5 de septiembre de 2025

[Debate] Sobre la revuelta en Indonesia. 4 textos

  

¡Abolir el Parlamento! Actualización sobre la Ola de Rebeliones en Indonesia  

 
[Tomado de Materiales Por la Emancipación, región mexicana, 5 de septiembre de 2025]
 
Publicamos a continuación un panfleto realizado por anarquistas de Indonesia, el cual expone a grandes rasgos el contexto de rebelión que tiene lugar en esa región. Posteriormente, vimos pertinente incluir una nota complementaria y crítica hecha por el blog Proletarios Hartos de Serlo al respecto de algunas posiciones que resaltan en los comunicados de los grupos que permanecen activos en la revuelta. 
 

Esta ola de rebeliones, que comenzó a finales de agosto de 2025, fue causada por la ira acumulada por diversos problemas políticos y económicos. No hubo un solo problema. Todo se intensificó con un aumento masivo de los impuestos sobre la tierra y la construcción en todas las regiones, debido al déficit presupuestario del gobierno. Al mismo tiempo, los miembros del parlamento recibieron un aumento salarial de más de diez veces. Esto se vio exacerbado por las declaraciones, a menudo arbitrarias, de los funcionarios. Por ejemplo, el regente de Pati afirmó que los impuestos no se reducirían, ni siquiera si se convocaba una manifestación masiva de 50.000 personas. Pati se convirtió en la primera ciudad en estallar, con una participación de alrededor de 100.000 personas el 10 de agosto de 2025. Las protestas contra el aumento de impuestos se extendieron a Bone y luego a otras ciudades. Durante una manifestación en Yakarta, un trabajador de transporte en línea murió tras ser atropellado por un vehículo policial. Al día siguiente, las manifestaciones se extendieron a muchas ciudades y continúan hasta el día de hoy, mientras elaboramos esta actualización. Al menos 10 civiles murieron, las casas de cuatro funcionarios fueron saqueadas y media docena de oficinas de la DPR fueron incendiadas o arrasadas. Confiábamos en que esta rebelión amainaría, pero la ira popular no.

Había demasiadas organizaciones, redes y grupos formulando demandas. Incluso cada ciudad presentó demandas diferentes. Había dos demandas revolucionarias: una de la Unión Socialista (PS) y otra, una red informal y descentralizada que emitió la Declaración de la Revolución del Federalismo Indonesio 2025, que exigía la disolución del estado unitario y el sistema de la Cámara de Representantes (DPR) y su sustitución por el Confederalismo Democrático de miles de consejos populares para la implementación de la democracia directa. Los liberales progresistas exigieron un llamamiento más reformista: la demanda 17+8. Y los anarquistas, individualistas y posizquierdistas insurrectos se centraron en ataques y enfrentamientos callejeros, exigiendo la destrucción del estado y la civilización, pero sin preocuparse por plataformas ni programas. No hubo un frente unido, pero evitamos un sectarismo ideológico excesivo.

Si bien no hubo un solo tema, el discurso se centró simultáneamente en tres: el aumento de impuestos, la violencia policial y, especialmente, la disolución de la RPD. La Asociación por la Libertad aún no ha tomado posición, pero participa en todas las manifestaciones de cada ciudad y las utiliza para expandir su red. Hacemos un llamamiento a la solidaridad del movimiento popular mundial para apoyar nuestra lucha en Indonesia mediante diversas tácticas y métodos.

¡Viva la revolución!

La Asociación por la Libertad

[Región indonesia, 2 de septiembre de 2025]

Fuente: https://perhimpunanmerdeka.org/2025/09/02/statement-august-2025-protest/

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Comentarios críticos al texto anarquista «La Revolución Federalista de Indonesia de 2025» (31 de agosto de 2025) desde la perspectiva comunista radical

Interesante que exista un movimiento anarquista más o menos fuerte en Indonesia. Pero, este texto suyo en particular es muy discutible, principalmente por dos puntos polémicos:

1) «Confederalismo democrático indonesio»?!

La democracia en realidad es la dictadura social mercantil de la burguesía mundial sobre el proletariado mundial, de la cual la socialdemocracia es cómplice, póngasele el membrete que se le ponga; en este caso, «confederalismo democrático». Por consiguiente, para destruirla y superarla realmente, el proletariado insurrecto precisa imponerle a la burguesía asesina –sin diálogo ni negociación– un poder revolucionario con contenido antimercantil/antiestatal y forma de Comuna, en Indonesia, en Kurdistán y en todos los países. El federalismo reproduce la atomización social mercantil y le resta fuerzas a la revolución proletaria contra el Estado en tanto que poder burgués centralizado. Por el contrario, la historia de las revoluciones y contrarrevoluciones demuestra que la centralización –en red y en forma comunal– del poder del proletariado revolucionario es una necesidad material de primer orden para destruir el Mercado, el Estado y la sociedad de clases.

2) Sin abolición del valor y de la sociedad de clases no hay revolución

La revolución social no se trata de que los trabajadores «autogestionen» la economía capitalista ni mucho menos el presupuesto del Estado burgués para «la salud, la educación, el desarrollo de instalaciones públicas y los fondos de las aldeas administrados por el Consejo Popular» (sic.), como dice el texto anarquista en cuestión. Eso sólo reproduce con otra apariencia y mantiene intactas las raíces del sistema capitalista que se busca derrocar. Ese siempre ha sido el programa de la socialdemocracia. Por el contrario, la revolución social se trata de abolir el valor, el trabajo asalariado, el dinero, la propiedad privada, las relaciones de clase, el Estado y todas las instituciones capitalistas mediante la creación e institucionalización de relaciones sociales comunistas y anárquicas entre los individuos de diferentes territorios. Decimos institucionalización, porque la Comuna es una institución revolucionaria, fruto de la insurrección comunizadora. Y decimos individuos, porque gracias a la revolución social los proletarios dejan de ser tales. El comunismo es la inmediatez social de los individuos.

En fin, solidarizamos con la revuelta actual en Indonesia, pero no la romantizamos. Tampoco romantizamos al anarquismo de esa región ni a este tipo de comunicados y propuestas de su parte al calor de ella.

Una revuelta no es una revolución, menos aún en el actual período histórico-mundial de carácter contrarrevolucionario. Y ningún «ismo» ideológico –en este caso, el anarquismo– puede hacer que lo sea, sino sólo la profundización y extensión del antagonismo de clases a escala histórico-mundial. La anarquía –o el comunismo– es el movimiento real que destruye y supera el orden capitalista y estatal, no una ideología ni una utopía. La revolución puede comenzar con una revuelta; pero, la revolución es una ruptura y un salto con respecto a la revuelta.

Una vez reanudado histórica y mundialmente, en un proceso revolucionario es de vida o muerte romper con la socialdemocracia de todo color en el seno del propio proletariado; en este caso, con la socialdemocracia de color negro. Que sea el devenir del actual movimiento real quien se encargue de hacerlo.

Proletarios Hartos de Serlo
Región ecuatoriana, 2 de septiembre de 2025

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Indonesia: ¿revuelta o revolución?

 
Todos nosotros hemos visto las noticias; sabemos, de alguna manera, lo que ha pasado en Indonesia en las últimas semanas: la imagen del Congreso incendiado, la represión policial brutal y los manifestantes que marchan en fila por miles. Sin embargo, frente a este espectáculo, cabe preguntarse si lo que estamos viendo es una revolución, un levantamiento popular o una mera protesta violenta.

Varias otras agrupaciones de "izquierda", reformistas del capital, guardan silencio frente al hecho violento que implica asaltar un edificio gubernamental y destrozarlo. Tal vez lo hacen porque su deseo es ocuparlo. Lo cierto es que cualquier manifestación forma parte íntegra del proceso de lucha de clases, el cual es inmanente al modo de producción capitalista. La violencia que emana y es visible en los medios no es otra cosa que la respuesta a años de ignominia hacia el proletariado. Cuando la paciencia se agota, este sale a atacar aquello que identifica como el principal responsable de sus malas condiciones de existencia, aquel que lo priva de su libertad.

No obstante, la historia de nuestro continente y de las luchas de los últimos años alrededor del mundo demuestran que no basta con culpar a una "casta" política o a una institución, como el Estado, los congresistas o los grupos de poder. Es necesario superar la situación de protesta y avanzar hacia un proceso que permita la ruptura con la división de clases y transicione hacia un camino verdaderamente revolucionario. En otras palabras, uno que busque abolir el valor, la mercancía que deviene del trabajo asalariado y la explotación.

Definitivamente, no se trata de "una revolución", pues carece de la estructura necesaria para subvertir el orden establecido. El "llamado a las armas" de muchas agrupaciones políticas resulta nefasto, en la medida en que no se presenta una teoría que permita la superación de este modo de producción. Los movimientos violentos —que pueden estar o no justificados—, si carecen de un sustento teórico firme y de bases organizativas que permitan al proletariado constituirse como clase consciente y no solo como pueblo, terminan por generar acciones que desembocan en un mayor estado de represión.

La solidaridad entre los trabajadores frente al asesinato de un manifestante a manos de la policía es legítima e indiscutible, pero hace falta un trabajo más fecundo para que no se trate simplemente de un movimiento espontáneo y anecdótico. Una revolución, en todo caso, no se hace con piedras y consignas. La situación puede escalar —sería ingenuo no pensarlo—, pero eso dependerá de las condiciones del proletariado indonesio. Si no se trasciende lo espontáneo, la violencia quedará atrapada en un ciclo de represión y resistencia sin horizonte transformador.
 
Región peruana, 4 de septiembre de 2025 

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Sobre la revuelta en Indonesia 

Toda revuelta actual es necesariamente contradictoria. ¿Por qué? Porque toda revuelta existente hoy emerge desde las contradicciones y antagonismos de la sociedad del capital. Quienes se rebelan son personas construidas por la socialización capitalista. Su práctica rebelde se mueve en contradicción con las formas sociales del capital. 

Hay quienes, desde un ultraizquierdismo confuso, exigen una conciencia perfectamente radical a quienes participan de la revuelta. Esto es absurdo porque es imposible. Ninguna revuelta emerge con una conciencia radical definida y con un entendimiento perfecto de sus contradicciones, limitaciones y desafíos a superar. Ninguna revuelta emerge todavía, tampoco, dotada de antemano de las herramientas materiales y organizativas necesarias para hacer frente al Estado y la reacción militar de las clases dominantes.  

La revuelta es lo que es porque es la expresión actual de lo posible dentro de las condiciones contemporáneas del sistema capitalista y las contradicciones que son intrínsecas. La revuelta es, por lo tanto, una expresión y un desarrollo del antagonismo propio de la sociedad capitalista. En este sentido, manifiesta la forma necesaria que adopta hoy la posibilidad de una ruptura práctica con el sistema y, con ello, de todas las contradicciones y limitaciones propias de esa posibilidad realmente existente. 

La revuelta en Indonesia nos enseña que el levantamiento de millones es hoy perfectamente posible, que así como no se puede pensar el futuro inmediato del capitalismo sin Gaza, tampoco se puede pensar sin los antagonismos que en Indonesia se desarrollan como revuelta de masas. Las prácticas de la revuelta, similares a las que hemos visto en el mundo en los últimos años, nos indican la forma práctica en que se desarrolla hoy necesariamente la lucha de clase y sus contradicciones intrínsecas. Tenemos que aprender de ella, sacar conclusiones radicales que sean herramientas prácticas para la lucha. Para nosotrxs la insurrección es un arte. 

Nec Plus Ultra
Región chilena, 4 de septiembre de 2025

24 de agosto de 2025

Carteles internacionalistas contra la guerra (agosto 2025)

Protestar, Desertar, Sabotear - Panopticon (región alemana)

 
[𝗣𝗮𝗻𝗳𝗹𝗲𝘁𝗼] 𝗜𝘀𝗿𝗮𝗲𝗹/𝗣𝗮𝗹𝗲𝘀𝘁𝗶𝗻𝗮/𝗜𝗿á𝗻 𝘆 𝗼𝘁𝗿𝗼𝘀 𝗹𝘂𝗴𝗮𝗿𝗲𝘀: ¡𝗲𝗻𝗲𝗺𝗶𝗴𝗼𝘀 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗽𝗮𝘁𝗿𝗶𝗮! ¡𝗦𝗶𝗲𝗺𝗽𝗿𝗲 𝗽𝗼𝗿 𝘁𝗿𝗮𝗶𝗰𝗶ó𝗻 𝗮 𝗹𝗮 𝗽𝗮𝘁𝗿𝗶𝗮!
 
"[...] Contrariamente a lo que proclama la izquierda (radical) del capital, son los traidores, los desertores y las acciones contra la guerra a quienes debemos apoyar, por pocos o muchos que sean. Cada individuo, cada grupo que se rebela y lucha contra la dominación del capital es una expresión de la tendencia a la negación del capitalismo. Como el absentismo, la ociosidad, el vagabundeo, etc. en el trabajo asalariado. Quienes hacen esto no están necesariamente a favor del comunismo o el anarquismo, pero hacen lo que hay que hacer. Es importante ampliar estas luchas y concienciar sobre esta práctica. Anarquistas como Malatesta iban a los cuarteles del ejército para agitar a los soldados, precisamente para plantear estas cuestiones. Por supuesto, Malatesta fue expulsado inmediatamente.
 
Ya sean los habitantes de Gaza que se manifiestan en las calles coreando consignas contra Hamás e Israel, o los habitantes de Israel que se manifiestan en las calles coreando consignas contra Israel, los ayatolás y Hamás, o los habitantes de Ucrania que protestan contra el reclutamiento forzoso en las calles (que en realidad se asemeja a secuestros), o los sabotajes contra los centros de reclutamiento en Rusia, por no hablar de las revueltas y enfrentamientos que se han producido regularmente en Irán durante las últimas décadas, no debemos olvidar el valor que demuestran todas estas personas; como parias, son más odiados que el enemigo, porque son el verdadero enemigo. Si, como anarquistas, luchamos verdadera y realmente contra todos los Estados-nación, ENTONCES SIEMPRE SOMOS los que cometemos TRAICIONES. Porque luchamos por la vida y no por la muerte, como hacen el capitalismo y el Estado. [...]"
 
Gráficas de Agitación (región mexicana) / Grupo Comunista Internacionalista (GCI)

22 de agosto de 2025

De Gaza al conflicto global: guerra capitalista y solidaridad internacionalista

Asamblea Internacionalista Contra la Guerra. Región griega. Agosto de 2025
Traducido por y tomado de Biblioteca Autónoma Laín Díez. Región chilena
 
[...] 
Contra el “campismo”: una respuesta de clase internacionalista a la guerra capitalista

Si no resistimos ahora por todos los medios posibles a esta escalada bélica, pronto nos encontraremos entre la espada y la pared. Desde la perspectiva de los intereses proletarios, no existen guerras “justas” o “defensivas”. Tales distinciones son una mistificación que oculta el conflicto entre capitales nacionales y bloques imperialistas por el control de los mercados de capitales y materias primas, esferas de influencia y mano de obra barata. Cada parte envuelta en una guerra presenta su propio papel como “defensivo” y “justo”. Una victoria del Estado más débil lo hace más fuerte, reiniciando de nuevo el círculo vicioso, como lo ha demostrado la experiencia histórica. La derrota de un poder estatal más fuerte implica necesariamente el fortalecimiento del Estado-nación oponente y la movilización de la población en torno a él. Cualquier resistencia de clase debe ser aplastada para imponer la paz social y la unidad nacional.

En el pasado, el apoyo a los nacionalismos “débiles” y a sus respectivos Estados se disimulaba tras el fortalecimiento del llamado campo socialista. Hoy, ausente incluso esta pretensión, se abandona la crítica al capitalismo en favor de las distinciones culturales entre Occidente y Oriente o Norte y Sur, proclamadas por la ideología “anticolonial” y las políticas identitarias contemporáneas. Esta distinción es claramente irracional, mítica y reaccionaria, ya que el capitalismo es un sistema universal y global: “[ha] convertido todo el planeta en su campo de operaciones”, aunque la opresión religiosa, étnica y nacional obviamente sigue existiendo y no es “privilegio” de Estados específicos. La antigua y espectacular pseudo dicotomía, capitalismo versus “socialismo”, ha sido reemplazada por una nueva, desprovista de toda pretensión de emancipación social, como lo ejemplifica el apoyo “antiimperialista” a Irán, Rusia o China, salvo por la invocación de una hueca “teoría de las etapas”.

El apoyo a un campo imperialista, o campismo, es inherente a la ideología antiimperialista porque proporciona un análisis de arriba hacia abajo enfocado en los conflictos entre Estados, en lugar de una perspectiva proletaria arraigada en el conflicto global entre el capital y el proletariado. El apoyo a las fuerzas del “otro bando” y a los movimientos de liberación nacional asociados a ellas ni siquiera puede provocar el derrocamiento del imperialismo, que es inherente al capitalismo. Objetivamente, la posición política de apoyar a un bando imperialista allana el camino para la militarización más amplia de la sociedad y la guerra capitalista. Los antiimperialistas llegan incluso a apoyar los programas nucleares de supuestos “Estados débiles”, lo que puede conducir a la culminación de la guerra capitalista y a la destrucción total.

La única salida a la espiral bélica es la acción proletaria internacionalista con un claro carácter anticapitalista. Nos negamos a ser cómplices de cualquier ejército y de cualquier Estado. No apoyaremos a ninguno de los bandos en guerra. La única solución frente a la guerra es la organización autónoma de clase que lucha contra el capital y el Estado en nuestro propio país y el apoyo práctico a los que se niegan a hacer el servicio militar. También implica el apoyo a los desertores y objetores de conciencia del “otro bando”, así como la solidaridad práctica con los colectivos políticos y sociales que luchan contra la guerra capitalista en Rusia, Ucrania, Israel, Palestina, Irán y en todas partes. En lugar de esta práctica, que es la condición mínima necesaria para no convertirnos en carne de cañón del capital, presenciamos calumnias inaceptables sobre el “colaboracionismo” y la “traición nacional” contra los camaradas anarquistas y comunistas y, más ampliamente, contra los colectivos de la clase trabajadora (por ejemplo, en Irán).

Precisamente en este contexto, debemos expresar nuestra solidaridad con los —ciertamente escasos— objetores de conciencia en Israel, así como con aquellas fuerzas dentro de Israel que se resisten al genocidio que se está llevando a cabo en Gaza. La identificación de toda la población con su Estado es falsa, como demuestra el hecho de que 100.000 reservistas no se presentaran a filas tras la ruptura del alto el fuego por parte del Estado israelí. Hay que confrontar los incidentes de odio nacionalista israelí cuando ocurran. La lógica de los ataques indiscriminados contra turistas israelíes es racista, ya que atribuye la responsabilidad colectiva a toda la población, a la vez que debilita la ya débil corriente de oposición a la guerra dentro de Israel.

Estamos en contra de la guerra capitalista y de cualquier implicación del Estado griego en ella, en contra de la militarización de la sociedad y del aumento del gasto militar que se produce a expensas del salario social. Luchamos por la creación de un movimiento proletario internacionalista que no se someta a los intereses nacionales, al Estado y al capital, expresando solidaridad práctica con los colectivos proletarios y políticos —comunistas y anarquistas— que luchan en los países devastados por la guerra. Nuestro objetivo es construir lazos y comunicación con los proletarios internacionalistas. Sólo a través de la unidad global del proletariado podremos derrocar esta barbarie impuesta por los Estados y el capital. No debemos dejarnos arrinconar, sino acabar con la guerra capitalista luchando contra quienes la provocan. Nuestra guerra no es nacional ni religiosa. Es una guerra de clases social y antiestatal.

Leer texto completo

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Relacionados:

Israel/Palestina/Irán y otros lugares: ¡enemigos de la patria! ¡Siempre por traición a la patria! - Panopticon. Región alemana. Agosto de 2025

De Vinnytsia a Berlín. Contra los “anarco”-militaristas y su propaganda bélica - Konvulsismo y sus amigos. Región alemana. Agosto de 2025

7 de agosto de 2025

Contrarrevolución capitalista, activismo reformista y práctica teórica comunista hoy

Para la revolución social, lo determinante es el contexto histórico y mundial, mejor dicho, el carácter del período en que se encuentre el antagonismo de clases, no la conciencia, la voluntad ni la actividad de las organizaciones e individualidades izquierdistas de este y de cualquier otro país. En la historia del antagonismo mundial de clases, sólo existen dos tipos de período: período contrarrevolucionario y período revolucionario. El actual es un período contrarrevolucionario.*

A grosso modo, las características principales de un período contrarrevolucionario son 1) que la burguesía ejerce su dominación de clase en todos los aspectos de la sociedad: desde lo económico hasta lo ideológico, por lo cual se encuentra a la ofensiva o al ataque asimismo en todos los aspectos a fin de mantener tal dominación; y, 2) que el proletariado sólo puede hacer luchas defensivas, reivindicativas o reformistas como clase del trabajo/capital y no como clase revolucionaria. La relación de fuerzas se inclina, pues, a favor de la primera clase, no de la segunda.

Más claro: en un período contrarrevolucionario, la burguesía es fuerte o clase dominante y el proletariado es débil o clase dominada.

Esto no quiere decir que durante un período contrarrevolucionario no existan revueltas e insurrecciones. De hecho, durante el actual período contrarrevolucionario, concretamente en todo lo que va del siglo XXI, ha habido revueltas internacionales que incluso han llegado a amenazar con alterar o invertir la relación de fuerzas entre las clases: en especial, las del 2000, 2008, 2011 y 2019. Pero, todavía no lo han logrado. (Las causas histórico-materiales de la derrota de las revueltas y la vigencia de la contrarrevolución en este siglo son materia para otro artículo.)

El sistema de dominación capitalista, con el Estado a la cabeza, tiene diferentes tentáculos. De los cuales, la socialdemocracia, el reformismo o la izquierda del Capital es uno de los más importantes y fuertes, porque es la contrarrevolución capitalista que se disfraza de rojo y hasta de negro en el seno de los explotados y oprimidos para que sus protestas se vayan democráticamente por las ramas ―luchar contra tal o cual ley, contra tal o cual gobierno, por tal o cual derecho, etc.― y no ataquen las raíces del sistema: la dictadura social del valor en proceso o, en palabras más sencillas, tener que trabajar para pagar y pagar para vivir, gracias a lo cual los ricos y poderosos son lo que son a costa de nuestra clase de esclavos asalariados cada vez más precarios y empobrecidos. Mientras esto no deje de ser así, nada fundamental habrá cambiado.

Por lo tanto, en un período contrarrevolucionario como el actual, todo activismo de izquierda (marchas, plantones, asambleas, acciones simbólicas, etc.) es reformista y ni siquiera le hace cosquillas al Capital y al Estado. El “enfrentar la arremetida burguesa e imperialista”, el “no soltar las calles”, el "fortalecer los procesos de unidad de los sectores populares", la “acumulación de fuerzas”, la “preparación de la ofensiva popular”, etc., que arguyen los militantes de algunas organizaciones locales de izquierda, son razones convincentes pero falsas para buscar reproducir de otra forma el Capital-Estado o el orden democrático-burgués (la "defensa de lo público", los "derechos del pueblo", su soñado "gobierno popular", la "redistribución de la riqueza", etc.) y, por tanto, la contrarrevolución disfrazada de rojo y negro, incluso si tienen buenas intenciones o no están conscientes de ello, e incluso si su discurso y su acción parecen “radicales”. 

Ello es así porque el Capital es una relación social impersonal y, por ende, inmensamente más poderosa que las personalidades, voluntades, ideologías y actividades políticas de las organizaciones e individualidades de izquierda. Es más, el Capital subsume o incluye, re-produce y domina en su interior al "pueblo", la clase trabajadora, sus organizaciones de izquierda y sus protestas democráticas. 

En este sentido, el activismo de izquierda también es oportunista, porque las organizaciones políticas que están detrás del mismo aprovechan la coyuntura impuesta por la clase dominante como oportunidad para saltar al escenario, propagar su ideología política (el programa socialdemócrata disfrazado de "marxismo" y hasta de "anarquismo"), reclutar más gente y así tener más poder que otras organizaciones políticas. Con lo cual, reproducen la lógica de las mafias o rackets empresariales que compiten entre sí por acumular más capital, poder y territorio, pero “desde abajo y a la izquierda”.

Aunque a veces ya ni siquiera es eso: el activismo de izquierda termina siendo, de manera obsesiva y compulsiva, la acción por la acción para parecer más rebeldes y hasta más “revolucionarios” que otros en redes sociales. Un miserable show de la lucha contra el capitalismo que, irónica y patéticamente, esta misma sociedad del espectáculo termina convirtiendo en mercancía e imagen. Algo que, por cierto, es muy propio de la pequeña burguesía de izquierda: la apariencia, la pose, el figureteo. De tal forma, el activismo de izquierda reproduce la competencia y el espectáculo de la sociedad capitalista contra la que dice estar luchando en las calles.

Muy lejos y al contrario de todo eso, lo único que le golpearía real y mortalmente a la burguesía sería que el proletariado anónimo y autoorganizado expropie y comunice masivamente toda la producción y la distribución, de manera que se produzca sólo para satisfacer directa o gratuitamente las necesidades colectivas. Atacando y destruyendo por la fuerza, al mismo tiempo, el aparato represivo y burocrático del Estado. Todo lo cual, sólo puede ser sostenido por un poder revolucionario de carácter antiestatal e internacional, porque la revolución social es aplastada cuando no se impone sobre la contrarrevolución ni se internacionaliza. En pocas palabras: comunización, insurrección y Comuna mundial.

Si la revuelta mundial del 2019 puso a temblar de miedo a la burguesía mundial es porque fue un punto de quiebre que volvió a abrir la posibilidad histórica de la revolución social. Por eso reaccionó con tanta violencia y sagacidad en todas sus formas y niveles hasta la fecha, a saber: la brutal represión estatal para aplastar las revueltas, el uso contrainsurreccional de la pandemia, la guerra imperialista (en Ucrania y Palestina), el narcoterrorismo, el neofascismo, la derecha "alt-right" y la izquierda posmoderna o el activismo “woke” por igual, las elecciones, etc. Con sólo recordar el 2019, la burguesía mundial vuelve a temblar de miedo. Desde entonces, su estrategia es la contrarrevolución preventiva, porque procura prevenir a toda costa una nueva revuelta mundial que pueda devenir revolución mundial. Mientras tanto, bajo el actual período contrarrevolucionario donde la relación de fuerzas es desfavorable para el proletariado, todo activismo de izquierda es reformista, oportunista y espectacular.

Por todas estas razones de peso, y no por otra cosa, es que los proletarios revolucionarios o los comunistas hoy nos mantenemos distantes del activismo y, en cambio, nos vemos limitados pero, a la vez, dedicados con seriedad y compromiso a la actividad teórica; es decir, a la producción y difusión de teoría revolucionaria para la práctica revolucionaria.

Ahora bien, esta actividad teórica que sostenemos los comunistas no es "intelectualismo" ni “purismo”, como nos suelen “criticar” los activistas de izquierda. Es una forma y un momento del antagonismo de clases y, por tanto, de la práctica revolucionaria. Sí, la teoría en realidad es práctica teórica. En la concepción materialista de la historia y de la praxis humana ―en toda la extensión de ésta última, práctica teórica significa el proceso de producción de nuevos conocimientos que, al calor del desarrollo de las fuerzas productivas y las luchas sociales, busca no sólo interpretar sino transformar la realidad social. Por consiguiente, la práctica teórica comunista es la producción de teoría crítica y revolucionaria que, estando estrechamente ligada al antagonismo de clases, busca la revolución comunista.

Más precisamente: haciendo uso de las categorías fundamentales de la crítica de la economía política, la práctica teórica comunista hoy es la producción de análisis concretos de las condiciones capitalistas actuales y, sobre todo, de las luchas proletarias concretas para contribuir a la autoclarificación y radicalización de las mismas o, mejor dicho, para contribuir a producir la ruptura revolucionaria en su seno. A partir de lo cual, se puede elaborar la estrategia y las tácticas comunistas para el siglo XXI. He ahí su necesidad y su importancia o, si se prefiere, su razón de ser y su sentido, hoy.

En la misma perspectiva, también se puede afirmar que producir y difundir teoría comunista o mantener y desarrollar las posiciones revolucionarias del proletariado contra el capitalismo, contra la ideología de la clase dominante y, en especial, contra la socialdemocracia en el seno del propio proletariado, así sea de manera muy minoritaria y a contracorriente, es una práctica cuyo objetivo es reapropiarse, proteger y afilar «las armas de la crítica» para cuando el propio capitalismo en crisis y el antagonismo de clases abran una época de revolución social en la que se produzcan situaciones dónde serán masivamente sustituidas por «la crítica de las armas»: la insurrección proletaria mundial por el comunismo.

Efectivamente, en esas situaciones revolucionarias propias de un período revolucionario, la teoría revolucionaria y la conciencia de clase se convierten en fuerzas materiales o armas prácticas en manos de las masas proletarias hartas de serlo que pasan al ataque contra el Capital, el Estado y la sociedad de clases hasta destruirlos y superarlos. Porque «sólo una revolución comunista en masa puede producir una conciencia comunista en masa» (Marx, La ideología alemana). La teoría comunista prevé tal situación revolucionaria y prepara subjetivamente al proletariado para la misma.

En pocas palabras: durante un período contrarrevolucionario como el actual, la práctica teórica comunista no sólo es resistencia comunista, sino actividad de previsión y preparación estratégicas de la revolución comunista.

Obviamente, no serán la teoría y la propaganda revolucionarias las que desencadenen la revolución, sino las condiciones objetivas y subjetivas que el propio capitalismo en crisis y el antagonismo de clases hayan creado para que el proletariado ya no pueda ni quiera vivir como tal y, entonces, sienta la revolución como necesidad humana inmediata a satisfacer. Asimismo, para abolir y superar el Capital, el Estado y la sociedad de clases son necesarias la autoorganización de masas, la solidaridad antagonista y la violencia revolucionaria del proletariado en vías de autoabolición como clase.

Pero, la teoría y la propaganda revolucionarias también son necesarias, incluso imprescindibles en tanto que armas crítico-prácticas de la comunidad de los proletarios revolucionarios, junto con nuestras mejores armas que son la solidaridad y el apoyo mutuo. Porque si algunos proletarios en todo el mundo hoy nos entregamos a la teoría y la propaganda comunistas, es porque estamos hartos de la vida que sufrimos bajo el capitalismo y porque nos impulsa la pasión del comunismo. Como escribió Marx, «la crítica no es una pasión de la cabeza, sino la cabeza de la pasión». Por eso afirmamos que la práctica teórica comunista no sólo es resistencia comunista, sino previsión y preparación estratégicas y apasionadas de la revolución comunista.

Esto no significa que los comunistas debamos "esperar a que se den todas las condiciones para la lucha revolucionaria" y, por ende, que no participemos en las luchas reivindicativas de nuestra clase proletaria durante el período actual. Lo hemos hecho ―sobre todo, en las revueltas de los últimos años, combatiendo en las calles, "donde las papas queman"― y lo haremos en la medida de nuestras limitadas posibilidades. Pero, siempre con este criterio y esta perspectiva, la perspectiva comunista; es decir, develando y señalando las raíces, los límites y las potencias de las luchas proletarias actuales y, en consecuencia, manteniendo y agitando las posiciones revolucionarias del proletariado, sin transigir ni negociar con el Estado burgués y la socialdemocracia de cualquier color. La perspectiva comunista es una perspectiva antagonista. 

Es más, los comunistas producimos y difundimos teoría al calor de las luchas concretas y las acompañamos críticamente de esa forma, buscando contribuir a producir la ruptura revolucionaria en su seno, como unos proletarios en lucha más. Porque la teoría comunista no sólo es una forma y un momento del antagonismo de clases, sino también un producto y un factor del mismo. Porque la ruptura revolucionaria es el núcleo de la lucha comunista; su principio organizador y, al mismo tiempo, su método. Y, fundamentalmente, porque las luchas reivindicativas preparan el terreno para la lucha revolucionaria; pero, no de manera gradual, sino mediante la ruptura y el salto con ellas mismas, con sus propios límites.

El límite principal de las luchas del proletariado en la época actual es su propia condición de clase del trabajo/capital. Porque bajo la subsunción realdominación real del capital, trabajo y capital o proletariado y capital son inseparables. Esta relación de clase hoy está en crisis (altos índices de desempleo, subempleo, informalidad), pero sigue funcionando y sosteniendo la sociedad capitalista de modo catastrófico. Y porque ser proletarios no es un orgullo. Es una condena social e histórica que hay que abolir para ser libres de verdad, mejor dicho, para ser una comunidad real, universal y ricamente diversa de individuos libremente asociados que crean y viven plenamente sus vidas como tales.

Por lo tanto, el núcleo de la comunización o de la revolución comunista en la época actual no es la afirmación y perpetuación del proletariado ―ni siquiera como clase dominante―, sino la autoabolición del proletariado en tanto que clase del trabajo/capital. El proletariado es revolucionario o no es nada. Y sólo es revolucionario cuando lucha por dejar de serlo. De suyo, la autoabolición del proletariado implica la abolición del trabajo ―entendiendo que el trabajo es la alienación y explotación mercantil capitalista de la actividad humana productiva―, del capital y de la burguesía. En suma, el núcleo de la comunización es la abolición de la relación de clase que fundamenta y atraviesa toda la sociedad capitalista, mediante la producción de relaciones comunistas entre los individuos. 

Así tengan que pasar varias generaciones hasta lograrlo, las condiciones materiales producidas por el propio capitalismo durante las últimas décadas determinan que la revolución comunista, cuyo corazón es la abolición del trabajo, hoy es más posible que antes en la historia. Por ejemplo, el desarrollo tecnológico actualmente alcanzado, toda vez que haya sido comunizado, permitiría reducir el "trabajo" al mínimo necesario y disponer de tiempo libre para el desarrollo de todas las potencialidades y relaciones humanas.

Por su parte, la historia de las revoluciones de los dos últimos siglos demuestra que los proletarios sí podemos hacer la revolución con cabeza y mano propias, sin necesidad de concientizadores ni salvadores como se creen los partidos leninistas. Y viceversa: también demuestra que, si no lo hacemos de manera autónoma y antiestatal, esos mismos concientizadores y salvadores terminarán siendo la nueva clase dominante disfrazada de rojo, degenerando la revolución proletaria en contrarrevolución leninista.  

Esto no significa caer en el espontaneísmo, que quede claro. Autoorganizándonos como comunidad de lucha por la revolución social ―lo que Marx y otros camaradas históricos siempre han llamado Partido Histórico―, los proletarios sí podemos autoemanciparnos en todos los aspectos y producir el comunismo para destruir y superar el capitalismo.

El comunismo no es una utopía, una ideología ni mucho menos ese capitalismo de Estado mal llamado "comunismo" que fue la URSS y sus países satélites. «El comunismo es el movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual» (Marx, La ideología alemana) y la nueva sociedad sin clases ni Estado, sin mercado ni fronteras nacionales, que resulta de tal movimiento revolucionario.

El comunismo es esa ruptura y salto revolucionarios que se producen en el seno de las propias luchas proletarias, más aún en un contexto de crisis de la relación de clase como el actual. El comunismo es la ruptura de las condiciones capitalistas de existencia mediante la producción de nuevas relaciones sociales entre los individuos. Relaciones no mercantiles ni jerárquicas. Relaciones basadas en el apoyo mutuo entre iguales y la libertad real, porque se han liberado del valor, la mercancía, la propiedad, el trabajo, la división del trabajo, el capital, el dinero, las clases sociales, el Estado, las nacionalidades, las razas, los géneros, la división entre ciudad y campo, la separación entre humanidad, tecnología y naturaleza, etc.

Por lo tanto, al calor de la profundización y extensión del antagonismo de clases, sólo la producción inmanente e inmediata del comunismo ―sin "período de transición"― puede destruir y dejar atrás el capitalismo. La revolución comunista no admite medias tintas. Porque quien hace revoluciones a medias, cava su propia tumba.

El desafío para los comunistas del siglo XXI, entonces, no es "esperar a que se den todas las condiciones para lucha revolucionaria", sino más bien contribuir producir la ruptura revolucionaria en el seno de las actuales luchas reivindicativas, lejos del activismo y siempre en contra tanto del reformismo como del oportunismo. Lejos también del espontaneísmo, porque, como dijimos anteriormente, para la autoemancipación es necesaria la autoorganización. De hecho, la autoorganización es el primer acto de la revolución. Así pues, el desafío es contribuir a producir la ruptura revolucionaria, de todas las formas posibles, con intransigencia y paciencia al mismo tiempo.

¿Cómo? ¿Con qué estrategia? No sólo produciendo y difundiendo teoría comunista al calor de las luchas concretas, sino también haciendo que la comunidad de lucha contra el capitalismo que se vaya autoorganizando entre proletarios anónimos y hartos de serlo sea la anticipación de la sociedad comunista del futuro en el seno de la sociedad capitalista del presente. Procurando vivir y expandir el comunismo como un micelio, es decir, como una red de hongos en las grietas de la catástrofe capitalista global hasta que sea un nuevo mundo. Produciendo el comunismo al calor de la profundización y extensión del antagonismo de clases para abolir la sociedad de clases. Así tengan que pasar varias generaciones hasta lograrlo, el desafío para los comunistas del siglo XXI es la comunización.

Proletarios Hartos de Serlo
Quito, agosto de 2025

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* En realidad, existen tres tipos de período histórico-mundial del antagonismo de clases. El tercero es lo que hace unas décadas el Grupo Négation denominaba período de reanudación revolucionaria o lo que hoy el Grupo Barbaria denomina período bisagra, cuya característica principal es el tránsito epocal de un período contrarrevolucionario a un período revolucionario; un verdadero cambio de época. Según Barbaria, a raíz de la revuelta mundial del 2019, el actual es un período bisagra o una época bisagra entre la contrarrevolución mundial y la revolución mundial. Sin embargo, en él todavía predominan las características de la contrarrevolución. Por tal razón, y para efectos del presente artículo, nosotros afirmamos que el actual es un período contrarrevolucionario. Dejamos abierta la discusión compañera al respecto; pero, para desarrollarla en otro momento y lugar, es decir, en otro artículo.