendido como el movimiento real que subvierte las condiciones existentes ―movimiento subterráneo y minoritario en períodos contrarrevolucionarios― y no como utopía ni ideología, nos da fuerza para no abandonar los principios o las posiciones revolucionarias del proletariado o, lo que es lo mismo, para no caer en el activismo oportunista y reformista, a pesar de todo… y de todos.
Más que una cuestión de principios, es una cuestión de condiciones materiales e históricas: el capitalismo mundial está en crisis y la contrarrevolución actual no durará para siempre. La revuelta mundial interrumpida 2019-2025 contiene el potencial de reanudar un período histórico-mundial revolucionario en los próximos años… lustros… o décadas. En cualquier caso, es cuestión de tiempo y de lucha de clases para «que la tortilla se vuelva». Y entonces, ahí estaremos los comunistas de nuevo en primera línea.
En otras palabras, los comunistas resistimos “teóricamente” aguardando la reanudación revolucionaria para “pasar a la acción”. «La reanudación revolucionaria significa el fin de la actividad teórica como práctica separada debido a la imperiosa necesidad de apropiación práctica de la teoría por parte del proletariado» (Bériou). La reanudación revolucionaria significa, pues, que la propia práctica de la lucha de clases hace que la teoría comunista se convierta en «fuerza material» (Marx) en manos de las masas proletarias que luchan por dejar de serlo.
El proletariado dormido democráticamente, la burguesía en guerra de clases
Sintetizando: el problema es que, antes, durante y después del Paro Nacional, la burguesía tiene clarísimo que estamos en guerra de clases y actúa en consecuencia. Por el contrario, el proletariado sigue dormido en «la mistificación democrática» (Camatte), inseparable de la normalidad capitalista, cuya base material es el valor entendido como relación de clase, la relación trabajo/capital o, hablando más “morochamente”, tener que trabajar para pagar y pagar para vivir. Mientras esto no cambie, nada fundamental cambiará y el reformismo estará a la orden del día. Por eso es que en Ecuador las luchas antes, durante y después del Paro han estado mediadas y dirigidas por organizaciones interclasistas y reformistas de masas como la CONAIE (y la FICI), entre otras.
Sin embargo, es posible que la experiencia duramente adquirida durante este Paro Nacional y en próximas batallas haga despertar y actuar en consecuencia al proletariado de la región ecuatoriana, de manera que empiece a librar su larga guerra de clases hasta abolir la sociedad de clases. Dicho de otra forma, sólo los golpes de realidad propinados por el amo provocarán el despertar brusco del león dormido.
Lo que sí hubo: espontaneidad de masas y mediación socialdemócrata. Lo que no hubo: ruptura del orden capitalista
La espontaneidad, combatividad y dignidad por parte de la gente de a pie y barricada en Imbabura son respetables y hasta plausibles. Pero, no son suficientes, porque la lucha revolucionaria es una cuestión de contenidos ―principalmente, subvertir las condiciones materiales y las relaciones sociales capitalistas, no luchar por migajas del Estado― y no de formas ―la violencia, la moral y el discurso populares y de izquierda son sólo formas―.
En términos de Endnotes (ver nuestra próxima publicación), todo lo anterior puede traducirse y resumirse como que en el Paro Nacional del 2025 en Ecuador hubo cierta espontaneidad de masas y, al mismo tiempo, una fuerte mediación socialdemócrata. Por lo tanto, no hubo ruptura en lo absoluto, sino conservación del orden capitalista.
¿Qué hacer? Romper con la burguesía y la socialdemocracia por igual mediante la lucha sin cuartel y la autoorganización revolucionaria del proletariado
Para romper y superar la situación histórica actual, la lucha del proletariado es doble y sin cuartel: contra la burguesía y contra la socialdemocracia en su propio seno.
Sí, luchar sin cuartel contra la burguesía, el enemigo de clase por excelencia. Luchar por imponer nuestras necesidades humanas a sus necesidades de explotación y ganancia. Luchar con nuestros propios métodos de clase (por ejemplo, la acción directa, la autoorganización y la solidaridad de clase), no con los suyos (por ejemplo, las elecciones). Esto es lo que significa romper con la burguesía.
Y, considerando que la socialdemocracia es la forma que adopta el mismo enemigo en el seno del proletariado, luchar sin cuartel contra la socialdemocracia por igual. Más precisamente, desbordar o romper con tales dirigencias pequeñoburguesas (por más indígenas que sean, los campesinos y comerciantes que son pequeños propietarios son pequeños burgueses, no se diga “les izquierdistas” de ciudad) y socialdemócratas (no sólo por sus tibias demandas actuales, sino por su programa histórico: el Estado plurinacional y benefactor para “todes”).
Autoorganizarse y radicalizarse en contenido (luchar por la revolución comunista) y en forma (la acción directa, autónoma y contundente de masas), al calor de nuevas luchas de clases. La autoorganización es el primer acto de la revolución (Théorie Communiste).
¿Dónde y cuándo podría resurgir la revuelta en la región ecuatoriana?
¿Dónde? Principalmente ―pero no únicamente― en Imbabura, en especial por parte de la juventud proletaria e indígena, la más combativa y menos contaminada políticamente… quizá (decimos quizá, porque muchos de ellos todavía están dentro de la FICI y la CONAIE).
Lo propio podría esperarse del proletariado juvenil sobrante de los barrios y suburbios de las grandes ciudades, Quito y Guayaquil… quizá (decimos quizá, porque muchos de ellos todavía están “despolitizados” e incluso dentro del narco o en actividades delictivas).
Por último, pero no menos importante, contando con la participación de los trabajadores de los sectores estratégicos de la economía: desde la agroindustria y el petróleo hasta los servicios básicos y el transporte, yendo más allá y en contra de los sindicatos, mediante huelgas salvajes… quizá (decimos quizá, porque desde la revuelta del 2019 hasta la fecha han brillado por su ausencia).
¿Cuándo? Cuando el capitalismo (legal e ilegal) en esta región del planeta sea materialmente incapaz de seguir manteniendo a su esclavos asalariados y no asalariados. Lo que podría anticiparse en una próxima revuelta que realmente merezca llamarse así, porque ―que quede claro una vez más― este Paro Nacional no fue una revuelta sino una serie prolongada de protestas débiles por ser democráticas.
¿Por qué no lo fue? Porque todavía estamos bajo un período contrarrevolucionario donde, en consecuencia, el proletariado todavía se encuentra derrotado históricamente. Insistimos: el Estado democrático-burgués y la socialdemocracia son fuertes porque el proletariado es débil como clase revolucionaria.
El desafío histórico del proletariado de la región ecuatoriana
La revolución es una cuestión de fuerzas y de contenidos reales, no de formas de organización ni mucho menos de “narrativas”.
Por lo tanto, el desafío histórico para el proletariado de la región ecuatoriana es constituirse y fortalecerse como clase revolucionaria al calor de las luchas de clases. Siendo que el movimiento revolucionario no avanza gradualmente, sino mediante rupturas y saltos. Más claro: tarde o temprano, las luchas reivindicativas chocarán contra sus propios límites y, entonces, para poder avanzar, tendrán que romperlos y superarlos, deviniendo así luchas revolucionarias.
El proletariado de la región ecuatoriana, entonces, debe romper con los límites de sus propias luchas reivindicativas, empezando por la socialdemocracia de todo color en su seno, no sólo de sus dirigencias sino también de sus propias bases.
Romper con la socialdemocracia en su seno cuando una nueva revuelta estalle… y romper con la propia revuelta también, la cual es contradictoria porque contiene un lado subversivo (solidaridad de clase masiva, interrupción de la circulación mercantil, enfrentamiento directo contra los aparatos represivos, etc.) y un lado conservador (diálogo y negociación con el Estado, interclasismo, democratismo, nacionalismo) que termina autoboicotéandola. Por lo tanto, romper con la revuelta significa romper su lado conservador y potenciar su lado subversivo para transformarla en revolución.
Y, sobre todo, romper con su «límite principal» en esta época de «dominación real» o total del capital sobre el trabajo en la que el proletariado no es una clase fuera del capital, sino una «clase del capital»: su propia condición de clase (Théorie Communiste). De ahí que en la época actual el núcleo innegociable de la revolución social es la abolición del proletariado y del valor entendidos como relaciones sociales o, lo que es lo mismo, la abolición de la sociedad de clases, empezando por el propio proletariado. En definitiva, luchar por la revolución social, por fin y hasta el fin.
No luchar por migajas: luchar por el pan y la panadería para todos
Dejar de luchar por migajas o por “derechos” ―bandera de la socialdemocracia en todas sus variantes―. Luchar por el pan y la panadería para todos, lo que quiere decir luchar por apropiarse de los medios de producción y distribución (del Grupo Noboa y de toda la clase capitalista de este país) desviando su fin hacia la satisfacción de las necesidades colectivas sin que intermedie el trabajo asalariado, el mercado ni el dinero.
Esta es otra forma de decir que ya es hora de que las revueltas actuales salten de la esfera de la reproducción a la esfera de la producción… y que vayan con todo y por todo. Porque si los proletarios hemos producido todo, entonces todo nos debería pertenecer para disfrutarlo entre todos, ya no como proletarios, sino como individuos libremente asociados para tal propósito de vida.
Al mismo tiempo, luchar por fuera, en contra y más allá de toda la institucionalidad y legalidad del Estado capitalista, incluido su tentáculo izquierdo. No “conquistar el Estado” (ni por las urnas ni por las armas), sino destruirlo insurreccionalmente mientras se comuniza la sociedad.
Constituir y forjar «el partido de la ruptura», el partido la insurrección y la comunización
Sorprender “a propios y ajenos” con nuevos “actores”, nuevos contenidos, nuevas formas de lucha y de organización de clase. Mejor dicho, reanudar la vieja lucha de clases con nuevas fuerzas y horizontes.
Constituir y forjar, al calor de la extensión y profundización del antagonismo de clases, nuestro propio partido revolucionario: el partido de la anarquía (Marx), el partido de la ruptura (Endnotes), el partido de la insurrección y la comunización, en este y en todos los países.
Constituir y forjar, con esa arma colectiva y micelar, nuestro propio poder asambleario, comunal, antiestatal e internacionalista. Catapultarse de la insurrección a la Comuna mundial mediante el partido comunista mundial. Partido, por cierto, que no tiene absolutamente nada que ver con el partido leninista, sino que en realidad es el conjunto de fuerzas que luchan por la autoorganización revolucionaria y la autoemancipación del proletariado.
De lo contrario, «la era de los disturbios» (Blaumachen) o las revueltas seguirá autorreproduciéndose sin dar un salto cualitativo, porque las revueltas seguirán reproduciendo sus límites en lugar de romperlos y superarlos. Son revueltas sin revolución (Il Will). Por lo tanto, el proletariado mundial ya no necesita más revueltas, necesita la revolución. Y para ello necesita dotarse de un arma adecuada y poderosa: el partido revolucionario.
Luchar así, y sólo así, por dejar de ser clase explotada y oprimida aboliendo todas las clases… o viceversa. Y, por tanto, luchar por abolirse a sí mismo como partido y poder revolucionarios.
Producir el comunismo (Théorie Communiste) de esa manera, sin “transición” ni medias tintas, no sólo para evitar extinguirnos como especie a causa de la catástrofe capitalista en curso hacia el abismo, sino para vivir. Porque, tarde o temprano, esta vida de mierda bajo el capitalismo en crisis será materialmente insostenible y, entonces, el proletariado se verá materialmente apremiado a luchar por la revolución comunista para vivir.
Un proceso histórico largo, contradictorio y mundial
Desde luego, todo ello no ocurrirá de forma pura ni de la noche a la mañana, sino que será un proceso contradictorio y acaso caótico que involucrará a varias generaciones y luchas proletarias a la vez.
Luchas reivindicativas que ―reiteramos―, al chocar contra sus propios límites y para poder avanzar, tendrán que romperlos y superarlos, deviniendo así luchas revolucionarias.
Luchas dentro del propio proletariado ―seamos realistas―, porque unas fracciones de él lucharán por reformar la sociedad de clases y otras, por el contrario, lucharemos por abolirla, empezando por nuestra propia abolición en tanto que clase explotada y dominada o clase del capital. Porque sólo en la lucha revolucionaria por su propia abolición, el proletariado podrá unificarse como comunidad humana real. Así es la dialéctica materialista y revolucionaria en acción, más aún en esta época en la que el proletariado y el capital conforman realmente una unidad de contrarios o un “matrimonio tóxico” que tarde o temprano debe acabar.
Tampoco ocurrirá ―si es que ocurre― únicamente en este paisito (la “liberación nacional” en manos de un “gobierno popular” es una utopía reaccionaria, ultracapitalista), sino que aquello será una pequeña parte de un nuevo movimiento revolucionario a escala mundial: «el tercer asalto» proletario contra la sociedad de clases (el primero fue el de 1917-1923, y el segundo el de 1968-1977). De tal manera que Ecuador quizá deje de ser uno de los bastiones de la contrarrevolución en “el patio trasero” del capitalismo mundial, como actualmente lo es.
Proletarios Hartos de Serlo
Quito, noviembre de 2025
Agradecemos su lectura, discusión, difusión y traducción