RUPTURA PROLETARIA
Periódico de agitación comunista anárquico |
Territorio dominado por el Estado ecuatoriano |
Nro. 0 | Mayo 2016
Contenido:
- ¿Por qué Ruptura Proletaria?
- 1º de Mayo contra los ataques del Capital-Estado. Sobre la reforma laboral en Ecuador
- 1º de Mayo: el proletariado mundial contra el trabajo asalariado
- De la sala de clases a la lucha de clases
- Terremoto en Ecuador: catástrofe social capitalista
- Reforma laboral y disturbios en Francia
- Sus guerras. Nuestras muertes
- Carteles contra el sindicalismo y el trabajo asalariado
1° DE MAYO CONTRA LOS ATAQUES DEL CAPITAL-ESTADO
Sobre
la reforma laboral en Ecuador
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l
gobierno progresista y ciudadanista de Correa ya no puede ocultar la existencia
de la crisis capitalista ni evitar tomar medidas de “ajuste de cinturones” contra
la clase trabajadora. Así, el 17 de marzo del presente año aprobó la “ley
orgánica para la optimización de la jornada laboral y seguro de desempleo”,
cuyo eje central es que las empresas que demuestren tener pérdidas van a poder
reducir la jornada de trabajo de 8 a 6 horas diarias (de 40 a 30 horas
semanales), pero asimismo el salario al valor de esas 6 horas; manteniendo,
además, el aporte de los trabajadores al seguro social (al Estado) proporcional
a 8 horas de trabajo, entre otras disposiciones del mismo calibre que tienen
que ver con el “seguro de desempleo”, el “empleo juvenil” y la licencia de
maternidad. Ese mismo día, hubo una protesta a las afueras de la Asamblea
Nacional -blindada por la Policía Nacional- y, horas más tarde, una masiva marcha
de los sindicatos de trabajadores -“sin incidentes”.
Esto acontece dentro de un
contexto internacional y local marcado por la recesión económica y el aumento
del desempleo y la inflación. Concretamente en el Ecuador, el PIB para este año
crecerá sólo 0.1%, el presupuesto estatal se redujo 17%, la tasa de desempleo
actual se ubica en 5.7% de la PEA, la de “empleo inadecuado” (subempleo, etc.)
en 53.9%, y la de inflación en 4,05%, según el propio INEC. En resumidas
cuentas, en este país hay cada vez más gente desempleada (incluyendo quienes
escribimos esto), subempleada (sobre todo en la informalidad) y, para rematar,
cada vez se hace más alto el costo de la vida.
Por lo tanto, esta reforma
laboral es una medida estatal de austeridad que, para gestionar la crisis
capitalista, ataca y deteriora aún más las actuales condiciones de trabajo y
existencia de nuestra clase. Reducir la jornada laboral y el salario, y encima aumentar
los precios de la canasta básica, implica aumentar la presión e intensidad del
trabajo durante esa nueva jornada de 6 horas diarias, a la vez que depreciar el
salario por debajo de su valor real; es decir, implica súper-explotar o aumentar
la tasa de explotación de la clase proletaria para contrarrestar la caída de la
tasa de ganancia de la clase patronal. Mejor dicho, para los trabajadores
asalariados-as esta medida significa más trabajo y menos dinero para poder
sobrevivir, mientras que para los empresarios significa hacernos pagar su
crisis y seguir enriqueciéndose a costa nuestra. Sin duda, se trata de un ataque
histórico del Capital-Estado contra el proletariado que vive en este territorio.
Demostrando que los verdaderos ladrones y violentos son ellos: los
capitalistas; en este caso, con su terrorismo económico y legal, democrático.
No conformes con ello, el
gobierno y los empresarios nos mienten con el discurso de la “protección del empleo
digno” y del “evitar despidos y cierres”. Mientras que los sindicatos le oponen
el iluso y reformista discurso de la “estabilidad laboral” y la “contratación
colectiva” en tiempos de crisis, frente a esta nueva “precarización laboral”.
En realidad, el “trabajo digno” y el “trabajo precario” no existen, porque el
trabajo asalariado es precario o inestable por naturaleza y, fundamentalmente,
porque es trabajo explotado y la explotación del hombre por el hombre no es
digna más que para los explotadores y sus ideólogos variopintos. Tampoco es
cierto que se va a evitar despidos, porque esta ha sido –y con fuerza- la
tendencia real desde fines del 2015 hasta la presente fecha; y, sobre todo,
porque el desempleo no es “circunstancial” ni mucho menos “por la nueva ley de aumento
de impuestos” a ciertas empresas, sino que es estructural o necesario para este
modo de producción, puesto que le permite aumentar la tasa de explotación de
los trabajadores no despedidos y, en consecuencia, la tasa de ganancia empresarial.
Sin desempleo no hay capitalismo, y viceversa.[1]
Entonces, frente a tal ataque
burgués-estatal y a su falsa oposición socialdemócrata-sindical ¿qué hacer? Contraatacar como clase. Responder.
Protestar, considerando y superando las limitaciones y contradicciones de una
protesta como la del mismo 17 de marzo. No ponerse, pues, a negociar migajas a
la patronal y su Estado (como las “13 propuestas alternativas” o la “demanda de
inconstitucionalidad” de la ley por parte de los sindicatos). No luchar en su
terreno, sino en nuestro propio terreno de clase. Así pues, más que defender
los inestables puestos de trabajo y nuestras ya deterioradas condiciones de
existencia (lo que, por sobrevivencia, se hace forzosamente necesario, pero no
es ni debe ser lo único), se trata de defender nuestra fuerza de trabajo (ej.:
nuestra salud), su valor real (que no nos paguen menos ni nos suban más los
precios) y, principalmente, defender nuestras necesidades humanas (ej.:
alimentación y vivienda) contra las
necesidades de la economía capitalista, la cual no se merece ningún sacrificio
de nuestra parte.
Estas reivindicaciones de clase
hay que pelearlas de manera colectiva, organizada y en las calles, pero ya sin
intermediarios o representantes: afuera y en contra no sólo de las
instituciones capitalistas y estatales, sino también de los partidos y
sindicatos de izquierda, porque las primeras nos explotan y los segundos
negocian nuestra explotación. Luchar de manera autónoma y antagonista, de la
mano con generalizar y radicalizar el conflicto. Las fuertes protestas y
disturbios por parte de miles de proletarios-as en contra de la actual reforma
laboral en Francia, son un buen ejemplo concreto de ello.
Asimismo vale pelear por mejores
condiciones de vida para nosotros-as y nuestra prole, a presente y a futuro;
pero teniendo claro, por un lado, que en
el sistema capitalista el trabajo es la única forma socialmente impuesta que
tenemos los proletarios de subvenir a nuestras necesidades y, en ese sentido,
no tener trabajo significa simplemente reventar de hambre… Por lo tanto hay que
comprender la exigencia de un empleo por parte del trabajador como la exigencia
de la necesidad humana de alimentarse, de vestirse y de reproducirse, él y su
familia.[2]
Pero, por otro lado, la consigna de “trabajo para todos” (o de “trabajo digno”
o “empleo adecuado”, da lo mismo) es utópica, prueba evidente de lo cual es que
si el capital no ha conseguido realizar el “pleno empleo” a escala mundial en
período de prosperidad, es imposible que lo haga en período de crisis. Tal consigna
es reaccionaria… porque es la idealización y la negación de la naturaleza
contradictoria del capital, que sólo puede desarrollar el trabajo desarrollando
simultáneamente el desempleo y la miseria… Por eso, en lugar de la consigna
reformista: «Un salario justo por una jornada de trabajo justa», Marx nos
hablaba ya de enarbolar la consigna revolucionaria: «¡Abolición del trabajo
asalariado!»
Verdadero contenido éste de aquel
histórico y universal 1º de Mayo de 1886 que hoy conmemoramos luchando. La
abolición del trabajo asalariado, empero, no significa que vayamos a dejar de
producir o a no hacer nada, sino que, sobre la base material de la comunidad de
bienes y la cooperación entre iguales, produzcamos para satisfacer solamente nuestras
necesidades y deseos humanos y ya nunca más para la valorización del inhumano y
vampiresco Capital; esto es, una sociedad sin explotadores ni explotados.
[1] Ahora bien, si
esta reforma y quienes la disputan se preocupan tanto por el alto desempleo juvenil
existente en este país (14.75%), y en cambio quieren “promover el empleo
juvenil”, más que por obvias razones económicas, es porque en el fondo les
aterra que a la larga ese proletariado juvenil sobrante para el aparato
productivo pueda convertirse en una amenaza para la paz social burguesa y
ciudadana.
[2] Sólo los
pequeñoburgueses mantenidos e ideologizados, hechos los lumpen y los “puros”, no
comprenden y se dan el lujo adolescente de “rechazar” este hecho.
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