23 de noviembre de 2018

Cuadernos de Negación N° 12: Crítica de la Autogestión


Contenido:

▪ Presentación
▪ Contra toda gestión del Capital
La gran ilusión: la autogestión
Perlas de la burguesía
▪ Argumentos en favor de la autogestión
Gallinas
▪ ¿Autogestión de la lucha?
Autogestión y lucha
Ideología de la producción 
▪ El ejemplo argentino
Carta al proletariado en Grecia
▪ El ejemplo español
Perla del autogestionismo libertario
▪ Contra la gestión de lo existente
Autogestión y democracia
¡Comunidad!
¡Comunismo!


***

«[L]a crítica a la propuesta (y la lucha) por una transformación gestionista de la sociedad es una tarea urgente. En estos últimos tiempos de breves revueltas es presentada como la salida más razonable. Lo hemos padecido en Argentina luego de los estallidos sociales del 2001, sabemos cómo en Grecia desde el 2008 y otras regiones parte del proletariado desesperado mira esa misma experiencia y quiere sacar lecciones para llevar adelante la autogestión pero «aprendiendo de los errores». En otros lugares, en cada momento de crisis, de cierre de lugares de trabajo, de desempleo, de escasez, de reagrupamiento en las calles, vuelve a deambular el cuerpo moribundo del capitalismo con el reluciente traje de la autogestión atrayendo tras de sí cientos y miles de proletarios, llevándolos a morir para continuar con vida.

No queremos apelar a presupuestos moralizantes que aseguren que los proletarios individuales son mejores y más honrados que los capitalistas individuales. El asunto es comprender que nuestras conductas están completamente determinadas por el modo de producción capitalista y que, por lo tanto, hay que acabar con este modo de producción que nos reproduce a imagen y semejanza.

El Capital domina hasta el más recóndito aspecto de la reproducción social y lo pone a trabajar para sí mismo. De esta manera, millones de proletarios no solo se sienten identificados con “su” trabajo sino que se enorgullecen de él. Y confunden sus necesidades con las del Capital, interiorizando de tal modo la relación social capitalista que incluso cuando quieren luchar contra lo que perciben los explota y oprime continúan reproduciéndolo.

El discurso dominante y la rutina capitalista cotidiana ha “integrado” a los explotados en tal grado que estos suponen resistir al comercio justamente comerciando. Muchos proletarios descontentos suponen luchar ¡mediante el trabajo, la producción de mercancía, la circulación de dinero, la valorización de la vida en general! Tal es así que, cuando criticamos el modo de producción capitalista en su fachada autogestionista, se sienten profundamente ofendidos y atacados. A tal nivel de fusión capitalista hemos llegado. 

Si nos disponemos a debatir abiertamente a la propuesta de la autogestión es porque hubo y hay espacios compartidos, no solo de lucha sino de mera subsistencia.

En dichos ámbitos, aunque no sea la regla, podemos encontrarnos proletarios en una sintonía común, con la intención, al menos incipiente, de cambiar la vida e integrar distintas esferas de la vida cotidiana que se hallan profundamente separadas. Aunque para cambiar la vida, evidentemente, no se trata de unir lo separado.

Naturalmente ningún oprimido puede oponerse a ganar algunos billetes para la supervivencia por fuera del trabajo bajo relación de dependencia, fuera de las órdenes de un jefe, sea como actividad principal o complementaria, solo o con más personas. Quienes hacemos esta publicación lo hemos hecho, lo hacemos y lo seguiremos haciendo. Pero del mismo modo que cuando trabajamos bajo un salario no reivindicamos el trabajo asalariado por ser el modo de subsistencia, o por ser la “escuela” de explotación y, por tanto del rechazo al trabajo; no podemos reivindicar la autogestión, ni las cooperativas, ni el trabajo denominado autónomo e independiente (de qué, nos preguntamos). Menos aún podemos aceptar que mediante el trabajo y la adaptación al sistema se lo esté combatiendo.

Luchemos contra la sociedad de clases para dejar de ser proletarios, para no organizarnos nunca más en torno a la mercancía, para no relacionarnos a través del intercambio, para no ser cosificados, para constituirnos en comunidad humana.

[…]

La sociedad plenamente autogestionada será quizás la última promesa que estaremos obligados a desechar el proletariado en un estadío avanzado en la lucha para dejar de serlo. Se nos presentará como la salida al Capital sólo para poder conservarlo, se nos presentará como comunidad para alejarnos de ella. Por lo tanto, es en la misma práctica social de la lucha que deberemos escoger entre autogestión de lo existente o comunismo, entre una sociabilización a través de la mercancía o comunidad humana.

Tras la coartada de un supuesto realismo y la exigencia de “propuestas concretas” se esconde un chantaje ideológico: la justificación para defender el orden existente. Del mismo modo que se trafica el conformismo en nombre del antisectarismo y el antidogmatismo. Lo real y concreto es la necesidad de acabar de una vez y para siempre con el capitalismo, sin sectarismo ni dogmas ni con sus falsas contestaciones. Nuestra lucha no es sectaria sino social y surge no de un dogma o un conjunto de principios detallados en una plataforma sino de estas condiciones materiales de existencia y la necesidad de suprimirlas.

En cada discurso conformista subyace una necesidad de garantías que expresa brillante, aunque tímidamente, la incapacidad de pensar más allá de lo existente. Ese más allá no es irreal, surge de este mismo mundo, de sus contradicciones, de la acción social revolucionaria. El reformista y conformista de hoy llamaría sectario y utópico a quienes en el pasado lucharon por lo que él hoy mismo defiende y supone eterno. El conformista ignora la historia. El conformista no reconoce fronteras entre su compromiso político y la forma que tiene de ganar dinero, es impotente para comprender que lo que suele expresarse discursivamente surge de razones materiales concretas. Piensa y actúa de acuerdo a sus propias razones comerciales. Es por esto que decimos que los autogestionistas y cooperativistas defienden el orden existente y se oponen a la realización de la comunidad humana cuando ponen su comercio por delante.

[…] Cuando expresamos la necesidad de destruir el Capital, hacemos referencia a un espacio físico y temporal, una relación social totalitaria donde la actividad humana se ha transformado en trabajo y este se ha abstraído y autonomizado, volviéndose una fuerza opresora contra nosotros mismos.

“El comunismo no suprime al Capital para devolver las mercancías a su estado original. El intercambio mercantil es un vínculo y un logro, pero es un vínculo entre partes antagonistas. Su desaparición no supondrá un retorno al trueque, esa forma primitiva de intercambio. La humanidad ya no estará dividida en grupos opuestos o en empresas. Se organizará a sí misma para planificar y usar su herencia común y para compartir obligaciones y disfrutes. La lógica del compartir reemplazará a la lógica del intercambio.” (Les Amis de 4 Millions de Jeunes Travailleur, Un mundo sin dinero)

[…]

Por eso cuando nos referimos a la revolución insistimos principalmente con su contenido social y en que no se trata de tomar este mundo tal cual está, desplazando a los “parásitos” como han mostrado la mayoría del marxismo y del anarquismo, por no hablar de ideologías ya completamente suscritas al orden dominante. Una revolución social debería poner en cuestión todo nuestro mundo desde el primer momento, y no solo luego de un indefinido período de transición. Contra eso el movimiento revolucionario debe imponer medidas abiertamente comunistas en lo inmediato, “no solo por el propio mérito intrínseco de tales medidas, sino también como forma de destruir las bases materiales de la contrarrevolución. Si después de una revolución se expropia a la burguesía pero los trabajadores siguen siendo trabajadores que producen en empresas separadas y dependen de su relación con su lugar de trabajo para subsistir y seguir intercambiando con otras empresas, entonces importa muy poco que ese intercambio sea “autogestionado” por los trabajadores o sea dirigido de forma centralizada por un “Estado obrero”: el contenido capitalista seguirá ahí, y tarde o temprano el papel concreto o la función de capitalista se reafirmará. Por el contrario, la revolución como movimiento comunizador destruiría (dejando de constituir y de reproducirlas) todas las categorías capitalistas: el intercambio, el dinero, la mercancía, la existencia de empresas separadas, el Estado y –lo más fundamental de todo— el trabajo asalariado y la propia clase trabajadora.” (Endnotes, nro. 2, Comunización y teoría de la forma–valor)»

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Relacionado - Bloque de Cuadernos de Negación dedicados a la Crítica de la Economía:

N° 9: Contra la Economización de la Vida

22 de noviembre de 2018

Manifiestos Revolucionarios del "Partido Liberal Mexicano" (1911 y 1918)

Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, 1910


MANIFIESTO DEL 23 DE SEPTIEMBRE DE 1911

MEXICANOS:

La Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano ve con simpatía vuestros esfuerzos para poner en práctica los altos ideales de emancipación política, económica y social, cuyo imperio sobre la tierra pondrá fin a esa ya bastante larga contienda del hombre contra el hombre, que tiene su origen en la desigualdad de fortunas que nace del principio de la propiedad privada.

Abolir ese principio significa el aniquilamiento de todas las instituciones políticas, económicas, sociales, religiosas y morales que componen el ambiente dentro del cual se asfixian la libre iniciativa y la libre asociación de los seres humanos que se ven obligados, para no perecer, a entablar entre sí una encarnizada competencia, de la que salen triunfantes, no los más buenos, ni los más abnegados, ni los mejor dotados en lo físico, en lo moral o en lo intelectual, sino los más astutos, los más egoístas, los menos escrupulosos, los más duros de corazón, los que colocan su bienestar personal sobre cualquier consideración de humana solidaridad y de humana justicia.

Sin el principio de la propiedad privada no tiene razón de ser el gobierno, necesario tan sólo para tener a raya a los desheredados en sus querellas o en sus rebeldías contra los detentadores de la riqueza social; ni tendrá razón de ser la Iglesia, cuyo exclusivo objeto es estrangular en el ser humano la innata rebeldía contra la opresión y la explotación por la prédica de la paciencia, de la resignación y de la humildad, acallando los gritos de los instintos más poderosos y fecundos con la práctica de penitencias inmorales, crueles y nocivas a la salud de las personas, y, para que los pobres no aspiren a los goces de la tierra y constituyan un peligro para los privilegios de los ricos, prometen a los humildes, a los más resignados, a los más pacientes, un cielo que se mece en el infinito, más allá de las estrellas que se alcanzan a ver...

Capital, Autoridad, Clero: he ahí la trinidad sombría que hace de esta bella tierra un paraíso para los que han logrado acaparar en sus garras por la astucia, la violencia y el crimen, el producto del sudor, de la sangre, de las lágrimas y del sacrificio de miles de generaciones de trabajadores, y un infierno para los que con sus brazos y su inteligencia trabajan la tierra, mueven la maquinaria, edifican las casas, transportan los productos, quedando de esa manera dividida la humanidad en dos clases sociales de intereses diametralmente opuestos: la clase capitalista y la clase trabajadora; la clase que posee la tierra, la maquinaria de producción y los medios de transportación de las riquezas, y de la clase que no cuenta más que con sus brazos y su inteligencia para proporcionarse el sustento.

Entre estas dos clases sociales no puede existir vínculo alguno de amistad ni de fraternidad, porque la clase poseedora está siempre dispuesta a perpetuar el sistema económico, político y social que garantiza el tranquilo disfrute de sus rapiñas, mientras la clase trabajadora hace esfuerzos por destruir ese sistema inicuo para instaurar un medio en el cual la tierra, las casas, la maquinaria de producción y los medios de transportación sean de uso común.

MEXICANOS:

El Partido Liberal Mexicano reconoce que todo ser humano, por el solo hecho de venir a la vida, tiene derecho a gozar de todas y cada una de las ventajas que la civilización moderna ofrece, porque esas ventajas son el producto del esfuerzo y del sacrificio de la clase trabajadora de todos los tiempos.

El Partido Liberal Mexicano reconoce, como necesario, el trabajo para la subsistencia, y, por lo tanto, todos, con excepción de los ancianos, de los impedidos e inútiles y de los niños, tienen que dedicarse a producir algo útil para poder dar satisfacción a sus necesidades.

El Partido Liberal Mexicano reconoce que el llamado derecho de propiedad individual es un derecho inicuo, porque sujeta al mayor número de seres humanos a trabajar y a sufrir para la satisfacción y el ocio de un pequeño número de capitalistas.

El Partido Liberal Mexicano reconoce que el Capital, la Autoridad y el Clero son el sostén de la iniquidad y, por lo tanto, la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano ha declarado solemnemente guerra a la Autoridad, guerra al Capital, guerra al Clero.

Contra el Capital, la Autoridad y el Clero el Partido Liberal Mexicano tiene enarbolada la bandera roja en los campos de la acción en México, donde nuestros hermanos se baten como leones, disputando la victoria a las huestes de la burguesía, o sea: maderistas, reyistas, vazquistas, científicos, y tantas otras cuyo único propósito es encumbrar a un hombre a la primera magistratura del país, para hacer negocio a su sombra sin consideración alguna a la masa entera de la población de México, y reconociendo, todas ellas, como sagrado, el derecho de propiedad individual.

En estos momentos de confusión, tan propicios para el ataque contra la opresión y la explotación; en estos momentos en que la Autoridad, quebrantada, desequilibrada, vacilante, acometida por todos sus flancos por las fuerzas de todas las pasiones desatadas, por la tempestad de todos los apetitos avivados por la esperanza de un próximo hartazgo; en estos momentos de zozobra, de angustia, de terror para todos los privilegios, masas compactas de desheredados invaden las tierras, queman los títulos de propiedad, ponen las manos creadoras sobre la fecunda tierra y amenazan con el puño a todo lo que ayer era respetable: Autoridad, Capital y Clero; abren el surco, esparcen la semilla y esperan, emocionados, los primeros frutos de un trabajo libre.

Estos son, mexicanos, los primeros resultados prácticos de la propaganda y de la acción de los soldados del proletariado, de los generosos sostenedores de nuestros principios igualitarios, de nuestros hermanos que desafían toda imposición y toda explotación con este grito de muerte para todos los de arriba y de vida y de esperanza para todos los de abajo: ¡Viva Tierra y Libertad!

La tormenta se recrudece día a día: maderistas, vazquistas, reyistas, científicos, delabarristas os llaman a gritos, mexicanos, a que voléis a defender sus desteñidas banderas, protectoras de los privilegios de la clase capitalista. No escuchéis las dulces canciones de esas sirenas, que quieren aprovecharse de vuestro sacrificio para establecer un gobierno, esto es, un nuevo perro que proteja los intereses de los ricos. ¡Arriba todos; pero para llevar a cabo la expropiación de los bienes que detentan los ricos!

La expropiación tiene que ser llevada a cabo a sangre y fuego durante este grandioso movimiento, como lo han hecho y lo están haciendo nuestros hermanos los habitantes de Morelos, sur de Puebla, Michoacán, Guerrero, Veracruz, Norte de Tamaulipas, Durango, Sonora, Sinaloa, Jalisco, Chihuahua, Oaxaca, Yucatán, Quintana Roa y regiones de otros Estados, según ha tenido que confesar la misma prensa burguesa de México, en que los proletarios han tomado posesión de la tierra sin esperar a que un Gobierno paternal se dignase hacerlos felices, conscientes de que no hay que esperar nada bueno de los Gobiernos y de que “la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos.”

Estos primeros actos de expropiación han sido coronados por el más risueño de los éxitos; pero no hay que limitarse a tomar tan sólo posesión de la tierra y de los implementos de agricultura: hay que tomar resueltamente posesión de todas las industrias por los trabajadores de las mismas, consiguiéndose de esa manera que las tierras, las minas, las fábricas, los talleres, las fundiciones, los carros, los ferrocarriles, los barcos, los almacenes de todo género y las casas queden en poder de todos y cada uno de los habitantes de México, sin distinción de sexo.

Los habitantes de cada región en que tal acto de suprema justicia se lleve a cabo no tienen otra cosa que hacer que ponerse de acuerdo para que todos los efectos que se hallen en las tiendas, almacenes, graneros, etc., sean conducidos a un lugar de fácil acceso para todos, donde hombres y mujeres de buena voluntad practicarán un minucioso inventario de todo lo que se haya recogido, para calcular la duración de esas existencias, teniendo en cuenta las necesidades y el número de los habitantes que tienen que hacer uso de ellas, desde el momento de la expropiación hasta que en el campo se levanten las primeras cosechas y en las demás industrias se produzcan los primeros efectos.

Hecho el inventario, los trabajadores de las diferentes industrias se entenderán entre sí fraternalmente para regular la producción; de manera que, durante este movimiento, nadie carezca de nada, y sólo se morirán de hambre aquellos que no quieran trabajar, con excepción de los ancianos, los impedidos y los niños, que tendrán derecho a gozar de todo.

Todo lo que se produzca será enviado al almacén general en la comunidad del que todos tendrán derecho a tomar TODO LO QUE NECESITEN SEGÚN SUS NECESIDADES, sin otro requisito que mostrar una contraseña que demuestre que se está trabajando en tal o cual industria.

Como la aspiración del ser humano es tener el mayor número de satisfacciones con el menor esfuerzo posible, el medio más adecuado para obtener ese resultado es el trabajo en común de la tierra y de las demás industrias. Si se divide la tierra y cada familia toma un pedazo, además del grave peligro que se corre de caer nuevamente en el sistema capitalista, pues no faltarán hombres astutos o que tengan hábitos de ahorro que logren tener más que otros y puedan a la larga poder explotar a sus semejantes; además de este grave peligro, está el hecho de que si una familia trabaja un pedazo de tierra, tendrá que trabajar tanto o más que como se hace hoy bajo el sistema de la propiedad individual para obtener el mismo resultado mezquino que se obtiene actualmente; mientras que si se une la tierra y la trabajan en común los campesinos, trabajarán menos y producirán más. Por supuesto que no ha de faltar tierra para que cada persona pueda tener su casa y un buen solar para dedicarlo a los usos que sean de su agrado. Lo mismo que se dice del trabajo en común de la tierra, puede decirse del trabajo en común de la fábrica, del taller, etc.; pero cada quien, según su temperamento, según sus gustos, según sus inclinaciones podrá escoger el género de trabajo que mejor le acomode, con tal de que produzca lo suficiente para cubrir sus necesidades y no sea una carga para la comunidad.

Obrándose de la manera apuntada, esto es, siguiendo inmediatamente a la expropiación la organización de la producción, libre ya de amos y basada en las necesidades de los habitantes de cada región, nadie carecerá de nada a pesar del movimiento armado, hasta que, terminado este movimiento con la desaparición del último burgués y de la última autoridad o agente de ella, hecha pedazos la ley sostenedora de privilegios y puesto todo en manos de los que trabajan, nos estrechemos todos en fraternal abrazo y celebremos con gritos de júbilo la instauración de un sistema que garantizará a todo ser humano el pan y la libertad.

MEXICANOS:

Por esto es por lo que lucha el Partido Liberal Mexicano. Por esto es por lo que derrama su sangre generosa una pléyade de héroes, que se baten bajo la bandera roja al grito prestigioso de ¡Tierra y Libertad!

Los liberales no han dejado caer las armas a pesar de los tratados de paz del traidor Madero con el tirano Díaz, y a pesar, también, de las incitaciones de la burguesía, que ha tratado de llenar de oro sus bolsillos, y esto ha sido así, porque los liberales somos hombres convencidos de que la libertad política no aprovecha a los pobres, sino a los cazadores de empleos, y nuestro objeto no es alcanzar empleos ni distinciones, sino arrebatarlo todo de las manos de la burguesía, para que todo quede en poder de los trabajadores.

La actividad de las diferentes banderías políticas que en estos momentos se disputan la supremacía, para hacerla que triunfe, exactamente lo mismo que hizo el tirano Porfirio Díaz, porque ningún hombre, por bienintencionado que sea, puede hacer algo en favor de la clase pobre cuando se encuentra en el Poder; esa actividad ha producido el caos que debemos aprovechar los desheredados, tomando ventajas de las circunstancias especiales en que se encuentra el país, para poner en práctica, sin pérdida de tiempo, sobre la marcha, los ideales sublimes del Partido Liberal Mexicano, sin esperar a que se haga la paz para efectuar la expropiación, pues para entonces ya se habrán agotado las existencias de efectos en las tiendas, graneros, almacenes y otros depósitos, y como al mismo tiempo, por el estado de guerra en que se había encontrado el país, la producción se había suspendido, el hambre sería la consecuencia de la lucha, mientras que efectuando la expropiación y la organización del trabajo libre durante el movimiento, ni se carecerá de lo necesario en medio del movimiento ni después.

MEXICANOS:

Si queréis ser de una vez libres no luchéis por otra causa que no sea la del Partido Liberal Mexicano. Todos os ofrecen libertad política para después del triunfo; los liberales os invitamos a tomar la tierra, la maquinaria, los medios de transportación y las casas desde luego, sin esperar a que nadie os dé todo ello, sin aguardar a que una ley decrete tal cosa, porque las leyes no son hechas por los pobres, sino por señores de levita, que se cuidan bien de hacer leyes en contra de su casta.

Es el deber de nosotros los pobres trabajar y luchar por romper las cadenas que nos hacen esclavos. Dejar la solución de nuestros problemas a las clases educadas y ricas es ponernos voluntariamente entre sus garras. Nosotros los plebeyos; nosotros los andrajosos; nosotros los hambrientos; los que no tenemos un terrón donde reclinar la cabeza; los que vivimos atormentados por la incertidumbre del pan de mañana para nuestras compañeras y nuestros hijos; los que, llegados a viejos, somos despedidos ignominiosamente porque ya no podemos trabajar, toca a nosotros hacer esfuerzos poderosos, sacrificios mil para destruir hasta sus cimientos el edificio de la vieja sociedad, que ha sido hasta aquí una madre cariñosa para los ricos y los malvados, y una madrastra huraña para los que trabajan y son buenos.

Todos los males que aquejan al ser humano provienen del sistema actual, que obliga a la mayoría de la humanidad a trabajar y a sacrificarse para que una minoría privilegiada satisfaga todas sus necesidades y aun todos sus caprichos, viviendo en la ociosidad y en el vicio. Y menos malo si todos los pobres tuvieran asegurado el trabajo; como la producción no está arreglada para satisfacer las necesidades de los trabajadores sino para dejar utilidades a los burgueses, éstos se dan maña para no producir más que lo que calculan que pueden expender, y de ahí los paros periódicos de las industrias o la restricción del número de trabajadores, que proviene, también, del hecho del perfeccionamiento de la maquinaria, que suple con ventaja los brazos del proletariado.

Para acabar con todo eso es preciso que los trabajadores tengan en sus manos la tierra y la maquinaria de producción, y sean ellos los que regulen la producción de las riquezas atendiendo a las necesidades de ellos mismos.

El robo, la prostitución, el asesinato, el incendiarismo, la estafa, productos son del sistema que coloca al hombre y a la mujer en condiciones en que para no morir de hambre se ven obligados a tomar de donde hay o a prostituirse, pues en la mayoría de los casos, aunque se tengan deseos grandísimos de trabajar, no se consigue trabajo, o es éste tan mal pagado, que no alcanza el salario ni para cubrir las más imperiosas necesidades del individuo y de la familia, aparte de que la duración del trabajo bajo el presente sistema capitalista y las condiciones en que se efectúa, acaban en poco tiempo con la salud del trabajador, y aun con su vida, en las catástrofes industriales, que no tienen otro origen que el desprecio con que la clase capitalista ve a los que se sacrifican por ella.

Irritado el pobre por la injusticia de que es objeto; colérico ante el lujo insultante que ostentan los que nada hacen; apaleado en las calles por el polizonte por el delito de ser pobre; obligado a alquilar sus brazos en trabajos que no son de su agrado; mal retribuido, despreciado por todos los que saben más que él o por los que por dinero se creen superiores a los que nada tienen; ante la expectativa de una vejez tristísima y de una muerte de animal despedido de la cuadra por inservible; inquieto ante la posibilidad de quedar sin trabajo de un día para otro; obligado a ver como enemigo aun a los mismos de su clase, porque no sabe quién de ellos será el que vaya a alquilarse por menos de lo que él gana, es natural que en estas circunstancias se desarrollen en el ser humano instintos antisociales y sean el crimen, la prostitución, la deslealtad, los naturales frutos del viejo y odioso sistema, que queremos destruir hasta en sus más profundas raíces para crear uno nuevo de amor, de igualdad, de justicia, de fraternidad, de libertad.

¡Arriba todos como un solo hombre! En las manos de todos están la tranquilidad, el bienestar, la libertad, la satisfacción de todos los apetitos sanos; pero no nos dejemos guiar por directores; que cada quien sea el amo de sí mismo; que todo se arregle por el consentimiento mutuo de las individualidades libres. ¡Muera la esclavitud! ¡Muera el hambre! ¡Viva Tierra y Libertad!

MEXICANOS:

Con la mano puesta en el corazón y con nuestra conciencia tranquila, os hacemos un formal y solemne llamamiento a que adoptéis, todos, hombres y mujeres, los altos ideales del Partido Liberal Mexicano. Mientras haya pobres y ricos, gobernantes y gobernados, no habrá paz, ni es de desearse que la haya porque esa paz estaría fundada en la desigualdad política, económica y social de millones de seres humanos que sufren hambre, ultrajes, prisión y muerte, mientras una pequeña minoría goza toda suerte de placeres y de libertades por no hacer nada.

¡A la lucha! A expropiar con la idea del beneficio para todos y no para unos cuantos, que esta guerra no es una guerra de bandidos, sino de hombres y mujeres que desean que todos sean hermanos y gocen, como tales, de los bienes que nos brinda la Naturaleza y que el brazo y la inteligencia del hombre han creado, con la única condición de dedicarse cada quien a un trabajo verdaderamente útil.

La Libertad y el bienestar están al alcance de nuestras manos. El mismo esfuerzo y el mismo sacrificio que cuesta elevar a un gobernante, esto es, un tirano, cuesta la expropiación de los bienes que detentan los ricos. A escoger, pues: o un nuevo gobernante, esto es, un nuevo yugo, o la expropiación salvadora y la abolición de toda imposición religiosa, política o de cualquier otro orden.

¡TIERRA Y LIBERTAD!


Dado en la ciudad de Los Ángeles, Estado de California, Estados Unidos de América, 
a los 23 días del mes de septiembre de 1911.

RICARDO FLORES MAGÓN
LIBRADO RIVERA
ANSELMO L. FIGUEROA
ENRIQUE FLORES MAGÓN

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MANIFIESTO DEL 16 DE ENERO DE 1918 

La Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano a los miembros del partido, a los anarquistas de todo el mundo y a los trabajadores en general 


Compañeros:

El reloj de la Historia está próximo a señalar, con su aguja inexorable, el instante en que ha de producirse la muerte de esta sociedad que agoniza.

La muerte de la vieja sociedad está próxima, no tarda en ocurrir, y sólo podrán negar este hecho aquellos a quienes interese que viva, aquellos que se aprovechan de la injusticia en que está basada, aquellos que ven con horror la Revolución Social, porque saben que al día siguiente de ella tendrán que trabajar codo con codo con sus esclavos de la víspera.

Todo indica, con fuerza de evidencia, que la muerte de la sociedad burguesa no tarda en sobrevenir. El ciudadano ve con torva mirada al polizonte, a quien todavía ayer consideraba su protector y su apoyo; el lector asiduo de la prensa burguesa encoge los hombros y deja caer con desprecio la hoja prostituida en que aparecen las declaraciones de los jefes de Estado; el trabajador se pone en huelga sin importarle que con su actitud se perjudiquen los patrios intereses, consciente ya de que la Patria no es su propiedad, sino la propiedad del rico; en la calle se ven rostros que a las claras delatan la tormenta interior del descontento, y hay brazos que parece que se agitan para construir la barricada; se murmura en la cantina; se murmura en el teatro; se murmura en el tranvía, y en cada hogar, especialmente en nuestros hogares, en los hogares de los de abajo, se lamenta la partida de un hijo a la guerra o los corazones se oprimen y los ojos se humedecen al pensar que mañana, que tal vez hoy mismo, el mocetón que es la alegría del tugurio, el joven que con su frescura y su gracia envuelve en resplandores de aurora la triste existencia de los padres que están en su ocaso, será arrancado del seno amoroso de la familia para ir a enfrentarlo, arma al brazo, con otro joven que es, como él, el encanto de su hogar, y a quien no odia, y a quien no puede odiar porque ni siquiera lo conoce.

Las flamas del descontento se avivan al soplo de la tiranía cada vez más ensoberbecida y cruel en todo país, y aquí y allí, allá y acullá, y en todas partes, los puños se crispan, las mentes se exaltan, los corazones laten con violencia, y donde no se murmura, se grita, suspirando todos por el momento en que las manos encallecidas en cien siglos de labor deban dejar caer la herramienta fecunda para levantar el rifle que espera, nervioso, la caricia del héroe.

Compañeros: el momento es solemne; es el momento precursor de la más grandiosa catástrofe política y social que la Historia registra: la insurrección de todos los pueblos contra las condiciones existentes.

Va a ser, seguramente, un impulso ciego de las masas que sufren; va a ser, a no dudarlo, la explosión desordenada de la cólera comprimida apenas por el revólver del esbirro y la horca del verdugo; va a ser el desbordamiento de todas las indignaciones y de todas las amarguras, y va a producirse el caos, el caos propicio al medro de todos los pescadores a río revuelto; caos del que pueden surgir opresiones y tiranías nuevas, porque en esos casos, regularmente, el charlatán es el leader.

Toca, pues, a nosotros, los conscientes, preparar la mentalidad popular para cuando llegue el momento, ya que no preparar la insurrección, porque la insurrección nace de la tiranía.

Preparar al pueblo no sólo para que espere con serenidad los grandiosos acontecimientos que vislumbramos, sino para que sea capaz de no dejarse arrastrar por los que quieran conducirlo, ahora por caminos de flores, a idéntica esclavitud o tiranía semejante a la que hoy sufrimos. Para lograr que la rebeldía inconsciente no forje con sus propios brazos la cadena nueva que de nuevo ha de esclavizar al pueblo, es preciso que nosotros, todos los que no creemos en Gobierno, todos los que estamos convencidos de que Gobierno, cualquiera que sea su forma y quienquiera que se encuentre al frente de él, es tiranía, porque no es una institución creada para proteger al débil, sino para amparar al fuerte, nos coloquemos a la altura de las circunstancias y sin temor propaguemos nuestro santo ideal anarquista, el único humano, el único justo, el único verdadero.

No hacerlo es traicionar a sabiendas las vagas aspiraciones de los pueblos a una libertad sin límites, como no sean los límites naturales, esto es, una libertad que no dañe a la conservación de la especie.

No hacerlo es dejar manos libres a todos aquellos que quieran aprovechar, para fines meramente personales, el sacrificio de los humildes.

No hacerlo es afirmar lo que dicen nuestros contrarios, que está muy lejano el tiempo en que pueda implantarse nuestro ideal.

Actividad, actividad y más actividad, eso es lo que reclama el momento.

Que cada hombre y cada mujer que amen el ideal anarquista, lo propaguen con tesón, con terquedad, sin hacer aprecio de burlas, sin medir peligros, sin reparar en consecuencias.

Manos a la obra, camaradas, y el porvenir será para nuestro ideal.

Tierra y Libertad


Dado en Los Ángeles, Estado de California, Estados Unidos de América,
el día 16 de marzo de 1918.

Ricardo Flores Magón
Librado Rivera

(Regeneración, Los Ángeles, Calif., 4a. época, núm. 262, 6 de marzo de 1918.)

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21 de noviembre de 2018

"¡Despierta, Proletario!" y "Vamos hacia la Vida" de Ricardo Flores Magón (in memoriam)


Dos artículos de Ricardo Flores Magón, anarquista revolucionario mexicano y universal que fue asesinado por la policía en una cárcel de Kansas-EE.UU. el 21 de noviembre de 1922, al calor de masivas protestas callejeras a favor de su liberación. In Memoriam: 

***

¡DESPIERTA, PROLETARIO!

¡Arriba, proletario consciente; arriba, hermano! En estos momentos muchos proletarios están sobre las armas; pero no saben lo que hacen, o, mejor dicho, no saben para quién trabajan, como dice el vulgar adagio. Tú, que conoces los intereses de tu clase; tú, que sabes lo que necesitan los pobres, corre a decirles: Compañeros, para conquistar la libertad y la felicidad se necesita algo más que un corazón bravo y un arma en la mano: se necesita una idea en el cerebro.

Un barco sin brújula en la inmensidad del océano, eso es el revolucionario que no cuenta más que con su arma y su valor. El barco puede luchar contra las olas, puede sostenerse contra los vientos; pero ¿cómo orientarse para llegar al puerto si falta la brújula? Así, el revolucionario puede sostenerse en rebeldía, puede sernbrar la muerte; pero si le falta la idea directora de su acción, no será otra cosa que un barco sin brújula. El revolucionario, entonces, no sabe para que mata, como el hacha no sabe para qué derriba el árbol.

¡Arriba, proletario consciente: arriba, hermano! Es preciso que vueles al lado de tus inconscientes hermanos para decirles: Compañeros, habéis sido, hasta hoy, brazo y cincel; ahora es preciso que seáis cerebro, brazo y cincel.

Proletario: no permitas por más tiempo que otro piense para que tú ejecutes. El cincel, a costa de su filo, arranca pedazos al mármol sin saber qué resultará de su acción. El revolucionario, a costa de su sangre, ataca los baluartes del despotismo sin saber cuál será la forma del edificio que se levantará sobre los humeantes escombros.

Si otro piensa por tí, no te asombre ver seguir, como si retoñase el negro edificio que aplastaste, otro más negro aún, más pesado, de donde asomen defensores más siniestros, y entre esos flamantes defensores del futuro despotismo reconocerás a los que hoy te aconsejan que tomes un fusil y te rebeles; pero omiten hacerte comprender tus intereses como pobre para que por ellos, y no por tus intereses, des la vida.

Abre los ojos, eterno paria; sángrate, carne de cañón, inquilino del cuartel y del presidio. Comprende cuál es tu interés; lleva en tu cerebro una idea, y, así, irás derecho a tu objeto, y del caos de la Revolución sabrás sacar la fórmula bendita de tu redención, con el mismo acierto con que el escultor despierta en el trozo de cantera la figura, la actitud, el gesto de la obra de arte que, sin él, habría dormido por millones de años más en el seno de la Tierra; y entonces, si caes herido de muerte en el combate, podrás decir con orgullo lo que aquél poeta que, al ir a morir decapitado, se llevó la mano a la frente y exclamó ante el verdugo y ante el pueblo: ¡Aquí hay algo!

No entres a la lucha como rebaño, sino como unidad combatiente que se suma con otras unidades iguales, conscientes y rebeldes, para abrir su sepulcro a la tiranía política y a la explotación capitalista.

Derriba, pero cuida de remover los escombros y de arrancar los cimientos. Quebranta con la acción el llamado derecho de propiedad; pero no para que te apoderes individualmente de lo que detentan tus amos, pues entonces te convertirías en amo, oprimirías a tus hermanos y serías tan ladrón y tan malvado como los que te explotan ahora. Tu liberación debe estar comprendida en la liberación de todos los humanos. La tierra que hay que quitar a los burgueses no debe ser para ti solo, ni para unos cuantos, sino para todos, sin distinción de sexo.

Levanta la testa sudorosa; ve de frente a tus amos, que tiemblan presintiendo tu cólera; domínala y pon en su lugar a la razón. La cólera ciega; la razón alumbra. Así verás mejor tu camino en medio de las sombras de la lucha tremenda; así podrás darte cuenta de que, entre los que quieren dirigirte, hay muchos lobos con piel de oveja; hay muchos que, por un momento, mitigan tu hambre dándote unas monedas para que les des a tu familia antes de lanzarte a la lucha. ¡Unas monedas por ir a dar tu sangre para que él se suba sobre tus hombros! ¿Es digno eso? ¿Eres un soldado de la libertad, o el mercenario alquilado por un ambicioso?

No, compañero: rechaza el dinero. No es digno de un hombre pedir dinero para ir a conquistar la libertad y el bienestar. Si hicieras eso, ¿en qué te distinmguirías del esbirro que dispara el arma sobre sus hermanos por la paga que ha recibido?

El fusil del mercenario forja cadenas porque está sostenido por un corazón egoísta; el fusil del libertario forja la libertad porque está sostenido por un corazón abnegado. El que se levanta en armas por paga, lleva la idea del provecho personal con exclusión del ajeno; el que se levanta en armas por amor a la libertad, lleva la idea del bienestar de todos. ¿Pidieron dinero, para ser héroes, Hidalgo, el Pípila, el hombre cuña? ¿Se concibe siquiera un héroe por paga? Suponeos al héroe de Nacozari regateando sobre el precio de sus heroísmos; suponeos a Juárez pidiendo paga por decretar la expropiación de los bienes del clero; suponeos a Cristo demandando oro para ser sacrificado.

¡Despierta, proletario! Vé a la lucha con el propósito de luchar para tu clase. Al que dé dinero para que empuñes un fusil, desprécialo, míralo con desconfianza, porque te da unas cuantas monedas para que des tu vida por él; quiere tu sacrificio para hacer su felicidad; quiere tu ruina y la desgracia de tu familia para su provecho personal. Vé a la lucha, proletario; pero no para encumbrar a nadie, sino para elevar a tu clase, para dignificarla; ya que la ocasión se presenta de que tengas un arma en tus manos, toma la tierra, pero no para tí solo; para ti y para todos los demás, pues que de todos es por derecho natural.

Proletario consciente: vuela donde luchan tus hermanos para decirles que se necesita algo más que un corazón valiente y una arma en las manos; diles que se necesita una idea en el cerebro. Y esa idea, óyelo bien, debe ser la emancipación económica. Si no obtienes esa libertad, habrás dado, una vez más, tu sangre para que te oprima otro tirano.

(De "Regeneración", 24 de diciembre de 1910.)

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VAMOS HACIA LA VIDA 

No vamos los revolucionarios en pos de una quimera: vamos en pos de la realidad. Los pueblos ya no toman las armas para imponer un dios o una religión, los dioses se pudren en los libros sagrados; las religiones se deslíen en las sombras de la indiferencia. El Corán, los Vedas, la Biblia, ya no esplenden: en sus hojas amarillentas agonizan los dioses tristes como el sol en un crepúsculo de invierno.

Vamos hacia la vida. Ayer fue el cielo el objetivo de los pueblos: ahora es la tierra. Ya no hay manos que empuñen las lanzas de los caballeros. La cimitarra de Alí yace en las vitrinas de los museos. Las hordas del dios de Israel se hacen ateas. El polvo de los dogmas va desapareciendo al soplo de los años.

Los pueblos ya no se rebelan, porque prefieren adorar un dios en vez de otro. Las grandes conmociones sociales que tuvieron su génesis en las religiones, han quedado petrificadas en la historia. La Revolución francesa conquistó el derecho de pensar; pero no conquistó el derecho de vivir, y a tomar este derecho se disponen los hombres conscientes de todos los países y de todas las razas.

Todos tenemos derecho de vivir, dicen los pensadores, y esta doctrina humana ha llegado al corazón de la gleba como un rocío bienhechor. Vivir, para el hombre, no significa vegetar. Vivir significa ser libre y ser feliz. Tenemos, pues, todos derecho a la libertad y a la felicidad.

La desigualdad social murió en teoría al morir la metafísica por la rebeldía del pensamiento. Es necesario que muera en la práctica. A este fin encaminan sus esfuerzos todos los hombres libres de la tierra.

He aquí por qué los revolucionarios no vamos en pos de una quimera. No luchamos por abstracciones, sino por materlalidades. Queremos tierra para todos, para todos pan. Ya que forzosamente ha de correr sangre, que las conquistas que se obtengan beneficien a todos y no a determinada casta social.

Por eso nos escuchan las multitudes; por eso nuestra voz llega hasta las masas y las sacude y las despierta, y, pobres como somos, podemos levantar un pueblo.

Somos la plebe; pero no la plebe de los Faraones, mustia y doliente; ni la plebe de los Césares, abyecta y servil; ni la plebe que bate palmas al paso de Porfirio Díaz. Somos la plebe rebelde al yugo; somos la plebe de Espartaco, la plebe que con Munzer proclama la igualdad, la plebe que con Camilo Desmoulins aplasta la Bastilla, la plebe que con Hidalgo incendia Granaditas, somos la plebe que con Juárez sostiene la Reforma.

Somos la plebe que despierta en medio de la francachela de los hartos y arroja a los cuatro vientos como un trueno esta frase formidable: ¡Todos tenemos derecho a ser libres y felices! Y el pueblo, que ya no espera que descienda a algún Sinaí la palabra de Dios grabada en unas tablas, nos escucha. Debajo de las burdas telas se inflaman los corazones de los leales. En las negras pocilgas, donde se amontonan y pudren los que fabrican la felicidad de los de arriba, entra un rayo de esperanza. En los surcos medita el peón. En el vientre de la Tierra el minero repite la frase a sus compañeros de cadenas. Por todas partes se escucha la respiración anhelosa de los que van a rebelarse. En la obscuridad, mil manos nerviosas acarician el arma y mil pechos impacientes consideran siglos los días que faltan para que se escuche este grito de hombres: ¡rebeldía!

El miedo huye de los pechos: sólo los viles lo guardan. El miedo es un fardo pesado, del que se despojan los valientes que se avergüenzan de ser bestias de carga. Los fardos obligan a encorvarse, y los valientes quieren andar erguidos. Si hay que soportar algún peso, que sea un peso digno de titanes; que sea el peso del mundo o de un universo de responsabilidades.

¡Sumisión! es el grito de los viles; ¡rebeldía! es el grito de los hombres. Luzbel, rebelde, es más digno que el esbirro Gabriel, sumiso.

Bienaventurados los corazones donde enraiza la protesta. ¡Indisciplina y rebeldía!, bellas flores que no han sido debidamente cultivadas.

Los timoratos palidecen de miedo y los hombres serios se escandalizan al oír nuestras palabras; los timoratos y los hombres serios de mañana las aplaudirán. Los timoratos y los serios de hoy, que adoran a Cristo, fueron los mismos que ayer lo condenaron y lo crucificaron por rebelde. Los que hoy levantan estatuas a los hombres de genio, fueron los que ayer los persiguieron, los cargaron de cadenas o los echaron a la hoguera. Los que torturaron a Galileo y le exigieron su retractación, hoy lo glorifican; los que quemaron vivo a Giordano Bruno, hoy lo admiran; las manos que tiraron de la cuerda que ahorcó a John Brown, el generoso defensor de los negros, fueron las mismas que más tarde rompieron las cadenas de la esclavitud por la guerra de secesión; los que ayer condenaron, excomulgaron y degradaron a Hidalgo, hoy lo veneran; las manos temblorosas que llevaron la cicuta a los labios de Sócrates, escriben hoy llorosas apologías de ese titán del pensamiento.

Todo hombre -dice Carlos Malato- es a la vez el reaccionario de otro hombre y el revolucionario de otro también.

Para los reaccionarios -hombres serios de hoy- somos revolucionarios; para los revolucionarios de mañana nuestros actos habrán sido de hombres serios. Las ideas de la humanidad varian siempre en el sentido del progreso, y es absurdo pretender que sean inmutables como las figuras de las plantas y los animales impresas en las capas geológicas.

Pero si los timoratos y los hombres serios palidecen de miedo y se escandalizan con nuestra doctrina, la gleba se alienta. Los rostros que la miseria y el dolor han hecho feos, se transfiguran; por las mejillas tostadas ya no corren lágrimas; se humanizan las caras, todavía mejor, se divinizan, animadas por el fuego sagrado de la rebelión. ¿Qué escultor ha esculpido jamás un héroe feo? ¿Qué pintor ha dejado en el lienzo la figura deforme de algún héroe? Hay una luz misteriosa que envuelve a los héroes y los hace deslumbradores. Hidalgo, Juárez, Morelos, Zaragoza, deslumbran como soles. Los griegos colocaban a sus héroes entre los semidioses.

Vamos hacia la vida; por eso se alienta la gleba, por eso ha despertado el gigante y por eso no retroceden los bravos. Desde su Olimpo, fabricado sobre las piedras de Chapultepec, un Júpiter de zarzuela pone precio a las cabezas de los que luchan; sus manos viejas firman sentencias de caníbales; sus canas deshonradas se rizan como los pelos de un lobo atacado de rabia. Deshonra de la ancianidad, este viejo perverso se aferra a la vida con la desesperación de un náufrago. Ha quitado la vida a miles de hombres y lucha a brazo partido con la muerte para no perder la suya.

No importa; los revolucionarios vamos adelante. El abismo no nos detiene: el agua es más bella despeñándose.

Si morimos, moriremos como soles: despidiendo luz.

(De "Regeneración", 1° de octubre de 1910.)

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20 de noviembre de 2018

20 de Noviembre: Buenaventura Durruti y "Los Amigos de Durruti" en la memoria del proletariado revolucionario internacional

Durruti y el proletariado revolucionario, España 1936

Nota de Un Proletario (Quito, noviembre 2018): Sobre esta fecha y este compañero histórico, diré que no se trata de recordarlo como un "héroe" ni un "mártir" anarquista: ¡abajo el culto a la personalidad en las filas libertarias!, sino como la encarnación o condensación personal y circunstancial de todo un movimiento social e histórico de clase; como un "hijo", un brazo y una cabeza más del proletariado revolucionario internacional de esa época... y de siempre (así como antes de él lo fue un Blanqui y un Di Giovanni, y después de él acaso un Munis y un Puig Antich... y tantos otros militantes anónimos). Ni más ni menos. 
Hablando más concretamente, hay que partir del hecho que la revolución "española" fue más radical que la revolución "rusa", puesto en que en la primera los proletarios lucharon de manera consciente y expresa por la abolición del trabajo y del Estado, mientras que en la segunda lucharon por "pan, tierra, paz y libertad". En este contexto, la lucha de Durruti y sus compañeros como revolucionarios "de acción" e internacionalistas durante toda su vida (recordemos, por ejemplo, sus "aventuras" expropiadoras en América Latina en la década de 1920 y su "gimnasia revolucionaria" desde principios de la década de 1930 en España), fue y sigue siendo, sin duda alguna, plausible y ejemplar. Pero no por ello hay que justificar ni mucho menos repetir sus debilidades, inconsistencias y errores teórico-prácticos, que en realidad fueron las debilidades, inconsistencias y errores de la mayor parte del movimiento anarquista español e internacional de ese entonces -y, en algunos casos, hasta la fecha-, sino que hay que realizar su respectiva crítica compañera y superación revolucionaria, a saber: 
A) el enemigo principal del proletariado NO fue ni es el fascismo sino el capitalismo, porque el fascismo, al igual que la democracia, sólo fue y es un rostro -sin duda, el más brutal- del capitalismo, cuya democracia en realidad fue y es su dictadura social, por lo tanto el proletariado debió y debe luchar a muerte tanto contra el fascismo como contra la democracia "antifascista"; 
B) el antifascismo NO fue ni es revolucionario sino contrarrevolucionario, porque sólo luchó y lucha contra el fascismo pero no contra la democracia, sino a favor de ésta en unidad o "frente popular" con la burguesía antifascista, lo cual lo convierte de facto en un partido democrático-burgués o social-demócrata, un tentáculo más del enemigo de clase, por lo tanto debe ser criticado, combatido y destruido como tal, sin medias tintas ni piedad alguna, en la misma medida que el fascismo, porque para destruir al fascismo hay que destruir al capitalismo y su democracia; 
C) el dilema "guerra o revolución", en una situación histórica de guerra civil, crisis revolucionaria y "poder dual" como la vivida en España 1936-1937, fue y es falso y contraproducente para el movimiento revolucionario del proletariado, debido a que tiende a "antifascistizarlo" y militarizarlo (militarización burguesa de las milicias proletarias "incontroladas" a la que sí se opuso Durruti, razón por la cual lo mataron), postergando y extraviando así su contenido social, toda vez que la revolución proletaria NO es una revolución política ni mucho menos militar, sino que es una revolución social, es decir que consiste fundamentalmente en la transformación revolucionaria de todas las relaciones y formas de vida capitalistas en relaciones y formas de vida comunistas y anárquicas, para lo cual la violencia proletaria no es un fin en sí mismo sino sólo un medio necesario para autodefenderse de y contraatacar a la violencia del Estado-Capital, de modo que la única guerra que valía y vale la pena para el proletariado es la guerra de clases para la abolición de la sociedad de clases o, dicho de otra forma, la transformación de la guerra interburguesa e interimperialista en guerra civil revolucionaria internacional;
D) la llamada "guerra civil española" o "revolución española" en realidad no fue española ni mucho menos de "unidad y liberación nacional, anti-fascista y anti-imperialista" (como rebuznaban y rebuznan los estalinistas y los antifascistas), porque el capitalismo es mundial y por tanto la lucha de clase y la revolución social para destruirlo también lo es, porque los proletarios no tenemos patria, y más concretamente porque fue un hito clave de la larga oleada histórica de revolución proletaria mundial -y, al mismo tiempo, de contrarrevolución capitalista mundial- que se abrió en 1910 (México) y se cerró en 1937 (España), pasando por el determinante periodo 1917-1923 (Rusia, Ucrania, Alemania, Hungría, Argentina, Brasil, Chile, Ecuador...). De allí que no haya sido una casualidad que la llamada "Segunda Guerra Mundial" de 1939 (año en que triunfa la fracción burguesa fascista del General Franco dentro de España, después de que la socialdemocracia estalinista y antifascista le pavimentó el camino para ello) a 1945 (año en que triunfa la fracción burguesa antifascista internacional de Stalin, Wilson y Churchill sobre la fracción burguesa fascista internacional de Hitler y Mussolini) le haya seguido casi inmediatamente después a esta Gran Oleada de Revolución Proletaria Mundial de 1910 a 1937 -periodo dentro del cual también tuvo lugar la "Primera Guerra Mundial" (1914-1919) que, en cambio, fue derrotada por la lucha por la revolución proletaria internacional de 1917 a 1923-, pues constituyó su sangrienta venganza y derrota histórica, dado que toda guerra bajo el capitalismo en realidad es una guerra contra el proletariado;
E) la destrucción del Estado burgués es una condición fundamental de la revolución proletaria, pero ello no acontece en lo abstracto de la noche a la mañana (como creen y rezan los anarquistas ideológicos o dogmáticos), sino que se trata de un proceso de transformación histórico-social que es posible si y sólo si se destruye su base material (lo cual "olvidan" ese mismo tipo de anarquistas, al igual que los marxistas-leninistas): las relaciones sociales capitalistas y sus categorías económicas, lo que quiere decir que sin destrucción del Capital no hay destrucción del Estado;
F) los anarco-sindicatos y las "colectividades" autogestionadas de producción-comercialización-distribución-consumo en realidad NO fueron ni son una alternativa revolucionaria real a la dictadura social de la mercancía y el valor valorizándose, es decir a la dictadura social del Capital, porque lo único que hicieron y que pueden hacer es "autogestionarlo" de "abajo arriba" y por tanto seguirlo manteniendo y desarrollando bajo la ilusión o autoengaño ideológico-discursivo de que eso es "revolución social" y "comunismo libertario", cuando muy por el contrario de lo que en realidad se trata una revolución comunista y anárquica es de suprimir no sólo la propiedad privada sobre los medios de producción y los bienes de consumo, sino fundamentalmente de suprimir el intercambio mercantil, el trabajo asalariado, el valor, el dinero, las clases sociales y el Estado, imponiendo la dictadura social de las necesidades de la comunidad humana o, si se prefiere, aplicando el principio "de cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades" y reemplazando "el gobierno de los hombres por la administración de las cosas"; y,
G) la dicotomía entre "comunismo libertario" y "comunismo estatista" o entre anarquía y comunismo a secas también fue y es ideológica o falsa y contraproducente para el movimiento histórico del proletariado revolucionario internacional, que en realidad es uno solo, porque en estricto rigor comunismo significa sociedad sin clases y sin Estado, es decir que prácticamente significa lo mismo que anarquía, considerando a su vez que lo que realmente existió en la URSS y sus países satélites NO fue comunismo sino capitalismo de Estado, por lo tanto la dicotomía anarquía/comunismo o anarquismo/marxismo también debe ser criticada y superada en la praxis (teoría-práctica) proletaria revolucionaria contra el Capital-Estado y por el comunismo anárquico, a nivel mundial.
Finalmente, decir que tanto la crítica al culto de la personalidad como la crítica al (anarco)sindicalismo y al (auto)gestionismo aplican también para una de las pocas minorías realmente revolucionarias que participaron en las Jornadas de Mayo 1937 y que, meses después de la muerte de Durruti (sobre la cual, por cierto, hasta ahora no se sabe a ciencia cierta si fue cometida por fascistas, republicanos, estalinistas o incluso por otros "anarquistas" de la CNT), tomaron el nombre de este compañero histórico "in memoriam" y diciendo "imitarlo": la Agrupación "Los Amigos de Durruti". 
Y digo realmente revolucionarias porque, junto con una pequeña fracción del POUM, el grupo trotskista de Grandizo Munis y otras minorías de las Juventudes Libertarias de Cataluña, y no obstante sus debilidades y errores señalados (nunca rompieron con la CNT-FAI ni con la ideología sindicalista y gestionista), esta minoría de anarquistas revolucionarios supo mantener la lucha y la autonomía de clase en las barricadas y los comités de trabajadores a contracorriente del colaboracionismo de clases que propugnaban y practicaban los antifascistas y los republicanos desde su gobierno burgués del Frente Popular (tanto marxistas-leninistas del PC y del PS como anarquistas de la CNT); denunciar y oponerse vivamente al reformismo y la traición de la CNT, principalmente de los "ministros anarquistas" (García Oliver, Abad de Santillán, Montseny, otros) dentro del gobierno republicano de "La Generalidad", dentro del Estado Capitalista (¡!); practicar el "derrotismo revolucionario", es decir rechazar la militarización estalinista-republicana de las milicias libertarias y abandonar el frente de "guerra contra el fascismo" en Aragón para en cambio marchar hacia Barcelona a luchar por la insurrección y la revolución proletaria; y, proponer con claridad, firmeza y sin purismos ideológicos anarquistas/socialdemócratas la necesidad concreta de "programa, fusiles y Junta Revolucionaria", es decir -respectivamente- la necesidad concreta de teoría, violencia y poder revolucionarios por parte del proletariado para la destrucción de la contrarrevolución capitalista-fascista-republicana-estalinista-antifascista, y para su autoemancipación total.  
En este y sólo en este sentido de balance histórico, objetivo y crítico de todo el contexto y el proceso social de la llamada "revolución española", es que las acciones y las ideas de Durruti y de Los Amigos de Durruti han estado, están y estarán presentes en la memoria y la lucha del proletariado revolucionario internacional. 

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Buenaventura Durruti (España, 14 de julio de 1896 – 20 de noviembre de 1936)

Video "José Buenaventura Durruti, revolucionario"

«Siempre hemos vivido en barracas y tugurios. Tendremos que adaptarnos a ellos por algún tiempo todavía. Pero no olviden que los obreros también sabemos construir. Somos nosotros los que hemos construido los palacios y las ciudades de España, América y todo el mundo. Nosotros, los obreros, podemos construir nuevos palacios y ciudades para reemplazar a los destruidos. Nuevos y mejores. No tememos a las ruinas. Estamos destinados a heredar la tierra, de ello no cabe la más mínima duda. La burguesía podrá hacer saltar en pedazos su mundo antes de abandonar el escenario de la historia. Pero nosotros llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones. Ese mundo está creciendo en este instante, mientras hablo con vosotros.» (Buenaventura Durruti, entrevistado por el diario "Toronto Star" de Canadá, julio de 1936)
«En tanto que revolucionarios conscientes nuestra misión consiste en hacer de detonadores, una vez, dos, veinte veces si es necesario hasta llegar a la explosión colectiva, que es la única que puede llevar a la revolución hasta su verdadero objetivo final: el cambio total en la forma de vivir de los hombres.» (Durruti, 1925) 
«¿Habéis organizado ya vuestra colectividad? No esperéis más. ¡Ocupad las tierras! Organizaos de manera que no haya jefes ni parásitos entre vosotros. Si no realizáis eso, es inútil que continuemos hacia adelante. Tenemos que crear un mundo nuevo, diferente al que estamos destruyendo.» (Durruti, 1936)
«Durruti fue uno de los que más contribuyeron al levantamiento del espíritu proletario, contra las injusticias y la explotación capitalista y contra el abuso del poder absolutista... No siendo un tribuno profundo, Durruti llegó a ser el hombre más escuchado y deseado por el auditorio. Los trabajadores querían a Durruti, anhelaban oírle hablar, porque hablaba su propio lenguaje. Lo comprendían bien y al oírle se emocionaban frenéticos. Durruti llevaba clavada en sus entrañas el alma del pueblo español. Por eso era querido de los desheredados y temido por los afortunados... Durruti era un hombre sencillo. No se sentía orgulloso con nadie, ni aún con sus enemigos. A pesar de la propaganda de sus adversarios, que han presentado a Durruti como un terrorista desalmado, violento e irreflexivo. Los hechos han demostrado que todo eso era falso... Jamás la venganza ni el odio, hallaron abrigo en su ancho pecho, sólo en los momentos de pasión, en los hechos de flagrante maldad, intervenía Durruti conscientemente, como lo hace el cirujano ante la gangrena. Luego era el hombre más pacífico y más tolerante de la creación humana.» (Fragmento de "Buenaventura Durruti. Tribuno del Pueblo", Ricardo Sanz, Ed. El Frente, Toulouse, 1945)
«A principios de 1936 Durruti vivía justo al lado de mi casa, en un pequeño piso en el barrio de Sans. Los empresarios lo habían puesto en la lista negra. No encontraba trabajo en ninguna parte. Su compañera Émilienne trabajaba como acomodadora en un cine para mantener a la familia.
Una tarde fuimos a visitarle y lo encontramos en la cocina. Llevaba un delantal, fregaba los platos y preparaba la cena para su hijita Colette y su mujer. El amigo con quien había ido trató de bromear: “Pero oye, Durruti, ésos son trabajos femeninos.” Durruti le contestó rudamente: “Toma este ejemplo: cuando mi mujer va a trabajar yo limpio la casa, hago las camas y preparo la comida. Además baño a la niña y la visto. Si crees que un anarquista tiene que estar metido en un bar o un café mientras su mujer trabaja, quiere decir que no has comprendido nada.”
Para mí, su heroísmo no estaba tanto en lo que dicen los diarios sino, sobre todo, en su vida cotidiana. Claro, eso lo sabe muy poca gente, lo saben los que lo conocieron en el café de la esquina, en su casa o en la cárcel.
Por las manos de Durruti han pasado millones, y sin embargo le he visto remedándose las plantillas de los zapatos porque no tenía dinero para llevados al zapatero. A veces, cuando nos encontrábamos en un bar, no tenía siquiera el dinero para pedir un café.
Cuando iban a visitarnos salía a menudo con un delantal puesto, porque estaba pelando patatas. Su mujer trabajaba. A él no le importaba; no conocía el machismo y no se sentía herido en su orgullo al hacer las labores domésticas.
Al día siguiente tomaba la pistola y se echaba a la calle para enfrentarse a un mundo de represión social. Lo hacía con la misma naturalidad con que la noche anterior había cambiado los pañales a su hijita Colette.»
(Testimonios recogidos en Hans Magnus Enzensberger, "El corto verano de la anarquía", Anagrama, Barcelona, 2002)
«Ningún gobierno lucha en contra del fascismo para destruirlo. Cuando la burguesía ve que el poder se les escapa de sus manos, alzan el fascismo para mantener sus privilegios. [...] Existen sólo dos caminos: victoria para la clase trabajadora, libertad, ó victoria para los fascistas, lo cual significa tiranía. Ambos combatientes saben lo que le espera al perdedor. Nosotros estamos listos para aplastar al fascismo para siempre, incluso a pesar del gobierno Republicano.» (Durruti, entrevistado por Van Pasen, 24 de julio de 1936)
«Si esa militarización decretada por la Generalidad es para meternos miedo y para imponernos una disciplina de hierro, se han equivocado. Vais equivocados, consejeros, con el decreto de militarización de las milicias. Ya que habláis de disciplina de hierro, os digo que vengáis conmigo al frente. Allí estamos nosotros que no aceptamos ninguna disciplina, porque somos conscientes para cumplir con nuestro deber. Y veréis nuestro orden y nuestra organización. Después vendremos a Barcelona y os preguntaremos por vuestra disciplina, por vuestro orden y por vuestro control, que no tenéis.» (Fragmento del discurso de Durruti del 4 de noviembre de 1936)
«Al oponerse a la militarización de las milicias, Durruti personificaba la oposición y resistencia revolucionarias a la disolución de los comités, la dirección de la guerra por la burguesía y el control estatal de las empresas expropiadas en julio. Durruti murió porque se había convertido en un peligroso obstáculo para la contrarrevolución en marcha: era un incontrolado.» (Fragmento de "Los incontrolados", Agustín Guillamón, marzo 2018)
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Agrupación "Los Amigos de Durruti" (España, marzo de 1937  septiembre de 1939) 
"El Amigo del Pueblo", periódico de "Los Amigos de Durruti"

¿Por qué Durruti?

«Antes de abordar las cuestiones de fondo, hay una interrogación que nuestros lectores pueden hacerse con pleno derecho y a la que debemos responder: ¿por qué esta referencia a Durruti?

Junto con Francisco Ascaso, que "El Amigo del Pueblo" [el periódico de Los Amigos de Durruti] también va a magnificar, Buenaventura Durruti es el héroe más popular de la lucha revolucionaria en la España de 1936. Ascaso cae en Barcelona el 20 de julio de 1936 cuando participa al ataque del cuartel de las Atarazanas con grupos armados de la CNT y de la FAI. Durruti sale de Barcelona hacia el frente de Aragón con una columna de milicianos. Se dirige después a Madrid cuando la ciudad es amenazada directamente por los fascistas. El 20 de noviembre es herido a muerte en circunstancias que permanecen oscuras. Su vida ha sido una sucesión de episodios aventurados, su muerte en el frente de Madrid le convierte en un personaje de leyenda.

Tanto sobre los episodios de su vida como sobre las circunstancias de su muerte, es el libro de Abel Paz que hay que consultar [30]. Igualmente, en complemento y en corrección, el libro de García Oliver, ya citado, que muestra los aspectos menos ensalzadores de la personalidad de Durruti. Un punto merece ser aclarado: Durruti, Ascaso, todo el grupo de afinidad de "Los Solidarios", durante los años 1920, ha sido considerado como "anarco-bolchevique" [como los anarquistas revolucionarios de "La Plataforma" de Archinov y Makhno] por otros anarquistas españoles. Partidarios de una alianza con otras fuerzas de izquierda revolucionaria, dado que las insurrecciones estrictamente anarquistas estaban destinadas al fracaso, hablaban de una "toma del poder" después de "haber destruido el viejo aparato del Estado" [es decir, hablaban de dictadura revolucionaria del proletariado]. Tal punto de vista no tenía nada que ver con la "participación gubernamental", contrariamente a lo que afirma César M. Lorenzo en su libro "Los anarquistas españoles y el poder" [31]. De hecho, Durruti ha evolucionado entre aquel periodo y 1936.

¿Quién podría decir cuál hubiera sido su orientación si la muerte no le hubiese alcanzado tan pronto? Sólo se sabe que quería movilizar todas las energías para vencer al fascismo y que había expresado su indignación y su desprecio frente a la indiferencia o la cobardía de la retaguardia. Una declaración hecha poco antes de su muerte (reproducida en el n° 3 del Amigo del Pueblo, pág. 4) condena las "intrigas, las luchas intestinas", pide "a los dirigentes que sean sinceros", afirma que "si esta guerra se prolonga mucho, hay que empezar por organizar la economía de Cataluña" y que "es necesaria una movilización efectiva de todos los trabajadores de la retaguardia". Emite reservas sobre la necesidad de la militarización y afirma que en el frente hay una disciplina eficaz [32].

No está seguro que hubiera seguido hasta sus más extremas consecuencias las opciones de los militantes que van a encontrarse en 1937 en una oposición radical a las cúpulas de la CNT y de la FAI. Se puede entender, sin embargo, que estos militantes le hayan elegido como símbolo de una lucha áspera y sin concesiones.

La primera página del n° 1 del Amigo del Pueblo es reveladora. Es una página en colores rojo y negro que sólo contiene una proclamación y unos eslóganes que enmarcan una representación de Durruti llevando la bandera rojinegra. He aquí el texto de la proclamación cuyo tono se sitúa plenamente en la vena de ese lirismo revolucionario inseparable del anarquismo español:

"Unos colores matizan la epopeya ibérica. Una bandera encarnó el despertar de las jornadas de julio.
Envuelto en los pliegues de la enseña rojinegra, surgió nuestro proletariado a la superficie hispánica con ansias de emancipación absoluta.
Un hombre floreció en aquellas sublimes jornadas. Buenaventura Durruti tomó raigambre humana en el corazón de las multitudes. Luchó por los trabajadores. Murió por ellos. Su pasado inmortal está ceñido a esta bandera rojinegra que flameó gallardamente en los albores de Julio majestuoso. De su ataúd la tomamos al descargarlo de nuestros hombros. Con ella en alto, caeremos o venceremos. No hay términos medios: o vencer, o caer."

En el pie de la página, con letras bastante gruesas, se lee: "¡No somos provocadores! ¡Somos los mismos de siempre! ¡Durruti es nuestro guía! ¡Su bandera es la nuestra! ¡Nadie nos la arrebatará! ¡Es nuestra! ¡Viva la FAI! ¡Viva la CNT!"

La insistencia para ligarse al recuerdo de Durruti (al mismo tiempo que para responder a la acusación de "provocadores" y de "irresponsables") es evidente en todos los números siguientes.

¿Se puede hablar aquí de culto a la personalidad? ¿El Amigo del Pueblo contesta a nuestra interrogación?

El n° 2 del periódico está más bien dedicado a Francisco Ascaso, y ciertamente los dos hombres son inseparables en la admiración que les dedican nuestros camaradas españoles, como fueron inseparables en el curso de los acontecimientos que han marcado su vida. Pero el n° 3, bajo el título "Imitemos al héroe del pueblo", declara en su página 2:

"No olvidamos nuestra condición de iconoclastas. Pero Buenaventura Durruti, escarnecido hoy en los hombres que audazmente falsean sus afanes e inquietudes, hubiese despreciado y combatido rudamente, sin lirismos ni oportunismos, a esas máquinas traga-gasolina que están permitiendo la pérdida de la revolución de JULIO [....]. [Hay que] comprender que imitar a Durruti, no es vacilar y claudicar. Es reflexionar sobre la experiencia del movimiento de julio y ante su análisis decidirnos a que la contrarrevolución no logre triunfar sobre nuestra interpretación de la responsabilidad."

El n° 5 plantea la cuestión en un plano más general pero el artículo, publicado en la página 4, bajo la rúbrica "Ideas" y titulado "Ni ídolos, ni arbitrariedades", es manifiestamente una tribuna libre, que se interesa por los Amigos de Durruti desde el exterior.

Este artículo toma por una parte la defensa de los Amigos de Durruti (la agrupación es designada como "institución anarquista creada al calor de la aureola que un caudillo extinto dejó tras su muerte"), apoya la legitimidad de su lucha "contra el centralismo tradicional de todo gobierno y forma de Estado" y contra "el centralismo incongruente y poco edificativo" de los llamados anarquistas que han "decretado" la expulsión de los Amigos de Durruti de la organización obrera. Pero, por otra parte, el autor (Albores) declara: "Somos contrarios a toda clase de idolatría o cultos personales", y, hablando de Durruti, "la gloria de héroe la consiguió por su gallardía espartana y por su nobleza de carácter y de sentimientos; no por sus ideas. En cuanto a idealidad acrisolada se refiere, otros hijos del pueblo que pertenecen a la masa anónima y no son considerados como símbolos, quizás estuvieran por encima de nuestro héroe."

El número siguiente (n° 6, del 12 de agosto 37) retorna sobre la cuestión, en primera página, bajo el título "Los Caudillos". Pero el caudillismo que es denunciado es el de los partidos y el que reina en las altas esféras de la CNT y de la FAI, el caudillismo de aquellos que son fabricados por la prensa y en las tribunas. En lo que respecta a los "héroes", es otra cosa, dicen:

"¿No hemos dicho un sinnúmero de veces que es el pueblo quien ha de escoger a sus hombres y si el pueblo quiere concederles una estima superior a la que concede al resto, es él quien ha de determinarlo? Lo que no puede aceptarse es que se quieran forjar caudillos con cartabón y tiralíneas.
Un caudillo cayó a los pies de Madrid. Buenaventura Durruti consiguió la estima del alma popular porque cumplió tal como quería el pueblo que se procediese. [....]
Buenaventura Durruti fue un caudillo. Pero no lo consiguió por mera coba. Se lo ganó a través de su vida, en la calle y en los campos de batalla, mientras que los otros aspirantes a caudillos alternaban en los halls de los grandes hoteles con elegantes turistas."

¡Esto es todo lo que podemos conseguir a modo de autocrítica! De hecho, la cuestión no será planteada en los últimos números de "El Amigo del Pueblo".» 

(Fragmento de "El Mensaje Revolucionario de Los Amigos de Durruti", George Fontenis, 1971)

¿Quiénes fueron "Los Amigos de Durruti"?

«La Agrupación “Los Amigos de Durruti” fue un grupo creado [por milicianos anarquistas "incontrolados" de la "Columna Durruti" y por anarcosindicalistas de la CNT redactores de los periódicos "Solidaridad Obrera", "Ideas" y "La Noche"] en marzo de 1937 como respuesta a la militarización de las milicias llevada a cabo por el gobierno burgués de la República, y que se oponían desde dentro de la CNT a la colaboración con el gobierno y a la contrarrevolución que se estaba fraguando. Desde un principio se constituyó como un polo de reagrupamiento de sectores descontentos con la política de la CNT; su actividad se basó en varios mítines, octavillas y un periódico, “El amigo del pueblo”, o intervenciones en actos públicos (como el boicot a una intervención de [la "ministra anarquista"] Federica Montseny durante un mitin en la monumental). 

Al estallar las Jornadas de Mayo, lucharon en las barricadas contra el gobierno burgués (del que CNT formaba parte) y lanzaron a la calle su famosa octavilla en la que llamaban a la creación de una "Junta revolucionaria" [dictadura revolucionaria del proletariado], al fusilamiento de los culpables, desarme de todos los cuerpos armados, etc. 
Octavilla de "Los Amigos de Durruti", Mayo de 1937

En su órgano de expresión, el periódico “El amigo del pueblo”, publicaron varias editoriales en las que expresaron una conclusión: la revolución necesita un programa y fusiles para defenderla. 

Estas editoriales fueron el prólogo del folleto “Hacia una nueva revolución”, publicado en julio de 1937 y que plasma las posiciones de la agrupación. 

En él analizan cómo el triunfo del Frente Popular en el mes de febrero de 1936 no consiguió esta vez aplazar por mucho tiempo la explosión de la guerra de clases en España, así como que tras el golpe del 18 de julio, el gobierno negó las armas al proletariado, no cómo se ha repetido hasta la saciedad, porque el presidente, Casares Quiroga fuera un inútil, o no hiciese caso de las advertencias previas y se tomara a broma el golpe de estado, sino porque la República burguesa temía más al proletariado en armas que a los militares golpistas, ya que sus intereses y los de los militares estaban contrapuestos a los del proletariado. De no haber sido porque éste salió a la calle y asaltó cuarteles y se hizo con armamento, el golpe probablemente no hubiera sido más que un traspaso de poderes. 

Denuncian que el 19 de julio no hubo una revolución completa, ya que el proletariado tras vencer en la calle a los militares, renunció, siguiendo las directrices de la CNT, a destruir el Estado burgués sometiéndose a la unidad antifascista y a la colaboración con el gobierno. Según Los Amigos de Durruti, la CNT, que llevaba años propugnando la revolución, no supo qué hacer debido a la falta de un programa revolucionario, y optó por dar fuerza a una burguesía que no la tenía y alimentar la contrarrevolución que, como se verá, se impondrá definitivamente en mayo. 

Sobre este episodio remarcan que, habiendo ganado la calle, tras percatarse de la indecisión y de la falta de una dirección revolucionaria, lanzaron la octavilla por la que se los tildó de “agentes provocadores”, a lo que responderían publicando una editorial en “El amigo del pueblo” con el titular: “Nosotros, agentes provocadores e irresponsables, propugnamos”, en el que la agrupación trató de plantear unas medidas alternativas a la línea que marcaba la CNT, a pesar de unas evidentes debilidades y falta de ruptura con concepciones de la socialdemocracia (respecto al sindicalismo, a la reorganización económica, a la misma ruptura revolucionaria...). Al fin no supieron ejercer esa dirección revolucionaria, y las barricadas fueron vaciándose poco a poco, entre llamamientos de la CNT y el POUM a abandonar la lucha. 

A continuación en el folleto plasman sus posiciones, en las que propugnan “(...) la unidad del proletariado. Pero entiéndase bien, esta unidad ha de realizarse entre trabajadores y no con burócratas o enchufistas” y remarcan que el orden revolucionario lo debe ejercer el proletariado en armas, como única garantía del triunfo de la revolución. 

A pesar de todo, Los Amigos de Durruti nunca rompieron con la CNT, la cual creían que fuera posible que diera un vuelco hacia posiciones revolucionarias, achacando sus errores a la falta de programa y a “traiciones” de ciertos dirigentes, y no a la naturaleza propia del sindicato. 

Quizás por esa confianza en el sindicato y en su posible viraje revolucionario, no ejercieron esa dirección revolucionaria necesaria en ese momento, delegando en una esperanza el triunfo de la revolución. 

Las conclusiones a las que llegaron Los Amigos de Durruti tienen una gran importancia histórica y política, ya que frente a la absurda y lamentable disyuntiva en el seno de la CNT, tras la victoria en julio del 36, sobre la moralidad de imponer una "dictadura anarquista" y la decisión final de renunciar a ella, manteniendo así la dictadura del Capital [y su Estado], estos dedujeron que “las revoluciones son totalitarias o son derrotadas”, entendiendo por totalitarias el que afecten a la totalidad de las relaciones sociales que crea el capitalismo, a la destrucción del Capital y del Estado por la fuerza, y a la creación de estructuras que velen por el mantenimiento del orden revolucionario. Unas conclusiones que sin duda deberán ser tenidas en cuenta por el proletariado de cara al definitivo asalto a la sociedad de clases.» 

(Fragmento de "Reapropación N° 1. Sobre las jornadas de Mayo 1937 en Barcelona", Biblioteca Subversiva Crimental, 2013)

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