9 de julio de 2025

Comunicados internacionalistas desde Irán contra la guerra

La guerra entre las bestias capitalistas es una guerra contra todos nosotros

  1. Dos regímenes genocidas están ahora en guerra: el gobierno israelí y la República Islámica. Como todos los Estados capitalistas, ambos son asesinos de trabajadores, criminales y belicistas. 
  2. Israel nació de la coalición imperialista que surgió de la Segunda Guerra Mundial: un puesto estratégico para las potencias capitalistas. Durante casi 80 años, ha llevado a cabo un genocidio continuo contra los trabajadores palestinos y de Oriente Medio. Sus acciones cuentan con el pleno consenso del capital mundial. La República Islámica, por el contrario, surgió de la derrota del movimiento obrero revolucionario de Irán a finales de la década de 1970. Fue la solución de emergencia del capital para aplastar los levantamientos obreros y preservar la explotación. Aunque sus orígenes son diferentes, ambos regímenes sirven a los intereses del capital mediante la guerra, la represión y la expansión. Su confrontación actual es un choque por la influencia, no por la justicia: una lucha entre facciones capitalistas rivales.
  3. Israel, con el apoyo incondicional del capital estadounidense y europeo, ya ha dañado gravemente la infraestructura militar de Irán. Sin embargo, esto no significa que el régimen islámico se derrumbe. Luchará para preservarse, utilizando todos los recursos disponibles. Sus recientes derrotas, aunque significativas, no bastan para asegurar su rendición. El régimen resistirá hasta que su propia supervivencia se vea amenazada.
  4. La guerra no es por las armas nucleares. La cuestión nuclear es un pretexto. Durante 45 años, el conflicto central ha sido el desafío de Irán al orden capitalista mundial liderado por Estados Unidos, su exigencia de una mayor cuota de poder y su negativa a someterse. Esta guerra pretende zanjar esa disputa de forma decisiva, aunque no permanente. Aunque la República Islámica se vea obligada a transigir, sus rivales no tienen un sustituto viable para ella. Los exiliados monárquicos, los que quieren revivir la monarquía de los Pahlavi y los restos que defienden a [Maryam] Rajavi no tienen una base real. El régimen no caerá: capitulará y negociará para minimizar sus pérdidas.
  5. Aunque esta guerra termine, la siguiente fase de explotación y represión continuará. Mientras exista el capitalismo, también existirán la guerra, la crisis, el genocidio y la competencia por la plusvalía, el capital y el poder. Creer que Netanyahu, Estados Unidos o el régimen islámico «liberarán» a los 60 millones de trabajadores de Irán es una ilusión peligrosa. A cualquier trabajador arrastrado a esta creencia se le ha robado la conciencia. Esta ilusión debe ser destrozada por una crítica de clase contundente y basada en principios.
  6. Nadie puede predecir las consecuencias económicas de la guerra. Pero el resultado probable será la pobreza masiva, el hambre, el colapso de la producción, la represión y la muerte, solo para llevar a Irán a la mesa de negociaciones. Las clases dominantes estadounidense e israelí no dudarán en convertir a Irán en otra Libia si ello sirve a sus objetivos. Pero Irán no es la Libia de Gadafi ni el Iraq de Sadam. El régimen islámico luchará para evitar el colapso total.
  7. Es probable que esta guerra se intensifique. Las condiciones —hambruna, falta de medicinas, falta de vivienda, desempleo masivo— empeorarán. Todos los bandos cargarán el coste de la guerra sobre la clase trabajadora. Debemos invertir esta tendencia. Debemos redirigir la crisis hacia el propio capital. Esto no es imposible. Nuestra clase tiene la capacidad de hacerlo. El capitalismo estampa la palabra «imposible» en cada sueño de liberación, pero eso es parte de su poder ideológico, su deshumanización del trabajo y la mistificación de las mercancías. Debemos romper estas ilusiones. Hacer recaer el coste de la guerra sobre el capital. Intensificar la lucha de clases anticapitalista, con claridad, estrategia y determinación.
  8. Esta no es nuestra guerra. Es la suya. Estamos en guerra con ambos regímenes, con ambos bloques, con todo el sistema capitalista mundial. Cualquier alineamiento con un bando es una traición. La actividad contra la guerra solo tiene sentido si promueve un programa revolucionario y anticapitalista. Las manifestaciones contra la guerra deben estar vinculadas a la lucha de clases: no como una protesta vacía, sino como un desafío a los dos polos del poder imperialista. De lo contrario, se convierte en un llamamiento al régimen islámico para que se rinda ante sus rivales más poderosos y genocidas. Debemos rechazar esta narrativa. Nuestra lucha es contra todos los Estados y todos los capitales.
  9. Un punto crucial: la lucha contra la guerra debe ser anticapitalista. Sin esto, nos vemos reducidos a ser soldados de infantería de uno de los dos bandos de asesinos. Por ejemplo, oponerse a la política de guerra de la República Islámica es necesario, pero solo si se combina con la oposición al Estado genocida israelí y al imperialismo occidental. Lo mismo ocurre con las armas nucleares. Debemos rechazar toda financiación de la guerra por parte de nuestro trabajo, pero no de forma que sirva a facciones capitalistas rivales. Nuestra crítica debe caer por igual sobre todos los belicistas, todos los estados, todas las alas de la burguesía global.
  10. Dondequiera que estemos —fábricas, escuelas, hospitales, puertos, barrios— debemos unirnos. Construyamos consejos obreros. Unámoslos, no como sueños, sino como herramientas materiales de resistencia. ¿Por qué llamar a esto utópico? ¿Es porque el régimen utiliza la represión brutal para impedirlo? ¿No hacen lo mismo con todas las huelgas? ¿No han intentado aplastar todas las protestas, especialmente las de las mujeres, los jóvenes y los desempleados? Aun así, hemos luchado. ¿Por qué dudar ahora? Esta vacilación no es nuestra, nos la ha implantado la ideología capitalista. Debemos rebelarnos contra ella.
  11. Hacer de los consejos nuestra arma. En tiempos normales, las huelgas y los paros son poderosos. Pero en tiempos de guerra, las huelgas pueden ser cooptadas por un bando. Debemos ir más allá: tomar los medios de producción. No solo parar el trabajo, sino tomar el control. Esto aterroriza tanto al régimen islámico como al capital occidental más que cualquier otra cosa. Sí, seremos reprimidos. Pero debemos empezar. Hacer contactos. Coordinar. Construir. Unir nuestros consejos en un movimiento capaz de tomar el control del trabajo, la vida y la producción.
  12. ¿Qué pasa con nuestras necesidades inmediatas: medicina, vivienda, energía, alimentos? No pueden asegurarse en el marco del comercio capitalista. Nuestra consigna debe ser: Ocupar. Preparar. Expandir. Cuanto más preparados estemos para tomar y organizar la vida colectivamente, más poder tendremos para imponer demandas y asegurar la supervivencia.
  13. Debemos actuar como clase. Hemos pasado generaciones evitando este camino, engañados por falsas esperanzas: sindicalismo, democracia, ONGs, revoluciones de colores, antiimperialismo, federalismo. Nos han llevado al agotamiento, a la traición, a la ruina. Un día debemos empezar. Ese día ya debería haber llegado hace mucho. hagamos que sea ahora. 

15 de junio de 2025
Trabajadores Anticapitalistas (Irán)

[Tomado de Grupo Barbaria. Negritas nuestras] 

Comentario de PR: 

Muy al contrario de la socialdemocracia mundial que apoya y hasta celebra al régimen de la burguesía ayatola contra el régimen de la burguesía sionista -llegando incluso al delirium tremens de proponer "un socialismo con características nucleares"-, esta es una voz proletaria e internacionalista desde el propio Irán contra "su propia" burguesía y "su propio" Estado, sin dejar de condenar a Israel y EE.UU. en tanto que Estados capitalistas y genocidas. Más claro: "Estamos en guerra con ambos regímenes, con ambos bloques, con todo el sistema capitalista mundial". Un ejemplo concreto y actual de derrotismo revolucionario desde esa región del planeta azotada por la guerra. Un ejemplo a seguir y un llamado para el proletariado mundial, porque sólo la guerra de clases por la revolución social mundial puede acabar con la guerra imperialista y el capitalismo.

Ahora bien, la única crítica que nos permitimos hacerles a estos compañeros iraníes (comunistas de consejos) es que no sólo se trata de tomar el control de la producción mediante consejos de trabajadores como base material de la lucha anticapitalista y la supervivencia contra la guerra, sino de abolir el valor en tanto que relación social mercantil y de clase mediante medidas comunizadoras que expropien, produzcan y distribuyan todo gratis para satisfacer las necesidades humanas y no las del capital.

Asimismo, es fundamental destruir el aparato armado del Estado mediante medidas insurreccionales del proletariado autoorganizado y armado comunalmente. En Irán y en todo el mundo. Por la Comuna mundial.
 
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La guerra y la estrategia de nuestra clase

 

1. Tras la caída del bloque capitalista soviético, Estados Unidos se vio a sí mismo como el polo único dominante del mundo capitalista. Pero no pasó mucho tiempo hasta que encontró un poderoso rival en China. El sueño de los gobernantes estadounidenses de establecer un mundo unipolar se convirtió en pesadilla. China alcanzó con una velocidad asombrosa la cima del crecimiento industrial y se convirtió en el gigante del capital global. Lo que sin duda ayudó a China en este proceso fue el precio extremadamente bajo de la fuerza de trabajo de sus cientos de millones de trabajadores. Desde hace tiempo, China ha superado a Estados Unidos en volumen de exportación de capital. Europa y EE.UU. se han convertido en mercado para la venta de mercancías chinas, incluidas mercancías-capital de este país. Más de la mitad del comercio total de los países latinoamericanos es con China. La inversión de capital chino en África crece a una velocidad vertiginosa y con un volumen enorme. Según un informe de la Universidad de Harvard, China ha superado a EE.UU. en algunos campos como la inteligencia artificial, ciencias computacionales, biotecnología, energía verde, redes y semiconductores.

Estados Unidos ha comprendido que ha quedado rezagado frente a su polo rival. El mensaje de EE.UU. es que su supremacía es una condición necesaria y obligatoria para la supervivencia del mundo; de lo contrario, hay que prender fuego al planeta y recurrir a la guerra, como lo hicieron los fascistas hitlerianos. Las ofensivas de la OTAN en Europa, el apoyo total e incondicional al holocausto israelí en Gaza, la provocación de guerras en África y el sudeste asiático, la combustión de Oriente Medio, el caso nuclear iraní, la guerra arancelaria, las amenazas de ocupar Groenlandia, Canadá y Panamá… todo forma parte de esta línea.

El mundo, en lugar de ser el campo de batalla de nuestra clase, la clase trabajadora internacional contra el capitalismo y todos los  Estados capitalistas, se ha convertido en el escenario del salvajismo de los belicistas capitalistas por el reparto del mundo. Los estados capitalistas de EE.UU., China, Rusia, Irán, Europa, India y el resto del mundo juegan este papel, y lo hacen para proteger la existencia del capitalismo. Sus guerras son por el reparto de las acciones de beneficio, poder, propiedad y soberanía.

2. La cuestión esencial en la guerra entre Irán e Israel también se enmarca en la presión sobre los gobernantes islámicos del capital para que se sometan al orden diseñado por EE.UU. Ni Estados Unidos, ni Israel, ni sus aliados tienen un sustituto para el régimen iraní. Saben perfectamente que ninguna parte de la oposición tiene capacidad para jugar un papel en este proceso. Desde su punto de vista, no se trata de hacer caer a la República Islámica, sino de hacerla rendirse. Los gobernantes religiosos del capital, conscientes de esta realidad, luchan hasta el último aliento por reducir costes y minimizar la magnitud de su retirada.

No se puede prever con qué grado de colapso económico del capitalismo iraní, con qué transformaciones internas del régimen, con qué nivel de hambre, miseria, desplazamiento y masacre de las masas trabajadoras se acompañará esa rendición. Lo que sí está claro es que el sector dominante del capital estadounidense no tiene ningún reparo en convertir a Irán en una nueva Libia, Siria o Gaza.

Nuestra clase, de millones, es la única fuerza verdaderamente anti-guerra. Pero nuestro pacifismo solo podrá tener un impacto real y decisivo si se expresa en un movimiento organizado contra el capitalismo. De lo contrario, será débil e ineficaz, o bien será reprimido por la República Islámica o absorbido por una oposición sedienta de poder.

Allí donde estemos, unamos nuestras manos. Construyamos consejos obreros anticapitalistas.

En condiciones donde la guerra aún no ha estallado, la huelga es el arma más eficaz para obligar a los capitalistas y a los estados a aceptar nuestras demandas, siempre que las huelgas salgan de los límites de los centros de trabajo y se extiendan como una lucha simultánea y nacional de toda nuestra clase.

En condiciones de guerra, esta táctica ya no es necesariamente adecuada y puede ser usurpada por la oposición y los gobiernos de EE.UU. e Israel.

Hay que ir más allá de la huelga. Debemos poner en el orden del día la ocupación de los centros de trabajo.

La acción más correcta y urgente hoy es dejar de pedir aumentos salariales irrelevantes y ficticios, y exigir que las necesidades básicas –alimentación, medicinas, atención médica, educación, vivienda, agua, electricidad y gas– sean completamente excluidas de cualquier forma de intercambio mercantil o monetario. Estas necesidades deben ser totalmente gratuitas y accesibles para todos.

Una exigencia que desarmará tanto a EE.UU., a Israel y al conjunto del mundo capitalista como a la propia República Islámica del capital.

Trabajadores Anticapitalistas – Julio de 2025

[Tomado de Materiales por la Emancipación. Negritas nuestras]

Comentario de PR:

De este comunicado no sólo destacamos su correcto análisis de fuerzas desde la perspectiva internacionalista y derrotista, sino principalmente que propone una estrategia revolucionaria frente a la guerra imperialista: luchar por "que las necesidades básicas –alimentación, medicinas, atención médica, educación, vivienda, agua, electricidad y gas– sean completamente excluidas de cualquier forma de intercambio mercantil o monetario. Estas necesidades deben ser totalmente gratuitas y accesibles para todos." Estamos totalmente de acuerdo porque esto es precisamente lo que planteamos en nuestro anterior comentario crítico a los compañeros iraníes: la base material de la lucha anticapitalista del proletariado contra la guerra no sólo debe ser la toma de los medios de producción, sino la abolición del valor o la desmercantilización de las relaciones sociales. ¿Cómo? Yendo más allá de la huelga. Expropiando u ocupando los centros de trabajo. Creando consejos obreros anticapitalistas y otras formas de autoorganización revolucionaria. 

Pero, en la parte en que no estamos de acuerdo es cuando dice que "nuestro pacifismo solo podrá tener un impacto real y decisivo si se expresa en un movimiento organizado contra el capitalismo." Si bien entendemos la reivindicación de vivir en paz en un contexto de guerra, la realidad es que la paz capitalista ya es un estado de guerra social latente y permanente contra el proletariado, que sólo prepara el terreno para cuando estalla una coyuntura de guerra abierta entre potencias capitalistas... también contra el proletariado. Tanto en momentos de paz como de guerra capitalistas, todos los Estados le hacen la guerra al proletariado internacional de múltiples formas: desde arrojarlo al desempleo y la miseria hasta destruirlo en las guerras del narcotráfico y los ejércitos, reprimirlo brutalmente cuando se "atreve" a hacer revueltas e insurrecciones, etc. Más claro: siempre estamos en guerra de clases, lo que cambia es la intensidad o el nivel de la misma según la coyuntura histórica y la región geográfica. 

Partiendo de ese hecho, la lucha revolucionaria jamás puede ser pacifista. Necesariamente debe hacerle la guerra al Estado y al Capital hasta destruirlos produciendo el comunismo. Transformar la guerra imperialista en guerra de clases revolucionaria. Sin esto, el derrotismo revolucionario está perdido. "De lo contrario, será débil e ineficaz, o bien será reprimido por la República Islámica o absorbido por una oposición sedienta de poder." De lo contrario, el proletariado revolucionario será destruido. La experiencia duramente adquirida durante décadas de guerra de clases así lo demuestra. Más aún si la propuesta estratégica es expropiar, ocupar, autoorganizar, comunizar o desmercantilizar los centros de trabajo, la producción y, en consecuencia, la distribución, para que todo sea gratis, o sea, que las necesidades básicas ya no sean mercancías sino que sean satisfechas sin que intermedie el dinero en ninguna forma. Esto sería golpearle a la burguesía donde más le duele -la producción de valor y de ganancia-, y por eso reprimirá con toda su violencia o terror estatal al proletariado que "ose" hacerlo. En consecuencia, tarde o temprano el proletariado en lucha de la región iraní tendrá que armarse y organizar la insurrección para destruir al Estado y al Capital produciendo el comunismo. Más aún en un contexto de guerra como el de Irán y el Medio Oriente en general hoy en día. Y esta insurrección comunista en Medio Oriente, a su vez, fracasará o será derrotada si es que no se internacionaliza.

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