TERREMOTO EN ECUADOR: CATÁSTROFE
SOCIAL CAPITALISTA
“Lo verdaderamente catastrófico no fue la escala de magnitud del terremoto... Es vivir en una sociedad que permite que miles de personas vivan abandonadas a su suerte frente a este tipo de sucesos.La catástrofe no es nunca “natural”. La catástrofe es siempre social.”Metiendo Ruido. 8 tesis críticas sobre las últimas catástrofes en Chile. 2014
Más allá del bombardeo mediático de información sobre el devastador terremoto
ocurrido el 16 de abril del 2016 en la Costa norte ecuatoriana (magnitud de 7.8
grados Richter; cientos de muertos, miles de heridos y damnificados/refugiados
internos; carreteras, edificios, casas y servicios caídos o rotos; pueblos casi
desaparecidos y ciudades parcialmente destruidas; rebrote de algunas pandemias físicas
y psicológicas; escenas dantescas y desgarradoras; cientos de réplicas –unas
más fuertes y alarmantes que otras- que no cesan, etc.), escribir sobre el
trauma masivo y personal vivido durante y después del mismo es muy duro e
incluso inenarrable. Pero hay que hacerlo, porque la vida es lucha y continúa,
y porque es necesario desmentir que se trata de una “catástrofe natural” cuando
en realidad es una catástrofe social capitalista.
Sí: esta catástrofe en particular no es tal a causa de “la naturaleza”
ni mucho menos de “la voluntad de dios”, sino a causa del maldito y mil veces
maldito capitalismo. Y no porque seamos conspiranoicos (sería absurdo y
ridículo creer que ciertas élites secretas de ricos y poderosos conspiraron
para provocar este terremoto y/o sus efectos, así como que es una “venganza” de
la naturaleza), sino por el modo tan desigual, injusto, caótico y hasta absurdo
en que está organizada esta sociedad y su espacio, desde siempre y en todas
partes: según las necesidades de la producción y circulación de
mercancías-cosas, y no según las necesidades humanas y de la naturaleza. De
allí que estos poderosos movimientos de la Tierra que por siglos han moldeado
su geografía, en la actual sociedad del Capital azoten siempre y en su absoluta
mayoría a los “pobres”, desposeídos y explotados: a los proletarios, por el
hecho de que habitan en los peores lugares, en las viviendas de la peor
calidad, son los que más prole o hijos/as pero menos recursos tienen; por ello pierden
sus miserables posesiones y, sobre todo, pierden sus vidas y las de sus seres
queridos; son los que “ponen los muertos” o, si sobreviven, son los
“damnificados”, los que si ya eran miserables ahora lo son más. Este tipo de eventos
naturales y situaciones sociales resultantes, entonces, no hacen sino destapar
y exacerbar la catástrofe diaria que es el capitalismo para nosotros los
proletarios –en especial los sin trabajo ni seguro de desempleo-, los “damnificados”
permanentes de este sistema inhumano y antropófago.
Si bien es cierto que la solidaridad “de todo un pueblo” no se hizo
esperar y que realmente es ésta la que ha permitido paliar algunos efectos del
terremoto en ciertas poblaciones afectadas, el problema al respecto está en que
se hace pasar caridad (que es vertical o dar sobras de lo que se tiene) por solidaridad
(que es horizontal o entre iguales). Y no sólo porque sea una sociedad
cristiana, sino porque es una sociedad mercantil generalizada que, además, se
encuentra en crisis, misma que, después del terremoto, se va a agravar. De allí
que algunas grandes empresas locales (ej.: Tía y Fybeca) no dejen de lucrar con
sus “kits del damnificado” o sus “donaciones solidarias”, y que algunas otras
–junto con sus contactos en prefecturas y municipios- ya estén haciendo planes
y números con la “reconstrucción” de carreteras, viviendas, servicios, etc., es
decir reconstruir la infraestructura del Capital, mientras los proletarios
rurales y urbanos de Manabí y Esmeraldas están cada vez más miserables y mendicantes.
No sólo sentimos “dolor infinito” por toda esta situación infernal, sino
infinita rabia de clase.
Pero sin duda lo más infame de este “estado de excepción” es que el
gobierno de Correa aprovecha que la sensibilidad colectiva está a flor de piel
y el rancio sentimiento nacionalista (“todos somos Ecuador”) para imponer casi sin
contestación nuevas medidas de austeridad; en este caso, la “ley solidaria” que
consiste en reducir un día de salario a cierta parte de la población
trabajadora y aumentar el IVA (impuesto al valor agregado), que es el que se
grava a los productos de la canasta básica y no a los de lujo, de 12 a 14%. ¿Y
los capitalistas? Bien gracias, porque evidentemente este “paquetazo” por parte
de su Estado los beneficia a ellos. A todo lo cual se suman los banqueros y políticos de
derecha que se “solidarizan” pero como parte de su campaña electoral para el
próximo año; los noticieros y programas de farándula que hacen show y rating
con la tragedia ajena; los voluntarios de clase mierda que van de turismo-rescate
e incluso a tomarse “selfies” para el facebook; las sectas religiosas llevando
su caridad y su “palabra”; y, como siempre, los militares y policías reestableciendo
y resguardando la “normalidad” o el orden de la propiedad privada y la mercancía.
A propósito de esto último, los “damnificados” obviamente reciben las
donaciones vengan de quien vengan pero, como éstas no alcanzan, en algunos
casos roban y saquean, ya no sólo por necesidad sino por desesperación. Mucha
gente se escandaliza por esto, pero no se escandaliza de que los mayores
ladrones son aquellos comerciantes que ponen precios inaccesibles a los víveres
de primera necesidad en las mismas poblaciones afectadas y, sobre todo, las
grandes empresas y este gobierno que nos imponen medidas dizque “solidarias” a
los proletarios para sanear su propia crisis de valorización o tasa de
ganancia.
Terremoto devastador, crisis económica, inundaciones, aumento del
número de muertos y damnificados, volcanes activos, aumento del desempleo y la
miseria, medidas de austeridad y represión, muy bajo nivel o intensidad de la
lucha de clases, vísperas de año electoral en que talvez gane la derecha (o el
gobierno actual de nuevo, da igual)… El panorama en “la mitad del mundo” es realmente
desolador y desalentador. Sinceramente no sabemos a ciencia cierta lo que vaya
a pasar a futuro, más que la impune sobrevivencia de este sistema genocida y
ecocida. La pregunta es ¿hasta cuándo? como diciendo ¡ya basta! Sólo sabemos entonces
que, a pesar de todo y así tengan que pasar varias generaciones proletarias, hay
que mantener la perspectiva de que cada vez se hará más necesario que nuestra
clase se harte de sufrir y morir tanto. Que comprenda en carne propia que para dejar
de sobrevivir como subhumanos o como cosas medibles y desechables, deberá matar
a lo que la mata: esta gran catástrofe social y cotidiana llamada capitalismo.
Que la verdadera opción vital para la humanidad y el planeta es y será la
revolución social, total y radical, aquí y en todo el mundo.
Mientras tanto, sólo la solidaridad directa, horizontal y autónoma (por
fuera de las lógicas del mercado, el Estado, la iglesia y la nación) entre los
“damnificados” de este sistema de muerte, entre proletarios-as, nos mantendrá en
pie de lucha por la vida; no sólo para superar este desastre, sino por una vida
en que la humanidad ya no esté separada o peleada consigo misma ni con la
naturaleza: por una comunidad humana-natural, no idílica o perfecta, pero sí real.
“El capital encuentra siempre algunos defensores
y/o administradores que nos dirán que él no es responsable de las catástrofes,
que ellas son “naturales”, o que “Dios las envió”... pero ¿al proletariado le
basta con creer en los dogmas del capital para salvarse?... El capital es una
catástrofe permanente para la humanidad, pero su sociedad de trabajo y de
sumisión es transitoria. A todos los niveles de organización de esta sociedad,
la ganancia se define como el objetivo de la actividad humana. Cada instante de
la subvida mercantil nos muestra que el capital ya ha vivido demasiado y que al
mismo tiempo que ha concentrado en el seno de los explotados toda la
inhumanidad de su sistema, ha concentrado también su propia negación
revolucionaria, el proletariado… quien se encuentra determinado históricamente
a despertarse, atormentado por las miserias cotidianas, por las muertes
“accidentales” ocasionadas por la explotación “accidental” que realizan
nuestros patrones, por el aire sofocante, la comida insípida, el agua
contaminada y los ritmos de trabajo que no cesan de aumentar… ¡Destruyamos
lo que nos destruye cotidianamente! ¡Destruyamos el capitalismo!”
Grupo Comunista
Internacionalista. A propósito de una catástrofe “natural”. 2000