¿Por qué? Porque es un mecanismo democrático-electoral de contrarrevolución preventiva ya recurrente en el Ecuador después de las revueltas de octubre de 2019 y junio de 2022, por parte de los gobiernos burgueses de turno. La Consulta Popular de abril de 2024 no es la excepción. Sólo sirve para desviar la energía social de los explotados y oprimidos en las elecciones de los patrones y sus políticos, en lugar de usarla para la acción colectiva sin intermediarios por las propias necesidades reales. En este país, “todo el mundo” está hablando de la Consulta Popular, y no del malestar cotidiano que implica ser desposeídos, explotados, precarizados, empobrecidos, oprimidos, aterrorizados, controlados, fragmentados, y cómo podemos librarnos de esta condición. Es un síntoma del actual contexto contrarrevolucionario.
Malos tiempos en los que toca explicar lo obvio. El Estado no es “neutral”: es el Estado de los capitalistas, es su órgano central mediante el cual administran su explotación, dominación y represión sobre la clase trabajadora. El Estado es un patrón o capitalista colectivo sobre el trabajador colectivo. Y las elecciones no cambian nada fundamental —las relaciones de producción y de reproducción social—: sólo legitiman y refuerzan esta dictadura de la burguesía llamada democracia. La clase dominante es la que se inventa e impone las elecciones, en general, y las preguntas de la Consulta Popular, en particular, para que el resto de la población crea que es “consultada” y que “decide” en las urnas, cuando en realidad no decide nada. El Estado es el monopolio de la decisión —y de la violencia—; y las elecciones, su espectáculo o show. Las elecciones siempre han sido, son y serán terreno de la burguesía, nunca del proletariado.
¿Por qué? Porque, en términos coyunturales, con o sin Consulta Popular, el gobierno de la burguesía agroexportadora de Daniel Noboa igual va a imponer su agenda de explotación, dominación y represión sobre la clase trabajadora (tal como lo hizo su antecesor, el banquero Lasso, con los resultados de su Consulta Popular el año pasado); en este caso, con más trabajo por horas —principalmente—, más “arbitraje internacional”, más poder para las Fuerzas Armadas, y más criminalización de la pobreza y de la protesta bajo la etiqueta de “terrorismo” (cuando en realidad el mayor terrorista es el Estado capitalista). Y porque, en términos estructurales, con o sin Consulta Popular, con o sin elecciones, la burguesía seguirá siendo la clase explotadora y dominante, aumentará la tasa de explotación y el terror de Estado contra el proletariado, mientras que éste tendrá que seguir trabajando para pagar y pagando para vivir día tras día, formal e informalmente, legal e ilegalmente. Seguirá siendo una masa de esclavos asalariados y no asalariados.
Gane el "No" o gane el "Sí" en la Consulta Popular, la clase trabajadora va a perder. Y la realidad cotidiana de tener que “ganarse la vida” será cada vez peor, porque la catástrofe capitalista es un hecho histórico y estructural que está en marcha a lo largo y ancho de todo el planeta, más allá de gobiernos, elecciones y consultas populares de turno, aquí o en donde sea. No es una cuestión de instituciones y leyes burguesas, sino de condiciones materiales de existencia y de correlación de fuerzas entre las clases a escala mundial.
Así pues, la coyuntura política actual en la región ecuatoriana está dominada por la típica estrategia de “la zanahoria” (elecciones, consultas populares, etc.) y “el garrote” (terrorismo patronal y estatal); así como también, por la típica y falsa oposición entre la derecha (votar por el “Sí”) y la izquierda del Capital (votar por el “No”). No es “lucha de clases”, es pugna interburguesa donde “el pueblo” es carne de cañón electoral. Hacer campaña por el “No” también es participar de esta pugna electoral interburguesa.
Lo real y determinante es que, dado que el capital es el valor que se valoriza explotando trabajo vivo, el núcleo de la catástrofe capitalista en la actualidad es la crisis de la relación trabajo/capital, que en este país se manifiesta en altos índices de precariedad laboral (desempleo, subempleo e informalidad), delincuencia, inseguridad y emigración. Pero, la precariedad laboral, de la cual el trabajo por horas es “una raya más al tigre”, no es un fenómeno nuevo ni propio del “neoliberalismo”, como repite la socialdemocracia de todo color.
La precariedad laboral es connatural o inherente al trabajo asalariado: todo empleado es desempleado en potencia y viceversa. Más aún en esta época de crisis de la relación trabajo/capital. Y no se frena con leyes nacionales, porque es un problema de fuerzas económicas, sociales y políticas a escala global. Por lo tanto, para terminar con la precariedad laboral, no hay que votar “No” en una Consulta Popular de un Estado-nación burgués y luego por un “gobierno popular” y “plurinacional”. Hay que abolir el sistema de trabajo asalariado y el Estado que lo protege con leyes y balas, aquí y en todas partes, mediante una revolución social mundial. Todo lo demás es contrarrevolución capitalista, incluso si cree y dice ser lo contrario.
En este marco, el trabajo por horas y sin derechos laborales —como decíamos— es “una raya más al tigre” porque ya existe hace mucho tiempo en todos los sectores de la economía: desde los trabajadores eventuales de las bananeras y los repartidores de apps hasta los docentes temporales y los profesionales de las ciencias sociales que hacen consultorías; mientras, las empresas nacionales e internacionales (legales e ilegales) lucran y evaden impuestos a vista y paciencia de todos, y castigan a los explotados que “osan” desobedecer, protestar e incluso denunciar. Nada nuevo bajo el negro sol del Capital, gane el “Sí” o gane el “No” en esta enésima Consulta Popular en Absurdistán Ecuatorial.
Por lo tanto, votar por el "No" o por el "Sí" es un falso enfrentamiento entre la derecha y la izquierda del Capital. No existe tal cosa como un "voto proletario" o "votar como clase trabajadora", como absurdamente dicen algunas organizaciones de izquierda de este país. Las elecciones siempre son terreno de la burguesía, nunca del proletariado.
¿"Proteger nuestros derechos"? En este caso, proteger los derechos democráticos es proteger el derecho a ser explotados, de seguir siendo esclavos asalariados y no asalariados, más aún en este país donde sólo 3 de cada 10 personas tienen un “empleo adecuado” y hay tanta “población sobrante”. Y proteger la "libertad" democrática es proteger la "libertad” de ser explotados o morir de hambre, de "elegir" a nuestros amos y verdugos capitalistas cada 4 años, y de "elegir" "sí” o “no" en las consultas populares que estos amos y verdugos capitalistas se inventan y nos imponen cada tantos años y hasta cada tantos meses. Eso es lo que realmente significa “proteger nuestros derechos”.
En suma, quienes están por el “No” en la Consulta Popular, desde correístas hasta “anarquistas” pasando por marxistas-leninistas, son diferentes expresiones de la socialdemocracia, el reformismo o la izquierda del Capital en este país. Sus campañas y protestas no están en contra ni van más allá del marco democrático-burgués y ciudadano. No son revolucionarios, sino lo contrario: son otro síntoma del actual contexto contrarrevolucionario que, independientemente de personalidades, es preciso reconocer y criticar como tal para poder superarlo al calor de la lucha autónoma y anónima de los propios explotados y oprimidos. Decimos independientemente de personalidades porque, sobre la base de nuestros intereses materiales de clase contra clase, los proletarios revolucionarios seguimos principios y no personalidades.
Así pues, nos posicionamos en contra del realismo capitalista, que afirma que “es imposible abolir el capitalismo y el Estado”; y de su subproducto, el realismo reformista, que afirma que hay que luchar por “lo posible”, “contextualmente, lejos de las máximas ideologizantes”, para “combatir al fascismo neoliberal” y “por la justicia social”, etc., ya sea mediante el electoralismo ya sea mediante el activismo. Esto es, que hay que “cambiar todo” en apariencia para que nada fundamental o de fondo cambie. En fin, el posibilismo siempre ha sido reformismo.
Muy por el contrario, el realismo revolucionario afirma que hay que luchar por lo “lo imposible” sin mediaciones de ningún tipo; esto es, cambiar real y radicalmente todo lo existente con cabeza y mano propias. Y “lo imposible” sólo se hace posible en contextos o situaciones revolucionarias, que son producto de la profundización y la extensión del antagonismo de clases. Entonces, los proletarios revolucionarios estamos por el antagonismo de clases y la ruptura del orden existente incluidas sus falsas críticas y alternativas. Criticando sin piedad y denunciando en el camino tanto los ataques y las trampas del Estado-Capital como las falsas oposiciones entre su derecha y su izquierda por igual. Reivindicando las posiciones revolucionarias del proletariado.
Evidentemente, faltan muchas luchas para llegar a ese punto de ruptura. Pero, un análisis concreto de las luchas concretas en la actualidad demuestra que la mayoría de ellas terminan siendo luchas sin demandas o “imposibles” que, por tanto, sólo se pueden solucionar mediante la revolución social, no mediante reformas. Y que los posibilistas, en cambio, terminan siendo bomberos de la revuelta; es decir, posicionándose en el terreno de la reacción o la contrarrevolución. En el antagonismo de clase no hay medias tintas.
En esta perspectiva, nuestra clase proletaria tendrá que deshacerse de todas las ilusiones electorales y democráticas. Tendrá que salir de esta trampa de la clase capitalista y luchar en su propio terreno: el terreno de la acción directa, la autoorganización y la solidaridad de clase, afuera, en contra y más allá de sus representantes sindicales y partidarios. Creando y desarrollando nuestras propias estructuras de lucha y redes de apoyo mutuo para la insurrección y la comunización de todo lo existente.
Por lo tanto, aquí y ahora, la mejor forma de protestar como proletarios contra el aumento del IVA al 15% y de "el costo de la vida", el trabajo por horas, los apagones de luz eléctrica, la represión en Palo Quemado, el “narcoEstado”, etc., no es mediante el voto, sino mediante la acción directa, la autoorganización y la solidaridad de y entre los proletarios dentro y fuera de los centros de trabajo. Huelgas, sabotajes y okupaciones para golpear al Capital donde realmente le duele: en la producción de valor, mercancías y ganancias. Sin urnas, papeletas, permisos ni mesas de negociación de los patrones, sus políticos, sus sindicalistas y sus policías.
Las consultas populares, las elecciones, las instituciones y las leyes burguesas no cambian nada fundamental; las fuerzas de clase reales, sí. En esta sociedad, el verdadero poder radica en las relaciones sociales de producción y de propiedad, no en la política y en las urnas. Por lo tanto, en última instancia, para realmente mejorar y cambiar la vida de la mayoría de la población que trabaja y sostiene a toda esta sociedad, hay que apropiarse de la producción y transformarla radicalmente. Construyendo y desarrollando así un poder social revolucionario: no un poder de opresión y explotación que reproduzca el Estado, el mercado, el trabajo asalariado y las clases sociales, sino un poder comunal, asambleario y territorial de los individuos asociados para apropiarse y transformar las propias vidas, sobre la base de la posesión común de las condiciones materiales de existencia y la satisfacción directa de las necesidades colectivas, sin intermediación del mercado ni del dinero. Esto no es una “utopía”: las revueltas e insurrecciones de los últimos años en todo el mundo, a pesar de sus limitaciones, demostraron que sí es posible.
El problema es que, aquí y ahora, reina la pasividad y la desorganización entre el proletariado, la lucha por la sobrevivencia diaria o el “sálvese quien pueda” debido a la falta de trabajo y de dinero, y el miedo debido al terrorismo estatal y paraestatal. Todo lo cual, hace más factible que, con o sin elecciones, con o sin Consulta Popular, este gobierno burgués de turno imponga su “paquetazo” económico, laboral, legal y militar. Porque, en pocos meses de gestión, este gobierno ya ha demostrado con sus acciones que impone su voluntad en todos los asuntos nacionales tal como lo hace en sus haciendas bananeras. Demostrando así, por enésima vez, que la democracia es la dictadura de la burguesía.
El escenario local es adverso y hasta desalentador, sí. Pero, el realismo revolucionario que, a contracorriente y de forma minoritaria, hemos manifestado en este análisis y posicionamiento con respecto a la coyuntura actual en Ecuador es necesario para salir de la trampa electoral y reivindicar las posiciones revolucionarias del proletariado frente a los defensores y los falsos críticos del capitalismo y del Estado. Posiciones que sirvan como herramientas prácticas para próximas luchas que, tarde o temprano, las mismas explotación capitalista y tiranía estatal obligarán a librar. Sorprendiendo y desbordando a propios y ajenos. ¿Será por esta razón que el gobierno de Daniel Noboa acaba de decretar otra vez “estado de excepción”? ¿La burguesía tiene miedo, no de perder en esta Consulta Popular ni en las elecciones presidenciales del próximo año, sino de una nueva revuelta? Sólo la lucha de clases real responderá estas preguntas —insistimos— sorprendiendo y desbordando a propios y ajenos.
Malos tiempos en los que toca explicar lo obvio. El Estado no es “neutral”: es el Estado de los capitalistas, es su órgano central mediante el cual administran su explotación, dominación y represión sobre la clase trabajadora. El Estado es un patrón o capitalista colectivo sobre el trabajador colectivo. Y las elecciones no cambian nada fundamental —las relaciones de producción y de reproducción social—: sólo legitiman y refuerzan esta dictadura de la burguesía llamada democracia. La clase dominante es la que se inventa e impone las elecciones, en general, y las preguntas de la Consulta Popular, en particular, para que el resto de la población crea que es “consultada” y que “decide” en las urnas, cuando en realidad no decide nada. El Estado es el monopolio de la decisión —y de la violencia—; y las elecciones, su espectáculo o show. Las elecciones siempre han sido, son y serán terreno de la burguesía, nunca del proletariado.
¿Por qué? Porque, en términos coyunturales, con o sin Consulta Popular, el gobierno de la burguesía agroexportadora de Daniel Noboa igual va a imponer su agenda de explotación, dominación y represión sobre la clase trabajadora (tal como lo hizo su antecesor, el banquero Lasso, con los resultados de su Consulta Popular el año pasado); en este caso, con más trabajo por horas —principalmente—, más “arbitraje internacional”, más poder para las Fuerzas Armadas, y más criminalización de la pobreza y de la protesta bajo la etiqueta de “terrorismo” (cuando en realidad el mayor terrorista es el Estado capitalista). Y porque, en términos estructurales, con o sin Consulta Popular, con o sin elecciones, la burguesía seguirá siendo la clase explotadora y dominante, aumentará la tasa de explotación y el terror de Estado contra el proletariado, mientras que éste tendrá que seguir trabajando para pagar y pagando para vivir día tras día, formal e informalmente, legal e ilegalmente. Seguirá siendo una masa de esclavos asalariados y no asalariados.
Gane el "No" o gane el "Sí" en la Consulta Popular, la clase trabajadora va a perder. Y la realidad cotidiana de tener que “ganarse la vida” será cada vez peor, porque la catástrofe capitalista es un hecho histórico y estructural que está en marcha a lo largo y ancho de todo el planeta, más allá de gobiernos, elecciones y consultas populares de turno, aquí o en donde sea. No es una cuestión de instituciones y leyes burguesas, sino de condiciones materiales de existencia y de correlación de fuerzas entre las clases a escala mundial.
Así pues, la coyuntura política actual en la región ecuatoriana está dominada por la típica estrategia de “la zanahoria” (elecciones, consultas populares, etc.) y “el garrote” (terrorismo patronal y estatal); así como también, por la típica y falsa oposición entre la derecha (votar por el “Sí”) y la izquierda del Capital (votar por el “No”). No es “lucha de clases”, es pugna interburguesa donde “el pueblo” es carne de cañón electoral. Hacer campaña por el “No” también es participar de esta pugna electoral interburguesa.
Lo real y determinante es que, dado que el capital es el valor que se valoriza explotando trabajo vivo, el núcleo de la catástrofe capitalista en la actualidad es la crisis de la relación trabajo/capital, que en este país se manifiesta en altos índices de precariedad laboral (desempleo, subempleo e informalidad), delincuencia, inseguridad y emigración. Pero, la precariedad laboral, de la cual el trabajo por horas es “una raya más al tigre”, no es un fenómeno nuevo ni propio del “neoliberalismo”, como repite la socialdemocracia de todo color.
La precariedad laboral es connatural o inherente al trabajo asalariado: todo empleado es desempleado en potencia y viceversa. Más aún en esta época de crisis de la relación trabajo/capital. Y no se frena con leyes nacionales, porque es un problema de fuerzas económicas, sociales y políticas a escala global. Por lo tanto, para terminar con la precariedad laboral, no hay que votar “No” en una Consulta Popular de un Estado-nación burgués y luego por un “gobierno popular” y “plurinacional”. Hay que abolir el sistema de trabajo asalariado y el Estado que lo protege con leyes y balas, aquí y en todas partes, mediante una revolución social mundial. Todo lo demás es contrarrevolución capitalista, incluso si cree y dice ser lo contrario.
En este marco, el trabajo por horas y sin derechos laborales —como decíamos— es “una raya más al tigre” porque ya existe hace mucho tiempo en todos los sectores de la economía: desde los trabajadores eventuales de las bananeras y los repartidores de apps hasta los docentes temporales y los profesionales de las ciencias sociales que hacen consultorías; mientras, las empresas nacionales e internacionales (legales e ilegales) lucran y evaden impuestos a vista y paciencia de todos, y castigan a los explotados que “osan” desobedecer, protestar e incluso denunciar. Nada nuevo bajo el negro sol del Capital, gane el “Sí” o gane el “No” en esta enésima Consulta Popular en Absurdistán Ecuatorial.
Por lo tanto, votar por el "No" o por el "Sí" es un falso enfrentamiento entre la derecha y la izquierda del Capital. No existe tal cosa como un "voto proletario" o "votar como clase trabajadora", como absurdamente dicen algunas organizaciones de izquierda de este país. Las elecciones siempre son terreno de la burguesía, nunca del proletariado.
¿"Proteger nuestros derechos"? En este caso, proteger los derechos democráticos es proteger el derecho a ser explotados, de seguir siendo esclavos asalariados y no asalariados, más aún en este país donde sólo 3 de cada 10 personas tienen un “empleo adecuado” y hay tanta “población sobrante”. Y proteger la "libertad" democrática es proteger la "libertad” de ser explotados o morir de hambre, de "elegir" a nuestros amos y verdugos capitalistas cada 4 años, y de "elegir" "sí” o “no" en las consultas populares que estos amos y verdugos capitalistas se inventan y nos imponen cada tantos años y hasta cada tantos meses. Eso es lo que realmente significa “proteger nuestros derechos”.
En suma, quienes están por el “No” en la Consulta Popular, desde correístas hasta “anarquistas” pasando por marxistas-leninistas, son diferentes expresiones de la socialdemocracia, el reformismo o la izquierda del Capital en este país. Sus campañas y protestas no están en contra ni van más allá del marco democrático-burgués y ciudadano. No son revolucionarios, sino lo contrario: son otro síntoma del actual contexto contrarrevolucionario que, independientemente de personalidades, es preciso reconocer y criticar como tal para poder superarlo al calor de la lucha autónoma y anónima de los propios explotados y oprimidos. Decimos independientemente de personalidades porque, sobre la base de nuestros intereses materiales de clase contra clase, los proletarios revolucionarios seguimos principios y no personalidades.
Así pues, nos posicionamos en contra del realismo capitalista, que afirma que “es imposible abolir el capitalismo y el Estado”; y de su subproducto, el realismo reformista, que afirma que hay que luchar por “lo posible”, “contextualmente, lejos de las máximas ideologizantes”, para “combatir al fascismo neoliberal” y “por la justicia social”, etc., ya sea mediante el electoralismo ya sea mediante el activismo. Esto es, que hay que “cambiar todo” en apariencia para que nada fundamental o de fondo cambie. En fin, el posibilismo siempre ha sido reformismo.
Muy por el contrario, el realismo revolucionario afirma que hay que luchar por lo “lo imposible” sin mediaciones de ningún tipo; esto es, cambiar real y radicalmente todo lo existente con cabeza y mano propias. Y “lo imposible” sólo se hace posible en contextos o situaciones revolucionarias, que son producto de la profundización y la extensión del antagonismo de clases. Entonces, los proletarios revolucionarios estamos por el antagonismo de clases y la ruptura del orden existente incluidas sus falsas críticas y alternativas. Criticando sin piedad y denunciando en el camino tanto los ataques y las trampas del Estado-Capital como las falsas oposiciones entre su derecha y su izquierda por igual. Reivindicando las posiciones revolucionarias del proletariado.
Evidentemente, faltan muchas luchas para llegar a ese punto de ruptura. Pero, un análisis concreto de las luchas concretas en la actualidad demuestra que la mayoría de ellas terminan siendo luchas sin demandas o “imposibles” que, por tanto, sólo se pueden solucionar mediante la revolución social, no mediante reformas. Y que los posibilistas, en cambio, terminan siendo bomberos de la revuelta; es decir, posicionándose en el terreno de la reacción o la contrarrevolución. En el antagonismo de clase no hay medias tintas.
En esta perspectiva, nuestra clase proletaria tendrá que deshacerse de todas las ilusiones electorales y democráticas. Tendrá que salir de esta trampa de la clase capitalista y luchar en su propio terreno: el terreno de la acción directa, la autoorganización y la solidaridad de clase, afuera, en contra y más allá de sus representantes sindicales y partidarios. Creando y desarrollando nuestras propias estructuras de lucha y redes de apoyo mutuo para la insurrección y la comunización de todo lo existente.
Por lo tanto, aquí y ahora, la mejor forma de protestar como proletarios contra el aumento del IVA al 15% y de "el costo de la vida", el trabajo por horas, los apagones de luz eléctrica, la represión en Palo Quemado, el “narcoEstado”, etc., no es mediante el voto, sino mediante la acción directa, la autoorganización y la solidaridad de y entre los proletarios dentro y fuera de los centros de trabajo. Huelgas, sabotajes y okupaciones para golpear al Capital donde realmente le duele: en la producción de valor, mercancías y ganancias. Sin urnas, papeletas, permisos ni mesas de negociación de los patrones, sus políticos, sus sindicalistas y sus policías.
Las consultas populares, las elecciones, las instituciones y las leyes burguesas no cambian nada fundamental; las fuerzas de clase reales, sí. En esta sociedad, el verdadero poder radica en las relaciones sociales de producción y de propiedad, no en la política y en las urnas. Por lo tanto, en última instancia, para realmente mejorar y cambiar la vida de la mayoría de la población que trabaja y sostiene a toda esta sociedad, hay que apropiarse de la producción y transformarla radicalmente. Construyendo y desarrollando así un poder social revolucionario: no un poder de opresión y explotación que reproduzca el Estado, el mercado, el trabajo asalariado y las clases sociales, sino un poder comunal, asambleario y territorial de los individuos asociados para apropiarse y transformar las propias vidas, sobre la base de la posesión común de las condiciones materiales de existencia y la satisfacción directa de las necesidades colectivas, sin intermediación del mercado ni del dinero. Esto no es una “utopía”: las revueltas e insurrecciones de los últimos años en todo el mundo, a pesar de sus limitaciones, demostraron que sí es posible.
El problema es que, aquí y ahora, reina la pasividad y la desorganización entre el proletariado, la lucha por la sobrevivencia diaria o el “sálvese quien pueda” debido a la falta de trabajo y de dinero, y el miedo debido al terrorismo estatal y paraestatal. Todo lo cual, hace más factible que, con o sin elecciones, con o sin Consulta Popular, este gobierno burgués de turno imponga su “paquetazo” económico, laboral, legal y militar. Porque, en pocos meses de gestión, este gobierno ya ha demostrado con sus acciones que impone su voluntad en todos los asuntos nacionales tal como lo hace en sus haciendas bananeras. Demostrando así, por enésima vez, que la democracia es la dictadura de la burguesía.
El escenario local es adverso y hasta desalentador, sí. Pero, el realismo revolucionario que, a contracorriente y de forma minoritaria, hemos manifestado en este análisis y posicionamiento con respecto a la coyuntura actual en Ecuador es necesario para salir de la trampa electoral y reivindicar las posiciones revolucionarias del proletariado frente a los defensores y los falsos críticos del capitalismo y del Estado. Posiciones que sirvan como herramientas prácticas para próximas luchas que, tarde o temprano, las mismas explotación capitalista y tiranía estatal obligarán a librar. Sorprendiendo y desbordando a propios y ajenos. ¿Será por esta razón que el gobierno de Daniel Noboa acaba de decretar otra vez “estado de excepción”? ¿La burguesía tiene miedo, no de perder en esta Consulta Popular ni en las elecciones presidenciales del próximo año, sino de una nueva revuelta? Sólo la lucha de clases real responderá estas preguntas —insistimos— sorprendiendo y desbordando a propios y ajenos.