De nuevo elecciones en esta parcela
capitalista llamada ecuador: espectacular y repudiable farsa donde “elegimos” a los políticos, es decir a esos burgueses,
sus familiares y sus empleados-títeres bien vestidos, sonrientes, que nos ofrecen
“el oro y el moro” y dicen “representarnos” para, de esa manera, robar –legal e
ilegalmente- a los proletarios lo que producimos con nuestro trabajo así como nuestro
poder de decidir sobre nuestras vidas. A esos que, junto con sus jueces y sus
periodistas, nos tachan de “vándalos”, “terroristas” y ordenan reprimirnos,
encarcelarnos y matarnos cuando nos “atrevemos” a atacar y destruir lo que nos
destruye: la propiedad privada, el trabajo, la mercancía y la policía. Por eso
votar no es elegir ni mucho menos decidir, es “darle más poder al poder”. Al
votar (sea por un partido de izquierda sea para dizque evitar la explotación
petrolera del Yasuní o para dizque impedir la firma de un tratado de libre
comercio con la unión europea), no manifestamos ni cambiamos nada, ni siquiera
de a poco ni “simbólicamente” -¡vaya ilusión!-. Al votar, lo único que hacemos
es reproducir y consolidar el poder estatal de los malditos capitalistas sobre
nosotros los desposeídos de propiedad y de poder, los proletarios. Pero sobre
todo, al votar nos volvemos cómplices de nuestra propia opresión y explotación;
creyendo ilusamente ser “libres e iguales” ó “protestar contra este gobierno
mediante el voto”, lo único que hacemos es legitimar nuestra condición de
esclavos asalariados sin conciencia ni poder sobre nuestras vidas, de borregos
de la clase dominante. Nuestro voto en realidad es nuestra jaula y nuestro
látigo. Proletarios: ¡No nos quejemos, pues, de los políticos después de haberlos
“elegido”! ¡Elijamos luchar por cuenta propia y sin “representantes” para reapropiarnos
de nuestras vidas y destruyamos todo aquello que nos lo impida!
Sí: somos proletarios que estamos contra
las elecciones; más aún: estamos contra la democracia. ¿Por qué? Porque ésta no
es una simple forma de gobierno, la “mejor” o la “menos mala”, sino que la
democracia es el modo de ser y de vida de esta sociedad capitalista y su dios
dinero, donde la única libertad e igualdad que tenemos es para comprar y vender
mercancías, donde todo y todos somos mercancías, ya que nos vendemos en el
mercado laboral para que los capitalistas nos exploten mediante el trabajo
asalariado, compramos a otros las cosas que nosotros mismos producimos para
sobrevivir, y “elegimos” a sus políticos para que el orden y la normalidad se
mantengan, o sea para que ellos sigan siendo los dominantes y nosotros los
dominados. La sociedad de la mercancía es la sociedad de la democracia, cuyo
orden se encuentra celosamente protegido por la policía, el ejército, la represión,
la cárcel; es decir, no hay democracia sin terrorismo de Estado, porque en
realidad la democracia es la dictadura del capital sobre el proletariado. Su
diferencia con una dictadura militar no es, pues, más que de forma y de momento:
en la democracia, la dictadura del capital se
camufla o se disfraza; en la dictadura militar, se quita el disfraz o se
desnuda, pero en el fondo son lo mismo. Por eso quien ejerce esta dictadura capitalista
permanente es el Estado, que no es más que el mismo capital concentrado y
organizado en forma política, militar e ideológica para la dominación; la junta
que administra los negocios comunes de la burguesía y que monopoliza legal y
“legítimamente” la decisión y la violencia en la sociedad; la mafia de las
mafias. Y ninguna región ni país del mundo es la excepción, porque el
capitalismo –y su estado- es mundial, porque la dictadura democrática del
capital es mundial.
Proletarios: la democracia nos
destruye como clase o sujeto colectivo revolucionario. Nos divide e
individualiza de mil y un formas, principalmente al convertirnos en mercancías-trabajadores-consumidores
y al hacernos creer ideológicamente que no somos proletarios sino “ciudadanos”
que “decidimos” al sufragar en las urnas, es decir idiotas útiles del
espectáculo de la representación, de la política. Todos los “derechos” y
“libertades” democráticos (como la “libertad de expresión”, de votar o de “participar”
en sindicatos, partidos, frentes, “colectivos”, etc.) no son más que mitos efectivos
para mantenernos como esclavos asalariados atomizados y pacificados,
inofensivos; como “masa” ciudadana o “pueblo” democrático, que es todo lo
contrario al proletariado en tanto que negación viviente o movimiento de
destrucción y superación del capital, por tanto, de la democracia. Siendo que sólo
en la comunidad de lucha proletaria real se prefigura la comunidad humana real sin
explotación ni opresión, sin separación y por lo tanto sin representación: el
comunismo o la anarquía. Precisamente por esto la democracia teme y anula al
proletariado convirtiéndolo en una masa inerte de individuos-ciudadanos,
productivos y consumistas. Lo que, por desgracia, le sigue dando resultado
hasta el momento, pues la mayoría de proletarios aún cree que “somos iguales y
libres gracias a la democracia”. Mientras que la burguesía sabe bien que es al
contrario y, entre dientes, dice con razón: “¡Imbéciles: son mis esclavos!”
La dominación democrática no funcionaría
ni sería posible sin la existencia y la competencia de la derecha y la
izquierda. Las cuales, en realidad, no son contrarias, son complementarias, como
los dos lados de la misma moneda. Sus debates y sus disputas (por puestos de
poder, leyes, reformas, presupuestos, obras, impuestos, notas de prensa, etc.),
además de ser secundarias y superficiales o problemas falsos, son peleas entre
patrones y sus lacayos arribistas por la repartición del pastel del poder
político, el dinero y la popularidad… Derecha e izquierda son diferentes moscas
disputándose la misma mierda o, mejor dicho, la misma mierda con diferentes
moscas. Lo grave de esto, en el fondo, es que estas distintas fracciones del
mismo capital-estado nos emboban con su propaganda y sus ofertas, nos ponen a
discutir esos falsos problemas, nos utilizan como masa electoral o carne de
cañón en sus disputas y, de esta manera, nos anulan o destruyen como clase autónoma
y revolucionaria. Eso es lo que hace el gobierno “socialista del siglo XXI” de correa
(o de ap), que en realidad es la dictadura democrática y progresista del
capital sobre el proletariado en esta cárcel patriótica llamada ecuador; de
hecho, el gobierno de la “revolución ciudadana” es el más capitalista y
contrarrevolucionario de la historia de este país. Mientras que su “oposición” democrática,
sea de derecha (nebot, rodas, psp, etc.) sea de izquierda (mpd, pachakutik,
ps-fa, etc.), es una oposición igualmente burguesa, igualmente
contrarrevolucionaria. En resumidas cuentas, proletarios: todos los partidos de
derecha y de izquierda son capitalistas y sólo velan por sus mezquinos
intereses, en contra de nuestros intereses.
Por eso la democracia sólo es y puede
ser capitalista o burguesa (¡no existe la “democracia verdadera, buena,
participativa, directa” ni peor aún la “democracia obrera, socialista,
revolucionaria”!). Por eso toda izquierda –de cualquier color y denominación- siempre
ha sido y será la izquierda del capital o la social-democracia, enemigo
histórico pero camuflado del proletariado, de la revolución social real. Por
eso a la dictadura democrática del capital no se la combate desde la misma democracia
–esto es, participando en elecciones o recolectando firmas para una “consulta
popular”, con diálogos y negociaciones o con protestas ciudadanas y pacíficas-;
sino solamente desde la acción directa y autónoma del proletariado para
reivindicar e imponer nuestras necesidades humanas o intereses de clase, por
fuera y en contra de todas las instituciones democráticas del capital y el
estado: empresas, gobierno, congreso (“asamblea nacional”), ministerios, ejército,
policía, partidos, sindicatos, ongs, iglesias, universidades, medios de
comunicación, etc. Lo cual puede manifestarse desde una simple hoja volante
hasta una lucha callejera, desde un pequeño boicot o sabotaje hasta una huelga
real…
En este caso, ni siquiera “votando
nulo”, como proclaman algunos grupúsculos izquierdistas pseudorevolucionarios, porque
esto no deja de ser otra forma de protesta democrática, ciudadana, burguesa;
sino dejando de votar, absteniéndonos de manera conciente, activa y colectiva, y
denunciando el carácter capitalista de las elecciones y de toda la democracia. Pero
no sólo eso, se trata de ir mucho más allá, es decir no es una cuestión
individual de votar o no votar –y de ser o no multado- (lo que sería otro falso
y burdo dilema), sino de luchar como clase contra toda la explotación y
dominación capitalistas siempre que y donde sea posible (en el trabajo, en el
lugar de estudio, en la calle, en el barrio, en la casa…), de practicar la
solidaridad de clase, de organizar colectiva y militantemente esa lucha y esa
solidaridad, de reapropiarnos de nuestra experiencia histórica y nuestra teoría
revolucionaria como proletariado, de profundizar o radicalizar la conciencia y
la acción clasistas y anticapitalistas; en fin, se trata de romper con la
totalidad del capitalismo, de la democracia. Entonces, proletarios: ¡No
votemos: luchemos y organicémonos como clase por fuera y en contra de todas las
estructuras y formas del capital y el estado! ¡Rompamos revolucionariamente con
toda esta mierda capitalista y democrática para reapropiarnos de nuestras vidas
y vivirlas de verdad!
Es cierto que el pinche “certificado
de votación” sirve para “todo tipo de trámite” y que no es nada “bonito” que
nos multen –o sea que el estado nos robe aún más- por no haber ido a votar.
Pero recordemos que al votar, ajustamos y legitimamos nuestras propias cadenas.
Reconozcamos también que ya nos roban nuestro esfuerzo y nuestro tiempo todos
los días en el trabajo, en las aulas, en el cobro y la utilización de los
servicios, etc. Además, gane quien gane las elecciones, nada cambiará:
seguiremos siendo explotados y oprimidos. Por el contrario, al no ir a votar (al
igual que al no ir a trabajar, a estudiar, o al apropiarse de ciertos productos
o usar ciertos servicios sin pagarlos… en fin, al romper la rutina y la
normalidad cuando sea posible) y, en cambio, al ponernos a luchar de manera conciente,
colectiva, organizada, autónoma y directa por nuestras necesidades vitales, recuperamos
de algún modo nuestro ser proletario (ya que el proletariado se afirma como tal
al luchar contra el capital), el control sobre nuestra vida, nuestra dignidad, nuestra
humanidad… Sería algo así como un síntoma, una expresión de rechazo no sólo
contra este farsante y tiránico gobierno capitalista sino contra toda esta miserable
no-vida que nos toca soportar diariamente; un (re)inicio, una chispa que, si no
es ahora, mañana tarde o temprano se prenderá y crecerá sin poder ser
controlada. Y eso es algo que los ricos y poderosos, y sus bomberos
socialdemócratas, realmente temen. Ya va siendo hora, proletarios, de que
dejemos de tener miedo y de que más bien empecemos a darlo, tal como nuestros
hermanos de clase ya lo están haciendo en otras regiones y países…
La dictadura democrática y progresista
del capital hoy es más catastrófica y asesina que nunca en todo el mundo de mil
y un maneras: depreda la naturaleza, aumenta la explotación, sube los precios y
baja los salarios, arroja a millones al desempleo y la miseria, mata de hambre
o a balazos… Por esto mismo, la llama de la revuelta proletaria se ha encendido
de nuevo en todas partes (brasil, chile, siria, egipto, turquía, suecia,
grecia, españa, ucrania, bosnia, china, bangladesh, etc.). Tarde o temprano, la
revolución proletaria o comunista mundial será una cuestión de vida o muerte para
toda la humanidad (y la naturaleza). El proletariado no tiene absolutamente
nada que aportar –ni siquiera “críticamente”- a esta sociedad mercantil-democrática
que lo niega y lo destruye a diario. Para afirmar su humanidad, para gestar y
vivir la comunidad humana, sólo puede y tiene que destruirla por completo y de
raíz. ¡No nos preparemos, entonces, como “buenos ciudadanos” para las
elecciones nunca más! ¡Preparémonos como clase para la revolución, para
destruir lo que nos destruye: el mundo de la mercancía y por ende de la
democracia! Esta vez será no ir a votar, denunciar al enemigo y reanudar la
lucha de clase; en el futuro, posiblemente será quemar las urnas y tomar el
poder sobre nuestras vidas como parte de una insurrección que imponga la
dictadura revolucionaria del proletariado, es decir la dictadura social,
antiestatal y mundial de las necesidades humanas sobre el capital, verdugo de
la humanidad y la naturaleza, de la vida. De lo contrario, simplemente
moriremos… sin antes haber vivido de verdad, humanamente. Hasta entonces, sólo
luchar será vivir y vivir será luchar.
¡LA DEMOCRACIA ES LA
DICTADURA DEL CAPITAL SOBRE EL PROLETARIADO!
¡LA DEMOCRACIA SE BASA EN NUESTRA
ESCLAVITUD ASALARIADA Y LA GARANTIZA!
PROLETARIOS: ¡A LUCHAR
CONTRA LA DEMOCRACIA!
¡EN LAS ELECCIONES NO
ELEGIMOS NI DECIDIMOS NADA, NO NOS ENGAÑEMOS!
¡NO VOTEMOS NI NOS QUEJEMOS:
LUCHEMOS Y ORGANICÉMONOS AUTÓNOMAMENTE CONTRA EL CAPITAL, EL ESTADO, LOS
PARTIDOS, LOS SINDICATOS, LOS FRENTES, LAS PATRIAS!
¡NO NOS PREPAREMOS PARA LAS
ELECCIONES NUNCA MÁS,
PREPARÉMONOS PARA LA
REVOLUCIÓN COMUNISTA!
¡POR LA GUERRA DE CLASES Y
LA DICTADURA REVOLUCIONARIA
DEL PROLETARIADO A NIVEL
MUNDIAL!
¡RECUPEREMOS EL PODER SOBRE
NUESTRAS VIDAS PARA VIVIRLAS DE VERDAD Y DESTRUYAMOS TODO AQUELLO QUE NOS LO IMPIDA!
brigada
fantasma de agitación comunista-anarquista
quito-ecuador,
febrero 2014