|
Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, 1910 |
MANIFIESTO
DEL 23 DE SEPTIEMBRE DE 1911
MEXICANOS:
La Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano ve
con simpatía vuestros esfuerzos para poner en práctica los altos ideales de
emancipación política, económica y social, cuyo imperio sobre la tierra pondrá
fin a esa ya bastante larga contienda del hombre contra el hombre, que tiene su
origen en la desigualdad de fortunas que nace del principio de la propiedad
privada.
Abolir ese principio significa el aniquilamiento de
todas las instituciones políticas, económicas, sociales, religiosas y morales
que componen el ambiente dentro del cual se asfixian la libre iniciativa y la
libre asociación de los seres humanos que se ven obligados, para no perecer, a
entablar entre sí una encarnizada competencia, de la que salen triunfantes, no
los más buenos, ni los más abnegados, ni los mejor dotados en lo físico, en lo
moral o en lo intelectual, sino los más astutos, los más egoístas, los menos
escrupulosos, los más duros de corazón, los que colocan su bienestar personal
sobre cualquier consideración de humana solidaridad y de humana justicia.
Sin el principio de la propiedad privada no tiene
razón de ser el gobierno, necesario tan sólo para tener a raya a los
desheredados en sus querellas o en sus rebeldías contra los detentadores de la
riqueza social; ni tendrá razón de ser la Iglesia, cuyo exclusivo objeto es
estrangular en el ser humano la innata rebeldía contra la opresión y la
explotación por la prédica de la paciencia, de la resignación y de la humildad,
acallando los gritos de los instintos más poderosos y fecundos con la práctica
de penitencias inmorales, crueles y nocivas a la salud de las personas, y, para
que los pobres no aspiren a los goces de la tierra y constituyan un peligro para
los privilegios de los ricos, prometen a los humildes, a los más resignados, a
los más pacientes, un cielo que se mece en el infinito, más allá de las estrellas
que se alcanzan a ver...
Capital, Autoridad, Clero: he ahí la trinidad sombría
que hace de esta bella tierra un paraíso para los que han logrado acaparar en
sus garras por la astucia, la violencia y el crimen, el producto del sudor, de
la sangre, de las lágrimas y del sacrificio de miles de generaciones de
trabajadores, y un infierno para los que con sus brazos y su inteligencia
trabajan la tierra, mueven la maquinaria, edifican las casas, transportan los
productos, quedando de esa manera dividida la humanidad en dos clases sociales
de intereses diametralmente opuestos: la clase capitalista y la clase
trabajadora; la clase que posee la tierra, la maquinaria de producción y los
medios de transportación de las riquezas, y de la clase que no cuenta más que
con sus brazos y su inteligencia para proporcionarse el sustento.
Entre estas dos clases sociales no puede existir vínculo
alguno de amistad ni de fraternidad, porque la clase poseedora está siempre
dispuesta a perpetuar el sistema económico, político y social que garantiza el
tranquilo disfrute de sus rapiñas, mientras la clase trabajadora hace esfuerzos
por destruir ese sistema inicuo para instaurar un medio en el cual la tierra,
las casas, la maquinaria de producción y los medios de transportación sean de
uso común.
MEXICANOS:
El Partido Liberal Mexicano reconoce que todo ser
humano, por el solo hecho de venir a la vida, tiene derecho a gozar de todas y
cada una de las ventajas que la civilización moderna ofrece, porque esas
ventajas son el producto del esfuerzo y del sacrificio de la clase trabajadora
de todos los tiempos.
El Partido Liberal Mexicano reconoce, como necesario,
el trabajo para la subsistencia, y, por lo tanto, todos, con excepción de los
ancianos, de los impedidos e inútiles y de los niños, tienen que dedicarse a
producir algo útil para poder dar satisfacción a sus necesidades.
El Partido Liberal Mexicano reconoce que el llamado
derecho de propiedad individual es un derecho inicuo, porque sujeta al mayor
número de seres humanos a trabajar y a sufrir para la satisfacción y el ocio de
un pequeño número de capitalistas.
El Partido Liberal Mexicano reconoce que el Capital,
la Autoridad y el Clero son el sostén de la iniquidad y, por lo tanto, la Junta
Organizadora del Partido Liberal Mexicano ha declarado solemnemente guerra a la
Autoridad, guerra al Capital, guerra al Clero.
Contra el Capital, la Autoridad y el Clero el Partido
Liberal Mexicano tiene enarbolada la bandera roja en los campos de la acción en
México, donde nuestros hermanos se baten como leones, disputando la victoria a
las huestes de la burguesía, o sea: maderistas, reyistas, vazquistas,
científicos, y tantas otras cuyo único propósito es encumbrar a un hombre a la
primera magistratura del país, para hacer negocio a su sombra sin consideración
alguna a la masa entera de la población de México, y reconociendo, todas ellas,
como sagrado, el derecho de propiedad individual.
En estos momentos de confusión, tan propicios para el
ataque contra la opresión y la explotación; en estos momentos en que la Autoridad,
quebrantada, desequilibrada, vacilante, acometida por todos sus flancos por las
fuerzas de todas las pasiones desatadas, por la tempestad de todos los apetitos
avivados por la esperanza de un próximo hartazgo; en estos momentos de zozobra,
de angustia, de terror para todos los privilegios, masas compactas de
desheredados invaden las tierras, queman los títulos de propiedad, ponen las
manos creadoras sobre la fecunda tierra y amenazan con el puño a todo lo que
ayer era respetable: Autoridad, Capital y Clero; abren el surco, esparcen la
semilla y esperan, emocionados, los primeros frutos de un trabajo libre.
Estos son, mexicanos, los primeros resultados
prácticos de la propaganda y de la acción de los soldados del proletariado, de
los generosos sostenedores de nuestros principios igualitarios, de nuestros
hermanos que desafían toda imposición y toda explotación con este grito de
muerte para todos los de arriba y de vida y de esperanza para todos los de
abajo: ¡Viva Tierra y Libertad!
La tormenta se recrudece día a día: maderistas,
vazquistas, reyistas, científicos, delabarristas os llaman a gritos, mexicanos,
a que voléis a defender sus desteñidas banderas, protectoras de los privilegios
de la clase capitalista. No escuchéis las dulces canciones de esas sirenas, que
quieren aprovecharse de vuestro sacrificio para establecer un gobierno, esto
es, un nuevo perro que proteja los intereses de los ricos. ¡Arriba todos; pero
para llevar a cabo la expropiación de los bienes que detentan los ricos!
La expropiación tiene que ser llevada a cabo a sangre
y fuego durante este grandioso movimiento, como lo han hecho y lo están
haciendo nuestros hermanos los habitantes de Morelos, sur de Puebla, Michoacán,
Guerrero, Veracruz, Norte de Tamaulipas, Durango, Sonora, Sinaloa, Jalisco,
Chihuahua, Oaxaca, Yucatán, Quintana Roa y regiones de otros Estados, según ha
tenido que confesar la misma prensa burguesa de México, en que los proletarios
han tomado posesión de la tierra sin esperar a que un Gobierno paternal se
dignase hacerlos felices, conscientes de que no hay que esperar nada bueno de
los Gobiernos y de que “la emancipación de los trabajadores debe ser obra de
los trabajadores mismos.”
Estos primeros actos de expropiación han sido
coronados por el más risueño de los éxitos; pero no hay que limitarse a tomar
tan sólo posesión de la tierra y de los implementos de agricultura: hay que
tomar resueltamente posesión de todas las industrias por los trabajadores de
las mismas, consiguiéndose de esa manera que las tierras, las minas, las
fábricas, los talleres, las fundiciones, los carros, los ferrocarriles, los
barcos, los almacenes de todo género y las casas queden en poder de todos y
cada uno de los habitantes de México, sin distinción de sexo.
Los habitantes de cada región en que tal acto de
suprema justicia se lleve a cabo no tienen otra cosa que hacer que ponerse de
acuerdo para que todos los efectos que se hallen en las tiendas, almacenes,
graneros, etc., sean conducidos a un lugar de fácil acceso para todos, donde
hombres y mujeres de buena voluntad practicarán un minucioso inventario de todo
lo que se haya recogido, para calcular la duración de esas existencias,
teniendo en cuenta las necesidades y el número de los habitantes que tienen que
hacer uso de ellas, desde el momento de la expropiación hasta que en el campo
se levanten las primeras cosechas y en las demás industrias se produzcan los
primeros efectos.
Hecho el inventario, los trabajadores de las
diferentes industrias se entenderán entre sí fraternalmente para regular la
producción; de manera que, durante este movimiento, nadie carezca de nada, y
sólo se morirán de hambre aquellos que no quieran trabajar, con excepción de
los ancianos, los impedidos y los niños, que tendrán derecho a gozar de todo.
Todo lo que se produzca será enviado al almacén
general en la comunidad del que todos tendrán derecho a tomar TODO LO QUE
NECESITEN SEGÚN SUS NECESIDADES, sin otro requisito que mostrar una contraseña
que demuestre que se está trabajando en tal o cual industria.
Como la aspiración del ser humano es tener el mayor
número de satisfacciones con el menor esfuerzo posible, el medio más adecuado
para obtener ese resultado es el trabajo en común de la tierra y de las demás
industrias. Si se divide la tierra y cada familia toma un pedazo, además del
grave peligro que se corre de caer nuevamente en el sistema capitalista, pues
no faltarán hombres astutos o que tengan hábitos de ahorro que logren tener más
que otros y puedan a la larga poder explotar a sus semejantes; además de este grave
peligro, está el hecho de que si una familia trabaja un pedazo de tierra,
tendrá que trabajar tanto o más que como se hace hoy bajo el sistema de la
propiedad individual para obtener el mismo resultado mezquino que se obtiene
actualmente; mientras que si se une la tierra y la trabajan en común los
campesinos, trabajarán menos y producirán más. Por supuesto que no ha de faltar
tierra para que cada persona pueda tener su casa y un buen solar para dedicarlo
a los usos que sean de su agrado. Lo mismo que se dice del trabajo en común de
la tierra, puede decirse del trabajo en común de la fábrica, del taller, etc.;
pero cada quien, según su temperamento, según sus gustos, según sus
inclinaciones podrá escoger el género de trabajo que mejor le acomode, con tal
de que produzca lo suficiente para cubrir sus necesidades y no sea una carga
para la comunidad.
Obrándose de la manera apuntada, esto es, siguiendo
inmediatamente a la expropiación la organización de la producción, libre ya de
amos y basada en las necesidades de los habitantes de cada región, nadie
carecerá de nada a pesar del movimiento armado, hasta que, terminado este
movimiento con la desaparición del último burgués y de la última autoridad o
agente de ella, hecha pedazos la ley sostenedora de privilegios y puesto todo
en manos de los que trabajan, nos estrechemos todos en fraternal abrazo y
celebremos con gritos de júbilo la instauración de un sistema que garantizará a
todo ser humano el pan y la libertad.
MEXICANOS:
Por esto es por lo que lucha el Partido Liberal
Mexicano. Por esto es por lo que derrama su sangre generosa una pléyade de
héroes, que se baten bajo la bandera roja al grito prestigioso de ¡Tierra y
Libertad!
Los liberales no han dejado caer las armas a pesar de
los tratados de paz del traidor Madero con el tirano Díaz, y a pesar, también,
de las incitaciones de la burguesía, que ha tratado de llenar de oro sus
bolsillos, y esto ha sido así, porque los liberales somos hombres convencidos
de que la libertad política no aprovecha a los pobres, sino a los cazadores de
empleos, y nuestro objeto no es alcanzar empleos ni distinciones, sino
arrebatarlo todo de las manos de la burguesía, para que todo quede en poder de
los trabajadores.
La actividad de las diferentes banderías políticas
que en estos momentos se disputan la supremacía, para hacerla que triunfe,
exactamente lo mismo que hizo el tirano Porfirio Díaz, porque ningún hombre,
por bienintencionado que sea, puede hacer algo en favor de la clase pobre cuando
se encuentra en el Poder; esa actividad ha producido el caos que debemos
aprovechar los desheredados, tomando ventajas de las circunstancias especiales
en que se encuentra el país, para poner en práctica, sin pérdida de tiempo,
sobre la marcha, los ideales sublimes del Partido Liberal Mexicano, sin esperar
a que se haga la paz para efectuar la expropiación, pues para entonces ya se
habrán agotado las existencias de efectos en las tiendas, graneros, almacenes y
otros depósitos, y como al mismo tiempo, por el estado de guerra en que se
había encontrado el país, la producción se había suspendido, el hambre sería la
consecuencia de la lucha, mientras que efectuando la expropiación y la
organización del trabajo libre durante el movimiento, ni se carecerá de lo necesario
en medio del movimiento ni después.
MEXICANOS:
Si queréis ser de una vez libres no luchéis por otra
causa que no sea la del Partido Liberal Mexicano. Todos os ofrecen libertad
política para después del triunfo; los liberales os invitamos a tomar la
tierra, la maquinaria, los medios de transportación y las casas desde luego,
sin esperar a que nadie os dé todo ello, sin aguardar a que una ley decrete tal
cosa, porque las leyes no son hechas por los pobres, sino por señores de
levita, que se cuidan bien de hacer leyes en contra de su casta.
Es el deber de nosotros los pobres trabajar y luchar
por romper las cadenas que nos hacen esclavos. Dejar la solución de nuestros
problemas a las clases educadas y ricas es ponernos voluntariamente entre sus
garras. Nosotros los plebeyos; nosotros los andrajosos; nosotros los
hambrientos; los que no tenemos un terrón donde reclinar la cabeza; los que
vivimos atormentados por la incertidumbre del pan de mañana para nuestras
compañeras y nuestros hijos; los que, llegados a viejos, somos despedidos
ignominiosamente porque ya no podemos trabajar, toca a nosotros hacer esfuerzos
poderosos, sacrificios mil para destruir hasta sus cimientos el edificio de la
vieja sociedad, que ha sido hasta aquí una madre cariñosa para los ricos y los
malvados, y una madrastra huraña para los que trabajan y son buenos.
Todos los males que aquejan al ser humano provienen
del sistema actual, que obliga a la mayoría de la humanidad a trabajar y a
sacrificarse para que una minoría privilegiada satisfaga todas sus necesidades
y aun todos sus caprichos, viviendo en la ociosidad y en el vicio. Y menos malo
si todos los pobres tuvieran asegurado el trabajo; como la producción no está
arreglada para satisfacer las necesidades de los trabajadores sino para dejar
utilidades a los burgueses, éstos se dan maña para no producir más que lo que
calculan que pueden expender, y de ahí los paros periódicos de las industrias o
la restricción del número de trabajadores, que proviene, también, del hecho del
perfeccionamiento de la maquinaria, que suple con ventaja los brazos del
proletariado.
Para acabar con todo eso es preciso que los
trabajadores tengan en sus manos la tierra y la maquinaria de producción, y
sean ellos los que regulen la producción de las riquezas atendiendo a las
necesidades de ellos mismos.
El robo, la prostitución, el asesinato, el
incendiarismo, la estafa, productos son del sistema que coloca al hombre y a la
mujer en condiciones en que para no morir de hambre se ven obligados a tomar de
donde hay o a prostituirse, pues en la mayoría de los casos, aunque se tengan
deseos grandísimos de trabajar, no se consigue trabajo, o es éste tan mal
pagado, que no alcanza el salario ni para cubrir las más imperiosas necesidades
del individuo y de la familia, aparte de que la duración del trabajo bajo el
presente sistema capitalista y las condiciones en que se efectúa, acaban en
poco tiempo con la salud del trabajador, y aun con su vida, en las catástrofes
industriales, que no tienen otro origen que el desprecio con que la clase
capitalista ve a los que se sacrifican por ella.
Irritado el pobre por la injusticia de que es objeto;
colérico ante el lujo insultante que ostentan los que nada hacen; apaleado en
las calles por el polizonte por el delito de ser pobre; obligado a alquilar sus
brazos en trabajos que no son de su agrado; mal retribuido, despreciado por
todos los que saben más que él o por los que por dinero se creen superiores a
los que nada tienen; ante la expectativa de una vejez tristísima y de una
muerte de animal despedido de la cuadra por inservible; inquieto ante la
posibilidad de quedar sin trabajo de un día para otro; obligado a ver como
enemigo aun a los mismos de su clase, porque no sabe quién de ellos será el que
vaya a alquilarse por menos de lo que él gana, es natural que en estas
circunstancias se desarrollen en el ser humano instintos antisociales y sean el
crimen, la prostitución, la deslealtad, los naturales frutos del viejo y odioso
sistema, que queremos destruir hasta en sus más profundas raíces para crear uno
nuevo de amor, de igualdad, de justicia, de fraternidad, de libertad.
¡Arriba todos como un solo hombre! En las manos de
todos están la tranquilidad, el bienestar, la libertad, la satisfacción de
todos los apetitos sanos; pero no nos dejemos guiar por directores; que cada
quien sea el amo de sí mismo; que todo se arregle por el consentimiento mutuo
de las individualidades libres. ¡Muera la esclavitud! ¡Muera el hambre! ¡Viva
Tierra y Libertad!
MEXICANOS:
Con la mano puesta en el corazón y con nuestra
conciencia tranquila, os hacemos un formal y solemne llamamiento a que
adoptéis, todos, hombres y mujeres, los altos ideales del Partido Liberal
Mexicano. Mientras haya pobres y ricos, gobernantes y gobernados, no habrá paz,
ni es de desearse que la haya porque esa paz estaría fundada en la desigualdad
política, económica y social de millones de seres humanos que sufren hambre,
ultrajes, prisión y muerte, mientras una pequeña minoría goza toda suerte de
placeres y de libertades por no hacer nada.
¡A la lucha! A expropiar con la idea del beneficio
para todos y no para unos cuantos, que esta guerra no es una guerra de
bandidos, sino de hombres y mujeres que desean que todos sean hermanos y gocen,
como tales, de los bienes que nos brinda la Naturaleza y que el brazo y la
inteligencia del hombre han creado, con la única condición de dedicarse cada
quien a un trabajo verdaderamente útil.
La Libertad y el bienestar están al alcance de
nuestras manos. El mismo esfuerzo y el mismo sacrificio que cuesta elevar a un
gobernante, esto es, un tirano, cuesta la expropiación de los bienes que
detentan los ricos. A escoger, pues: o un nuevo gobernante, esto es, un nuevo
yugo, o la expropiación salvadora y la abolición de toda imposición religiosa,
política o de cualquier otro orden.
¡TIERRA Y LIBERTAD!
Dado en la ciudad de Los Ángeles, Estado de
California, Estados Unidos de América,
a los 23 días del mes de septiembre de
1911.
RICARDO FLORES MAGÓN
LIBRADO RIVERA
ANSELMO L. FIGUEROA
ENRIQUE FLORES MAGÓN
_____________________________________________________________________________________________________
MANIFIESTO DEL 16 DE ENERO DE 1918
La Junta
Organizadora del Partido Liberal Mexicano a los miembros del partido, a los
anarquistas de todo el mundo y a los trabajadores en general
Compañeros:
El reloj de la Historia está próximo a señalar, con
su aguja inexorable, el instante en que ha de producirse la muerte de esta
sociedad que agoniza.
La muerte de la vieja sociedad está próxima, no tarda
en ocurrir, y sólo podrán negar este hecho aquellos a quienes interese que
viva, aquellos que se aprovechan de la injusticia en que está basada, aquellos
que ven con horror la Revolución Social, porque saben que al día siguiente de
ella tendrán que trabajar codo con codo con sus esclavos de la víspera.
Todo indica, con fuerza de evidencia, que la muerte
de la sociedad burguesa no tarda en sobrevenir. El ciudadano ve con torva
mirada al polizonte, a quien todavía ayer consideraba su protector y su apoyo;
el lector asiduo de la prensa burguesa encoge los hombros y deja caer con
desprecio la hoja prostituida en que aparecen las declaraciones de los jefes de
Estado; el trabajador se pone en huelga sin importarle que con su actitud se
perjudiquen los patrios intereses, consciente ya de que la Patria no es su
propiedad, sino la propiedad del rico; en la calle se ven rostros que a las
claras delatan la tormenta interior del descontento, y hay brazos que parece
que se agitan para construir la barricada; se murmura en la cantina; se murmura
en el teatro; se murmura en el tranvía, y en cada hogar, especialmente en
nuestros hogares, en los hogares de los de abajo, se lamenta la partida de un
hijo a la guerra o los corazones se oprimen y los ojos se humedecen al pensar
que mañana, que tal vez hoy mismo, el mocetón que es la alegría del tugurio, el
joven que con su frescura y su gracia envuelve en resplandores de aurora la
triste existencia de los padres que están en su ocaso, será arrancado del seno
amoroso de la familia para ir a enfrentarlo, arma al brazo, con otro joven que
es, como él, el encanto de su hogar, y a quien no odia, y a quien no puede
odiar porque ni siquiera lo conoce.
Las flamas del descontento se avivan al soplo de la
tiranía cada vez más ensoberbecida y cruel en todo país, y aquí y allí, allá y
acullá, y en todas partes, los puños se crispan, las mentes se exaltan, los
corazones laten con violencia, y donde no se murmura, se grita, suspirando
todos por el momento en que las manos encallecidas en cien siglos de labor
deban dejar caer la herramienta fecunda para levantar el rifle que espera,
nervioso, la caricia del héroe.
Compañeros: el momento es solemne; es el momento
precursor de la más grandiosa catástrofe política y social que la Historia
registra: la insurrección de todos los pueblos contra las condiciones
existentes.
Va a ser, seguramente, un impulso ciego de las masas
que sufren; va a ser, a no dudarlo, la explosión desordenada de la cólera
comprimida apenas por el revólver del esbirro y la horca del verdugo; va a ser
el desbordamiento de todas las indignaciones y de todas las amarguras, y va a
producirse el caos, el caos propicio al medro de todos los pescadores a río
revuelto; caos del que pueden surgir opresiones y tiranías nuevas, porque en
esos casos, regularmente, el charlatán es el leader.
Toca, pues, a nosotros, los conscientes, preparar la
mentalidad popular para cuando llegue el momento, ya que no preparar la
insurrección, porque la insurrección nace de la tiranía.
Preparar al pueblo no sólo para que espere con
serenidad los grandiosos acontecimientos que vislumbramos, sino para que sea
capaz de no dejarse arrastrar por los que quieran conducirlo, ahora por caminos
de flores, a idéntica esclavitud o tiranía semejante a la que hoy sufrimos.
Para lograr que la rebeldía inconsciente no forje con sus propios brazos la
cadena nueva que de nuevo ha de esclavizar al pueblo, es preciso que nosotros,
todos los que no creemos en Gobierno, todos los que estamos convencidos de que
Gobierno, cualquiera que sea su forma y quienquiera que se encuentre al frente
de él, es tiranía, porque no es una institución creada para proteger al débil,
sino para amparar al fuerte, nos coloquemos a la altura de las circunstancias y
sin temor propaguemos nuestro santo ideal anarquista, el único humano, el único
justo, el único verdadero.
No hacerlo es traicionar a sabiendas las vagas
aspiraciones de los pueblos a una libertad sin límites, como no sean los
límites naturales, esto es, una libertad que no dañe a la conservación de la
especie.
No hacerlo es dejar manos libres a todos aquellos que
quieran aprovechar, para fines meramente personales, el sacrificio de los
humildes.
No hacerlo es afirmar lo que dicen nuestros
contrarios, que está muy lejano el tiempo en que pueda implantarse nuestro
ideal.
Actividad, actividad y más actividad, eso es lo que
reclama el momento.
Que cada hombre y cada mujer que amen el ideal
anarquista, lo propaguen con tesón, con terquedad, sin hacer aprecio de burlas,
sin medir peligros, sin reparar en consecuencias.
Manos a la obra, camaradas, y el porvenir será para
nuestro ideal.
Dado en Los Ángeles, Estado de California,
Estados Unidos de América,
el día 16 de marzo de 1918.
Ricardo Flores Magón
Librado Rivera
(Regeneración, Los Ángeles, Calif., 4a. época, núm. 262, 6 de marzo de 1918.)
-----------------------------------------
Relacionados: