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Disturbios contra la ICE, policía migratoria de EE.UU. Los Ángeles, junio de 2025 |
The Future of Revolution desarrolla su respuesta a esta pregunta trazando los contornos de un futuro comunista en la forma de una diversidad de pasados insurgentes. Tomando como objeto la historia global de los consejos obreros —navegando por sus múltiples teorizaciones y contradicciones, sus diversas derrotas y sus potencialidades aún latentes—, el libro extrae los rasgos negativos y positivos que siguen siendo integrales a la lucha comunista, cristalizando en lo que Bernes conceptualiza como la prueba del comunismo:
La prueba del comunismo nos dice el qué pero no el cómo: (el comunismo) debe estar armado; debe quebrar el poder armado del Estado; debe ser proletario, incorporando a la vasta mayoría de la sociedad en asociaciones voluntarias que reclamen directamente la totalidad de la riqueza social; debe ser comunista, proveyendo para el uso común según un plan colectivo sin regulación legal ni intercambio; debe superar las divisiones entre personas y lugares arraigadas en la división del trabajo y la estructura empresarial; debe ser transparente, comprensible para todos, y manejable, permitiendo que las personas participen en las decisiones que les conciernen mediante estructuras de delegación revocable con mandato, comprometidas con la reproducción de una sociedad sin clases, sin dinero y sin Estado.[i]
Esta prueba no aspira a dictar una secuencia o curso preciso que los levantamientos deban obedecer, sino a discernir los fundamentos necesarios de una lucha que comprende su tarea histórica como la destrucción de la sociedad capitalista y la construcción de una comunista.
The Future of Revolution deja claro que la insurrección es la forma bajo la cual se desarrollará la ruptura con el capitalismo. Si bien Bernes afirma claramente que no podemos saber de antemano «cómo será una destrucción genuina del poder armado del Estado, dados los ejércitos y la policía modernos» y deduce que muy probablemente seguirá a una disolución interna antes que a una confrontación militarizada, nunca vacila respecto a su necesidad.[ii] Como Joshua Clover también aclaró en su obra, el hecho de que el mundo actual esté organizado sobre la base de un Estado siempre presente y una economía permanentemente distante ha alterado las variables que durante mucho tiempo guiaron los debates sobre insurrección y revolución, demostrando que para los comunistas la abolición del Estado y la reivindicación de las fuerzas productivas de la sociedad son simplemente dos dimensiones de un único proceso revolucionario.[iii] A la luz de esta necesidad, Bernes también describe lo que ahora se han convertido en los límites evidentes de las formas exclusivamente negativas de abolición e insurrección:
Es imposible imaginar la abolición de la policía independientemente de la abolición de la sociedad de clases, la inauguración del comunismo. Quemar dos, tres, cuatro, muchas comisarías parece suicida sin la posibilidad de cultivar una forma de vida que pudiera prescindir de la policía. Tampoco se puede construir el nuevo mundo en las cáscaras quemadas del anterior: se necesita su riqueza, sus recursos y capacidades reales. Así, la abolición termina significando todo y nada.[iv]
Hay poco que objetar en tal análisis, pues todas las revueltas significativas del siglo XXI se han agotado y consumido en estos términos: desarrollaron inmensas capacidades de insurrección y destrucción que, al final, no pudieron extenderse ni sostenerse suficientemente, y mucho menos dar forma duradera a modos de vida comunistas. Al mismo tiempo, lo inverso también sigue siendo cierto: no puede imaginarse la abolición de la sociedad de clases sin la abolición de la policía, ni es posible cultivar una forma de vida que prescinda de la policía mientras persista su poder violento. En este sentido, las capacidades constructivas y destructivas de los levantamientos siguen siendo fundamentalmente inseparables: poner fin a la sociedad capitalista debe simultáneamente dar existencia a una vida más allá del capital.
Tras evaluar las diversas formas y tácticas surgidas en —y circulantes entre— múltiples insurrecciones del siglo XXI (bloqueos contralogísticos, incendios, ocupaciones de edificios, sabotajes, zonas autónomas), Bernes aborda la construcción del comunismo en condiciones insurreccionales imaginando especulativamente la formación de comités de abolición:
Los comités de abolición podrían dedicarse no solo al trabajo práctico sino al trabajo especulativo: ¿Cómo sería la abolición? ¿Qué requeriría?… Sus preguntas fundacionales serían: ¿Qué harías si el poder estatal desapareciera hoy? ¿Qué harías si no hubiera más policía, y tras ella, ningún ejército? ¿Qué harías si todas las cárceles ardieran? Una tarea clave para estos comités de investigación sería la indagación técnica sobre las condiciones de la producción capitalista y la vida cotidiana… Un comunista mira una central eléctrica, una fábrica, un supermercado, una flota de autobuses o una granja siempre con la mirada puesta en lo que podría ser en el comunismo, que no es en absoluto lo que es en el capitalismo… La idea es imaginar un atlas de la reproducción comunista, con todo el conocimiento que un movimiento comunista podría necesitar para comenzar a reproducirse, en algún momento insurreccional dado.[v]
No cabe duda de la necesidad de cartografiar, diagramar y reimaginar cómo todos los recursos y tecnologías del mundo capitalista podrían ser reivindicados y reorganizados por los comunistas, o alternativamente cómo deberían ser abandonados o destruidos.[vi] Como Bernes aclara: «cada centímetro de la tierra está ahora tan entremezclado con tantos trabajos humanos, formas de endeudamiento y pertenencia»,[vii] una interconexión histórica de vidas y sistemas planetarios que implica que cualquier revolución debería desplegarse también a esas escalas. Gran parte del pensamiento comunista contemporáneo ha girado explícitamente hacia estas cuestiones, ejemplificado en textos como Forest and Factory de Phil A. Neel y Nick Chavez o Corona, Climate, Chronic Emergency de Andreas Malm. Sin embargo, estas propuestas comunistas siguen estando incompletas mientras privilegien lo positivo y descuiden lo negativo, viendo la capacidad insurreccional de abolir el poder y la dominación como un antecedente de la sociedad comunista, pero no como un rasgo constitutivo de ella. The Future of Revolution sigue siendo una contribución valiosa precisamente porque crea una apertura para vislumbrar cómo lo destructivo y lo constructivo de la insurrección y la revolución están indisolublemente entrelazados. La forma mediante la cual se negará la sociedad capitalista es también la forma mediante la cual se afirmaría cualquier otra sociedad posible, una dinámica que debe permanecer central en la teorización y experimentación militantes.
Para Bernes, la destrucción del capitalismo es sinónimo de la destrucción del valor —la forma abstracta que une los fragmentos dispersos de la sociedad capitalista—: «El concepto de valor no es nada, para los comunistas, si no es un punto de mira que aparece en rojo cuando necesitamos destrozar algo».[viii] Esta idea, entrelazada en todo el libro, viene acompañada de una advertencia: que la destrucción del valor no impide que emerja otra sociedad igualmente basada en la dominación, aunque bajo términos formales diferentes. A lo largo de su proyecto, Bernes deja claro que destruir el capitalismo significa poco sin la construcción paralela del comunismo, pues no son meras posibilidades binarias, sino no-conjuntas: no pueden coexistir como formas de sociedad, pero la ausencia de una no implica necesariamente la existencia de la otra. Como describe Bernes:
La relación entre capitalismo y comunismo es de no-conjunción, no de disyunción. Puede haber capitalismo. Puede haber comunismo. Pero no puede haber capitalismo y comunismo. Su relación es… no-conjunción, no una simple disyunción excluyente. Podríamos formular esto como el axioma de la contradicción… Lo que implica la no-conjunción de capitalismo y comunismo es una elección de negaciones mediante las cuales se revela el contenido positivo del comunismo.[ix]
El desarrollo de sistemas de crédito social, vigilancia automatizada y proyectos expansivos de IA debería bastar para dejar claro que otras formas de organización social siguen siendo posibles, formas que algún día podrían prescindir del valor por completo mientras preservan las formas de dominación propias de la sociedad de clases. En este sentido, el valor debe verse como la forma principal mediante la cual la sociedad de clases se ha organizado históricamente bajo el capitalismo, y por tanto es precisamente lo que debe ser destruido en el presente; sin embargo, la sociedad de clases siempre podría reorganizarse en el futuro bajo diversos términos formales ajenos al valor.
Aquí podemos comenzar a leer dentro de la prueba del comunismo lo que podríamos llamar la prueba de la anarquía. Para Bernes, la sociedad comunista necesariamente contradice a la capitalista, pero no existe como su única alternativa posible. Es porque la clase y la dominación pueden organizarse en términos distintos a la forma valor que la sociedad comunista debe contradecir no solo las formas específicas del capitalismo, sino también toda otra posible sociedad de clases. Discernir la prueba de la anarquía dentro de la prueba del comunismo es así reconocer que si la destrucción del capitalismo se entrelaza con la construcción del comunismo, esta última debe igualmente entrelazarse con la destrucción de toda lógica de dominación posible, además del valor. Si el valor es la differentia specifica del capitalismo, el proyecto de Bernes propone que este puede servir de base para clarificar tanto la positividad como la negatividad del comunismo: «la abolición de la ley del valor deja un resto, y es desde y contra este resto que el comunismo debe realizarse».[x]
La anarquía, sin embargo, carece de tal principio formal donde fundamentarse, pues lo que aspira a negar no es específico del capitalismo. La prueba de la anarquía corre así como un hilo negro a través de la historia del capitalismo pero también de toda historia posible, viendo en cada expresión de dominación el potencial y la necesidad inerradicables de la insurrección. Si el comunismo toma forma como un arma afilada particularmente contra el valor, la anarquía debe surgir más bien como una fragua capaz de producir nuevas armas frente a cualquier dominación que se imponga.

Dado que el comunismo emerge en no-conjunción con el capitalismo al constituirse positivamente como sociedad en la imagen negativa del valor, la prueba de la anarquía surge junto a él como una forma de no-conjunción cuya apertura es por necesidad infinitamente más amplia, opuesta a toda forma posible de sociedad basada en la clase y la dominación. La prisión es, después de todo, una institución profundamente entrelazada con la historia del capitalismo y moldeada por ella, pero las posibilidades carcelarias persistirán incluso sin valor, organizadas bajo cualquier cantidad de términos formales alternativos. Igualmente fácil es imaginar la existencia de regímenes fronterizos en futuras sociedades no capitalistas, especialmente mientras se intensifica la crisis climática y diversas catástrofes y escaseces se vuelven más agudas y frecuentes. Nuevas formas de jerarquía, dominación y exclusión basadas en raza, género, sexualidad, capacidad o cualquier otro criterio seguramente aspirarían a arraigarse tras la destrucción de la sociedad capitalista, tal como la precedieron. Mientras Bernes escribe que pretende «tratar la teoría de la revolución comunista desde la perspectiva de la eternidad», la tarea de la anarquía también permanece eterna, así como su horizonte se expandirá perpetuamente, desplegándose siempre de nuevo en no-conjunción con la dominación.[xi] Así como el nacimiento del capitalismo inauguró una guerra contra la vida que este nunca ha cesado de librar, la llegada del comunismo también marcará el advenimiento de una anarquía perpetua librada contra toda forma emergente de sociedad de clases.
Las corrientes anarquistas de nuestro tiempo han dirigido su atención principalmente hacia la cuestión del poder destituyente, enfocándose no tanto en la necesidad de constituir una nueva sociedad como en la necesidad de destituir y destruir el orden presente. Este enfoque nos ha ofrecido un método para experimentar y teorizar todas aquellas formas y técnicas que exige la insurrección: aprender tácticas y desarrollar repertorios capaces de desmantelar y derrocar el poder en todas las diversas formas en que históricamente se constituye. La anarquía es así el filo destituyente de lo constituido por el comunismo, el proceso persistente de desactualización que acecha en la penumbra de la actualidad comunista. En las primeras páginas de The Future of Revolution, Bernes cita la perspicacia de C.L.R. James: «la tarea hoy es convocar, enseñar, ilustrar, desarrollar la espontaneidad».[xii] Desarrollar la espontaneidad es, por supuesto, una formulación contraintuitiva, pero en el contexto del proyecto de Bernes adquiere un sentido combustivo y explosivo. Hoy nuestra lucha es ver la espontaneidad del comunismo y la anarquía mientras se desarrolla como insurrección y como nuevas formas de vida, ardiendo como estrellas guía en la larga noche de la historia y desvaneciéndose oscuramente en los agujeros negros formados en la geometría negativa de lo que no son.
Traducción por Grupo de Traductoras Comunistas, Fracción mexicana
[i] Jasper Bernes, The Future of Revolution, Verso Books, 2025, 128
[ii] Ibid., 160
[iii] «En 1700, la policía tal como la conocemos hoy no existía; algún alguacil o bedel esporádico vigilaba el mercado. Al mismo tiempo, la mayoría de los bienes de primera necesidad se producían localmente. En resumen: el Estado estaba lejos y la economía cerca. En 2015, el Estado está cerca y la economía lejos. La producción está pulverizada; las mercancías se ensamblan y distribuyen mediante cadenas logísticas globales. Inclusos los alimentos básicos probablemente proceden de otro continente. Mientras tanto, el ejército doméstico permanente del Estado siempre está a mano —progresivamente militarizado bajo el pretexto de librar guerras contra las drogas y el terror.» Joshua Clover, Riot, Strike, Riot, Verso Books, 2019.
[iv] Jasper Bernes, The Future of Revolution, Verso Books, 2025, 169
[v] Ibid., 171-172
[vi] Bernes se toma el tiempo, a lo largo del libro, para esbozar las características positivas que organizarían la economía bajo el comunismo. Al imaginar la forma que tomarán las comunas tras la destrucción del capitalismo, enfatiza dos aspectos de la prueba del comunismo que prescriben que una sociedad comunista debe ser, al mismo tiempo, transparente y controlable. La transparencia se manifiesta en el consejo o la comuna como un libro abierto que permite a todos ver y comprender fácilmente cómo se organiza y se gestiona colectivamente la sociedad, mientras que la controlabilidad se expresa en la capacidad de revocar de inmediato a los representantes de las comunas o los consejos, lo cual garantiza que se mantengan responsables y no puedan concentrar poder. Aunque Bernes evita caer en la trampa de describir en detalle cómo se verían en la práctica la transparencia o la controlabilidad, y en su lugar desarrolla sus principios abstractos, ambos conceptos funcionan como interruptores automáticos, en el sentido de que están diseñados para sofocar de manera preventiva la posible reaparición de la clase y del valor, construyendo el comunismo como imagen negativa del capital.
[vii] Ibid., 126
[viii] Ibid., 88
[ix] Ibid., 127-128
[x] Ibid., 99
[xi] Ibid., 82
[xii] Ibid., 12